La lepra de Constantino - Pedro Calderón de la Barca - E-Book

La lepra de Constantino E-Book

Pedro Calderón de la Barca

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Beschreibung

La lepra de Constantino es un auto sacramental de Pedro Calderón de la Barca, género en el que llegó a alcanzar la plenitud, al combinar a la perfección con su talento natural, amante de la pintura y de las sutilezas y complejidades teológicas.

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Seitenzahl: 54

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Pedro Calderón de la Barca

La lepra de Constantino

 

Saga

La lepra de ConstantinoCover image: Shutterstock Copyright © 1677, 2020 Pedro Calderón de la Barca and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726499681

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

AUTO SACRAMENTAL

PERSONAS

Constantino Silvestre , Viejo La Gentilidad Majencio La Fe San Pedro Zabulón San Pablo Astrea , Villana Un Ángel Tres Mujeres Santa Elena La Noticia Un Niño Soldados Música

Dentro cajas y trompetas, y sale Silvestre , viejo venerable, vestido de pieles, huyendo como asombradoDentro Unos ¡Arma, arma!

 

Otros ¡Guerra, guerra!

Unos ¡Viva el grande Constantino!

Otros ¡El grande Majencio viva!

Silvestre ¡Ay de aquel cuyo peligro

consta igualmente de ser 5

o vencedor o vencido

cualquiera de los dos, puesto

que gentiles en sus ritos

de los dos, ¡cielos!, cualquiera

es mi mayor enemigo! 10

Y así, en tanto que la lid

los ocupa, solicito

ampararme de los montes.

¡Dame, oh tú que en los faliscos

de Roma yaces, oh sacro 15

Sorato, rústico abrigo

en tus más ocultos senos!

 

Sale la Gentilidad con espada, corona de laurel ybastón

 

Gentilidad ¿Dónde corres fugitivo,

mísero caduco anciano,

si ves que el marcial conflito 20

de tantas armadas huestes

como numerosas rijo

contra ti solo las muevo

y contra ti las alisto?

Pues reducir hoy al trance 25

de una batalla el dominio

de Europa y Asia, empeñados

del griego imperio y latino

en Constantino y Majencio

los dos laureles invictos, 30

solo es a fin de que acabe

de una vez tanto continuo

tesón de iras porque quede

el que quedare al adbitrio

de la fortuna triunfante 35

libre del duro ejercicio

para volver contra ti

las armas, como caudillo

que eres de ese infame bando

del crucificado Cristo. 40

Y porque mejor lo veas,

oye esas voces.

Dentro Constantino

Divino

Júpiter, a tus altares

si a tanta invasión resisto,

en cristianos holocaustos 45

verás cuántas vidas rindo.

Dentro Majencio

Yo, Marte, ofrezco a tus aras

si el romano margen piso,

hacer de cristianas vidas

víctimas y sacrificios. 50

Unos ¡El grande Majencio viva!

Otros ¡Viva el grande Constantino!

Silvestre Ya lo veo y ya lo lloro,

pero no me desanimo,

bárbara Gentilidad, 55

de que invoquen tus mentidos

dioses sus errados votos,

cuando sobre el Tíber miro

—abortando gente esa

vaga ciudad de navíos— 60

salir Constantino al paso

dejando solos los niños

y las mujeres en Roma.

Pues aunque yo sea el indigno

sucesor de Pedro, hoy 65

por la elección que en mí hizo

Melquíades, de la grande

Mantua Carpentana hijo

—a quien Madrid llamarán

quizá los futuros siglos—, 70

y aunque pueda, no sin causa,

temer que pecados míos

ocasionaran los cielos

a sus piadosos castigos,

no por eso ni por verme 75

de brutas pieles vestido,

sin más pontifical pompa,

más templo, más domicilio

que las quiebras de estos montes,

como dije, desconfío 80

que me falten suficientes

y aun eficaces auxilios

para resistir constante

los más embotados filos

de desnudez, hambre y sed, 85

cárcel, incendio y cuchillo.

Pues cuando vuelva la Iglesia

en aqueste primitivo

lustro de su tierna infancia

a proseguir los martirios 90

que dejaron empezados

en las Tebaidas de Egipto

Maximiano y Diocleciano,

vinculando en Constantino

o en Majencio sus rencores, 95

no podrán —por más que, impíos,

viertan de púrpura arroyos

que a poco espacio sean ríos,

y a no poco espacio mares—

sumergir en sus abismos 100

la barca de Pedro, pues

a pesar del siempre frío

aquilón que de poniente

brama a soplos, gime a silbos

trayéndonos todo el mar 105

—así Jeremías lo dijo—,

la podrá poner en salvo

el siempre aliento benigno

del Austria, que es la región

de donde el Señor nos vino, 110

según Habacuc, conque

nadando su buque en rubios

piélagos de humana sangre,

de ráfagas impelido,

podrá verse zozobrado 115

mas no verse sumergido,

por más que contrarios vientos

formen el eco en que he oído...:

 

Cajas

 

Unos ¡El grande Majencio viva!

Otros ¡Viva el grande Constantino! 120

Gentilidad ¿Por qué, si en esa esperanza

estás, sin valor, sin brío

vienes huyendo a los montes

a ser esqueleto vivo

de sus bóvedas?

Silvestre Porque 125

no es mi vida la que libro,

que bien sabe Dios que en cada

paso se la sacrifico,

sino la de tantos como

hoy con mi asistencia animo 130

a padecer desterrados,

pobres, tristes y afligidos,

en honra de mi Dios.

Gentilidad Pues

si eres tú solo su asilo,

hoy les faltará, muriendo 135

a mi mano.

 

Empuña la espada la Gentilidad ; Silvestre huye,poniéndose en un risco, da vuelta, y vese la Fe con unacruz en la mano y venda en los ojos

 

Silvestre Otra vez digo

que no huyo a salvar la vida.

Gentilidad ¿Pues a qué?

Silvestre A salvar conmigo

las reliquias de la fe

que huyendo a estos montes vino, 140

de tus cortes arrojada.

Gentilidad Mal podrás si yo te sigo.

Fe Bien podrá si yo le amparo.

Gentilidad ¿Quién eres, bello prodigio

que en vez de cuchilla esgrimes 145

verde tronco en sangre tinto?

¿Quién eres que con vendada

vista discurres a tino

las enmarañadas sendas

de este humano laberinto, 150

de oídos y ojos trocando

los naturales oficios,

pues lo que no ven los ojos

quieres ver con los oídos?

¿Quién eres, digo? ¿Quién eres, 155

ciega luz de mis sentidos,

que no te conozco aunque

pienso que otra vez te he visto?

Fe Sí has visto, y aun otras dos:

una a los lucientes visos 160

de una estrella que guió

tres magos al pobre hospicio

de un portal, y otra a las claras

luces de aquel Sol que dijo

a Pedro que mate y coma 165

los inmundos, los nocivos

animales, que fue cuando,

con el misterioso aviso,

pasó la predicación

del pueblo de los judíos 170

al bando de los gentiles.

Mas como, aunque yo me miro

hoy con la venda, eres tú

la que estás ciega, no admiro

que beneficios tan grandes 175

dé tu memoria al olvido,

que es el achaque de que

muere cualquier beneficio.

Gentilidad Aún no me has dicho quién eres,

pues aún no te he conocido. 180

Fe Sí he dicho, pues ser la Fe

venda y insignia te han dicho.

Gentilidad