La magia de las plantas - Susana Lucyk - E-Book

La magia de las plantas E-Book

Susana Lucyk

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Beschreibung

Una escritora que admiro, enuncia que: "Es un acto político no ocultar quién sos", y este libro se trata de eso. Busco compartir la experiencia de estudiar, trabajar y experimentar con la medicina de las plantas; en mi versión intuitiva, sensible, espiritual, abierta a los mundos no tangibles. Porque me convoca el camino auténtico, genuino, disruptivo, el que se deja atravesar y transformar por el encuentro. La propuesta de evocar a las plantas y encontrar alivio, es una posibilidad de recordar la sabiduría que ya vive en nosotres. El acto evocativo es un camino espiritual sacramental –de encuentro– con las plantas. Y lo que quiero compartir es la certeza de que estas evocaciones que sentí y canalicé desde una medicina relacional también son tuyas. Las evocaciones a modo de rezo nos pertenecen a todes "para reconocer que somos parte de algo mucho más inmenso", somos una red en la que estamos conectadxs unes con otres, si yo puedo experimentar una medicina herbal, también puedes hacerlo. Haciendo tu camino con las guías y propuestas que encontrarás en ese libro.

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Susana Lucyk

La magia de las plantas

Alivio de evocar

Lucyk, Susana La magia de las plantas : alivio de evocar / Susana Lucyk. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2022.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-3005-9

1. Autoayuda. I. Título. CDD 158.1

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de contenidos

PRÓLOGO

INTRODUCCIÓN

Alivio de evocar

¿Qué es una planta?

Las plantas como sacramento

Las plantas tienen espíritu

Notas para leer los capítulos

Raíz

Visión panorámica

Morfología sacramental

Medicina relacional

Flor de Ceibo

Hovenia dulcis

Yerba mate

Eucalipto

Mango

Prácticas rituales:

Observar como posibilidad de encuentro con las plantas

Tallo

Visión panorámica

Morfología sacramental

Medicina relacional

Manzanilla

Paico

Diente de león

Artemisa

Lavanda

Práctica ritual:

Descubrir tus plantas aliadas y acercarte a su espíritu

Hoja

Visión panorámica

Morfología sacramental

Medicina relacional

Jazmín

Champaca

Rosa

Salvia morada

Limón

Práctica ritual: Línea de tiempo y agua florida

Flor

Visión panorámica

Morfología sacramental

Medicina relacional

Marcelita

Geranio

Orquídeas

Caña Tacuara

Burrito

Práctica ritual:

Óleo macerado, poderosa alquimia cotidiana

Fruto

Visión panorámica

Morfología sacramental

Medicina relacional

Cacao

Copal

Bugambilias (Santa Rita)

Flor de jamaica

Cempasúchil

Práctica ritual:

Ser canal del mensaje de las plantas

Semilla

Visión panorámica

Morfología sacramental

Medicina relacional

Monstera

Palo santo

Ayahuasca o Yagé

Cannabis

Jacarandá

Práctica ritual:

Entrar en contacto con las semillas y sembrar

Palabras finales y algunas notas sobre el oráculo de plantas Santites vegetales

Bibliografía

A Viviana, mi mamá. Por ser mi ejemplo vivo de osadía y empatía.

A Hanna, mi compañera perruna. El amor de mis días.

Gracias a Gastón Ciamberlani por el acompañamiento que me permitió darle estructura y solidez a de este proyecto hermoso que se convirtió en libro.

Gracias a mi amiga Sandra por creer en mi y decirme muchas veces que este libro, ya era un hecho. Y a la tribu mágica de mujeres que siempre están cerca dando potencia.

Gracias a mis consultantes y aprendices, por motivarme siempre a seguir profundizando en la sabiduría herbal.

Y gracias siempre a las plantas: maestras, guías e inspiración de mis días.

PRÓLOGO

Por Anabella Muzante, “Ani”, de Útera

En este momento estoy sentada en mi escritorio y cerca de mí están las plantas que me acompañan en casa. Las que elegí o, en realidad, las que eligieron acompañarme. Estas mañanas otoñales están siendo tranquilas: es una forma que estoy adquiriendo para que habitar los días con más presencia y que la ansiedad no se presente desde temprano. Me levanto, elongo un poco, y me quedo unos minutos mirando las plantas, respirando con ellas para que algo de esa sabiduría, de esa entereza y de esa fuerza me impregne. Fue un día de estos cuando llegaron a mí las palabras que escribió Susi para este libro.

Soy una aficionada de las plantas y sigo el trabajo de ella desde hace varios años ya. Admiro muchísimo a las personas que trabajan con plantas de manera respetuosa, con mucha conciencia y sensibilidad. Las admiro no tanto por su saber teórico, sino por su experiencia viva, amable y presente con la medicina de la tierra. Susana es una de esas personas.

Lo me unió a ella, y me generó tanta admiración y respeto por su camino fue su mirada integral de la salud, pero también su forma de trabajar / vivir con las hierbas y los yuyos. Sin conocerla tanto, notaba su interés y su activismo por lo que ella propone en estas páginas como “medicina relacional”: el diálogo vital, el entramado que se crea entre las plantas y lxs humanxs, lo que ellas nos dicen desde lo sutil y lo que nosotros tenemos para compartir desde nuestra vulnerabilidad y sensibilidad.

No solovamos hacia ellas para que “nos sanen”, para que solucionen algo que nos pasa, alivien síntomas o nos iluminen. La relación no es jerárquica; no podemos explotar ni forzar una sabiduría que solo se nos presenta si estamos realmente permeables a dejar que se abra nuestro cuerpo-mente-espíritu y hacemos silencio para escuchar y sentir. Creo que este es un diálogo infinito, profundo y sabio que todxs podemos entablar, pero que debemos ser más humildes, menos ambiciosxs, y abrir todos los sentidos para empezar el viaje. En este mundo herbal, no me gusta confiar tanto en las teorías y los dogmas, sino más bien en, como dice Susi, “el vínculo” que creamos con estos seres sensibles y sociales.

El vínculo como motor, como camino, para reconocer que somos parte de algo mucho más inmenso. El vínculo para aprender a relacionarnos con un mundo que tiene tanto por decir, por enseñar: la lentitud en los procesos, el ciclo de vida, muerte y renacimiento, la resiliencia frente a la adversidad, el silencio y la calma cuando todo está debajo de la tierra latiendo, el reverdecer y el florecimiento después de los días oscuros.

Tiempo después de haberla conocido, tuve la suerte de trabajar con Susana y confirmé que su forma de investigar era especial. Y después de haber leído la recopilación de sus experiencias medicinales herbolarias, puedo decir que necesitábamos este tipo de libro que narra un camino personal en relación con lo íntimo, lo espiritual y lo misterioso de estas compañeras vitales para nuestra evolución.

La “morfología sacramental” de Susi nos permite viajar por el mundo de las raíces, las hojas, los tallos, las semillas, las flores y los frutos, para presentarnos los movimientos y las sabidurías-fortalezas que podemos ver reflejadas también en nuestros cuerpos. A través de las “invocaciones” (o evocaciones) que eligió compartirnos –de una selección de plantas tan sagradas como aliadas–podemos rezarles, elevar oraciones que nos permitan entrar en un contacto vincular con ellas honrando lo que nos regalan y reconociendo a los seres que nos acompañan desde pequeñxs, con su omnipresencia y su poder curativo, y con todos los recuerdos que nos traen y nos enraízan a nuestra comunidad-hogar-tierra.

Susana nos habla de la percepción y la cooperación como los verdaderos principios activos herbales. Y es en este momento cuando pienso: en este mundo capitalista explotador, expropiador y cruel, ¿acaso no es la percepción de todos los seres vivientes, el respeto por ellxs y la cooperación mutua lo que nos puede salvar? ¿O, por lo menos, hacernos más conscientes de lo que estamos hechos y de lo que necesitamos para sostener la vida?

En momentos cruciales, cuando las guerras y las incertidumbres vuelven a hacerse presentes, las crisis siguen recrudeciéndose y las personas andamos perdidas por un mundo hostil que nosotrxs mismxs creamos, estoy segura de que viajes como este, en los que reconocemos la fuerza y el poder vital de los seres que nos rodean, nos nutren y nos cuidan, son necesarios para sabernos parte de, para sabernos entramado, tejido y red viva.

Sin las nociones de comunión y cooperación, estamos aún más perdidos. La posibilidad de crear mundos más cercanos a la tierra, a su medicina y alimento, respetándola, aprendiendo de sus ritmos y tiempos y volviendo a respirar los ciclos que nos habitan es lejana, pero existe, y es más urgente que nunca.

INTRODUCCIÓN

Alivio de evocar

En enero de 2022, atravesando el invierno mexicano, mi corazón volvió a sentir esa mezcla de emociones carentes de prestigio en el mundo de las emociones y en una sociedad que solo busca seres re-productivos. Una noche me sentía muy triste, nostálgica, frustrada, deprimida y ansiosa, lo que me generó un estado agudo de insomnio. Mi cabeza era una máquina de ruidos y auto-tortura que me decía cosas que aumentaban mi angustia.

Como otras veces, les empecé a hablar, a rezar y a pedir asistencia a las plantas que tenía cerca, dentro del departamento. Esta es una práctica cotidiana para mí, ellas ya me habían asistido en situaciones similares. Pero esa vez fue diferente. Sentí su voz diciéndome: “Hoy no podemos hacer nada”, indicándome que yo necesitaba de esa noche oscura para encontrar algo más que un alivio inmediato. Lloré, hice berrinches, y al cabo de un rato lo acepté.

Mientras lloraba empecé a recordar los días lluviosos de mi infancia, cuando la lluvia inundaba todas las calles y hacía una especie de ríos en las canaletas que bordeaban el terreno de la casa donde vivía con mi familia. Con el recuerdo de la lluvia, llegó también el de mis hermanes, con quienes jugábamos en esos días, cuando el agua menguaba. El recuerdo era vívido, y me sentía parte de la escena nuevamente, pero con treinta años más.

Así recordé que con mis hermanes solíamos armar patitos con las flores del ceibo y jugábamos carreras en las canaletas para ver el patito de quién llegaba primero al otro lado del puente. Al recordar ese momento de mi vida, empecé a sonreír y a hablar con el ceibo, con sus flores. Evoqué los encuentros llenos de risas, hermandad e inocencia que habíamos vivido en esos tiempos. Le pedí alegría al árbol, volver a creer y poder estar presente. Y así fue; un rato después de traer a mi memoria esas imágenes vivas, había dejado de llorar, la angustia se había ido: estaba serena, presente y en calma.

Era la primera vez que experimentaba con tanta claridad cómo la medicina de las plantas se me presentaba como un acto evocativo, es decir, con el lenguaje del recuerdo, de la memoria viva. La experiencia de esa noche con la flor del ceibo fue trascendental para seguir escribiendo y encontrar que el sentido más profundo de esa escritura finalmente se iba a convertir en un libro, mi primer libro. La magia de las plantas. Alivio de evocar es, por un lado, una síntesis teórica y experiencial de mi camino recorrido en compañía de las plantas, un camino marcado por el proceso de acompañar y enseñar a otres sobre la medicina que ellas tienen para ofrecer. Por otro, es una propuesta, una invitación a hacer una experiencia relacional con las plantas, a recurrir a la evocación como un camino para sentir alivio y separarnos cada vez más de la relación extractivista que solemos tener con el mundo natural.

Estos son los ejes que vas a encontrar a lo largo de estas páginas: conceptos teóricos introductorios, el relato de mi experiencia personal y la invitación a que puedas hacer tu propia vivencia con nuestras aliadas las plantas.

¿Qué es una planta?

Quiero iniciar con esta pregunta para poder describir los conceptos centrales de este libro. Si buscamos la definición de “planta” en un diccionario, Internet, un libro de botánica o de biología, encontramos más o menos las mismas características. La Wikipedia las define así:

“Se denomina plantas a los seres vivos fotosintéticos, sin capacidad locomotora y cuyas paredes celulares se componen principalmente de celulosa. Taxonómicamente están agrupadas en el reino Plantae. El reino Plantae (del latín: plantae, “plantas”) se refiere al grupo de las plantas terrestres, que son los organismos eucariotas multicelulares fotosintéticos descendientes de las primeras algas verdes que lograron colonizar la superficie terrestre y son lo que más comúnmente llamamos ‘planta’”.

Las plantas son seres vivientes. Hoy podría afirmar que además son seres sociales, como las personas, no porque estén atravesadas por una cultura, una moral o ciertas estructuras impuestas por una sociedad a la “que pertenezcan”, sino porque son capaces de vincularse entre sí y con otros seres vivos. Pueden comunicarse. Son capaces, por ejemplo, de captar mensajes de nuestras intenciones a partir de lo que desde la biología se ha descripto como su “percepción primaria”: una serie de reacciones a los estímulos que reciben desde el exterior, y que abarcan desde la acción de una fuerza natural hasta un sentimiento o incluso un pensamiento humanx.

Con esas ideas coinciden los investigadores Stefano Mancuso y Alessandra Viola en su libro Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal, cuando afirman que“la ciencia ha demostrado desde hace decenios que las plantas están dotadas de sensibilidad, que tejen relaciones sociales complejas y que pueden comunicarse entre ellas y con los animales”.1

Estos organismos sensibles y capaces de comunicarse pueden también resolver problemas complejos mediante el uso de refinadas estrategias: son inteligentes. Responden de manera adecuada a estímulos externos e internos; son conscientes de lo que son y de lo que las rodea. Son capaces de calcular, elegir, recordar y aprender.

También manifiestan lo que se conoce como “inteligencia de enjambre”, que les permite comportarse no como individuos, sino como una multitud que actúa colectivamente, y manifestar comportamientos grupales similares a los de una colonia de hormigas, un banco de peces o una bandada de pájaros. Mientras nosotros lxs humanxs apenas vamos aprendiendo que la evolución está en la cooperación, ellas viven así desde siempre.

En el libro citado, Mancuso y Viola señalan que las plantas poseen los mismos cinco sentidos que las personas, aunque desarrollados de manera vegetal. Un ejemplo sirve para explicarlo resumidamente. Las plantas no tienen ojos, ni nariz, ni orejas. Según el diccionario de la Real Academia Española, la vista es el “sentido corporal con que se perciben los objetos mediante la acción de la luz”. ¿Cómo perciben la luz las plantas? Mancuso y Viola explican:

“En el interior de la planta, se encuentran una serie de moléculas que actúan como fotorreceptores (receptores de luz) y que son capaces de recibir y transmitir información relativa a la dirección de la que provienen los rayos lumínicos y a la calidad de éstos. La planta no sólo distingue la luz de la sombra, sino que es capaz de reconocer la calidad de la luz en función de la longitud de onda de sus rayos. La luz incide sobre distintos tipos de fotorreceptores de nombre exótico, los cuales absorben la longitud de onda del rojo, el rojo lejano, el azul y el ultravioleta, que son las más importantes para la planta, ya que regulan muchos aspectos de su desarrollo, desde la germinación a la floración, pasando por el crecimiento.”2

Pero ¿dónde se encuentran estos fotorreceptores? En el caso de las personas están en los ojos, en la parte anterior de la cabeza, una posición estratégica desde el punto de vista evolutivo. En las plantas, las facultades están presentes en todas partes, sin que ninguna de ellas sea de veras indispensable. Es como si toda la planta estuviera cubierta de minúsculos ojos. Es por eso que autores como Mancuso y Viola consideran que en realidad las plantas son extremadamente más sensibles que nosotrxs y que, además de nuestros cinco sentidos, poseen por lo menos otros quince:

“... una planta, puede medir con precisión la humedad de un terreno e identificar fuentes de agua aunque se encuentren a gran distancia; las plantas pueden detectar la gravedad, los campos electromagnéticos (que influyen en su crecimiento) y, obviamente, son capaces de reconocer y de medir un inmenso número de gradientes químicos presentes en el aire o en la tierra… Algunos de estos sentidos están localizados en las raíces, otros en las hojas y otros incluso se hallan dispersos por todo el organismo vegetal, pero lo que más sorprende es el nivel de refinamiento que alcanzan estos verdaderos laboratorios de análisis verdes.”3

Las plantas hablan entre ellas, reconocen a sus familiares y dan pruebas de tener caracteres distintos. Tienen personalidad y atributos. Al igual que en el reino animal, en el vegetal existen plantas oportunistas y plantas generosas, plantas honestas y plantas falaces, algunas que recompensan a quienes las ayudan y otras que castigan a quienes tratan de lastimarlas.

Las personas estamos conectadas con las plantas que se encuentran a nuestro alrededor. Si cuidas de determinadas plantas, ellas reaccionarán a lo que te sucede, aun estando a miles de kilómetros. Reaccionan a nuestra alegría y nuestro placer. Y sin embargo, “las plantas podrían vivir sin nosotros. Nosotros, en cambio, sin ellas nos extinguiríamos en poco tiempo”.4 Ellas son seres autótrofos: producen su propio alimento mediante la fotosíntesis; nosotrxs las necesitamos para alimentarnos, para respirar, y también para sanar.

La historia de la humanidad podría contarse como la historia de personas vinculándose con plantas y comiendo o tomando yuyos, y existe una coevolución entre nuestras trayectorias. En todos los países y culturas de nuestro planeta, las plantas son un elemento esencial e imprescindible en medicina. Su efecto benéfico no se reduce a los principios activos que ejercen un efecto terapéutico en el organismo, sino que además están comprobados los efectos positivos que la presencia del verde tiene sobre nuestro bienestar en las más variadas condiciones ambientales. Estar en presencia de plantas disminuye el estrés, aumenta de la atención y acelera el proceso de curación de las enfermedades. Es que la mera imagen de una planta transmite calma y relajación.

Por todo esto es que creo que las plantas son nuestra verdadera medicina. Pero precisamente porque tanto ellas como nosotrxs somos seres vinculares, su medicina surge del encuentro: es una medicina relacional. Y esto no solo refiere a la relación entre dos especies, sino también a la relación entre dos seres vivos: una planta y unx humanx.

Cada día podemos aprender un poco más a hablar con ellas, a comprender su particular lenguaje, al que podemos acceder con tiempo, paciencia, presencia y, sobre todo, mucha sensibilidad para abrirnos a los mundos no tangibles, no visibles. Se puede conocer teóricamente muchísimo sobre una planta, pero siempre habrá una parte de misterio en lo que esa planta va a despertar, abrir o sanar en una persona. Es como si a cada unx de nosotrxs nos tuvieran reservado algo especial, que solo se descubre en la relación con ellas. Para la sanación, es tan importante y necesaria la experiencia del vínculo con una planta como conocer los principios activos que circulan por nuestras venas, apaciguando los síntomas. Cuando nos damos tiempo y espacio para cultivar este vínculo (muy parecido a como lo haríamos con una persona) se hace más efectiva la curación que estamos buscando, porque la intención tiene un gran poder transformador.

1Stefano Mancuso y Alessandra Viola, Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2015, p. 34.

2Ibidem, p. 51.

3Ibidem, p. 83.

4Ibidem, p. 47.