La Mandrágora - Nicolás Maquiavelo - E-Book

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Nicolas Maquiavelo

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Beschreibung

En esta obra de Maquiavelo se aprecia en forma brillante la ironía con que miraba a la sociedad de su época, a la que calificaba de imperfecta y sucia, ideas por las que fue criticado. El argumento de la obra gira alrededor de Callimaco, un joven que recién llega de París a Florencia y se enamora de una mujer llamada Lucrecia, casada con el viejo y rico abogado Micer Nicia. Como el abogado quiere tener hijos con Lucrecia y no puede, acude al doctor; Callimaco se hace pasar por médico para ayudar al afligido marido, diciéndole que su mujer tiene que tomar una poción de mandrágora, logrando así engañar a Nicia y yacer con Lucrecia a quien declara su amor.

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En esta obra de Maquiavelo se aprecia en forma brillante la ironía con que miraba a la sociedad de su época, a la que calificaba de imperfecta y sucia, ideas por las que fue criticado. El argumento de la obra gira alrededor de Callimaco, un joven que recién llega de París a Florencia y se enamora de una mujer llamada Lucrecia, casada con el viejo y rico abogado Micer Nicia. Como el abogado quiere tener hijos con Lucrecia y no puede, acude al doctor; Callimaco se hace pasar por médico para ayudar al afligido marido, diciéndole que su mujer tiene que tomar una poción de mandrágora, logrando así engañar a Nicia y yacer con Lucrecia a quien declara su amor.

Nicolás Maquiavelo

La Mandrágora

Título original: La Mandragola

Nicolás Maquiavelo, 1520

PERSONAJES

CALLIMACO

SIRO

MICER NICIAS

LIGURIO

SOSTRATA

FRAY TIMOTEO

UNA MUJER

LUCRECIA

CANCIÓN

Para que la canten antes de la representación, Musas y Ninfas[1]

Porque la vida es breve, y muchas son las penas que viviendo y luchando todos soportamos, tras nuestros anhelos vamos pasando y consumiendo los años; y aquel que al placer renuncia para vivir con angustias y afanes no conoce del mundo los engaños. O de qué males y de qué extraños casos son casi todos los mortales oprimidos.

Para huir de este tedio hemos elegido apartada vida y siempre en fiesta y júbilo, donosos jóvenes y alegres Ninfas, estamos reunidos. Ahora, aquí hemos venido con nuestra armonía sólo para honrar esta tan alegre fiesta y dulce compañía.

Además, aquí nos ha traído el nombre de aquél que os gobierna[2], en quien se ven reunidos todos los dones de la imagen eterna[3]. Por tal gracia suprema, por tal feliz estado, podéis estar alegres, gozar y dar las gracias a quien os lo ha concedido[4].

PRÓLOGO[5]

Dios os salve, benignos oyentes, si como parece tal benignidad depende del complaceros. Si continuáis permaneciendo silenciosos os haremos partícipes de un nuevo caso acaecido en esta ciudad.

Ved la escena que os presentamos: ésta es vuestra Florencia; otra vez será Roma o Pisa; cosa de desternillarse de risa. Aquella puerta que está ahí, a mi derecha, la casa es de un doctor que aprendió en el Bueyecio[6] muchas leyes. Aquella calle, que está allí en el ángulo representada, la calle es del Amor en la que quien cae jamás se levanta. Podréis luego conocer, por el hábito del fraile, qué clase de prior o abate vive en el templo que al otro lado veis, si de ahí demasiado pronto no os movéis. Un joven, Callimaco Guadagni, recién llegado de París, vive en aquella puerta de la izquierda. De entre todos sus compañeros es el que, por lo que se ve, de valor y gentileza se lleva la palma. Una joven prudente fue por él muy amada y por eso engañada fue, como luego sabréis; y yo quisiera que a vosotras, como a ella, así alguien os perdiera.

La fábula Mandrágora se llama. El porqué, al representarla comprenderéis, según preveo. No goza el autor de mucha fama; así que, si no logra haceros reír, gustoso os pagará el vino.

Un amante desdichado, un doctor poco astuto, un fraile vividor, y un parásito malicioso y cuco, serán hoy vuestra diversión. Y si esta materia no es digna, por ser demasiado ligera, de un hombre que quiere parecer sabio y prudente, perdonadle por eso, que trata de hacer con esos vanos pensamientos más llevadera su triste existencia porque no tiene fuera de eso dónde volver los ojos; que le ha sido vedado mostrar su virtud en otro tipo de empresas[7] al no premiar sus fatigas.

El premio que se espera es que cada uno se alegre y ría, diciendo mal de lo que vea u oiga. De ahí viene, sin duda alguna, que en el presente siglo la antigua virtud en todo degenere, ya que, la gente viendo que todos critican, no se desvele ni fatigue en hacer con mil trabajos una obra que el viento borre o la niebla cubra. Pero si alguien creyera, hablando mal del autor, tenerle cogido por los pelos o asustarle o hacerle retroceder, le aviso, y le digo a ese alguien, que también él sabe hablar mal de los demás; fue éste el arte que aprendió primero, y que en cualquier parte del mundo donde el sí suena, no estima a nadie aun cuando haya de servir a quien puede llevar mejor capa que él.

Pero dejemos que hablen mal los que quieran. Volvamos a nuestro asunto, no vaya a hacerse demasiado tarde. No hay que tener en cuenta las palabras ni estimar prodigioso algo que quizás aún no existe.

Sale Callimaco y con él Siro su sirviente; él nos lo explica todo. Prestad atención y no esperéis por ahora otra explicación.