La meditación y el arte de la jardinería - Ark Redwood - E-Book

La meditación y el arte de la jardinería E-Book

Ark Redwood

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¿Qué actividad puede resultar más idónea que la jardinería para aplicar las nuevas tendencias de la meditación y la atención plena? La meditación y el arte de la jardinería explora el cultivo de las plantas como un ejercicio tanto para el cuerpo como para la mente. Ark Redwood, jardinero jefe de Chalice Well —unos de los jardines más emblemáticos de Gran Bretaña, que forman parte de la red World Peace Gardens—, nos guía a través de la meditación práctica que puede conllevar el cultivo de las plantas, amplía nuestra conciencia sobre lo vivo y, además, nos ofrece su experta forma de entender la conciencia plena en el entorno de la naturaleza. Siguiendo capítulo a capítulo la sucesión de las estaciones, nos encontramos con la magia del abono, el poder de la floración y la capacidad de las semillas. Esta obra constituye una lectura imprescindible para quienes pretenden aplicar la dimensión de la conciencia plena a su manera de sentir el cultivo de las plantas.

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Edición en formato digital: noviembre de 2016

 

Título original: The Art of Mindful Gardening

© Diseño de cubierta y maqueta, The Ivy Press Limited, 2011

© Ark Redwood, 2011

© De la traducción, Julio Hermoso

This translation of The Art of Mindful Gardening

originally published in English in 2011 is published by arrangement with The Ivy Press Limited

© Ediciones Siruela, S. A., 2016

 

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

 

Ediciones Siruela, S. A.

c/ Almagro 25, ppal. dcha.

www.siruela.com

 

ISBN: 978-84-16964-10-9

 

Conversión a formato digital: María Belloso

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

 

CAPÍTULO 1

Primavera

 

CAPÍTULO 2

Verano

 

CAPÍTULO 3

Otoño

 

CAPÍTULO 4

Invierno

 

DEDICATORIA Y AGRADECIMIENTOS

INTRODUCCIÓN

 

Tiene la primavera cientos de flores; el otoño, la luna clara. El verano, la brisa fresca; hay nieve en invierno. Si el ajetreo no te ocupa la mente, he ahí tu oportunidad.Extraído de Essential Zen,de Kazuaki Tanahashi and Tensho David Schneider

 

El arte de ser consciente es simple, la verdad. Reside en la práctica de hallarse en el momento presente y tratar de mantener esa atención en lo que sea que estés haciendo, en traer con sutileza la mente de vuelta al ahora cada vez que comience a divagar (¡que lo hará de forma inevitable!).

 

Muy simple y, aun así, dominarlo puede llevar toda una vida, si no varias. Yo, por mi parte, desde luego no puedo afirmar ser más que un principiante en su aplicación. A lo largo del tiempo, he tratado de aplicar la práctica de la conciencia plena a mi profesión concreta, que es la jardinería, y el objeto de este libro es compartir alguna de las ideas que uno puede obtener a partir de dicha aplicación a este venerable oficio de la horticultura.

Si algo no es esta obra es un manual de jardinería. Ya son incontables los volúmenes que se dedican a describir las diversas y variadas técnicas necesarias para convertirse en un buen jardinero. La función de este libro en particular es sugerir formas de ampliar en el lector la conciencia del momento presente en cualquier tarea que afronte, incluso la más mundana en apariencia. Intentaré también explicar, en unos términos tan sencillos como me sea posible, las razones botánicas de todo aquello que hacemos en el jardín.

 

Yo, personalmente

Me he dedicado a la jardinería de manera profesional desde 1988. Durante la mayor parte de este tiempo he tenido que concentrarme en aprender todo lo que pudiese sobre las plantas y sobre cómo cultivarlas y cuidarlas. Tardé cerca de diez años en sentirme seguro de saber de qué estaba hablando en lo que a la práctica de la horticultura se refiere, y otros diez en darme cuenta de que no pasaba nada por admitir que no lo sabía todo. Solía comparar el ser jardinero con ser médico o mecánico en que la gente siempre te hacía preguntas que se esperaba que respondieses. Consciente de las lagunas que aún tenía en mi conocimiento, acostumbraba a ponerme muy nervioso cuando alguien «me pillaba». Ahora me siento mucho más cómodo cuando desconozco la respuesta.

Pienso que gran parte de ello viene de mi creciente práctica del budismo, y en particular de la enorme influencia que ejerce sobre mí mi guía espiritual, el maestro zen vietnamita Thich Nhat Hanh; de él podría decirse que ha hecho más que nadie en el mundo del budismo por popularizar la práctica de la conciencia plena. Su manera clara y sencilla de entender la atención plena en el momento presente resulta muy persuasiva, y esa lucidez que tan gustoso comparte con su público a lo largo y ancho del globo genera una gran fuerza en quien la recibe; le estoy muy agradecido por habernos enseñado con su sabiduría a mí y a incontables buscadores de todo el planeta.

 

Un remanso de paz

En cuanto a disponer de la oportunidad de practicar la conciencia plena en el jardín, debo reconocer que tengo la fortuna de que mi lugar de trabajo fomenta de manera activa ese modo de pensar. Se trata de los jardines de Chalice Well, situados al pie de la colina de Glastonbury Tor, en el suroeste de Inglaterra, reconocidos con la categoría de World Peace Garden y dedicados a ofrecer refugio a todos en un mundo agitado. Al dar cobijo a personas de todas las confesiones, o de ninguna, resulta un oasis de tranquilidad donde los visitantes pueden acudir y sentir las vibraciones sanadoras presentes en cada rincón de los jardines. Hay muchos lugares silenciosos para la meditación, la contemplación y la reflexión espiritual.

 

 

En el budismo vamos más allá de los conceptos de creación y destrucción, de nacimiento y muerte. También vamos más allá de los conceptos de ego y no ego. Ya hemos visto, por ejemplo, que una flor no puede ser por sí sola. La flor no puede ser; solo puede interser. Hemos de volver sobre lo que dijo Buda —«esto es porque aquello es»— y acostumbrarnos a mirar las cosas bajo el prisma de la interdependencia. Podemos ver el universo entero en una flor. Y en todas y cada una de las células de nuestro cuerpo no solo podemos ver el universo entero, sino también a todos nuestros ancestros y a nuestros hijos. Extraído de Estás aquí,de Thich Nhat Hanh

 

 

Una sutil tenacidad

Los ejercicios, prácticas y sugerencias que contiene este libro tan solo señalan el camino, por supuesto. No es fácil estar en el momento presente de forma plena. Es más, requiere de una gran atención y concentración. Incluso Thich Nhat Hanh tuvo que practicar durante décadas para alcanzar su actual estado de conciencia. La palabra «práctica» es la clave. Hemos de reconocer que somos seres humanos, al fin y al cabo, y que la sociedad en la que vivimos no está orientada a fomentar que vivamos de forma plena en el presente. El pasado y el futuro ejercen un dominio mucho mayor sobre la imaginación cultural y pública. Deberíamos disfrutar —y apreciar— esos instantes en que conseguimos perdernos en la inmediatez de la conciencia del momento presente, por breves que sean. Cuanto más se practica, más fluidez se logra en mantener la atención en el aquí y el ahora. Con la multitud de distracciones que nos bombardean a diario, es importante no ser demasiado duros con nosotros mismos si no logramos mantener la concentración con frecuencia. Si nos fustigamos y nos consideramos incapaces de lograrlo, entonces no lo haremos. Una sutil tenacidad acabará por imponerse.

 

 

La respiración es como un puente que une la mente con el cuerpo. Si vuelves sobre la respiración, el cuerpo y la mente se unirán de nuevo. Extraído de Estás aquí,de Thich Nhat Hanh

 

 

La respiración como ancla

En la práctica de la meditación, la respiración se suele utilizar para mantener la estabilidad de la mente. Esto se debe a que la respiración es, junto con los latidos del corazón, un ritmo constante a lo largo de nuestra vida. La mayor parte del tiempo respiramos sin darnos cuenta. «Gracias a Dios —estarás diciendo—. ¡Imagínate tener que hacerlo de forma consciente!». Desde luego. La clave de la respiración es que la mente la puede utilizar a modo de ancla con la que fijar la atención. Y esto podemos hacerlo no solo cuando estamos sentados meditando, sino también cuando nos encontramos inmersos en alguna actividad como caminar, la jardinería o realizando cualquier tipo de ejercicio. Siempre que la atención se dispersa, aprendemos a traerla poco a poco hacia la respiración. Qué astuta es la mente: no quiere que la domen. Le sería mucho más fácil tener la libertad de zigzaguear de aquí para allá, y que nadie esperase que permaneciera concentrada en una sola cosa cada vez.

 

Instruir la mente

La palabra «disciplina» no goza de gran popularidad que digamos en nuestros días, porque sugiere que te obliguen a hacer algo que preferirías no hacer, que va contra tu voluntad. Sin embargo, su sentido original es el de «instruir» sin más. Así que tenemos que «instruir» la mente para que mantenga la concentración y no se dispare en todas las direcciones. La mente acaba por aprender que la concentración exclusiva en un punto, la unidireccionalidad, le sienta realmente bien; y entonces comienza a ceder ante la disciplina para volverse, así, más fácil de domar. La clave de este proceso es la paciencia.

La jardinería es un pasatiempo que nos puede proporcionar infinidad de posibilidades para la formación en la conciencia plena; y espero que este libro logre sugerir unas cuantas para ponerlas en práctica en beneficio de nuestro bienestar espiritual, y que nos sea de ayuda en otras facetas de nuestra vida.

 

Tenemos que «instruir» la mente para que mantenga la concentración y no se dispare en todas las direcciones.

 

 

 

 

CAPÍTULO 1

 

PRIMAVERA

Algo se agita bajo los pies. Asciende la energía. Aparecen los primeros brotes verdes. La expectación flota en el ambiente. El primer abejorro localizado, que se alimenta agradecido en las primeras pulmonarias y eléboros. Las campanillas de invierno anuncian los cambios. Los pájaros nos regalan los oídos con la serenata de su bello canto. Es el momento de coger el abrigo y la bufanda y aventurarnos en nuestro pequeño edén. Atentos a nuestra respiración en el aire frío. En un caminar consciente. Deleitándonos con la promesa de un año nuevo de abundancia.

 

 

 

LA CAMPANILLA DE INVIERNO, HERALDO DEL CAMBIO DE AÑO

 

Todos los años ansío la llegada de febrero, no solo por mi falta de imparcialidad al haber nacido en ese mes, sino por ser la temporada de la campanilla de invierno, una flor que me encanta. Cuando las campanillas de invierno están en flor, me da la sensación de que ha empezado de verdad el año jardinero.

 

Esas campanillas de blanco perlado y moteadas de verde parecen traer la promesa de lo nuevo; avisan de que el cambio está en el ambiente y que será mejor que el jardinero se prepare para ir aumentando poco a poco su presencia en el jardín. La campanilla de invierno es como una campana floral de la conciencia plena que nos recuerda que la tierra está comenzando a respirar de nuevo tras el letargo invernal, y nos llama a seguir atentamente nuestra respiración, mientras aguardamos con ansia las labores de horticultura que están por venir.

 

Febrero: ¿el primer mes de la primavera?

Febrero siempre solía asociarse con el invierno, y supongo que aún lo es para mucha gente. Sin embargo, con el caos climático que trae consigo el fenómeno del calentamiento global, cada vez es mayor la sensación de que se trata del primer mes de la primavera.

Febrero recibe en realidad su nombre del latín Februarius, que significa «purificar». Y afrontar con ese espíritu este momento del año nos da la oportunidad de revisar cómo podríamos necesitar esa purificación en nuestra vida y nuestras prácticas. En el jardín, podemos despejar los cobertizos, limpiar las herramientas, revisar las macetas viejas, deshacernos de los paquetes viejos de semillas, hacer una buena limpieza de los invernaderos y demás estructuras para proteger las plantas en invierno, o reunir todos los objetos de nuestra casa de los que nos gustaría librarnos, y a continuación encender una pequeña hoguera para quemarlo todo. Después de hacer algo así solemos sentirnos renovados y limpios, porque nos liberamos de la herencia del pasado, y miramos hacia el futuro que aún está por venir.

Conforme febrero se convierte en marzo, los primeros destellos verdes van apareciendo de forma gradual, y el aumento de las energías se hace patente por todas partes. Es hora de salir al jardín y prepararnos para la avalancha de actividad que está a la vuelta de la esquina.

 

 

PUESTA EN FORMA

 

Esta época del año pide a gritos que realicemos una tarea concreta: la poda formativa, dar forma a los arbustos. Se trata de un trabajo con el que mucha gente no se siente del todo segura, y en consecuencia es posible que la planta no reciba una poda tan exhaustiva como requiere.

 

Cuando un arbusto ha carecido de cuidados tal vez durante años, es habitual que la gente considere «cruel» hacerle la poda agresiva que necesita de un modo tan obvio. En mi opinión, debemos aceptar que la jardinería es, como actividad, una clara interferencia en la vida y el ritmo de unos seres vivos. Digo esto con la sensación de que, por muy cierto que sea, el ser humano ha de cerciorarse de que, cuando «interfiere», lo hace con todo el cuidado y la consciencia que es capaz de reunir. Al fin y al cabo, si todas las cosas están conectadas de manera interdependiente —tal y como han proclamado los sabios a lo largo de la historia—, no podemos considerarnos aislados del resto de la creación. No hay separación entre jardinero y jardín.

Si practicamos la horticultura con amor y conciencia plena, sin duda todo cuanto podemos hacer es mejorar la calidad de vida de las plantas y criaturas con las que compartimos este planeta. Así que, a la hora de echar mano a las tijeras de podar, a una podadera corta o a una larga, si sabemos con exactitud qué vamos a hacer realmente, cuando cortemos las ramas más grandes o más pequeñas, será mayor nuestra lucidez como jardineros, y mayor el beneficio que obtenga ese arbusto en concreto.

 

Poda consciente

Cuando una planta se centra en el crecimiento en sus primeras etapas, la energía se concentra fundamentalmente en los brotes apicales, es decir, las yemas terminales de los tallos más elevados y exteriores. Las hormonas del crecimiento quedan por lo general suprimidas en las yemas inferiores, y esto evita que la planta pueda convertirse en pasto o sufrir daños. El objetivo de la planta es dedicar todo el esfuerzo posible a alcanzar su máximo potencial. En caso de cortar las yemas terminales, las hormonas se liberan más abajo, y la planta continúa creciendo a partir de los brotes laterales para crear un arbusto de mayor espesura. Esto es justo lo que sucede cuando podamos o damos forma a un arbusto. Así pues, provistos de este conocimiento, nos podemos dedicar a una poda consciente a sabiendas de lo que hacemos, y con algún tipo de entendimiento al respecto de lo que le está pasando a la planta mientras la llevamos a cabo.

 

Las cinco «d»

Si la poda como actividad es algo en lo que uno se siente un tanto inseguro, sugeriría entonces una fórmula muy sencilla que se puede aplicar a prácticamente todas las plantas, en especial a árboles y arbustos. Si la sigues, no te costará convencer a los demás (y a ti mismo) de que sabes lo que te traes entre manos. Se conoce como las cinco «d», de difunta y desahuciada, de decaída (es decir, enferma) y dañada, y de dirección.

De modo que, por ejemplo, ante un manzano viejo y descuidado, retrocede unos pasos y obsérvalo con atención; valora sus necesidades y cómo podrías devolverle su dignidad. Comienza a aplicar las cinco «d». Empieza buscando las ramas muertas —difuntas— y las que están claramente moribundas —desahuciadas—, y córtalas. Después haz lo propio con las que tengan aspecto de estar dañadas por alguna enfermedad u otra causa. Esto servirá para abrir un poco la copa del árbol, lo que a su vez te brindará la oportunidad de localizar las ramas que apuntan hacia el interior del mismo o que se cruzan con otras mejor situadas, es decir, que apuntan hacia el exterior. Estas representan la quinta «d», de dirección, así que córtalas.

El resultado final será un ramaje mucho más abierto, que, por tanto, asegurará una mejor circulación del aire y de la luz; algo que resulta vital para todas las plantas sanas. Además, tal vez podrías percibir una mayor levedad en la energía del árbol, que bien podrías interpretar como un enorme «gracias» por haberte tomado un tiempo para atender sus necesidades. Toda una muestra de compasión a través de la horticultura.

 

 

EJERCICIO 1MEDITACIÓN EN LA PODA*

• Sitúate frente al arbusto que se va a podar.

• Concéntrate prestando atención a la respiración.

• Sé consciente de tu cuerpo, siente el suelo bajo los pies.

• Siente cualquier movimiento del aire sobre tu rostro o tu piel. Has de estar donde te encuentres físicamente.

• Observa el arbusto con atención. Siente su presencia ante ti.

• Envíale amor.

• Visualiza en tu imaginación la energía que fluye en el interior de la estructura de la planta.

• Coge las tijeras de podar de manera consciente y siente su peso en la mano.

• Sin dejar de visualizar el flujo de energía, decide a qué altura deseas cortar, y poda por encima de una yema.

• Visualiza la energía que ahora fluye hacia fuera por los brotes laterales.

• Continúa hasta que estés satisfecho con la tarea realizada.

• Trata de mantener una constante conciencia respiratoria a lo largo de toda esta meditación.

 

 

LAS SEMILLAS DE LA CONSCIENCIA

 

Como jardinero, hay que confiar en la tierra, consciente de que todas las semillas del amor y el entendimiento, las semillas del conocimiento y la felicidad, ya están allí.Extraído de Cultivating the Mind of Love, de Thich Nhat Hanh

 

Como horticultor, una de las grandes alegrías del trabajo es la propagación de las plantas, en particular la siembra de las semillas. Nunca me canso de ello, por muchos años que lleve haciéndolo. Todas las primaveras me emociono al ver que asoma el primero de los minúsculos cotiledones en la superficie del semillero.

 

Hay algo mágico en la germinación, y no logro entender cómo es posible que haya gente incapaz de alegrarse de dar la bienvenida a una vida nueva. Siento que una oleada de ternura me invade cada vez que veo esas pequeñas motas verdes en la superficie del compost; y me hago entonces la promesa silenciosa de guiar a esos jóvenes plantones hasta la madurez, como si fueran mis propios hijos. No es de extrañar que a los viveros se les llame también «criaderos».

Las semillas son verdaderamente asombrosas. Dentro de su minúsculo cuerpo llevan todo lo que la futura planta necesitará para crecer, salvo el agua. Podemos comparar el mapa genético con una corriente ancestral que fluye a través de la planta y la conecta con todas las de su especie, tanto en el pasado como con las futuras generaciones. La semilla no surge de la nada; se trata más bien de una continuación a partir de sus progenitores, exactamente igual que nosotros. Es ahora cuando se dan las condiciones apropiadas para que la semilla se manifieste, y aquí la tenemos, en todo su esplendor.