La memoria del corazón - Carolina Funes - E-Book

La memoria del corazón E-Book

Carolina Funes

0,0
5,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

"La memoria del corazón" invita al lector a un viaje de autodescubrimiento y reflexión sobre el significado de la vida, el perdón y la sanación. A través de relatos y reflexiones, se plantea cómo superar la oscuridad interna para alcanzar un estado de paz y amor incondicional. La obra conecta temas universales como el tiempo, el desapego, y el poder del presente, proporcionando herramientas para trascender el sufrimiento y abrazar la plenitud espiritual.

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
MOBI

Seitenzahl: 109

Veröffentlichungsjahr: 2025

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Carolina Funes

La memoria del corazón

Funes, Carolina La memoria del corazón / Carolina Funes. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2025.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-6010-0

1. Autoayuda. I. Título. CDD 158.1

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de contenido

Prólogo

1 - Diálogos con uno mismo

2 - Tic-tac

3 - ¿Quién soy?

4 - El don. Gurú espiritual

5 - La culpa no existe

6 - ¿De qué hablamos cuando hablamos de perdón?

7 - Metas

8 - Somos libres

9 - El sin sentido de la vida

10 - Un aspecto con muchos significados

11 - La puerta que se abre

Prólogo

Algunas noches cierro mis ojos con tanta fuerza que un universo de estrellas viene a mi mente. Esa visión me recuerda que todos estamos acompañados por la inmensidad del infinito.

Su brillo natural e imponente es un destello de Dios hacia el corazón. Cuando estoy allí, en ese lugar único ya no quiero abrir mis ojos pues cuando ese espacio ilimitado se funde en el centro de mi alma que otra cosa podría querer.

Sin embargo, debo abrir mis ojos y despertar. Me dejo invadir por la mismísima soledad para observar si aún quedan rastros de mi propia oscuridad, porque de ser así anhelo encontrarla tan solo para conversar.

Allí encontraremos el camino para que pueda seguir su rumbo y de una buena vez salir de mí. He de mirar su rostro y con certeza le diré que este lugar, es mi lugar, el espacio real donde mi consciencia habita. Ya no quiero escapar de allí porque soy todo lo que tengo, entonces, será la oscuridad quien deba desvanecerse. No voy a seguir huyendo.

Lo que sea que encuentre, lo enfrentaré, pues ya no tengo miedo. Es cierto que prefiero encontrar algo de luz porque el cansancio parece hundirme al combatir tantos demonios. Demonios, que en definitiva, son solo míos.

Y si el temor se llegase a apoderar de mí, inclinaré mi rostro hacia el cielo para sentir las pequeñas partículas de gotas tocarme, milagrosa llovizna que acaricia mi ser y transforma esos temores en valor.

Ese valor que necesito para avanzar hacia el espacio dentro de mí. Ese lugar donde soy, donde creo ser y donde mi oscuridad también puja por quedarse. Pero ha llegado el momento de liberar esa oscuridad. Y en ese acto de amor he de encontrar la fortaleza inconmensurable dentro de mi Ser. Y como cada gota de agua que se unifica con el mar está sostenida por todo lo demás, así hemos de saber que la existencia nos apoya y nos provee de valor. Perderse es a veces el camino para encontrarse y conectar con la intimidad más profunda dentro de uno.

1Diálogos con uno mismo

En algún momento de la existencia todos deben entablar un diálogo con la propia oscuridad. Un diálogo con uno mismo:

“Y cuando intento hacer todo a la perfección una voz muy fuerte grita dentro de mí, pero aún no estoy lista para oírla. Es una molestia constante, pero debo estar tranquila pues inevitablemente en algún momento tendré que abrir las puertas, no puedo esconderme para siempre y eso lo sé muy bien”.

Bendito los espíritus que nos acompañan y aquí los estaré esperando, pero deben golpear más fuerte pues solo así escucharé. Voy por la vida sintiendo de a poco y haciendo que todo cuadre y que nada se distorsione, esa voz pregunta hasta cuándo lograré sostener mi cuadratura perfectamente racional que me permite ser inerte y me hace creer que eso que veo y toco, es lo real, ya a esta altura pienso que eso es vivir y entonces me sorprende que la gente aún diga viva la vida o le vie est belle.

Soy inerte pues nada brota de mi corazón y una exclamación surge de mí, ¡por Dios aún te tengo! pues solo tú me haces ser quien soy, tu vida, tu mirada y tus caricias me hacen ser algo, no sé bien qué, pero por lo menos logra acallar aquella voz que aún habla dentro de mí.

Pero si no hay algo que me sacuda con más fuerza entonces me quedo contigo y lo acepto todo, aunque en un punto comienza a doler demasiado, como si yo misma intentase sofocarme a través de ti.

Comienzo a ver cosas y creo que no son parte de mí. Un sonido tan irreal, las palabras me causan risa porque en verdad ya no puedo oír. Pero sé que las visiones están allí, delante de mí y me hundo en el silencio para pasar desapercibida ante la mirada de los demás.

Sin embargo, una parte muy profunda de mi corazón sabe que en algún momento tarde o temprano deberé experimentar algo más allá de mi razón e inexorablemente dolerá, pero soy valiente y seguramente me adentraré.

Sigo dormida, pues ¿para qué despertar? Que haya algo del otro lado no significa que exista realmente y sí, soy una incrédula. Alguien inesperado aparece súbitamente y dice algunas cosas, sospecho que algo sabe. Algo que yo aún no sé o no recuerdo, algo que me empeño en ocultar forzosamente hasta de mí. Comienzo a desconfiar de todos, principalmente de esos extraños seres que no dicen mucho pero que sus escuetas palabras me confunden, me pierdo en el tiempo y una nebulosa me envuelve. No sé en qué parte del planeta estoy ni lo que tenía que hacer. Sé que conozco a esas criaturas pero no sé de dónde. Estimo que de alguna vida pasada pero no puedo asegurarlo. Me hablan y yo me esfuerzo por volver a mi diminuta consciencia, se acerca el autobús y como un prisionero abandona su celda sin mirar atrás, de esa forma avanzo hacia el conductor con infinita gratitud por sacarme de allí.

Siento que ven a través de mis ojos y no puedo cerrarlos porque qué clase de persona sería acaso. Pero descubro que soy un zombi con los ojos abiertos tratando de que nadie vea que estoy completamente vacía. Así aprendí a vivir y no puedo aceptar que haya otra forma por eso me aferro a quienes me dan algo, aunque nada valga. Pero me conformo con algunas migajas de vidas ajenas porque sospecho que la vida es de esa manera y así será hasta el fin de mis tiempos.

Por eso sigo haciendo lo que hago y ni siquiera intento cambiar, aunque hace tiempo detrás de esa puerta escucho aquella voz que una vez me llamaba y le hice oídos sordos, debo aceptar que no se ha ido y aún está allí aguardando por mí.

Pero pienso que aún tengo el amor y estar apegado a ello es mi única salvación para no dejar entrar esa voz, aunque sinceramente ni siquiera sé amar. Pero tú haces que yo olvide todo y me aferre a la idea de que lastimar es amar. Lo acepto, aunque no sé muy bien por qué.

Tan apegada a la idea de éxito, pero ni siquiera sé lo que es eso, supongo que tener mucho dinero. Quiero controlar todo, de hecho, aplico un autocontrol extremo sobre mí porque todo esto que ronda en mi cabeza, no puede ser expresado... aún.

Ni siquiera me animo a pensar que pasaría si...

¿Qué sucedería acaso?... O Dios no puedo pensarlo siquiera por favor no dejes que esas palabras lleguen a mi cabeza pues dolerá y mucho. Sin embargo, creo que no puede doler más que esta vida que llevo hace ya tantos años que ni siquiera recuerdo.

Y justo allí me entrego, ni siquiera me siento capaz de decidirlo pues es más fuerte que yo. Intento hace tiempo permanecer como un zombi, pero ya no puedo mantener mis ojos abiertos. Tengo tanto miedo porque sé que al cerrarlos tendré que ir hacia adentro de mí y cuando esté cara a cara con mi oscuridad tal vez quiera huir. Pero por favor soy una persona racional, con una familia, amigos, un status social y no puedo andar diciendo por ahí que me siento un zombi, mejor dicho, que ya lo soy. Igual que ellos, un zombi sí. A esta altura ni siquiera puedo decidir ser un zombi y creo que no tengo escapatoria. Será la muerte que vino por mí, si al fin y al cabo no puede ser peor que la vida.

Oigo esa voz nuevamente, la reconozco. Golpea a mi puerta, pero ha cambiado. Siento algo de seguridad con ese nuevo espíritu y le pregunto qué está sucediendo, le imploro que no me deje sola pero no contesta. Sé que está aquí, conmigo.

Eres tú, tú, tú. ¿Quién es? No lo sé. Solo tú. ¿Dónde estás? Perdida. ¿Muy perdida? Pero cómo es eso posible si estabas dentro de ti hace un instante. De un grito esos labios que fingen amor me traen de regreso a esa supuesta vida que tenemos. Solo veo muecas sin entender una palabra de lo que dice y ni siquiera me atrevo a pensar que sus caricias son como la nada misma.

No sé quién soy, pero ya no soy un zombi siquiera. Aquel que me acariciaba se encuentra tan lejano que ya no estamos juntos, es falso. Creo que aturde mi mente y se lo tengo que decir. Es el final.

Está hecho y ahora me pregunto qué pasará, pero extrañamente estoy tranquila como si toda mi vida hubiese estado esperando este momento. Ahora comprendo esas ocasiones cuando de muy pequeña buscaba insistentemente la forma de detener el tiempo. Creía que si no observaba el reloj el tiempo no avanzaría. Me preguntaba si los demás niños no querían detener el tiempo también. Sentía una extraña necesidad de parar el reloj. No es demasiado factible que los niños reflexionen sobre el tiempo, pero yo sabía que había algo en el destino que no quería que llegase. Algo en el mañana me daba pánico. ¿Cómo era eso posible? Si los niños son los mejores expertos en habitar su presente, tienen la innata capacidad de olvidar el tiempo y disfrutar el ahora. Y allí estaba, pequeños momentos inmersa en meditación pues no lloraba ni tenía crisis de angustia o manifestaba alguna emoción. Sentía un fuego en el centro de mi pecho y mis pensamientos se proyectaban como visiones. Instantáneamente una energía me abrazaba y ayudaba a que esa agitación interna pase. Esa energía que me contenía era la misma que me empujaba a jugar olvidando así, todo el rollo. Creo que al fin y al cabo lo que me aterraba era que llegue el momento de mirar directamente la oscuridad atrapada dentro de mí. Temía cerrar los ojos y despertar. Sin embargo, trato de recordar aquella voz extraña que me resulta tan familiar que disipa algo de ese temor. Confío en eso.

Algunas noches duermo profundamente, pero la mayoría me desvelo, como aguardando que algo suceda, presiento que será una fuerte sacudida. Ni siquiera puedo asegurar que saldré viva de allí. Pero soy valiente y no voy a huir justo a la mitad de este misterioso viaje.

Esos días que salgo al trabajo pareciera que la voz se materializara en forma de humanos pues me esperan en la parada de autobús con extraños mensajes que intento descifrar pues necesito respuestas y al demonio con todo. Tengo que moverme y que sea lo que Dios quiera, nunca creí que fuera posible tanta oscuridad dentro de mí. Prefiero dar algunas vueltas más perdida en la oscuridad que enfrentarla.

El mundo sigue y me pregunto si acaso nadie se da cuenta donde estoy o mejor dicho que no estoy. Esos mensajeros que me encuentro en ningún lado pareciera que solo yo puedo verlos y las conversaciones son tan extrañas, como si sus palabras derrumbaran todo en mí, nadie me lo creería. Estoy cansada y falta tanto, lo sé. Solo dejo que las cosas se sucedan una tras otra y aún no ha pasado nada extraordinario. Tal vez fue solo un susto y mi mente me jugó una mala pasada. Decido descansar, algo tensa sí, pero es mejor que estar apabullada por esa oscuridad desesperante. Al dormir tengo tantos sueños que me pregunto, cómo sé que la vida misma no es un sueño. Podría ser que en el sueño uno encuentre lo real, el alma divagando por espacios infinitos y dimensiones interestelares. Quién podría afirmar que, al despertar, realmente estamos despiertos. Muchas siluetas me visitan por la noche y yo solo quiero dormir, pero esos seres entran en mi cabeza sin mi permiso y de alguna forma conectan con mi espíritu.

Me impresiono en visiones nocturnas, agua, ríos tormentosos, un anillo rojo, un dolor inmenso en mi pecho. Extraño esa voz, aquella voz detrás de la puerta, me pregunto dónde estará. A veces creo oírla en el viento cuando salgo a correr.

Creo que deseo trascender al más allá y pasar de una vez al otro lado de la reja, pero está con candado y no se permite el paso a aquellos con un destino aún por cumplir. Muchos de los que he conocido se encuentran dentro de esa gran mansión y yo aquí en medio de la oscuridad completamente sola.

Escucho a la lejanía que alguien me habla y me recuerda que aún sigo viva. Solo puedo ver el movimiento de sus labios y pienso en nada pues nada hay dentro de mí.