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La puente de mantenible es una de las comedias teatrales de Pedro Calderón de la Barca, uno de los géneros dramáticos que más cultivó el autor, por detrás de los autos sacramentales. En ellas se suelen mezclar los enredos amorosos y familiares con los equívocos y las situaciones humorísticas.
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Seitenzahl: 84
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Pedro Calderón de la Barca
VI.
Saga
La puente de MantibleCover image: Shutterstock Copyright © 1650, 2020 Pedro Calderón de la Barca and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726497038
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
Tocan cajas y trompetas, salenGuido y Oliveros de Franceses galanes, con bandas en los rostros, Fierabras siguiéndolos, y algunos Moros deteniéndole, y Florípes, Irene y Arminda.
Guid. Solo el valor merece
De mi honor esta banda; y si os parece,
Bizarros caballeros,
Que la podeis cobrar, sean los aceros
Árbitros del valor en la campaña.
Flor. Ay de mí!
Iren. Gran valor!
Arm. Desdicha extraña!
Fier. Qué es esto? ¿en mi presencia
Osais tomar tan bárbara licencia?
Quien sois saber espero.
Guid. No esperes saber mas, que un caballero,
Á quien veloz la fama
Con los aplausos destas fiestas llama:
Á verlas he venido,
Impórtame volver desconocido;
Por eso no te asombre,
Que encubra en tu presencia rostro y nombre.
Pero si alguno quiere
Cobrar la banda, y á esto se prefiere,
Venga al campo por ella,
Conoceráme al ver que cruza y sella
La esfera de mi escudo,
Si ya por astro celestial no dudo
Que la cobren los cielos,
Y entre líneas, coluros, paralelos
La fijen por estrella,
Como despojos de Florípes bella. [Vase.
Fier. Yo he de saber quien eres.
Oliv. Menos que á mucho riesgo, no lo esperes;
Que, á costa de mi vida,
Ha de volver la suya defendida.
Flor. ¡No le mates, detente!
Fier. Tu talle y tu valor, jóven valiente, [á Oliveros.
De suerte me aficiona,
Viendo arriesgar á tanto tu persona
Por librar á un amigo,
Que quiero de piedad usar contigo:
Caso tan prodigioso,
Que es la primera vez que soy piadoso.
Di quien eres, á efeto
De estimar tu valor, y te prometo
Desde luego la vida.
Oliv. Ya que miro la suya defendida,
Pues un bruto veloz, y el pensamiento
Van corriendo parejas en el viento,
Decirte quien es quiero,
Por si acaso algun noble caballero,
Que honor y fama adquiere,
Satisfacerte deste agravio quiere.
Aquel pues valeroso
Jóven, que al mismo Amor deja envidioso,
De perfecciones lleno,
(Perdone aqui la envidia su veneno,
La traicion su ponzoña)
Es el ilustre Guido de Borgoña,
Que, en la Redonda Mesa
Valiente Paladin, la ley profesa
De la caballería,
Esmalte del valor y bizarría.
Hoy pues, que nuestro Rey te ha concedido
Las treguas que has pedido,
Á efectos venturosos
De celebrar los años generosos
De tu Florípes bella,
Que fue del cielo flor, del campo estrella,
Del orbe sol divino,
Hasta tu campo el de Borgoña vino,
Con intencion no extraña
De ejecutar alguna ilustre hazaña,
Acompañado solo de su acero;
Porque yo soy no mas que un escudero,
Que no quiero engañarte,
Por adquirir en sus aplausos parte.
Es mi nombre Guarin; y en el seguro
De tu palabra, ya volver procuro
Hasta el frances ejército, que es tarde.
El cielo, Fierabras, tu vida guarde. [Vase.
Fier. No le siga ninguno de mi gente,
Que á mí toca no mas.
Flor. Señor, detente!
Fier. Por la boca (apartad!) y por los ojos
Iras vierto, y enojos,
Porque es á mi despecho
Un Etna el corazon, Volcan el pecho.
Y aunque el Cáucaso fueras,
Que al Nilo de mi furia te opusieras,
Sierpe de siete bocas,
Que vuelve atras los montes y las rocas,
Mi curso no estorbaras,
Ni el paso á tanta furia sujetaras.
Ya Fierabras te sigue: (o rabia fiera!)
Aguarda, Guido de Borgoña, espera. [Vase.
Flor. Ay de mi! ¡qué mal hice
En dejarle partir! soy infelice!
Iren. ¿Ahora desconfias
Tú, gallarda Florípes que tenias
Por festivas acciones
Ver en campaña armados escuadrones,
Juzgando mas hermosas
Las flores y las rosas
Por la púrpura humana,
Que por las listas de carmin y grana?
¿Hoy por un desafío
Humillas la altivez, postras el brio?
¿Tú, que altiva te igualas
Á competir á la deidad de Pálas,
Y en ejércitos vienes,
Donde mas gusto, que en la corte, tienes,
Porque su horrible salva
Son para ti los pájaros del alba,
Á una lid solamente
Sujetas el espíritu valiente?
¿Tú, que monte de acero
Fuiste tal vez, cuando al albor primero
Mas sangre, que rocío,
Bebieron las campañas el estío,
Melancólica y triste,
Á un trance de armas el valor rendiste?
Mas causa es, que parece.
Flor. Dices bien; y supuesto que se ofrece
Ocasion en que pueda
Deciros mi dolor, porque conceda
Treguas al sentimiento,
Prestad dos atenciones á un accento.
Ya sabeis, que de Balan
El Almirante feliz
De África, el Rey soberano
De Alejandria, el Cadí
De Berbería, el Soldan
De Persia, de Egipto el Cid,
Moravito y Gran Señor
De Jerusalen, nací
Hija segunda, y hermana
De Fierabras el gentil.
No fue poca admiracion
En dos hermanos medir
La naturaleza tantas
Distancias; mas si advertis,
Que en los campos de la aurora
Son líneas de oro y carmin
Las que en el ocaso sombras
De esmeralda y de rubí;
Si advertis, que de una planta,
Y casi de una raiz
Nace el romero y la adelfa,
El clavel y el alhelí;
Que partos de un año mismo
Son las pompas del Abril,
Y las ruinas del Enero;
Que del salado viril
Son aborto concha y perla;
Y que saben imprimir
Dioses y fieras las puntas
De un pincel y de un buril:
No es mucho, que de una causa
(Calle la modestia aqui)
Naciésemos, para ser
Él ocaso, yo zenit,
Él adelfa, yo clavel,
Él la sombra, yo el matiz,
Él la concha, yo la perla,
Él Enero, y yo el Abril.
Solo lo que nos ha hecho
Hermanos fue el varonil
Espíritu, el corazon
De que adornada me ví.
Siempre á su lado me hallásteis,
Siendo en una y otra lid
Trofeo de sus victorias,
Rayo no, cometa sí.
El corcel menos domado,
El polaco mas cerril,
Que á la obediencia del freno
Jamas dobló la cerviz,
Si su espalda ocupo, pierde
La ferocidad gentil,
Sin mas freno, y sin mas rienda,
Que un cabello de la crin.
Las músicas y alegrías
Mas sonoras para mí
Son lo horrible de la caja,
Son lo dulce del clarin.
¿Mas por qué blasono tanto,
Si en efecto he de decir
Sentimientos, que á mí misma
Largo tiempo me encubrí?
Si bien es grande disculpa,
Que no me pudo rendir
Menos que un Dios; si es Amor,
Fácil está de advertir,
Porque es una ardiente llama,
Porque es un rayo sútil,
Que en lo mas rebelde siempre
Va anhelando por herir.
Dígalo en mí su soberbia,
Dígalo su fuerza en mí;
Pues por juzgarme imposible
Victoria, con mas ardid,
Con mas poder, con mas fuerza
Flechó el arco de marfil
Harpones de dos en dos,
Y plumas de mil en mil.
Ya dije en fin, que el Amor
Me rindió; ya dije en fin,
Que quise bien, pues empiecen
Mis sucesos desde aqui.
El Almirante mi padre,
Que en doseles de zafir
Al lado de Marte asiste,
Envidioso, que la Lis
Francesa se coronase
De la diadema feliz,
Que los laureles del Tiber
Ciñen en yelmos de Ofir,
Y codicioso tambien
De igualar y competir
Esta dignidad, salió
Del África á conseguir
Sus aplausos, deseoso
Que la grande Emperatriz
Del orbe le coronase
Por su Rey. Con él salí
Á ser parte en sus victorias;
Mejor pudiera decir,
Á ser todo en mis desdichas;
Pues queriendo resistir
Ca lo Magno sus intentos,
Le esperaba en el confin
De aquesta parte de Italia,
Donde ese Olimpo gentil,
Valla de esmeralda y flores,
Tiene por espejo al Rin.
Tenia Cárlos consigo
Cuantos de su sangre ois,
Que son asombro del mundo,
Tan iguales entre sí,
Que á tabla redonda comen,
Y ejércitos, que medir
Pudieran al sol los rayos;
Pues para substituir
Sus luces, no deja tantas
Estrellas, cuando al nadir
Se despeña, como arneses
Tuvo el monte sobre sí.
El Emperador, queriendo
Con mi padre conferir
Sus intentos, le envió
Un embajador: (aqui
Empezaron mis desdichas.)
Estaba yo en un jardin
Alojada, y desde un verde
Mirador el campo ví,
Y en él un monte eminente,
Que acercándose hácia mí
Del campo frances venia.
¡Quién retórica sútil
El caballo y caballero
Os supiera describir!
Era el bruto un cisne hermoso,
Á pesar de una telliz
Encarnada, tan de nieve,
Que la espuma que escupir
Le hizo el freno, parecian
Blancos copos que de sí
Iban cayendo; la cola
Y guedejas, que al partir
Veloz el viento rizaba,
Eran hebras de marfil;
Y como el cuerpo era nieve,
Y ellas ondas, presumí,
Que por la crin y la cola
Se empezaba á derretir.
El valiente campeon,
El generoso adalid,
El gallardo caballero,
El ilustre Paladin,
Sobre arnes blanco, traia
De un encarnado tabí
Una aljuba, y á los visos
Del sol os puedo decir,
Que ví bajar por la selva
Todo un orbe de rubí,
Todo un globo de escarlata,
Todo un cielo de carmin,
Nadando en golfos de flores
Un escollo carmesí.
Dicen que la garza hermosa,
Rayo de pluma, que herir
Se atreve al sol, cuando mira
Al halcon noble, ó baharí,
Que la sigue, reconoce
Con temor cobarde y vil
El pájaro, á cuyas manos
Ha de parar, ó morir.
Yo, en viendo á este caballero,
Me turbé, temblé y temí;
Porque sin duda ha de ser
De tanta garza el neblí.
Llegó de paz al real,
Y algunos dias que alli
Embajador se entretuvo
En uno y otro festin,
Creció amor comunicado;
Que aunque el ver suelen decir,