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En La Rebelión de Lucifer, Visnaiel, príncipe del paradisiaco planeta Nilo, enfrenta un dilema de fe y poder cuando Lucifer, de la civilización errante de Tifón, llega solicitando ayuda. Mientras se despliegan intrigas políticas y batallas espirituales, Visnaiel se sumerge en antiguos textos prohibidos buscando respuestas, cuestionando la verdadera naturaleza del poder y la fe. Una saga donde los secretos celestiales chocan con las ambiciones terrenales en un drama cósmico de redención y revelación.
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Seitenzahl: 670
Veröffentlichungsjahr: 2024
ADRIAN PONTEPRINO"El Caminante"
Ponteprino, Adrian La rebelión de Lucifer / Adrian Ponteprino. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2024.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-5053-8
1. Narrativa. I. Título. CDD A863
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Cap. I - “LA LLEGADA DE LUCIFER”
Cap. II - “PRIMERA TENTACION”
Cap. III - “HABLANDO COMO UN CORDERO”
Cap. IV - “HONORES INNECESARIOS”
Cap. V - “EL MAESTRO VEDA”
Cap. VI - “NUEVE AZALEAS”
Cap. VII - “PRIMERA REVELACION”
Cap. VIII - “SEGUNDA TENTACION”
Cap. IX - “LOS TEXTOS PROHIBIDOS”
Cap. X - “UNA VERDAD POCO DOLOROSA”
Cap. XI - “MENTIRA AL DESCUBIERTO”
Cap. XII - “ULTIMA TENTACION”
Cap. XIII - “EQUILIBRIO DE SENTIDOS”
Cap. XIV - “RESCATE DE HIO”
Cap. XV - “LA CARA DE DIOS”
Cap. XVI - “LA PALABRA”
Cap. XVII - “LA SENTENCIA DE NILO”
Cap. XVIII - “LA IRA DE SATAN”
Cap. XIX - “LA INCOGNITA DE SION”
Cap. XX - “LA CAIDA DE NILO”
Cap. XXI - “YUGGOTH”
Cap. XXII - “LA CIUDAD EXTERNA DE SION”
Cap. XXIII - “EL PIRAMIDON”
Cap. XXIV - “CINCO ETAPAS”
Cap. XXV - “PESADEZ DE LAS SOMBRAS”
Cap. XXVI - “LUNA DE KARONTEH”
Cap. XXVII - “EL DILEMA DE OBEDECER”
Cap. XXVIII - “LA TORRE DE GNOSIS”
Cap. XXIX - “PEREGRINACION BAUTISMAL”
Cap. XXX - “LA DERROTA DE LUCIFER”
Cap. XXXI - “LUZ EN SION”
Cap. XXXII - “EN BRAZOS DEL PADRE”
Cap. XXXIII - “LUZ BELLA”
Cuatro novelas forman parte de esta saga maravillosa, basada en hechos mitológicos que son parte de un relato tan antiguo que solo la casta sacerdotal pudo conservar tras milenios de secretos al que muy pocos pudieron acceder. Hoy te los estoy revelando para que enriquezcas tu saber.
Cada novela enlaza el más remoto pasado con el futuro profético de la manera más entretenida, sin dejar de ser un secreto revelado. Un momento de mi vida de gran conexión literaria y espiritual que me llevo a escribir tantos libros y tan extensos que no debía dejar pasar la oportunidad de canalizarlo en las novelas que te entrego.
Cuando tú sientes esa conexión con algo que no puedes explicar y la información baja, es el momento preciso de escribir cuanto surja espontáneamente. Esto es canalizar. No debes dejar de pasar la oportunidad como no la he dejado yo.
La mitología es historia pura, pues los grandes sacerdotes e iniciados han cuidado y protegido para que la memoria humana, los rituales y la magia no mueran como las civilizaciones anteriores. Este es otro secreto que debes entender y en cada relato antiguo esta la historia de grandes reyes y dioses supremos que gobernaron la tierra.
El universo tiene tantas civilizaciones como estrellas en el cielo. Pero muy lejos una raza del planeta Tifón vagaba hasta los confines del cosmos hasta que llego al bello y paradisiaco planeta Nilo. Esta civilización estaba comandada por su príncipe de los cielos Lucifer a bordo de la nave gigante llamada Luz Bella.
Visnaiel joven príncipe de Nilo, recibió la magnánima raza errante y fue el primero en descubrir las intenciones de este ser cautivante, tentador e inteligente pero por sobre todas las cosas, su astucia para llegar controlar la mente de todo ser que estuviera poseído por la ambición material. Lucifer llego de los cielos con la intención de dominar voluntades.
El joven príncipe de Nilo, sabía que existía algo más que la materia y en su poder un antiguo libro que ayudaba a su despertar de consciencia y la iluminación interior. Quería llegar a los antiguos templos y sacerdotes de los conocimientos de los Primeros Tiempos. Cuando el espíritu era la actividad principal, pero la avaricia de Saulo y sus seguidores sepultaron la sabiduría ancestral.
Los habitantes de Nilo, estaban cayendo en la insatisfacción y la codicia, poco faltaba para cometer el gran error y descender en vibración.
La búsqueda interior de Visnaiel comenzaba, mientras Lucifer comenzaba a tentar a la muchedumbre, a los altos mandos del reino con deseos carnales, oro y ambición de poder. Todo se estaba por precipitar.
Demasiada agua en mí alrededor, trataba de nadar pero en vano lo hacía porque ningún lugar era firme para descansar, apenas mis pies tocaban el fondo que no estaba cubierto por arena sino por rocas que mucho me lastimaban.
Era un gran mar, mire hacia donde mire, todo era un mar y un tenue viento provocaba que el límite de las aguas en mi cuello, elevaran pequeños oleajes hasta cubrirme rozando mi cabeza. Cuanta energía había en este mar, apacible pero que sin duda, desbordaron mis emociones. Desde hacia seis días el mismo sueño, pero éste, el séptimo fue diferente.
Un viviente bajó del cielo, como si tuviera alas invisibles o colgado por cables que mis ojos no podían ver.
El viviente estaba vestido con el más fino lino blanco, ningún otro color que no fuese blanco en él, a excepción, del color de su piel morena y su cabellera castaña oscura pasando escasamente el hombro. Su rostro delgado pero no raquítico, tan hermoso que sería del deseo y fantasía de muchas mujeres. No acusaba problema o malestar este ser, por el contrario, un rostro apacible y una tenue sonrisa como para otorgarme la suficiente tranquilidad que en él, podía hallar la ayuda necesaria y abandonar este mar de emociones.
Para mi sorpresa, el viviente se posó sobre las aguas y caminó sobre ellas. Imposible que esto fuera real pero lo estaba haciendo, más yo, cubierto de agua hasta el cuello.
Él me habló:
—“Camina con Fe ciega, pues ella te mostrará la verdad absoluta que tan solo es Verdad”
Luego de eso, caminó otros pasos más acercándose hacia mí, descubrí que en su mano llevaba un libro pequeño, pero nada me dijo sobre él.
Noté otra cosa que no había visto antes y era que en el cielo siete estrellas en lo alto brillaban con gran fulgor. Las siete estrellas estaban dispuestas en forma de cruz muy bien visible.
Y vi, que siete trompetas en lo alto, se disponía a tocar y no comprendí absolutamente nada de lo que mis ojos veían.
El viviente las miró y comprendí que ya iban a sonar. Así lo hicieron y las siete trompetas sonaron juntas como el estruendo de todos los vientos y huracanes del mundo. Una de las estrellas, cuyo brillo era cegador, cayó del cielo y hacia el mar tomó raudo rumbo. No había duda que el caos estaba por dominar el gran abismo que nos ahogaba. Lo inevitable sucedió. La gran tragedia aconteció. Justamente detrás de él, para que lo pudiésemos ver, pues más gente había cerca de mí, la estrella que estaba en el cielo colapsó en el inmenso mar. Todo se estremeció, incluso yo mismo temí por mi vida hasta que una gran ola se elevó y se dirigió hasta este lugar desconocido. Tan alta era ésta, que no iba a sobrevivir si este viviente no me prestaba asistencia en lo inmediato.
Miré atrás, porque voces de súplicas y llantos le gritaban al viviente, peor él, tan solo dijo pocas palabras que ninguno obedeció:
—“Levántense y caminen sobre las aguas” “Simplemente tengan Fe”
El pedido o la ayuda era muy extraño, más nadie hizo caso y con gran euforia trataron de nadar hacia el lado opuesto, hacia donde se dirigía la ola, como si le pudiesen ganar en velocidad cuando ninguna tierra firme existía en aquel lado, sin embargo, esa muchedumbre que suplicó por auxilio continuó nadando para alejarse de la ola, del viviente y de mí.
Un lapso de tiempo controló mi Ser la duda. Dos eran las opciones para elegir pues debía hacerlo.
No sé que me impulsó en creer en ese viviente y caminé tropezándome con las piedras que abajo estaban hasta que un escalón sorpresivamente halló mi pie, lo subí y un segundo le continuó. Sin duda era la asistencia que necesitaba de él, pero ¿hasta donde podía llegar si la ola estaba por alcanzarme?
Siete escalones eran en total y con el último llegué.
El viviente extendió su mano y me pidió que lo hiciera.
—“Ten Fe”
No le dije nada ni lo cuestioné, pero la confianza con que me lo dijo fue suficiente para creerle y nada tenía por perder. Moví mi pie derecho para dar el primer paso sobre el agua en donde ya no había más escalón, ni nada firme debajo, solo el mar.
La ola aumentaba su tamaño para que cualquiera se llenara de horror con solo verla, pero nada le dije y nada le imploré al viviente para que me sacara del lugar, porque en escasos segundos, ambos íbamos a morir ahogados. El viento golpeaba mi rostro con ferocidad, pero mi valentía impulsaba mi cuerpo.
La decisión ya la había tomado y di el primer paso con gran seguridad, llevando hacia delante, todo mi peso y no me hundí. Con gran confianza y seguro de mí mismo, di el segundo y nada sucedió o mejor dicho, sucedió lo impensado, simplemente no caí, solo me desplacé sobre las aguas que estaban turbulentas.
Con mi mano extendida fui hacia él, apreté las suyas con gran necesidad y la gran ola casi llegó.
En un instante miré hacia arriba y era imposible ver el cielo, el tamaño de esa muralla acuática era de enormes proporciones y solo podía ver eso, agua y más agua hasta que nos alcanzó irremediablemente.
No tuve miedo, solo Fe como él lo pidió y las aguas pasaron por ambos costados como el río más caudaloso y furioso que Nilo pudiera tener. Todo nos sobrepasó y ni una gota nos mojó, en cambio al resto de los hombres y mujeres que intentaron ganarle en velocidad, se revolcaron en un remolino hasta su profundidad. Todos ellos habían desaparecidos.
Sorprendido por todo, el viviente me entregó el pequeño libro y me habló:
—“Ten Fe y paciencia, no desesperes y no seas intolerante” “Ya no hay más tiempo, con las estrellas en el cielo y las trompetas sonando por última vez la ira de Dios se habrá consumado”
Nuevamente miré en lo alto y otra estrella cayó al mar. Las otras cincos seguían en su lugar, firme y con el brillo de siempre. Otra ola aun más grande se formó al precipitarse la luminaria del cielo. Lo miré al viviente y él ya no estaba, comencé a temer. Se había marchado y una segunda oleada venía hacia mí. Mi temor e inseguridad comenzó a pesarme y comencé a hundirme por mi miedo.
Fue entonces cuando comprendí, que solo yo, era mi sustento, solo yo y mi Fe, me podían sostener y me convencí que podía caminar solo y así lo hice. Mis pies se posaron nuevamente por encima de las olas e ignoré esa muralla de agua, que con ferocidad y sonido de bestia salvaje venía a devorarme.
Solo o acompañado con mi Fe, afronté lo que debía ser y la ola llegó.
Ni una gota me volvió a tocar. Me sobrepasó sin dañarme y finalmente me desperté. ¡Me desperté de este sueño horrendo e insoportable que torturaba mi mente sin piedad, pero que debía atender su mensaje!
El mismo sueño una y otra vez se repetía casi todas las noches, más aun cuando en la soledad de mi cuarto releía las hojas de un antiguo libro que no debía leer, un libro que hablaba de Dios, de la Fe, lo sagrado, la devoción y muchas otras cosas que tanto anhelaba practicar.
Nada me importó lo que dijera mi padre. Nada me importaba las normas irracionales e intolerantes de este reino, del cual lamentablemente formaba parte, pero que sin duda, no me representaba, no me convencía y no compartía. Mi búsqueda era otra, una muy profunda y en mi cuarto trataba de hallarla junto a mi soledad tan fiel, con estas hojas antiquísimas y prohibidas para este reino tan vulgar y superficial. Estas hojas milenarias que no se podían tener, ni siquiera yo, siendo príncipe del planeta Nilo estaba autorizado, pero mi rebeldía podía aun más. Una rebeldía desde el punto de vista de las autoridades. Autoridad ortodoxa y rígida que no permite pensar ni mucho menos, la libertad individual que merecíamos, ejercerla con absoluto derecho en éste, tan bello mundo paradisíaco, llamado planeta Nilo.
Todos en el palacio estaban alborotados por la llegada poderosa que hicieron los Tifones. Un arribo inesperado, impresionante y estremecedor temprano en la mañana. La tierra misma tembló cuando eclipsaron nuestra luz, sus poderosas fuentes de energías hicieron que hasta el mismo rey se levantara de la cama sorprendido y aterrorizado por semejante poder y tamaño colosal de sus titánicas naves. Sin embargo y contrario con todos, mi interés era el pasado, saber y aprender.
¡Cuanto deseaba conocer esos antiguos textos prohibidos! Aquellos que alguna vez fueron importantes en mi mundo. Un tiempo en que se lo llamó el Primer Tiempo y tan solo hoy se disfruta de la grandeza de palacios y jardines tan esplendorosos como en ningún otro planeta de este sistema solar, pero nadie podía hablar de espiritualidad ni de Fe, mucho menos, de devoción o sacrificio. Destinado todo eso, a la marginación absoluta y persecución, decretado por mi propio padre, años atrás. Yo en cambio rozaba lo ilegal. Se podría decir, una paradoja imperial.
Desde mi ventana podía ver todo el entusiasmo que despertó la llegada pacífica de esa gran flota del espacio exterior. Nuestros ojos, por minutos, quedaban hipnotizados al ver en lo alto, el esplendor de los Tifones. Una raza extranjera y lejana que había acaparado toda la atención nuestra y paralizando en consecuencia, casi todas nuestras actividades.
No había ni uno que no alzara en algún momento sus cabezas para mirar a lo alto y hacer algún tipo de comentario al respecto.
Una flota de seres muy poderosos que se hacían llamar Tifones del planeta Tifón, colapsado en la constelación de Orión y obligados a vagar por el espacio infinito por muchos cientos de años. Un éxodo forzado hasta el extremo mismo y con la esperanza quizás, de una tierra prometida para sus ciudadanos que debieron aceptar vivir encerrados en naves de transportes, siendo el acero el paisaje para todos. Una vida poco poética y placentera.
Miles de naves estaban suspendidas fuera de nuestra atmósfera, pero siete eran las que se destacaban y ellas con una forma muy particular, sus fuselajes brillaban con la fuerza y el resplandor de las estrellas. Siete colores las diferenciaban y sin duda que la blanca era quién se destacaba del resto.
Corrí la cortina del gran ventanal, pues en este palacio todo era en grandes proporciones. Observé la majestuosidad e identifiqué una estrella blanca, la más bella por cierto, luego estaba la azul mi preferida, las otras eran: verde, roja, amarilla, rosa y violeta. Sus tamaños desproporcionados, opacaban a cualquiera de las nuestras. Solo nuestras edificaciones en tierra y jardines podían competir con ellas.
Si existía un orgullo en Nilo eran los palacios, los más grandes y lujosos que se puedan haber visto en toda la larga historia como mundo avanzado. Sin embargo los muros nunca fueron levantados por nosotros ni por mi padre ni por el abuelo de su abuelo.
La leyenda dice que nuestros antepasados, los de la Primera Era o Primer Tiempo consiguieron la grandeza material y espiritual, pero algo sucedió en Nilo.
Sin duda que lo material se había alcanzado.
La raza de Nilo se multiplicó cuando ya toda estada edificada. Cuando las columnas y los techos existían mucho antes que el río Madre corriera por esta región del planeta.
¿Qué fue de estos palacios misteriosos y por qué no se sabe más nada de su pasado?
¿Por qué se prohibieron los textos antiguos?
¿Por qué no quieren que se estudie lo primitivo, lo que fue primero, el origen? Si esas son nuestras raíces. Aquello fue el comienzo de este árbol que se ramificó en todas direcciones.
¿Será que no quieren que se sepa el pasado de nuestro planeta? La grandeza material sin duda se consiguió, se mantuvo y se multiplicó. Pero… ¿y la grandeza espiritual? ¿Qué fue de esos Iniciados? Porque sé que los hubo. ¡Los mataron a todos, uno por uno al igual que los templos y escrituras!
Mi padre fue el responsable. Nadie lo cuestionó, menos aun cuando obtuvo la victoria de nuestro eterno rival, el planeta Gehena. Quién seguramente estaba detrás de los recientes ataques a nuestras naves comerciales lunares.
¿Grandeza espiritual? Acá no la veo y en cierta forma, tampoco se que significa, pues nunca me la enseñaron. Todo lo que me rodea es en pos de los bienes y acumulación de tesoros. Sin duda que son hermosos, pero mi corazón late con fuerza, cuando escucha alguna antigua leyenda de nuestros comienzos o con historias sorprendentes que están prohibidas conocerlas en detalle.
La memoria se borró en la mente de los habitantes de Nilo, todo el remoto pasado y lo que no es tanto en el tiempo también.
Un secreto guardo muy celosamente. Un tesoro que no se pesa sino que se siente. No es oro, pero lo vale para mí. Nueve hojas, de lo que fue alguna vez, un viejo libro. Aquellos que existieron hace mucho tiempo y su mal estado me obligan a casi no tocarlas. Todos los días las leo una y otra vez, tratando de hallar respuesta, como ahora, frente a mi ventana, contemplado el jardín mejor cuidado de todas las provincias y la nueva visita llegada del cielo a quién debía atender, pero no tenía pensado bajar al salón en estos momentos para discutir o interiorizarme de los últimos sucesos.
A más de 20 metros de altura, está mi cuarto, eso da una fiel medida de las proporciones desmesuradas de estas construcciones antiguas. El río Madre se lo puede ver a lo lejos. Pese a la distancia, la claridad de sus aguas se puede apreciar, con los vivos y maravillosos rayos solares. Todos nuestros palacios están en una isla que como me enteré, no existía y se la construyó con varios anillos de aguas de protección, un diseño tradicional en todas las ciudades principales de los mundos. La capital misma está en el centro del islote, los templos y edificaciones majestuosas rodean al palacio con una altura inferior, pero no dejar de ser grandes y majestuosos. Nada debía ser superior a la morada de mi padre, el rey Sáulo.
Más allá del río Madre, los bosques no se detienen. Como una alfombra verde, hasta donde alcanza la vista, tapiza nuestro planeta Nilo, pues decenas son los ríos que corren hacia el oriente, el mismo curso de las estrellas, siguiéndolas, día y noche.
Ninguno de estos ríos tienen orígenes en ninguna montaña, el agua emana de ríos subterráneos muy grandes y por una poderosa fuerza se elevan y se distribuyen hacia todo la región. Eso hace tan fértil el suelo y la presencia de plantas cubriendo todo los campos posibles. Se conoce a nuestro planeta como la esfera verde y bien puesto está. Mire donde se mire, árboles, cultivos y más flora gobierna el mundo, solo dos océanos hay pero la superficie terrestre es mayor en porcentaje.
Por encima y despuntando entre el follaje, aparecen los enormes edificios que sirven de viviendas a nuestra población. Un espectáculo que nunca me canso de ver. Hasta el último censo, cuatro mil millones de habitantes y todos tienen actividades diarias, nadie se queda de brazos cruzados. No hay en ellos malestares pero sí, una ambición de poseer más de lo que tienen y eso es lo que me estuvo preocupando en los últimos años, una ambición desmedida comencé a percibir en todos los habitantes y para mí, no era buena señal de convivencia, por el contrario, mi padre, creía que eso generaba competencia e incentivo a consumir y desarrollar aun más de lo que ya existía. Yo, no lo justificaba para nada y era tema de continuas discusiones.
Los habitantes lo tenían todo, nada les falta, sus necesidades cubiertas por completo, sin embargo iniciaron una carrera por poseer más de lo que podían usar. Fue entonces cuando pude notar en los últimos meses, como las actividades, incluso las de esparcimiento, ya no los contenían. Un estado de desconcierto, un deseo a cambio germinaba en sus corazones y ellos no lo percibían. Algo me indicaba que en los siguientes años, la situación de Nilo, no sería la misma. Mi corazón intuía algo malo y eso, era malo decirlo. Prohibido estaba intuir, adivinar, profetizar. Mi padre encolerizaba al saber sobre estas cosas, por eso, estuve obligado a medir mis palabras, pese a ser su hijo y futuro heredero del trono.
Una de las hojas que conservo con tanto recelo, hablaba sobre ese sentimiento que es bello y peligroso a la vez, el “deseo”
Me preocupaba este nuevo estado de ánimo. Me inquieta la situación y el desconcierto de lo que pudiera pasar en Nilo. Bien clara son las escrituras cuando se refiere al deseo y a otros sentimientos que muy bien suenan pero en la práctica, nada de eso se manifiesta.
Comprendí que el deseo se tornaba un arma de doble filo, altamente peligroso para uno y para el resto. Pues el sentimiento de deseo, no cesa nunca de pedir más y más. Pretendiendo bienes materiales y jamás sacia su sed. Siempre el deseo por la materia termina cegando hasta el más intelectual de los hombres.
Por el contrario, las escrituras afirmaban que desear sentimientos espirituales, es más consolador e iluminador que cualquier riqueza en oro o plata. Nadie quería hablar al respecto y muchas otras me hicieron callar con severas amenazas. Nadie quiere hasta el día de hoy, que lo espiritual rija nuestro mundo y ninguno me lo puede explicar. Ningún sacerdote sobrevivió a la matanza de mi padre. Ninguno.
Me negaba la idea que todo se hubiese perdido por completo. La advertencia en esa hoja, sobre los problemas que traerían el deseo insaciable a lo material, ya se estaba manifestando en las calles de Nilo y nadie lo veía. Simplemente lo tratan como un tema más, sin embargo, yo, percibo que esto empeorará, no se porqué, pero mi atracción a que algo más debe existir, nadie puedo sacármelo de la cabeza.
Se ha dicho, que en un lugar, muy al norte, un templo sobrevivió a la destrucción, provocado por mis familiares cuando recién había nacido, pero nunca lo hallé. Jamás me topé con esa Casa Eterna y Grandiosa del Señor, en mis varios escapes clandestinos. De muchas formas la llamaron. Si estaba allí, muy bien escondida se resguardaba. Tampoco supe y no comprendí el nombre de ese Señor a quien tanta veneración se le tenía. Ni su nombre ni su rostro. Nada hallé. Dos veces con mis guardias y sirvientes llegué al supuesto lugar, pero solo árboles, plantas y flores, nada más. Un poco más de lo mismo. La Gran Casa allí no estaba. Ninguna construcción sobrepasaba en lo alto. Creo en su existencia, pero algo tuve que haber hecho mal. Algún error cometía para no llegar a la Casa del Señor. Sé que está por ahí, mi corazón me lo dice y fue el único sitio que mi padre no pisó.
Este pensamiento de búsqueda no puedo exponerlo, todo lo que concierne a la indagación espiritual está prohibido, siendo yo príncipe, me ciegan saber sobre eso y me fastidia como nada en el mundo. Quiero saber y el sueño lo pierdo por la noche, por esta causa.
Las idas y vendidas de todo el personal del palacio parecían enfermizas. Se iba a recibir al representante de la flota Tifón y todo debía estar más reluciente que nunca. Esa manía de desesperación que a todos les agarra en los momentos previos a un gran acontecimiento. En lugar de disfrutar los minutos previos, por el contrario, gritos, órdenes y discusiones como si el invitado prestara atención a los insignificante detalles, que quizás, solo un rato estaría entre nosotros, pero no, todos actuaban como histéricos corriendo tras una presa.
¿No era más fácil trabajar con paciencia?
¡No! Para mi padre y el resto… ¡No! Uno contagiaba al otro y por eso me alejé, nunca formaba parte de sus histerias colectivas que se propagaba como virus, desde mi padre el rey, hasta el cocinero mismo y hasta el personal de limpieza, pero todo se originaba en mi padre, el nervio principal del palacio, desde él, partía toda esa energía esquizofrénica desmesurada y descontrolada. Muchas veces me pregunté ¿cómo no había salido igual a él? Me parecía más a la paciencia del maestro jardinero que a mi familia. Ese jardinero era un ejemplo para mí, más aun que los miembros corruptos del Consejo de Nilo.
Hoy será un día muy importante. Como príncipe del planeta Nilo, dos temas debía tratar. El primero, la llegada de las colonias interplanetarias del planeta muerto Tifón. Desconozco por completo las intenciones de ellos, pero un mensajero habló de intercambio y eso era lo que debía develar.
El segundo tema, un problema muy grave, pero nadie parecía darse cuenta de su magnitud, lo consideraron un tema aislado y asunto de piratas del espacio. No estaba convencido de eso y me propuse averiguarlo.
Siempre conmigo, Udas, mi primo. Lleva mi sangre y mismos honores, pero él, no sería sucesor al trono. Ganas no le faltan, pero siempre estuvo a mi lado, fiel y al escucha de cada palabra mía, para aconsejarme y apoyarme en todos los problemas que pudieran surgir. Así lo hizo con anterioridad y seguro, lo haría ahora también.
Mi corazón intuía que la tranquilidad de Nilo se alteraría y cierto temor comencé a sentir. Un futuro incierto para el planeta o para mí.
Alguien estaba llegando.
—¡Visnaiel! ¡Visnaiel! – Era mi primo Udas, que a gritos y golpes, se presentaba en la puerta de mi cuarto. Sus golpes eran inconfundibles.
—¡Aguarda! – Le abrí y le permití pasar.
—Primo, siempre encerrado en tu cuarto. – Llevaba en cima la mejor ropa que se podía poner. Quería estar bien presentable par recibir a nuestro agasajado Tifón.
—Es bueno de vez en cuando.
—Sí. Pero no siempre. Te la pasas aquí en soledad, como si esto pudiera divertirte.
—No es mi intención divertirme. – Sin duda que ambos teníamos impresiones distintas. Mi necesidad de algo interno, no se satisfacía con las cosas que el reino podía darme, nada en el palacio ni en la ciudad me causaban placer. Lo mío era otra cosa y esas nueve páginas tenían mucho que ver para mi futura vida.
—Si no te diviertes ¿para qué quieres vivir? Vamos, se están por reunir todos en el salón.
—Aun no bajaré. – En ese momento me di cuenta que las hojas habían quedado en la mesa de mi biblioteca y con unos pasos más los descubriría. No era falta de confianza, pero como dicen sobre esos escritos, “son prohibidos” y era mi secreto que debía mantenerlo de la misma forma. Nadie debía saber sobre ellos.
—Hay que tratar el tema...
—Sí… esta bien, vamos. – Lo tomé del brazo para que no viera los papeles. Mí arranque violento le llamó la atención, no era habitual en mí semejante reacción, pero no podía verlos y en nadie confiar.
Sin más, nos marchamos para la reunión. Toda la realeza del planeta Nilo estaba ahí, esperándonos en el salón principal. Los reyes de todas las provincias aguardando nuestra llegada. Era nuestra primera misión, nuestro primer trabajo sin la ayuda del consejo. Debíamos prepararnos para cuando nuestros mayores no estuvieran más. El trono iba a ser ocupado por mí en algún momento y debía formarme en la toma de decisiones. La que eligiera, era la que se establecería, por eso, no podía equivocarme. En cuanto a Udas, él, regiría los ejércitos de todas las provincias y la Guardia Real, con el solo hecho de pensarlo ya me daba miedo. La misma Guardia Real que me protegería cuando fuese rey, por eso, debíamos estar juntos. La idea de vigilarlo no me agradaba pero tenía que ser así por más que fuese mi primo, amante de las armas y de la violencia.
Udas y yo, somos muy distintos. Él se precipita a las decisiones y por lo general, una fuerte inclinación por el empleo de la fuerza bruta, lo cual era motivo de discordia. Aunque desde hace mucho tiempo, la violencia no se implementaba, pero los eventos de las naves comerciales atacadas, era una preocupación, para mí muy grande, pero para el Consejo Real un asunto menor de piratas del espacio.
Por el contrario, siempre preferí el dialogo y la no violencia. El castigo físico y la muerte ajena, no era de mi agrado. Todas mis decisiones las basaba en la comprensión de la situación.
Nuestras diferencias hacia irrisoriamente que nos complementemos, aunque esto pareciera increíble para todos. Uno en cierta forma anhelaba algo del otro. Como si los opuestos se atrajeran. No en todo, pero siempre algo tenía el otro que nos interesaba. Yo admiraba su fuerza, coraje y valentía. Por sobre todas las cosas, su decisión y su postura firme a no retroceder. Por el contrario, yo, siempre me tomaba más tiempo antes de decidir. Mi padre, me recrimina una y otra vez, mi tardanza, pero nadie podía hacerme ver que otra opción era mejor que esa. Para mí, meditar y analizar antes de tomar una decisión era primordial. No lo veía como tardanza ni falta de determinación. En eso Udas, me sobrepasaba, lo que le valió muchos errores, pero todo quedaba justificado por su condición de ser parte de la familia real. Sin embargo, sus desaciertos, perjudicó a miles de obreros y a nadie pareció importarle. A mí sí.
—¿En que estás pensando primo? – Me dijo con su característica voz de mando.
—En nuestro primer trabajo. – Le respondí, mientras bajábamos las enormes escaleras del palacio.
—¡Mira! Bajamos, escuchamos, nos vamos y vemos lo que quieren estos colonos.
—Con tranquilidad. – Le dije mirándolo de reojo y advirtiéndole lo mismo de siempre.
—No seas tan tranquilo. Si nos conviene, pactamos, si no es de nuestro favor, que se retiren y continúen viaje.
—Es una muy buena oportunidad para conocer...
—...No empieces de nuevo primo. – Me interrumpió antes de poder terminar. – ¿Qué quieres conocer? Vives encerrado, estudiando no se qué y te alejas de la gente.
—¿La gente?
—Sí, los necesitamos para negociar. – En su mente siempre cabía lugar para los mismos temas, negocio, expansión, armas, oro, eso me desagradaba. Su forma de ver a las personas, solo como potencial aliado comercial y redituable. No existía otra cosa para él que eso. Era mi primo y nada podía hacer al respecto.
—Tú hablas de negocio, pero a mí me enferman sus estúpidos comentarios. No encuentro a uno, que sea digno con quien dialogar por más de 15 minutos.
El último escalón ya había sido sobrepasado y al ingresar al salón principal, toda una multitud de príncipes, gobernantes y todo tipo de gente noble, saturaba el hall central del palacio preciosamente decorado con el más reluciente mármol en todo el extenso piso, desde su entrada hasta el trono de mi padre, y no solo de un todo, sino, de varios, para hacer del palacio, una reserva maravillosa de tan espléndidas piezas.
Sin duda estaban a nuestra espera. A más de uno los pude ver molesto por nuestra tardanza, en realidad, lo estaban conmigo. Prefería yo, no verlos, uno era peor que el otro. Elegantemente vestidos, capas del más fino material, joyas en sus pechos, oro, plata e infinitos colores había en todos ellos. Con orgullos exhibían enorme joyas y hermosos ropajes de sedas. Todo esto, se empañaba cuando abrían sus bocas.
Nunca ocuparon sus tiempos en los progresos del pueblo. Llevaron a cubrir sus necesidades y nada más. Hasta allí quedó el esfuerzo de sus gobernantes. Todo lo que vino después, fue para engordar de riquezas sus palacios.
Sentí desprecio por ellos y temor por mi primera tarea. Udas por el contrario, se sentía rey cuando jamás lo sería. Solo podía aspirar a ocupar el lugar que ocupó su padre alguna vez, muerto después de las batallas con Gehena por la supuesta resistencia de los sacerdotes guerreros. Nunca me quedó bien clara esa historia.
Mi amado padre estaba en su trono. Me fui acercando a él. Miré a lo alto y el techo del palacio era realmente enorme, muy pero muy alto estaban los bloques de mármol blanco. El trono de mi padre, elevado por siete escalones y a ambos lados dos columnas, cada una de ellas, un metro de espesor, eso mostraba la magnitud de la construcción. El pueblo jamás había entrado aquí, solo aquellos de alto rango o posición social lo conocían. Morirían sin haber visto jamás esta maravilla arquitectónica, heredada de los Primeros Tiempos.
—¡Hijo acércate! – Levantó su mano, indicándome que debía hacer, sentado en su trono y con el correspondiente al de mi madre vacío. Ella murió tiempo atrás, cuando solo era un niño. – ¡Sobrino, acércate! – Lo mismo para Udas. Ambos llegamos hasta donde comenzaban los escalones.
A ambos les digo, que el pueblo de Nilo, deposita tosa su confianza en la tarea que han de comenzar. Deberán tratar y resolver favorablemente a Nilo, la decisión que tomen por sobre todas las cosas. Nada debe interponerse y nada debe evitar que sus logros enriquezcan a este planeta. – Era mi padre. Nada podía decir en su contra. Su ambición al oro y los bienes son iguales a nuestros antepasados y al de todos los presentes. Ese era mi temor, poder cumplir con estas premisas que poco me importaban, pese a los reproches de Udas, por mi aislamiento, esto me confirmaba lo acertado que estaba.
Oro, oro. Todo estaba medido en oro. Su color es hermoso, pero no me hacía feliz ver ese material por el cual todos se rasgaban las vestiduras.
Sin duda, las nueve hojas tenían razón, el oro y las riquezas, motivaban al deseo a tener más y más.
En mi mente una pregunta se manifestaba desde hace rato. ¿Qué ocurriría si ese deseo no podía ser satisfecho? ¿Abría un desenlace final y trágico? ¿Retornaría la pelea entre los gobernantes o el pueblo de Nilo? Manifestaciones de descontentos ya los he percibido y no me gustaba nada, por ahora en forma verbal, pero nadie podía asegurarme que un rebrote de violencia no fuese factible.
Quizás sea ese el motivo por el cual se destruyeron todos los registros antiguos. Los libros que se referían al estudio del espíritu y a algo que llamaban “alma”. En varias hojas, comprobé la existencia de esa palabra y que tanto molestó a mi padre cuando se lo pregunté.
Mi teoría era buena. Había que destruir esos escritos, de lo contrario, su contenido, destruiría las normas establecidas desde hace algún tiempo. Normas y leyes rígidas y muy autoritarias a mi modo de comprender las cosas. Quería una respuesta y no me iba a detener.
Calculador como ninguno, mi padre arregló el arribo de este representante de los viajeros de Tifón en un horario especial. Para cuando el sol estuviera justo por encima del templo. Penetrando los rayos solares por las aberturas en lo alto y así, generando un efecto luminoso de grandeza que se reflejaba en todas las paredes y piso de mármol blanco. Solo las columnas del palacio y el oro eran distintos. Las columnas son de un material bello, piedra Ónice. Así se los llaman también a los habitantes del norte de Nilo, que extraen esta piedra verde que al pulirla, no tiene igual. Una piedra única con un brillo y un veteado digno de realeza.
Sin duda que el palacio era de lo más lindo, pero solo era eso, un palacio.
El representante había llegado. Descendió con su nave que no pude ver, pero los comentarios eran unánimes de los que cerca estaban a la gran puerta. ¡Majestuoso! Era lo que se escuchaba.
El nombre de ese representante es el príncipe Lucifer.
Por lo que me habían informado, interpreté que era mucho más que un mensajero. Dilucidé que se trataba de un alto individuo en la jerarquía de su colonia interplanetaria. Lucifer. Sonaba muy potente.
Tal cual lo habían calculado. A la hora precisa, la puerta principal acogió al príncipe y acompañantes. Nuestros visitantes entraron.
Emergiendo por la sombra provocada por el umbral y avanzaron por el salón. Un cofre llevaban quienes iban por delante, se podía apreciar que estaba muy pesada, el esfuerzo que debían emplear los ocho hombres fornidos que trasladaban el gran cofre con bárrales que por el brillo eran de oro, llamó la atención de todos. El cofre o arca también poseía su tradicional color dorado, sin duda se trataba del mismo material.
Las miradas de todos estaban concentradas en el arca, más que del ilustre visitante.
Por detrás, ingresó él, Lucifer. Muy alto era este príncipe, más que los guardias que vinieron con él y los nuestros. Todos sin excepción estaban vestidos de blanco. Grandes túnicas blancas, tan blancas como las nubes de un bello día. No había en ellos ningún adorno colgando, pero sí Lucifer exhibía bordados con hilos que también parecían ser de fino oro en su pechera, la figura de una estrella brillando. La capa se enganchaba con dos cadenas de seis eslabones cada uno para cada extremo, también eran de oro y un bordado vertical en la capa, de estrellas pequeñas una encima de otra, hasta casi tocar el piso.
Noté algo particular, su rostro y sus manos, brillaban, como si la piel generara luz, pero solo se lo pude ver a Lucifer, el resto era como cualquiera de nosotros, en cambio Lucifer, tenía una atracción peculiar, generaba un magnetismo que me hipnotizaba por completo. Cuando pasó por uno de los sectores de sombras, su luz seguía impregnada en él y no era el efecto del sol filtrándose por el techo.
Nadie pareció notarlo. Sus miradas se centraron en esa arca misteriosa. Que sin duda en su interior habría presentes muy valiosos, si por fuera era oro, por dentro no podía ser menos.
Se detuvieron y dejaron el obsequio muy cerca de nosotros, ellos no podían subir las escaleras.
Se paró muy firme Lucifer, miró a mi padre y le habló con voz potente y segura.
—¡Un presente traigo de un mundo lejano! ¡Presente que será de agrado para los ojos y deleite del rey! – Un solo gesto bastó para que sus hombres abrieran el arca, cuya tapa era curva hacia arriba. Al abrirla, el oro y las joyas que había en su interior provocaron la exclamación de todos. Como si tuvieran hormigas se movían de un lado a otro.
Comentarios y más comentarios surgieron de improvisto. Lucifer los miró, se volteó y percibió la reacción de cada uno.
Yo por el contrario, solo un instante miré el obsequio, no puedo negar que el brillo del más fino oro surgió delante del trono de mi padre. Lucifer también era astuto. Ordenó detener el cofre, en el preciso lugar donde uno de los rayos solares le dio de lleno, para provocar el destello de luz en el metal y en algunos diamantes que instantáneamente centellaron con el haz de luz. Fue una actitud muy hábil por su parte, pero detuve mi vista en su reacción. Lo observé y pude entender que nos estaba analizando, nos estaba estudiando. Pudo ver él, la enorme alegría que se proyectó en los miembros del Consejo de Nilo al ver las riquezas.
¡Los había seducido Lucifer!
Él, analizó a los míos, pero yo lo analicé a él. Por lo pronto no podía hacer conjeturas de lo ocurrido. De algo estaba seguro, Lucifer, los conquistó a todos y solo dijo un par de palabras. La luz que emanaba de su piel, seguía tan reluciente como el mismo oro, eso sí, me atrapó y me intrigó, pues nadie parecía ver la luminiscencia de su piel. Estaban delante de él, pero ninguno se percataba de eso.
No había dudas, hoy iba a ser un día muy importante y mis nervios comenzaron a crecer irremediablemente. Udas no sacaba la vista del cofre.
—Nuestro viaje fue largo y agotador, pero nuestro anhelo de llegar a un mundo estable y deshabitado no desaparecerá jamás. Estos presentes son para el rey y para que él lo disfrute como más le convenga. – Lucifer sin darse cuenta o haciéndolo con intenciones, condicionó para que los regalos traídos sean de propiedad de exclusiva de mi padre. No habría reparto de oro. – ¡Este presente es solo eso, nuestro saludo a vuestro planeta Nilo, bello como ninguno otro desde el cielo! ¡Sin dudas, el más esplendoroso y exquisito de todos los que he visitado! – Me resultó típico de un diplomático, pues en la dirección que venía, debieron de pasar y relacionarse con otros mundos tan espléndidos o más que el nuestro. Sin duda, sus palabras eran para congraciarse con mi padre.
—¡Agradezco su apreciación y oportuna visita, al igual que los presentes! – Con una reverencia Lucifer inclinó su cabeza. – ¡Díganos Lucifer! ¿En qué podemos ser útiles?
—¡Muchas necesidades tenemos desde que nuestro planeta Tifón fue destruido por el cosmos, nuestra población creció y muchos materiales necesitamos para nuevas naves! ¡También requerimos otros elementos numerosos, una lista larga pero para nada costosas ni complicadas! ¡De todas formas, será retribuida cada ayuda de ustedes, con creces! – Sáulo abrió los ojos.
Sin duda que mi padre lo iba a ayudar, si este oro, era un simple presente, el pago por sus necesidades iba a ser muy lucrativas. No se negaría.
—Mi hijo Visnaiel y mi sobrino Udas, estarán con usted. Hay una habitación preparadas para ustedes, allí podrán dialogar y resolver todo cuanto surja... – Interrumpí a mi padre, porque quería cambiar los planes, lo cual no le gustó.
—Perdón padre – Me voltee y le pedí las disculpas. – Me gustaría conocer su nave y sus costumbres. Prefiero ir con ellos. – Lo miró a Lucifer, no estaba seguro de mi ocurrencia.
—Será un honor contar con tan ilustre príncipe en mi nave. Dará mucho prestigio a mi tripulación y a mi gente, su visita es aceptada.
—Muy bien. Cuando lo deseen pueden iniciar las conversaciones. – La aprobación estaba dada. – Habíamos preparado una bienvenida, pero se han alterado un poco las cosas, quiero decir que si gusta... – Con tono de vergüenza intentaba explicar lo que tenía planeado pero Lucifer lo interrumpió.
—... Será otro placer, que vengan las mujeres también. – Quedamos todos mudos por lo que acababa de decir. ¿Cómo sabía él, que mi padre, pensó en los placeres carnales, en las necesidades que podían tener? Me rehusaba a que tuviera cierta capacidad mental. Lo miré la igual que todos, pero Lucifer, fijó su mirada en mí. Era un mensaje sus ojos, pues mi mente no dejó de analizarlo desde el momento que entró. Parecía como si él lo supiera.
Ordenó a los suyos retirarse y cuando comenzó a caminar hacia la gran puerta, mi padre una vez más no pudo con su corazón duro.
—¡Disculpe! ¡Disculpe Lucifer! – Giró su cabeza sin dar vuelta su cuerpo, eso fue desafiante para mí – ¿Cómo están ustedes... acostumbrados... a...
—... Pagamos con oro. En Tifón, el oro era muy común verlo con solo quitar algunas rocas. No se preocupe. Le pagaré con oro. Nuestros palacios no tenían mármol. Todo se recubría con oro. – El silencio los apoderó a todos. No se si por conocer las preguntas antes que fueran terminadas o por el simple hecho de decir la palabra “oro”. Conociendo a mi gente, seguro que era por el oro.
Lo miré a Udas y fuimos hacia la comitiva para marcharnos.
Sus pasos eran más largos que los nuestros, siempre estaba adelante con los suyos y no le dábamos alcance, esa actitud no me gustó. Por el contrario, Udas, lo comenzó a admirar, en voz muy baja, no dejaba de hablarme del oro y de lo que podría llegar a tener en comisión.
Yo tenía otra inquietud, mi atracción hacia él no lo negaba, pero no por su riqueza, sino por su condición mental, por su estado de análisis constante que tuvo con los presentes. Midió cada reacción de ellos incluso la mía. Él notó una rareza en mí como yo en él. No solo sus pasos lo llevaba delante de nosotros, sino también, su mente estaba anticipada, eso, para mí era oro, eso era riqueza y la luz que proyectaba su piel solo era visto por mí.
—¡Udas! ¡No ves la luz! – Insistía yo en la pregunta en voz muy baja.
—La única luz que veo es el brillo del oro.
—¿Estás diciéndome la verdad? ¡Tiene luz en su rostro y en sus manos!
—Primo. Estás loco o tus ojos necesitan tratamiento.
—Estoy bien, pero veo luz.
—¿De qué color? ¿Dorado?
—No.
—Entonces estás loco. Yo veo oro en él.
—Entonces ¿le puedes apreciar un color?
—¡No Visnaiel! ¡Veo el oro que nos va a entregar con lo que negociemos! ¡Oro! ¡Mucho oro!
—¡Udas! No puede ser que no lo veas, está delante de nosotros, resplandece blanco pero por momentos, surgen manchas negras... – Hice una pausa. – ... está bien, no me hagas caso.
En vano era seguir hablando con él. Su mente estaba fija en otra cosa y yo no sabía si mi vista me engañaba o algo mal funcionaba en mí.
Salimos del templo y Lucifer ingresó a su nave. De tras nuestro, venían las mujeres que iban a ser deleite de ellos. Las esperamos e ingresamos todos.
Esta vez, si nos esperó en su interior y nos invitó a conocer la pequeña nave, como él la calificaba, que de pequeña, no tenía nada.
El viaje duró muy poco. La nave madre, estaba muy cerca e ingresamos a ella. Muy grande, espaciosa y desde el hangar nos llevó a un recinto formidable.
Este lugar contaba con muchas comodidades, más de las necesarias y si quería impactarnos, lo había conseguido. No había oro en el lugar, pero la decoración fastuoso. El color rojo, púrpura y escarlata, un estilo de pasión y muy sugestivo para el descanso y los placeres carnales predominaban. Esta no era la imagen que tuve de él cuando lo vi por primera vez. Pero esto era lo que mis ojos veían ahora. Mi primera impresión fue equivocada.
Las mujeres enloquecidas, Udas, más aun. Música suave y muy sensual salían de las paredes, pero no me percataba de donde exactamente.
—Pónganse cómodos. – Los sillones eran almohadones dispersos por todo el suelo, una mesa muy baja servía para ser usada, pues nada había sobre ella. El lugar poseía pequeñas ventanas oscuras, como si no se quisiera que por fuera se viera las actividades en su interior, que desde ya, estaba claro para que serbia esto.
Prácticamente estábamos sentados en el suelo, las almohadas no tenían mucho volumen pero cómodas al fin. Todo muy extraño, las sillas no existían y los muebles tampoco, solo tapizados, cortinas y decorados con fuertes colores, predominando siempre el rojo.
La nave se movió, sin duda nos estábamos alejando de la superficie.
—¡Acomódate a mi lado Udas! – Le dijo Lucifer a mi primo. Por el contrario, dejó que yo conservara mi lugar, me quería ver de frente, a los ojos. Yo también por cierto.
—Nos has dicho que tienes una lista de elementos que necesitas.
—Si, no son cosas extrañas, simplemente para la elaboración de nuevas naves. Los minerales, los quiero en bruto, tenemos la capacidad de realizar la fundición y moldear las piezas. – Aun no habíamos dialogado sobre la oferta y la demanda y ya decía “quiero” Por lo visto, Lucifer estaba acostumbrado a exigir, eso me molestaba, el autoritarismo y la soberbia me fastidiaban.
Un sonido llamó la atención.
—¡Ventana! – Dijo Lucifer y un gran ventanal se abrió delante de nosotros. Estábamos en la orbita de Nilo, ante nosotros una verdadera maravilla que nos dejó la boca abierta.
—¡Aquella, la luz que más brilla es mi nave y mi tripulación! – Ante nosotros, la gran flota Tifón. ¡Magnífica! ¡Maravillosa! Cientos de naves pequeñas, comparadas con las centrales. Las cientos de naves formaban un gran círculo externo. Luego siete naves mayores. Imposible decir el tamaño de ellas, su colosal envergadura eclipsaba a la más grande de la nuestra y ni siquiera se la podía comparar. Sin duda, que la señalada por Lucifer era la más sorprendente.
—¡Es bellísima! – No pude evitar decir lo que pensaba.
—Mira. La que está por delante de todas, la que más brilla, la de luz blanca es el orgullo que me satisface. Ninguna se compara con la mía, ninguna es tan poderosa y majestuosa. Ni siquiera se la podrá igualar. Desde largas distancia, el resto de las naves se pierde en el espacio, pero la mía, se la puede divisar sin dificultad.
—¡Es la luz más bella!
—Ese es el nombre de mi nave. Luz Bella.
Lucifer estaba mostrando una arrogancia mayor que mi padre y sin duda su nave era la más linda. El brillo de Luz Bella opacaba al resto, que también eran preciosas, pero la suya, era distinta, al igual que Lucifer, un raro magnetismo me hacía pensar mucho en él, pese a las actitudes que no eran de mi agrado. Por momentos me gustaba y por otros, me causaba repulsión. Este ser a quién le seguía viendo emitir luz brillante de su piel, pero ahora lo no era con la misma intensidad que en el salón del palacio. Por el contrario, mayor resplandor negro que antes.
—Nuestro viaje parece eterno en ese vasto espacio, pero no todo es tan tortuoso.
—¿Están buscando un planeta desabitado para reposar finalmente? – Le pregunté.
—Nuestro sistema solar colapsó y las galaxias vecinas sufrieron severos trastornos, tuvieron consecuencias nefastas. Hemos comprobado que todos los planetas tienen sus ciclos de cambios traumáticos y ese provoca la muerte de todos sus habitantes. Aprendimos que todos los sistemas solares, sufren lo mismo que nosotros cuando estábamos en Tifón. Por consiguiente el espacio es el lugar más seguro, libres de terremotos he inundaciones.
—Pero no pueden disfrutar de la naturaleza y todo el ecosistema de ella. Es algo único.
—¿De qué sirve tener árboles si son todos iguales? Los ríos cambian sus cursos pero todos tienen agua. Algunos planetas tienen mares y es igual que los ríos, nada más que de mayor tamaño y distinto sabor. – La justificación era un tanto ridícula para un príncipe. – Al tiempo, te cansas de ver todo eso y tampoco puedes recorrer mucho a pie.
—Tienes vehículos para hacerlo.
—Estoy seguro que la mayor parte del tiempo, no sales de los límites de tu palacio. – No se equivocaba. – La muchedumbre, el pueblo, por ser pobre, tampoco va más allá de lo que sus piernas lo puedan llevar. De todas formas ellos, solo recorren la distancia de sus casas al trabajo y nada disfrutan de esa naturaleza que dices. – Ahora estaba comenzado a conocerlo.
—¿Qué crees que es mejor que eso?
—Vivir la vida a cada instante como si fuera el último suspiro. Aprovechar todo cuanto se tenga al alcance, si es una mujer, ir con ella, si es un negocio hacerlo ya, si es alimento lo que hay en la mesa, comerlo todo y un poco más, uno nunca sabe si mañana algo faltará.
—Si se hace lo correcto, no hay motivo para que mañana falte la provisión o cualquier otro elemento necesario.
—Nunca lo sabes.
—Lo sé. Si me ocupo de ello.
—Tú te puedes ocupar, pero otro puede llevártelo. ¿Y después qué?
—Es un pensamiento negativo ese. Te abres a que se manifieste algo malo.
—¡No me hables de manifestaciones! – No le gustó mis palabras. – Tu mente solo ejecuta órdenes del momento. No se anticipa ni previene nada. – Lucifer, intentaba cerrar mi mente, pero sin darse cuenta, por el contrario la abrió, me planteó un razonamiento mental, me negó que tal cosa pudiera ser ejercida en nuestra conciencia, pero sin duda, al mencionarlo, algo sabía. Desde hace mucho tiempo, en Nilo, nadie habló de sobre esto. Lucifer tenía que conocer más.
Miraba con enorme deseo a las mujeres, pero aun, seguía mostrándose diplomático, con mucha soberbia pero estricto aún. Quería soltarse pero mí presencia lo incomodaba, Udas por el contrario, más suelto que nunca.
—Debemos ser positivos y hacer la tarea bien.
—Eso dijeron en Tifón y nada quedó. – En ese momento, sacó de su túnica blanca, una daga, parecía muy filosa, la mostró por su belleza y la clavó en la mesa frente a Udas. – Mira mi amigo, debes agudizar tu vista, limpiar tu nariz para un mejor olfato, tus oídos bien abiertos y tu tacto sagaz para aprovechar oportunidades únicas.
—¡Opino lo mismo! – A gritos intervino Udas. No pudo con su genio y tomó de la empuñadura la daga, la quitó y tocó su hoja. Muy afilada. Se le pudo ver el gesto. Su tentación fue más fuerte, pude ver como Lucifer lo miró de re ojo, pero él no se percató que lo observaba. No era la primera vez, pero ya sabía lo que iba a pasar. Quien agarra un cuchillo, sabiendo que su filo puede sorprenderlo, no resisten tocar su punta. Eso hizo Udas y se pinchó dejando que algunas gotas de sangre comenzaran a salir por la herida en la mano derecha.
—Ves. Tu primo tiene la apertura que a ti te falta. No debes pensar más allá de mañana, la oportunidad es hoy y si con oro debe ser la paga, oro tendrán. – Intenté evitar que tocara la punta, pero lo hizo muy rápido. A Lucifer, no le importó el corte, no atinó a pedir ningún trapo para limpiarlo, solo halagarlo y tuvo buen efecto en él.
Mi amigo Lucifer. – Pese al corte y con la oportunidad de sumarse a la conversación habló de lo que mejor sabía. – Por cada tonelada de metal bruto para fundición ¿cuánto es el valor que tú calculas?
—Un arca de oro como la que has traído por diez mil toneladas de metal.
—¡Trato hecho! – No se dio cuenta Udas de su palabra, se precipitó a una decisión sin consultarme ni siquiera con la mirada. Lucifer, no lo dudó y llevó su mano para cerrar trato, pese a que Udas dejaba brotar sangre. Mi primo no tuvo más remedio que dársela y el pacto entre ellos se marcó con sangre. Esa imagen no me gustó. Eso para mí fue una señal y no de las buenas. Comencé a incomodarme.
No estaba seguro de que hacer. Las dudas y el temor me estaban invadiendo. En escasos minutos se pactó con un ser que no conocíamos y yo, nada más que yo, veía en él, esa luz extraña en toda su piel. Nadie lo podía percibir. ¿Por qué podía ser? Nada me gustaba, solo por ahora, presentimientos, nada grave aun veían mis ojos, la compostura y cortesía seguían presentes, no era más que un engaño seductor lo cual acrecentaba mis dudas
Uno de los sirvientes, acercó un gran bracero, que se sostenía por tres patas a un metro y medio de altura. El carbón estaba bien encendido. Se levantó Lucifer, llevó su plato con una pata de cerdo y lo arrojó al fuego. Todos los miramos por esta actitud de quemar la comida y se notó nuestra reacción.
—Es un sacrificio, una costumbre para que jamás nos falte el alimento. – Dijo Lucifer.
—¿Es una adoración a alguien?
—No hay nadie a quién adorar, solo a nosotros mismos. Con este acto, queda demostrado para nuestros ojos, que nada nos falta y por ello, tenemos de sobra. Arrojar el alimento al fuego al comienzo, es buena suerte y siempre nos acompañará.
—¿Más aun si es carne?
—Carne y si es de cerdo, mejor.
—¿Toda tu raza hace esto desde tiempo atrás?
—No todos. – Su rostro quería mostrarme un rasgo secreto o místico a tal acto, no me convenció. – Solo aquellos que buscamos superarnos a nosotros mismos.
—¿Ese acto de sacrificar la carne, le otorga el poder de superación?
—Míralo de esta manera. Si arrojamos comida, es porque hay, de lo contrario sería imposible hacerlo, sobra y para que siga así, sacrificamos parte de ella. Nos vemos obligado a superarnos para que nunca falte.
—Planifican para el futuro.
—No, vivimos con intensidad el presente, de esa forma y con el esfuerzo cotidiano se obtiene solo.
—¿Pero cual es tu esfuerzo cotidiano?
—La toma de decisiones.
—¿Eso requiere esfuerzo?
—Todo tiene su esfuerzo. Todos los días es como edificar un gran edificio.
—Se necesita mucha gente para eso.
—Gente, oro y esfuerzo.
—Pero el esfuerzo lo hace la masa de gente. Ni tú ni yo lo hacemos. – Le objeté
—A nuestra medida lo hacemos. ¿Por qué te preocupas tanto por la muchedumbre si ellos son como el ganado?
—¿Qué quieres decir? – Fruncí el seño, no me gustó su punto de vista.
—La muchedumbre es un grupo numeroso de individuos que nace, viven y mueren por el trabajo. No conocen otra cosa que trabajar. – Sus palabras tampoco fueron del agrado de las señoritas que hacían compañía.
—Por que no se le da otra opción. – Le contesté.
—¡Así! ¡Dale opciones a tu pueblo y verás como te comen los ojos! ¡Dale plenitud de decisión y verás como tu reino y el mío se derrumba! – Era la primera vez que levantaba la voz, no muy fuerte, pero un cambio se produjo.
—No necesariamente te traicionarán. – Afirmé con total seguridad y con mis manos, gesticulando mi correcta apreciación.
—¿Traicionarán?
—Sí. No tienen porque traicionarte si hacemos las cosas bien.
—¡Escúchame príncipe! – Su tono era sarcástico. – Con el tiempo aprenderás la verdad y no todo es poesía. Cuantos hombres de tú pueblo le conoces las caras, sus nombres y donde viven.
—No conozco a muchos… – Cierta culpa sentí e intenté justificarme. – Atiendo las tareas del palacio.
—¿Atiendes las tareas del palacio? ¡...Visnaiel! ¡En los palacios todo es aburrimiento! – Seguía con su tono elevado. – Todo está en orden, en el tuyo y en mi nave, como la de cualquier otro reino, pues no eres tu quién lo limpia ni eres tú quién lo arregla si algo se deteriora, todo lo hacen los obreros, la masa de gente, tu pueblo y el mío, aquellos que jamás vistes las caras ni sabes donde residen. No los conoces, por lo tanto no te pueden traicionar. Solo traicionan los amigos.
—Es lo que le digo siempre Lucifer. – Udas aportó lo necesario para que la conversación se pusiera áspera. – No sale del edificio, siempre estudiando vaya a saber uno qué.
—¿Estudias en soledad? – Me quería acorralar, si él poseía la capacidad de leer mi mente, descubriría mi secreto y las nueve hojas que con tantos celos atesoraba.
—Es la mejor forma.
—¡Soledad! En mi colonia hay muchos que hacen lo mismo, pasa el tiempo y más se encierran en su locura...
—¡Es lo que le digo! – Udas no podía dejar pasar una oportunidad. – Se volverá loco con las historias del pasado.
—Será una vida muy triste la tuya Visnaiel. Te hablarán de cosas que nunca puedes ver ni probar. Al final de tú existencia, cuando des el último suspiro, comprobarás todo el tiempo perdido y nada podrás hacer para recuperarlo.
—¡Hay que vivirla! – Udas seguía aprovechando.
—Debes vivirla a pleno. Satisfacer tus necesidades ahora, porque mañana no sabes si seguirás caminando con tus pies.
No pierdas el tiempo con cosas del pasado y mucho menos si te hablan de lo que tus ojos no ven. Perderás el tiempo sin duda, perderás tu vida preciosa irremediablemente, perderás tu única existencia en el universo. Única, sola e irrepetible vida corporal. – Las mujeres y Udas apoyaban cada palabra de Lucifer, me sentía solo, acosado y con más dudas que antes. Nadie comía, ni siquiera Lucifer.