La responsabilidad social empresaria en el capitalismo tardío - Carlos A. J. Molinari - E-Book

La responsabilidad social empresaria en el capitalismo tardío E-Book

Carlos A. J. Molinari

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En un debate que ha ganado intensidad en el conjunto social, la responsabilidad de las empresas sobre sus acciones e impactos forma parte de las preocupaciones de los ciudadanos ante el papel rector que como actores sociales desempeñan las organizaciones lucrativas. En ese sentido, este libro parte de la pregunta sobre la posibilidad de la existencia de la responsabilidad de la empresa hacia la sociedad de la que forma parte. Además, realiza un recorrido que no solo permite ubicar en la historia de la humanidad la evolución de esta idea, sino también el giro que adquiere con el capitalismo. Así fue posible observar que los cambios en el concepto en el siglo XX y los inicios del XXI no han sido ajenos a las transformaciones en el contexto social, económico, cultural y tecnológico, que rompen con la idea de una responsabilidad y una empresa por fuera de la historia.

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LA RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIA EN EL CAPITALISMO TARDÍO

 

En un debate que ha ganado intensidad en el conjunto social, la responsabilidad de las empresas sobre sus acciones e impactos forma parte de las preocupaciones de los ciudadanos ante el papel rector que como actores sociales desempeñan las organizaciones lucrativas. En ese sentido, este libro parte de la pregunta sobre la posibilidad de la existencia de la responsabilidad de la empresa hacia la sociedad de la que forma parte. Además, realiza un recorrido que no solo permite ubicar en la historia de la humanidad la evolución de esta idea, sino también el giro que adquiere con el capitalismo. Así fue posible observar que los cambios en el concepto en el siglo XX y los inicios del XXI no han sido ajenos a las transformaciones en el contexto social, económico, cultural y tecnológico, rompiendo con la idea de una responsabilidad y una empresa por fuera de la historia.

 

 

Carlos A. J. Molinari Licenciado en Administración (UBA). Magíster en Ciencias Sociales con orientación en Historia Social (Universidad Nacional de Luján). Diplomado en Historia del Psicoanálisis (Instituto Universitario de Salud Mental). Doctor en Ciencias Sociales y Humanas (Universidad Nacional de Luján). Profesor asociado e investigador en el Departamento de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Luján.

CARLOS A. J. MOLINARI

LA RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIA EN EL CAPITALISMO TARDÍO

Historia, concepto y cambio de paradigma

Índice

CubiertaAcerca de este libroPortadaDedicatoriaPrólogoIntroducciónCapítulo 1. Raíces del conceptoSobre el sentido del término “responsabilidad”Primeras aproximaciones a la evolución y antecedentes del conceptoLas transformaciones en la Edad Media europeaEl capitalismoCapítulo 2. Vertientes teórico-ideológicas de la responsabilidad social empresariaSobre la terminologíaMás de un siglo de debates1. Primeros abordajes2. La posguerra y un nuevo contexto3. Una sociedad global4. En la búsqueda de alternativas5. La Iglesia católica y el papel de la empresa6. La RSE en las sociedades del nuevo siglo7. La visión desde la economía social y solidaria8. Otras corrientes críticasAnálisis comparativo de las distintas posiciones teórico-metodológicasCapítulo 3. Conflictos entre discurso y acciónLa actividad de las empresas en la Alemania naziArgentina: empresas y dictadura, 1976-1983Paraísos fiscales, sistema financiero y evasión tributariaEl caso de la industria automotrizLa corrupción sistémicaEl discurso empresarial y sus propuestas sobre la RSELo que se dice y lo que no se diceCapítulo 4. ¿Una empresa socialmente responsable?Salir de la encrucijada, cambiar el paradigmaConclusionesBibliografíaCréditos

Para mi familia,

porque ella es mi fuente de vida.

Prólogo

Eugenia Néspolo

 

 

 

Esta obra parte de una afirmación interesante, ordenadora y desafiante, y es que mientras los ciudadanos reclaman compromiso social a las empresas, estas les responden con programas de responsabilidad social empresaria, como una forma de pacto con la sociedad.

Porque bien coloca al lector en las tensiones propias de sociedad capitalista y el Estado capitalista. Y en este sentido, enfoca como objeto de estudio la responsabilidad social empresaria, para establecer como objetivo la coherencia e incoherencia entre los discursos y las acciones y, consecuentemente, la validez de los marcos teóricos vigentes o, caso contrario, la necesidad de construir una nueva teoría, un modelo de trabajo que solo es posible encarar desde un análisis crítico de los marcos teóricos y de la práctica empresaria.

Para ello, transita una perspectiva interdisciplinaria que le permite situarse desde la historia de los conceptos, desde sus significados y significantes, donde pensar en el concepto implica considerarlo en la formulación en cada momento histórico así como en su proceso evolutivo al compás de los cambios sociales.

Desde esta óptica, el libro se plantea un recorrido por la historia de la humanidad en una perspectiva que articula poder estatal, moral, religión y tradición, para comprender la evolución del concepto en una larga duración histórica.

En este sentido, el contrapunto central general estaría dado por la distinción entre las sociedades precapitalistas y la sociedad capitalista, y más puntualmente a partir de fines del siglo XX, la década de 1990, con la globalización o mundialización de las empresas a partir de una descripción de las características que las guían y las consecuentes actividades empresarias.

Esta situación, se argumenta desde la perspectiva de análisis planteada, con la utilización del método dialéctico, el materialismo histórico en sus vertientes foucaultianas y por momentos, sin citar expresamente, los conceptos de hegemonía cultural, bloque hegemónico y dominación con relación a la sociedad de consumo, donde sobrevuelan las ideas de Antonio Gramsci.

Esta perspectiva resulta interesante para poner en contrapunto la responsabilidad social empresarial, la sociedad capitalista y el Estado capitalista. Ello le permite al autor consideraciones relevantes sobre la relación de lucro y la responsabilidad social empresaria, que posibilitan analizar el alcance de esta para la sociedad en su conjunto y la propia administración empresaria.

Con este marco, el autor demuestra cómo el concepto, en las actuales condiciones históricas, solo sigue a la lógica del capital, por lo que para la construcción de una auténtica responsabilidad social por parte de las empresas es necesario romper con esa lógica para regirse por la lógica de la comunidad; concepto este último que se transforma en esencial para situar un nuevo paradigma sobre el tema.

Se trata, en definitiva, de un libro desafiante en su sentido argumentativo, porque invita a pensar su desarrollo conceptual en los términos de Guillermo O’Donnell, cuando indica que el Estado garantiza y organiza la reproducción de la sociedad capitalista pues se encuentra con ella en complicidad estructural.

Introducción

 

 

Pero uno bien puede preguntarse:

¿No habremos sido capaces de sobrevivir, cuando sobrevivir era imposible, porque supimos defendernos juntos y compartir la comida?

Esta humanidad de ahora, esta civilización del sálvese quien pueda, y cada cual a lo suyo, ¿habría durado algo más que un ratito en el mundo?

Eduardo Galeano, Espejos: una historia casi universal

 

 

La responsabilidad de las empresas sobre sus acciones e impactos en el conjunto de la sociedad y la naturaleza forma parte de las preocupaciones de los ciudadanos ante el papel rector que como actores sociales desempeñan las organizaciones lucrativas. Es un debate que ha ganado intensidad en el conjunto social, debido a las situaciones creadas por las propias empresas, quienes debido a su incidencia en las esferas económica, política, legal, cultural y tecnológica son visualizadas como parte responsable de los problemas generados en el mundo contemporáneo, un mundo dominado por la globalización, con eje en la dimensión económica, que ha posibilitado a las organizaciones empresarias transformarse por una parte en dinamizadoras de la economía mundial, pero también en generadoras, a partir de su papel determinante en la mundialización, de crisis financieras, corrupción, evasión fiscal, precarización laboral, contaminación ambiental, financiación de gobiernos dictatoriales y, como paradoja, generadoras de empleo y desempleo con sus estrategias globales de localización, basadas en los análisis de costos como eje articulador.

Frente a la presión de la ciudadanía, no solo en los países más desarrollados, tomó fuerza un concepto que, si bien no es una novedad histórica, sí adquiere una nueva dimensión en el primer cuarto del siglo XXI. Mientras los ciudadanos reclaman cada vez más un compromiso social a las empresas, estas responden con programas que denominan de responsabilidad social y específicamente, responsabilidad social empresaria (RSE), a modo de pacto con la sociedad en la cual desarrollan sus actividades.

Si bien la idea de la responsabilidad social de las organizaciones lucrativas ha ocupado y ocupa un lugar relevante y determinante en la literatura de negocios, tanto en investigaciones como en publicaciones de nivel académico y profesional, se ha establecido como dado un concepto básico que es repetido por la mayoría de los escritos, con pequeñas variaciones en cuanto a las funciones que debería tener asignadas en la empresa.

Lo primero que se va a establecer es que, debido a que el conjunto de los distintos tipos de empresas constituyen una realidad no equiparable, compuesta por grandes empresas globales, medianas y pequeñas empresas, microemprendimientos, cooperativas, grandes empresas de propiedad estatal o mixta, etc., el análisis en esta obra se centrará esencialmente en las denominadas grandes empresas globales,1 que por su poder financiero, de marketing y, en algunos casos, su poder monopólico u oligopólico, marcan la tendencia de lo que se va a denominar la configuración socioeconómica del mundo global.

Dado lo expuesto y en función del recorte realizado, un primer objetivo en este trabajo, desarrollado en los capítulos 1 y 2, será establecer qué se entiende por RSE en el presente, ya que se trata de un concepto que ha cambiado de acuerdo con quien lo enuncia, en qué momento histórico se compone y desde qué ubicación en la estructura social se lo hace.

Existe una confusión terminológica asociada a la RSE, pues se trata de un área de estudios en donde es posible observar diversidad de conceptos asociados y palabras utilizadas como sinónimos cuando no lo son, como responsabilidad extendida al productor, marketing social, marketing con causa, comercio justo, sustentabilidad o desarrollo sustentable o sostenible, filantropía, business ethics o ética empresaria, emprendedores sociales, marketing ecológico, ciudadanía empresarial, capital social, gerentes sociales; considerando también que cada palabra puede utilizarse con distintas acepciones. En definitiva, todos estos términos contribuyen al aumento de la confusión sobre qué debería entenderse por responsabilidad social desde la óptica de la organización empresa.

Se buscará establecer entonces qué debe comprender la comunidad por responsabilidad social empresaria ya que, al ser parte de la estrategia de una empresa, se trata de un tema central tanto para quienes deben gestionar organizaciones lucrativas como para aquellos que deben legislar sobre el accionar de las empresas, y también para quienes deben pedir rendición de cuentas sobre los actos empresarios, o sea, para la sociedad en su conjunto. Esto también permitirá articular el accionar de las empresas y su control a nivel global, para no quedar atrapados en el estrecho marco nacional, lo que podría invalidar esas mismas formas de control.

Por otra parte, se torna necesario establecer si las empresas lucrativas, en razón de lo que se podría denominar metafóricamente su “código genético” –léase: la formación de la mentalidad empresarial en la historia–, pueden efectivamente ser socialmente responsables, o si con la implementación de los programas relacionados con esta temática solo intentan maquillar los posibles efectos nocivos de sus acciones en la sociedad.

A partir de contrastar los marcos teóricos sobre la RSE desarrollados por las empresas y en los ámbitos académicos con las acciones concretas que estas llevan a cabo, se plantea establecer la coherencia o incoherencia entre discurso y acción y, por lo tanto, la validez de los marcos teóricos o la necesidad de construir una nueva teoría comprensiva del fenómeno.

Cuando se utiliza el término “discurso”, no se piensa solo en palabras, sino que como sostiene Michel Foucault (2005: 14):

 

En toda sociedad la producción de discurso está a la vez controlada, silenciada y redistribuida por cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar sus poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y terrible materialidad.

 

Es en este marco que se utiliza el concepto de discurso de la empresa cuando se piensa la RSE.

Se trata, en definitiva, de efectuar un análisis interdisciplinar y transdisciplinar del fenómeno de la RSE dilucidando las contradicciones que genera su aplicación en el ámbito empresario en el marco del capitalismo, un sistema atravesado por la ideología neoliberal, que piensa en un individuo caracterizado como homo oeconomicus, que privilegia por sobre todo la maximización de los beneficios en sus acciones en el marco de una sociedad regida por el capital, el cual –como sostiene István Mészáros (2004: 99)– no es solo un conjunto de mecanismos económicos, sino un modo multifacético de reproducción metabólica social que todo lo abarca y afecta profundamente cada aspecto de la vida, desde lo material hasta las relaciones culturales. En este ámbito hay que situar el accionar de la empresa y su relación con la sociedad de la que forma parte y a la cual condiciona.

En función de lo expuesto, nuestra hipótesis de trabajo parte de considerar que las empresas enfrentan contradicciones respecto del ejercicio y el cumplimiento de su responsabilidad social pues, en el capitalismo, la propia formación de la mentalidad del empresario se basa en los intereses personales por sobre los sociales, y ello impide la responsabilidad hacia la sociedad, cuando esta última entra en conflicto con los intereses particulares. Los objetivos de competencia y de generación de rentabilidad como eje del accionar de la empresa imposibilitan, por lo tanto, una auténtica acción de priorizar lo social sobre lo individual.

Desde este planteo, se analizará cómo la construcción de un concepto que pueda ser aceptado como válido por las empresas colisiona con la propia visión de los negocios, anulando la aplicación práctica de ese concepto –aun cuando la empresa pueda llevar adelante acciones que beneficien limitadamente a la sociedad–, pues siempre su última frontera será la rentabilidad del capital.

Será necesario contrastar este límite con lo expuesto por Eduardo Galeano en el epígrafe de esta introducción, donde los conceptos de solidaridad y comunidad aparecen como constitutivos de la propia evolución del ser humano. Podemos inferir, entonces, cómo las ideas de la solidaridad y de la pertenencia a la comunidad son las que permiten al ser humano transitar por el tiempo de la vida, lo que entra en contradicción con la idea de egoísmo desarrollada a partir del capitalismo en la historia. Esta contradicción será explorada en este trabajo para tratar de comprender si es posible tener responsabilidad social cuando se privilegia el interés individual.

Se trata, en definitiva, de analizar la RSE como un concepto en evolución al ritmo de los cambios históricos y, por lo tanto, sujeto a modificaciones de acuerdo con las necesidades sociales, evitando así su cristalización sin posibilidad de rebasar los límites en los cuales muchas veces se lo pretende encerrar. Para alcanzar este objetivo se estudiará el desarrollo de la relación entre la sociedad, las formas de gobierno y la realización de actividades lucrativas por parte de las empresas, para comprender esa forma tan particular de sistema productivo que es el capitalismo en un momento determinado de la historia, y cómo sus formas de regular, o no, la responsabilidad de las empresas hacia la sociedad corresponden a un determinado tiempo histórico, que no es inmutable y está sujeto, por lo tanto, a cambios y a nuevas propuestas sobre su concepción.

Si es posible encontrar en la historia de las sociedades una constante respecto de la regulación de los impactos hacia terceros de las actividades lucrativas, entonces esta situación posibilitará comprender a la RSE no como una concesión de las empresas sino como una obligación. Solo de esta manera es factible encontrar una salida a las contradicciones, construyendo un nuevo marco para la RSE.

Se trata, entonces, de un proceso que debe ser analizado a partir de las distintas vertientes teóricas e ideológicas que le dan origen para comprender los intereses en disputa y de esta forma garantizar en este enfoque que los beneficios del accionar empresario no perjudiquen a la sociedad sino que se reviertan en ella.

Para alcanzar este objetivo habrá que contrastar también los discursos de las empresas con sus resultados para la vida social, permitiendo cambiar un enfoque basado en la pura lógica económica de la mercancía.

Desde lo metodológico este trabajo, en lo que hace a las fuentes, ha sido encarado a partir de lo que Carlo Ginzburg (2013: 171-221) denomina el paradigma indicial, concepto que desarrolla a partir de pensar cómo determinadas ciencias son disciplinas “eminentemente cualitativas, que tienen por objeto casos, situaciones y documentos individuales, en cuanto individuales; y precisamente por eso alcanzan resultados que tienen un margen insuprimible de aleatoriedad”.

Esto lo lleva a proponer que el conocimiento histórico, en cuanto hechos del pasado, aunque sea muy próximo, es indicial; propuesta que puede ser extendida a otras ciencias sociales. Pero debe considerarse que esta formulación metodológica no debe llevar al abandono de la idea de totalidad. En este proceso, como plantea Ginzburg, se hace necesaria la idea de totalidad pues, si bien la realidad es impenetrable, son las pruebas y los indicios las que permiten descifrarla.

Pero el conocimiento científico se fundamenta en una combinación de componentes teóricos y empíricos. Y los últimos, en este trabajo, surgen de documentos producidos por las empresas y por la sociedad –programas de RSE, códigos de ética, artículos publicados en medios de comunicación, publicidades, declaraciones de organizaciones sociales, del Estado y de organismos internacionales, y también bibliografía y publicaciones académicas–, que posibiliten categorizar la población estudiada. Estas unidades de análisis deberán ser lo suficientemente numerosas, aunque pocas con relación a la población bajo estudio, ya que la de las empresas es una actividad que, si bien está centrada en el ámbito nacional, no es posible aislarla del espacio internacional, en razón de sus acciones globales y las repercusiones en la sociedad.

Pero la RSE, en cada momento de su expresión histórica, se presenta como la idea resultante de la intersección de múltiples variables, pues la realidad es multicausal. Entonces, se hace necesario un marco epistemológico como el de la teoría de la complejidad, que según Edgar Morin (2005: 32) posibilita analizar “constituyentes heterogéneos inseparablemente asociados: presenta la paradoja de lo uno y lo múltiple. Al mirar con más atención, la complejidad es, efectivamente, el tejido de eventos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones, azares que constituyen nuestro mundo fenoménico”. Un marco de estas características solo puede ser posible con la utilización del método dialéctico.

Como plantea Karel Kosík (1967), comprender un fenómeno marca el acceso a su esencia, pues sin la manifestación del fenómeno la esencia seria inaccesible. En este sentido es el método dialéctico el que nos posibilita acceder a la esencia del fenómeno bajo estudio –la RSE– para comprenderlo. Este proceso viabilizará el análisis de la realidad social de los hombres como unidad dialéctica de sujeto y objeto, este último como parte de un todo. El movimiento de la parte al todo y del todo a la parte permite conocer la realidad como dialéctica de la totalidad concreta en la que se reproduce idealmente la realidad en todos sus planos y dimensiones. Una totalidad que no significa todos los hechos sino un conjunto estructurado y dialéctico, conjunto en el cual es posible comprender cualquier clase o conjunto de eventos.

Dado que el ámbito de lo social, de la cultura, opera tanto en la dimensión empírica como en la de las ideas, el método propuesto permitirá estudiar las relaciones e interacciones entre las dos dimensiones en el mundo de las personas y las empresas, así como sus conflictos, inherentes al propio concepto de dialéctica.

Esbozados ya nuestros propósitos y métodos, a continuación reseñaremos brevemente el contenido de este libro.

En el capítulo 1 se analizarán, en un proceso de una larga duración histórica, las relaciones entre las actividades lucrativas y la sociedad, situando cada una de esas relaciones en un contexto que posibilita comprenderlas, así como su deriva posterior en el tiempo.

El capítulo 2 ha sido destinado a exponer cómo, a partir de los inicios del siglo XX, se van generando distintas ideas explicativas acerca de lo que debe ser la responsabilidad de la empresa por sus acciones y cómo ese debate se produce tanto en los ámbitos empresariales como en los académicos, a nivel político de las naciones y en los organismos y asociaciones internacionales. En esta línea de trabajo, el capítulo se plantea, igual que el anterior, su comprensión en el contexto en que es enunciado cada concepto, así como un diálogo entre las distintas posiciones y, a su vez, un análisis crítico de las distintas ideas puestas en debate.

El capítulo 3 se propone mostrar –a partir de casos representativos seleccionados, que marcan una tendencia– cómo el accionar de las empresas entra en permanente colisión con los principios que se enuncian sobre su responsabilidad hacia la sociedad.

Finalmente, el cuarto y último capítulo desarrolla la necesidad de un nuevo paradigma para pensar cómo deberían las empresas desarrollar acciones socialmente responsables, ya que el actual contexto torna imposibles las viejas ideas en circulación.

Por último, hay que señalar que un problema como el de la RSE, sobre todo considerando los cambios producidos fundamentalmente en el transcurso del siglo XX, no puede estudiarse solamente desde la disciplina de la gestión, como ha sido y es generalmente enfocado. Es indudable que el marco disciplinar posibilita ajustar el problema, pero simultáneamente reduce la comprensión del fenómeno en su totalidad; de ahí la importancia de la interdisciplina y la transdisciplina para su abordaje.

Se entiende que es necesario ir más allá de la teoría de la administración, incorporando los aportes de la economía, el derecho, la historia social, la sociología y la filosofía, si se trata de analizar, comprender y reelaborar críticamente el concepto de RSE, atravesado por intereses de clase y su correlato en las estructuras de poder económico y social.

También hay que señalar que, en cuanto a las distintas construcciones del concepto, el desarrollo del trabajo se ha realizado a partir de considerar lo expuesto por Georges Canguilhem (2009: 210) respecto de evitar el “virus del precursor”, un pensador, un investigador que habría recorrido previamente un camino que posteriormente es concluido por otro.

En este libro se parte del principio de que cada estudio de un tema debe ser considerado en un determinado contexto histórico, con preguntas y problemas específicos, en función de los cuales es posible analizar y pensar un determinado concepto. Esto permitirá comprender a los propios conceptos inscriptos en una dinámica, modificándose con el transcurso del tiempo, donde lo por venir no es un pensable todavía y donde las nuevas ideas surgirán desde los nuevos contextos. Así, la RSE podrá ser ubicada en un proceso de cambio nunca cerrado, sino abierto a nuevas interpretaciones.

1. Si bien se utilizarán casos y/o análisis teóricos que comprendan a las pymes, empresas estatales u otro tipo de organizaciones.

CAPÍTULO 1 Raíces del concepto

En una primera instancia, es necesario establecer un concepto básico como es el propio de concepto; en qué sentido se utiliza este término dado que la construcción del de responsabilidad social empresaria es el eje sobre el cual se articula este trabajo. En ese sentido, se lo va a analizar desde la perspectiva de Reinhart Koselleck (2004), quien lo piensa en el marco de la denominada historia de los conceptos.1

Este autor plantea que la vida humana se constituye a partir de experiencias particulares y que son los conceptos los que posibilitan guardar y retener las experiencias. Citando a Kant, Koselleck sostiene que no hay experiencias sin conceptos ni conceptos sin experiencias.

Asimismo, vincula el concepto con el lenguaje, donde aparece la ciencia de la semántica, pues una palabra puede tener multiplicidad de significados que se adecuan a una realidad mutable. Pero, considerando que la propia realidad no se deja reducir a su significado y forma lingüística, aunque sin las contribuciones lingüísticas para nosotros no habría realidad, entonces se debe reconstruir las realidades que se corresponden con cada concepto.

De esta manera, Koselleck arriba a conclusiones como que el uso y el significado de una palabra nunca establecen una correspondencia exacta con lo que se denomina realidad, pues los conceptos y la realidad cambian a diferentes ritmos; también afirma que cada concepto contiene estratos profundos que proceden de significados pasados y expectativas de futuro. Pero si una palabra ya no es capaz de reunir las experiencias acumuladas en un concepto común, pierde vigor como concepto fundamental y va cayendo en desuso.

Sobre la base de las ideas de Koselleck, en nuestros términos podemos decir que un concepto es una relación, una inferencia y una categoría de la realidad, expresada en el lenguaje de larga duración, pero relacionada con el momento de su expresión histórica. Como producto de los estratos profundos del lenguaje constitutivo, el pasado y su larga duración están presentes al construir la historia de un concepto. Entonces, un concepto encierra un conjunto de significaciones político-sociales, de lo cual se deduce que posee un contenido ideológico.

Así, por ejemplo, la palabra griega techné se traduce en el castellano moderno como “técnica”. Pero la idea que encerraba esta palabra para los griegos del siglo V a. C. era distinta al sentido que se le otorga en el presente, ya que para ellos arte y producción material estaban englobados en esa palabra. Asimismo, se pueden observar sus cambios con relación a la experiencia, en cuanto no significaba lo mismo para un griego del período homérico que para un griego del período clásico. De la misma manera se puede trasladar esta evolución al sentido que se le otorga a esta palabra en la Revolución industrial o en el siglo XXI.

Sobre el sentido del término “responsabilidad”

La otra cuestión básica es establecer cuál es el sentido que se le da al concepto “responsabilidad” y cómo será utilizado. Ambas constituyen las primeras preguntas a responder; las respuestas conforman la plataforma sobre la que se intentará construir un concepto de RSE referido a la empresa y su relación con la sociedad.

Según el Diccionario de la lengua española (RAE, 2001) –donde sus primeras acepciones están más vinculadas a lo legal–, responsabilidad es la “capacidad existente de todo sujeto activo de derecho para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente”. Por lo tanto, relaciona la responsabilidad con la capacidad de un individuo de aceptar las consecuencias de sus actos, mientras él se trate de un sujeto activo de derecho y estos últimos sean realizados libremente, lo cual se relaciona con la sociedad en que actúa el individuo y la legislación vigente en ella. O sea, los actos realizados libremente generan consecuencias hacia sí mismo y hacia terceros que el ser humano debe aceptar, para ser considerado responsable. En su Teoría general de la responsabilidad civil, Jorge Bustamante Alsina (1997: 71) expresa que “responder significa dar cada uno cuenta de sus actos”.

Cada vez que los individuos actúan o interactúan con su entorno, en este se producen cambios que, por el solo hecho de producirse, van a tener un impacto directo o indirecto en el resto de los integrantes de la comunidad. Cuando el impacto se produce, existen a su vez dos posibilidades: que sea positivo o, por el contrario, que represente un daño para otro sujeto que se constituiría en la víctima. Este impacto es, por lo tanto, siempre social en cuanto a que compromete el contexto en el cual está inmerso el individuo; de ahí se desprende, entonces, el término faltante: responsabilidad social.

Entonces, considerando la acepción previa del diccionario de la Real Academia y la propuesto por Bustamante Alsina, para este trabajo ser responsable socialmente es dar cuenta de nuestros actos y del impacto que producen en terceros.

Si bien esta primera conceptualización del término se relaciona centralmente con el individuo, también una empresa en cuanto organización compuesta por personas se encontraría alcanzada por estos principios dado que, aun cuando existe un comportamiento organizacional, este es producido por esos individuos.

Entonces, desde el punto de vista semántico, en el concepto bajo análisis de RSE aparece una redundancia, ya que siendo la empresa una organización social compuesta por individuos cuyas acciones responsables tienen implicancias sociales generando responsabilidad hacia terceros por ellas mismas, la organización empresa es indudablemente responsable socialmente por sus actos, establezca o no una política de responsabilidad social específica.

Primeras aproximaciones a la evolución y antecedentes del concepto

Como se ha expresado con relación a la idea de concepto, el análisis del significado de un término se hace siempre en un determinado contexto histórico, por lo cual se deberá tener especial cuidado de no extrapolarlo a otros contextos temporales. Ello entraña un riesgo, en el sentido de que la misma palabra puede tener acepciones distintas en cada espacio geográfico-temporal.

De ahí que el riesgo de analizar antecedentes en la historia de la humanidad acerca de lo que se entiende hoy por responsabilidad es justamente la utilización de este concepto, que se ha definido pero en sentido presente.

Como sostenía el historiador Marc Bloch (1979: 40): “No hay, pues, más que una ciencia de los hombres en el tiempo y esa ciencia tiene necesidad de unir el estudio de los muertos con el de los vivos”. Lo que propone es que en la naturaleza humana y en las sociedades humanas debe existir un fondo permanente, sin el cual las palabras “hombre” y “sociedad” no querrían decir nada.

Por lo tanto, esta etapa del trabajo se propone investigar en la historia, rescatando aquellas normas, tradiciones, acciones o leyes que de alguna manera reflejen la necesidad de los gobernantes o de la propia sociedad de generar una actitud hacia el conjunto por parte de quienes realizan actividades lucrativas, que no tengan solamente en cuenta el interés personal, sino también el del contexto en el cual se realizan.

Independientemente de las limitaciones señaladas, la revisión histórica de las relaciones entre empresa y sociedad abre la posibilidad de cambiar un enfoque que se sostiene sobre la contemporaneidad del concepto de RSE y, por lo tanto, niega una tradición sobre la cual construir un marco teórico que explique el accionar de la empresa moderna. De hecho, la propia historia está expresando que los conceptos, al ser dinámicos, no deben considerarse de manera estática, sino como parte del propio cambio social. Por lo tanto, el estudio del concepto en sus momentos históricos posibilitará comprender que no existe un modelo de RSE que pueda considerarse como instituido, sino que se irá modificando al compás de los cambios en la estructura y la superestructura de la sociedad en la cual se formula.

Michel Foucault sostiene, siguiendo a Georges Canguilhem (2002: 5-7), que “la historia de un concepto no es en todos sus aspectos aquella de su refinamiento progresivo, de su racionalidad en constante crecimiento, de su gradiente de abstracción, sino aquella de diversos campos de constitución y de validez, aquella de reglas sucesivas de uso, de ambientes [milieux] teóricos múltiples en los que se persigue y logra su elaboración”. Esta perspectiva facilita comprender cómo se articula el concepto de RSE en esta obra.

De la misma manera, también colabora a comprender el marco de trabajo lo propuesto por Carlos López Beltrán (2004: 32-35) en el sentido de que la historia de un concepto abre la posibilidad de explorar sus articulaciones con espacios sociales, históricos e ideológicos más amplios.

Por otra parte, sería imposible la realización de este trabajo sin el enfoque histórico: un estudio científico presupone analizar hechos del pasado pues no se puede elaborar una teoría científica a partir de hechos del porvenir o del presente, dado que los últimos se deben convertir en datos de una experiencia para ser analizada. Entonces lo importante, como dice López Beltrán, es igual que un cazador dar con los rastros del animal, o sea el concepto, en la historia.

Debido a que la palabra “empresa” toma sentido utilizada para señalar un tipo particular de organización surgida de la Revolución industrial, para sus antecedentes se utilizará un término más genérico como emprendimiento u organización comercial o productiva, que remite a la acción de un individuo o la unión de individuos para emprender una actividad en común –organización del trabajo–, con un objetivo predeterminado –que conducirá a un beneficio económico– y coordinado con las técnicas disponibles. En este sentido, es posible encontrar emprendimientos desde el inicio del proceso de transformación del mono en hombre.

De hecho el acto de organización de la caza es, de acuerdo con lo expresado, un emprendimiento productivo, en la medida en que requiere poseer una técnica para construir artefactos –arcos, lanzas–, una técnica organizativa para coordinar las acciones del grupo y, posteriormente, una serie de técnicas –como la cocción– para la utilización del animal; todo en el marco del objetivo común de proveer alimentos al grupo, obteniendo como beneficio la propia supervivencia y reproducción. En ese momento histórico, el beneficio aparece más como social que económico.

Si bien estos primeros emprendimientos eran tribales, posteriormente, con el surgimiento de la propiedad privada y del Estado y la consiguiente estratificación de la sociedad en clases sociales, se desarrollan las ciudades y el ejercicio privado de los emprendimientos productivos, donde sí aparece el beneficio económico.

Hay que dejar sentado que el concepto de Estado no es el mismo que se utiliza en la sociedad contemporánea pero, independientemente de que se trate de un Estado autocrático o, como una forma de este último, uno teocrático, o una democracia al estilo ateniense, se trata del poder regulador y coercitivo que se alza por sobre los individuos y coordina, normando, sus actividades y garantizando la cohesión de la comunidad.

El desarrollo de las ciudades generó la necesidad de un comercio ejercitado en un mercado físico como actividad básica para cubrir el abastecimiento de las poblaciones urbanas. Ello, a su vez, impulsó a los gobernantes a comenzar a regular las actividades lucrativas con un objetivo económico –la recaudación de impuestos–, uno político –concentrar el ejercicio del poder– y uno social –que incluye la necesidad de cubrir las necesidades de la población y del propio poder estatal–.

El primer antecedente detectado en la historia donde aparece claramente en forma escrita una regulación de las actividades productivas lucrativas2 por parte del poder estatal con relación a sus consecuencias sobre miembros de la sociedad es el denominado Código de Hammurabi. Hammurabi, rey de Babilonia (1793-1750 a. C.) y fundador de su primer imperio, compiló y promulgó uno de los códigos de leyes más antiguos que se conocen,3 donde se puede leer que si un médico operó a un esclavo y le causó la muerte, tiene que entregar al propietario otro esclavo equivalente. En el caso de un arquitecto, si construyó una casa para otro y esta se derrumbó ocasionando la muerte del propietario, el arquitecto debía ser matado. O si le hizo perder los bienes por el derrumbe de la casa, la debe reconstruir a su propio costo.

Hay otras situaciones también especificadas, como las indemnizaciones a pagar por quienes con su ganado provocaban pérdidas a los agricultores o dificultaban el acceso al agua; o cuando un médico, por ejemplo, destruía el ojo de un señor en la operación con una lanceta de bronce, y le era amputada la mano al médico.

Evidentemente, hay una preocupación del soberano por mediar entre sus súbditos, cuando la relación entre estos es el resultado de la actividad productiva y lucrativa de uno de ellos. Por otra parte, queda claramente establecido que quien va a obtener un beneficio genera acciones hacia el entorno, y es responsable por sus consecuencias.

Aun los gobernantes autocráticos como Hammurabi, que aseguraban los intereses de las clases dominantes, legislaron contra los abusos y establecieron responsabilidades.

Vere Gordon Childe (1956: 174-175) relata que el faraón Harmhab, del siglo XIV a. C., se vio en la necesidad prescribir el corte de la nariz y el exilio de los recaudadores de impuestos que extorsionaban a los pobres.

Un hecho relevante es cómo surge un nuevo actor, el Estado –no importa la forma que este asume en cada momento histórico–, que a través de la regulación y de su poder coercitivo es parte activa de las relaciones de responsabilidad por las actividades lucrativas.

Analizando un importante componente de nuestro horizonte cultural civilizatorio, encontramos en el Evangelio de Marcos (12, 30-31), que cuando un escriba le pregunta a Jesús cuál es el primero de todos los mandamientos, le responde: “Y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y el segundo es: amarás a tu prójimo como a ti mismo”. A continuación dice Jesús: “No existe otro mandamiento mayor que estos”.4 Con lo cual la propia religión cristiana establece taxativamente que después del amor a Dios, cualquier actividad humana debe estar subordinada al amor al prójimo.

Pero también en el Antiguo Testamento se pueden encontrar prescripciones que hablan sobre la responsabilidad de los individuos, relacionadas con la pobreza, la riqueza y los negocios. Por ejemplo, en el Eclesiástico, libro que agrupa lecciones en forma de sentencias, se lee: “Hijo, no prives al pobre del sustento” (4, 1), “ni dejes en suspenso los ojos suplicantes” (4, 2), “no entristezcas al que tiene hambre, no exasperes al hombre en su indigencia”, “difícilmente se libra de falta el negociante, el comerciante no quedará limpio de pecado” (26, 29), “presta a tu prójimo cuando se halle en necesidad, y por tu parte restituye a tiempo al prójimo” (29, 2), “el que ama el oro no se verá justificado, el que anda tras el lucro se extraviará en él” (31, 5).

Posteriormente, se analizará el papel que juega esta concepción religiosa en las actividades lucrativas; pero queda claro que establece un límite a cualquier acción hacia los demás, que conforman el entorno, y, a su vez, hay una condena de las actividades lucrativas.

En otra de las grandes religiones monoteístas, el islam, se lee en el Corán, en la sura de los defraudadores (1020-1021):

 

En el nombre de Alá, el Misericordioso, el Comprensivo.

Perdición para los defraudadores. Que cuando le compran a la gente le exigen la medida y el peso cumplido. Pero cuando son ellos los que miden o pesan comenten fraude.

La Biblia o el Corán son obras religiosas que van a ejercer una importante influencia en el dictado de leyes y códigos en el transcurso de la historia, pues se trata de prescripciones que se relacionan con principios éticos y morales. Se observa en ellos una preocupación que se puede trasladar a la ética en los negocios. En un caso, como prescripción general: amar al prójimo como a uno mismo, y, en los otros casos citados, como prescripciones específicas, en cuanto a condenar a quienes no ayudan a los semejantes o defraudan en sus actividades comerciales.

En la búsqueda de indicios que marcan antecedentes de las limitaciones que ha establecido cada sociedad al desempeño de las actividades por parte de los emprendimientos productivos, así como el tema de la riqueza y la pobreza, se analizarán los casos de la antigua Grecia y de Roma.

El griego Hesíodo, que compuso sus obras alrededor del último cuarto del siglo VIII a. C., dice en los versos 320-325 de su poema Trabajos y días (Hesíodo, 2006: 81):

 

Las riquezas no deben robarse; las que dan los dioses son mucho mejores; pues si alguien con sus propias manos quita a la fuerza una gran fortuna o la roba con su lengua como a menudo sucede –cuando el deseo de lucro hace perder la cabeza a los hombres y la falta de escrúpulos oprime a la honradez–, rápidamente le debilitan los dioses y arruinan la casa de un hombre semejante, de modo que por poco tiempo le dura la dicha.

 

Es posible poner los dichos del poeta en la línea de lo ya expuesto en relación con la moral y el lucro, en el caso de la Biblia y del Corán. A ello se adiciona el “robo con la lengua”, o sea, el uso de la palabra para engañar.

En el caso de Roma, según Pierre Grimal (2014: 119-121), el derecho comienza para nosotros con la Ley de las Doce Tablas, que según la tradición antigua fueron redactadas hacia mediados del siglo V a. C. a petición de la plebe, ya que las leyes eran orales y existía discrecionalidad en su aplicación. Una de sus reglas dice: “Si alguno exigiese a otro más usura que el 12% al año, quedará sujeto a la pena del duplo”. Ya en su inicio este derecho establecía límites en las relaciones que implican un lucro.

El derecho romano definía claramente el sentido de la propiedad como jus utendi et abutendi, o sea el derecho de usar y abusar (Pernoud, 1962: 49); de lo cual se desprende que el ejercicio de la propiedad o de las consecuencias de ella en el ejercicio de una actividad lucrativa no tendría restricción alguna.

Sin embargo, se puede observar que en el caso del trigo, y por lo tanto del pan, así como el de los que ejercían la actividad correspondiente, los pistores o panaderos, por tratarse de un insumo básico para la supervivencia de la población, el sistema estaba estrictamente reglamentado en su ejercicio productivo y comercial por el propio emperador.

Si bien existía un mercado libre que se constituía con los excedentes que los productores ponían a la venta, la importación y transformación que el fisco distribuía oficialmente estaban claramente reglamentadas (Mossé, 1980: 166-168).

La mayor parte del trigo para el abastecimiento de Roma provenía de África. Los navegantes que lo transportaban estaban agrupados en corporaciones estrictamente controladas. Los marinos debían realizar el trayecto más corto y no podían detenerse en ninguna parte, bajo pena de muerte o de deportación; cualquier pérdida de mercaderías debía ser pagada con su propia fortuna. El prefecto de Roma poseía una lista con todos los miembros de la corporación y sus bienes.

Una vez cumplido el proceso de desembarcar el trigo en la ciudad, se distribuía a los panaderos, quienes adquirían generalmente la actividad por herencia. No obstante, debían poseer suficientes bienes para ejercer la actividad, de los cuales se llevaba también un registro; estos bienes no podían ser vendidos libremente, pues funcionaban como garantía de su actividad.

El pan era distribuido gratuitamente, y se ha calculado en 200 mil personas el número de quienes recibían ese beneficio. Se conoce que la distribución de aceite, vino y carne de cerdo estaba organizada según la misma estricta reglamentación.

Lo expuesto posibilita observar que, aun en una sociedad que jurídicamente ampliaba el concepto de propiedad hasta sus máximos límites, aquellas actividades que el Estado –a pesar de la existencia de otras instituciones–, a partir de Augusto dominado por el emperador, consideraba vitales para su propia subsistencia, eran estrictamente reglamentadas en beneficio del conjunto; aunque en este caso haya sido para mantener tranquilas a las masas populares y evitar revueltas que cuanto podían perjudicar al imperio.