La revolución de la diosa - Mel Wells - E-Book

La revolución de la diosa E-Book

Mel Wells

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Beschreibung

Si alguna vez te has encontrado con dificultades con las dietas, la comida, tu imagen corporal o tu peso, entonces La revolución de la diosa es tu nuevo manual para toda tu vida. Imagina cuánto te volverías enamorar de tu vida si no te vieras tan consumida por los pensamientos negativos relativos a la comida, tu peso y tu cuerpo. Imagina que pudieras tener, sin esfuerzo, tu peso erfecto y sentirte más feliz y más libre en lo relativo a la comida de lo que nunca te has sentido. La antigua actriz y modelo Mel Wells batalló con su imagen corporal y tuvo una relación poco saludable con la comida durante muchos años. Al darse cuenta del impacto negativo que esto estaba teniendo sobre su salud, sus relaciones, su trabajo y prácticamente todos los aspectos de su vida, Mel supo que tenía que sanar. Diseñó un método singular para transformar su relación con la comida y en este libro comparte las técnicas que ha aprendido. Escrito con honestidad y pasión, La revolución de la diosa te muestra cómo es posible tener una relación sana, satisfactoria y libre de culpabilidad con nuestro cuerpo sin seguir dietas ni unos regí- menes estrictos. Mel nos enseña cómo podemos empezar, de verdad, a mostrarle a nuestro cuerpo el amor que merece, recuperar nuestro poder en lo relativo a la comida y, a cambio, sentirnos mejor que nunca.

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Mel Wells

La revolución de la diosa

Haz las paces con la comida,

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Colección Salud y Vida natural

LA REVOLUCIÓN DE LA DIOSA

Mel Wells

1.ª edición en versión digital: enero de 2022

Título original: The Goddesss Revolution

Traducción: David George

Corrección: Sara Moreno

Diseño de cubierta: TsEdi, Teleservicios Editoriales, S. L.

Maquetación ebook: leerendigital.com

© 2016, Mel Wells Originalmente publicado por Hay House Inc., USA, en 2016

(Reservados todos los derechos)

© 2022, Ediciones Obelisco, S.L.

(Reservados los derechos para la presente edición)

Edita: Ediciones Obelisco S.L.

Collita, 23-25. Pol. Ind. Molí de la Bastida

08191 Rubí - Barcelona - España

Tel. 93 309 85 25 - Fax 93 309 85 23

E-mail: [email protected]

ISBN EPUB: 978-84-9111-833-6

Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada, trasmitida o utilizada en manera alguna por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o electrográfico, sin el previo consentimiento por escrito del editor.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Índice

 

Portada

La revolución de la diosa

Créditos

De una diosa a otra

PARTE I: Mi historia

De odiarme estando delgada a quererme estando sana

La vitamina perdida (la vitamina del amor)

PARTE II: La dieta perfecta

La dieta: ¿Una forma de vida?

El nuevo santo grial

Tu relación con la comida

Cómo saber si eres adicta a las dietas yoyó

Cuando la comida te habla

¿Es la comida amiga y enemiga?

Ninguna dieta te va a salvar. Eres tú quien tiene que hacerlo

Días buenos, días malos, la vía y el vagón

Control frente a intuición

Regresa a tu cuerpo

No estás rota

Cuando haya perdido cinco kilos…

Lo que de verdad estás buscando

El «estilo de vida» crudo, ecológico, vegano, paleo, sin azúcar, sin gluten y macrobiótico

La solución nunca se encontrará en una píldora, un batido, un sobre o una infusión

El problema con las comidas en las que puedes comer lo que quieras

Las dietas te dicen NO

PARTE III: Rompiendo el libro de normas

El manifiesto de la diosa

¿En qué tipo de relación estás inmersa?

Deja de monitorizar y empieza a vivir

Rompe también con tu báscula

El arte de la abundancia

Hacer dieta es un trabajo a jornada completa

Tu yo futuro

El cuerpo de tus sueños

¿Cuál es tu porqué?

PARTE IV: Queda saciada: ¿de qué tienes hambre?

No puedes comerte tus sentimientos

Abandona las distracciones

¿Qué te llena?

Sé la mujer al mando de tu propia vida

Llénate de ti misma

PARTE V: Silenciando las dudas

Conoce a tu perra delgada interior

Tu historial con la comida

La maldición de las comparaciones

La cultura de las famosas

Las vidas en forma de un carrete de las fotos más destacadas en Instagram

#Fitspiration (Inspiración para estar en forma)

El precio de la perfección

Sé amable contigo misma, lo estás haciendo lo mejor que puedes

Delgada no equivale a feliz

¿Estás siendo TÚ MISMA?

Complacer a la gente

Adiós MDPA. Recibe con los brazos abiertos tu ADPA

Miedo a ser juzgada por los demás

Otras personas y sus cosas

El poder de la sororidad

PARTE VI: Siente tu camino hacia la libertad

Céntrate en los sentimientos

Se trata de comida, no de religión

Cómo comer lo que quieras

Asumir la responsabilidad

Comer fuera de casa sin perder los papeles

Los tentempiés

Tu sagrada cocina

Cocina con amor

Sé tu propia experta en ti misma

Reducir frente a eliminar

PARTE VII: Viva la diosa: volviendo a enamorarte de tu cuerpo

Deberías quererte

Cómo amar tu cuerpo DE VERDAD

Tu cuerpo es tu mejor amigo

Consigue un cuerpo que ames amando tu cuerpo

El perdón

Sé la chica L’Oreal

La divina responsabilidad de los propios cuidados

Acoge los regalos de tus antepasados

Haz ejercicio como una diosa

Tu vestuario de diosa

Aparecer y hacer el trabajo

De una diosa a otra

Recursos adicionales

Agradecimientos

Acerca de la autora

Dedicado a Jackie, mi hermosa madre

y una diosa de los pies a la cabeza

Diosa

Sustantivo

1. Ser femenino con poderes o atributos sobrenaturales a la que adora y en la que cree un pueblo.

2. Un ser femenino que se cree que es la fuente de la vida.

3. Una mujer que está en proceso de aprender, aceptarse y quererse a todos los niveles: mente, cuerpo y espíritu. Una mujer que sabe que tiene una capacidad ilimitada para hacer que su vida sea lo que desee. Una mujer inspirada para dar a los que tiene a su alrededor debido a su sentido de gratitud y abundancia.

De una diosa a otra

Nuestras historias en torno a la comida, el peso y la imagen corporal son, todas ellas, muy personales. Las guardamos muy dentro de nosotras por miedo a ser juzgadas o malinterpretadas. Pese a ello, muchas de nosotras permitimos, secretamente, que rijan nuestro día a día, lo que con el tiempo les permite gobernar nuestra vida. Hablar sobre nuestros sentimientos en lo tocante a la comida y a la vida en nuestro cuerpo imperfecto puede hacernos sentir como si estuviésemos mostrando nuestra alma desnuda.

Estoy segura de que, al igual que yo, has visto esas fotos del «antes y el después» relacionadas con las dietas en las redes sociales; las historias de transformación que comparan las diferencias entre la forma o el tamaño corporal y felicitan a la persona que está a dieta por su «gran logro, trabajo duro y fuerza de voluntad».

Pero… ¿qué sucede si, a pesar de perder peso, nada cambiase realmente en la cabeza de esa mujer en lo relativo a cómo se sentía con respecto a sí misma?

¿Qué sucedería si siguiera en guerra con su cuerpo, a pesar de que éste hubiera cambiado debido a un régimen riguroso? ¿Qué pasaría si todavía no estuviese en paz con lo que viese en el espejo, a pesar de celebrar esta «victoria» con la pérdida de peso y de haber sido elogiada por su entrenador y sus compañeras de dieta? ¿Qué sucedería si siguiera sufriendo cada día con respecto a sus elecciones relativas a la comida y se criticara a sí misma en cada fotografía? ¿Dónde la dejaría eso? ¿Seguiría tratándose de una historia de éxito?

Las verdaderas transformaciones que duran toda la vida son los cambios revolucionarios, impresionantes y significativos de mentalidad que, a su vez, se ven reflejados en todas las áreas de tu vida, y no sólo en la forma de tu cuerpo ni en tu porcentaje de grasa.

La experiencia de una mujer no es igual a la de ninguna otra en lo relativo a la comida o su cuerpo.

Tanto si una amiga te ha recomendado este libro como si lo has encargado online o lo has comprador en una librería, estoy muy contenta de que lo hayas hecho. Te encuentras en tu propio viaje singular con la comida y con tu cuerpo, basado en tus experiencias y tus condicionamientos, hasta este preciso momento en el que has escogido este libro y has decidido empezar a leerlo.

En este libro compartiré mi propia revolución personal relacionada con la comida, mi peso y mi cuerpo, y te proporcionaré las herramientas y los principios que cambiarán tu vida y que necesitarás para alejarte de lo que podría parecerte la cárcel de tu cuerpo de por vida.

Además compartiré algunas de las historias de diosas inspiradoras que se han unido a la revolución y también han llevado a cabo cambios espectaculares (que han ido mucho más allá de aquello con lo que podría competir un club de dietas). Historias de transformación reales, francas, en las que el cambio se ha dado desde el interior. Puede que no te veas muy reflejada en mi historia, pero quizás una de las suyas te golpee con tanta fuerza que te caigas de tu silla y te despiertes del tortazo.

Sí, este viaje profundiza mucho más allá de alegrarse por una cifra en la báscula o una etiqueta con la talla en la parte posterior de un vestido.

No estás sola

Millones de mujeres sienten que están viviendo en un cuerpo que no sienten como suyo, mientras que otras viven, cotidianamente, consumidas por las normas de las dietas y por pensamientos obsesivos relacionados con la comida y el peso.

Ha llegado el momento de que nos expresemos y tengamos esas conversaciones sobre la comida, el peso y la imagen corporal que hemos mantenido encerradas dentro de nuestra propia cabeza.

A través de mi propio viaje, mi sanación y mi propia práctica, he descubierto la clave para alcanzar la completa libertad con la comida y en mi cuerpo.

Ahora, el cometido de mi vida consiste en transmitírtelo y que te veas recompensada por el hecho de despertarte cada mañana sintiéndote totalmente cómoda en tu propia piel, libre de normas, libre de miedo o culpabilidad en torno a la comida y lista para obtener lo que quieras de la vida sin verte reprimida por lo que sientes con respecto a tu cuerpo y tus patrones de alimentación no deseados.

La revolución está aquí, diosas.

De odiarme estando delgada

a quererme estando sana

«La herida es el lugar por donde la luz entra en ti».

Rumi

Siento una gran pasión por la sanación de la relación de las mujeres con la comida porque a mí me llevó mucho tiempo sanar la mía propia.

Mi mayor miedo fue abandonar mi relación abusiva y adictiva con la comida. Fue mi red de seguridad, mi mejor amiga. Además, casi me destruyó. En un breve espacio de tiempo pasé de ser una adolescente despreocupada a una mentirosa que guardaba secretos. Evitaba las situaciones sociales, me mostraba irritable con mis seres queridos, me sentía asqueada de mí misma, espantosamente avergonzada y abochornada, pero también negaba que tuviese algún tipo de problema.

Empleaba la comida para anestesiar mis sentimientos, para castigarme, para recompensarme. La usaba para tapar buena parte de lo que estaba sucediendo en mi vida a lo que no quería enfrentarme o resolver. Era lo que me ofrecía consuelo, aquello a lo que recurría siempre. Me sentía sola sin ella. Era tan adicta a mis patrones de alimentación destructivos que a veces me sentía como una drogadicta que necesitaba, imperiosamente, ir a rehabilitación.

Hablar de ello ahora es como describir a una persona completamente distinta: una vida totalmente diferente a la que estoy viviendo ahora. Ahora me acepto de todas las formas. Amo y respeto mi cuerpo cada día y ni se me pasaría por la cabeza maltratarlo, pero incluso después de años en recuperación, sigo sintiendo como si tuviera toda una vida de compensación por delante.

Mientras crecía pensaba que lo tenía todo. Me encantaba mi vida. Me encantaban mis amigos. Se podía decir que también estaba encantada conmigo misma.

Hacer dieta nunca se me pasó por la cabeza: esa palabra ni siquiera formaba parte de mi vocabulario. Mi madre nunca había hecho dieta y yo comía lo que quería (comida basura, básicamente) y participaba en competiciones deportivas y de baile cada mes, cosa que me encantaba y que me mantenía muy esbelta y aparentemente sana. (Esbelta equivale a sana, ¿verdad?).

A los dieciséis años las cosas cambiaron.

Fui a una escuela de artes escénicas para estudiar interpretación (¡claro que lo hice!). Desde el principio, la competencia fue palpable, y los comentarios maliciosos y el autocuestionamiento eran la norma. Estaba acostumbrada a ser una gran triunfadora, pero rodeada de otras muchachas adolescentes que estaban desarrollando curvas y criticando su cuerpo, no pasó mucho tiempo hasta que empecé a atenuar mi luz y preguntarme: «¿Quién soy yo para ser la que siente confianza en su propia piel? ¿Quién soy yo para osar quererme?».

Quería hacer amigas y encajar desesperadamente, por lo que cuando las otras chicas se quejaban de que estaban gordas, yo me uní también, pellizcándome el vientre y las caderas y haciendo una mueca. Cuando empezaron a hacer dieta, yo también empecé con una.

Pero no podía hacerlo a medias.

Hacer una conocida dieta a base de cereales se convirtió en una competición para ver quién podía perder más peso más rápidamente, lo que se transformó en eliminar los cereales y volverme adicta a los refrescos sin azúcar y el agua con sabores, lo que pronto se intensificó con los pedidos de pastillas adelgazantes por Internet, que inducían sofocos y tiriteras incontrolables por la noche; pero nada de eso importaba, pasar hambre no importaba, entonces era adicta a ver como mi cuerpo menguaba.

De algún modo seguía obteniendo muy buenas calificaciones en mis trabajos del curso y consiguiendo papeles excelentes en obras; pero en mi interior me encontraba en una guerra total conmigo misma, y a medida que perdía kilos también perdí mi encanto, mi chispa, mi personalidad y me perdí a mí misma.

Echando la vista atrás es fácil ver que lo que en realidad estaba buscando era la felicidad y la autoaceptación que había perdido; pero estaba convencida que eso venía acompañado de una cifra. Si conseguía ese número o talla me sentiría, repentinamente, empoderada y volvería a tener confianza en mí misma.

Súbitamente ya no me preocuparía lo que la gente pensase de mí. Recuperaría mi encanto. Podría vivir la vida que quería; pero de ninguna forma podría perseguir esos sueños hasta haber alcanzado antes ese número perfecto.

Y así, la guerra conmigo misma prosiguió…

Lo que sucedió a continuación me pilló completamente por sorpresa: conseguí un papel en una importante telenovela en el Reino Unido, Hollyoaks, y al cabo de un par de semanas mi vida sufrió un gran cambio, me mudé a un apartamento en Liverpool para empezar a trabajar.

Suena como un sueño. Tenía un trabajo bien pagado, salía cada noche en la televisión y empezaron a reconocerme cuando salía por la calle; pero el reverso de la moneda era harina de otro costal. Me encontraba lejos de mi hogar y estaba viviendo sola por primera vez, y no podía soportar verme en la televisión o ver mi fotografía apareciendo en la prensa rosa.

Tenía dieciocho años, estaba abrumada, sola y me encontraba fuera de lugar.

Entonces, en lugar de controlar lo que comía, perdí el control por completo. Empecé a darme atracones como si nunca hubiese visto o consumido comida antes. Era como una mujer posesa. Ni siquiera saboreaba lo que comía: lo inhalaba como si fuese oxígeno. Entonces, por supuesto, la culpa me golpeaba. Tiraba toda la comida y sentía asco de mí misma hasta que las lágrimas me caían por el rostro.

A veces hasta regresaba al cubo de la basura como si fuera una gata salvaje para recuperar las sobras y seguir con mi patrón de comportamiento. Entonces diseñaba un plan para «volver a empezar mañana» y pasar hambre durante algunos días, mientras iba al gimnasio y me machacaba sobre la cinta de correr hasta que estaba tan aburrida que podía llorar, para así «compensar» o «revertir» mi atracón.

Recuerdo pensar que estaba viviendo el sueño que siempre había tenido mientras crecía (¡Tengo un papel principal en un espectáculo regular de televisión!). Así pues, ¿por qué me siento tan vacía e infeliz?

Por mucho que intentaba distraerme saliendo por las noches y con frenéticos derroches en compras para llenar el hueco, sentía una agobiante sensación de soledad y vacío. Era como si me faltara algo y mi adicción a la comida llenase el vacío.

Vi a un par de terapeutas durante esa época, pero decidí no dejarles acceder a mi interior. Una parte de mí seguía queriendo permanecer en el pequeño infierno que había creado: me hacía sentir cómoda y segura. Cuanto más me decía que necesitaba arreglarlo, más permiso me daba a mí misma para seguir repitiendo los mismos patrones. Me decía lo mismo una y otra vez: «Ésta es quién soy. Tendré que vivir así durante el resto de mi vida y nadie puede salvarme».

Cuando mi personaje fue eliminado de la telenovela más o menos en la época en la que llegó un nuevo productor me sentí desolada, pero en retrospectiva creo que un poder superior estaba cuidando de mí. No estaba saliendo adelante en absoluto y había perdido por completo cualquier sensación sobre quién era yo.

Cuando los productores de Hollywood no llamaron a mi puerta, empecé a trabajar como modelo. Me encantaba viajar cada día para las sesiones de fotos (era muy divertido) pero, por supuesto, vino acompañado de más presiones sobre mi cuerpo.

Me presentaba a trabajos, y si mis medidas no eran tan perfectas como «deberían» ser, me enviaban de vuelta a casa y me reemplazaban por otra chica, y cuando conseguía el trabajo, ver las fotos retocadas reforzaba mi creencia de que mi cuerpo necesitaba «arreglos» para hacer que tuviese un aspecto lo suficientemente bueno.

Sobre todo, cada vez estaba más convencida de que mi cuerpo tenía que ser perfecto o simplemente menguar un poquito más.

Lo que sucedió después hizo que todo mi mundo se tambalease y que tomase conciencia de mi existencia obsesionada conmigo misma.

Durante las Navidades de 2011, a mi querido padre le diagnosticaron un cáncer en fase cuatro y le dieron cuatro meses de vida. Puedo recordar estar en la habitación con él cuando nos lo dijeron. Ese momento lo cambió todo, y los tres (mi hermano Charlie, mi padre y yo) nos apretamos las manos mutuamente antes de derrumbarnos y abrazarnos, temblando. Cuatro meses que pasar con nuestro maravilloso padre hasta que llegara su momento y se viera apartado de nuestro lado para siempre.

Mi padre tenía una personalidad alegre y genial, y un carácter exuberante que seducía a cualquiera que le conociese. Entraba en una habitación y la energía que desprendía dejaba encantados a todos. Tenía un aura maravillosa: me sentía orgullosa de decir que era mi padre; y yo era, indudablemente, su chica preferida.

Se cuidaba mucho en muchos aspectos, pero cuando se trataba de la salud, ésta siempre se encontraba en la parte inferior de sus prioridades. «La vida es demasiado corta para estar sano», me decía riéndose cuando le recomendaba que redujese su consumo de beicon y salchichas. Yo no sabía mucho sobre nutrición entonces, pero había leído todos los libros sobre dietas que había y sabía que no se estaba haciendo ningún favor. Tenía sobrepeso, le gustaban la comida contundente y el vino y no hacía ejercicio. (Quizás, si hubiera podido hacer ejercicio llevando puesto su mejor traje lo habría intentado).

Esos cuatro últimos meses con mi padre fueron una completa confusión. Cada día me derrumbaba llorando y gritaba y rezaba pidiendo ayuda. Ryan, mi pareja en esa época, fue mi apoyo a lo largo de todo esto, y le estoy muy agradecida por estar ahí conmigo, a mi lado. Hice todo lo posible por pasar tanto tiempo como pude con mi padre, haciéndole sentir más importante, más querido y más cuidado que nadie en el mundo.

Para mi sorpresa, mi padre empezó a buscar libros sobre el cáncer: «Quiero saber cosas sobre este maldito bastardo que me está matando», dijo, lo que me hizo recordar un libro que alguien me había recomendado en una ocasión: El estudio de China, el estudio más completo sobre la nutrición y la salud que se había llevado a cabo nunca. Devoré el libro y me impresionó que para cada tipo de cáncer o enfermedad la respuesta era sencilla: menos alimentos procesados, menos productos de origen animal y más de origen vegetal y una forma de vida más alcalina.

Empecé a animar a mi padre a comer más de los alimentos adecuados, pero tristemente, llegado a ese punto era incapaz de comer mucho y se alimentaba a base de batidos y suplementos alimenticios. Sentía como si hubiese descubierto el secreto mejor guardado del mundo, aunque hubiese sido demasiado tarde para salvarle. En abril de 2012 falleció tranquilamente y se convirtió en mi ángel.

La pena por perderle hizo que me resultase incluso más difícil controlar mi alimentación, pero mi resolución se volvió más urgente y llena de sentido. Nunca me había visto más llamada a compartir un mensaje con el mundo, y decidí empezar a estudiar nutrición para convertirme en una coach de salud. No lo consideré una nueva trayectoria profesional: todo lo que sabía era que estaba hambrienta por obtener más información y por difundir este mensaje sobre la prevención del cáncer por doquier y esperaba, a su vez, sanarme también a mí misma.

La vitamina perdida

(la vitamina del amor)

Empecé a difundir, por todas partes, el mensaje sobre los beneficios para la salud de la vida basada en el consumo de alimentos de origen vegetal y empecé a crear recetas veganas para ayudar al mundo al combatir la enfermedad. Fue maravilloso.

¿Pero, sanó esto realmente mi relación con la comida y puso fin a la guerra que mantenía con mi cuerpo?

No…, no lo hizo.

Entonces poseía más conocimientos sobre la nutrición y un estilo de vida saludable, pero también disponía de un nuevo conjunto de normas que seguir en lo tocante a la comida: en esencia, una dieta nueva y perfecta que usar y de la que abusar.

Ser vegana no hizo que dejase de odiar mi cuerpo y que tonteara con las calorías. Estaba consumiendo mejores alimentos, pero seguía con los mismos malos hábitos. En lugar de darme atracones de azúcar refinado, estaba atiborrándome de dátiles majhul y frutos secos.

Empecé a pensar que ninguna información nueva relativa a la nutrición podría sanar mi relación con la comida. Estaba buscando un milagro que hiciera que todo encajase y me hiciera sentir feliz en mi cuerpo. Me llevó un tiempo darme cuenta de que estaba buscando en los lugares equivocados.

Ser madre siempre ha sido una de las cosas más importantes para mí. Siempre había sabido que quería tener hijos, pero cuando mi pareja y yo empezamos a tener discusiones serias sobre tener un bebé, eso, de repente, me golpeó como si me hubiera caído encima una tonelada de ladrillos: ¿Cómo narices iba yo a ser un buen modelo a seguir para mis hijos? ¿Cómo podría seguir con esta forma de comer y de restar importancia a mi cuerpo y transmitir esta mentalidad retorcida a un niño inocente?

Ni siquiera estaba segura de si podría concebir, dado lo mucho que había trasteado con mi cuerpo. No sólo eso, sino que, además, estaba obsesionada con el aspecto que tenía mi cuerpo. ¿Cómo demonios iba a afrontar el quedarme embarazada y perder rápidamente el peso ganado durante la gestación? Eso estaba destinado a hacerme enloquecer. ¿Llevaría a cabo una dieta depurativa a base de zumos o haría un ayuno estricto el día después de tener a mi bebé? Probablemente. E incluso yo misma podía ver qué caos supondría eso.

Decidí que algo tenía que cambiar drásticamente si quería asumir la responsabilidad de tener hijos y ser un modelo sano a seguir para mis retoños. Me hice la promesa de abandonar mi comportamiento y de hacer las paces con mi cuerpo: hacer que fuese un entorno saludable para criar a un bebé. Decidí tener un año de estar «sana», y no «delgada»: entonces estaría lista para concebir.

Empecé a centrarme en sanarmi cuerpo, haciendo ejercicio para estar fuerte, en buena forma y por diversión en lugar de por quemar calorías. Dejé de mirarme con severidad frente al espejo cada día y dejé de intentar seguir unas normas estrictas con respecto a la comida.

Tiré el libro de normas y empecé a conectar con mi cuerpo de nuevo y a escucharlo.

Al principio estaba nerviosa. No confiaba en mí misma y estaba atemorizada por si ganaba peso. Sin embargo, estaba determinada a sanar mi cuerpo, así que me deshice de la báscula, de la que tanto dependía cuando buscaba validación cada mañana. Lo que sucedió con el tiempo fue milagroso. Parecía como si estuviera regresando a mi cuerpo después de tantos años batallando contra él.

Estuve más presente en la vida de mis amigos y mi familia. Dejé de estar tan crispada en las situaciones sociales en las que estaba implicada la comida. Empecé a cocinar algo más que simplemente comidas de dieta y, de hecho, empecé a encontrar placer en la comida: algo que no había permitido que fuese un deleite y una dicha en mi vida desde que iba al colegio.

Había asumido la tarea de estar delgada como un trabajo a jornada completa, y fue todo un alivio abandonarlo y renunciar a él.

Empecé a desarrollar mi mensaje promocionando un enfoque relativo a la salud contrario a las dietas; y con cuantas más mujeres hablaba, más me daba cuenta de cuántas de nosotras estamos librando una batalla aparentemente interminable con la comida y nuestro cuerpo. Es una epidemia.

Pensé que estaba librando una guerra secreta que nadie más comprendería. No tenía ni idea de cuántas mujeres más en el mundo estaban librando batallas similares.

Desde que llevé a cabo este cambio, he desarrollado muchas lecciones y herramientas para ayudar a las mujeres de todo el mundo a volver a enamorarse de su vida y a estar más enamoradas de sí mismas y más en paz con la comida y con su cuerpo de lo que nunca hubiesen creído posible. Y así, a través de este proceso, sorprendentemente, he perdido todo el exceso de peso procedente de mis viejos y malos hábitos de darme atracones. Me di cuenta de que no tenía por qué ser una lucha tan grande. Pero lo mejor de todo es que recuperé mi vida y, de hecho, volví a ser feliz en mi cuerpo independientemente de lo que pesara.

Las herramientas y los principios que enseño ahora son los que he aprendido a través de mis propias batallas y las de mis clientas, y eso es lo que he venido a compartir con vosotras en este libro. En las siguientes páginas descubrirás nuevos trucos relativos a la mentalidad para ayudarte a romper con los patrones destructivos relacionados con la comida y a querer a tu cuerpo, de modo que también tú puedas estar más sana y ser más feliz que nunca.

La revolución está aquí, y me emociona que os unáis a mí.

La dieta: ¿Una forma de vida?

Le pregunté a un grupo heterogéneo de mujeres qué pensamientos y sentimientos les surgían cuando pronunciaba la palabra «dieta». Aquí tenemos una pequeña muestra de lo que dijeron:

• normas

• pesarse

• autodesprecio

• delgada

• inutilidad

• restricción

• planes de comidas

• privaciones

• calorías

• fuerza de voluntad

• abdominales

• hambre

• báscula

• culpabilidad

• ensalada

• fracaso

• contar

• darse atracones

• empezar de nuevo el lunes

«Dieta» procede, originalmente, del griego dialita, que significa «una forma de vida».

Llámame loca, pero ninguna de las palabras o frases que acabamos de leer me parece una forma de vida atractiva desde mi punto de vista.

El nuevo santo grial

Millones de mujeres de todo el mundo están buscando la dieta perfecta, pero ¿qué es lo que buscamos en realidad?

Queremos una dieta que nos satisfaga, nos respalde, nos dé energía, nos haga felices, haga que nuestra piel resplandezca y que perdamos peso sin esfuerzo.

¿Por qué es tan tremendamente difícil encontrar esta dieta? Y, de todas formas y yendo más al meollo del asunto, ¿por qué somos todas tan tremendamente inútiles a la hora de ceñirnos a las dietas? ¿No sería la vida mucho mejor si pudiéramos simplemente ordenar nuestros alimentos y dar con el conjunto perfecto de normas que seguir de modo que pudiésemos concentrarnos en los asuntos más importantes?

Nuestra búsqueda de la dieta perfecta está entrelazada con nuestra búsqueda del físico perfecto, lo que nos hace buscar cómo castigar a nuestro cuerpo por no ser lo suficientemente buenas, así lo que empezamos a pensar…

«¿Podría ser mi combinación de alimentos sea totalmente errónea? ¿Quizás esté consumiendo demasiadas grasas saludables? ¿Quizás debería eliminar todo el azúcar durante tres semanas? ¿Puede ser que esté comiendo demasiada fruta o cenando demasiado tarde?».

La cultura de la dieta ha eliminado tanta alegría del hecho de comer que ahora usamos la comida de formas para las que nunca estuvo pensada. Hemos olvidado que la comida está ahí, en esencia, para alimentarnos, para nutrirnos, para disfrutarla y amarla. Hemos descuidado tanto nuestra relación con la comida que simplemente tomamos alimentos y nos los metemos en la boca sin pensárnoslo dos veces. Ni siquiera experimentamos los sabores y texturas de la comida antes de tragarla y pasamos a la siguiente cosa.

¿Te has despertado realmente temprano por la mañana, te has arrastrado hasta el coche como una zombi y entonces, de repente, te encuentras en el trabajo sin recordar cómo has llegado hasta allí?

Hacemos esto con la comida todo el tiempo.

Ahora piensa en tu cuerpo y en cómo lo tratas.

Cómo lo tratas DE VERDAD.

Con tus pensamientos, con tus palabras, con tus sentimientos y acciones.

Nos hemos acostumbrado tanto a estar desconectados de nuestro cuerpo que simplemente lo arrastramos de un lugar a otro durante todo el día como si fuera una mochila. Engullimos comida sin pensar. Consumimos alimentos sin comprender realmente en qué consisten, de dónde proceden o qué ingredientes contienen.

Cuando pienso en mi cuerpo, pienso en él en femenino. Tu cuerpo representa a la diosa, y quiero que empieces a pensar en tu cuerpo como en una entidad femenina independiente que merece tu adoración y respeto.

Pregúntate:

• ¿Lo respetas?

• ¿Lo miras con repulsión?

• ¿Lo reprendes?

• ¿Le dices con tu pensamiento que no es lo suficientemente bueno?

• ¿Reduces el ritmo y lo escuchas?

• ¿Confías en él?

• ¿Lo intentas manipular con normas?

• ¿Eres cariñosa con él?

• ¿Estás agradecida por tu cuerpo o lo has abandonado y desconectado de él por completo?

Tu relación con la comida y tu relación con tu cuerpo están entrelazadas, pero ¿estás tú conectada con cualquiera de los dos o los has abandonado a ambas?

Contrariamente a lo que te haría creer la industria de las dietas, la comida no está en este mundo para que estés en guerra con ella. No debería considerarse como el enemigo.

Necesitas alimento para nutrir tu cuerpo, para empoderarte y para permitirte cuidar de ti misma y de tu hermoso cuerpo: sólo tienes uno. Cuanta más dieta hagas, menos conectada te sentirás con tu cuerpo y tu comida, y más alejada estarás de ti misma.

Tu relación con la comida

Puedes comerte todo el kale, la quinoa y la proteína de cáñamo crudo del mundo, pero si sigues obsesionándote por esa porción de pizza que comiste la semana pasada, eso no será sano. No sacrifiques una mentalidad sana en tu búsqueda de un cuerpo sano.

La buena nutrición es muy importante. Asegurarte de consumir hortalizas, frutas y verduras frescas, grasas saludables y proteínas de buena calidad es vital para tener una buena salud, PERO no lo es todo, diosa.

Sí, me temo que todas estas conversaciones sobre la nutrición y las dietas pasan por alto un componente vital de lo que hace falta para estar sana y vivir en un cuerpo que ames. El vínculo que falta es:

Comprender tu relación con la comida. El alma de quién eres como persona que come.

Esto es absolutamente vital para un cambio duradero, y la razón por la cual los cambios a corto plazo en la dieta no funcionan ni funcionarán nunca para nosotras.

Los nutricionistas nos dicen: «Come esto. No comas eso». Estas evaluaciones se basan en los valores nutricionales, las calorías, los gramos, las vitaminas y el contenido en nutrientes, y éstas son las normas que deberías seguir; y estoy segura de que todos estos artículos, libros y expertos están en lo cierto en sus estudios. No se puede negar que si han pasado veinte años estudiando la nutrición, probablemente sepan mucho acerca del tema del que hablan.

Pero eso no es todo.

La nutrición no habla de tus pensamientos, sentimientos y emociones antes y después de comer. La nutrición no se ocupa de los otros componentes cambiantes de tu vida, tus relaciones, tu vida laboral y cómo afecta eso