La revuelta íntima del corazón - Nacho Bañeras - E-Book

La revuelta íntima del corazón E-Book

Nacho Bañeras

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Beschreibung

En una sociedad acelerada e individualista, este libro nos propone una pausa, una mirada hacia la belleza, un viaje al corazón de la filosofía; destacando la importancia de encontrarle un sentido profundo a la vida ¿Dónde llevar la atención? A la actitud, que es todo y lo único que verdaderamente tenemos. Una buena actitud nos lleva a entender cómo vemos el mundo y cómo lo queremos vivir. A este proceso lo llamamos madurar: un viaje entre lo que queremos, lo que somos y lo que nos vamos encontrando por el camino. Aquello a lo que llamamos filosofía es nuestra vida, nuestra capacidad de sentir, nuestro íntimo anhelo, la invitación a convertirnos en sabios en el amor, en el cuidado de nosotros mismos, los otros, el mundo y la vida. Este anhelo lo podemos avivar. Aquí encontramos un hogar y una calidez que nos acompañan, que nos dan sentido y que nos cuidan. Filósofos/as somos todos/as.

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LA REVUELTA ÍNTIMA DEL CORAZÓN

Meditaciones y Filosofía

Nacho Bañeras

Siglantana

Dirección de la colección «Mindfulness y Meditación»:

Javier García Campayo

© Nacho Bañeras 2021

Para esta edición:

© Editorial Siglantana S. L., 2021

www.siglantana.com

Ilustración de la cubierta: Suryalila

Maquetación y preimpresión: Carles de Gispert

Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal).

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. Puede contactar a través de la web www.conlicencia.com o por teléfono en el 91 702 19 70 / 93 272 04 47.

ISBN (Ilusbooks): 978-84-19014-01-6

ISBN (Siglantana): 978-84-18556-04-3

Depósito legal: B-16062-2021

Impreso en papel ecológico certificado por FSC®.

De ti procede todo,

en ti reside todo,

todo vuelve a ti.

Marco Aurelio

El filósofo se asemeja al poeta porque

los dos tienen que habérselas con lo maravilloso.

Agustín de Hipona

No hace falta que salgas de la habitación. Quédate sentado a la mesa y escucha. Ni siquiera escuches, simplemente espera.

Ni siquiera esperes. Quédate en silencio, en quietud y en solitario.

El mundo se ofrecerá libremente a ti. Será desenmascarado,

no tiene elección. Se desplegará en éxtasis a tus pies.

Kafka

SUMARIO

Por encima de todo, aprender a amar

El olvido de nuestro fuego interno, la pérdida del alma

Hilos de Ariadna o las teofanías del Amor

La razón fáustica, psicopatología de un materialismo patriarcal

Causas repercusiones de la razón fáustica

La interiorización del discurso del opresor

La filosofía sacra y las tres dimensiones del camino filosófico.

El pensamiento del corazón. Conócete y conocerás al universo y a los dioses

Conócete. Salir de mí, la honestidad y la profundidad de la revuelta íntima

Mitología y autoconocimiento. Mitopoética, el conocimiento de los dioses

Ecofilosofía

. Conoce el mundo, cuídalo. Reconocimientos y dedicatoria

Notas

Bibliografia

POR ENCIMA DE TODO APRENDER A AMAR

¿Quién nos dio la esponja para borrar el horizonte? 1

¿Cómo vamos a saber vivir si no sabemos quiénes somos?

¿Cómo vamos a saber quiénes somos

si no sabemos escuchar, ver y amar?

¿Cómo vamos a vivir si no escuchamos nuestro anhelo?

La filosofía es el camino y el fin. La filosofía es amor,

el camino de amar.

El propio hecho de vivir, la vida, nos invita, y muchas veces empuja y zarandea, a aprender a escuchar (y a escucharnos). A ver cómo miramos el mundo y lo queremos vivir. A este proceso, normalmente, lo nombramos madurar.

Madurar es un viaje entre lo que queremos, lo que somos y lo que nos vamos encontrando por el camino, a vueltas agradable y otras desolador.

Madurar es este proceso de ir encontrando aquello que somos mientras vamos haciendo el camino, siguiendo, de fondo, un mismo anhelo, el de ser felices, por más que los parámetros y las formas vayan modulando (y modulándonos) a lo largo de nuestra vida.

En este acto de conocernos, desde la experiencia y no desde el mero pensar, nos acompañamos. Una parte nuestra hace el camino, otra la observa y va generando un conjunto de reflexiones en torno a la vida, los otros, el sentido o nosotros mismos. Diría que todo el mundo hace este proceso y lo que varía es la dedicación y el interés por este ámbito.

Esto es, propiamente, filosofar.

Efectivamente, atendiendo a estas someras características con las que podemos describir la vida y a nosotros mismos, no conozco otra cosa que el propio filosofar como aquella actitud que mejor puede guiarnos en este viaje. Vivir, escuchar, amar, pensar, ver, demandan para ser profundos un conocimiento íntimo que llamamos autoconocimiento.

En este sentido me parece capital entender la filosofía y, por tanto, también al ser humano, puesto que son de naturaleza afín, como una sensibilidad, como una forma de percibir, escuchar, oír, ver y cuidar. Filosofar, como vivir, es propiamente una aisthesis.

Aisthesis, como veremos a lo largo del libro, significa quedar sin aliento, asombrado, previo paso para asumir y abrir el espacio a la inspiración, inspirar (en-theos), asumir (interiorizar aquello que vemos). Recuperar y desvelar esta forma de estar en el mundo es recuperar nuestro corazón, nuestra esencia, y recobrar, en realidad, el mundo. Implica darnos cuenta de que podemos contactar con una sensibilidad para vivir que ya tenemos, por más que la hayamos olvidado, reprimido o anulado.

Aquello que llamamos filosofía es, en realidad, nuestra vida, nuestra capacidad de sentir, nuestro íntimo anhelo, la invitación a convertirnos en sabios en el amor, en el cuidado de nosotros mismos, los otros, el mundo y la vida. Este anhelo lo podemos avivar. Aquí encontraremos un hogar y una calidez que nos acompaña, da sentido y cuida. Recordemos que salud viene de salus o salvatio y consiste en estar en condiciones de poder superar un obstáculo.

Filosofía no es otra cosa que esta vida y el recorrido que vamos haciendo mientras la vida nos va viviendo.

Filósofos/as somos todos/as.

EL OLVIDO DE NUESTRO FUEGO INTERNO, LA PÉRDIDA DEL ALMA

Dedícate a habitarte, caldea tu fuego interior.

Marco Aurelio

Actualmente, nos hemos olvidado de nuestro corazón, de nuestra sensibilidad, de nuestra humanidad.

Nos hemos olvidado de nosotros mismos, de nuestros anhelos profundos, de nuestro fuero interno. Quizás no cabría añadir nada más. Quizás todo lo que venga sea una reiteración y, probablemente, perdamos la oportunidad del impacto de la propia frase y del sendero al que nos predispone si la acercamos a nuestra experiencia y a nuestro fuero interno y, desde ahí, nos encaminamos a desvelar sus repercusiones.

Nos hemos olvidado de nuestro corazón. En verdad, efectivamente, no hace falta añadir nada más y quizás lo más urgente sea, simplemente, darnos cuenta, sabiendo que el propio darnos cuenta, cuando es profundo, es revelador y transformador.

Son muchos los ejemplos de esta escueta frase. Los podemos leer en diferentes niveles: como sociedad, como individuos, en las relaciones, con la naturaleza, en nuestro sentido existencial o en la relación que mantenemos con nosotros mismos, internamente.

Nos hemos olvidado de pensar con el corazón, del pensamiento del corazón descrito y nombrado, a lo largo de la historia, por tantos filósofos y filósofas: Pascal, Arabi, Diotima, Spinoza, Eloísa, Zambrano, Corbin, etcétera.

Nos hemos olvidado de pensar desde el corazón y este olvido ha convertido nuestro presente y a nosotros mismos en un desierto. Rutinas, ansiedad, carencia de sentido, insatisfacción, etc. son algunas de las expresiones con las que, a poco que rasquemos en nuestra experiencia, podemos conectar y que caracterizan tanto nuestro mundo como nuestro fuero interno. ¿Hasta cuándo esperaremos para entender que son expresión de un malestar que tiene que ver con la forma en la que estamos colocados y vivimos en el mundo y que, por ello, está íntimamente relacionado con aquello que pensamos?

Este libro parte de la constatación de una triple crisis: intrapsíquica, social y ecológica. Unas crisis que son la constatación, en el fondo, de un olvido, de la priorización de una forma de conocer y ver el mundo que ha decantado toda su riqueza hacia la mera racionalidad, marginando su dimensión meditativa2 o imaginativa. Una triple crisis que debe ser entendida como la repercusión de una determinada forma de estar y vivir en el mundo y, por tanto, de un paradigma concreto que funda nuestra actual cosmovisión o cosmología.

El primer objetivo es, por tanto, describir dicho paradigma, entendiendo que el ser humano, como ser narrativo y simbólico, se coloca en el mundo (lo vive, se relaciona, lo piensa, etc.) a través de un conjunto de prácticas y discursos que pueden constelarse, relacionando las creencias que lo articulan, y que, finalmente, podemos señalar sus repercusiones y efectos y denunciarlo.

Describir el paradigma que funda nuestra manera de estar en el mundo tiene repercusiones, tanto porque se constituye como forma de denuncia (y, como veremos, de denunciarnos), como porque permite un distanciamiento que no es neutral, esto es, permite y facilita una nueva mirada. Este desajuste, posibilitado por las inmensas brechas que abre de forma constante nuestro paradigma, es fundamental y el segundo de los motivos de este libro.

También el texto quiere entender esta triple crisis desde la cosmovisión originada a través del paradigma patriarcal, encarnado en una forma de pensar, la racionalización, y de vivir, la capitalista, que ha dado la espalda tanto a la reverencia para con la vida como a la vulnerabilidad de lo anímico, a la dimensión simbólica y a la fragilidad y la dignidad del ser humano.

Las tres dimensiones de esta crisis confluyen en generar esta sensación cercana al erial existencial en el que vivimos.

Cuanto más comprensible parece el universo, más parece carecer de sentido.3

Es precisamente esta la naturaleza de la crisis, la ausencia de resonancia, significado y sentido (tanto de la vida como de nuestra interioridad) que la convierten en un desierto y nos ubican, paradójicamente, en el espacio que desde antaño se ha considerado el elemento simbólico de la propia transformación.

Es preciso, en estos momentos, no olvidar que una crisis es un lugar de impasse, un umbral que puede acabar de matarnos (enajenarnos o saturar la capacidad de regeneración de la Tierra) o bien despertarnos para algo diferente, si aprovechamos el evento y lo convertimos en kairós, la oportunidad para entrar en una experiencia filosófica que nos permita un saber sobre nosotros revelador y revoltoso. El desierto, como lugar simbólico o real, nos permite despojarnos de todo lo innecesario y, también simbólicamente, nos empuja a guarecernos en nuestra interioridad, cual cueva, protegiéndonos de un sol (la Razón Moderna) que alumbra demasiado, quemándolo todo.

En realidad, este desierto es el resultado del desarrollo de nuestro propio mito y lo que vivimos es su final (esperemos) o su dimensión más oscura. Como cosmología, funda no solo el paradigma a través del cual se desarrolla toda una civilización, sino que, más importante para este libro, dicha cosmovisión construye la subjetividad individual, estructura las formas de relación entre sujetos y funda una relación con el mundo, tanto de contacto con lo otro (naturaleza u objetos) como de sentido existencial. Por tanto, este paradigma se encarna en nuestro día a día, con nuestras prácticas y estilos de vida, generando nuestro mundo y a nosotros mismos, y permite, propiamente, su propio mantenimiento, convirtiéndonos en sus reproductores. Señalar, como veremos, la instancia psíquica interna que crea y que encarnamos nos parece fundamental, ya que permite identificarnos internamente con las estrategias a través de las cuales re-producimos nuestro mundo y todo lo que conlleva.

La gran desorientación y carencia de fundamento que, desde el punto de vista metafísico, impregna la experiencia humana contemporánea: la ausencia, ampliamente sentida, de un orden más vasto, adecuado y públicamente accesible de finalidad y significado, una metanarración orientativa que trascienda las diferentes culturas y un modelo capaz de generar sentido, capaz de proporcionar a la existencia humana colectiva el necesario alimento de coherencia e inteligibilidad.

(…)

El profundo sentido de alienación que afecta al yo moderno. Al aislamiento del individuo respecto de sí mismo, los otros y su entorno. La completa sensación de ser independientes y aislados, de estar solos.

(…)

La necesidad de poner de relieve una dimensión humana desde una perspectiva crítica, madura, filosófica, de las fuerzas y tendencias inconscientes, creativas y destructivas, que desempeñan un papel fundamental en la vida humana.4

A poco que pongamos la mirada en nosotros, nos daremos cuenta de lo alejados que vivimos de nuestra interioridad, lo poco que practicamos el pensamiento del corazón y la afinidad que mantenemos con la maquinaria. Nos hemos olvidado (o en muchos casos reprimimos o no tenemos en cuenta) nuestra dimensión emocional (el sentir con el corazón, decidir a través de él, mostrarnos vulnerables, dolidos, compasivos, hermanados, sensibles o intuitivos, por poner algunos ejemplos).

El espacio emocional que ha quedado vacante ha sido copado por el exceso de razón que nos caracteriza.

Nos enamoramos, soñamos, tenemos miedo y esperanzas, sentimos simpatía, etc., no por la cabeza, sino por el corazón. El corazón siempre nos marca los para qué, los objetivos y la finalidad, puesto que lo que anhelamos, mientras perseguimos las manifestaciones de su deseo, es su propia forma de vibrar, es el saber que estamos escuchando nuestra corazón y, por tanto, la parte más íntima de nuestro ser. La cabeza, o la razón, nos debería facilitar la respuesta instrumental, cómo alcanzar aquello que deseamos y, no obstante, se ocupa también de la finalidad, analizándola, contabilizándola…

Junto con este olvido también hemos dado la espalda a lo simbólico y, por ello, hemos olvidado una forma de estar en el mundo poética, co-creativa. Así, la vida, nosotros mismos y el mundo, se ha convertido en algo material, funcional, rutinario, automático y mecánico. Nuestra forma de pensar ha literalizado el mundo, lo ha desencantado. No obstante, como decíamos, el ser humano se enamora, sueña, tiene miedo, se encariña de objetos, etc., y, por tanto, hacemos un sinfín de cosas que, no teniendo ninguna lógica, tienen todo el sentido.

También podemos adentrarnos en los motivos de este libro a través de la experiencia vital de cada uno de nosotros. Esta comparte significativas vivencias que croman una experiencia compartida y una problemática común y de gran calado. También resumidamente, podemos desgranar esta vivencia a través de varias características:

Ausencia de un sentido existencial profundo y transcendente.

Sensación de aislamiento e independencia con respecto a la sociedad, al mundo y al cosmos.

Importancia desmedida hacia la razón (entendida, luego lo veremos, como una razón instrumental, controladora, organizativa…)

Escepticismo frente a relatos religiosos y escatológicos.

5

Finalmente, el libro hace hincapié en la necesidad de una revuelta íntima que incida en las repercusiones de esta forma de estar en el mundo; que sea capaz de ofrecer otro paradigma en la forma de estar, pensar y relacionarnos con el mundo; que desmonte la mentira de una banal felicidad; que atienda a la necesidad de un recorrido de autoconocimiento para reconocer los relatos a través de los que se funda la identidad; que recupere el lazo con el otro y el mundo; y que sea, efectivamente, íntima, esto es, desde nuestro fuero interno, capaz de cuestionar los modos de relación con nosotros mismos, con honestidad, atendiendo al momento emocional de cada cual desde la vulnerabilidad, y colocándonos los unos con los otros de igual a igual, recuperando la dimensión de cuidado ligada, íntimamente, al ser humano. Capaz, también, de contraponerse a la excesiva positividad de nuestro presente y a su tendencia a visibilizar y exteriorizar toda la realidad, una interioridad que sea tanto punto de reposo como libertad y centro.

Para cambiar nuestro mundo, hemos de cambiar nuestra forma de pensar, hemos de abandonar la cosmología que fundamenta una relación con el mundo y con nosotros mismos enajenadora. Para cambiar el mundo, hemos de cambiarnos nosotros también, aunque este cambiar, matizo, sea, propiamente, un recuperarnos.

Este libro quiere ser una herramienta de intervención. En otros libros, he puesto todo el foco de atención en una tarea de autoconocimiento, si bien he ido incidiendo en que esta tiene que tener en cuenta el contexto en el que se desarrolla, puesto que debe ser consciente de los problemas y cuestionamientos que se realizan desde la intimidad y lo colectivo. Ahora creo oportuno centrarme en identificar y criticar las derivadas de nuestro contexto y en cómo estas nos empujan a sentir, pensar y problematizar nuestra vida de una manera concreta. Esta voluntad de intervención, por tanto, se circunscribe a las ganas de aportar claridad y a la intención de mostrar vías alternativas. En este sentido, creo fundamental señalar los itinerarios que hacen posible el reencuentro con nuestro propio sentir, que nos permite erguir un sentido existencial más consciente e integrado; criticar aquellos otros itinerarios que defienden la noción de independencia respecto al mundo y que confrontan un mundo hostil con un individuo que debe sobrevivir, independizarse, producir, consumir y realizarse; y, finalmente, recuperar aquellos que permiten retomar nuestra dimensión social, interdependiente, vulnerable y resonante, capaz de volver a generar lazos y atender a la dimensión de cuidado y trascendencia que definen lo humano.

Hace falta un libro que hable de lo que nos pasa internamente, justamente de nuestra forma de sentir o de estar insensibilizados y de nuestra forma de ver y vivir el mundo, y que lo haga entrelazando esta forma con el exterior, pues somos su resultado. A la vez, hace falta que lo haga mostrando nuestro gran potencial de transformación, cuyo motivo, más allá de la necesidad de la propia supervivencia que el agotamiento del planeta indica, sea por dignidad, por nuestra capacidad de comprensión, por solidaridad y, de nuevo, por nuestra apertura al cuidado y, en definitiva, como veremos, más cercano a nuestra esencia.

Hace falta un libro que reivindique nuestra capacidad íntima para modular nuestra forma de sentir, y que esta transformación tenga repercusiones, como no puede ser de otra manera, en el mundo que nos envuelve.

Por este motivo, este libro quiere ser una reivindicación, reiterada y continua, de la filosofía, y una invitación a una filosofía que creemos profunda, vital, transformadora y entusiasta, el autoconocimiento. Es este, el autoconocimiento, llevado a término de una forma individual y social, el único camino, a nuestro parecer, que puede confrontar el modo en el que hoy vivimos y ofrecernos un camino que nos permita descubrir otras formas de vivir, pensar y relacionarnos con nosotros mismos, los otros y nuestro entorno.

Recuperar esta filosofía es recuperar un legado que siempre nos ha acompañado. Este legado o tradición quedó relegado con la Modernidad, siendo, mayoritariamente, despreciado, aunque siguió pulsando en multitud de autores. Lo queremos nombrar y reivindicar como filosofía sacra para recuperar la actitud de reverencia hacia algo que está por encima de nosotros mismos. En una sociedad narcisista, recuperar la capacidad de resonancia vertical, la pregunta y el sentir existencial, me parece imprescindible, puesto que facilita al ser humano no sentirse el centro y tampoco estar perdido en la infinitud del cosmos.

Aclarar, por último, que con la crítica a la razón fáustica no busco un retorno al pasado. Soy consciente de que la mentalidad instrumental y científica ha aportado infinidad de beneficios a la humanidad, como nunca hasta la fecha habían existido. Por otro lado, la nomenclatura no quiere ahorrarse la necesidad de una crítica continúa que, junto al pensamiento del corazón, pueda seguir puliendo una forma de entender la filosofía cada vez más compleja y profunda.

Muy sucintamente, y para entender el punto de partida y recorrido del libro, me parece importante señalar un conjunto de ideas que pueden esclarecer un claro del bosque desde el que iniciar el recorrido del libro:

El ser humano está empujado, permanentemente, a hacer un camino de autoconocimiento, a preguntarse quién es, cómo vive o quiere vivir, por el sentido de la vida, etcétera.

Este empuje o destino tiene que ver con su dimensión narrativa y trascendental. Así, tan importante es para el ser humano la respuesta a la pregunta de quién es como la pregunta respecto a qué es.

Ser conscientes de nuestro malestar. Basta ya de relegarlo, justificarlo o reprimirlo. Nuestro malestar es insurgente. Alienación, entendido en su sentido literal, es estar dividido o separado de uno mismo. Es la experiencia vital de alejamiento, división y separación de nosotros mismos, de nosotros con el otro y de nosotros con el mundo. Esta división la manifestamos, en nuestra experiencia cotidiana, cuando consideramos la naturaleza o nuestro cuerpo como objeto, cuando nos culpamos (en la medida que hay una instancia dentro de nosotros con la que nos agredimos) o cuando utilizamos al otro de una forma instrumental.

Este trabajo de autoconocimiento, principalmente, está orientado a poner luz en la narrativa existencial en y con la que vivimos y que organiza nuestra forma de pensar, notar, sentir y relacionarnos. Sabemos que el ser humano es un ser narrativo que hereda un conjunto de relatos (creencias, costumbres, valores, prácticas, etc.) que le permiten tener una cosmovisión, una subjetividad, una identidad o un cosmo-paradigma a través del que vivir. Es imprescindible, desde la filosofía, no dar este relato por natural, sino, primero, poner luz en cómo condiciona la vida del sujeto (de nuevo, cómo le hace notar, sentir…) y, segundo, ofrecerle, con la distancia que permite el trabajo de observación, un alejamiento que le ayude a cuestionar esos parámetros y a contextualizarlos con su presente y sus circunstancias.

El autoconocimiento nos permite un marco de mayor libertad, responsabilidad y conciencia, ya que ofrece un distanciamiento frente a las narrativas existenciales, los cosmo-paradigmas que construyen nuestra identidad y nuestro mundo y, por tanto, la forma de relacionarnos internamente, vivir el mundo y relacionarnos con los otros.

El trabajo de autoconocimiento es un trabajo hacia el vaciamiento interno, y ello promueve una mayor libertad interna y externa. Promueve, en este sentido, un necesario descentramiento del yo.

Nos permite hacer un trabajo a través de la figura del reconocimiento, ser conscientes de nuestro miedos y deseos, a reconocernos complejos y fragmentados.

Poner la mirada en nosotros mismos tiene repercusiones inmediatas y señala un aspecto consubstancial a nuestra naturaleza, la necesidad de no vivir de espaldas a nosotros mismos. Es más saludable un sufrimiento consciente que uno inconsciente, primeramente, porque con el hecho de verlo nos estamos reconociendo y, seguidamente, porque a través de verlo podemos hacer algo con ello, aunque solo sea aprender a convivir con esta realidad, comprendiéndola. Estar junto a nosotros, atendiéndonos, finalmente, nos permite contrarrestar la tendencia patriarcal a vivir de espaldas a nosotros mismos, que prioriza el propio producir frente a la vida.

La revuelta íntima es entender y practicar la máxima délfica. La sabiduría no es otra cosa que aquella actitud a la que nos predispone la filosofía, una actitud que nos permite hacernos partícipes de la vida, del cosmos y de nosotros mismos.

La tarea del autoconocimiento es propiamente un aprender a cuidar, y la tarea de cuidar guarda inmensos paralelismos con el escuchar, el mirar y el amor.

El trabajo del autoconocimiento tiene claras repercusiones sociopolíticas, pues remueve y zarandea los patrones a través de los cuales se estructura determinada mirada del mundo y determinada forma de estar en él.

Nos acerca a nuestra naturaleza más esencial: el propio hecho de ser conscientes. Si el ser humano se ha constituido a través de infinidad de relatos existenciales, es preciso preguntar si no sería posible poner más énfasis en aquello que lo permite, esto es, la propia conciencia. Hacer un trabajo de autoconocimiento es poder desplegar la íntima capacidad del ser humano de ser consciente de sí mismo y, por ello, de desplegar la máxima capacidad humana que permite, siguiendo a Aristóteles, hacer efectiva, realizar, la naturaleza humana. Solo nos podemos realizar si desplegamos esta capacidad.

Salir de mí, como movimiento trascendente, es lo que permite un contacto con el mundo y su trasfondo esencial. Esta actitud, esta determinada sensibilidad, es una opción vital que enlaza el cuidado de uno mismo (

cura sui

) con el cuidado del mundo (

cura mundi

). Ello permite volver a desvelar y recuperar el sentido y el significado de nuestras propias vidas; señalar el profundo entrelazamiento del ser humano, de nosotros, con la realidad y, ligado a ello, el carácter sagrado que mora en nuestro entorno y, también, en nosotros mismos. Hace falta volver a mostrar el camino que tenemos a mano para hacer esto posible, es decir, para recuperar nuestro sentido y entrever la interdependencia que nos liga con nuestro entorno, hogar, orden y

logos.

La forma de pulsar de esta conciencia es la alegría, o el entusiasmo. El entusiasmo también es la sabiduría de sabernos conectados y parte de algo mayor que nosotros.

HILOS DE ARIADNA

La idea de que los seres humanos son seres autointerpretativos implica que sus relaciones con el mundo nunca están del todo dadas, sino que se ven constantemente articuladas, reconstituidas, negociadas y transformadas a través de procesos interpretativos tanto individuales como culturales. Esto significa también que las autointerpretaciones son siempre y necesariamente interpretaciones del mundo; y que, a la inversa, el sí mismo y el mundo (perceptible) no son entidades que precedan a la relación, sino que toman forma en el acontecer relacional.6

EL SER HUMANO, BRECHAS EN EL HORIZONTE

El ser humano es un ser corporal, ubicado en un tiempo y espacio. Es un ser, por tanto, en un mundo. Tanto el mundo que tiene en frente como la relación que genera con este y su propio mundo intrapsíquico y corporal están relacionados. Los tres se influencian, relacionan y co-crean.

El ser humano es un animal que busca su satisfacción a través de la realización de su deseo. Esta definición nos obligará a hablar de lo que contemporáneamente entendemos por felicidad, en la medida que esta representa la culminación última de un sujeto deseante.

El ser humano es un ser en el mundo y con un mundo. Ambos se crean recíprocamente.

El ser humano es un ser social que se construye a través de la relación con el otro y vive a través de la polaridad aceptación-rechazo de su grupo o comunidad. Esta esfera del ser humano nos empuja a tener en cuenta las narraciones existenciales que se legan, comparten y modulan en un momento determinado y, también, la estrategia innata del ser humano de generar un conjunto de tácticas, discursos y prácticas que tienen la finalidad de mantener estabilizadas tanto las narraciones existenciales que crean como las estructuras de poder, dominación y control que surgen a partir de ellas.

El ser humano es, también, un ser trascendente. Con ello queremos decir que puede, y muchas veces quiere, ser consciente de las narraciones existenciales que genera y de las diversas formas en las que, a través de esas narraciones, construye una identidad. A través de este impulso, también anhela una relación con la verdad que, para estas páginas, debe ser tenida en cuenta. Mediante este impulso, busca contactar con un estrato de la realidad que, generalmente y desde diferentes ámbitos, se ha caracterizado como estable, eterno, presente y carente de narración, esto es, no-dual. Creemos que esta sucinta caracterización nos permite adentrarnos por nuestro presente, comprenderlo y, principalmente, ver cómo el entrelazamiento y la recíproca construcción de estas dimensiones ha llevado al ser humano a su estado actual de olvido de sí mismo o alienación. Tener estas esferas presentes será lo que también nos permita señalar un recorrido de reencuentro, resonancia y cuidado.

EL SER HUMANO, UN SER CONSTRUIDO SOCIALMENTE. LA ACTUAL NOCIÓN DE FELICIDAD, TAMBIÉN

Como seres sociales que somos, albergamos en nuestro fuero interno y en nuestra forma de relacionarnos y vivir las dinámicas con las que este mismo sistema se entiende, desarrolla y mantiene. Como seres sociales que somos, nos formamos y conformamos gracias al otro en sentido amplio: la familia, la escuela, nuestras relaciones, los medios culturales con los que convivimos y el sistema de referentes y valores morales de una época determinada que todos, inevitablemente, encarnamos. Esta conformación viene mediada por el lenguaje verbal, pero, principalmente también, por aquel otro no-verbal, es decir, por aquellas afirmaciones de la vida que se expresan implícitamente a través de nuestro actuar o de nuestra omisión a través del silencio, lo corporal, etc. Mediante nuestra dimensión social, no solo recibimos un legado de valores, normas y preceptos, sino que también recibimos una cosmovisión existencial y un modo de operar o de vivir, esto es, un conjunto de estrategias que, en principio, nos sirven para adaptarnos al entorno y resolver las problemáticas de la vida. Es decir, recibimos unos valores que nos marcan objetivos (por ejemplo, es el bien supremo para una familia o colectivo), qué ética o normativas se ponen en juego, qué creencias del mundo subsisten y qué estrategias existenciales tenemos a mano para lograrlas. La mayoría de estos elementos son no conscientes, esto es, forman parte de una nube que acompaña y condiciona al individuo, que lo constituye pero de la que no es consciente (ni de que lo constituye ni de que lo condiciona) y sobre la que no hay un trabajo de maduración.7

El individuo recibe un conjunto de cosmovisiones a través de un sinfín de parámetros que no escoge. Empezando por su propio cuerpo, la situación demográfica, social, económica, la familia, la escuela, etcétera., elementos fundamentales de su con-formación que no obstante ni elige ni, mayoritariamente, madura con el tiempo, y que pasarán a formar parte de su cosmovisión. Más adelante (pongamos como fecha simbólica la mayoría de edad), empezará a tomar decisiones y a escoger; sin embargo, estas elecciones vendrán mediadas por el acervo de constelaciones de creencias, condiciones socioeconómicas, etcétera, que deglutió, haciendo difícil que podamos entender su acción como verdaderamente libre.

Junto a esta deglución/aprendizaje del mundo que, y es fundamental,8 permite generar un mundo, está la interiorización de una instancia encargada de defenderlo, esto es, creamos una estrategia interna que se encarga de reproducir el conjunto de creencias, valores y prácticas que hemos heredado. Esto es, tiene por función señalarnos, ante cualquier margen de libertad, elección o acción, qué es aquello que debemos hacer. Se trata, por tanto, de una instancia moral, que no obstante, como veremos, solo nos orienta, sino que se encarga de dirigirnos hacia aquellas prácticas y discursos que son más afines a lo heredado, siendo, en este sentido, una instancia que nos facilita un estilo conservador, entendido este último como la priorización de aquello conocido frente a la apertura ontológica de la vida, y que tiene como objetivo encubierto mantenernos dentro de la esfera de una comunidad, aceptados.

El infante, al adquirir mundo y a través de su propia experimentación, va delimitando un marco de posibilidades y formas de darse al mundo, una forma de ser y una identidad que vienen justamente delimitadas a través de la mirada del otro. El otro, principalmente los padres, a través de su mirada y cosmo-paradigma, lanzan hacia el niño una imagen de lo posible y lo censurado que el este debe recoger, puesto que, de lo contrario, es rechazado. Por su naturaleza social, el ser humano a corta edad interioriza este sistema de valores, diferenciando aquellos por los que es aceptado de aquellos otros por los que es rechazado. Haciéndolo, se disciplina a sí mismo y crea una estructura interna de aceptación/rechazo que se aplica para jugarla a nivel social. Esto es, reproduce aquello interiorizado como aceptable (puesto que conlleva la aceptación del grupo social en el que se encuentra) y rechaza de sí aquello que lo podría defenestrar. Reproduce en la edad adulta, hacia dentro consigo mismo y hacia fuera para los demás, una dicotomía entre aquellos comportamientos, discursos, prácticas, creencias, etc. que son aceptados y aquellos que no. Ello solo puede hacerlo a través de una instancia interna que reprime, orienta, estructura y dirige en función de esos parámetros.

LA INTERIORIZACIÓN DEL SISTEMA, SU RE-PRODUCCIÓN INTERNA A TRAVÉS DE LA FIGURA DEL OPRESOR-EJECUTOR Y LA PROYECCIÓN EXTERNA

Este libro también quiere centrarse en esta instancia interna que tiene como objetivo mantener, como decíamos anteriormente, los lazos de reconocimiento y aceptación dentro de un grupo social.