La salud del corazón - Josep Brugada - E-Book

La salud del corazón E-Book

Josep Brugada

0,0

Beschreibung

Las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte en occidente. ¿Sabías que la mayoría de los riesgos dependen de ti? Aprende a prevenirlos y a distinguir lo que son desajustes naturales sin importancia del pulso cardíaco de las verdaderas señales de alarma. El doctor Brugada, considerado uno de los mejores cardiólogos del mundo y también un gran divulgador, hace accesible para todos el complejo campo de La salud del corazón. La guía completa de la salud cardiovascular.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 260

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Dr. Josep Brugada Terradellas

La salud del corazón

© Josep Brugada Terradellas, 2019.

© de esta edición: RBA Libros, S.A., 2019.

Avda. Diagonal, 189 - 08018 Barcelona.

rbalibros.com

Primera edición: junio de 2019.

ref.: odbo538

isbn: 978-84-9187-451-5

depósito legal: b.13.224-2019

Coordinadora de la colección: Laura González Bosquet.

Redacción: Pablo Cubí del Amo.

dâctilos • preimpresión

Impreso en España • Printed in Spain

Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escrito

del editor cualquier forma de reproducción, distribución,

comunicación pública o transformación de esta obra, que será sometida

a las sanciones establecidas por la ley. Pueden dirigirse a Cedro

(Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org)

si necesitan fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra

(www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

Todos los derechos reservados.

CONTENIDO

Introducción

Los factores fijos y los modificables

Es una cuestión de voluntad

Siempre en positivo

1. Un poco de historia

La brecha entre ricos y pobres

La enfermedad de la abundancia

¿Por qué ha cobrado tanta importancia la cardiología?

¿Tiene sentido salvar solo el corazón?

Una enfermedad que ha dejado de ser de hombres

2. Cómo funciona el corazón

Un músculo que no descansa

Arterias coronarias: los vasos que oxigenan el corazón

Nuestro pequeño generador eléctrico

El corazón se «exprime» 70 veces por minuto

Puede haber defecto de fábrica o de funcionamiento

¿Hay diferencias entre el corazón del hombre y el de la mujer?

3. Síntomas relacionados con el corazón: el dolor

¿Cómo puede ser el dolor en el pecho?

Algunos dolores pueden engañar

¿Qué es el síndrome de las microarterias?

Las membranas del corazón son muy sensibles

4. Los otros síntomas del corazón

Cansancio o sensación de ahogo

El mareo o desmayo

Las palpitaciones o arritmias

El vuelco del corazón

La taquicardia

La fibrilación auricular

La importancia de tomarse el pulso

Las arritmias después de un infarto

¿Qué es un soplo?

5. Pruebas básicas para revisar la salud cardiovascular

¿Hay riesgos si no tengo síntomas?

La entrevista: anamnesis

La exploración física y la auscultación

El electrocardiograma

El ecocardiograma

6. ¿Qué otras pruebas realiza el cardiólogo?

La prueba de esfuerzo

El Holter: controlado las 24 horas

Los dispositivos que puedes tener tú

La resonancia magnética

La radiografía de tórax

El SPECT, la medicina nuclear

El escáner

7. Las pruebas invasivas: ¿qué es el cateterismo?

Cateterismo coronario: las arterias por dentro

Los riesgos más habituales

El estudio electrofisiológico: mirando la red eléctrica

8. Factores de riesgo no modificables: ¿qué puedes hacer?

Sexo: ser mujer beneficia

La edad

La herencia genética

9. Factores de riesgo que puedes cambiar

La hipertensión: un valor clave

Diabetes: controla tu azúcar

El colesterol

10. Factores de riesgo que dependen de ti

El tabaco: no dejes que te consuma la salud

Una pandemia llamada sobrepeso

Sedentarismo: no te quedes parado ante un riesgo mortal

11. El estilo de vida más cardiosaludable

Los beneficios de la dieta mediterránea

El debate sobre el alcohol

El ejercicio que te conviene

Tómate la vida con calma

12. ¿Qué es la insuficiencia cardíaca?

Un problema de ahogo e hinchazón

No la confundas con la mala circulación

¿Duermes tumbado o incorporado?

Las causas de la insuficiencia

Cuidado con los líquidos y con la sal

Pésate cada mañana

¿Qué tratamientos hay?

Se puede resincronizar el corazón

La insuficiencia provoca arritmias

El país de los trasplantes

13. Enfermedades del ritmo cardíaco

La bradicardia: ¿por qué el corazón puede ir lento?

Podemos entrenar nuestro corazón

Síncope: ¿bradicardia o lipotimia?

¿Por qué al abuelo se le va la cabeza?

El marcapasos, la solución de las bradicardias

Tipos de taquicardias: el corazón acelerado

Las taquicardias más benignas

No todas son patológicas

Puede ser por falta de forma física o por tomar demasiados excitantes

¿Cómo se curan las taquicardias superiores?

¿Cómo detectar las taquicardias ventriculares?

Tratamientos para la arritmia ventricular

14. La arritmia del ictus

El riesgo de ictus: tómate el pulso

Los nuevos medicamentos

El tratamiento por ablación

15. Angina de pecho e infarto

¿Cómo se tratan las coronarias?

La operación de baipás

El código infarto, un protocolo de seguridad

Consecuencias del infarto

16. ¿Qué les puede pasar a las válvulas cardíacas?

A veces no se abren o se cierran bien

¿Por qué se producen estas anomalías?

Y si me dicen que tengo un prolapso...

¿Cómo se reparan las válvulas?

17. Las enfermedades congénitas

El corazón puede estar agujereado

¿Cómo se tratan las cardiopatías congénitas?

Cateterismo y cirugía, una labor conjunta

¿El niño podrá llevar una vida normal?

Un momento clave del nacimiento

18. Las enfermedades genéticas

Cuando el corazón es demasiado grande

El corazón roto y otros problemas eléctricos

¿Cómo se tratan estos problemas?

¿Sabes utilizar un desfibrilador?

19. ¿Hacia dónde vamos?

Tres últimos consejos

Introducción

El estudio del corazón es una asignatura muy compleja, por lo que muchos cardiólogos nos especializamos en un área determinada. En mi caso, escogí la electrofisiología cardíaca, que estudia los aspectos relacionados con el sistema eléctrico que permite al corazón contraerse y bombear. En mi consulta trato sobre todo problemas de arritmias. No hace mucho, tuve un paciente de 41 años que practicaba deporte con regularidad y cuyo corazón latía desacompasadamente. El procedimiento que le realicé no reviste mayores problemas, ya que lo he hecho cientos de veces. Más adelante lo veremos. Pude solucionarle el problema de manera ambulatoria y en apenas unos minutos. En cuanto acabé y cuando el paciente estaba a punto de salir de la consulta, me preguntó cuándo podía empezar a entrenar otra vez. «¿Qué tipo de entrenamiento?», le dije. Me contestó que quería prepararse para una carrera de cien kilómetros de recorrido que se celebraba en unos meses. Lo miré sorprendido y le recordé que el corazón le había dado un aviso; sería por alguna razón. Le aconsejé que se planteara si era conveniente someterlo a según qué esfuerzos.

Explico esta anécdota como ejemplo de una de las muchas razones por las que creo que este libro puede ser útil al lector. La cardiología es una de las dos grandes especialidades de la medicina en las que la participación del paciente es fundamental. La otra es la oncología. En toda especialidad existe una parte importante de prevención, pero en la cardiología es donde se hace más evidente. En temas de corazón hay un factor fundamental: nosotros, como pacientes, desarrollamos un papel tanto o más importante que el médico. Así de claro. Hay un montón de factores de riesgo evitables y que dependen de nosotros exclusivamente.

Los factores fijos y los modificables

En medicina decimos que hay una serie de factores que determinan el riesgo de padecer enfermedades. Algunos no dependen de nosotros, como los genéticos. La herencia es la que es y a cada uno le toca lo que le toca. Por ejemplo, la enfermedad congénita de un recién nacido es un factor de mala suerte. Un recién nacido no ha hecho nada malo y, probablemente, su padre o su madre tampoco para tener que asumir ese castigo. Es simplemente uno de esos factores que, hoy por hoy, no podemos controlar.

Otro factor de riesgo no modificable es la edad. Sabemos que con la edad las enfermedades cardíacas aumentan y no podemos hacer nada para evitarlo. Como tampoco podemos hacer nada respecto al factor de género. Así, los hombres tienen más riesgo de sufrir infartos y las mujeres poseen una variable hormonal que las protege.

Pero también hay factores que sí dependen totalmente de la persona. Son factores modificables, algunos a partir del tratamiento y otros gracias a la prevención. Los primeros son aquellos que podemos diagnosticar y que requieren una actuación concreta, que, si se sigue, evitará riesgos. Son los tratamientos que se administran a pacientes con la presión arterial alta (hipertensión), problemas para metabolizar el azúcar (diabetes) o exceso de colesterol en sangre (hipercolesterolemia). Aunque es verdad que todas estas enfermedades tienen a su vez un factor no controlable por nosotros. Una persona puede tener hipercolesterolemia familiar, que no es provocada por una mala alimentación sino por una genética que hace que su colesterol sea alto. Pero ¿puedes hacer algo al respecto? Claro que sí. Puedes evitar sumar a ese colesterol que ya estás fabricando en grandes cantidades más colesterol extra con una dieta poco equilibrada. Asimismo, si eres diabético, no eres culpable de padecer la enfermedad, pero sabes que, si no sigues unos hábitos alimenticios correctos, se descontrolará el nivel de azúcar en sangre y tendrás más riesgos para tu salud. Lo mismo pasa con la hipertensión. Si haces un poco de ejercicio físico, te cuidas y controlas el consumo de sal, sabemos que como mínimo vas a evitar que empeore tu situación. Tu hipertensión no se curará, pero tampoco aumentará. Es más, probablemente no necesitarás tanta medicación y te encontrarás mejor. Por tanto, el tratamiento de todas esas enfermedades es el resultado de una combinación de elementos.

Por otro lado, existen unos factores que son puramente responsabilidad de la persona. Tú decides si fumas o no. Si no fumo, tengo un riesgo medio de padecer una enfermedad cardiovascular; si fumo, estoy multiplicando ese riesgo por dos, por cuatro o por cinco, aunque dependerá de la cantidad y del tipo de tabaco consumido y también de otros factores propios de cada persona. No todas las personas que fuman un paquete de cigarrillos diario tienen exactamente el mismo riesgo. Esa es una de las excusas a las que se agarran los tabaquistas para defender su causa: «Mirad a Santiago Carrillo, que vivió hasta los noventa y cinco años y al final de su vida aún fumaba». No les vamos a quitar la razón. Es obvio que debía de tener una genética particular o algún otro factor personal que desconocemos que hacía que, efectivamente, el tabaquismo no le afectara en su longevidad. Pero la realidad estadística es que el tabaquismo es el factor individual evitable en la sociedad que más mata. Si erradicáramos el tabaco, la tasa de mortalidad actual descendería en un 10% o un 15%. Así de simple. Y no sería solo por una reducción de la incidencia de los casos de infarto entre la población, sino también por la disminución de diagnósticos de cáncer y de EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica) y de otras enfermedades directamente afectadas por el tabaco.

Un último factor es si hago ejercicio o no. Yo asumo si quiero dedicar un poco de tiempo, apenas media hora o tres cuartos de hora diarios a caminar, a mantenerme en forma y a reducir el sedentarismo. Sobre esta cuestión quizá haya que apuntar también el hecho de que estamos llegando a un extremo en el que un factor positivo se está convirtiendo en un perjuicio. En este sentido, el ejemplo que ponía al principio es significativo. Actualmente asistimos a una especie de locura por los maratones o los medio maratones, que no están pensados para todo el mundo. Por esa razón, es necesario explicar a la gente que para disfrutar de una vida saludable hay que practicar ejercicio de forma moderada, sin estresarse, seguir una dieta sana y relacionarse con los demás.

Es una cuestión de voluntad

Lo triste es que la mayoría de las veces no es el desconocimiento el que hace que no se tomen estas decisiones personales, sino la falta de voluntad. Una parte significativa de la población se niega a hacer aquello que las autoridades sanitarias le recomiendan. Por eso creo que, probablemente, tenemos que cambiar de estrategia. Hay que dejar de hablar de prohibir y de utilizar conceptos negativos, dar la vuelta al discurso y plantearlo de forma positiva. Es decir, se trata de hacer salud. De este modo no diremos «evita la enfermedad», porque contra ese argumento siempre existe la justificación de que no todas las personas van a caer enfermas.

Por ejemplo, no hablemos de dejar el tabaco para evitar algo, hablemos de dejarlo para ganar calidad de vida; cansarse menos, encontrarse mejor. Hay que buscar ese cambio de mensaje, porque el que tenemos ahora solo funciona con los muy convencidos y deja a una parte importante de la población de espaldas a la realidad estadística. A estas alturas aún llegan a mi consulta pacientes que me preguntan si fumar es malo. En realidad, no me extraña; tiene un sentido. Lo que buscan esos pacientes es que algún especialista les relativice el riesgo, que les diga «bueno, tampoco pasa nada» y les ratifique en su convicción, porque lo único que quieren es seguir fumando.

Siempre en positivo

Por tanto, hay que vender la salud de forma positiva. No comparto esa creencia trasnochada de que los curas y los médicos siempre están prohibiendo. En mi caso, busco convencer y no prohibir. Como señala el dicho: «Si piensas que la salud es cara, prueba la enfermedad y te vas a enterar». Y ese es el espíritu que quiero transmitir en las siguientes páginas.

El corazón es el motor de todo nuestro cuerpo. Si el corazón se para, se detiene el flujo de la sangre y, con ella, el del oxígeno a todos los órganos de nuestro cuerpo, por lo que la persona fallece en pocos minutos. Por esa razón, es fundamental conocer y valorar nuestro corazón. Saber de su importancia, cómo tratarlo para que siga funcionando sin problemas muchos años. A lo largo de este libro también hablaremos de enfermedades, para saber cómo afrontarlas y reducir los riesgos para nuestra salud; y de esperanza, de todos los avances que han permitido tratar tantísimos problemas hasta hace poco incurables.

Espero que este libro te ayude a entender mejor qué pasa cuando tienes arritmias, un dolor en el pecho u otros síntomas y sepas valorarlos. Con su lectura aprenderás a reconocer desajustes naturales del pulso cardíaco sin mayor importancia y lo que podrían ser señales serias de alarma que exigen la atención urgente de un especialista para que realice las pruebas exploratorias pertinentes. En suma, espero que este libro sea una lección didáctica, como la que me gustaría que se impartiera en las escuelas y que los niños vieran ejemplificada en casa. Si fuera así, ganaríamos calidad de vida para todas las generaciones presentes y futuras.

1

Un poco de historia

El interés por los problemas del corazón existe, como es lógico, desde el principio de los tiempos. El hombre de las cavernas ya debía de ser consciente de que cuando el corazón se para la persona muere. Como especialidad, la cardiología empezó a estudiarse durante la Antigüedad, y ya los griegos dejaron algunos escritos donde se planteaba que el corazón era el órgano central del cuerpo. Hipócrates y Aristóteles, al inicio del siglo iv a. C., fueron de los primeros en profundizar en su morfología.

A lo largo de los siglos se fueron haciendo avances que permitieron una mejor comprensión de los mecanismos por los que la sangre fluye a través del cuerpo humano. Pero hasta el siglo xix y principios del xx no se producirán avances importantes en el análisis fisiológico y anatómico del corazón. Paralelamente, se crean instrumentos que luego serán fundamentales para la especialidad. Por ejemplo, en 1816, el francés René Laënnec, un médico muy pudoroso al que le incomodaba acercar el oído al pecho femenino, inventó el estetoscopio para auscultar a una joven paciente. En 1895, el ingeniero alemán Wilhelm Röntgen descubrió los rayos X y abrió un nuevo y amplio horizonte de investigación. O, por citar uno más, en 1901 el médico holandés Willem Einthoven estableció los principios del electrocardiograma.

Durante toda la historia los principales problemas cardiovasculares han sido, por un lado, las enfermedades congénitas y, por otro, las infecciones. Las primeras están causadas por la mala formación de la estructura del corazón y vienen, por tanto, de origen (el feto ya las tiene). El corazón no se ha desarrollado adecuadamente, lo que puede suponer un gran abanico de problemas: desde una micropatología sin mayores consecuencias, que muchas veces pasa desapercibida, hasta enfermedades gravísimas que, en el caso de que el niño nazca con una de estas, pueden implicar muchas intervenciones quirúrgicas y una supervivencia baja. Por otro lado, las infecciones hacen referencia a las complicaciones de enfermedades aparentemente benignas, como una amigdalitis, que en el pasado no se trataban porque no se tenían los antibióticos adecuados y acababan provocando la destrucción de las válvulas cardíacas.

Pero cuando la cardiología hace un verdadero salto adelante es con el advenimiento de la sociedad de consumo masivo, durante los últimos setenta u ochenta años. Las enfermedades del corazón se convierten progresivamente en la principal causa de muerte en el mundo desarrollado y, al mismo tiempo, en uno de los temas de estudio fundamentales. Es entonces también cuando se hace patente la gran brecha, que persiste hoy en día, entre el desarrollo de la cardiología en los países ricos y en los países pobres.

La brecha entre ricos y pobres

Los problemas cardíacos con mayor incidencia en los países pobres siguen siendo, básicamente, los que están relacionados con las infecciones. Estas provocan varias tipologías de problemas que afectan a las válvulas cardíacas. Las anginas, la amigdalitis o los estreptococos, que en los países desarrollados nos pueden parecer hoy problemas menores, en los pacientes de los países pobres se acaban instalando en las válvulas cardíacas y las destruyen. Esa es la gran patología infecciosa de los países pobres. Nos puede parecer algo tercermundista; sin embargo, no es hasta mediados del siglo xx cuando en España se empieza a poner fin a esta problemática, coincidiendo precisamente con la fase de desarrollismo que vivió entonces el país. Hacia finales de la década de 1970 y durante los primeros años de la década de 1980, cuando España ya se ha integrado plenamente en el bloque de países desarrollados, estas patologías de las válvulas desaparecen prácticamente. En los países donde ese desarrollo aún no ha llegado o está en una fase muy incipiente, las enfermedades que afectan a las válvulas siguen siendo un problema mayor. El otro gran problema, como señalábamos al principio, hace referencia a la gran cantidad de enfermedades congénitas que no se detectan al nacer y que después causan numerosos problemas.

Los países ricos han dejado atrás esta fase, incluyendo España. Por un lado, se han empezado a tratar a todos los niños que pudieran tener problemas cardíacos desde muy pequeños, antes de que estos provocaran otras complicaciones o que, directamente, pudieran convertirse en una causa de muerte infantil. Por otro lado, desde finales de los años ochenta o principios de los noventa se ha extendido a toda la población el estudio prenatal del corazón con ecografías de alta definición, que permiten visualizar y detectar las cardiopatías congénitas en estadios muy precoces del embarazo, pudiéndose tomar, de acuerdo con los padres, las medidas mas adecuadas en cada situación.

La enfermedad de la abundancia

No obstante, en esta sociedad de la riqueza, en la que hemos conseguido evitar las infecciones y hemos controlado y buscado soluciones a los problemas congénitos graves, ha surgido el problema de la abundancia, que se llama arterio­esclerosis. Como sabemos, esta enfermedad es la obturación de cualquier arteria del cuerpo. Comemos más de lo que necesitamos y no siempre nos nutrimos de los alimentos de origen natural más indispensables. Además, vivimos estresados, fumamos, hacemos poco ejercicio... Seguimos todos los factores de riesgo que se asocian con la arterioesclerosis y, por tanto, se diagnostican más casos, del mismo modo que hay más pacientes con hipertensión o diabetes. Y así como tenemos más arterioesclerosis tenemos más casos de lo que llamamos patología isquémica. A continuación explicaremos qué queremos decir con todo esto, que puede resumirse en una consecuencia más clara: hoy el infarto de miocardio se ha convertido en la primera causa de muerte en el mundo occidental.

Vamos a detallar estos conceptos, porque aparecerán con frecuencia a lo largo del libro. La arteriopatía isquémica es el nombre que damos a los problemas causados por la arterioesclerosis. Isquemia quiere decir ‘interrupción de la llegada de la sangre a un órgano’. La arterioesclerosis se manifiesta básicamente de tres formas, dependiendo del órgano al que no le llega la sangre. Si afecta a las arterias coronarias, las del corazón, se llama cardiopatía isquémica; si afecta a las cerebrales, ictus (embolia o isquemia cerebral), y si afecta a las periféricas, las que recorren el cuerpo hasta brazos y piernas, arteriopatía periférica. Las más graves, lógicamente, son el ictus y la cardiopatía isquémica. La arteriopatía periférica puede provocar problemas para caminar, por ejemplo, pero no supone un riesgo de muerte como sí pasa con las otras dos. La incidencia de la cardiopatía isquémica es un poco inferior en las mujeres que en los hombres y, por contra, la primera causa de muerte en las mujeres es el ictus. Pero eso es porque entre las mujeres se dan menos casos de enfermedades de corazón, no porque entre los hombres se produzcan menos diagnósticos de ictus.

¿Por qué ha cobrado tanta importancia la cardiología?

La cardiología ha avanzado notablemente en muy pocos años. La explicación de tal desarrollo es que ha habido mucho dinero de por medio. Los países donde ha crecido el estudio de estas enfermedades son aquellos que tienen posibilidad de pagar los tratamientos. Los laboratorios, la industria farmacéutica y las empresas fabricantes de aparatos médicos invierten mucho dinero en buscar soluciones a todos los problemas cardíacos. Y lo hacen porque la sociedad puede pagar sus descubrimientos. Por esa misma razón, la industria no invierte en la investigación de la vacuna de la malaria, pese a la grave incidencia de esta enfermedad en los países subdes­arrollados, ya que este estudio cuesta una fortuna que nadie va a pagar. Por ello, toda la investigación que se realiza sobre la malaria es financiada por organismos públicos, como la ONU o la OMS, o por organizaciones altruistas y otros proyectos de desarrollo del tercer mundo. Las empresas privadas no invierten en algo que no les reporta beneficios, ya que saben que cuando obtengan la vacuna la van a tener que regalar. Nadie entendería que se descubriera la vacuna y no se utilizara a la espera de que las personas necesitadas tengan la capacidad económica de pagarla. Por tanto, se desentienden de esta investigación. Este mundo funciona así.

En lo que respecta a los temas relacionados con la cardiología y la oncología, que son los dos grandes problemas médicos de los países desarrollados —porque vivimos muchos años y tenemos más riesgos de sufrir problemas del corazón o de padecer un cáncer—, pasa todo lo contrario. Hay mucha gente dispuesta a gastar dinero en salud y las empresas privadas destinan todos sus esfuerzos en innovar e investigar, porque también hay mucho dinero que ganar. Esta circunstancia explica el gran salto que ha dado la cardiología en los últimos tiempos, que la ha convertido en la especialidad más sofisticada que existe en la actualidad desde un punto de vista tecnológico. Contamos con aparatos para todos los posibles problemas y cada día aparecen nuevos avances: catéteres, tubos, sistemas para cambiar una válvula o para poner un stent. Gracias al estudio realizado por una gran cantidad de investigadores, tenemos, por tanto, un sinfín de soluciones, que explicaremos en las siguientes páginas y que han dado esperanzas ante afecciones cuya curación parecía impensable hace unos pocos años.

¿Tiene sentido salvar solo el corazón?

Se ha avanzado tanto que nos encontramos incluso con otro problema que cada vez va a hacerse más significativo. Estamos curando tanto y tan bien los problemas de corazón en la vejez que las personas llegan a esta última etapa de su vida perfectamente del motor y no así del otro elemento importante del cuerpo humano: el cerebro. La investigación sobre las enfermedades relacionadas con el envejecimiento neuronal no ha conseguido aún progresos tan positivos. El resultado es que tenemos cada vez más pacientes que pierden la capacidad cognitiva y no se mueren porque hemos logrado mantener el motor, su corazón, en buenas condiciones. Antes, como había muchos más casos de fallos cardíacos, los de envejecimiento neuronal no eran tan numerosos. Hoy el envejecimiento de la población hace que se disparen los casos de personas discapacitadas por culpa del alzhéimer o de la demencia senil, mientras su corazón aún resiste.

A la larga, será un problema social muy grave. Los centros de salud se están llenando de personas totalmente dependientes, sin autonomía, con una capacidad cardíaca que les permitirá vivir muchos más años, porque les hemos hecho una «puesta a punto» del corazón para que este pueda seguir latiendo más tiempo. Por eso, desde los organismos de atención a la salud se está planteando la conveniencia de aumentar los fondos de investigación para tratar las enfermedades neurológicas e igualar su progreso al de la medicina cardiovascular. Pero ese no es un tema que atañe únicamente a los políticos y a los organismos públicos; hay que conseguir, sobre todo, que la empresa privada, que es la que más esfuerzo destina a la investigación y al desarrollo, asuma plenamente este reto.

Una enfermedad que ha dejado de ser de hombres

La incidencia de la enfermedad cardiovascular a lo largo de estas últimas décadas ha ido variando. Hace cuarenta años era muy raro tener en la consulta a una mujer con un infarto de miocardio. Decíamos que, probablemente, el ciclo menstrual y las hormonas ejercían un papel protector, y que solo cuando la mujer llegaba a la menopausia este posible beneficio se veía reducido. El infarto era un problema de hombres. Esto es verdad, y cuando yo empecé a ejercer la medicina había un amplio consenso al respecto. Sin embargo, el aumento de los factores de riesgo en la mujer que hemos visto en estos cuarenta años, sobre todo el tabaquismo, la hipertensión y la obesidad, han provocado un importante aumento de los infartos en este grupo de población. De hecho, ahora mismo se considera que la incidencia de los infartos en hombres y mujeres es prácticamente la misma. La diferencia es que en ellas la aparición de los infartos se retrasa entre cinco y diez años con respecto al hombre.

Todo esto puede seguir cambiando, ya que estamos hablando de estadísticas a largo plazo. Hay que tener en cuenta que entre las mujeres los factores de riesgo no disminuyen, sino todo lo contrario, por lo que puede que en las próximas décadas asistamos a la total equiparación de los casos de infarto. De momento, sin embargo, la principal causa de muerte femenina es el ictus.

Asimismo, esta historiología médica según la cual la mujer no suele tener infartos ha jugado en su contra a lo largo de los años: cuando se presentaba una paciente con un cuadro que podría relacionarse con un infarto, los médicos tendían a descartarlo porque no consideraban que esa fuera la primera opción. Buscaban otras posibles causas, con lo cual el tratamiento se retrasaba porque se consideraba menos urgente. Por tanto, como el tiempo es fundamental en el tratamiento de los problemas del corazón, este hecho hacía que la cardiopatía isquémica en las mujeres, cuando finalmente era diagnosticada, acabara siendo más grave. Actualmente estas percepciones van cambiando poco a poco, pero no del todo. Todavía hoy, si una mujer llega con un dolor en el pecho, es probable que el médico le reste importancia.

Los cardiólogos estamos haciendo campañas de formación para cambiar esta tendencia. En ellas explicamos que los síntomas de un infarto, en el caso de las mujeres, pueden ser un poco distintos y algo engañosos. No obstante, hay que pensar en la posibilidad de una cardiopatía isquémica, porque el objetivo es destapar una arteria obstruida. El infarto es la falta de riego al corazón por una arteria obstruida y, si esta no se desobstruye en las primeras horas, el daño será irreversible. Por eso existe el código infarto, un protocolo que se aplica en toda Europa para que, al detectar un caso, se actúe con la máxima celeridad. Se hacen todas las pruebas de confirmación rápidamente, incluso un cateterismo para destapar cuanto antes la arteria. Siempre que se actúe en las dos horas posteriores al dolor, se evitará probablemente un daño real en el corazón. Si se tarda más, una zona quedará afectada. Por eso, insistimos en que se dejen de tener dudas diagnósticas en los casos de las mujeres y en que se empiecen a aplicar los mismos criterios que en los pacientes de sexo masculino. Si un hombre llega con un dolor en el pecho por haber subido una escalera, lo primero que se hace es aplicar el código infarto para que los especialistas le den prioridad y verifiquen si ha tenido un infarto. Pues bien, tenemos que intentar que este protocolo se aplique también a los síntomas más difusos de las mujeres.

2

Cómo funciona el corazón

La descripción del corazón es muy simple: se trata de una bomba que distribuye la sangre por todo el cuerpo y permite alimentar todas las células del organismo. Para funcionar, estas células necesitan una gasolina llamada oxígeno y, para que este pueda llegar a todas partes, es imprescindible un sistema conductor, es decir, la sangre. Por tanto, lo que hace el corazón es bombear la sangre para que circule por todas las células. Como cualquier bomba, el corazón está formado por varios elementos, de los cuales tres son los principales.

Un músculo que no descansa

El primer elemento es la bomba en sí. Está formada por un músculo hueco, aproximadamente del tamaño de nuestro puño, que es absolutamente perfecto. Este músculo funciona 24 horas al día, 365 días al año, durante décadas y décadas. No descansa nunca ni puede descansar porque, si dejara de bombear, nos moriríamos. Por tanto, este músculo tiene que ser muy potente, el más potente, porque no se puede estropear. Si falla el músculo, falla la bomba. Además, es un músculo muy especial, llamado miocardio, con dos propiedades únicas que veremos más adelante: la automaticidad y la conductividad. Hay músculos que ejercen un tipo de fuerza estática, como los del cuello, y sirven sobre todo para sujetar el peso de la cabeza. En su caso, el músculo del corazón, el miocardio, está muy interconectado y muy secuenciado, ya que debe iniciar su movimiento de manera muy acompasada y no nos vale que cada parte se active por su lado porque el trabajo es coordinado.

Como muestra la ilustración anterior, el corazón se subdivide en cuatro compartimentos: dos aurículas, situadas en la parte superior del órgano, y dos ventrículos. Son como estancias. Hay un muro que separa la aurícula y el ventrículo de la derecha del de la izquierda. Conviene en este punto explicar lo que es el sistema de riego sanguíneo para entender mejor cómo funciona el corazón. Tenemos un circuito cerrado, una red de tubos de distinto tamaño por los que circula la sangre para que llegue hasta el último rincón de nuestro organismo. Unos son anchos, los que entran y salen del corazón hacia el resto del cuerpo; otros, a medida que se subdividen, llegan a ser tan minúsculos como un pelo, por eso se les denomina capilares. La sangre que sale del corazón va por unos conductos que llamamos arterias, mientras que la que regresa al corazón va por unos conductos llamados venas.

A su vez, hay dos circuitos diferentes. La sangre mala