La Sanación Silenciosa - Aliciah - E-Book

La Sanación Silenciosa E-Book

Aliciah

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Beschreibung

La experiencia del despertar es una, pero se da de manera diferente en cada ser humano que tiene la fortuna de rendirse a ella. La experiencia del despertar realizada en Aliciah es prueba de que cualquier forma de vida puede ser o una celda o un camino hacia la libertad. Ella estuvo encerrada en la cárcel del sufrimiento hasta que, el mismo dolor, la llevó a la liberación. Las creencias son murallas que erige el ego para protegerse. Hasta que no se derriban no podemos descubrir la grandeza que somos. El sufrimiento puede ser un gran aliado en el proceso de evolución y crecimiento, siempre que no luchemos contra él y aprendamos a soltarlo en el momento preciso.

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Seitenzahl: 115

Veröffentlichungsjahr: 2023

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Aliciah

La Sanación Silenciosa

La experiencia del despertar de Aliciah contada por Jai Arumi

© 2022 Aliciah

© de la edición en castellano:

2022 Editorial Kairós, S.A.

www.editorialkairos.com

Revisión: Alicia Conde

Diseño cubierta: Katrien Van Steen

Composición: Pablo Barrio

Imagen cubierta: Dingzeyu Li

Primera edición en papel: Febrero 2023

Primera edición en digital: Febrero 2023

ISBN papel: 978-84-1121-130-7

ISBN epub: 978-84-1121-151-2

ISBN kindle: 978-84-1121-152-9

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita algún fragmento de esta obra.

Sumario

Prólogo IPrólogo II1. Una experiencia agotada2. La curación que surge de la quietud3. El Pulsar Esencial4. La Sanación Silenciosa5. Solo la vida tiene propósito6. No sé nada

Este libro está dedicado a mis padres

abuelos

bisabuelos

Prólogo I

Solo la vida tiene propósito, nos dice Aliciah, así que doy gracias a la vida por convertirme en las manos de este libro que espero os abra el corazón.

La experiencia del despertar es una, pero se da de una manera única en cada ser humano que tiene la fortuna de rendirse a ella. En el caso de Aliciah, el silencio no solo ha sanado su mente, sino que también ha curado su cuerpo de las graves enfermedades que padecía.

Alicia Casas Rubiol era una mujer atrapada en un profundo sufrimiento. Estaba sola, sin un sostén familiar que la acogiera, sin dinero y sin esperanza. No era religiosa, ni practicante de ninguna tradición espiritual, ni nunca había abierto un libro de autoayuda; con todo, el silencio la escogió a ella para tocarla con su gracia.

No puedo evitar preguntarme, una vez más, por qué. ¿Por qué se da la experiencia del despertar en estos seres humanos que nunca la han buscado, al menos de una manera consciente? No tengo respuesta, ni yo ni Aliciah, ni nadie, pero tal vez, siendo estas personas muy distintas las unas de las otras, todas coinciden en un punto: todas se rindieron. Todas se entregaron a lo que el presente les proponía. Todas aceptaron lo inaceptable.

Aliciah estaba atrapada en un cuerpo enfermo, y en un patrón mental de impotencia y desesperanza que la llevó hasta las puertas del suicidio. Esa fue la única solución que encontró para liberarse de las duras condiciones físicas y psicológicas que sufría. Sin embargo, justo en el umbral, la vida le lanzó un hilo de esperanza y ella se agarró a él.

Esta fue su rendición. Ese fue el instante en el que Aliciah se convirtió en confianza y se entregó por completo a la vida. Ese fue el instante en el que Aliciah se sintió libre de su personaje por primera vez.

Su despertar se dio un tiempo más tarde, pero, desde mi punto de vista, ese fue el «sí». Ese fue el momento en que Aliciah soltó el volante de «su vida» y se convirtió en Vida.

Creo que esta es la gran enseñanza: la rendición es la llave que nos abre la puerta al Ser, al silencio, a la realidad última.

Rendición no significa resignación, sino aceptación consciente de lo que la vida nos propone aquí y ahora. Tal vez no nos guste lo que nos llega, pero la realidad se impone y no podemos cambiarla, solo aceptarla. La rendición nos permite utilizar la herramienta más poderosa que tenemos los seres humanos: la actitud. La actitud, para mí, requiere presencia, y la presencia siempre nos guía hacia la solución.

Otro de los grandes aprendizajes que se desprende de la historia de Aliciah es la función del sufrimiento en nuestra vida.

Se ha hablado mucho de la diferencia entre el dolor y el sufrimiento. El dolor es «normal»; si te pegan con un martillo duele, claro, es inevitable, pero si te sigues quejando muchos días después, eso ya no es «normal»; eso ya es sufrimiento, y el sufrimiento es opcional.

Aliciah vivía su sufrimiento en silencio, con culpa, como un castigo por las «cosas malas» que había hecho y que ni siquiera sabía cuáles eran. A ella la vida no la golpeó una sola vez, sino una detrás de otra. No tenía tiempo de recuperarse de un porrazo que ya le caía el otro. Así que el sufrimiento se convirtió en su estado natural. Seguro que algunas de las personas que conocieron a la Aliciah de entonces juzgaron que se recreaba en su dolor y que ese no era el camino. No, no era el camino a los ojos del mundo, pero era la propuesta que la vida le había reservado a ella, precisamente, para que trascendiera la ilusión del mundo.

«El sufrimiento necesita nuestro abrazo y nuestra aceptación para regresar a la unidad que es amor. Suframos con el sufrimiento, sin oponernos a él, dejemos que se libere a sí mismo. En la aceptación aparece la bondad profunda de la existencia», nos dice Aliciah.

Finalmente, otra enseñanza que se desprende de la historia que nos transmite Aliciah, tal vez la más valiosa y difícil de comprender, es que no existe separación entre «lo bueno» y «lo malo», sino que la conciencia lo abraza todo.

Al ser humano le resulta imposible abrazar este «todo», ya que la mente pensante necesita juzgar, clasificar y condenar o premiar. La mente pensante está al servicio del ego, y el ego sabe que su alimento es la dualidad.

Si en lugar de rechazar y juzgar lo que la vida nos propone, intentamos descubrir qué tiene para nosotros, tal vez un día nos rindamos a ella. Tal vez un día el Silencio nos toque con su gracia.

Espero que las palabras de Aliciah os reconforten, os inspiren, os sacudan, os arranquen del sueño, os callen y os abran el corazón, como me lo han abierto a mí.

JAI ARUMI

Barcelona, 26 de abril de 2022

Prólogo II

En este libro narro una experiencia de muerte y sanación, dos palabras que pueden parecer contradictorias, pero que para mí significan una misma cosa. La pasión que me impulsa a relatar lo que me pasó surge del agradecimiento profundo que siento por la vida y sus misterios.

Al contar mi experiencia no pretendo empujar a nadie a emprender un camino en solitario que pueda comprometer su salud física, mental o emocional.

Mi intención esencial es dejar que el libro actúe, que su lectura pueda despertar un proceso de observación en aquellos que resuenen con mis palabras.

Las personas que están convencidas de que sus dificultades no tienen solución no encontrarán nada en las páginas de este libro que pueda ayudarlas. Las creencias son murallas que erige el ego para protegerse, y hasta que no las derribamos no podemos descubrir la grandeza que somos. El sufrimiento puede ser un gran aliado en el proceso de evolución y crecimiento del ser humano, siempre que no luchemos contra él, siempre que se aprenda a soltarlo llegado el momento.

La experiencia que se ha realizado en mí es una prueba de que cualquier forma de vida puede ser una celda o un camino hacia la libertad. He estado encerrada en la cárcel del sufrimiento hasta que el mismo sufrimiento me ha llevado a la liberación.

Durante años, el miedo y la culpa guiaron mi día a día. Apenas conseguía soltar un pensamiento de inseguridad, ya aparecía otro que me decía que no era adecuada, que había fallado o que no daba la talla. Estos pensamientos, y otros peores, se solapaban y se retroalimentaban en mi mente sin darme un segundo de tregua. Según lo veía por aquel entonces, lo único que yo podía hacer era aguantar aquel castigo que me iba quemando por dentro.

Sin ser consciente de ello, me dejaba arrastrar allí donde el sufrimiento me llevaba y, día tras día y noche tras noche, construía muros entre mi corazón y mi piel. No me soportaba, no quería pasar ni un solo minuto a solas conmigo misma.

El sufrimiento me atrapó muy joven. No recuerdo qué edad tendría cuando la luz se apagó para mí. No recuerdo cuándo dejé de ver la belleza de la montaña, ni la claridad del agua del río, ni el brillo de las estrellas. No recuerdo cuándo acallé el palpitar del bosque. No recuerdo cuándo olvidé que el amor solo bebe del alma.

Vivía tan sumergida en el dolor y el sufrimiento que, supongo, el silencio se compadeció de mí y una noche me abrió los ojos del corazón.

Es muy difícil relatar la experiencia que viví, solo puedo decir que ahora ya no miro, veo. Ya no escucho los pensamientos, solo oigo la voz de la realidad. Ya no quiero cambiar nada, solo rendirme a lo que acontece.

El despertar de aquella noche me desveló el amor que soy, el amor que somos todos. Hoy comprendo que la raíz del sufrimiento que me atenazó durante tantos años se alimentaba del desamor que sentía por mí misma. Hoy comprendo que para ser amados debemos convertirnos en amor.

Hoy no sé quién soy, y descubrirme instante a instante es una experiencia maravillosa.

Solo sé que, cuando llegas a ser nadie, te conviertes en todos y en todo.

Solo sé que, cuando te conviertes en todo, el espíritu inmortal se expresa en ti.

Solo sé que todo ocurre en el silencio, donde radica la verdadera libertad.

Solo sé que me hallo en el vacío.

Solo sé que mis sentidos, fundidos con el Ser, se llenan con el aliento de la vida.

Ya no me exijo ser una persona saludable y «normal», ya no soy una esclava de mí misma. La experiencia que he vivido me ha enseñado que la sanación ocurre cuando no rechazamos lo que sucede. Me ha enseñado que la curación surge de la quietud.

No saber nada me ha permitido salir de la ignorancia, y abrirme a la profundidad de mi mente consciente para acceder a lugares inconscientes.

La experiencia que he vivido me ha enseñado que el problema jamás fueron mis circunstancias vitales, sino la interpretación que yo hacía de ellas y el rechazo que sentía ante los acontecimientos que llegaban.

Ahora, libre de juicios, libre del pasado y del futuro, me reencuentro con la vida en el presente.

Es desde este presente que quiero acompañar a las personas a descubrir su potencial sanador y creativo. No pido a nadie que me crea, solo que cada uno experimente por sí mismo y en sí mismo. Si durante mi enfermedad física, psíquica y mental me hubieran dicho que yo tenía la llave de mi sanación, seguramente me hubiera reído o enfadado, por eso cuento la experiencia de mi sanación con el mayor respeto por aquellos que aún viven atrapados en el sufrimiento, para que no se olviden de verse en las estrellas, en el palpitar del bosque y en el murmullo del agua; para que no se olviden del magnífico potencial que se esconde en su corazón.

Espero que este libro sea una iniciación al amor, un despertar al SER. Una rendición a la vida.

Agradezco, desde lo más profundo de mi corazón, que estéis aquí.

ALICIAH

Barcelona, mayo de 2022

Sucedió el 11 de agosto a las once de la noche

del año 2016,

pero antes…

1.Una experiencia agotada

La vida es amor y es dolor. Un dolor de amor pariendo a la vida. Una vida que nos grita el gran amor que somos.

El sufrimiento se alimenta de creencias adquiridas y de inconsciencia. La subjetividad de nuestros pensamientos, heredados del linaje familiar y del ambiente y la educación recibida en la niñez, nos conduce a un patrón de comportamiento reactivo o evasivo que nos impide contactar con nosotros mismos y con los demás de una manera real.

Responsabilizarnos del dolor y del sufrimiento que sentimos y admitir que ninguna persona o circunstancia exterior es responsable de él es el primer paso para que se dé un cambio profundo en nosotros.

Yo culpé a mis padres del sufrimiento que sentía durante muchos años. Mi padre era un hombre violento que ejercía una disciplina casi militar sobre mi hermano y sobre mí, y mi madre era una mujer enferma, incapaz de tomar decisiones propias. Ni el uno ni el otro pudieron darnos amor. Sin embargo, hoy los contemplo con agradecimiento y con toda la ternura y la comprensión de la que soy capaz; sé que en cada momento hicieron lo que pudieron. Los llevo en el corazón.

Mi vida, hasta que desperté al silencio, no había sido nada fácil. Además del duro ambiente familiar en el que me crie, una serie de circunstancias me marcaron profundamente.

El primer recuerdo que tengo es de cuando tenía tres años. Mi madre acababa de llegar a casa tras haber dado a luz a mi hermano. Me acuerdo que yo estaba sentada a la mesa y mi madre se acercaba con un plato en las manos, cuando de repente se desplomó como un peso muerto.

La ingresaron de urgencias y estuvo entre la vida y la muerte durante más de seis meses, debido a complicaciones en el parto que no habían detectado y que le provocaron una hemorragia interna.

Durante el tiempo que mi madre estuvo en el hospital, mi hermano recién nacido y yo vivimos con mis abuelos, sin poder visitarla ni un día.

Las pesadillas referentes a ese día me persiguieron durante años.

La enfermedad no tardó en visitar a mi familia de nuevo. Esta vez le tocó a mi hermano que, con solo seis años, contrajo una grave hepatitis que los médicos no lograban curar y que estuvo a punto de llevárselo.

La inseguridad y el miedo se clavaron en mí de una manera profunda. Tenía la sensación de que la vida me amenazaba, que la muerte estaba al acecho, y que en cualquier momento me podía arrebatar del mundo; a mí o a cualquier persona de mi entorno.