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La serpiente de metal es un auto sacramental de Pedro Calderón de la Barca, género en el que llegó a alcanzar la plenitud, al combinar a la perfección con su talento natural, amante de la pintura y de las sutilezas y complejidades teológicas.
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Seitenzahl: 66
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Pedro Calderón de la Barca
Saga
La serpiente de metalCover image: Shutterstock Copyright © 1679, 2020 Pedro Calderón de la Barca and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726499544
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
PERSONAS
Salen en tropa cantando y bailando todos los quepuedan, y después de ellos Moisés, y a sus ladosSéfora y María, Arón, y Josué
Música Gócese el pueblo de Dios
en la salida de Egipto,
libre de bárbaro pueblo
de quien estaba cautivo,
Dos cruzados de a cuatro atravesados
y pues es tal vez 5
culto el regocijo,
denle a Dios las gracias
cánticos y himnos.
Tres cruzados de a tres
Moisés Decís bien: dele las gracias
Israel con cuantos hijos 10
de la casa de Jacob
en esclavitud vivimos
ciento y cuarenta y más años,
cuyo término prolijo
fue en el transcurso del tiempo, 15
por más que cumpliese el siglo,
poco para ser gozado,
mucho para ser sentido.
Setenta personas fueron
las que el gran padre consigo 20
trujo en busca de Joseph,
llamado más del cariño
que de la sobra del fausto
ni de la falta del trigo.
Seiscientos mil hombres somos, 25
sin las mujeres y niños,
los que hemos de estotra parte
del Mar Bermejo salido
a pie enjuto; ved si en tal
multitud, si en tal conflicto 30
os dice bien claro ser
su amado pueblo el divino
Dios de Abrahán, Dios de Isaac
y Dios de Jacob, pues quiso
creceros y libertaros 35
a costa de sus prodigios.
De Horeb lo diga la zarza
en quien el fuego su activo
vigor templó, pues ardía
y no abrasaba, en indicio 40
de que estaba Dios en ella.
Dígalo su decisivo
decreto en que, ya una vez
jurado por su ministro,
me manda que a Faraón 45
le dé de su parte aviso
de que quiere que su pueblo
le vaya a hacer sacrificios.
Dígalo la rebeldía
con que llegó, endurecido 50
su corazón, al examen
de batallar competidos
de una parte altos milagros,
de otra mágicos hechizos:
volverse en sierpes las varas 55
lo diga. Dígalo el Nilo,
en vez de argentada espuma,
en roja púrpura tinto.
En los senos de la tierra
y del aire en los vacíos 60
lo diga —ya en roncas voces,
ya en susurros y ya en silbos—
molesto idioma de ranas,
de langostas y mosquitos;
encapotarse las nubes 65
y contra el común estilo
flechar helados los rayos
y abrasados los granizos,
cuya noche de tres días
en que el sol obscurecido 70
desperdició tres auroras
lo diga en el homicidio
de todos los herederos
primogénitos de Egipto.
Y dígalo finalmente... 75
¿Mas para qué han de decirlo
las plagas, si mejor que ellas
lo dirán los beneficios?
Puesto que después de haber
celebrado el legal rito 80
de la cena del cordero
—sin que, este por impedido
o por perezoso aquel,
ni uno faltase— salimos
amparados de la luna, 85
que apenas brillaba en visos,
sin sus temores ufanos
y con sus haciendas ricos,
donde —aunque debió asustarnos
vernos de Faraón seguidos 90
por una parte, y por otra
que ya era golfo el camino,
sitiados por tierra y mar—
Dios, a fuer de rey invicto
y de capitán glorioso, 95
mostrando en ambos peligros
que nunca fueron más nuestras
angustias que sus auxilios,
envió para socorrernos
tan valeroso caudillo 100
que, guiando la vanguardia,
apenas vio al enemigo
en la retaguardia, cuando
de ella la vanguardia hizo,
dejándole orden al mar 105
de que estuviese a mi arbitrio,
con que, obediente al mandato
suyo y al impulso mío,
herido de aquesta vara
y no enojado aunque herido 110
—usando de aquel afecto
que tantas veces ha sido
frase de amor—, las entrañas
abrió para recibirnos:
amontonadas las ondas 115
desdeñaron de improviso
el ser golfos por ser montes,
ser piélagos por ser riscos;
encumbradas unas y otras
en diáfanos obeliscos, 120
transparentadas dejaban
ver que —todo el cristalino
campo a esta parte agregado
y a estotra parte diviso—
en torcidos caracoles 125
de galerías de vidros
y canceles de cristales
formaban un laberinto,
dando en doce enjutas sendas
de doce enjutos caminos 130
doce surtidas que fuesen
trincheras de doce tribus.
El de Judá fue el primero
que animosamente altivo
se echó al mar, a cuyo ejemplo 135
hicieron todos lo mismo;
con que ya vencido el riesgo,
desde sus márgenes vimos
que Faraón y los suyos,
ciegamente persuadidos 140
a que por todos se habría
fabricado el pasadizo,
a él se arrojaron. ¡Oh cuántos
por ir a dar vengativos
con el precipicio ajeno 145
dieron con su precipicio!
Apenas, pues, engolfados
los vio el mar en sus distritos,
cuando, desentumeciendo
los helados nervios fríos, 150
deseslabonando todas
las cadenas y los grillos
del pasmo en que Dios le había
puesto por sus justos juicios,
volvió a explayarse inundando 155
en undoso parasismo
al soberbio Faraón
con cuanto séquito vino
con él en alcance nuestro.
¿Quién vio ser a un tiempo mismo 160
cadalso el que fue sagrado,
siendo al favor y al castigo
el templo de los hebreos
panteón de los egipcios!
Preguntareisme a qué efecto 165
os cuento lo que habéis visto:
no os lo cuento, que os lo acuerdo,
a efecto de que no ha habido
mejor arte de memoria,
de voluntad mejor libro 170
para el agradecimiento
que acordar el beneficio.
Y así veréis —porque os quiero
siempre a Dios agradecidos—
que a todas horas y en todos 175
tránsitos os lo repito;
y pues este es el primero,
no sin propósito ha sido:
para llegar a buen fin,
empezar con buen principio. 180
El vuestro —en darle las gracias
alegremente festivos—
os agradezco, y en fe
de que le aplaudo y le admito,
el primero seré yo 185
que después de haber escrito
cánticos en su alabanza,
con todos repita a gritos:
Música, y él representa, y repiten cantando y bailando todos
Él Y Música Gócese el pueblo de Dios
en la salida de Egipto, 190
libre de bárbaro pueblo
de quien estaba cautivo,
Moisés y todos a un tiempo prosiguen
y pues es tal vez
culto el regocijo,
denle a Dios las gracias 195
cánticos y himnos.
María Viendo, Moisés, cuánto aceptas
hoy el júbilo por digno
que a Dios se dedica en fe
de gozoso sacrificio, 200
en celebración de ser
día de Dios tan benigno
que su nombre la memoria
conservará en sus archivos
de «fasé» en idioma hebreo 205
y de «tránsito» en latino,
a nadie disonará,
pues tú compusiste el ridmo
de su cántico, que yo
componga el blando sonido 210
de su música.
Moisés No, y antes
verás, María, que estimo
ser tú el ejemplar, porque
haga Séfora lo mismo,
que es bien que hermana y esposa 215
—ya que en seguimiento vino
nuestro con Jetró, su padre—
logréis el afecto mío.
María (Porque ella no le lograra,
me holgara no haberlo dicho; 220
mas ya lo dije.)
Séfora ¿Qué habrá
de tu agrado, que mi fino
amor no obedezca? (Aunque Aparte
ser de María el motivo
pudiera excusarme).
María Dame 225
el adufe tú, Simplicio.
Simplicio ¿Qué es adufe?
María Ese instrumento,
que aunque no es dulce al oído,
por lo menos acompaña
la voz, y es el que aprendimos 230
de las gitanas tal vez
que intentamos divertirnos
de su servidumbre.
Simplicio Pues
habiendo ya prevenido
que es instrumento gitano, 235
¿qué te embaraza pedirlo
claramente? Di «el pandero»,
que no es nombre tan indigno
que muchos que le oyen no
le tengan por apellido. 240
Toma pues.
Dale el pandero
Séfora Empieza tú,
verás que todos seguimos
la dulzura de tu acento.
María