La Sorprendida - Bernardo Olivera - E-Book

La Sorprendida E-Book

Bernardo Olivera

0,0

Beschreibung

"Espero que cualquier lector atento pueda descubrir el hilo conductor que engarza todos estos temas. María, Madre de Dios y de la Iglesia, es decir, de todos nosotros, une lo que podría parecer disperso...  Comienzo con el Cántico de María, conocido como el Magnificat y continúo con otra oración mariana muy conocida y divulgada, la Salve Regina. De aquí paso a un Santo reconocido por sus escritos marianos, aunque estos ocupen un espacio muy reducido en sus obras; me refiero a San Bernardo de Claraval. Continúo con una advocación mariana muy especial, tanto por su origen como por su sentido, Santa María de Guadalupe, Patrona de América. Y concluyo abordando, con cierta extensión, la práctica devocional de la consagración mariana"(De la Introducción de Bernardo Olivera).

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 178

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Olivera, Bernardo  La sorprendida : María de San José / Bernardo Olivera. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Talita Kum Ediciones, 2020.  Libro digital, EPUB  Archivo Digital: descarga y online  ISBN 978-987-4043-32-0  1. Religión Cristiana. 2. Santos Cristianos. 3. Biblia. I. Título.  CDD 232.91

 

© Talita Kum Ediciones, Buenos Aires, 2020

www.talitakumediciones.com.ar

[email protected]

Primera edición digital. Abril de 2022

ISBN: 978-987-4043-32-0

Diseño: Talita Kum Ediciones

Imagen de tapa: “Magnificat” de P. Pedro Peck (ocso)

 

Hecho el depósito que prevé la ley 11.723

Reservados todos los derechos.

Queda rigurosamente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, incluido el diseño de tapa e imágenes interiores, por ningún medio de grabación electrónica o física sin la previa autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas por la ley.

 

 

 

 

“Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores” (Lc 2:18).

Admirarnos: a esto estamos llamados hoy, al final de la octava de Navidad, con la mirada puesta aún en el Niño que nos ha nacido, pobre de todo y rico de amor. Admiración: es la actitud que hemos de tener al comienzo del año, porque la vida es un don que siempre nos ofrece la posibilidad de empezar de nuevo, incluso en las peores situaciones. Pero hoy es también un día para admirarse delante de la Madre de Dios: Dios es un niño pequeño en brazos de una mujer, que nutre a su Creador (…) Al comienzo del año, pidámosle a ella la gracia del asombro ante el Dios de las sorpresas.

Renovemos el asombro de los orígenes, cuando nació en nosotros la fe. La Madre de Dios nos ayuda: Madre que ha engendrado al Señor, nos engendra a nosotros para el Señor. Es madre y regenera en los hijos el asombro de la fe, porque la fe es un encuentro, no es una religión. La vida sin asombro se vuelve gris, rutinaria; lo mismo sucede con la fe. Y también la Iglesia necesita renovar el asombro de ser morada del Dios vivo, Esposa del Señor, Madre que engendra hijos. De lo contrario, corre el riesgo de parecerse a un hermoso museo del pasado.

La “Iglesia museo”.

Francisco, Homilía del 1-I-2019

Índice
Introducción
Magnificat
Contexto y texto
Autor-a
Sentido
Estructura
Fuentes
Exégesis
“Mirada”
Conclusión
Salve Regina
Texto y estructura
Autoría
Difusión
Comentario
Saludo
Autopresentación
Súplica
Coda final
Virgen del Manto
Conclusión
Bernardo de Claraval
Biografía
Su Teología
Tradición
Programa
Doctrina y espiritualidad
Espiritualidad mariana
Arte de la comunicación
Alabanza a la Virgen Madre
Conclusión
Tonantzin Guadalupe
Advocaciones
Advocaciones marianas
Advocación guadalupana
Historia
Contexto
Documentos
Juan Diego Cuauhtlatoatzin
Nican Mopohua
Signos
Mensaje
Conclusión
Consagración mariana
Historia de salvación y Alianza
Consagración y Alianza
Consagración en la Antigua Alianza
Consagración en la Nueva Alianza
Consagración y Bautismo
Consagraciones eclesiales
Consagración mariana
María consagrada y consagrante
Historia de la espiritualidad mariana
Principios doctrinales
Gracia de la Presencia
Conclusión
Conclusión
Bibliografía selecta
Magnificat
Salve Regina
San Bernardo de Claraval
Tonantzin Guadalupe
Consagración mariana

Introducción

Los libros escritos sobre la Santa Madre de Dios, María, son muchos, ¡muchísimos! El Catecismo de la Iglesia Católica contiene lo más sustancial de la doctrina sobre su persona y su obra. No habría ningún motivo para agregar otra publicación a la ingente bibliografía existente.

No obstante, el corazón tiene razones que escapan a la inteligencia. El amor y la devoción son unas de ellas. En el siglo XII, un monje llamado Bernardo, Abad de Claraval, compuso una obrita que surcó los siglos y llegó hasta nuestros días, el motivo para tomar la pluma no fue otro que la devoción a la Madre y Señora.

Hoy en día, otro Bernardo, de la misma familia religiosa que aquel medieval, se pone también manos a la obra. Sus motivos son los del corazón, agradecimiento filial a la Madre de Dios y de todos nosotros.

Si el agradecimiento abre las puertas a nuevas gracias, entonces, la intención de este librito parecería no ser gratuita, no obstante, pretende serlo: que la Madre de misericordia, que me dio parte en su misterio, lo tenga en cuenta y lo anote en mi haber.

He seleccionado unos pocos aspectos y he dejado de lado los principales temas dogmáticos, tales como la Maternidad divina, la Virginidad perpetua, la Inmaculada, la Asunción, la Cooperación de María en la obra de la redención y la consecuente mediación de la gracia… El motivo es simple, he tratado esas cuestiones en otros escritos publicados en forma de cartas y, además, de una u otra forma están incluidos en lo que ahora presento. En dichas cartas se encuentran también otros temas: ejemplaridad, tipología y espiritualidad mariana, santos y santas marianos.

Mi enfoque es ahora principalmente la “fe vivida”, es decir, la espiritualidad. Confieso, además, que los temas retenidos obedecen a intereses personales, los cuales pueden no coincidir con lo que el lector podría esperar encontrar. Veamos cuáles son estos temas.

Comienzo con el Cántico de María, conocido como el Magnificat y continúo con otra oración mariana muy conocida y divulgada, la Salve Regina. De aquí paso a un Santo reconocido por sus escritos marianos, aunque estos ocupen un espacio muy reducido en sus obras; me refiero como ya adelanté, a San Bernardo de Claraval. Continúo con una advocación mariana muy especial, tanto por su origen como por su sentido, Santa María de Guadalupe, Patrona de América. Y concluyo abordando, con cierta extensión, la práctica devocional de la consagración mariana.

Espero que cualquier lector atento pueda descubrir el hilo conductor que engarza todos estos temas. María, Madre de Dios y de la Iglesia, es decir, de todos nosotros, une lo que podría parecer disperso. El Magnificat es efecto de la concepción divina. La Madre de Misericordia es tal por ser, ante todo, Madre de Aquel que es personalmente misericordioso. El “credo” mariano de Bernardo de Claraval se apoya sobre el principio teológico fundamental de la maternidad divina. La Guadalupana se presenta como doblemente madre: de Teotl-Dios y de cada uno de nosotros en la persona de San Juan Diego. Por último, la consagración mariana carecería de sentido si María no fuera Madre de Dios… y de la Iglesia.

Una palabra sobre el título de este libro. Puede sorprender que llamemos a María: “La Sorprendida”, creo que esto merece una explicación. Está claro que no quiero decir: “atrapada o descubierta”, ni tampoco: “estupefacta o atónita”. ¡No! Me refiero a una persona: “asombrada, maravillada y admirada” ante algo inesperado e incomprensible, que no pierde la capacidad de reflexión y consecuente acción. Lo primero que nos cuenta de Ella el Evangelio es una reacción de su corazón: ante la invitación a la alegría mesiánica de parte del Ángel Gabriel, se conturbó, cuestionó… y puso en camino (Lc 1:26 ss.). En una palabra: “se sorprendió”:

María se turbó a las palabras del ángel (Lc 1:29); se turbó (conmovió), mas no se perturbó (transtornó). “Me turbé, dice el profeta, y no hablé, sino que medité los días antiguos y tuve en mi pensamiento los años eternos” (Sal 76:5-6). A este modo María se turbó y no habló, sino que pensaba entre sí qué salutación sería ésta. Haberse turbado fue pudor virginal; no haberse perturbado, fortaleza; haber callado y pensado, prudencia (San Bernardo, en Alabanzas de la Virgen Madre 3:9).

Y sus sorpresas no acabaron allí, continuaron a lo largo de toda su vida, pensemos en: las vacilaciones y decisión de José, la bienaventuranza que le dirige Isabel, la adoración de los reyes magos, la intempestiva salida hacia Egipto, la profecía de Simeón, el hallazgo del niño Jesús en el templo.... la donación de su persona al “discípulo que Jesús amaba”… la venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés, su propia asunción a los Cielos en cuerpo y alma… su servicio universal de mediación y auxilio… Quizás también le resulte una sorpresa este libro sobre ella y su título… Si esto último es así, quiera el Señor que la sorpresa le sea muy grata y venga Ella a alegrarnos.

María, “la Sorprendida”, contempló la más íntima realidad de todas las cosas, vio al Dios de la Vida, experimentó su Amor.

La razón del subtítulo, María de José, se explica con facilidad, es para cumplir una palabra contundente del Señor: ¡que el hombre no separe lo que Dios ha unido! Y con esto está todo dicho.

Magnificat

 

 

 

María es una “Virgen orante”. Así aparece en la visita a la Madre de Juan el Precursor. Allí, Ella deja fluir de su corazón expresiones de glorificación a Dios, de humildad, de fe, de esperanza: tal es el Magnificat, la oración de María. Y es también el canto de los tiempos mesiánicos, en el que confluyen la exultación del antiguo y del nuevo Israel, porque en este cántico inspirado brotó el gozo de Abrahán que presentía al Mesías (Cf. Jn 8:56) y resonó, anticipada proféticamente, la voz de la Iglesia: bailando de júbilo, María proclama proféticamente, en nombre de la Iglesia: “Mi alma engrandece al Señor...” En efecto, el cántico de la Virgen, al difundirse con el paso de los años, se convirtió en la oración de toda la Iglesia y de todos los tiempos.

La Escritura nos muestra a María como la que, yendo a servir a Isabel en la circunstancia del parto, le hace un servicio muy superior, le anuncia el Evangelio con las palabras del Magnificat. Por eso, movida por el Espíritu, canta proféticamente el cumplimiento de la promesa de Dios a su Pueblo y la libertad de los hijos de Dios.

Contexto y texto

Lucas nos hace saber, ya desde el prólogo de su Evangelio, que va a narrar ordenadamente lo que ha recibido de quienes fueron desde el inicio testigos oculares (de los hechos) y servidores de la Palabra (los dichos) (Lc 1:1-4). Es decir, va a integrar en su narración hechos y dichos de diferente tipo, los segundos interpretan el sentido de los primeros. Los hechos, siete en total, son evidentes. Los locutores de los dichos son: el Arcángel Gabriel, un Ángel anónimo, un coro de Ángeles, Zacarías, María, Simeón y Ana. Es fácil constatar que María es la “habladora” más importante (lo que no significa “charlatana”, ¡Dios no lo permita!)

En los dos primeros capítulos de su evangelio, Lucas presenta dos figuras en paralelo: Juan y Jesús. El primero anuncia la salvación y el segundo la realiza, en consecuencia, Jesús supera con creces a Juan. El esquema global de este díptico puede presentarse así.

Anuncio del nacimiento de Juan a su padre Zacarías por parte de Gabriel (1:5-25)

Anuncio del nacimiento de Jesús a la virgen desposada, María, por parte de Gabriel (1:26-38)

Encuentro de las dos madres (1:39-45,56)

Canto del Magnificat (1:46-55)

Nacimiento, circuncisión, imposición del nombre a Juan y prodigios que lo acompañan (1:57-66)

Nacimiento, circuncisión, imposición del nombre a Jesús y prodigios que lo acompañan (2:1-21)

Bienvenida a Juan por parte de Zacarías y canto inspirado: Benedictus (1:67-79)

Bienvenida a Jesús por parte de

Simeón y Ana y canto inspirado:

Nunc dimitis (2:22-38)

Regreso a Nazaret (2:39, 51)

Jesús en el Templo (2:41-52)

Como ya hemos constatado en el esquema, en el “prólogo cristológico” (Lc 1-2) del evangelio según San Lucas encontramos tres himnos o cánticos: el de María (Lc 1:46-54), el de Zacarías (Lc 1:67-79) y el de Simeón (Lc 2:29-32). En los tres casos se trata de cánticos inspirados bajo la moción del Espíritu Santo. A estos se le podría agregar un cuarto: el breve cántico angélico a la Gloria de Dios (Lc 2.14). Nos interesa ahora el primero de ellos, el Magnificat de la virgen María de Nazaret, desposada con José, de la casa de David. Oigamos a la joven feliz por haber creído, la creyente:

Engrandece mi alma al Señor y exulta mi espíritu

en Dios mi Salvador,

porque miró la pobreza de su esclava.

Pues mira, desde ahora me tendrán por dichosa

todas las generaciones,

porque hizo en mí obras grandes el Poderoso.

Y su Nombre es Santo.

Y su misericordia se extiende por generaciones y generaciones para los que le temen.

Hizo proezas con su brazo:

dispersó a los soberbios

mediante los pensamientos de su corazón;

abatió a los poderosos de sus tronos

y exaltó a los humildes;

a los hambrientos colmó de bienes

y a los ricos despidió vacíos.

Socorrió a Israel su siervo,

para recordar misericordia

–conforme habló a nuestros padres–

para con Abraham y la simiente de él por siempre.

Autor-a

Pero, ¿es realmente Ella la “autora” de este cántico inspirado y profético? Lo más que podemos afirmar, si queremos ser críticos, es que el Magnificat proviene de la comunidad judeo-cristiana de Jerusalén, y su última fuente, así como lo atestigua San Lucas, es María misma: tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra (Lc 1:2).

En su libro sobre los Hechos de los Apóstoles (Hech 21:12-17), Lucas nos confía haber conocido la susodicha comunidad, en ella había vivido María y los “hermanos del Señor”. De estos primos salieron, según Hegesipio, los dos primeros Obispos de Jerusalén: Santiago y Simón. Bien pudo, por medio de ellos y de otros, recibir recuerdos que la Madre de Jesús habría compartido con la comunidad, incluido el Magnificat.

Por el contrario, afirmar que el Magnificat proviene de la comunidad cristiana de Jerusalén y que María no tuvo parte alguna en ese cántico, es olvidar tres cosas importantes: María formaba parte de esa comunidad, era tan capaz como cualquier otro para componer cánticos y, sobre todo, estaba más inspirada y movida por el Espíritu que toda la comunidad en su conjunto.

Sea como sea, al menos hemos de decir que el Magnificat expresa el pensamiento y sentimiento de Lucas y de la comunidad de Jerusalén sobre la persona de María y su experiencia en el momento más trascendental de su existencia, cuando el Hijo de Dios se hace hijo en su propio seno. Lucas, inspirado por Dios, es el testigo fiel del pensar y sentir de María de Nazaret en aquel acontecimiento que cambió su historia y la de la humanidad. María, inspirada, sopla; la comunidad recibe y hace suyo; Lucas, compone e integra.

Sentido

Surge otra pregunta: ¿cuál es el sentido de este texto tomado en su conjunto? Los comentadores de todos los tiempos han hecho muchas lecturas diferentes y complementarias. En consecuencia, nos encontramos ante un abanico de respuestas, todas ellas sugerentes e iluminadoras. Veamos algunas de las más conocidas:

Alegría en la revolución de Dios.Salmo de alabanza y liberación.Jubiloso “amén” a la bienaventuranza proclamada por Isabel.Canto de acción de gracias e himno de alabanza a Dios.Cántico pascual de María Asunta.Canto de la Pobre que más hondamente conoce a Dios.Cántico de la llena de Gracia que da gracias y acrecienta su gracia.Canto de la Madre del Mesías que proclama la buena noticia a los pobres.Canto del amor preferencial de Dios por los pobres y humildes.Síntesis de la historia que sirve de prólogo al evangelio de Lucas.El canto más tierno (el Dios misericordioso que mira la pequeñez...) y más fuerte (el Dios poderoso que revoluciona las relaciones humanas...) del Nuevo Testamento.Canto de acción de gracias e himno de alabanza a Dios Salvador, que con las grandes cosas realizadas en María trastoca definitivamente las relaciones de grandeza y de fuerza que imperan en el mundo.

El Papa Benedicto, en una de sus catequesis en las primeras vísperas de la fiesta de la Asunción de María, nos dirá con su acostumbrada profundidad:

Las palabras de Isabel encienden en su espíritu un cántico de alabanza, que es una auténtica y profunda lectura teológica de la historia. Una lectura que nosotros debemos aprender continuamente de Ella, cuya fe está libre de sombras y es inquebrantable: “Proclama mi alma la grandeza del Señor” (…). Caminando más allá de la superficie, María ve con los ojos de la fe la obra de Dios en la historia. Por eso es Santa, porque ha creído: por la fe, en efecto, ha acogido la Palabra del Señor y ha concebido al Verbo Encarnado (...). Su fe le ha hecho ver que los tronos de los poderosos de este mundo son todos provisionales, mientras el trono de Dios es la única roca que no cambia y no cae. Su Magnificat, a distancia de siglos y milenios, permanece como la más verdadera y profunda interpretación de la historia, mientras que las lecturas hechas por tantos sabios de este mundo han sido desmentidas por los hechos en el curso de los siglos

(14-VIII-2012).

Desde un punto de vista más personal y subjetivo, podemos decir que María, inspirándose en la tradición del Antiguo Testamento, celebra con el cántico del Magnificat las maravillas que Dios obró en Ella. Este cántico es la respuesta de la Virgen al misterio de la Anunciación: el ángel la había invitado a alegrarse; ahora María expresa el júbilo de su espíritu en Dios, su Salvador. Su alegría nace de haber experimentado personalmente la mirada benévola que Dios le dirigió a Ella, criatura pobre y sin influjo en la historia.

Estructura

A la hora de determinar la estructura de estos pocos versículos, las posibilidades son pocas: dos o tres partes. De hecho, en la presentación del texto hemos indicado dos términos –grande y misericordia– que sirven de inclusión a cada una de las partes. La referencia al misterio de la Santidad divina sirve simultáneamente de conclusión de la primera parte e inicio de la segunda. Según esto, tenemos la siguiente estructura con sus respectivos contenidos:

Dios y María: María oranteAlabanza inicial (1:46b-47)Motivo de la alabanza (1:48)Bienaventuranza de María (1:48b)Maravillas del Poderoso (1:49)Exclamación final e inicial: su Nombre es Santo (1:49b)Dios, sus humildes y el Pueblo elegido: María profetisa Misericordia habitual de Dios (1:50)Proceder habitual de Dios (1:51-53)Cumplimiento de la misericordia divina (1:54-55)

Fuentes

María conocía bien las Escrituras, su esposo José y su hijo Jesús han de haber compartido con Ella lo aprendido en la sinagoga de Nazaret, además, Ella también tenía su lugar allí. No es entonces arbitrario que Lucas resalte y oculte en el cántico un tejido de texto bíblicos, que expresaban, además, su propia comprensión del Evangelio.

En el Magnificat encontramos diferentes referencias a textos del Antiguo Testamento, entre las cuales se cuentan:

1 Samuel 2:1-11; Habacuc 3:18; Job 12:19-20; 5:11,12; Salmos 34:2-3; 111:9; 103:1; 89:11; 107:9; 34:10; 98:3; 22:9.

Más en particular, podemos afirmar que el Magnificat se inspira particularmente en el Cántico de Ana (1Samuel 2:1-11), así como en la visión de Isaías (29:19-20) y en los Salmos (113:7; 136:17-23; 146:1-9) que forman parte del Hallel recitado en la mañana de Pascua. El cántico de María guarda con todos estos textos diferentes afinidades literarias.

Benedicto XVI, en su primera Carta encíclica, Deus Caritas est, nos dice con sencillez, hermosura y profundidad:

El “Magnificat” –retrato del alma de María, por así decirlo– está completamente tejido por los hilos tomados de la Sagrada Escritura, de la Palabra de Dios. Así se pone de relieve que la Palabra de Dios es verdaderamente su propia casa, de la cual sale y entra con toda naturalidad. Habla y piensa con la Palabra de Dios; la Palabra de Dios se convierte en palabra suya, y su palabra nace de la Palabra de Dios. Así se pone de manifiesto, además, que sus pensamientos están en sintonía con el pensamiento de Dios, que su querer es un querer con Dios. Al estar íntimamente penetrada por la Palabra de Dios, puede convertirse en madre de la Palabra encarnada (41).

Exégesis

Vamos a hacer ahora un comentario “exegético” o interpretativo de cada versículo y, más aún, de frases y hasta de palabras; esto nos permitirá apreciar en su justa medida la riqueza contenida en este breve e inspirado canto de María.

Engrandece (magnifica, exalta)

Engrandecer a Dios significa reconocer su grandeza, es decir, confesarla, dado que nadie puede hacerlo más grande de lo que Él es; aunque esto sí suele hacerse en los elogios de otros hombres.

Esta primera palabra pone a María en relación con la grandeza de Dios. Ante esta grandeza, por contraste, María se ubica en la pequeñez. Gracias a esta palabra el Magnificat se presenta claramente como un canto de alabanza y exaltación que brota de una fe profunda: ¡Grande es YHVH y digno de toda alabanza! (Sal 48:1). María magnifica al Señor porque ÉL ha hecho cosas grandes en Ella, la ha magnificado (Lc 1:49). Recordemos que el Mesías que nacerá de Ella será Grande (Lc 1:32).

El verbo megalynô significa también celebrar o proclamar la grandeza y evoca la alabanza carismática y profética, sea en otras lenguas (glosolalia) o no (Hech10:46, Pentecostés de los paganos y ulterior bautismo).

Podemos decir que cuando María engrandece al Señor, anticipa el carisma que Ella misma ejercitará el día de Pentecostés: “Todos quedaron llenos de Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas” (...) todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios (Hech 2:4, 11).

Mi alma (psyjê: psique, néphesh: anima)

Los términos griego y hebreo que traducimos por alma son ricos en contenido. Se trata del centro dinámico de la emotividad, de la vida consciente o de la personalidad. También podría traducirse por “vida” o “corazón”, tal como en Lc 2:35, una espada atravesará tu corazón...

Se nos está diciendo que María engrandece al Señor desde el fondo de su corazón, desde allí mismo en donde conservará y confrontará las palabras-hechos de la infancia de su Hijo (Lc 2:19, 51). Con un pronombre posesivo, mi alma, significa “yo”: “En el Señor se gloría mi alma” (Sal 34:3).

Al Señor

El engrandecer y magnificar de María (al igual que su “salto de júbilo o exultación”) es un impulso de alabanza y agradecimiento que sube hacia el Señor, es decir: YHVH: nombre impronunciable revelado a Moisés, substituido por Adonai en lengua hebrea.

La alabanza-agradecimiento de María es una forma de actuar su amor expresado cuando Ella rezaba diariamente el Shemá Israel: