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"…Cuántas veces en silencio, nuestros ojos hablaron tanto que se quedaron sin palabras.Cuántos abrazos silenciosos nos ahogaron el texto.Cuántas plegarias no dichas se alzaron hasta lo más alto e infinito, para ser recogidas en silencio y transformarse así en el milagro de haber sido escuchados.No le temamos al silencio, porque la vida también es eso, es la pausa, el break, es esperarse un poco para que la palabra estalle con todo su esplendor y nos llene la boca como un primer beso.Porque la palabra existe, existe también el silencio, como en el fondo del mar, donde la vida y el misterio se toman de la mano, donde los sonidos escasos le dejan lugar al silencio para que se exprese, para que crezca y también para que lo entendamos…" "Así como el pintor ante la tela en blanco siente la terrible emergencia de una danza de colores, que aparezca de repente y marque la insipiente iniciación de un algo…Así como cuando nos mudamos y el piso virgen nos recibe vacío y nuevo, sin muebles, sin pelusas, sin pisadas y sus ecos en la casa anuncian una nueva historia a comenzar…Así como el escritor con su pluma temblando entre los dedos, busca entre sus prosas… las mas bellas, la incompleta, la arcaica, para darle nueva vida y otros renglones a la hoja turbia y fría todavía…" "…Pero la ventana y los ríos, los valles y los árboles, todavía saludaban a esa voz que incansablemente se remontaba para llegar a él en un sueño más, que permitía que este amor aún no se estrenara. Y descubrió en sus labios húmedos las huellas de un beso con sabor a café que nadie aún le había dado… Y los pájaros, las mariposas y las hadas partieron de su corazón, para llevar alegremente la noticia de su regreso a casa." "…Hay una parte en mí que ya no existe. Es aquella que murió cuando casi todos los que dijeron quererme me abandonaron, huyeron asustados y con argumentos fabulados de mi muerte y de la suyas. Todos ellos son tan sobrevivientes como yo, pero con menos marcas en los huesos. La distancia y el silencio, fueron sus cómplices y mi tumba."
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Seitenzahl: 118
Veröffentlichungsjahr: 2019
Portilla, Nancy
Lágrimas en el papel ensayos a la medianoche / Nancy Portilla. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2019.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: online
ISBN 978-987-87-0156-1
1. Ensayo Argentino. I. Título.
CDD A864
Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723
Impreso en Argentina – Printed in Argentina
Dedicatoria
A todos... o casi.
Agradecimientos
A mi hermano Claudio Portilla, que me dio una parte de sí mismo para que yo pudiera navegar en la esperanza de otra oportunidad.
A Marta Parodi, mi madre, que con su ejemplo me enseñó a no bajar los brazos, y estuvo siempre a mi lado.
A Graciela Francois, que me acompañó y me sigue acompañando incondicionalmente.
A mis compañeras de estudio, hoy entrañables amigas, que me acompañaron siempre.
A Omar Barneto, “el Crítico”, por las horas que dedicó a leer mis ensayos y escribir sus “devoluciones”, tan ansiosamente esperadas por mí.
Índice
Agradecimientos
El cielo
Ahora estás vivo
Pero no fue así
¿Dónde estará mi lugar?
Bajón
Mirar desde el alma
Y yo... dudaba
Empecemos
El gallo
Solo una llamada
Desgano
¿A qué le tememos?
Mi pequeña
Estoy latente
Camila
Espejo
A destiempo
Ludmila
Respuestas
Hilos dorados
Adultos argentinos
Los números - Primera parte
Los números - Segunda parte
La estrella
La escuela
A Madrid
Estirar la cuerda
Soltar
Te perdono
Gracias
Te invito a caminar
Segundo
Envejecer
Cuando dormimos
Rayito de sol
Presencia
Partida
El globo
La partida del loco
En el exilio
Me inserto en México
Tristeza mexicana
El silencio
Ya no te espero
Casi de regreso a casa
Inminente adiós
Todos mis muelles…
Cuando lo hago así con vos…
Mañana... poesía y anhelo
Una parte de mí
El cielo
Cuando yo era muy chiquita, a los cinco, seis, o siete años, creía que el cielo era un espacio material, que existía arriba de mi cabeza. Por supuesto que lo imaginaba extremadamente maravilloso, sí, ahí vivían los Reyes Magos, Diosito, su mamá y su papá, todos los ángeles, el ratón Pérez y por supuesto Papá Noel, al que amaba interesadamente durante todo el año. También era un lugar que recibía a los espíritus que partían de la tierra. Entonces la muerte no era nada más que una mudanza. Con nuevos vecinos maravillosos.
Cuando en el colegio comenzaron a “socializarme”, por supuesto que me hablaron de la vía láctea, el universo y el espacio terrenal.
De pronto, así como de repente se rompe una pompa de jabón y las gotitas te entran lastimándote a los ojos, me di cuenta de que el cielo no existía, que atrás de las nubes no había ese espacio celeste donde pararse, caminar, respirar y descubrir en qué habitación estaban mis personajes tan queridos.
Solo yo sé lo que significó para mí saber de esto. El cielo no existía, había planetas más arriba, un sol muy caliente y después la nada o lo desconocido o lo infinito. Y así de infinita fue la desilusión. La recuerdo como la primera, la más dolorosa, la más profunda y la más cruel para aquella nena de alrededor de siete años. ¡¡¡El cielo no existe!!! ¿Adónde ir entonces? Dios mío, ¡¡¡la muerte es desaparecer!!! Terminar en el cementerio. ¡¡¡Qué horror!!! ¡¡¡No quiero que nadie más se muera!!! ¡¡¡Y cómo sentía que quería a mis seres amados!!!, ¿adónde iban a ir cuando todo aquí abajo se terminara? Cuántas noches de soledad extrema, cuánto miedo y cuánta mentira sin sentido. Atmósfera, estratosfera... ¿y el cielo? Del cielo… nada.
La gravedad, la falta de gravedad, los astronautas pisaron por esa época justo la Luna, y lo vi por la tele. ¡¡¡Mirá lo que era el cielo!!! Un espacio donde flotar sin compañías celestiales. Sin piso donde pararse. Sin límites. Sin amigos.
Esta angustia creo que me duró mas tiempo que el que ahora puedo recordar, pero ese descubrimiento me hizo diferente, más triste, más llorona y más desilusionada que el resto de mis compañeras. Más ausente y más silente. “No te vas a ir al cielo”, me decían, y yo ya lo sabía. Qué lástima que lo sabía.
Y así, rapidito, el cielo se desdibujó, y aprendí a vivir sin cielo, me conformé buscándole forma a las estrellas, hablando con la luna y aprovechando al sol en toda su inmensidad. Siempre, desde aquella época, lo derivado del “cielo” me producía felicidad, contemplación y placer. Pero claro, no era el “otro cielo” el que me esperaba y el que esperaba al resto de los mortales, por mí tan queridos y necesarios por aquellos tiempos.
Pasaron tantos años sin cielo, y por supuesto este descubrimiento preanunció otros tantos, quizá no tan dolorosos como el primero.
Cuando fui madre, no le hablé a mis niñas del cielo, pero traté de regalarles muchas estrellas, y una luna gorda y un sol calentito. Y nunca nos faltaron nubes con forma de osito, de lagarto, de ángel, de conejo y otras tantas. Los rayos nos sorprendían siempre en el rincón donde no estábamos mirando, pero solo nos perdíamos el principio y podíamos desde el balcón verles la cola.
Pero necesité muchos años, muchos años sin cielo, para saber que nada de eso era verdad. Que el cielo estaba ahí. Pero tuve que vivir muchos años pensando que no existía para saber lo que vale ahora que existe. Y ahora a mi nena menor pude por suerte hablarle del cielo, y ella también cooperó para que yo pudiera recuperarlo, y es así. Si yo quiero que exista... el cielo existe, y me espera, sin apuros, tranquilamente, como el primer día, iluminando todo de celeste, como cuando era chica. Y ahora sé adónde van los muertos, y ahora sé donde viven los Reyes Magos y sus vecinos. Por suerte ahora lo sé: ¡¡¡en el cielo!!! Como siempre, como hace miles de años. Porque resulta que muchos ángeles bajaron para acompañarme, con distintas caras, distintos nombres y personalidades, pero todos aportaron para convencerme de que siempre habrá un lugar celestial, maravilloso y mágico adonde pueda ir. Y que no me voy a sentir sola, salvo que así lo desee. Y yo elijo para todos mis seres amados y para mí un hermoso cielo celeste, donde pararse, donde elegir habitación, y donde elegir compañía para toda la eternidad.
Y eso me hace olvidar la tristeza, me pone feliz, y parece que tuviera nuevamente siete años, porque estoy pensando qué pedirle a Papá Noel este año para Navidad.
Ahora estás vivo
No esperes que te avisen.
No sonará el teléfono, ni recibirás un mail.
No tocará tres veces el cartero, ni el diario nada anticipará.
Sí. Te levantarás temprano, como en los últimos 30 años.
Llamarás a los chicos que tomarán dormidos el desayuno y el perro te volverá a sonreír con sus dientes y su cola, igual a como él le gusta saludarte. Y vos le contestarás.
La radio anticipará la reiteradas noticias del siglo pasado, y la ventana de la cocina te regalará otro amanecer fresco y a estrenar, cero km como siempre, para el que lo quiera ver.
Así, temprano y despacio, las alas de la casa se irán desplegando para volver a transitar un día, un cotidiano y lindo día más.
El aroma del café en los pasillos de la casa renueva la conciencia para andar, y andar, y volver a empezar.
Parece todo tan igual, y sin embargo todo es tan diferente. Porque algo ocurrió, pero es muy temprano para darse cuenta.
A veces es muy temprano para darnos cuenta. Pero indefectiblemente estamos vivos, desde hace ya varios años, y hemos leído, hemos trasnochado, hemos intentado filosofar. Algo hemos aprendido. ¡¡¡Y tanto que nos queda por andar!!!
Afuera la ciudad se despereza lentamente.
Adentro, la vida parece que vuelve a comenzar. Pero hay un algo que sobrevuela nuestra mentes, no animándose aún a aterrizar.
Algo terminó anoche, ayer, hace un rato o miles de años, para darle lugar a otra cosa, que algunos podrán llamar... predisposición, aptitud, energía, ganas, armonía, voluntad.
Es que parece que no cambió cualquier cosita. Cambió todo, sin haberlo estipulado antes.
Cambiaste vos, y de tal manera que no lo sabés, cambió tu forma de ver el mundo, cambió el punto de vista, los ojos ven pero ahora el alma observa y toma nota, y analiza, y asocia, y escucha, y crece y se da cuenta y aprende para evolucionar.
Y ahí te das cuenta de que casi ni siquiera era complicado ser feliz, pero no lo feliz de la tele. Feliz de adentro, porque brilla el sol, porque los afectos te sostienen, porque podés pensar, porque volviste a despertar.
Entonces de pronto podés animarte y te das cuenta y las carencias que te limitaban se vuelven dispensables, y cada objeto del hogar se transforma en un tesoro, y regar las plantas es maravilloso, y que el teléfono reciba a un amigo es mágico.
¿Entonces?
¿Qué era lo de ayer que nos tenía así, pendientes de datos que no nos importan ni forman parte de nuestro entorno de felicidad?
¿Qué nos vendieron?
¿Qué pactamos comprar?
¿Cuánto hace que este pacto macabro y secreto nos comió la sonrisa y nos hizo distraernos para solo mirar hacia el lado menos positivo y lucrativo de nuestra credulidad?
Desatendimos tantas cosas, pero fundamentalmente nos descuidamos a nosotros mismos. Ahí te das cuenta y ni siquiera sentís que el tiempo se perdió. Fue así, fue lo necesario, fue lo acumulado, fue un saltito que nos pone arriba de la piedrita que nos cambia todo.
Y entonces empezamos a ver, a ver en serio, que el mundo está para nosotros, que la mayoría de las cosas son perfectas, y que las otras están para ser mejoradas.
Pero hoy nos dimos cuenta de que depende absolutamente de nosotros.
Que la vorágine no existe si no te montás sobre ella.
Que el tiempo te alcanza si así querés que sea.
Ahí, al ladito tuyo, están los ojitos de tu hijo que te mira, y él también se anima a preguntarse si sos feliz. Contale, decile que sí, ayudalo a que pueda creer en todo lo que hoy vos estás creyendo.
Porque es así. La magia solo existe si alguien cree en ella, pero los pases los hacemos cada uno de nosotros, con nosotros mismos y ahí, justo ahí, se produce el milagro.
Si alguna vez maduramente hubiésemos podido pensar la diferencia entre mostrarnos dichosos o desdichados ante los ojos de aquellos que nos quieren y nos observan, no hubiésemos dudado tanto. Hubiésemos sido más claros, menos retorcidos, más amplios y más confiados.
Todo dependía de nosotros. Pero sigue siendo así, depende de nosotros: la alegría, la caricia, la gratitud, la esperanza, el hacernos cargo y el disfrutar.
Porque también te diste cuenta de que sos absolutamente libre para elegir, y el elegir significa de qué manera transitar cada hecho, cada caso, las sorpresas y la novedad, y si vas a elegir, ¿por qué pasarla mal? ¡¡¡Pasalo bien!!! Si sos vos el que decide cómo y por qué.
Y parece que ahora es sencillo… ¡¡¡porque lo es!!!
Si tenés ganas de que así sea… ¡¡¡lo es!!! Hacelo, reíte, cuidate, mimate, amate, abrazá, agradecé, recordá, asociá.
Te aseguro que se simplifica, y comenzás a reconocer que de vos surge una energía que envuelve todo y te lo devuelve igual, pero dinamizado. Y así se puede, se avanza, se festeja. Es tanto lo que tenemos. Pero solo nosotros lo hemos devaluado. Cotizalo nuevamente, sé un bebé, sé virgen, sé genuino, si sos vos y sos único.
Es tanta la música que se puede bailar.
Son tantas las palabras no dichas.
Son tantas las líneas por descubrir para escribir.
Hacelo, querete, cuidate, sos vos y siempre vale la pena.
Tu espíritu ya vino con alas, ¡¡¡usalas!!! Lavalas, desplegalas, y flotá. Cuanta más altura, más visión.
Volá, volá... bajá... y volvé a volar. El aire te sostiene, el viento te dirige, los besos te reciben. Gritá, reí, llorá, ¡¡¡sos vos!!! Aunque ahora te resultes desconocido, este también sos vos. Pero ahora… ¡¡¡ESTÁS VIVO!!!
Pero no fue así
Hace muchos años, una mañana fue diferente. Parecía que aclaraba… pero no fue así.
Y se comenzó a escuchar por todos lados un rugir extraño, como de tormenta… pero no fue así.
Y en los valles, en los ríos y en las calles, algo comenzaba a gestarse, y a avanzar, y a destruir.
Y había muchos grupos de personas, que sabiendo que esto podía suceder, pensaron en prepararse para la jornada… pero no fue así.
Y la noche continuaba, los rugidos, los llantos y los gritos apagados se multiplicaban, y el temor se transformó en miedo y este se llamó terror… y fue así.
Y así pasaron noches sin jornadas, y cárceles sin planos, y jóvenes sin nombres y muchas madres sin hijos, y más hijos sin padres. Gritaban por no morir… pero no fue así.
Había otro grupo de personas, surgidos de esta misma oscuridad, muy creídos de que “debía ser así”, sin leyes, sin derechos, sin escala, avanzaban creyendo resistir. Y los días pasaban sin memoria y uno veía por la calle a las personas, que iban y venían. Parecían vivir… pero no fue así.
Y los días, y los meses y los años, desfilaban frente a tu nariz, y pensábamos que estábamos zafando… y no fue así.
Otra herida insoportable se iniciaba, en lo más profundo de cada ser. Y la inconsciencia y la ignorancia nos ganaba y no sabíamos por qué.
La mentira era dueña de la tele, la perversión se cambiaba de canal, y la duda no tenía compañeros, y se acostaba a descansar.
Los grupos parecían mitigarse, y escondidos en un rincón del placar, nos quedaron albergadas muchas dudas, esperando algún nuevo despertar.
Algunos probos aprovecharon la maniobra para continuar, y así pactaron, se aliaron, conspiraron cada día más.
Y pasaron tantas noches sin sus días, el sol ni siquiera se animaba a aclarar. Las tinieblas nos tapaban la mirada, y el corazón se exigía a seguir latiendo más y más.
Pero como todo lo que empieza se termina, despacito comenzamos a pensar.
Y se fueron tejiendo lentamente las tramas de una nueva sociedad.
Y de a uno, poco a poco, exigimos, levantamos la cabeza una vez más y pronto, muy despacio, los rugidos comenzaron a atenuarse y fue así.
Hoy ya parece casi historia, pero tan cercana y real, que aún lastima. Nos hiere y nos empuja a seguir preguntando un poco más.