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Las armas de la hermosura es uno de los dramas teatrales de Pedro Calderón de la Barca. Suele emplear en ellos auspicios y profecías iniciales que desvían la atención del público, con componentes mitológicos, rasgos deudores de la obra de Lope de Vega y centrados en temas clásicos de la época como la religión, el amor y el honor.
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Seitenzahl: 104
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Pedro Calderón de la Barca
Saga
Las armas de la hermosuraCover image: Shutterstock Copyright © 1650, 2020 Pedro Calderón de la Barca and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726497410
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
Córrese la cortina, y vense todos los bastidores del teatro trasmutados en aparadores de piezas de plata, y en medio una mesa llena de vasos y viandas, y sentados a ella hombres y mujeres, y en su principal asiento CORIOLANO y VETURIA, y los músicos detrás, arrimados al foro, y PASQUÍN y otros criados sirviendo a la mesa
CORO 1: "No puede amor
hacer mi dicha mayor.
CORO 2: Ni mi deseo
pasar del bien que [poseo?]."
CORIOLANO: Sin duda, Veturia bella,
esta canción se escribió
por mí, pues solo fui yo
feliz influjo de aquella
de Venus brillante estrella;
pues benigna en mi favor...
LOS DOS COROS: "No puede amor
hacer mi dicha mayor."
VETURIA: Mejor debo yo entender
su benévolo influir;
pues, dándome que sentir,
me deja que agradecer;
y más el día que a ser
llegue la ventura mía
tu esposa, pues ese día
no podrán mi fe, mi empleo...
VETURIA Y CORO 2: "Ni mi deseo
pasar del bien que poseo."
HOMBRE 1: A tanta solemnidad
desde ahora será bien
que todos en parabién
brindemos.
HOMBRE 2: A que su edad
viva eterna.
HOMBRE 3: Y su beldad
en fecunda sucesión
a Roma ilustre.
PASQUÍN: Éstos son
convidados que me placen,
que a un tiempo la razón hacen
y deshacen la razón.
MÚSICOS: "No puede amor
hacer mi dicha mayor,
ni mi deseo
pasar del bien que poseo."
MUJER 1: Todas, ya que la fortuna
trocó el pesar en placer,
esa salva hemos de hacer.
LIBIA: ¿Cómo se podrá ninguna
excusar, si cada una,
de cuantas hoy Roma encierra,
feliz el susto destierra
de aquel pasado temor?
MUJER 1 y MÚSICOS: "Y no puede amor
hacer su dicha..."
Dentro
VOCES: ¡Arma, guerra!
Cajas y trompetas dentro, y alborótanse todos
HOMBRE: ¡Qué asombro!
MUJER 1: ¡Qué confusión!
CORIOLANO: ¿Qué novedad será ésta,
que dentro de Roma forman
voces, cajas y trompetas?
TODOS: ¿Quién causa este estruendo?
Salen AURELIO y ENIO de soldado
AURELIO: Yo.
CORIOLANO: ¿Tú, señor?
AURELIO: Sí.
CORIOLANO: Pues ¿qué intentas?
AURELIO: Despertar tu torpe olvido,
porque, al ver que en mi hijo empieza
la reprehensión, sepan todos
que, anticipada la queja,
antes que a mí su pregunta,
llegó a ellos mi respuesta.
Quitad, romped, arrojad
aparadores y mesas,
nocivos faustos de Flora
y Baco, cuando es bien sean
pompas de Marte y Belona.
Ocúltanse los aparadores y mesas
Y porque la causa sepan,
Enio, dile a Coriolano
y a cuantos con él celebran,
bastardos hijos del ocio,
cultos al Amor, las nuevas
que traes de Sabinia...
VETURIA: (¡Cielos! Aparte
¿Qué nuevas pueden ser éstas?)
LIBIA: (Oye y disimula.) Aparte
AURELIO: ...en tanto
que a toda Roma las cuentan
públicos edictos que,
para freno y para rienda
de tan locos devaneos,
dispone el Senado.
ENIO: Fuerza,
como a primer senador,
es, señor, que te obedezca,
y fuerza también que haya,
para que mejor se atiendan,
de enlazar con su principio
el nuevo motivo.
AURELIO: Sea,
no como quien le refiere,
sino como quien le acuerda.
ENIO: Sabinio, rey de Sabinia,
mal ofendido de aquella
fingida amistad con que
Rómulo, atento a que fuera
eterna la población
de su gran fábrica inmensa
que, émula a Jerusalén,
también en montes se asienta,
y que no pudiera serlo,
sin que de su descendencia
la sucesión se propague,
viendo cuánto para ella
buscar consortes debía,
convidó para unas fiestas
los comarcanos sabinos
con sus familias, en muestra
de firmar con ellos paces.
AURELIO: Si lo fueron o no, deja
al silencio esas memorias,
pues nadie hay que no las sepa,
según en su gran teatro
al mundo las representan
el tiempo en veloces plumas,
la fama en no tardas lenguas;
y así, dejando asentada
aquella parte primera
del robo de las sabinas,
ve a la segunda.
VETURIA: (¡Oh inmensas Aparte
deidades!¿Qué nuevas pueden
ser que de pesar no sean?)
ENIO: Sabinio, rey de Sabinia,
mal ofendido de aquella
fingida amistad, trató
hacer a Rómulo guerra,
y Rómulo resistirla,
careando injuria y ofensa,
el uno por castigarla,
y el otro por mantenerla;
persuadido el uno a que
satisface el que se venga
y el otro a que nunca tuvo
lo no bien hecho otra enmienda
del arrojo que lo obró,
que el valor que lo sustenta.
Dos veces, pues, el sabino
a Roma asaltó, y en ella
dos veces le obligó a que,
rechazada su soberbia,
levantase el sitio, dando
a la dominante estrella
de Rómulo por vencida
de la suya la influencia.
En este intermedio Roma,
ufana, alegre y contenta,
vencedora de sus armas,
vencida de sus bellezas,
procurando reducir
a cariño la violencia,
toda era festines, toda
agasajos y finezas,
bien como toda Sabinia
llantos, suspiros y quejas;
que entre ofensor y ofendido
tan neutral vive la ofensa
que a uno el gozo se la olvida
y a otro el dolor se la acuerda.
En esta desigualdad,
ambas fortunas suspensas,
viendo Sabinio que, muerto
Rómulo, la suya adversa
sin dominante enemigo
quedaba y que a Numa, que era
a quien nombrado dejó
por su sucesor, resuelta
en ser república Roma,
no sólo le dio obediencia,
pero echándole de sí,
eligió en plebe y nobleza
senadores y tribunos,
que en libertad la mantengan.
Sabinio, pues --porque el hilo
en la digresión no pierda--,
procurando aprovechar
aquella vulgar sentencia
de ser sin cabeza un pueblo
monstruo de muchas cabezas,
en una parte y en otra
viendo también cuán ajena
Roma de sus altos triunfos
deleitosamente deja
de ser campaña de Marte
por ser de Cupido selva,
a repetidas instancias
de la soberana Astrea
--que, celtíbera española,
desde el día que, deshechas
sus gentes, volvió su esposo,
ni él ni nadie llegó a verla
o sin lágrimas los ojos
o el semblante sin tristeza--,
secretas levas dispuso;
pero como esto de levas
es mina que por el más
breve resquicio revienta,
al Senado sus vislumbres
llegaron en humo envueltas;
de suerte que, al inquirirse,
si eran ciertas o no ciertas,
a mí, que por más servicios
nombró en la elección primera
del pueblo primer tribuno,
me dio orden de que füera
a informarme, disfrazado
en nombre, en traje y en lengua,
del estado y del designio;
con que a poca diligencia
pudo informarme mejor
la vista que la cautela;
que enmudecen los ardides
donde hablan las evidencias.
A toda Sabinia hallé,
sin recato de que sea
contra Roma la jornada,
no tan sólo en arma puesta,
pero en marcha; a cuyo efecto
estaban pasando muestra
de militares pertrechos
todas las campañas llenas.
Numerosas huestes son
las que alistadas se asientan,
según supe, voluntarias;
porque --como dije-- Astrea,
que adquirir de vengadora
de las mujeres intenta
el alto nombre, en persona
las conduce y las alienta
con tan gran jactancia, que
sus tremoladas banderas,
jeroglíficos del aire,
componen en cuatro letras
el vanaglorioso enigma
de ser su victoria cierta.
Una S, una P, una Q
y una R son, cuya empresa
descifrada decir quiere
--según todos la interpretan--:
"Al Sabino Pueblo ¿Quién
Resistirá?" Y con tal priesa
a lento paso la marcha
disponen, que me fue fuerza,
según su vecina línea
confinante es de la nuestra,
por llegar antes, valerme
de toda la diligencia
que pude.Pero por más
que lo intenté, la sospecha
o nota de desmandado
me detuvo; y así llegan
a ser de mis voces ecos
sus cajas y sus trompetas,
cuando lejanos repiten
al viento, que se las lleva,
y al eco, que nos las trae:
Cajas y voces [dentro] a lo lejos
VOCES: ¡Arma, arma! ¡Guerra, guerra!
VETURIA: (Bien temí que había de ser
Aparte
segunda desdicha nuestra.)
AURELIO: Mira, con estas noticias,
si ha sido prevención cuerda
que otras trompetas y cajas
despertador tuyo sean,
y de cuantos hoy en Roma
divertidos no se acuerdan
de aquellos primeros héroes,
que de apagadas pavesas
fueron incendio de Europa,
hasta coronarla reina
del orbe.Y, dejando aparte
abandonadas proezas,
que en Africa y en España
Rómulo dejó dispuestas,
y hoy yacen en el infame
sepulcro de la pereza
¿a qué más puede llegar
el baldón de la honra nuestra
que a pensar el enemigo
que ya Roma no es la que era,
pues se promete en sus timbres
que no ha de hallar resistencia?
Demás desto, ¿es bien que yo
a un noble ofendido tenga
y no tenga mira a que
es desproporción muy ciega
que él desvelado maquine
y yo descuidado duerma,
mayormente al blando sueño
de tan contrarias sirenas
que, si otras cantando matan,
ellas llorando deleitan?
¡Oh, nunca hubierais...!
CORIOLANO: Perdona,
señor, y dame licencia
para suplicarte que,
no enojado las ofendas,
ni a ellas ni a cuantos conmigo
a mi ruego las festejan;
y más en este jardín,
donde Veturia se alberga,
noble matrona, a quien todas
reconocen preeminencia
por su real sangre; que no
es culpa suya ni nuestra
el que en ellas sea agasajo
lo que en nosotros es deuda.
La culpa fue del primero
que robadas las violenta,
no de los que, ya robadas,
procuran que estén contentas;
que, para tenerlas tristes,
mejor fuera no tenerlas.
Si hacerlas nuestras quisimos,
¿cómo habían de ser nuestras
si, en nuestro poder quejosas,
siempre quedaban ajenas?
Que desde el odio al cariño
no es fácil de hallar la senda
si no es que la facilite
la caricia, la fineza,
el obsequio, el rendimiento,
la atención y la asistencia,
que son las que sólo saben
hacer voluntad la fuerza.
Decir que esto del valor
nos ha olvidado, es propuesta
tan vana, que el mismo Marte
el primero es que la niega,
puesto que, amante de Venus,
al mundo puso en sospecha
de que él y Cupido habían
trocado dardos y flechas;
viendo cuánto ventajoso,
porque su dama lo sepa,
pelea el soldado que
con armas de amor pelea,
juzgando que son de Marte.
Y para que mejor veas
que ser galán en la paz
no es ser cobarde en la guerra,
el primero seré yo
que, de la patria en defensa,
al opósito le salga.
Y así, para disponerla,
iré por plazas y calles,
diciendo en voces diversas:
Dentro
UNOS: ¡Viva Coriolano!
OTROS: ¡Viva!
AURELIO: Oye, hasta averiguar éstas.
Salen FLAVIO, LELIO y SOLDADOS
FLAVIO: Yo lo diré, que en tu busca
vengo, para que lo sepas.
Proponiéndole al tumulto
de la plebe y la nobleza
cuánto conviene salir
a impedir el paso desa
no impensada invasión, antes
que pise la línea nuestra,
ocpando los estrechos
pasos y las eminencias,
a fin de que, ya que entren,
entren peleando, en que es fuerza
que pierdan gente, y quizá
que gente y jactancia pierdan,
dije que presto el Senado
nombraría a quien convenga
que vaya por general;
a que dieron por respuesta,
reduciéndose a una voz,
de varias voces compuesta:...
Dentro
UNOS: ¡Viva Coriolano!
OTROS: ¡Viva!
FLAVIO: De suerte que, antes que sea
consulta, la aclamación
común, quiere que cabeza
suya sea Coriolano,
de que vengo a darte cuenta,
por si acepta o no.
AURELIO: ¿Qué es
dudar si acepta o no acepta,
siendo mi hijo?--- Coriolano,
ya ves en lo que te empeña
la común aclamación
del pueblo.
CORIOLANO: La vida hubiera
dado en albricias, señor,
a no importar mantenerla
para que, en servicio suyo,
en mejor trance la pierda;
en cuyo agradecimiento
a Flavio las plantas besa
mi humildad y a Lelio da
los brazos, bien como prendas
de quien se obliga a pagar,
reconocida la deuda.
LELIO: El mérito es quien te adquiere
este honor. (¡Que también sea
Aparte hijo yo de senador,
y de mi …. ¡Oh envidia, deja
de afligirme!)Y el primero
seré que irá a tu obediencia
por soldado tuyo.
ENIO: Yo
no te doy la enhorabuena,
porque me la he dado a mí,
en fe de lo que interesa
en tus honores mi honor.
CORIOLANO: A entrambos os lo agradezca
mi amistad; que con los dos,
tú, Lelio, de la nobleza
cabo; tú, Enio, de la plebe,
¿qué riesgo habrá que no emprenda?
TODOS: ¿Ni quién que a ti no te siga?
PASQUÍN: (Yo, porque allí Libia señas
Aparte me hace de que allá no vaya.)
AURELIO: Pues porque tiempo no pierda,