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Barnabas Bartfai

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Beschreibung

La física ha demostrado que la realidad está muy lejos de ser lo que percibimos. Pero, ¿qué es lo que realmente vemos y qué es lo que en verdad existe?
Este libro nos invita a un viaje que nos hace reflexionar, en el que se revela paso a paso hasta qué punto la percepción humana distorsiona la realidad y que el mundo que experimentamos no es el mismo que el que realmente existe. Presenta la verdadera naturaleza y las peculiaridades de las leyes físicas y, a continuación, profundiza en dimensiones más profundas para mostrarnos un mundo en el que la base de la realidad ya no es la materia, sino las matemáticas. Todo ello sin ecuaciones ni fórmulas complicadas, solo mediante el libre vuelo de las ideas. Dado que la estructura del mundo muestra patrones fractales en casi todas partes, a través de las maravillas del numenismo y la geometría fractal podemos llegar a interpretaciones más profundas que van más allá de la física materialista y, al reinterpretar los sistemas de creencias, pueden reescribir todo lo que pensamos sobre el mundo, aunque a primera vista pueda parecer atrevido.
Este libro está dirigido a aquellos que no se conforman con lo superficial. A aquellos que no solo quieren saber, sino también comprender. A aquellos que sienten curiosidad por saber por qué percibimos el mundo como lo hacemos y qué hay detrás de esa percepción. A los amantes de la ciencia, a los pensadores abiertos a la filosofía y a todos aquellos que buscan las facetas más profundas de la realidad.

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Veröffentlichungsjahr: 2025

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Prólogo

Este libro muestra lo diferente que es el mundo de lo que vemos con nuestros ojos humanos. Al contemplar las cosas desde una perspectiva diferente, nos muestran un rostro tan distinto que nos cuesta creer que se trate del mismo tema. Sin embargo, para acercarnos a la verdadera naturaleza del mundo, primero debemos cuestionar nuestro propio punto de vista, esa perspectiva humana que tan a menudo limita nuestra interpretación.

Casi no hay nadie que no haya reflexionado alguna vez sobre las cuestiones fundamentales de la existencia del mundo. ¿Por qué hay algo en lugar de nada? ¿Qué es lo que realmente existe? Ya sea que abordemos estas cuestiones desde un punto de vista filosófico, científico o espiritual, a menudo nos topamos con obstáculos. Las religiones están llenas de contradicciones internas y paradojas, mientras que la física y la cosmovisión materialista se ocupan exclusivamente de los fenómenos del mundo material, ignorando aquellos aspectos que trascienden la realidad perceptible. Ciertas visiones esotéricas intentan dar respuesta a estas preguntas, pero en muchos casos atribuyen a explicaciones místicas y sobrenaturales fenómenos que pueden describirse con la física de alto nivel, lo que aumenta aún más la confusión.

Elijamos, pues, la pastilla roja de la película Matrix, conozcamos el verdadero rostro de la realidad y profundicemos aún más. Busquemos un nuevo enfoque, una perspectiva que sea coherente, libre de contradicciones internas y capaz de dar respuestas lógicas y racionales no solo a las preguntas del mundo material, sino también a las dimensiones más allá de él. Pero, ¿qué puede estar por encima de todo? ¿Qué puede existir de forma totalmente independiente del mundo material? La respuesta está delante de nuestras narices: las matemáticas.

¿Es posible que la realidad no sea más que un sistema de estructuras matemáticas que existen por sí mismas, que la «existencia» sea simplemente una proyección fractal de estas, y que la conciencia sea la perspectiva interna de la estructura, un patrón autorreflexivo capaz de percibirse a sí mismo? Es posible. Aunque esta afirmación pueda parecer atrevida a primera vista, uno de los objetivos del libro es presentar y justificar paso a paso la validez de esta línea de pensamiento. Pero para ello, primero debemos conocer la naturaleza del mundo en sí, hasta qué punto la realidad percibida por el ser humano difiere de lo que hay detrás de ella. Porque el mundo no solo se puede describir matemáticamente, sino que el mundo es matemática en sí mismo. Según la visión tradicional del mundo, la realidad material es lo primordial y las matemáticas son solo un instrumento para describirla. Este libro, por el contrario, ofrece un giro radical, ya que supone que no es la matemática la que describe el mundo, sino que el mundo mismo es de naturaleza matemática, por lo que no se necesita «realidad», «materia» o «espacio-tiempo» para que algo exista: basta con la matemática, que existe como estructura eterna e independiente, al margen de cualquier existencia empírica.

Por lo tanto, este libro no es solo una presentación de una teoría filosófica, sino la piedra angular de una nueva visión del mundo. Una perspectiva capaz de reinterpretar el concepto de existencia y mostrar que en lo más profundo de la realidad no hay materia, sino números. Probablemente muchos no se identifiquen con esto, pero tampoco es necesario, porque solo es una posibilidad, no afirmamos que sea así. Pero es posible.

1. Introducción

Si examinamos el mundo con un poco más de detenimiento, vemos que nada es lo que parece. La física nos permite describir muy bien la naturaleza real del mundo material que nos rodea, pero incluso entonces se hace evidente que lo que percibimos como realidad no es más que una representación de estructuras más profundas a nivel del modelo físico.

Pero, ¿es segura la realidad que describen las leyes de la física? ¿Existe realmente la realidad cuando estas leyes solo son válidas en determinadas circunstancias y, de vez en cuando, son sustituidas por nuevas teorías? Cuando cruzamos la frontera de la física cuántica, la realidad se derrumba, la visión clásica del mundo ya no es sostenible: lo que creíamos que era materia es en realidad estados de campo cuantizados con comportamiento ondulatorio. Pero, ¿qué significa esto? ¿De qué son estas ondas? Y si la observación en sí misma influye en el resultado de la medición, ¿hasta qué punto podemos considerar objetivo lo que llamamos realidad? ¿Es posible que sea solo nuestra conciencia u observación lo que materializa el mundo en realidad?

1.1. Cambiemos de perspectiva

Una nueva corriente filosófica es siempre el resultado de la búsqueda de una respuesta. Una respuesta que ni la ciencia moderna, ni las religiones tradicionales, ni las doctrinas esotéricas han podido dar de manera satisfactoria. La humanidad lleva milenios tratando de descifrar el misterio de la existencia: ¿por qué hay algo en lugar de nada, qué es lo que realmente existe y cómo se pueden interpretar la conciencia, Dios, el universo, el tiempo, la materia o incluso el espacio-tiempo?

Las religiones suelen moverse dentro de un marco dogmático y, aunque a menudo aportan importantes orientaciones morales y profundas verdades espirituales, sus contradicciones internas y sus paradojas lógicas les impiden ofrecer una explicación coherente del mundo. Por el contrario, la perspectiva científica materialista se centra exclusivamente en el mundo perceptible y medible, y deja de lado aquellas cuestiones que trascienden la realidad empírica. La física simplemente no quiere ocuparse de cuestiones que trascienden los límites del mundo medible y demostrable. Las corrientes esotéricas, por su parte, suelen mezclar lo místico con lo científico y atribuyen explicaciones sobrenaturales a fenómenos para los que existen respuestas racionales y físicas.

Sin embargo, entre estos tres enfoques no hay ninguno que sea a la vez lógico, coherente y capaz de dar una respuesta global a las preguntas más profundas de la existencia. Por eso era necesario crear una nueva corriente que resolviera precisamente esto: una nueva visión del mundo coherente, que no requiera ni fe, ni misticismo, ni pruebas empíricas exclusivas. Una perspectiva capaz de abarcar todas las capas de la realidad —la material, la mental, la temporal y la ontológica— en torno a un único principio fundamental. Y ese principio fundamental es la matemática. No como herramienta descriptiva, sino como realidad ontológica. El numenismo parte de la constatación de que las matemáticas no son solo un lenguaje creado por la mente humana, sino una estructura que existe por sí misma y que constituye la base de toda realidad. La física cuántica señala que la materia existe en un nivel más profundo en forma de estados de campo cuantizados, por lo que el mundo perceptible no es idéntico a la estructura completa de la realidad física. Una estructura matemática que puede describirse mediante fórmulas. Pero el mundo no puede describirse matemáticamente porque el ser humano lo interprete así, sino porque el mundo mismo es de naturaleza matemática. Los números, las funciones, los fractales y las estructuras no son productos del pensamiento humano, sino las capas más profundas de la existencia.

El numenismo es, por tanto, una respuesta que aborda la cuestión de la existencia no desde fuera, sino desde dentro. No pregunta «¿qué hay?», sino «¿qué es lo que existe necesariamente?». Y la respuesta a esta pregunta no es la materia, ni el tiempo, ni el espacio, ni Dios, sino las matemáticas, como estructura eterna, independiente y autónoma de cualquier fenómeno empírico, que no necesita ser creada y en cuyo caso tampoco tiene sentido la pregunta «¿quién la creó?». Las entidades matemáticas infinitas que existen en la dimensión infinita ya contienen de por sí todo lo que puede existir, por lo que la realidad no es el resultado de una voluntad externa o de un principio, sino la proyección de la necesidad interna de los números.

1.2. Antecedentes filosóficos y científicos

La teoría del numenismo no surgió de la nada. Aunque ofrece una explicación original e independiente del mundo, está íntimamente relacionada con tradiciones filosóficas milenarias y con las fronteras de la ciencia moderna. Para comprenderla, vale la pena repasar los antecedentes ideológicos y científicos que, en parte, prepararon el terreno y, en parte, dieron lugar a esta nueva perspectiva debido a sus limitaciones.

1.2.1. Platonismo: el mundo de las ideas existentes

Una de las raíces más antiguas del numenismo es el platonismo. Según Platón, la realidad consta de dos niveles: el mundo sensible, que es cambiante e imperfecto, y el mundo de las ideas, que es eterno, inmutable y perfecto. Las ideas —por ejemplo, el concepto de «círculo» o «número»— no son creaciones de la mente humana, sino entidades independientes que se esconden detrás del mundo material. El numenismo radicaliza esta idea: no solo los conceptos abstractos, sino toda la realidad es de naturaleza matemática. Los números, como estructuras, no solo existen, sino que son la existencia misma.

1.2.2. Max Tegmark y la hipótesis del universo matemático

En el pensamiento científico moderno, el físico sueco-estadounidense Max Tegmark formuló la teoría más cercana al numenismo, a la que denominó «hipótesis del universo matemático» (Mathematical Universe Hypothesis). Según Tegmark, todo lo que existe es en realidad una estructura matemática, y el universo no solo se puede describir con herramientas matemáticas, sino que es en sí mismo un objeto matemático. Esta visión va mucho más allá de la concepción científica tradicional de que las matemáticas son solo un lenguaje creado por la mente humana para describir y modelar los fenómenos de la naturaleza. Según Tegmark, las matemáticas no son un invento humano, sino una estructura que existe en el nivel más profundo de la realidad. En otras palabras: el mundo físico no contiene relaciones matemáticas, sino que el mundo mismo es matemáticas. Esta idea se acerca sorprendentemente a la teoría de las ideas de Platón, según la cual la verdadera base de la realidad es el mundo de las ideas, que es eterno, perfecto e inmutable, mientras que el mundo perceptible es solo una sombra o copia de este. De manera similar, Tegmark también cree que el universo físico es solo una manifestación de la estructura matemática abstracta que hay detrás. Así, el «mundo de las ideas» mencionado por Platón puede identificarse, en la interpretación de Tegmark, con el reino absoluto de las matemáticas.

Una consecuencia importante de la teoría de Tegmark es que, si las matemáticas son realmente la base de la existencia, entonces toda estructura matemática posible puede interpretarse de alguna manera como un universo existente. Esta idea conduce al concepto del multiverso, según el cual no existe un solo mundo, sino infinitos universos con diferentes estructuras matemáticas.

Con ello, la hipótesis de Tegmark no solo traspasa los límites de la física y las matemáticas, sino que también plantea cuestiones filosóficas:

¿Qué significa «existir» si todas las estructuras matemáticas existen en algún lugar?

– ¿Puede existir la conciencia si todo es solo forma abstracta?

¿Y es la mente humana parte de una estructura matemática de este tipo?

En conjunto, la hipótesis del universo matemático de Max Tegmark es uno de los intentos más interesantes de la era moderna por resumir la naturaleza de la realidad en una unidad matemática y filosófica. Al igual que el numenismo, esta idea sugiere que la esencia fundamental del mundo no es material, sino abstracta y espiritual: la «existencia» es en sí misma matemática. El numenismo lleva esta idea más allá, afirmando que no solo el universo, sino toda la existencia —incluida la conciencia, el tiempo y la experiencia— tiene un origen matemático. Mientras que la teoría de Tegmark se mueve principalmente en el ámbito cosmológico y físico, el numenismo se adentra también en las profundidades ontológicas y fenomenológicas. Por lo tanto, en el libro no solo afirmamos que el mundo es de naturaleza matemática o espiritual, sino que también examinamos la calidad de la existencia misma y nos preguntamos si, en última instancia, la realidad es material, consciente, divina o abstracta. Además, no solo hablamos de la realidad desde un punto de vista teórico, sino que también la abordamos desde la experiencia humana: cómo vivimos, percibimos o interpretamos este mundo «espiritual» o «abstracto».

1.2.3. Física digital: la realidad como cálculo

La física digital es el nombre colectivo de las teorías según las cuales el universo es fundamentalmente discreto y funciona según reglas algorítmicas, como si lo ejecutara un ordenador gigante. Pensadores como Edward Fredkin, Stephen Wolfram o Konrad Zuse partieron de la hipótesis de que la realidad es de naturaleza digital y que sus unidades básicas no son partículas materiales, sino bits de información o estados lógicos. El numenismo piensa de manera similar, pero no se limita a las analogías informáticas. Aquí, el cálculo no es un proceso mecánico, sino la dinámica interna de las estructuras matemáticas, una especie de descomposición autoorganizada y fractal que no requiere ni hardware ni control externo.

1.2.4. La física cuántica, como el rebelde de la realidad

La física cuántica revela numerosos fenómenos que suponen un serio desafío para la visión materialista clásica del mundo. Conceptos como la superposición, la entrelazamiento o la no localidad sugieren que en las capas más profundas de la realidad no es la materia lo que domina, sino las relaciones informativas y matemáticas. La descripción de los estados cuánticos, por ejemplo, no puede realizarse únicamente a partir de coordenadas espaciales o temporales, sino que se necesitan representaciones abstractas basadas en números complejos en el espacio de Hilbert.

Según la interpretación del numenismo, estos fenómenos cuánticos no son anomalías, sino consecuencias naturales del hecho de que la base de la realidad no es la materia, sino la estructura matemática. La mecánica cuántica no solo describe, sino que también revela en parte ese nivel más profundo en el que la existencia ya no está ligada al espacio y al tiempo, sino que consiste en sistemas de relaciones abstractas. La entrelazamiento, por ejemplo, puede interpretarse como una relación interna entre dos estructuras que no requiere mediación física, sino solo coherencia matemática.

Por lo tanto, la física cuántica no solo es compatible con el numenismo, sino que, en cierto sentido, lo respalda: el mundo no está construido a partir de partículas materiales, sino de relaciones matemáticas que a veces se manifiestan como conciencia y otras como fenómenos físicos.

1.2.5. La geometría fractal, como huella digital de Dios

La geometría fractal fue uno de los descubrimientos científicos más sorprendentes del siglo XX, que arrojó nueva luz sobre los conceptos de naturaleza y orden. El matemático francés Benoît Mandelbrot demostró que las formas de la naturaleza —las nubes, las montañas, los cauces de los ríos, las ramificaciones de las plantas e incluso el sistema vascular del cuerpo humano— siguen patrones similares, con estructuras fractales. Pero, en un sentido más amplio, la propia humanidad también pertenece a este grupo, ya que todos nos parecemos mucho entre nosotros, pero, sin embargo, todos somos un poco diferentes.

La particularidad de los fractales es que su infinita complejidad se desarrolla a partir de las reglas matemáticas más simples. Este principio sugiere la profunda regularidad del funcionamiento del cosmos: detrás del caos se esconde un orden oculto.

Muchos pensadores, tanto científicos como filósofos, han interpretado esto como «la huella de la creación». Los fractales son como las huellas dactilares de Dios en el tejido del mundo: patrones matemáticamente precisos, pero orgánicos y vivos, que reflejan a la vez lo infinito y lo simple, lo trascendente y lo material.

La geometría fractal es, por tanto, un símbolo clave para muchas cosmovisiones: muestra que la estructura de la realidad es en sí misma de naturaleza sagrada. Las leyes matemáticas no solo describen el mundo, sino que son manifestaciones del orden del mundo, como si fueran huellas de la mente creadora o de la conciencia divina en la naturaleza. (Véase el capítulo 3).

1.2.6. Estructuras que se interpretan a sí mismas

La pregunta principal es: ¿puede existir una estructura que se interprete a sí misma? Desde un punto de vista científico y lógico, se puede afirmar que existen estructuras capaces de interpretarse parcialmente a sí mismas y que esto se puede demostrar empíricamente, pero, en teoría, no puede existir una estructura capaz de interpretar su propio funcionamiento de forma completa y coherente. Independientemente de que una estructura sea de naturaleza matemática, informática o biológica, en teoría puede ser capaz de crear modelos de sí misma, influir en su entorno e incluso disponer de una representación interna (un estado que podría denominarse conciencia), pero no será capaz de conocer el sistema en su totalidad. Por lo tanto, nosotros, los seres humanos, podemos ser parte de cualquier estructura (ya sea biológica o matemática), podemos comprender el mundo, pero no podremos conocer la realidad completa.

1.2.7. La independencia del numenismo

Aunque el numenismo se relaciona en varios puntos con las corrientes mencionadas, no se funde completamente con ellas. El platonismo no se ocupa del punto de vista interno de la conciencia, la teoría de Tegmark no da respuesta a la cuestión de la experiencia y la autorreflexión, y la física digital a menudo se limita al marco del mundo físico. El numenismo va más allá, no solo afirma que el mundo es de naturaleza matemática, sino también que la conciencia, el tiempo y la experiencia son perspectivas internas de estas estructuras. Por lo tanto, el numenismo no es solo una explicación del mundo, sino también una teoría de la conciencia y un marco ontológico.

2. La naturaleza de la realidad

En este capítulo examinaremos cómo vemos el mundo desde dentro y cuántas complejidades y desconocidos conlleva este punto de vista.

2.1. ¿El mundo cambia o lo conocemos mal?

A lo largo de la historia de la humanidad, surge una y otra vez la pregunta: ¿está cambiando el mundo a nuestro alrededor o simplemente lo malinterpretamos? La respuesta no siempre es clara.

Nuestros antepasados creyeron durante mucho tiempo que la Tierra era plana y que, si navegábamos demasiado lejos, podríamos caer por el borde. El estrecho de Gibraltar, por ejemplo, se consideró durante mucho tiempo «el fin del mundo», más allá del cual solo esperaba la muerte. Luego se descubrió que la Tierra es esférica, por muy plana que nos parezca desde nuestro pequeño espacio vital. A continuación surgió la siguiente idea errónea: que la Tierra era el centro del universo y que todo —el Sol, los planetas, las estrellas— giraba a su alrededor. Cuando algunos, como Copérnico o Galileo, cuestionaron esta idea, no solo se vieron envueltos en una controversia científica, sino que también pusieron en peligro la autoridad de la Iglesia, lo que les costó la vida a muchos.

Hoy sabemos que la Tierra es un planeta que gira alrededor del Sol, y que el Sol es una estrella de la Vía Láctea, que a su vez es solo una pequeña parte del universo. Pero aún hoy hay límites que no podemos ver. El Big Bang, el nacimiento del universo, nunca podrá observarse directamente con instrumentos ópticos, porque el universo tuvo una «era oscura» en la que aún no existían las estrellas, por lo que no había luz que pudiéramos percibir. En el período anterior a la nucleosíntesis, ni siquiera existían los átomos. No había materia sólida que se pudiera «ver». Y el Big Bang ocurrió antes de eso, aunque no mucho antes. Por lo tanto, solo podemos formarnos una idea de los orígenes de manera indirecta, basándonos en modelos teóricos y en la radiación de fondo.

Pero puede que no sea el mundo lo que es complicado, sino que el problema esté en nuestro punto de vista. Mientras considerábamos la Tierra como el centro del universo y tratábamos de describir el movimiento de los planetas desde esta perspectiva, teníamos que modelar trayectorias extremadamente complejas, con bucles, giros y epiciclos. Sin embargo, en cuanto fuimos capaces de salir mentalmente de esta burbuja y observar el sistema desde fuera, todo se simplificó. El movimiento de los planetas se redujo a órbitas circulares o elípticas, y en lugar de las complicadas fórmulas anteriores surgieron leyes elegantes.

Este cambio de perspectiva no solo supuso un gran avance en la astronomía, sino que también nos muestra cómo podemos comprender otros fenómenos del mundo. Se observa una simplificación similar en la teoría de la relatividad. Si intentamos describir el espacio-tiempo desde dentro, desde nuestro propio sistema de coordenadas en movimiento, necesitamos ecuaciones diferenciales complejas para comprender la dilatación del tiempo, la contracción de la longitud o la constancia de la velocidad de la luz. Sin embargo, si somos capaces de observar el espacio-tiempo desde fuera, desde un punto de vista geométrico de mayor dimensión, ciertos fenómenos pueden describirse con funciones trigonométricas simples.

Por lo tanto, mientras no seamos capaces de salir de nuestro propio punto de vista, de esa jaula mental construida por la costumbre, el miedo o los prejuicios, el funcionamiento del mundo seguirá siendo incomprensible. La realidad no es necesariamente complicada, solo que a veces la miramos desde el lugar equivocado.

2.2. Ciencias, las capas y distorsiones del conocimiento

El hombre moderno dispone de tal cantidad de conocimientos que, a menudo, esto le impide comprender el mundo en su totalidad. La especialización científica ha alcanzado un nivel tal que, dentro de cada disciplina, existen docenas de subdisciplinas, y el individuo puede considerarse afortunado si logra adquirir una relativa competencia en alguna de ellas. Sin embargo, sumergirse en los detalles a menudo oscurece la visión de conjunto: los árboles no nos dejan ver el bosque.

En las noches de insomnio, sin embargo, surgen las grandes preguntas: ¿Qué es la vida? ¿Qué es la conciencia? ¿Por qué existe todo? Las respuestas a estas preguntas no se encuentran en lo más profundo de las disciplinas, sino por encima de ellas, mirándolas desde fuera. Sin embargo, esta visión desde fuera es difícil, porque el mayor obstáculo es precisamente nuestro conocimiento actual. El sistema científico que hemos construido a lo largo de siglos no solo nos ayuda, sino que también nos limita, ya que encasilla el pensamiento.

Examinemos, pues, la jerarquía de las disciplinas científicas en orden inverso. La vida es un proceso biológico, algo que la mayoría acepta. Sin embargo, la biología se basa en la química, ya que los procesos vitales son una serie de reacciones químicas. La química, por su parte, es un campo especial de la física, ya que el comportamiento de los átomos y las moléculas está determinado por las leyes físicas. Y la física se expresa en el lenguaje de las matemáticas, en forma de fórmulas, ecuaciones y modelos. Pero, ¿es la matemática la base? Una potencia se compone de multiplicaciones, la multiplicación se compone de sumas y la suma se compone de operaciones lógicas. Los operadores lógicos del tipo «o», «y», «o excluyente» —elementos del álgebra de Boole— constituyen la capa más profunda de la matemática. Así llegamos a la lógica, que es la base no solo de las matemáticas, sino de todas las ciencias. Sin embargo, rara vez consideramos la lógica como una ciencia independiente, sino que la tratamos más bien como un trasfondo, aunque todo lo demás se basa en ella.

Desde nuestro punto de vista, esta descomposición no es solo una práctica de la historia de la ciencia, sino también un reconocimiento ontológico. Si aceptamos que todas las capas científicas se basan en fundamentos lógicos, entonces puede surgir la idea de que el mundo mismo es de naturaleza matemática y lógica. Los números, las fórmulas y las leyes son proyecciones de estructuras lógicas. Por lo tanto, la realidad no es el conjunto de fenómenos descritos por las ciencias, sino un sistema más profundo y abstracto del que se derivan estos fenómenos.

2.3. Las dimensiones

El concepto de dimensión parece sencillo a primera vista, pero es difícil de comprender, tanto en física como en matemáticas, así que nos limitaremos a entender por dimensión una extensión en una dirección determinada. Cada nueva dimensión representa una nueva dirección perpendicular entre sí en la que es posible el desplazamiento. Si las dimensiones no fueran perpendiculares entre sí, el movimiento en una dirección provocaría un desplazamiento en la otra dirección, lo que contradiría el principio de coordenadas independientes.

Un punto sin extensión no tiene dimensión. La recta es unidimensional: se extiende en una sola dirección y podemos identificar un lugar determinado con un solo dato, por ejemplo, la distancia medida desde el punto de partida.