Las Cuatro Artes - Denis Criado - E-Book

Las Cuatro Artes E-Book

Denis Criado

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Todos deseamos alcanzar la felicidad y la plenitud de la vida, pero según la tradición india del Yoga, la sociedad nos condiciona para que la busquemos fuera de nosotros, generando una vida de ansiedad y malos hábitos. Denis Criado nos recuerda que la felicidad y la plenitud no dependen de personas u objetos externos, sino de la relación sabia que tengamos con nosotros mismos para sentirnos ecuánimes, seguros y conectados con el mundo. En Las Cuatro Artes se ofrecen prácticas yóguicas ancestrales –más allá de la esterilla– para dejar atrás los pensamientos, sentimientos y hábitos que nos hacen sufrir. El autor revela que el despertar de la consciencia puede conducirnos a una vida con mayor propósito y liberarnos de las heridas del pasado. Así entendido, desarro- llar un estilo de vida consciente y holístico permite aumentar la vitalidad, mejorar la salud, cultivar relaciones sanas y, de este modo, alcanzar nuestro máximo potencial.

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Denis Criado

Las Cuatro Artes

Sabiduría yóguica para una vida consciente y plena

© 2023 Denis Criado

© 2024 Editorial Kairós, S.A.

www.editorialkairos.com

Composición: Pablo Barrio

Diseño cubierta: Editorial Kairós

Imagen cubierta: Ganesha de Vibha Singh

Primera edición en papel: Enero 2024

Primera edición en digital: Enero 2024

ISBN papel: 978-84-1121-228-1

ISBN epub: 978-84-1121-247-2

ISBN kindle: 978-84-1121-248-9

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita algún fragmento de esta obra.

A todos los hombres y mujeres

que han ayudado a difundir

el mensaje de la libertad

por todo el mundo

Sumario

Introducción: el fuego sagrado1. El Velo de Maya y la noche oscura del alma Destellos de un nuevo amanecer2. La Primera Arte: MokshaSé tu esencia consciente3. La Segunda Arte: ArthaSé responsable, pero pon límites4. La Tercera Arte: KamaRegula tu cuerpo5. La Cuarta Arte: DharmaSigue siempre tu corazón6. El camino yóguico hacia la autenticidad Crear nuevos hábitos7. Ofrendas de Intención Renacer en la vidaAgradecimientosBibliografía

asato mā sad-gamaya,

tamaso mā jyotir-gamaya,

mṛityor-mā-amṛtaṁ gamaya |

Condúceme de lo irreal a lo Real.

Condúceme de la oscuridad a la Luz.

Condúceme de la muerte a la Inmortalidad.

Mantra Asatoma (siglo VIII-II a.C.)

Introducción: el fuego sagrado

Durante siglos y generaciones los yoguis de la India refinaron numerosas prácticas a través del cuerpo para desarrollar sabiduría y compasión. Formaron linajes y comunidades espirituales alejadas de la civilización, en lugares remotos para asegurarse de que estas prácticas no se perdieran y permaneciera intacta su sabiduría ancestral.

Sin embargo, en el siglo V hubo una corriente revolucionaria, que reinterpretó las enseñanzas originales del Yoga, extendiéndose por la India. Así nació la corriente tántrica, que tenía por objetivo llevar las prácticas de Yoga a todo el mundo, sin alejarlas de la vida cotidiana.

Para nuestra tranquilidad, esas poderosas enseñanzas de distintos linajes yóguicos con una visión tántrica fueron conservadas y se transmitieron hasta nuestros días. Todas apuntan a la práctica de volver a nuestro propio equilibrio (mitahar) desde la consciencia pura, cuya naturaleza vive en el momento presente para experimentar la vida, menos desde la mente, analítica y condicionada y más desde la sabiduría del cuerpo y del corazón. Cuando empezamos a ser más conscientes, nos damos cuenta de cómo el inconsciente ha dirigido toda nuestra vida durante mucho tiempo. Es como si despertásemos de un sueño, porque «hasta que no te hagas consciente de lo que llevas en tu inconsciente, éste dirigirá tu vida y tú lo llamarás destino», manifestó en una ocasión Carl Jung.

Según sea nuestra historia personal, alcanzamos la madurez con sentimientos encontrados. Si te dijera que tu vida, tal y como es ahora, ya es perfecta y completa, es posible que no lo creas, pues desde la niñez se nos inculca que la vida es una lucha continua muy lejos de la perfección. Aunque en lo más profundo de nuestro ser sentimos que existe la libertad y la felicidad.

En un principio, las buscamos fuera de nosotros, por eso muchos creen que, si tuvieran un coche de alta gama, una casa más grande, unas vacaciones relajantes, un buen jefe o una pareja perfecta, su vida mejoraría considerablemente. Poco a poco vamos agotando esas expectativas impregnadas de ojalás: «Ojalá esto o aquello fuera diferente para cambiar mi vida a mejor».

Al poco tiempo, empezamos a dejar de lado los deseos materiales y nuestra búsqueda se vuelve más sutil y profunda, incluso llegamos a investigar en las disciplinas espirituales, esperando hallar ese «algo más» que nos complete. El problema es que, a veces, lo hacemos con la misma mentalidad que antes. Ya sea buscando liberarnos del sufrimiento o estar siempre felices, nos apegamos a nuestra antigua idea de que vamos a obtener algo, para disfrutar de esas nuevas experiencias que aún no hemos probado. Aunque lo más común es que vivamos intentando evitar todo aquello que nos puede llegar a molestar. Por este motivo, siempre estamos en alerta para rechazar a personas o situaciones que creemos que nos harán daño y aceptamos solo lo que nos dará alegría. Nos podemos llegar a hacer preguntas como: «¿Qué voy a ganar con esto?», «¿Me dará alguna satisfacción si tomo esta decisión?».

A lo largo de los años en mis estancias en los ashrams, he sido testigo de cómo a los practicantes de Yoga que acudían a los retiros les preocupaban casi siempre las mismas cosas: cómo cultivar una relación de pareja de forma sana, cómo educar a los hijos con valores universales, cómo ser responsable en todas las áreas de la vida, de qué forma manifestar una vocación o aquello que les apasiona y les llena de vitalidad. Cuando se les preguntaba qué sentían, se les escuchaba decir: «Me siento como si estuviera atrapado entre muros de dolor», «Estoy bloqueado interiormente», «Tengo una sensación de soledad por sentirme vulnerable» o «Tengo dudas constantes sobre qué dirección tomar en la vida». En suma, se sentían con miedo, afligidos y sin saber cómo avanzar. No vivían desde su autenticidad por mucho que practicaran asanas.

El ambiente espiritual del Yoga nos aporta paz interior, a través de las estatuas de Shiva, Ganesha o de Hanuman, el aroma a incienso, recitar un mantra en sánscrito, las ceremonias o practicar posturas y meditación. Sin embargo, el Yoga nos brinda mucho más que nuestra paz interior. El dicho tradicional «Yoga es unión con uno mismo a nivel cuerpo, mente y espíritu» también quiere decir: «Yoga es unión con tu pareja, la familia y el trabajo a nivel del cuerpo, la mente y el espíritu».

Las enseñanzas ancestrales del Yoga no se limitan solo a buscar nuestra paz interior o a que tengamos puntualmente experiencias extrasensoriales, sino a que tengamos un compromiso honesto y práctico que abarque la totalidad de la vida. Conseguir quietud mental y conexión interior a través de nuestro cuerpo no garantiza una vida en equilibrio. Al contrario, puede que incluso la desequilibre el no saber cómo encajar los nuevos retos que se presentan en el día a día. Esto puede ser muy perjudicial si no hay una comprensión clara de los elementos que rigen la vida y de cómo debemos aceptarlos con sabiduría y compasión.

Aunque la vida es un misterio, en un sentido más elevado es la unión con todo; es decir, que ese todo te incluye a ti y también a lo que te rodea. A través de las enseñanzas del Yoga y con el conocimiento ancestral tántrico, nuestra vida se convierte en una forma de ser donde no solo limpiamos nuestra mirada íntima hacia dentro, sino también hacia fuera: con los demás, y con lo que acontece en nuestro entorno.

La clave para vivir con plenitud está en integrar una mirada consciente, una vez que hemos despertado a nuestra esencia espiritual, desarrollándola en forma gradual en el día a día, mientras limpiamos el inconsciente que nos impide avanzar. Así manifestaremos de un modo único nuestro propósito vital por un bien común. Nos abrimos a aquello que no hemos querido reconocer y, desde allí podremos evolucionar, ser libres y felices. Como dijo el filósofo Ken Wilber: «Hacerse consciente es un camino que cuando se inicia no tiene ni fin ni retorno. Una vez que lo iniciamos, no hay vuelta atrás».

Entonces, cuando dejas de buscar ese «algo más», aparecen la flexibilidad, la conexión y el fluir vital, pues un nuevo comienzo es posible. Empiezas a disfrutar de una vida natural, que te sorprende y hace que te sientas curioso e inocente. Al conectar cada vez más con esta nueva realidad, surge una apertura interior de compasión hacia uno mismo y hacia los demás, transformando nuestra vida cotidiana. Ser conscientes nos hará avanzar y no retroceder nunca, haciendo que conectemos con el gran poder que rige el Universo. Cuando somos conscientes, podemos sentirnos vulnerables, porque percibimos la energía que fluye desde nuestro corazón y hace que nuestros sueños sean más profundos.

Por este motivo, tengo fe en que la sabiduría ancestral del Yoga presente en Las Cuatro Artes pueda ayudarte para que tu vida se convierta en un viaje maravilloso. Entonces, muchas personas a tu alrededor se inspirarán, siendo este el mayor regalo que puedes ofrecer a los demás. En el mundo en el que vivimos, tenemos dos opciones: ser víctimas de nuestro inconsciente condicionado o ser libres desde la consciencia no condicionada para que podamos ser nuestra mayor expresión pura y llena de propósito. Como indican las escrituras védicas: «Al final, las sombras no son sino algo efímero que nos despierta a la luz divina que emana verdad y amor universal, su belleza estará más allá de su alcance. Encuentra la luz de la consciencia, y las sombras no te encontrarán». De este modo, el milagro sucederá, pues viviremos siendo auténticos. Despertar a nuestra vida es celebrarla y gozarla en cada momento, soñando ser libres con ella, amándola y, en una palabra: viviéndola.

Por todo esto, te propongo que comencemos juntos esta exploración sobre qué significa vivir plenamente desde la consciencia, para poder aplicarla a nuestra cotidianidad, porque, como dice la tradición: «Basta una chispa de fuego en el corazón para que arda toda la vida de amor».

1.El Velo de Maya y la noche oscura del almaDestellos de un nuevo amanecer

Durante milenios, los seres humanos nos hemos hecho siempre estas tres preguntas: ¿Quién soy? ¿Qué significa la vida? Y, sobre todo: ¿Cómo he de vivirla? Para poder responder a estas preguntas existenciales, es importante que seamos conscientes de nuestro origen. Hay una historia ancestral del Yoga que lo cuenta así:

En el principio solo existía dios Brahma. Durante milenios, permaneció absorto en meditación hasta que abrió los ojos y el universo empezó a expandirse. Como un niño que despierta de un profundo sueño, quiso jugar, pero estaba solo y aburrido en mitad de un océano infinito de ideas y posibilidades. Fruto de su intenso anhelo surgió Maya. La diosa aceptó jugar con Brahma. «De acuerdo –dijo Maya– jugaremos a un juego maravilloso, pero tú harás lo que yo te diga».

Brahma, divertido, aceptó la condición de la diosa y, como un niño, se dispuso a obedecerla. Siguiendo sus instrucciones, Brahma, con sabiduría y compasión, creó el sol y la luna y el resto de las estrellas y planetas. Creó la tierra y la separó del cielo, y creó también los lagos, los ríos y los océanos, las montañas y los valles. Creó animales y plantas y muchísimas flores, bosques y miles de pájaros de colores. Con un gesto de sus manos, puso en movimiento el aire y creó los vientos, y con un chasquido de dedos comenzó el correr del tiempo.

Maya quedó prendada de la belleza del mundo que había creado Brahma y le dijo: «Es tan bello el mundo que has creado, Brahma, que tienes que crear un tipo de animal con la inteligencia y el corazón necesario para que pueda apreciarlo, para que pueda gozar de todas las maravillas de este delicioso mundo». Brahma creó a los seres humanos e impaciente le dijo a Maya: «Te he obedecido en todo, ¿cuándo empezará el juego?». Maya sonrió: «¡Empezaremos a jugar enseguida!». La diosa cortó a Brahma en miles de trocitos pequeños y colocó cada trocito dentro del corazón de cada uno de los seres humanos. «Ahora –dijo la diosa– voy a hacer que se olviden de ti, pero tendrán que encontrarte si quieres ganarme».

Maya creó un juego, y Brahma aún no lo ha ganado.

Todo lo que haces y llegas a creer es, en realidad, una ilusión. Toda nuestra mente está llena de pensamientos condicionados que nos impiden ver la realidad tal y como es.

Maya es la ilusión producto de las creaciones de nuestros propios pensamientos condicionados por el mundo en el que vivimos, y, si observas con detenimiento, siempre tendemos a analizar, interpretar, hacer juicios sobre nosotros mismos y sobre las personas y las cosas de nuestro alrededor. Nuestras creencias son las que le dan forma a la realidad de la naturaleza humana y las tomamos como la verdad única y última.

Los yoguis llaman a esta ceguera, provocada por el juego de Brahma y Maya, el «Velo de Maya» o «espejismo de Maya». A través del Velo de Maya crecemos, nos hacemos adultos y nos movemos con experiencias a lo largo de la vida, sin ser conscientes de su existencia. El espejismo creado por nuestro entorno a nivel social y cultural se convierte en el espejismo de nuestro mundo interior, moldeando nuestra forma de pensar, de ser y de hacer sin un propósito alineado con nuestro corazón. Dejamos de ser auténticos, porque dejamos de crear, igual que Brahma con Maya seguimos atrapados en su juego, estamos hechizados y somos un producto más de la sociedad y la cultura.

Creemos que somos libres y tomamos nuestras propias decisiones en la vida, pero en realidad estamos programados por el espejismo del mundo externo en el que hemos crecido y, a una edad temprana, empezamos a recibir el Maya externo para crear nuestro mundo interno, que nos deja hipnotizados, sin que seamos conscientes. Empezamos a ver la realidad desde el velo de nuestro Maya interno.

Así, Maya está creado por un conjunto de reglas sociales y culturales, conductas y creencias creadas de generación en generación, sin que nadie se oponga ni las discuta antes de adoptarlas. Con el tiempo se convierten en un gran obstáculo para convertirnos en seres humanos coherentes con aquello que sentimos, espontáneos donde nos mostramos naturales y sin el velo ilusorio que nos impide ser quien realmente somos. Si miras la vida a través de lo que lees y ves en las noticias, verás competición, violencia y abusos; por lo tanto, tendrás una visión del mundo muy negativa y sin esperanza. Sin embargo, cuando descubrimos que existe Maya dentro de nosotros nos damos cuenta de que estamos viviendo como los demás que hacen, dicen, visten, desean, creen y sueñan. A ese momento, se le llama despertar espiritual y no se olvida, porque has despertado del sueño con el que te sedujo Maya y que durante mucho tiempo no te dejó ver la vida tal como es.

Entonces, cuando despertamos a nuestra consciencia, a la visión del alma, iniciamos un proceso en el que nos distanciamos del Velo creado por Maya que nos impide ver y ser nosotros mismos. Cuando miras dentro y empiezas a escuchar tu corazón, accedes a un gran poder: el poder del amor, en lugar de seguir viviendo bajo el miedo que está estrechamente influenciado por Maya. Al principio, cuando sucede esto, nos sentimos incómodos y hasta podemos empezar a criticarnos duramente por no haber sido conscientes antes, porque nos tendremos que alejar de todas nuestras ideas y creencias preconcebidas, haciendo un reaprendizaje para ampliar nuestra mentalidad, nuestras perspectivas y creencias. El resultado de despertar lo encuentras en la armonía con toda la naturaleza y el entorno que te rodea, pues te sientes seguro y conectado. Descubres que la vida es un camino de vuelta al amor, pese a que Maya y sus condicionamientos del pasado nos desconectaron de nuestra esencia.

La tradición del Yoga nos enseña que nuestro Maya interno se crea con semillas externas, conocidas como samskaras, y la suma de los samskaras o impresiones que recibimos crea en cada uno de nosotros una memoria programada única, conocida como karma, también conocida en la tradición como memoria kármica o karma inconsciente (chitta). Desde nuestro nacimiento, el cuerpo y la mente son como un huerto fértil, donde caen continuamente semillas de las que no tenemos ningún control. Con el tiempo, estos samskaras echan raíces, se hacen fuertes y crean patrones automáticos, oscureciendo nuestra alma, hasta que ya en la adultez nos hacen vivir de una forma que en realidad no queremos. No tienes luz, tus ojos se apagan, no logras ver con claridad y lucidez, por eso, sufres. La memoria kármica nos guía hacia formas de vivir alejadas de nuestro verdadero ser.

Cuando somos conscientes de nuestro karma, descubrimos que es muy poderoso. Aunque el Velo de Maya empieza a caerse delante de nuestra consciencia, nos damos cuenta del poder que ejerció y sigue ejerciendo en nuestra vida. Cuando despiertas de esta ceguera, descubres que tu mente no deja de analizar, de criticar y de buscar formas de vivir alejadas de tu corazón, con calificativos de «bueno o malo», «doloroso o placentero», «hermoso o feo»... La memoria kármica es una fuerza difícil de contener, porque se formó durante mucho tiempo bajo la influencia de Maya. De este modo, cualquier cosa que vaya contra las formas de ser y actuar del mundo Maya hará que sintamos miedo, pues nuestro cuerpo se debilita y nos deja sin energía. Aunque sabemos que no somos en esencia nuestra memoria kármica, seguimos juzgando y no nos aceptamos a nosotros mismos tal como somos, ni tampoco a los demás. Por este motivo, a los seres humanos nos cuesta tanto mostrarnos siendo íntegros y fieles a nuestro corazón, porque tenemos miedo a ser rechazados por la cultura y la sociedad en la que hemos crecido.

Durante la fase de creación de la memoria kármica, empezamos a forjar un ideal de quienes somos o creemos ser, con el objetivo de encajar y ser aceptados. Cuando educamos a los niños, lo hacemos con un conjunto de reglas, creencias y aspiraciones para sus vidas. Nos decían: «Si estudias, triunfarás» o «Si te aseguras un buen trabajo, tendrás todo lo que necesitas y serás feliz». Nuestros primeros maestros fueron nuestros padres, y si no seguíamos su Maya, nuestra relación con ellos podía ser difícil, con discusiones y confrontación.

Cuando los niños nacen son como una hoja en blanco: limpios, puros y sin limitaciones ni prejuicios. Al ver el mundo por primera vez, se asombran por todo lo que sucede, pues ese es el tesoro de la inocencia. Tan solo hay que ver la cara que ponemos los adultos cuando miramos cómo juega un niño. Solemos sonreír y por unos instantes se aclara la nube gris de Maya que distorsiona y manipula nuestra manera de ver, de sentir y de interpretar la realidad en la que vivimos y de cómo nos desenvolvemos en ella. Justamente, es ese asombro y la curiosidad por ser espontáneos la que echamos de menos. Los niños nos recuerdan nuestra capacidad de ser felices en cualquier momento, pero por miedo a no cumplir las expectativas de nuestros padres, nos convertimos en un producto del Velo de Maya. Nos hemos convertido en alguien que en realidad no somos. El miedo fortaleció nuestra forma de ser y existir en el mundo, y nuestro corazón se endureció con el pasar del tiempo. Por eso, cuando por casualidad conocemos a alguien más libre del Velo de Maya