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Las espigas de Ruth es un auto sacramental de Pedro Calderón de la Barca, género en el que llegó a alcanzar la plenitud, al combinar a la perfección con su talento natural, amante de la pintura y de las sutilezas y complejidades teológicas.
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Seitenzahl: 54
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Pedro Calderón de la Barca
Saga
Las espigas de RuthCover image: Shutterstock Copyright © 1663, 2020 Pedro Calderón de la Barca and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726499759
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
PERSONAS
EL LUCERO BOOZ, VIEJO VENERABLE
LA DISCORDIA LEVI, MAYORAL
EL SEMBRADOR NOEMÍ
UN SACERDOTE RUTH
DOS LABRADORES MÚSICOS ZAFIO, VILLANO RÚSTICO
JOSEPH CELFA, VILLANA
MELQUISEDECH SIMEÓN, PASTOR GALÁN
ABRAHÁM SEGADORES Y MÚSICOS
Canta dentro la Música con grita y fiesta de segadores ysale el Lucero
MÚSICA ¡Ven, hermosa aurora en quien
se alivian nuestras fatigas,
ven a dorar las espigas
de los campos de Belén!
¡Ven, hermosa aurora ven! 5
LUCERO ¡Ven a dorar las espigas
de los campos de Belén!
¡Ven, hermosa aurora, ven!
¡Oh, nunca hubiera a mi oído
llegado este alegre acento! 10
¡Oh, nunca le hubiera el viento
a mis noticias traído!
Hubiérasle suspendido,
eco, entre las enemigas
ansias que a sentir obligas 15
siempre que escuchando estén.
ÉL Y MÚSICA ¡Ven, hermosa aurora, en quien
se alivian nuestras fatigas!
LUCERO Llamando están a la aurora,
clara, pura, limpia y bella 20
los gañanes, al ver que ella
las tareas les mejora,
cuando de sus mieses dora
los campos en que hoy se ven
primeros frutos; ¡oh, quien, 25
voz, borrara el que la digas!
MÚSICA ¡Ven a dorar las espigas
de los campos de Belén!
LUCERO ¿No bastaba, eco enemigo,
el pavor con que me asombras 30
siempre que espigas me nombras
y más espigas de trigo
sino, tirano conmigo,
aurora añadir también
para que juntos estén 35
luchando en mi pecho agora
no sé qué espiga, qué aurora,
que al oír temor me den?
MÚSICA ¡Ven, hermosa aurora, ven!
LUCERO Mas ¿quién de la sombra mía 40
pisando la falda oyó
mis tristes lamentos?
Sale la Discordia
DISCORDIA Yo.
LUCERO ¿Discordia?
DISCORDIA Pues ¿quién podía
venirte a hacer compañía
cuando oír tienes por desdén? 45
ELLA Y MÚSICA ¡Ven, hermosa aurora, en quien
se alivian nuestras fatigas,
ven a dorar las espigas
de los campos de Belén!
¡Ven, hermosa aurora, ven! 50
DISCORDIA Y puesto que la Discordia
siempre te asiste, ¡oh Lucero
de la tarde!, que este nombre
te da Isaías, en viendo
que vacilado el discurso, 55
que ofuscado el pensamiento
en discordes conjeturas
batallas contigo mesmo
¿de qué te extrañas que agora
te siga? Y pues tras ti vengo, 60
adivinando ilusiones
que yo ni alcanzo ni entiendo,
háblame claro, descansa
conmigo; quizá mi ingenio,
caviloso siempre, siempre 65
mañoso, astuto y inquieto
(pues es dádiva de un triste
avivarle el sentimiento),
dará a tus iras rencores
ya que no pueda remedios. 70
LUCERO Apenas, Discordia, en toda
la sacra página encuentro
la voz semilla, que no
esté brotando misterios;
¿y para qué es otra prueba 75
que ser cualquiera en naciendo
acetado sacrificio
de Dios? Pues las tribus vemos
que a la sacerdotal tribu
de Leví, en rendido feudo 80
de consagrado tributo,
primicias le dan y diezmos.
Dejemos doblada aquí
la hoja, en que hoy las traiga el eco
en las rústicas canciones 85
de esos bárbaros acentos
de la aurora acompañadas,
porque confundir no quiero
un pasmo con otro, y pues
queda por ahora suspenso 90
el discurso de la aurora
al de las semillas vuelvo.
Apenas, Discordia, digo
otra vez, su nombre encuentro
cuando me parece que hallo 95
en cada arista un misterio,
en cada grano un prodigio
y en cada espiga un portento;
de suerte que para mí
todo ese sacro contexto 100
no es más que una mies de Dios,
en cuyas cosechas viendo
que al trigo, como más noble,
más familiar alimento,
vasallos los demás granos 105
le dan el estivo imperio,
di en discurrir si tendría
algún divino secreto
en sí encerrado, y hallé
en cuatro distintos tiempos 110
de sus cuatro edades cuatro
lugares, en cuyo inmenso
piélago de confusiones,
aun yo (con ser yo) me pierdo.
El primero es... pero aguarda, 115
que al ver que perciben menos
los oídos que los ojos
no solamente pretendo,
Discordia, que los escuches
mas que los veas, supuesto 120
que de mágicos encantos
usar a tu vista puedo,
bien como a la de Esaúl
usé, hablando en Samuel muerto;
prevente, pues, al asombro, 125
pero ha de ser advirtiendo
que ni tiempos ni lugares
he de guardar, pues es cierto
que los retóricos tropos
no dan lugares ni tiempos, 130
mayormente cuando importa
para el orden del concepto
posponer o adelantar
citas al discurso; y siendo
así que aquesta licencia 135
por primer principio asiento,
a una parábola vamos
de la Ley del Evangelio
que ha de ser (como primera
edad del trigo, en quien tengo 140
de correr las cuatro edades)
hoy el primer fundamento.
¿Qué ves en esa campaña?
DISCORDIA Mil labradas tierras veo,
que dispuestas para el grano, 145
sobre sus sulcados senos,
un divino sembrador
le arroja al aire, diciendo:
Ábrese el medio carro primero, y vese el Sembrador, vestido de villano, con una cestilla, y como va cantando vacomo sembrando el trigo que traerá en ella; la pinturadeste carro son parvas y mieses.
SEMBRADOR Fértil tierra, que el blando rocío
en copa de flores le bebes al cielo 150
cuando en ti le vierte y le enjuga
la aurora llorando y el alba riyendo.
En confianza de Dios, este grano
a tus piadosas entrañas ofrezco.
¡Ay de ti si, tierra viciosa, 155
le mezclas con yerba que no es de provecho!
¡Ay de ti si, estéril y dura,
en corazón de piedra le siembro!
¡Y ay de ti, si a camino le sacas
que hollado no pueda llegar a su aumento! 160
Mas (¡oh venturosa de ti!) si, fecunda
y llena de gracia, le abriga tu centro,
pues no dará sólo a ciento por uno,
pero a millar de millares por ciento.
Y si harás, pues de Dios en el nombre, 165
a él se le fío aunque a ti te le entrego.
¡Descienda sobre él el rocío, que traigan
la aurora llorando y el alba riyendo!
Ciérrase el carro, desapareciendo el Sembrador
LUCERO ¿Qué has visto?
DISCORDIA Que el sembrador,
hablando con tierra y cielo, 170
al viento da la semilla,