Las manos blancas no ofenden - Pedro Calderón de la Barca - E-Book

Las manos blancas no ofenden E-Book

Pedro Calderón de la Barca

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Beschreibung

Las manos blancas no ofenden es una de las comedias teatrales de Pedro Calderón de la Barca, uno de los géneros dramáticos que más cultivó el autor, por detrás de los autos sacramentales. En ellas se suelen mezclar los enredos amorosos y familiares con los equívocos y las situaciones humorísticas.-

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Pedro Calderón de la Barca

Las manos blancas no ofenden

LXXXVI.

Saga

Las manos blancas no ofendenCover image: Shutterstock Copyright © 1650, 2020 Pedro Calderón de la Barca and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726499933

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

PERSONAS.

Círlos, Príncipe de Visiniano.César, Príncipe de Orbitelo.Federico Ursino, galan.Fabio, galan.Teodoro, viejo.Patacon, gracioso.Lidoro, criado.Lisarda damas.Serafina damas. Laura, dama.Nise criadas.Clori criadas.Flora criadas.Músicos.

––––––––––

JORNADA I.

SalenLisarda yNise con mantos, yPatacon, vestido de camino.

 

Lis. ¿Cuándo parte tu señor?

Pat. Dentro de un hora se irá.

Lis. ¿No sabré yo donde va?

Pat. Aunque arriesgara el temor

De su enojo, lo dijera,

Á saberlo, te prometo,

Ó por no guardar secreto,

Ó por temer de manera

Tu condicion siempre altiva,

Que estoy temiendo, y no en vano,

Cuando aquesta blanca mano,

Por blanca que es, me derriba

Dos ó tres muelas siquiera,

Como si tuviera yo

Culpa en que se vaya, ó no.

Lis. ¿Tras el ausencia primera,

De que aun hoy quejosa vivo,

Segunda ausencia previene?

Pat. ¿Qué le hemos de hacer, si tiene

Espíritu ambulativo?

Él no puede estar parado.

Nise. Para relox era bueno.

Pat. Y aunque mas se lo condeno,

Es á ver tan inclinado,

Que, solamente por ver,

De una en otra tierra pasa,

Siempre fuera de su casa.

Nise. Malo era para muger.

Pat. Pues nada á tí te pregunto,

Calla, Nise; que es en vano

Querer á mi canto llano

Echarle tú el contrapunto.

Nise. Pues yo qué digo?

Lis. Dejad

Los dos tan necia porfía,

Como veros cada dia

Opuestos; que es necedad

Insufrible; y dime (ay cielo!)

¿Dónde Federico está

Ahora?

Pat. Mientras que va

Disponiendo mi desvelo

Maletas y postas, él

Salió, no sé donde ha ido.

Lis. Pues ya que á verle he venido

Donde mi pena cruel,

Si algun alivio me deja,

Á vista de olvido tanto,

Sin que yo sepa, que es llanto,

Llegue él á saber, que es queja,

Búscale, y dile, que aqui

Estoy.

Pat. Yo le buscaré,

Bien que donde está no sé.

Mas Fabio, que viene alli,

Quizá lo dirá.

Lis. Aunque Fabio

No importara que me viera,

Y vengar en él pudiera

Con un agravio otro agravio,

Con todo en la galería,

Que cae sobre el Po, le espero

Retirada; que no quiero

Dar á la desdicha mia

Otro testigo.

Pat. Detente!

Lis. Por qué?

Pat. Porque en esta parte

Esconderte hoy, ó taparte,

Tiene un grande inconveniente.

Lis. Y qué es?

Pat. Que algun entendido,

Que está de puntillas puesto,

No murmure, que entra presto

Lo tapado y lo escondido;

Y antes de ver en qué para,

Diga, de sí satisfecho,

Que este paso está ya hecho.

Lis. En que entra Fabio repara,

Y no quiero que me vea.

Nise. Tápate, y vente á esconder. —

Y tú puedes responder,

Pues que yo no sé quien sea,

Que, si tapada y cubierta

Es fácil haga otro tanto,

Que yo le daré este manto,

Y aqui se queda esta puerta.

[Escóndense las dos.

 

SaleFabio .

 

Pat. Aunque á estorbaros me aplico,

No puede mi condicion

Conseguirlo.

Fab. Patacon,

¿Adónde está Federico?

Pat. Á buscarle voy; aguarda

Aqui. — ¡Quiera Dios le halle, [aparte.

Para que pueda avisalle

Adonde queda Lisarda! [Vase.

Fab. Loco pensamiento mio,

No te quejarás de mí,

Porque no fie de tí

El mal, que de mí no fio;

Pues cuando pedir pudiera

Albricias, de que hoy se va

Quien tantos zelos me da

Con la mas hermosa fiera

Destos montes y estos mares,

No permite mi esperanza,

Que tome tan vil venganza,

Á costa de los pesares

De la ausencia de un amigo,

Á quien ofendió el deseo.

Y pues á callar me veo

Obligado, ni aun conmigo

Lo he de hablar; séllese el labio,

Y quien alivio no espera,

Sufra, calle, gima y muera.

 

SaleFederico con un papel.

 

Fed. ¿Pues no me avisárais, Fabio,

Que estábais aqui?

Fab. Ya fue

Á buscaros Patacon.

Fed. Ociosa es su pretension,

Si va á otra parte; porque

En esa cuadra escribiendo

Á Lisarda este papel

Estaba, diciendo en él,

Como ausentarme pretendo,

Por decirla algo,......

Lis. Ay de mí! [al paño.

Fed. Á un negocio, que ha importado

Para el pleito de mi estado.

Lis. Haslo oido, Nise?

Nise. Sí.

Por decirte algo, te escribe,

No mas.

Lis. Ha tirano!

Fab. ¿Pues

Esa la causa no es

De la ausencia?

Fed. No; que hoy vive

Tan muerta la pretension,

Como viva otra esperanza,

Cuya vana confianza

Es iman del corazon.

Tras ella voy, sin saber,

Si la he de perder ó hallar.

Tened lástima á un pesar,

Que el buscarle es su placer.

Fab. No me atrevo á preguntaros

Nada; que no he de inquirir

Lo que no querais decir.

Solo he venido á buscaros,

Para saber, en qué puedo

En esta ausencia serviros,

Y donde podré escribiros.

Fed. De queja tan cuerda quedo

Advertido; y porque no

Se agravie nuestra amistad

De mi silencio, notad

La causa, que me obligó

Á volver; vereis si es mucha.

Lis. Escucha con atencion.

Nise. Bueno es que él la relacion

Haga, y digas tú el escucha.

Fed. Ya sabeis, que yo de Ursino

Habia nacido heredero,

Si el cielo no me quitara

Lo que me habia dado el cielo;

Pues siendo asi, que Alejandro,

De Ursino Príncipe y dueño,

Siendo hermano de mi padre,

Y habiendo sin hijo muerto,

Me tocaba, por varon,

De aquel estado el gobierno,

Ó mi desdicha, ó mi estrella,

Ó mi fortuna ha dispuesto,

Que Teodosio, Emperador

De Alemania, á quien por feudo

Toca la eleccion, por ser

Colonia del sacro imperio,

Á mi prima Serafina,

Que en infantes años tiernos

Quedó, por muerte del padre,

En posesion haya puesto,

Como inmediata heredera,

Bien que á salvo mi derecho

Del último poseedor.

¿Mas para qué ahora os cuento

Lo que sabeis? Pues sabeis,

Que nos hallamos á un tiempo,

Ella Princesa de Ursino,

Y yo el mas pobre escudero

De su cosa; cuya instancia

Ocasion fue de no habernos

Visto los dos desde entonces;

Que aquel hidalgo proverbio,

De pleitear y comer juntos,

Solo para dicho es bueno;

Porque no sé, como pueden

Avernirse dos afectos

Conformes al trato, estando

Á la voluntad opuestos.

Con este pesar, por no

Decir, con este despecho,

Que á un ánimo generoso

Nada ha de quitarle el serlo,

Viví ocioso cortesano

De Milan, adonde, expuesto

Á los desaires de pobre,

Anduve siempre, os prometo,

Vergonzoso, siempre triste,

Melancólico y suspenso;

Que no hay estado en el mundo

(Perdonen cuantos nacieron

Atareados á su afan)

Peor, que el de pobre soberbio;

Hasta que, pensando un dia

En qué pudiera ser medio

Á mis tristezas, que fuera

Lícito divertimiento,

Vine á dar, (fuese locura

Ó inclinacion; que no quiero

Poner en razon ideas

De un ocioso pensamiento)

Que doméstico enemigo

Alimentaba yo mesmo,

En que el vivir ignorado

Seria el mejor acuerdo,

Llevando mis vanidades

Engañadas por diversos

Rumbos; que necesidad

A solas tiene consuelo,

Pero con testigos no.

¡Mas qué recibido yerro,

No sentir verla, y sentir

Ver, que vean que la tengo!

Esta pues locura, dije

Antes, y á decirlo vuelvo

Ahora, á auséntame, Fabio,

Me persuadió; á cuyo efecto

Pedí licencia al cariño,

Que tuve á Lisarda un tiempo,

Bien que á pesar del rencor

De su padre; porque siendo

En estos bandos de Italia,

Yo Gebelino, y él Güelfo,

Declarados enemigos

Fuimos siempre. ¿Quién vió, cielos,

En la familia de una alma

Vivir de puertas adentro

En un lecho y á una mesa

Amor y aborrecimiento?

Deste pues ceño heredado,

En el litigado pleito

Se vengó de mí, no como

Debió un noble; pues habiendo

Dejado en Milan su hija

Al abrigo de unos deudos,

Que en esta ausencia han faltado,

Por gozar no sé qué sueldos

Del César, pasó á Alemania,

Donde á Serafina afecto

Mas, que á mí, favoreció

Su partido. Pero esto

No es del caso; y asi vamos

Á que, á ausentarme resuelto,

Pedí licencia al cariño

Que tuve. Advertid, os ruego,

Pues hablo con vos, y no

Puede Lisarda saberlo;

Que deciros que le tuve,

No es deciros que le tengo,

Sin que por esto tampoco

Penseis, que el mudar de afecto

Nace de aquella ojeriza.

Y asi aqui la hoja doblemos;

Que, para acudir á todo,

Yo la desdoblaré presto.

Salí, Fabio, de Milan,

Solamente con intento

De complacer el capricho

De mis locos devaneos;

Pero apenas ví las cuatro

Cortes de nuestro emisferio,

Á quien parece que miran

Afables cuatro elementos;

Pues Nápoles, toda halagos,

En blanda region del viento;

Toda montes Roma, es

De la tierra fértil centro;

Toda mar Venecia, de agua

Poblacion; y toda fuego

Sicilia, abrasada esfera:

Cuando los ojos volviendo

Á mis sentimientos, ví,

No enmendar mis sentimientos

La vaguedad de mi vida;

Pues antes iban creciendo

Con la hermosa variedad

De tanto glorioso objeto;

Y asi traté de volverme;

Que nunca duran mas que esto

Veletas, que solo estan

Contemporizando al viento;

Si bien otro intento, Fabio,

Fue causa, pues fue el intento,

Rematando con las ruinas

De mi poca hacienda, expuesto

Á hacerme yo mi fortuna,

Irme á la guerra, que hoy veo

Que los Alemanes rompen

Con los Esguízaros. ¿Pero

Qué mas guerra, que un cuidado,

Mas asalto, que un deseo,

Mas campaña, que un amor,

Ni mas arma, que unos zelos?

Zelos dije, y amor dije;

Pues para que veais si es cierto,

Aqui haced punto; que aqui

Os he menester atento.

Volviendo pues á Milan,

Hube de tocar en pueblos

Del principado de Ursino,

Y hallélos todos envueltos

En públicas alegrías,

Bailes, músicas y juegos.

Pregunté la causa, y supe,

Que era haber cumplido el tiempo

De su pupilar edad

Serafina, y que el consejo,

Que habia hasta alli gobernado

En forma de parlamento,

Á otro dia la ponia

En posesion del gobierno,

Con calidad, que en un año

Hubiese de elegir dueño,

Que los rigiese, por no

Estar á muger sujetos.

Á este efecto hacia el estado

Regocijos, y á este efecto,

Cuantos Príncipes Italia

Tiene, á su hermosura atentos

Mas, que á su estado, (¿qué mucho,

Si la hermosura es imperio,

Que se compone de tantos

Vasallos, como deseos?)

Procuraban festejarla,

Siendo de todos primero

Acreedor de tanta dicha

Don Cárlos Colona, excelso

Príncipe de Visiniano,

Que en los comunes festejos

Tiene el primero lugar.

Aténgome á su derecho,

Porque está muy adelante

El que por casamentero

Tiene al vulgo; y muy atras

Quien tiene de un vulgo zelos.

Añadióse á esta noticia,

Que Cárlos fino y atento

Un torneo de á caballo

Mantenia, defendiendo,

Que ninguno merecia

Ser de Serafina dueño.

Quien defiende una verdad,

Muy poco le debe el riesgo.

Yo no sé con qué ocasion,

Pues antes debiera cuerdo

Huir, Fabio, sus aplausos,

Para huir mis sentimientos,

Entré en deseo de ver

La novedad del torneo,

Y fui á la corte de Ursino;

Mas que sin vista, que ciego

Sigue el dictámen del hado

Un infeliz, no advirtiendo

Donde está el daño, ni donde

Está el favor; porque el cielo,

Que con letras de oro tiene

En campo azul sus decretos

Ya iluminados, no hace

Caso del discurso nuestro;

Y asi el mal y el bien se vienen

Sucedidos ellos mesmos.

Dígolo, porque llegando

Disfrazado y encubierto

De noche, hallé la ciudad

Hecha humano firmamento.

Los horrores de las sombras

Con las máquinas del fuego

Desden hicieron del dia.

Perdone el sol, si me atrevo

Á decir, que si duraran

Los materiales reflejos

De tanto esplendor, la aurora

Misma no le echara menos;

Pues naciendo no podia

Darla mas luz, que muriendo.

De una en otra calle pues,

Con vista vagueando á tiento,

Al palacio llegué, adonde

Tambien informado advierto,

Que hacia un público sarao

Las vísperas al torneo,

Que habia de ser á otro dia.

Aqui entre la gente envuelto

Mas comun, llegué al salon,

Donde ví en un trono excelso

Á Serafina. Esta vez

El nombre trajo el concepto,

No yo; y asi permitidme

Decir, ó vulgar ó necio,

Que era un cielo, y Serafina

El Serafin de su cielo.

Ya os dije, que no la habia

Visto desde sus primeros

Años; y asi la objecion

No será de fundamento,

Si dijere, que fue esta

La primera vez, que atento

Ví tan cara á cara al sol,

Que desalumbrado y ciego

Quedé á sus rayos. No sé,

Si á las mejoras atiendo,

Que hallé en su hermoso semblante,

Que dos manos tiene el tiempo,

Que una va perficionando,

Cuando otra va destruyendo.

Mas bien sé, si en las acciones

De un diestro pintor lo advierto,

Pues cuando labra estudioso

Alguna imágen, al lienzo

Arrima el tiento, y descansa

Luego la mano en el tiento,

Cuando no le sale á gusto

El rasgo, que deja hecho,

Lo que la derecha pinta,

Borra la izquierda. Esto mesmo

Al tiempo sucede; pues

Cuando en breves años tiernos

Va ilustrando perfecciones,

Va la hermosura en aumento;

Pero cuando no le sale

Tan á su gusto el objeto,

Le quita con una mano