Las Parábolas de Jesús - Simon J. Kistemaker - E-Book

Las Parábolas de Jesús E-Book

Simon J. Kistemaker

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Beschreibung

Entre los más apreciados relatos en las Escrituras están Las Parábolas de Jesús. Tomadas de la vida real, las parábolas comunicaron en un lenguaje simple y cotidiano la verdad espiritual y el mensaje de salvación. Las Parábolas de Jesús arroja una luz sobre las parábolas y dichos similares encontrados en los Evangelios Sinópticos. Cada relato es examinado a la luz de su contexto histórico y sus implicaciones culturales, y luego, aplicado a la vida cristiana de nuestro tiempo. Todo el texto de cada relato es seguido por el comentario y la explicación de las características únicas de cada Evangelio. Los detalles técnicos se proporcionan en las notas finales para quienes deseen hacer un estudio más profundo. El libro también incluye una selecta bibliografía que dirige a los lectores a recursos adicionales. Accesible, informativo e inspirante en gran manera, Las Parábolas de Jesús es un excelente libro para pastores, maestros, estudiantes, y, todo aquel que se interese en la importancia de los relatos de Jesús. "Las parábolas de Jesús han sido para muchos a través de la historia y en las diversas etapas de su vida, la puerta al conocimiento del mensaje de Cristo. La exposición que Simon J. Kistemaker hace de estos relatos, afianzan aún más el llamado de Cristo a conocer el amor y los propósitos del Padre y la verdad del reino de los cielos." Héctor H. Gómez Director Editorial y Ministerial de Ediciones Berea

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Seitenzahl: 586

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Copyright © 1980 por Simon J. Kistemaker Originalmente publicado en inglés bajo el título The Parables por Baker Books, una division de Baker Publishing Group Grand Rapids, Michigan, 49516, U.S.A.

Todos los derechos reservados.

Primera Edición en Castellano 2.019 por

www.edicionesberea.com

Todos los derechos reservados.

A menos que se especifique, todas las citas bíblicas son tomadas de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional. Todos los derechos reservados.

Ninguna parte de este libro puede ser duplicada, copiada, transcrita, traducida, reproducida o almacenada, mecánica o electrónicamente, sin previa autorización de Ediciones Berea

Editor General: Héctor H. Gómez

Traducción: Adriana Marcela Aranguren Medina

Diseño General: Inti Alonso

ISBN: 978-958-59574-4-2

Producido en Bogotá D. C., Colombia.

Contenido

Capítulo 1

La Sal

Capítulo 2

Los Dos Constructores

CAPÍTULO 3

Los Niños Sentados en la Plaza

CAPÍTULO 4

El Sembrador

CAPÍTULO 5

La Semilla que Crece

CAPÍTULO 6

La Mala Hierba

CAPÍTULO 7

La Semilla de Mostaza

CAPÍTULO 8

La Levadura

CAPÍTULO 9

El Tesoro Escondido y la Perla de Gran Valor

CAPÍTULO 10

La Red

CAPÍTULO 11

El Siervo Despiadado

CAPÍTULO 12

Los Trabajadores del Viñedo

CAPÍTULO 13

Los Dos Hijos

CAPÍTULO 14

Los Labradores Malvados

CAPÍTULO 15

El Banquete de Bodas

CAPÍTULO 16

La Higuera

CAPÍTULO 17

El Siervo Vigilante

CAPÍTULO 18

El Ladrón

CAPÍTULO 19

El Siervo Fiel y Prudente

CAPÍTULO 20

Las Diez Vírgenes

CAPÍTULO 21

Las Monedas de Oro

CAPÍTULO 22

El Juicio Final

CAPÍTULO 23

Los Dos Deudores

CAPÍTULO 24

El Buen Samaritano

CAPÍTULO 25

El Amigo a Medianoche

CAPÍTULO 26

El Rico Insensato

Capítulo 27

La Higuera sin Fruto

Capítulo 28

Los Lugares de Honor en la Mesa

CAPÍTULO 29

El Gran Banquete

CAPÍTULO 30

El Constructor de la Torre y el Rey en Guerra

CAPÍTULO 31

La Oveja Perdida

CAPÍTULO 32

La Moneda Perdida

CAPÍTULO 33

El Hijo Pródigo

CAPÍTULO 34

El Mayordomo Astuto

CAPÍTULO 35

El Rico y el Pobre Lázaro

CAPÍTULO 36

El Siervo Inútil

CAPÍTULO 37

La Viuda y el Juez

CAPÍTULO 38

El Fariseo y el Cobrador de Impuestos

CAPÍTULO 39

El Dinero

Conclusión

Abreviaturas

Notas

Bibliografía

Prefacio

Son pocos los libros escritos desde una perspectiva evangélica que abarcan todas las parábolas y la mayoría de los refranes parabólicos. En este libro he tratado de satisfacer la necesidad de pastores y estudiantes de la Biblia que desean consultar un libro evangélico que comprenda todas las parábolas de Jesús y la mayoría de los refranes parabólicos registrados en los evangelios sinópticos.

Este libro está dirigido al nivel de pastores teológicamente entrenados. Para algunos estudiantes de la Biblia, los detalles técnicos han sido relegados a las notas finales para hacer el texto más amigable al usuario. El libro contiene una selecta bibliografía que dirige a los lectores a fuentes apropiadas para los que quieran profundizar.

Muchas personas han ayudado a hacer este libro una realidad. Quiero expresar mi agradecimiento y aprecio al Seminario Teológico Reformado por darme unas vacaciones sabáticas. Agradezco al personal de la Biblioteca de Tyndale House (Cambridge, Inglaterra), a la Biblioteca de la Universidad de Cambridge y a la Biblioteca del Seminario Teológico Reformado. También expreso mi gratitud al personal editorial de Baker Book House por su punto de vista, interés y asistencia.

Introducción

Con frecuencia los diarios ponen una caricatura en un lugar prominente de la página editorial. Con unas pocas líneas, el artista bosqueja una caricatura de la situación política, social o económica que enfrentamos. Por medio de un dibujo, él transmite un sorprendente mensaje que incluso un editor no puede igualar en elocuencia.

Jesús dibujó imágenes verbales del mundo que lo rodeaba al narrar las parábolas. Al enseñar por medio de parábolas, Él describió lo que estaba sucediendo en la vida real. Es decir, Él contó una historia tomada de la vida diaria, usando una escena aceptada y familiar para enseñar una nueva lección. Esa lección muy a menudo venía al final de la historia y tenía un impacto que requería tiempo para ser absorbida y asimilada. Cuando escuchamos una parábola, asentimos con la cabeza porque la historia es fiel a la realidad y fácilmente entendible. Aunque la aplicación de la parábola pueda ser escuchada, no siempre es comprendida. Vemos la historia desplegada ante nuestros ojos, pero no percibimos su importancia.1 La verdad permanece oculta hasta que nuestros ojos son abiertos y vemos claramente. Entonces la nueva lección de la parábola se vuelve importante. Es como Jesús le dijo a sus discípulos: “A ustedes se les ha revelado el secreto del reino de Dios; pero a los de afuera todo les llega por medio de parábolas” (Marcos 4:11).

Formas

La palabra parábola en el Nuevo Testamento tiene una amplia connotación, incluyendo las formas de parábola que generalmente están divididas en tres categorías:2 las auténticas parábolas, las historias y las ilustraciones.

Las auténticas parábolas. Estas usan una ilustración de la vida diaria que cualquiera que la escuche la entenderá. Cada uno reconoce la verdad transmitida; no hay bases para alguna objeción o crítica. Todos han visto una semilla crecer por sí misma (Marcos 4:26-29); la levadura obrando en una tanda de masa (Mateo 13:33); niños jugando en el mercado (Mateo 11:16-19; Lucas 7:31-32); una oveja alejarse del rebaño (Mateo 18: 12-14); y una mujer a la que se le pierde una moneda en su casa (Lucas 15:8-10). Estas y muchas otras parábolas comienzan con la descripción de verdades auto-evidentes, describiendo la naturaleza o la vida humana. Ellas son relatadas generalmente en tiempo presente.Las historias. A diferencia de una auténtica parábola, la historia no se basa en una verdad obvia o una costumbre generalmente aceptada. La auténtica parábola es narrada de hecho en tiempo presente; por su parte, la historia se refiere a un evento en particular que sucedió en el pasado, siendo este generalmente la experiencia de una persona. Es la experiencia de un agricultor que sembró trigo pero eventualmente supo que su enemigo había sembrado maleza en ese mismo terreno (Mateo 13:24-30); es la historia del hombre rico cuyo mayordomo había despilfarrado sus bienes (Lucas 16:1-9); es el relato del juez que debido a la repetida súplica de una viuda, administró justicia (Lucas 18:1-8). La historicidad de estos relatos no está en juego, porque lo importante no es el hecho sino la verdad que es transmitida.Las ilustraciones. Los relatos ilustrativos que aparecen en el Evangelio de Lucas son generalmente categorizados como ejemplos. Allí se incluyen la parábola del buen samaritano (Lucas 10:30-37); la del rico insensato (Lucas 12:16-21); la del rico y el pobre Lázaro (Lucas 16:19-31); y la del fariseo y el cobrador de impuestos (Lucas 18:9-14). Estas ilustraciones difieren en diseño de las historias. Mientras la historia es una analogía, las ilustraciones exhiben ejemplos que pueden ser imitados o evitados. Ellas se enfocan directamente en el carácter y la conducta de un individuo; la historia hace esto sólo indirectamente.

Clasificar las parábolas no siempre es un asunto simple. Algunas parábolas muestran características de dos grupos (la auténtica parábola y la historia) y puede ser agrupada con otro. También, los evangelios contienen numerosos refranes parabólicos. Con frecuencia, es difícil determinar con precisión cuáles refranes de Jesús constituyen una auténtica parábola y cuál es un refrán parabólico. La enseñanza de Jesús sobre la levadura (Lucas 13:20-21) es clasificada como una auténtica parábola, pero su mensaje más largo sobre la sal (Lucas 14:34-35) es llamado un refrán parabólico. Más aún, algunos refranes de Jesús son presentados como parábolas. Por ejemplo: “También les contó esta parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?” (Lucas 6:39).

¿Cómo se diferencia una parábola de una alegoría? El Progreso del Peregrino de John Bunyan es una presentación alegórica del viaje de un cristiano a través de la vida. Los nombres y circunstancias en el libro son sustitutos de la realidad. Cada hecho, característica y nombre es simbólico, y debe ser traducido punto por punto a la vida real para ser apropiadamente comprendido. Por otro lado, una parábola es una verdad de la vida y generalmente enseña sólo una verdad básica. En sus parábolas, Jesús usó muchas metáforas tales como un rey, sirvientes y vírgenes, pero estas no son removidas de su realidad. Ellas nunca relatan un mundo de fantasía o ficción. Ellas son historias y ejemplos del mundo en el que Jesús vivía y son narradas para transmitir una verdad espiritual por medio de un singular punto de comparación. Los detalles de la historia apoyan el mensaje que transmite la parábola. Ellas no deberían ser analizadas punto a punto e interpretadas como una alegoría, pues así pierden su importancia.

Composición

Aunque generalmente es verdad que una parábola enseña sólo una lección básica, esta norma no debería presionarse demasiado. Algunas de las parábolas de Jesús son complejas en su composición. La parábola del sembrador se compone de cuatro partes y cada una de ellas pide una interpretación. Igualmente, la parábola del banquete de bodas no es una simple historia, sino que tiene una sección adicional acerca de un invitado que no tenía la ropa apropiada. Y la conclusión de la parábola de los labradores malvados va del viñedo imaginario a hablar de una construcción. En vista de esto, el exégeta es prudente en no luchar por la interpretación de un punto de las complejas parábolas.

Al leer las parábolas de Jesús, uno se pregunta por qué muchos detalles que se esperaba que fueran parte de la historia, han sido dejados por fuera. Por ejemplo, en la historia del amigo que toca a la puerta de su vecino a media noche para pedirle tres hogazas de pan, la esposa del vecino no es mencionada. En la parábola del hijo pródigo, el padre es un personaje principal, pero no se dice nada de la madre. La parábola de las diez vírgenes presenta al novio, pero ignora completamente a la novia. Sin embargo, estos detalles no son relevantes para la composición general de las parábolas, especialmente si entendemos el recurso literario de tríadas que Jesús usaba con frecuencia en sus parábolas. En la parábola del amigo a media noche, hay tres personajes: el viajero, el amigo y el vecino. La parábola del hijo pródigo también contiene tres personajes: el padre, el hijo menor y el hijo mayor. Y en la historia de las diez vírgenes hay tres elementos: las cinco sensatas, las cinco insensatas y el novio.3

Más aún, en las parábolas de Jesús, el principio de la historia no es lo importante sino el final. El énfasis cae en la última persona mencionada, el último hecho o el último refrán. El así llamado “énfasis final” en la parábola es un diseño deliberado en su composición.4 No fue el sacerdote o el levita los que aliviaron el dolor del hombre herido sino el samaritano. Aun cuando los siervos que ganaron las cinco mil y dos mil monedas de oro adicionales recibieron elogios y menciones, fue la actitud del siervo que enterró las mil monedas en el patio lo que le trajo desprecio y condenación. Y en la parábola del terrateniente que durante todo el día estuvo contratando hombres que trabajaran en su viñedo y a las seis de la tarde escuchó quejas de algunos de los trabajadores, lo más importante es la respuesta del terrateniente: “Amigo, no estoy cometiendo ninguna injusticia contigo... ¿O te da envidia de que yo sea generoso?” (Mateo 20:13-15).

El arte de componer y narrar parábolas demostrado por Jesús no tiene paralelo alguno en la literatura. Pero cerca a las parábolas de Jesús están las de los antiguos rabinos del primer y segundo siglos de la era cristiana. Las parábolas rabínicas son generalmente introducidas por una fórmula establecida: “¿A qué se parece?” También, en algunas parábolas se usan los recursos literarios de la tríada y el énfasis final. Por ejemplo:

¿A qué se parece esto? A un hombre que estaba viajando por la carretera cuando encontró un lobo y escapó de él, e iba por doquier narrando la aventura del lobo. Luego encontró un león y escapó de él, e iba por doquier narrando la aventura del león. Luego encontró una serpiente y escapó de ella, después de lo cual olvidó los dos incidentes previos e iba por doquier narrando la aventura de la serpiente. Así pasa con Israel: Los últimos problemas les hacen olvidar los anteriores.5

No obstante, la similitud entre las parábolas de Jesús y las de los rabinos es sólo formal. Las parábolas rabínicas normalmente son presentadas para explicar o dilucidar la Ley, versículos de la Escritura o una doctrina. Ellas no se usan para enseñar nuevas verdades, como sucede con las parábolas de Jesús. Por medio de sus parábolas, Jesús explicó los grandes temas de su enseñanza: el reino de los cielos; el amor, la gracia y la misericordia de Dios; el gobierno y el regreso del Hijo de Dios; y el ser y el destino de los mortales.6 Aunque las parábolas rabínicas no enseñan nada más allá que una aplicación de la Ley, las parábolas de Jesús son parte de la revelación de Dios. En sus parábolas, Jesús revela nuevas verdades, pues Él fue comisionado por Dios para dar a conocer la voluntad y la Palabra de Dios (Juan 3:34). Por lo tanto, las parábolas de Jesús son revelación de Dios; las parábolas rabínicas no.

Propósito

Las parábolas muestran que Jesús conocía plenamente la vida humana y sus múltiples formas y medios. Él era experto en granjas, siembra de semillas, detección de malezas y recolección de cosechas. Él se sentía en casa estando en el viñedo, conocía los tiempos de recoger la fruta del vino y de la higuera y era consciente de los salarios pagados por la labor de un día. No sólo estaba familiarizado con el mundo laboral del granjero, el pescador, el constructor y el comerciante, sino que se movió con igual facilidad entre los dirigentes de estados, los ministros de finanzas en una corte real, el juez en una corte legal, los fariseos y los cobradores de impuestos. Él comprendía la pobreza de Lázaro, aunque él fue invitado a cenar con el rico. Sus parábolas describen la vida de hombres, mujeres y niños, del pobre y el rico, los despreciados y los exaltados. Debido a su conocimiento del amplio campo de la vida humana, Él pudo ministrar a gente de todos los estratos sociales. Él habló el lenguaje de la gente y les enseñó en su propio nivel. Jesús usó parábolas para hacer su mensaje más accesible a la gente, enseñar a las multitudes la Palabra de Dios, llamar a sus oyentes al arrepentimiento y la fe, a desafiar a los creyentes a poner las palabras por hechos y exhortar a sus seguidores a la vigilancia.

Jesús enseñó las parábolas para comunicar el mensaje de salvación en una manera clara y simple. Su audiencia podía entender rápidamente la historia del hijo pródigo, los dos deudores, el gran banquete y el fariseo y el cobrador de impuestos. En las parábolas, ellos conocieron a Jesús como el Cristo, que enseñó con autoridad el mensaje del amor redentor de Dios.

Sin embargo, según las narraciones del evangelio parece que la interpretación de las parábolas tuvo lugar en el círculo íntimo de los discípulos. Jesús les dijo:

“A ustedes se les ha revelado el secreto del reino de Dios —les contestó—; pero a los de afuera todo les llega por medio de parábolas, para que por mucho que vean, no perciban; y por mucho que oigan, no entiendan; no sea que se conviertan y sean perdonados.”

Marcos 4:11-12

¿Significa esto que Jesús, quien fue enviado por Dios a proclamar la redención a los seres humanos caídos y pecadores, esconde este mensaje en la forma de incomprensibles parábolas? ¿Son las parábolas alguna clase de acertijos entendidos sólo por aquellos que son iniciados?

Las palabras de Marcos 4:11-12 necesitaban ser entendidas en el más amplio contexto en el que el escritor las pone.7 En el capítulo precedente, Marcos relata que Jesús encontró una descarada incredulidad y una oposición directa. Él fue acusado de estar poseído por Belzebú y de expulsar demonios por el príncipe de los demonios (Marcos 3:22). Por tanto, el contraste que Jesús presenta es entre creyentes y no creyentes, entre seguidores y oponentes, entre quienes reciben y los que rechazan la revelación de Dios. Los que hacen la voluntad de Dios reciben el mensaje de las parábolas, pues ellos pertenecen a la familia de Jesús (Marcos 3:35). Quienes buscan destruir a Jesús (Marcos 3:6) han endurecido sus corazones al conocimiento de la salvación. Es un asunto de fe e incredulidad. Los creyentes oyen las parábolas y las reciben con fe y entendimiento, aun cuando la plena comprensión pueda venir sólo gradualmente. Los incrédulos rechazan las parábolas porque ellas son extrañas a su pensamiento.8 Ellos rehúsan percibir y entender la verdad de Dios. Así, debido a sus ojos ciegos y oídos sordos, ellos se privan de la salvación que Jesús proclama y atraen sobre sí mismos el juicio de Dios.

Que los discípulos de Jesús al principio no entendían la parábola del sembrador no es sorprendente (Marcos 4:13). La enseñanza de las parábolas dejaba perplejos a los seguidores inmediatos de Jesús porque ellos no habían visto aún revelada la importancia de su persona y su ministerio en relación a la verdad de Dios revelada en la parábola. Sólo por fe ellos pudieron ver la verdad de la que las parábolas dan testimonio.9 Jesús dio una interpretación comprensible de la parábola del sembrador y del trigo y de la mala hierba. (En otras, Él a veces agregaba una aclaración en una conclusión.) Los discípulos vieron la relación entre los eventos que Jesús describió en la parábola del sembrador y el reino de los cielos inaugurado en la persona de Jesús, el Mesías.10

Interpretación

Al comienzo, los padres de la iglesia empezaron a buscar en las Escrituras del Antiguo Testamento varios significados ocultos acerca de la venida de Jesús. Como una consecuencia natural de esta tendencia, ellos empezaron a encontrar varios significados ocultos en las parábolas de Jesús. Tal vez ellos fueron influenciados por los apologetas judíos en sustituir la simplicidad de la Escritura por sutiles especulaciones. En cualquier evento, el resultado era interpretaciones alegóricas de las parábolas. Así, desde el tiempo de los padres de la iglesia hasta mediados del siglo XIX, muchos exégetas interpretaron las parábolas alegóricamente.

Orígenes, por ejemplo, creía que la parábola de las diez vírgenes estaba llena de símbolos ocultos. Las vírgenes, decía él, son todas las personas que han recibido la Palabra de Dios. Las prudentes creen y viven una vida justa; las insensatas creen pero no actúan. Las cinco lámparas de las prudentes representan los cinco sentidos naturales, los cuales están todos afinados por el uso apropiado. Las cinco lámparas de las insensatas no dan luz y así salen a la noche del mundo. El aceite es la enseñanza de la Palabra y los vendedores de aceite son los maestros. El precio que ellos piden por el aceite es la perseverancia. La medianoche es el tiempo del imprudente descuidado. El gran grito que se escucha viene de los ángeles que despiertan a toda la gente. Y el novio es Cristo que viene a encontrarse con su novia, la iglesia. Así interpretó Orígenes la parábola.

Para los comentaristas del siglo XIX, aún era habitual identificar los detalles particulares de la parábola. En la parábola de las diez vírgenes, las lámparas ardientes representaban las buenas obras, y el aceite correspondía a la fe del creyente. Otros vieron el aceite como una representación simbólica del Espíritu Santo.

Sin embargo, no todos los intérpretes de las parábolas tomaron la ruta alegórica. En el tiempo de la Reforma, Martín Lutero trató de cambiar la manera de interpretar la Escritura. Él prefería un método de exégesis bíblica que incluía una consideración de los escenarios históricos y la estructura gramática de una parábola. Juan Calvino fue incluso más directo. Él evitó las interpretaciones alegóricas de una parábola en conjunto, y en su lugar, buscó establecer el punto principal de su enseñanza. Cuando él había comprobado el significado de una parábola, no se complicaba con sus detalles. En su opinión, los detalles no tenían nada que ver con lo que Jesús estaba intentando enseñar con la parábola.

Durante la segunda mitad del siglo XIX, C. E. van Koetsveld, un erudito holandés, dio mayor ímpetu al acercamiento iniciado por los reformadores. Él señalaba que la interpretación extravagantemente alegórica dada por algunos comentaristas, en lugar de aclarar oscurecían la enseñanza de Jesús.11 Para interpretar una parábola apropiadamente, el exégeta debe comprender su significado básico y distinguir entre lo que es esencial y lo que no lo es. Van Koetsveld fue sucedido en su acercamiento a las parábolas por el teólogo alemán A. Jülicher, quien observó que aunque el término parábola es usado frecuentemente por los evangelistas, la palabra alegoría nunca aparece en sus relatos del evangelio. De manera sucinta, una alegoría es una serie de símbolos que necesitan ser interpretados, en tanto que una parábola es un simple símil que sólo tiene un punto de referencia.12 Sin embargo, y para concluir, admitimos que algunas parábolas contienen elementos alegóricos, pero estos deben ser vistos como excepciones y no como la regla.13 Por ejemplo, la parábola del hijo pródigo da a entender que el padre es Dios, el hijo mayor representa a los fariseos y los maestros de la ley, y el hijo menor tipifica a los cobradores de impuestos y a las prostitutas. La parábola sólo tiene el propósito de comparar un individuo con otro; no es una verdadera alegoría en la que cada detalle es igual a algo completamente diferente a lo que expresa el texto.14 En el Nuevo Testamento encontramos elementos alegóricos pero nunca una parábola plenamente alegórica. Sin duda, las parábolas de Jesús describen incidentes de la vida real que comunican una verdad irrefutable. Los detalles en estas parábolas son analogías que desafían al lector y al oyente a ver las comparaciones apropiadas.15 Cualquiera que interprete las parábolas debería saber el punto fundamental que transmite una parábola, entender el mensaje central que Jesús está enseñando y aplicar apropiadamente la parábola a la vida de las personas que lo escuchan.16

Al final del siglo XIX, los grilletes alegóricos que habían aprisionado la exégesis de las parábolas fueron rotos y una nueva era en el estudio de las parábolas emergió.17 Mientras que Jülicher veía a Jesús como un maestro de principios morales, C. H. Dodd lo veía como un dinámico personaje histórico que con su enseñanza trajo un período de crisis. Dodd dijo: “la tarea del intérprete de las parábolas es descubrir, si puede, la configuración de una parábola en la situación contemplada en los evangelios.”18 Jesús enseñó que el reino de Dios, el Hijo de Dios, el juicio y las bienaventuranzas habían entrado al histórico escenario del día. Para Jesús, según Dodd, el reino significaba el gobierno de Dios ejemplificado en su propio ministerio. Por tanto, las parábolas que Jesús enseñó deben ser entendidas para tener una relación directa con la situación actual del gobierno de Dios en la tierra.

J. Jeremías continuó la obra de Dodd. Él también quiso descubrir las enseñanzas parabólicas que regresan a Jesús mismo. Sin embargo, Jeremías se dedicó a rastrear el desarrollo histórico de las parábolas, el cual él creía que había ocurrido en dos etapas. La primera etapa pertenece a la actual situación del ministerio de Jesús, y la segunda es una reflexión de la manera en que las parábolas fueron usadas al comienzo de la iglesia cristiana. La tarea a la que Jeremías se dio fue recuperar la forma original de las parábolas para oír la voz de Jesús.19 Con su profundo conocimiento de la tierra, la cultura, las costumbres, la gente y las lenguas de Israel, Jeremías pudo acumular una valiosa información que hace de su obra uno de los más influyentes libros sobre las parábolas.

Sin embargo, la pregunta puede ser si la forma original puede ser separada del contexto histórico sin sucumbir a una buena cantidad de conjeturas. Por otra parte, uno puede también tomar el texto de las parábolas y aceptarlo como una verdadera presentación de la enseñanza de Jesús. Es decir, el texto bíblico que los evangelistas nos han dado puede reflejar los contextos históricos en los que las parábolas fueron enseñadas originalmente. Tenemos que depender del texto que hemos recibido y hacemos bien en dejar intactas las parábolas y su escenario histórico. Esto exige medidas confiables para saber que los evangelistas, al registrar las parábolas, entendieron la intención de Jesús para enseñarlas en los contextos que ellos describen.20 Al tiempo que las parábolas eran registradas, los testigos oculares y ministros de la Palabra transmitieron la tradición oral de las palabras y hechos de Jesús (Lucas 1:1-2). Gracias al vínculo con los testigos oculares podemos confiar que los contextos en los que las parábolas fueron puestas se refieren a los tiempos, lugares y circunstancias en los que Jesús las enseñó originalmente.

En tiempos recientes, representantes de la nueva escuela hermenéutica han movido las parábolas cada vez más lejos de su escenario histórico a un énfasis literario de base amplia dentro de una estructura existencial.21 Es decir, estos eruditos tratan las parábolas como literatura existencial, removiéndolas de su muelles históricos y reemplazando su significado original con un mensaje contemporáneo. Ellos niegan que el mensaje de una parábola tenga su origen en la vida y el ministerio de Jesús; 22 ellos no están interesados en su fuente y contexto sino en su forma literaria e interpretación existencial.23 Ellos ven las parábolas como una superposición de capas de interpretaciones de lo que Jesús dijo originalmente. Como ellos enseñan que la iglesia primitiva creó la substancia de las parábolas, el lector moderno tiene que remover las capas de adherencias para determinar la autenticidad e historicidad de las palabras dichas por Jesús.24

Para estos eruditos la estructura literaria de la parábola es importante porque conduce a la gente de este tiempo a un momento de decisión: ellos deben aceptar o rechazar el desafío que las parábolas ponen delante de ellos.

Que las parábolas llaman a una persona a la acción, estamos de acuerdo; en la aplicación de la parábola del buen samaritano, al experto en la Ley que le preguntó a Jesús, Él le dijo: “Anda entonces y haz tú lo mismo” (Lucas 10:37). Sin embargo, el existencialista en su interpretación de la parábola, capitaliza el modo imperativo y no tiene en cuenta el modo indicativo en el que la parábola es presentada. Él separa las palabras de Jesús de su contexto cultural y por tanto, las priva del poder y la autoridad que Jesús les ha dado.

Más aún, al tratar las parábolas como estructuras literarias separadas de sus contextos originales, el existencialista debe darles un nuevo contexto. De esa manera, él ubica las parábolas en un contexto contemporáneo. Pero este método difícilmente puede ser llamado exégesis, pues una filosofía existencial ha sido introducida al texto bíblico. Esto es eiségesis, no exégesis. Desafortunadamente, el cristiano común que busca ser guiado en su comprensión de las parábolas por los representantes de la nueva escuela hermenéutica, debe primero buscar entrenamiento en filosofía existencial, teología neoliberal y la jerga literaria del estructuralismo antes de poder beneficiarse de sus conocimientos.

Principios

Interpretar las parábolas no pide una formación completa en teología y filosofía, pero implica que el exégeta se adhiere a algunos principios básicos de interpretación. Estos principios, en resumen, se relacionan con la historia, gramática y teología del texto bíblico. Donde sea posible, el intérprete debe hacer un estudio del contexto histórico de la parábola, incluyendo un detallado análisis de las circunstancias religiosas, sociales, políticas y geográficas reveladas en la parábola. Por ejemplo, el escenario de la parábola del buen samaritano exige alguna familiaridad con la instrucción religiosa del clero de ese tiempo. El experto en la Ley se acercó a Jesús para preguntarle qué debía hacer para heredar la vida eterna, provocando la conversación que condujo a la historia del buen samaritano.

Con respecto a la parábola del buen samaritano, el exégeta debería familiarizarse con el origen, la condición y la religión de los samaritanos; las funciones, el oficio y la residencia del sacerdote y el levita; la topografía del área entre Jerusalén y Jericó; y el concepto judío de buena vecindad. Al tomar nota del contexto histórico de la parábola, el intérprete ve la razón por la que Jesús enseñó esta historia y conoce el objetivo de la lección que Jesús buscó transmitir en la parábola.25

Segundo, el exégeta debe prestar mucha atención a la estructura literaria y gramatical de la parábola. Los modos y tiempos que un evangelista emplea mientras él relata las parábolas son más importantes, pues ellos arrojan luz sobre la principal enseñanza de la historia. Estudios de la Palabra en su contexto bíblico como también en escritos extracanónicos son una parte esencial del proceso de interpretar una parábola. De esa manera, un estudio de la palabra prójimo en el contexto del mandamiento, “ama a tu prójimo como a ti mismo”, como se da en el Antiguo y Nuevo Testamento, prueba ser un gratificante ejercicio. También, el intérprete necesita mirar en la introducción y conclusión de una parábola; estas pueden contener un recurso literario como una pregunta retórica, una exhortación o un mandamiento. La parábola del buen samaritano concluye con el mencionado mandamiento, “anda entonces y haz tú lo mismo” (Lucas 10:37). El experto en la Ley que había preguntado a Jesús acerca de la herencia de la vida eterna se vio inevitablemente involucrado en el cumplimiento del mandamiento de amar a su prójimo como a sí mismo. Las introducciones y especialmente las conclusiones, contienen los vínculos que ayudan al intérprete a encontrar los puntos principales de las parábolas.

Tercero, el principal punto de una parábola debería ser verificado teológicamente frente a las enseñanzas de Jesús y al resto de la Escritura.26 Cuando la enseñanza básica de una parábola ha sido plenamente explorada y es correctamente entendida, la unidad de la Escritura será evidente y el significado apropiado del pasaje puede ser alcanzado en toda su simplicidad y lucidez.

Finalmente, el intérprete de la parábola debe traducir su significado en términos relevantes a las necesidades de hoy. La tarea es aplicar la enseñanza central de una parábola a la situación cotidiana de la persona que escucha la interpretación. En la parábola del buen samaritano, el mandamiento de amar al prójimo se vuelve significativo cuando la persona que ha sido asaltada y está sangrando junto al camino de Jericó no es sólo una figura más del pasado. En lugar de eso, el prójimo que clama nuestro amor es un refugiado desposeído. Él nos encuentra en el camino a Jericó del diario y el reporte de televisión de las noticias de la tarde.

Clasificación

Las parábolas de Jesús pueden ser agrupadas y clasificadas en varias maneras. Las del sembrador, la semilla que crece, la mala hierba, la higuera y la higuera sin fruto, son todas parábolas de la naturaleza. Una cantidad de las parábolas que Jesús narró tienen que ver con el trabajo y los salarios. Algunas de estas son las parábolas de los viñadores, los labradores malvados y el mayordomo astuto. Otras parábolas se refieren al tema de las bodas y otras ocasiones festivas o solemnes. Estas incluyen las parábolas de los niños sentados en la plaza, las diez vírgenes, el gran banquete y el banquete de bodas. Y aún otras muestran el tema general de lo perdido y lo encontrado. Entre ellas están las parábolas de la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo pródigo.

Sin embargo, no siempre se sabe cómo una parábola debe ser categorizada. ¿La parábola de la red es una parábola de la naturaleza o debería ser listada con las de los trabajos y salarios? ¿Y dónde encaja la parábola del buen samaritano? Es fácil ver que categorizar las parábolas puede ser un tanto arbitrario y en algunas instancias, forzado.

Los evangelios sinópticos presentan parábolas con paralelos en dos o a menudo tres de los evangelios y también parábolas que son peculiares para un evangelista. Mientras Marcos sólo tiene una parábola que únicamente está en su evangelio (la semilla que crece), Mateo y Lucas contienen un buen número. En mi presentación de las parábolas he seguido la secuencia de los evangelios, exponiendo primero las de Mateo, con aquella peculiar de Marcos tomada en el orden de las parábolas del sembrador y de la mala hierba, y luego las que se encuentran en el Evangelio de Lucas. En las parábolas que tienen paralelos, he adoptado casi uniformemente la secuencia de Mateo, Marcos y Lucas. Este procedimiento ha sido empleado para ayudar al lector que desee consultar un estudio de los paralelos en los sinópticos, por ejemplo, Sinopsis de los Cuatro Evangelios, de K. Aland.27

En este estudio de las parábolas, las referencias a las palabras del griego y el hebreo no son frecuentes. Cuando aparecen, se dan en una forma de transliteración y se brinda una traducción. La versión usada es la NVI (Nueva Versión Internacional). Para beneficio del lector, el texto bíblico está impreso totalmente al comienzo de cada parábola. Las parábolas que tienen paralelos en los tres evangelios sinópticos aparecen en la secuencia de Mateo, Marcos y Lucas. Un total de cuarenta parábolas y refranes parabólicos son expuestos en este libro. Todas las parábolas importantes son listadas y también la mayoría de los refranes parabólicos. Por supuesto, debió hacerse una selección de estos refranes, así que la parábola de la sal está incluida pero la de la luz omitida.28 Sólo los refranes parabólicos de los evangelios sinópticos han sido estudiados, pero no los del Evangelio de Juan.

La literatura sobre las parábolas es voluminosa, encontrándose un sinfín de libros y artículos. Difícilmente los eruditos recientes han descuidado una parábola. Nuevos puntos de vista de estudios en la cultura judía y en la Ley han sido muy valiosos para una mejor comprensión de la enseñanza de Jesús. El objetivo de este libro es presentar al pastor y a los consagrados estudiantes de la Biblia un recorrido adecuado y contemporáneo de los escritos sobre las parábolas sin perderse en todos los detalles. Las notas y la bibliografía seleccionada ayudarán al teólogo que desee profundizar el estudio de las parábolas de Jesús. Por medio del material bibliográfico y el índice, se tendrá acceso a la literatura disponible sobre las parábolas de Jesús.

Capítulo 1

La Sal

“Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee.”

Mateo 5:13

“La sal es buena, pero si deja de ser salada, ¿cómo le pueden volver a dar sabor? Que no falte la sal entre ustedes, para que puedan vivir en paz unos con otros.”

Marcos 9:50

“La sal es buena, pero si se vuelve insípida, ¿cómo recuperará el sabor? No sirve ni para la tierra ni para el abono; hay que tirarla fuera. El que tenga oídos para oír, que oiga.”

Lucas 14:34-35

La sal ha sido usada a través de la historia para preservar y darle sabor a la comida. Es una de las necesidades básicas de la vida. Su uso es universal y su suministro aparentemente inagotable. Pero además de las cualidades benéficas, la sal también tiene poderes destructivos, como poder convertir un suelo fértil en tierra estéril.1 El área alrededor del Mar Muerto es un ejemplo de esto.

En los tiempos modernos encontramos impensable que la sal pueda perder su sabor. El Cloruro de Sodio (el nombre químico para la sal de mesa común) es un compuesto estable y libre de cualquier impureza. Sin embargo, en el antiguo Israel, la sal se obtenía mediante la evaporación del agua del Mar Muerto. Esa agua contiene otras varias sustancias además de la sal. La evaporación produce cristales de sal y también cloruro de potasio y de magnesio. Como los cristales de sal son los primeros en formarse durante el proceso de evaporación, pueden recolectarse y así proveerse de sal relativamente pura. Sin embargo, si la sal evaporada no es separada y con el tiempo los cristales de sal atraen la humedad, se disuelven y son filtrados, el residuo pierde su salinidad y se vuelve inútil.2

¿Qué podemos hacer con la sal sin sabor? ¡Nada! Un agricultor no quiere estos químicos en su tierra porque en su estado crudo, dañan las plantas. Tirar el residuo en una pila de estiércol tampoco ayuda, pues de vez en cuando el estiércol es guardado y esparcido sobre la tierra como fertilizante. Lo único que puede hacerse con la sal sin sabor es tirarla fuera, donde la gente puede pisotearla.3 Si la sal pierde su propiedad básica de estar salada,4 no puede recobrar su sabor de nuevo.

En el Sermón del Monte, Jesús se dirige a las multitudes junto con sus discípulos y les dice: “Ustedes son la sal de la tierra.” Como la sal tiene la característica de detener el deterioro, los cristianos deberían ser una influencia moral en la sociedad en la que viven. Por sus palabras y hechos, ellos deberían detener la corrupción espiritual y moral. Y así como la sal es invisible (por ejemplo, en el pan) siendo un potente agente, los cristianos no siempre son visibles pero individual y colectivamente permean la sociedad y constituyen una fuerza de contención en un mundo depravado y perverso.

Jesús dijo: “Que no falte la sal entre ustedes, para que puedan vivir en paz unos con otros” (Marcos 9:50). Él exhorta a sus seguidores a usar sus recursos espirituales para promover la paz,5 primero en casa y luego fuera. Pues si los cristianos no son capaces de vivir en paz entre ellos mismos, ellos han perdido su efectividad en el mundo. Puede que muchas personas no hayan leído la Biblia, pero ellos constantemente observan a los que sí lo hacen. Al comienzo de la iglesia, el elocuente Crisóstomo dijo una vez que si los cristianos vivían como se esperaba de ellos, la incredulidad desaparecería.

Capítulo 2

Los Dos Constructores

“Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca. Pero todo el que me oye estas palabras y no las pone en práctica es como un hombre insensato que construyó su casa sobre la arena. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa, y ésta se derrumbó, y grande fue su ruina.”

Mateo 7:24-27

“¿Por qué me llaman ustedes “Señor, Señor”, y no hacen lo que les digo? Voy a decirles a quién se parece todo el que viene a mí, y oye mis palabras y las pone en práctica: Se parece a un hombre que, al construir una casa, cavó bien hondo y puso el cimiento sobre la roca. De manera que cuando vino una inundación, el torrente azotó aquella casa, pero no pudo ni siquiera hacerla tambalear porque estaba bien construida. Pero el que oye mis palabras y no las pone en práctica se parece a un hombre que construyó una casa sobre tierra y sin cimientos. Tan pronto como la azotó el torrente, la casa se derrumbó, y el desastre fue terrible.”

Lucas 6:47-49

Jesús observaba con frecuencia el repentino chaparrón de un aguacero que causaba que los lechos de arroyos secos se volvieran violentas corrientes. Semejantes escenas son comunes en Israel, donde el clima puede cambiar rápidamente y a veces alterar drásticamente el paisaje.

Las casas rurales en tiempos de Jesús eran generalmente construcciones de barro endurecido. Los ladrones podían romper las paredes de esas casas (Mateo 6:19). Incluso, una vez cuatro hombres rompieron el techo de la casa donde Jesús estaba enseñando, para bajar a su amigo paralítico (Marcos 2:3-4). Para los constructores era buen negocio construir lejos de posibles corrientes de agua, aun cuando estos barrancos pudieran permanecer secos por muchos años seguidos.1

El constructor prudente selecciona un lugar sobre una roca, así no se preocupará por la lluvia torrencial o la repentina creciente de una corriente de agua que pudiera arrastrar lejos una casa o por los fuertes vientos que la pudieran golpear. Una casa construida sobre la roca tiene un cimiento que resiste.

Un constructor necio construye su casa como si estuviera levantando una tienda de campaña. No se le ocurre que una casa debería ser construida como una estructura permanente y por eso, la construye sobre la arena, tal vez debido al fácil acceso al agua en un arroyo cercano. Mientras el clima esté estable y el cielo permanezca azul, los ocupantes de la casa no tienen nada que temer. Sin embargo, cuando con poca advertencia el clima cambie, las nubles se junten, las lluvias desciendan, los riachuelos crezcan y los vientos soplen, esa casa se vendrá abajo con gran estrépito.

Los evangelistas Mateo y Lucas narran la parábola en forma diferente. Hasta cierto grado, las variaciones pueden ser explicadas con referencia a las audiencias a las que ellos se dirigían. Mateo escribía para un lector judío que vivía en Israel, mientras que Lucas llevó el Evangelio a los griegos que residían en Asia Menor y otras partes del mundo mediterráneo. Para un judío conocedor de las técnicas de construcción prevalentes en el antiguo Israel, la parábola de los dos constructores escrita por Mateo se explicaba a sí misma. Sin embargo, Lucas no escribió para quienes vivían en Galilea o Judá. Él se dirigía a los griegos. De esta manera, Lucas sustituyó los procedimientos de construcción que diferían de los de Israel.2 Lucas escribe que el constructor cava profundo y pone el cimiento de la casa sobre la roca. Además de la diferencia en la construcción de una vivienda, Lucas debía tomar en consideración los cambios geográficos y climatológicos. Mientras que Mateo escribe acerca de la lluvia que cae, los ríos que crecen y los vientos que soplan, Lucas se refiere a la inundación que venía y a los torrentes que azotaban. Mateo habla de construir sobre la arena, pero Lucas de construir sobre la tierra. Estas diferencias, en detalle, no alteran el significado de la parábola. El constructor es previsivo al construir una casa sobre un cimiento permanente.

Una persona que oye las palabras de Jesús y las pone en práctica es como el constructor prudente. Es una insensatez escuchar las palabras de Jesús y no obedecerlas. Esa persona puede ser comparada a un constructor que edifica su casa sobre la arena o la tierra y sin cimientos.

Esta parábola recoge las palabras del profeta Ezequiel. Él describe la construcción de una pared endeble que enfrenta lluvias torrenciales, abundante granizo y vientos huracanados. Como resultado, la pared colapsa (Ezequiel 13:10-16).

En la conclusión del Sermón del Monte (Mateo 5-7) o el Sermón en el Llano (Lucas 6), Jesús quería que su audiencia no fuera sólo de oyentes sino también de hacedores de la palabra que Él les había hablado. No es suficiente sólo con escuchar las palabras de Jesús. El creyente debe llevar la Palabra de Jesús y edificar su casa de fe sobre ella. Jesús es el cimiento sobre el que el hombre sabio construye. En palabras de Pablo, “según la gracia que Dios me ha dado, yo, como maestro constructor, eché los cimientos, y otro construye sobre ellos. Pero cada uno tenga cuidado de cómo construye, porque nadie puede poner un fundamento diferente del que ya está puesto, que es Jesucristo” (1 Corintios 3:10-11).

Quien es sabio, escucha seriamente y dirige su vida de acuerdo a las palabras de Jesús. El que escucha pero no pone sus palabras en práctica, se dirige a la ruina total. Así es el que escucha pero no ha tomado tiempo para cavar y poner un cimiento. Su casa está lista en muy poco tiempo y es temporalmente adecuada para sus necesidades, pero cuando la adversidad golpea en los torbellinos de la vida, la casa que no tiene a Jesús como su cimiento colapsa y es completamente destruida.

Esta parábola llama indirectamente la atención hacia el juicio de Dios, el cual todos, el constructor prudente y también el insensato, debemos enfrentar. El hombre prudente que ha construido su casa de fe sobre Jesús es capaz de resistir las tormentas de la vida. Él se levanta seguro, las supera y triunfa. En las Bienaventuranzas, Jesús llama bienaventurados a los pobres, mansos y oprimidos. En la parábola, esas personas que han construido sobre la Roca demuestran una gran fortaleza en todo lo que hacen. Ellos escuchan las palabras de Jesús y las ponen en práctica. Por eso, ellas nunca irán a la ruina. Ellas creen en Jesús y obedecen su Palabra.

CAPÍTULO 3

Los Niños Sentados en la Plaza

“¿Con qué puedo comparar a esta generación? Se parece a los niños sentados en la plaza que gritan a los demás:

“Tocamos la flauta, y ustedes no bailaron;

Cantamos por los muertos, y ustedes no lloraron.”

Porque vino Juan, que no comía ni bebía, y ellos dicen: “Tiene un demonio.” Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Éste es un glotón y un borracho, amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores.” Pero la sabiduría queda demostrada por sus hechos.”

Mateo 11:16-19

“Entonces, ¿con qué puedo comparar a la gente de esta generación? ¿A quién se parecen ellos? Se parecen a niños sentados en la plaza que se gritan unos a otros:

“Tocamos la flauta, y ustedes no bailaron;

entonamos un canto fúnebre, y ustedes no lloraron.”

Porque vino Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y ustedes dicen: “Tiene un demonio.” Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y ustedes dicen: “Éste es un glotón y un borracho, amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores.” Pero la sabiduría queda demostrada por los que la siguen.”

Lucas 7:31-35

Jesús narró una encantadora parábola de niños jugando en la plaza de mercado. Él tomó la escena directamente de la vida diaria, una imagen familiar de niños componiendo sus propias obras y actuándolas fuera. El pequeño drama podía muy bien haberse desarrollado así: varios niños y niñas estaban jugando juntos en la plaza de mercado, muy probablemente cuando ya no había actividad. Algunos de ellos querían jugar actuando lo que parecía ser una boda. Además de la novia y el novio, se necesitaba un flautista, pues había una cantidad de niños para bailar en ella. Aunque la novia y el novio estaban listos y uno de los niños tocaba con su flauta la música de la boda, el resto de los niños se rehusaron a bailar. Ellos no estaban interesados en ese juego.

Luego, algunos de los niños querían representar un funeral. Uno de ellos debía hacer la actuación de una persona muerta mientras los demás entonaban un lamento. El resto tenía que llorar, pero se rehusaron. Ellos no deseaban ser parte de ese juego del funeral. Los niños que habían planeado los juegos se sentaron y le gritaron a los otros:

“Tocamos la flauta,

y ustedes no bailaron;

entonamos un canto fúnebre,

y ustedes no lloraron.”

Aplicación

Según el Evangelio de Mateo, los niños sentados en el mercado llamaron a sus compañeros de juego. En el Evangelio de Lucas, los niños se gritan unos a otros. En la presentación de Mateo, un grupo de niños es creativo y le sugiere dos diferentes juegos al otro grupo.1 El relato de Lucas da la impresión de que un grupo de niños quería jugar un juego feliz, mientras que el otro grupo decidió jugar uno triste. Ningún grupo quería seguir la sugerencia del otro. También puede ser que sólo se registrara la mofa de sólo un grupo,2 y que el uso de “unos a otros” no debe hacerse indebidamente.

Pero, ¿cómo se aplica la parábola? Básicamente, hay dos maneras de aplicar la escena que Jesús describió. Primero, los niños que sugieren los juegos de la boda y el funeral representan a Jesús y a Juan el Bautista respectivamente. Los niños que se niegan a participar en estos juegos son los judíos. Juan vino a ellos y les dio una nota triste, pero ellos no estaban con ánimo de escucharlo. Para deshacerse de Juan, ellos dijeron que él estaba poseído. Sin embargo, Jesús vino y trajo alegría y felicidad en numerosas maneras; los judíos se burlaron de Él porque entraba en las casas de gente social y moralmente apartada, donde comía y bebía con ellos.

La segunda interpretación es al revés de la primera. Es decir, los niños que sugieren los juegos alegres y tristes de la boda y el funeral son los judíos que querían que Juan se casara y que Jesús muriera. Cuando ninguno de los dos cumplió con sus expectativas, ellos se quejaron. Ellos le dicen a Juan: “Tocamos la flauta para usted, pero usted no bailó.” Y le dicen a Jesús: “Cantamos un lamento, pero usted no lloró.”

De las dos, la segunda explicación es más plausible. Primero, esta establece un vínculo definitivo entre “la gente de esta generación” (Lucas 7:31) y los niños que hacen los reproches. Los judíos están disgustados tanto con Jesús como con Juan el Bautista, así como los niños lo están con sus compañeros de juego. Segundo, pone las quejas de los niños aplicadas a Juan y Jesús en orden cronológico.4 Juan vino como un asceta que vivía de comer langostas y miel silvestre (comer pan y beber vino no era lo suyo) y los judíos lo acusaron de estar poseído por los demonios. En contraste, Jesús comía pan y bebía vino y ellos lo tacharon de glotón y borracho, amigo de cobradores de impuestos y “pecadores”. Dios había enviado a sus mensajeros en las personas de Juan y Jesús, pero sus contemporáneos no hicieron nada y más bien los reprocharon.

Paralelos

Los juegos que los niños querían jugar y sus subsecuentes reproches encuentran un eco en el Libro de Eclesiastés, el cual tiene una sección de poesía que observa que hay un tiempo para todo. Hay “un tiempo para llorar y un tiempo para reír, un tiempo para estar de luto y un tiempo para saltar de gusto” (Eclesiastés 3:4), dice el Predicador.

Sin embargo, la mofa que los judíos infligieron a Jesús no fue por medio de insultos inofensivos. Ellos lo acusaron de ser un glotón y un borracho. Esta era la descripción de un hijo revoltoso que según la Ley Mosaica, debía ser apedreado hasta la muerte (Deuteronomio 21:20-21). La relación de Jesús con los moral y socialmente apartados, que eran considerados apóstatas por los líderes religiosos, era vista como algo reprensible. Debido a su relación, los judíos sentían que Él mismo debía ser considerado como un apóstata.5

En la literatura rabínica, aparece un paralelo sorprendente. Aunque es difícil aseverar cuándo este paralelo fue escrito y dónde se originó en forma oral, la redacción es interesante:

Jeremías se dirigió al Santo, bendito sea Él: Tú hiciste que el Elías de pelo rizado se levantara para actuar en su nombre, y ellos se rieron de él diciendo: “Miren cómo riza sus cabellos!” y burlonamente lo llamaron “el tipo de pelo rizado”. Tú hiciste que Eliseo se levantara para actuar en su nombre, y ellos le dijeron burlonamente: “Sube calvo, sube calvo.”6

Conclusión

La culminación de esta parábola difiere en los dos relatos de los evangelios. Los relatos de Mateo y Lucas varían en la frase concluyente: “pero la sabiduría queda demostrada por sus hechos” (Mateo 11:19), y “pero la sabiduría queda demostrada por los que la siguen” (Lucas 7:35). Se ha hecho la sugerencia de que la diferencia en la redacción puede llevarnos a una antigua expresión aramea en cuya traducción hubo incomprensión de la misma.7 Cualquiera que sea la causa, el significado al que conducen las palabras no varía. La sabiduría representa la sabiduría de Dios; puede incluso ser una circunlocución para Dios mismo. Según Mateo, las obras divinas de Jesús (Mateo 11:5), son prueba de la sabiduría de Dios. En el Evangelio de Lucas, los hijos de Dios son un testimonio de la veracidad de su sabiduría. Por ejemplo, los cobradores de impuestos y las mujeres inmorales rechazadas como parias por la gente religiosa de su tiempo, vieron en Juan el Bautista y en Jesús la sabiduría de Dios revelada. Tanto Juan como Jesús les proclamaron a ellos el mensaje de redención: Juan con toda austeridad en el Jordán (Lucas 3:12-13) y Jesús en franca comunión en sus casas (Lucas 5:30).

CAPÍTULO 4

El Sembrador

“Ese mismo día salió Jesús de la casa y se sentó junto al lago. Era tal la multitud que se reunió para verlo que él tuvo que subir a una barca donde se sentó mientras toda la gente estaba de pie en la orilla. Y les dijo en parábolas muchas cosas como éstas: Un sembrador salió a sembrar. Mientras iba esparciendo la semilla, una parte cayó junto al camino, y llegaron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, sin mucha tierra. Esa semilla brotó pronto porque la tierra no era profunda; pero cuando salió el sol, las plantas se marchitaron y, por no tener raíz, se secaron. Otra parte de la semilla cayó entre espinos que, al crecer, la ahogaron. Pero las otras semillas cayeron en buen terreno, en el que se dio una cosecha que rindió treinta, sesenta y hasta cien veces más de lo que se había sembrado. El que tenga oídos, que oiga.”

Mateo 13:1-9

“De nuevo comenzó Jesús a enseñar a la orilla del lago. La multitud que se reunió para verlo era tan grande que él subió y se sentó en una barca que estaba en el lago, mientras toda la gente se quedaba en la playa. Entonces se puso a enseñarles muchas cosas por medio de parábolas y, como parte de su instrucción, les dijo: «¡Pongan atención! Un sembrador salió a sembrar. Sucedió que al esparcir él la semilla, una parte cayó junto al camino, y llegaron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, sin mucha tierra. Esa semilla brotó pronto porque la tierra no era profunda; pero cuando salió el sol, las plantas se marchitaron y, por no tener raíz, se secaron. Otra parte de la semilla cayó entre espinos que, al crecer, la ahogaron, de modo que no dio fruto. Pero las otras semillas cayeron en buen terreno. Brotaron, crecieron y produjeron una cosecha que rindió el treinta, el sesenta y hasta el ciento por uno. El que tenga oídos para oír, que oiga», añadió Jesús.”

Marcos 4:1-9

“De cada pueblo salía gente para ver a Jesús, y cuando se reunió una gran multitud, él les contó esta parábola: Un sembrador salió a sembrar. Al esparcir la semilla, una parte cayó junto al camino; fue pisoteada, y los pájaros se la comieron. Otra parte cayó sobre las piedras y, cuando brotó, las plantas se secaron por falta de humedad. Otra parte cayó entre espinos que, al crecer junto con la semilla, la ahogaron. Pero otra parte cayó en buen terreno; así que brotó y produjo una cosecha del ciento por uno.» Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga.» Sus discípulos le preguntaron cuál era el significado de esta parábola.”

Lucas 8:4-8

El Escenario

En nuestra sociedad industrializada, la agricultura ha estado obsesionada con la producción de comida y ya no es sólo una forma de vida, sino que por el contrario, se ha convertido en una manera de hacer un estilo de vida. La tecnología moderna ha sido plenamente aplicada a los métodos agrícolas, así que el agricultor ahora es un técnico de procesos (un experto en aplicar fertilizantes, herbicidas e insecticidas) y un ejecutivo que conoce el costo de producción, el valor de su producto y el calendario del mercadeo.

Cuando Jesús enseñó la parábola del sembrador a su audiencia de galileos, ellos literalmente veían al agricultor sembrando su semilla en los campos aledaños en el mes de Octubre. Por supuesto, los evangelistas no nos dicen cuándo Jesús enseñó la parábola. Muy probablemente puede haber sido en el tiempo en que el sembrador salía a sembrar. Las multitudes (según Mateo, grandes multitudes) habían venido a la playa en la orilla noroccidental del Lago de Galilea. La gente podía ser contada por miles. Para dirigirse a tal multitud, Jesús usó un púlpito flotante, sentándose en un bote muy probablemente algo alejado de la orilla.1 De esta manera, la superficie del agua desviaba su voz, la cual, en un día calmado, podía alcanzar a la audiencia sentada o parada en la playa. Este entorno era mucho más eficaz que un moderno sistema de altavoces para dirigirse al público.

Jesús no tuvo que explicar las actividades de un agricultor. Tal vez ellos podían verlo trabajar a la distancia, sembrando semillas de avena o cebada. Ellos podían incluso haber pasado junto a sus campos camino a la playa. En la sociedad agrícola de ese tiempo, muchos en la audiencia eran agricultores o habían trabajado en una granja.

La agricultura en tiempos de Jesús era relativamente simple. Aunque la parábola no dice nada acerca de los métodos agrícolas, de las fuentes del Antiguo Testamento (Isaías 28:24-25; Jeremías 4:3; Oseas 10:11-12) y de los textos rabínicos, sabemos que al final de un prolongado y ardiente verano, el agricultor iría a su granja y sembraría trigo o cebada en la superficie del suelo duro. Él arará la tierra para cubrir la semilla y esperará las lluvias del invierno para que las semillas germinen.2

El agricultor en la parábola de Jesús, llevó al campo su provisión de grano en una bolsa que pendía de su cuello y hombros. La bolsa colgaba frente a él y con pasos rítmicos, él regaba la semilla en los surcos a través del campo. A él no le importaban las relativamente pocas semillas que caían en el camino que rodeaba el campo o las que quedaban en la superficie, donde la piedra caliza sobresalía de la tierra, ni las que caían entre los espinos que crecían durante la primavera y ahogaban el trigo que crecía. Para el agricultor, todo esto era parte de un día de trabajo.

En épocas remotas, el área donde Jesús enseñó la parábola había sido cubierta por el polvo de las frecuentes erupciones de una cordillera volcánica. Donde el polvo cayó en abundancia sobre la piedra caliza, la tierra fue particularmente fértil mientras que otros lugares quedaron áridos. En un campo particular, uno puede encontrar un suelo rico, de gravilla o rocoso.3

La descripción es común y precisa. El agricultor no podía evitar que algunas semillas cayeran en el camino duro. Tarde o temprano las aves vendrían y se llevarían las semillas que fueron sembradas en el campo. Todo eso era parte de la agricultura de ese tiempo. El agricultor tampoco podía hacer nada acerca de la piedra caliza que aparecía aquí y allá. Esa era la configuración del terreno. Más aún, él había tratado de eliminar las malezas espinosas desenterrando las raíces de estas obstinadas plantas. Pero ellas parecían tener una manera de regresar.

El agricultor imaginaba el tiempo de la cosecha cada vez que él entraba en el cultivo. Una cosecha promedio en aquellos días rendía diez veces.4 Si él obtenía un rendimiento de treinta veces o más aún, de sesenta veces, él tendría una excelente cosecha. Muy ocasionalmente él puede obtener una cosecha con un rendimiento de cien veces (Génesis 26:12). En resumen, el agricultor no se fijó en las semillas de trigo que perdió en el momento de sembrar, sino que puso su esperanza en el futuro y aguardó el momento de la cosecha.