Las siete vidas del gato - Walfrido López González - E-Book

Las siete vidas del gato E-Book

Walfrido López González

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Beschreibung

Libro destinado a hombres y mujeres que buscan el bienestar de los gatos. También para estudiantes y profesionales interesados en dominar las claves de la medicina veterinaria felina actual. En el texto, con algunos temas apoyados por fotografías, se puede conocer las razas de gatos; su historia y domesticación; anatomía, fisiología, alimentación y cuidados; enfermedades parasitarias e infecciosas más comunes; qué hacer durante el parto o cómo proceder ante un accidente, herida o quemadura y las técnicas de cirugía más frecuentes. Un libro cargado de amor y vivencias profesionales insospechadas.

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Seitenzahl: 225

Veröffentlichungsjahr: 2023

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Edición base: Neyda Izquierdo Ramos

Edición para e-book: Aldo Gutiérrez Rivera

Corrección: Norma Collazo Silveriño

Diseño de cubierta e interior: Elvira Corzo Alonso

Composición: Amarelis González La O y Madeline Martí del Sol

© Walfrido López González, 2014

© Sobre la presente edición:

Editorial Científico-Técnica, 2016

ISBN 9789590508844

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

INSTITUTO CUBANO DEL LIBRO

Editorial Científico-Técnica

Calle 14, no. 4104, entre 41 y 43, Playa, La Habana, Cuba

[email protected]

www.nuevomilenio.cult.cu

Índice de contenido
Palabras al lector
El gato en la zoología
Los gatos y los hombres en la historia
La anatomía perfecta
¿Quiere usted tener un gato? le sugiero lo piense bien...
La gata de Idalmis Alonso
La humanización del gato ¿buena o mala?
La esterilización del gato (a) ¿buena o mala?
¿Cuánto cuesta un gato?
Los gatos del celuloide y el papel
Los gatos clonados
El gato: un esclavo de sus instintos y hábitos
Los gatos e internet: mentiras, aberraciones y locuras
Alimentos, alimentación y nutrición
La clínica, el gato y el médico veterinario
El envenenamiento del gato
El casamiento de los gatos
El parto de la gata
Los gatitos recién nacidos
Donde hablamos del mundo, los hombres, las sociedades y sus gatos
El parasitismo interno
La piel: atenciones y cuidados
La litiasis o cálculos de la vejiga urinaria
¡Cuidado con las mordidas y arañazos!
la enfermedad por arañazo de gato
El moquillo de los gatos y otras enfermedades virales
Panleucopenia viral felina (PVF)
Calicivirosis felina
Peritonitis viral infecciosa felina (PVIF)
Enfermedad de la leucemia viral felina (LVF)
Rabia
Rinotraqueitis viral felina
Síndrome de la inmunodeficiencia viral felina (SIVF)
La vacunación de los gatos
Las diarreas del gato
Toxoplasmosis: la enfermedad, sus mentiras y realidades
Las enfermedades respiratorias del gato
CaÍdas, golpes y accidentes más frecuentes
El gato y sus heridas
Del estreñimiento al megacolon
La enfermedad inflamatoria renal del gato
El cáncer, el gato y el veterinario
Carta de un gato diabético a su amo
El gato viejo: prolongar su vida vs. poner a dormir al gato
El gato en el habla popular cubanA
Bibliografía
Datos de autor

A Juana, por supuesto.

A mis hijos, siempre atentos a mi creación.

A todos los amantes de los gatos, en especial, los

camaradas de la Asociación Cubana

de Amigos de los Gatos.

Palabras al lector

Mis editores de Científico-Técnica, siempre atentos al gusto y deseo del lector cubano, me invitaron a escribir un libro de gatos destinado al gran público, es decir, para el propietario de un gato hogareño, personas que gustan de la temática y, quizás, extender sus propósitos más allá y que sirviera como material para estudiantes y profesionales que interesados en algunos temas de clínica veterinaria felina, algo cada vez más requerido por la humanidad. Y lo digo con desenfado porque, al parecer, el gato será la mascota del futuro inmediato.

Escuché la propuesta, me agradó; sin embargo, ya había escrito cuatro libros en tres años, y temía el repetirme a mí mismo. Sabía que se trataba de una obra de envergadura que debía ser redactada con buen tino y cierto grado de eso que llaman experiencia profesional.

Le propuse a un colega muy experimentado y talentoso que escribiera este texto, de seguro éxito, y que le ocuparía el tiempo libre de las tardes y las noches durante algunos meses, algo que no disfruto desde hace varios años.

Mi amigo aceptó y así lo anuncié en la casa editorial, donde todos se pusieron contentos con la buena nueva. Hasta el director del grupo editorial, con ese saber tan propio de editores y libreros, muy entusiasmado, me propuso un título sugestivo.

Pasados unos meses, el texto de gatos ya tenía espacio en el plan de impresión y mi amigo... no había escrito la primera línea.

Hablamos acerca del asunto y apenado, me confesó:

—Sentí pánico cuando revisé todo lo que debía escribir y lograr las gráficas acompañantes [sic].

Así, en lo adelante, tendría que asumir el compromiso de cumplir lo que antes me había propuesto no hacer.

Descubrí en la Internet lo mejor del mundo de las personas amantes de los gatos, de los profesionales que colocan artículos en la red de redes e incorporé las experiencias de varios colegas, junto a las mías de veterinario viejo, que no es lo mismo que viejo veterinario.

Confieso que esta obra no hubiera sido posible sin el amplio apoyo brindado por mis colegas de la Clínica Veterinaria Central de La Habana. Fotografías y radiografías fueron tomadas una y otra vez hasta lograr la calidad deseada o al menos, perseguida. Y cito a los doctores Cosme Zulueta, José A. Domokos, Dunia Rosabal, entre los más cercanos colaboradores, aunque todos ayudaron en mayor o menor grado.

También quiero agradecer a los doctores Rubén Gatti, Howard Seim III, Andrés Flores, Inés Salazar, Louise Weechsler y otros especialistas de la clínica veterinaria de felinos, por las experiencias encontradas en sus artículos de la Internet.

Por último, agradecer a los compañeros de la Editorial Científico-Técnica, la confianza depositada en mí para elaborar este libro de temática compleja; a la vez, la calidad de impresión y belleza logradas en el texto, ahora en manos del lector.

EL GATO EN LA ZOOLOGÍA

La existencia del gato en la Tierra es conocida hace más de cuarenta siglos; todo rasgo de civilización en cualquier punto cardinal del planeta hace manifestaciones de su existencia y, al parecer, por restos aparecidos que datan del plioceno —unos cuatro millones de años atrás— ha sido especie sempiterna. Así, hay gatos desde que surgió la vida animal sobre la Tierra. Y los habrá per saeculumsaeculorum, que quiere decir, por los siglos de los siglos.

Los zoólogos le fichan formando parte de la familia Felinidae, género Felis, con varias especies poco diferenciadas entre sí.

Pese a su condición de mascota hogareña desde su mismo acercamiento a la familia humana, su docilidad y su casi mística existencia, el gato pertenece al mismo grupo zoológico que los grandes felinos, digo, el león y el jaguar, el tigre y el leopardo y todo aquello que realmente sea una fiera, o sea, animal de uñas retráctales, fuertes y poderosas, empleadas como arma de ataque o defensa que conforman y denominamos, en su unión, la garra. Precisamente, el término fierecilla, empleado por William Shakespeare en su obra literaria La fierecilla domada, necesariamente, lo asocio a una mascota que dormida sobre sus piernas, quizás, le ayudó en su inmortal labor creativa.

El género Felis se caracteriza por piel suave, brillante, marcha segura sobre la punta de los pies, agilidad innata a su condición de cazador, ojos vivaces poco adaptados a la vida diurna y una capacidad auditiva extraordinaria. A este pertenece una veintena de especies, algunas conocidas, entre las que señalo el lince (F. linx), el puma (F. concolor), el ocelote (F. pardalis) y otras menos conocidas como los gatos margay de las pampas; el gato kodky y otros que harían cansar a mis tolerantes lectores (Fig. 1).

Fig. 1 El tigre de la familia de los felinos.

Linneo clasificó como Felis catus por igual al hogareño y al que maúlla sobre los tejados, mientras que Schreber (2007)denominó F. silvestris, al que habita como salvaje en montes, páramos, desiertos y selvas. Por mucho tiempo coexistieron tales discrepancias en la determinación exacta del nombre de la especie, hasta que la Comisión Internacional de Nomenclatura Zoológica (2003) dio fin a la discordia taxonómica, consagrando la existencia de dos especies: la silvestre y la doméstica. Así, Felis catus (Linneo) es ese minino que vive en su hogar, F.silvestris (Schreber) son... los demás gatos…

Hace más de tres décadas, andando por las tierras de la pequeña isla de Socotra, situada a medio mar entre el norte de Somalia y el sur de Yemen, tuve la oportunidad de ver el llamado “gato de las arenas” (F. margarita), animal con un poder de adaptación asombroso, que ha hecho del dátil su base alimenticia.

Allí pude ver una cirugía mediante la cual se le extrae el booster acumulado en el fundus del estómago, base de los famosos perfumes que se elaboran en toda Arabia.

La técnica quirúrgica consiste en inmovilizar al felino con sus cuatro extremidades extendidas y atadas a los extremos de una mesa rústica y, luego, con una cuchilla abrir su estómago, extraer el preciado contenido para terminar suturando con catgut el estómago y seda en la piel; todo ello sin anestesiar lo que el lector concebirá como cruento y de alta mortalidad.

En lo primero, coincidimos, pero en lo segundo —la mortalidad— de manera asombrosa, apenas ocurre. Son muchas las ocasiones en que el gato apenas contiene restos en su estómago... porque su operación anterior se realizó poco tiempo atrás. Secretos insondables de la naturaleza.

Los zoólogos prestan atención especial al gato africano (F.lybica), a quien consideran una subespecie. Es algo mayor que el gato doméstico y es cazador de vida diurna, algo inusual para la especie.

Y de África son el gran gato de Abisinia, al que atribuyen una gran inteligencia y poderes sobrenaturales que lo asocian al gran gato sagrado de Egipto.

Asia es una de las regiones con más representantes actuales de nuestros queridos amigos, entre los que sobresalen: el siamés, cuya figura siempre guarda la ingenuidad de un juguete made in Tailandia; el persa, animal que requiere del peinado diario, siendo el más numeroso gato en las exposiciones de cualquier país; el balines, simpático cuyo andar y jugueteo constante nos recuerda las famosas bailarinas de esa isla; el gato de Angora, el diminuto bobtail japonés, el gato sagrado de Birmania, muy de moda entre los gateros del mundo.

Europa, pese a no contar con gatos autóctonos, hoy posee numerosas razas ya establecidas: el gato chartreux, conocido en Francia desde el siglo xvi con ese aspecto bonachón y su gran resistencia al dolor; el gato de la Isla inglesa de Manx, un anuro (sin cola), cuyas extremidades posteriores son más largas que las anteriores, de modo tal al verles caminar su trasero se muestra ante nuestros ojos exhibiendo lo suyo de forma impúdica y muy simpática cuando al caminar nos recuerda un conejo. Inglés también es el gato azul, cuyo porte y elegancia tiene el touch of distintion tradicional de las ladies y gentlemen del Albión victoriano.

Especial atención merece el gato synph, raza de felinos carente de pelos y cuya aparición casual en Canadá atrajo tantos periodistas que casi conspira contra la Exposición Mundial de Toronto de 1967.

Cuba es país de muchos gatos y pocas razas. La mayoría de la población felina cubana se enmarca dentro de los pelicortos y semilargos cubanos. Ya dialogaremos de ellos más adelante.

Los gatos y los hombres en la historia

Del cómo se acercaron los cánidos al hombre primitivo sería algo más fácil de explicar que del cómo se acercaron los gatos.

Pensemos en el hombre y el perro, en la mutua necesidad de comer carne e igual instinto cazador: así, aunaron fuerzas para acorralar la presa, la cual compartían. Después, vendría la domesticación, el cariño, etcétera.

Se dice que Remo y Rómulo, una pareja de hermanos amamantados por una loba, adquirieron tanto valor, fuerza y talento, que fundaron la ciudad de Roma, la eterna capital de Italia.

He visto, muchas veces, personas mostrando con orgullo un cachorro de fieras, jugando con ellas como inofensivas criaturas; pese a ello, no puedo imaginar un león, jaguar, tigre o leopardo amigo del hombre. Cada año se reportan decenas de ataques de fieras a humanos en África, India y parques zoológicos y circos de todo el mundo. Tengo una anécdota al respecto:

En Güáimaro, pequeña ciudad de la provincia de Camagüey, unos setecientos kilómetros al este de La Habana, alguien había tomado bajo su tutela un cachorrito de león, que crió suelto en la casa, jugando como si fuera un gatito con las personas que entraban y salían en ese hogar a diario, a la usanza de todos los poblados de latinoamérica. Aquel leoncito era orgullo del poblado. Pero fue creciendo.

El 1 de mayo de 1992, como parte de las fiestas por el Día Internacional del Trabajo, en medio de niños, jóvenes y adultos, desfiló junto a su orgulloso amo, así, sin necesidad de aditamento protector alguno sobre su boca. Al final, regresó a casa colmado de vítores y aplausos más propios de un artista que de una fiera en ciernes.

Apenas llegado a casa, es saludado por una señora como a diario lo hacía: un cariñoso tapabocas. Y ahí cambió todo: en un santiamén, una primera mordida amputó dos dedos. De inmediato se lanzó sobre la mujer que no salía de su asombro. Ante los ojos atónitos de una docena de personas el león daba rienda suelta a su feroz instinto primitivo. Ni siquiera su encargado se atrevía a interceder en aquel dantesco espectáculo que el lector comprenderá cuál hubiera sido su final sin la intervención de mi amiga Zulema, una mujer de armas tomar, que le agarró por la piel del cuello y logró separarlo de su presa humana, que, presta, escapó de su alcance. Nadie se acercaba, hasta que un disparo dio fin al incidente, conocido por muchos güaimarenses vivos, porque sucedió hace apenas veinte años.

Final de novela brasileña: la señora se trasladó a La Habana y tardó meses en recobrarse de sus heridas, Zulema se casó con su hijo, le dio nietos hermosos y todos viven ahora felices muy próximo a la clínica veterinaria de Centro Habana. Moraleja: a la fiesta de los caramelos no pueden ir los bombones.

Y conste que los habaneros adoramos a los leones (Fig. 2) y forman parte de los símbolos de la ciudad. Así, aparecen de cemento en los parques, de bronce en el Paseo del Prado y en la bandera del equipo de béisbol de los Industriales, representante habanero en la liga nacional.

Fig. 2 La leona devora su ración de carne.

Retomemos los hilos del asunto: lo cierto es que el hombre y su gato aparecen formando un binomio indivisible desde los albores de la humanidad. Y ya lo quería con esa casi devoción que, pasados cuarenta siglos, los veterinarios podemos apreciar en nuestros clientes cuando su gato enferma.

Algunos aseguran que el gato se acercó al hombre después del surgimiento de las comunidades agrícolas, porque almacenes de granos atraen ratas..., y ratas atraen a gatos. Una parte comprensible de la cadena biológica.

El hombre, el ser viviente más inteligente que ha existido y existirá sobre la Tierra, pronto comprendió la utilidad del felino, y cuando este acababa con las plagas de roedores comenzó a suministrarle carne para que no abandonara el territorio y así pudiera alejar nuevas incursiones de roedores. Lo demás vendría después: el verse de vez en cuando pasó a verse casi a diario, luego a diario..., una caricia y ya comenzó ese intercambio de bondades tan conocido entre el hombre y su gato.

Los historiadores exponen que se trataba de gatos silvestres amansados, con pocas diferencias al gato domesticado de hoy.

El antiguo Egipto, cuna de grandes civilizaciones, fue testigo de un culto desmesurado al gato, a quien asociaban con dioses, inteligencia muy lúcida, sagacidad y otras cualidades al punto que reyes y faraones se declaraban sus descendientes directos.

Se dice que la reina Cleopatra (60 a.n.e. a 30 a.n.e.) los idolatraba e imitaba su astucia y sagacidad, en particular con aquella mirada mística que cautivó por igual a los romanos Cayo Julio César y Marco Antonio, convirtiéndolos en los conquistadores-conquistados más famosos de la historia.

Precisamente, era a través de esos ojos de felino como la diosa Bastet (que creían vivía en el cuerpo de los gatos) escrutaba el alma de los hombres, controlando sus acciones.

También se creía que Ra, dios del Sol, adoptaba la figura de un gato cuando descendía a la Tierra. En lo personal, he vivido en esa zona del mundo y conozco la facilidad con que los roedores proliferan allí; así, pienso, les adoraban porque, amén del cariño que un buen gato profesa e inspira, salvaguardaban sus graneros de las ratas.

En la antigua Heliópolis a los dioses se les representaba con rostro de gato y las pupilas de su estatua, que dominaban el templo, habían sido diseñadas de tal modo que se dilatasen o encogiesen según la posición del sol, permitiendo así la determinación de las distintas fases del día. Curiosamente, se dice que en algunas regiones de China esta faceta se ha llevado a la práctica, donde han aprendido a utilizar a los gatos como auténticos relojes vivientes, dado que calculan la hora basándose en el tamaño de sus pupilas.

Siempre se pensó que fueron los egipcios quienes primero domesticaron a los gatos, pero excavaciones realizadas en Grecia (1992) demostraron en sus hallazgos que la unión del hombre y su gato en esa zona del mundo, es anterior a lo conocido en el país norteafricano.

En casi todas las civilizaciones antiguas, con la muerte del amo venía el sacrificio de su gato, a quien se le sepultaba en una fosa próxima. Desde entonces y hasta los días que escribo estas cuartillas, el gato es una propiedad individual, casi intransferible.

De hecho, se han descubierto muchas piedras grabadas con imágenes de gatos salvajes y otros animales en Asia Occidental, que se remontan a los principios del período neolítico. Los autores de este trabajo consideran que estos artefactos son evidencias de que los animales tenían una importancia espiritual para las personas, pese a que no está clara la naturaleza exacta de este tipo de relaciones.

El gato doméstico era también conocido y venerado en América precolombina. Así lo confirman cerámicas muy antiguas encontradas en Perú y procedentes de poblaciones primitivas anteriores a la civilización inca. Pero incluso esta civilización rendía también culto a los gatos sagrados, confirmado en las obras de arte precolombino, demostrándose con todo ello que ya había gatos en América antes de la llegada de Cristóbal Colón.

Y de África, lo que puede resultar sorprendente es que después de realizar estudios de anatomía comparada, se ha llegado a la conclusión de que el gato doméstico actual desciende del gato leonado (Felis lybica), una especie salvaje procedente de África central y septentrional.

En fin, son noventa siglos de abrazos y encontronazos entre el hombre y el gato, porque, amigo lector, con el gato no hay términos medios: lo amas o lo odias.

No es de extrañar que durante la edad media, etapa de la historia con manifiesto retroceso social, la Inquisición viera en el pequeño felino un amigo de las brujas, de la noche, del diablo.

Las cosas comenzaron a ponerse malas para nuestros amigos maulladores y sus dueños a finales del siglo x y tomaron un vuelo mayor cuando el papa Gregorio IX lanzó una bula papal (1239), donde se enunciaba que los herejes adoraban al demonio en forma de gato, lo que dio lugar a una persecución que se prolongaría durante varios siglos.

Se preconizaba al gato como buen amigo de los renegados, y como el amigo de mi enemigo, también enemigo mío es... la emprendieron contra estos hombres y los gatos.

Si Giordano Bruno, Savonarola, Juan Hussg, Miguel Serviat, entre otras grandes figuras de la humanidad, fueron perseguidos o quemados en la hoguera por su disidencia de las ideas establecidas, junto a ellos se achicharraron miles, quizás millones de gatos.

Piense el lector que la simple posesión de un gato bastaba para acusar a una persona de brujería; y si además era un gato negro, la condena era segura.

Se desarrollaron verdaderos programas de exterminio del gato, que permanecieron vigentes hasta la llegada del siglo xv. En algunas ciudades existía un día especial dedicado al rito de incinerar gatos vivos. En Inglaterra, Francia y Alemania, en el Día de Todos los Santos, se iniciaban las fiestas populares con la quema de cajas y sacos llenos de gatos vivos. Hasta juegos infantiles de cómo matar un gato, la Cena del Diablo, donde se comía solo gatos... Hasta recompensas monetarias por cada gato capturado. ¡El copón divino contra los gatos!

A pesar de tanto acoso durante casi dos siglos, el gato sobrevivió al odio y la desidia que se desatan cuando las sociedades decadentes buscan un enemigo a quien echar culpas de sus fracasos. Y como todo tiene un final, los gatos dejaron de ser perseguidos... y pasaron a ser las estrellas salvadoras de la sociedad europea medieval. ¿Por qué?

Llegó la peste bubónica, cuyo agente causante se transmitía por pulgas que vivían (viven) en ratas, ratones y roedores de todo tipo. Si disminuye la población felina... aumenta la población de ratas, ratones y otras sabandijas.

Pueblos y ciudades se vieron invadidos por legiones de ratas hambrientas que acababan con los granos, sembrados, y esparcían por doquier el bacilo de la peste. Se dice que durante la pandemia la población europea disminuyó en una tercera parte. Hay relatos espeluznantes de niños y ancianos atacados por tribus de ratas hambrientas.

Todos sabían que el gato es enemigo biológico de los roedores y... ¡A criar gatos se ha dicho!

En pocas palabras: a punto de extinción, el gato se salvó a sí mismo.

Si bien Lord Byron, el gran poeta inglés a quien se atribuye la conocida frase “Mientras más conozco al hombre, más quiero a mi perro”, es reconocido como el más célebre europeo amigo de los canes, en el caso de los gatos, la gloria pertenece a un personaje muy polémico, rodeado de una aureola de intrigas cortesanas: Armando Juan Du Plessis, más conocido como Cardenal Richeliu (1585-1642), Ministro de la Guerra de Luis XIII, quien adoraba a los gatos.

Se dice que siempre mantenía uno pequeño entre sus manos, que era reemplazado por otro cuando este crecía, llegando a tener casi una veintena bajo la custodia de dos cuidadores oficiales, y a los que dejó, en testamento, una cifra considerable para que preservaran a sus mininos, una vez que muriera.

Así fue... con el contratiempo de que, a su muerte, la guardia real realizó una carnicería gatuna de la que solo unos pocos lograron salvarse.

A partir de estas circunstancias, desde el campesino hasta la nobleza, todos querían tener un gato en su casa, caserón o castillo, que los librara de visitantes indeseables.

En la Inglaterra de mediados del siglo xvii, raro era el hogar que no tuviera un gato a su tutela y más o menos esa norma regía en Francia y Alemania, costumbre que nunca más dio marcha atrás en la historia; lejos de ello, otros países (Bélgica, Holanda, Suiza) tomaron el mismo derrotero y hoy cuentan con una población felina millonaria.

En Norteamérica y Europa existen actualmente, al menos, tantos gatos como perros (A. Edney, 2002).

En Cuba precolombina no había gatos. Estos fueron traídos como animales acompañantes de los tantos emigrados europeos que arribaron al país desde los albores de la colonización hasta mediados del siglo pasado.

Gatos de todos los tamaños, pelajes y colores; gatos barcinos, tortugas y mariposas; gatos ariscos, dóciles, huraños y amistosos; gatos gordos, lerdos y siempre descansados o flacos como flecos de papel, llegaron para quedarse en esta ínsula de amplia luz, sol brillante y calor sofocante, cuyo clima es ideal para su desarrollo y proliferación, logrando una multiplicación asombrosa, lo mismo en ciudades que en áreas rurales (Fig. 3).

Fig. 3 Gato doméstico cubano.

Los cubanos, y muy en especial los habaneros, aceptaron de buena gana la costumbre de criar gatos, pero a su manera: comida en la escudilla, agua en un pozuelo y lo demás es de todos conocido: duermen a la intemperie, disfrutan cada noche de los placeres de una reunión gatuna y con los primeros rayos de sol, se hacen ver en ese sitio donde la mano amiga tiende protección y ayuda alimentaria. Así, un poco arrabaleros, un poco domiciliados, son los gatos cubanos.

El más ilustre criador de gatos en la historia de Cuba fue un norteamericano radicado en la Isla por más de treinta años. Su nombre es mundialmente conocido: Ernest Hemingway.

En su Finca Vigía, unos veinte kilómetros al este de La Habana, gustaba criarlos en vida libertina, que disfrutaran de los placeres diarios y volvieran a casa donde siempre les aguardaba una comida suculenta y nutritiva. En lo personal, pienso, sus gatos eran réplicas de su propia existencia: laboriosa, bohemia, aventurera y afortunada.

Cristiano Loco (Cristian Crazzy), uno de sus gatos favoritos, murió a consecuencias de golpes y heridas ganadas en uno de esas bataholas gatunas por la posesión de una hembra.

El famoso escritor, que era algo supersticioso, le enterró en el patio junto con otros que habían muerto antes. Las lápidas de mármol que aún se conservan al final de la piscina... son de sus perros.

Poco conocido es un soneto dedicado a su felino amigo. Hoy lo presento a mis lectores:

Hubo un gato que se llamaba Cristiano Loco

Que no vivió lo suficiente para retorcerse

Tenía un corazón alegre, joven y bello

Y conocía todos los secretos de la vida.

Siempre llegaba a tiempo para desayunar

Corría por tus pies persiguiendo una pelota

Era más rápido que un pony de polo

No estaba preocupado ni un solo instante.

Su cola era un penacho que corría con él

Era más negro que la noche y más rápido que la luz

Así que los gatos malos lo mataron en otoño.

La crianza del gato entre europeos y cubanos tiene puntos coincidentes y puntos divergentes, por ejemplo, los europeos castran sus machos apenas los primeros chorritos de orina son lanzados contra una pared. A pocos cubanos les gusta castrar el gato, más simple: es cuando lo sacan de la vivienda; a los europeos les gusta ese gato que se regodea caminando entre las piernas, reclamando ser cargado; a los cubanos les gusta el gato de vida independiente, que rápido entra y sale del hogar; el que apenas come, vuelve a sus andanzas gatunas en patios y azoteas, sin ese contacto físico que suele existir entre el amo y su mascota. Tal como dijo Einstein que si cruzáramos al gato con el hombre, mejoraríamos al hombre y afectaríamos al gato.

Pero las cosas han cambiado, porque las sociedades evolucionan en su manera de pensar y actuar. En la actualidad casi 10 % de los pacientes que acuden a las clínicas veterinarias de La Habana son gatos, en su casi totalidad llevados por personas jóvenes.

La Asociación Cubana de Amigos de los Gatos (ACAG), fue fundada en 1992 e inscrita en el Ministerio de Justicia ese mismo año.

Una de sus tareas de choque iniciales fue crear la conciencia en la población de cuán beneficioso era el gato como animal para combatir a ratas, ratones y alimañas de todo tipo... para que no los comieran, ¡Sí, para que no los comieran! Hábito que comenzaba a cobrar fuerza y que, gracias al trabajo de estas y otras muchas personas, nunca arraigó en nuestro país.

Pronto su plataforma se amplió y ese mismo año se celebró la primera exposición felina del país, en medio de la depresión económica ocasionada por el desmerengamiento de la Unión Soviética y los países socialistas de Europa Oriental.

El evento, aunque solo fue expositivo, constituyó un gran reto para sus organizadores y mirándolo desde cualquier punto de vista, fue un éxito porque abrió caminos nunca antes transitados por los amigos del gato en nuestro país. ¡Y que son muchos!

Con posterioridad se han celebrado siete eventos de este tipo: 1996, 1998, 1999, 2001, 2002, 2005, 2006, 2008, 2009, 2011 y 2013.