Liberalismo siglo XXI - Diego Giacomini - E-Book

Liberalismo siglo XXI E-Book

Diego Giacomini

0,0

Beschreibung

Todo sistema político, social y económico tiene un ciclo de vida. Cuando nace, prospera y brinda soluciones a la gente, pero luego se agota y conduce a un proceso de descivilización. En este punto se encuentra el sistema actual, basado en el Estado nación, el constitucionalismo y una representatividad que en realidad no tiene. Aunque a comienzos del siglo XIX y principios del XX este sistema sirvió para superar las monarquías absolutistas, la centralización del poder político y la concentración del poder económico que predominan en él restringen de forma creciente y sistemática la libertad y la propiedad privada de las personas. La sociedad y el individuo requieren, por lo tanto, un cambio. Sin embargo, el sistema, como los anteriores, no cambiará por sí mismo. Será necesario desobedecer sus reglas y actuar por fuera de él, en una lucha que no estará exenta de riesgos. Diego Giacomini propone el Liberalismo siglo XXI como la herramienta intelectual para comprender la libertad como una realidad física y material. El autor pone en evidencia el origen y la esencia del Estado y, a partir de la praxeología, que es el método de conocimiento apropiado para estudiar la acción humana, señala las contradicciones en las que incurren las teorías que promueven la presencia estatal. También derriba la dicotomía entre marxismo y liberalismo, la existencia de los bienes públicos y, pasando al plano de la acción, sienta las bases para conseguir, a largo plazo, una sociedad plenamente libre.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 637

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Liberalismo siglo XXI

Liberalismo siglo XXIPor una libertad física, material y tangible

Diego Giacomini

Índice de contenido
Portadilla
Legales
Introducción
Liberalismo radical contra el poder político y el poder económico concentrado
Marxismo: algunas buenas intenciones con ciertos diagnósticos correctos, pero mal andamiaje intelectual y pésimas soluciones
Liberalismo radical siglo XXI: buenas intenciones, diagnósticos y soluciones para una sociedad justa y en plena libertad
Metodología del conocimiento de los austriacos y del liberalismo radical
Introducción a la praxeología
Lo que no es el método austriaco
La praxeología, los austriacos y su metodología del conocimiento
Praxeología y el dilema de la normatividad
Liberalismo siglo XXI: ¿debe virar del derecho natural y abandonar el antropocentrismo?
El Estado: origen, legitimación y esencia
Origen y esencia
Breve repaso histórico de la legitimación del Estado
El Estado son personas de carne y hueso
Minarquismo
¿Qué es el minarquismo?
Los errores medulares del minarquismo
Otro error del minarquismo: avalar la democracia representativa
Otro error del minarquismo: defender el constitucionalismo y su arquitectura institucional
Los efectos negativos del crecimiento del Estado
Los bienes públicos no existen
Origen de la teoría de los bienes públicos
Teoría de la Elección Pública vs. teoría austriaca
Los fallos de mercado y la corrección estatal
¿Qué dice la teoría de los bienes públicos?
Refutación de la teoría de los bienes públicos
Los pilares de una sociedad libre
La anarquía de propiedad privada y libre mercado
Conciencia de casta, acción no violenta y resistencia
Secesión: desarmando el Estado

Giacomini, Diego

Liberalismo siglo XXI / Diego Giacomini. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Galerna, 2023.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga ISBN 978-950-556-951-9

1. Ensayo Económico. 2. Liberalismo Económico. I. Título.

CDD 330.01

©2023, Diego Giacomini

©2023, RCP S.A.

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna, ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopias, sin permiso previo del editor y/o autor.

Diseño de interior: Pablo Alarcón | Cerúleo

Diseño de tapa: Tomás Colson

Primera edición en formato digital: julio de 2023

Digitalización: Proyecto451

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático.

Inscripción ley 11.723 en trámite

ISBN edición digital (ePub): 978-950-556-951-9

A Verónica, Malena, Martina y Julita.

Y al pueblo libre del otro lado de la muralla.

La libertad no es solamente una idea, sino que es física, material y tangible, consecuentemente es acción; o sea, es luchar permanentemente por ella y contra sus enemigos: el poder político y el poder económico asociado.

INTRODUCCIÓN

Mientras escribía las páginas que siguen imaginaba diferentes personas asomándose por encima de mi hombro, procurando espiar el contenido del libro. A veces me imaginaba gente socialdemócrata, otros que se conciben liberales, peronistas, gente de izquierda y hasta comunistas que intentaban leer el contenido. A veces mi imaginación hacía centro en las profesiones y los oficios, y entonces pensaba en profesionales de las ciencias duras, de las ciencias sociales y también de las ciencias biológicas. No pocas veces fantaseaba con laburantes de los más variados oficios y estudiantes de todas las edades leyendo mi pantalla, prestándole atención a cómo de a poco el índice iba tomando forma. En este sentido, debo decir que este libro, así como los dos anteriores, tuvo una suerte de vida propia, dejé que fueran surgiendo y creciendo libremente. Nunca tuvo una planificación rígida. No puedo ni quiero hacerlo. Se podría decir que interactuamos. Yo lo iba escribiendo y él mismo me sugería por dónde seguir y hacia dónde profundizar. Ergo, fui completando el índice a medida que el libro avanzaba. Alguna vez un lector me preguntó si trabajaba de esta manera. Sospecho que se debe notar. No sé si es bueno o malo, simplemente es así.

A diferencia de los libros anteriores, que fueron escritos rápidamente, este libro me llevó poco más de un año, desde fines de 2021 hasta comienzos de 2023. Y creo que el paso del tiempo, gran aliado del aprendizaje, lo enriqueció. Al menos fantaseaba que eso me decían los lectores imaginarios que cada tanto se asomaban para ver cómo evolucionaba y crecía el libro. A veces me encontraban con la computadora cerrada y leyendo. Durante el período de gestación, fui tanto escritor como lector. Seguía aprendiendo mientras escribía. La curiosidad y el aprendizaje, que van de la mano, son un acto de rebeldía indispensable para el cambio profundo, para cambiar hacia los justos, hacia lo que está bien. La curiosidad alimenta el aprendizaje, y este último es un anabólico de la rebeldía contra la injusticia. Una rebeldía que es imprescindible tener porque, sin ella, siempre habrá injusticia. Y si hay injusticia, nunca habrá plena libertad, que es la esencia del ser humano. De esta manera, mientras haya poder político centralizado y poder económico concentrado, que se retroalimentan y crecen a expensas de la propiedad privada y de la libertad de los individuos, predominará la injusticia y faltará libertad. Si ambos poderes crecen, el individuo será menos libre.

Hay que rebelarse contra estos dos poderes, porque es rebelarse contra la injusticia y luchar por nuestra libertad. Esta rebeldía tiene dos pilares, siempre entrelazados: las ideas y la acción. Este libro comienza en la curiosidad y se alimenta del aprendizaje para llegar a la rebeldía, pretendiendo construir un cuerpo filosófico, ético y económico que conduzca al individuo hacia el terreno de la acción, de una acción que gatille cambios. Cambios que deberían comenzar en el terreno individual y que luego, por medio de la cooperación y la asociación de la acción humana, se trasladarían al campo social.

Las personas suelen pensar que viven en el mejor sistema posible de organización política, económica y social. Las famosas frases “la democracia tiene sus errores, pero es la mejor forma de gobierno” o “la democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás” son paradigmáticas en este sentido. También piensan que viven bajo el mejor y único sistema de organización monetaria posible, pero ninguna de las dos cosas es cierta. Este libro muestra que todo sistema de organización social tiene un ciclo de vida. Nace, prospera, da soluciones a la gente, pero luego se estanca y más tarde degenera hasta agotarse y conducir a un proceso de descivilización en el cual la gente vive peor. Es lógico y también natural que así sea. El ser humano aprende constantemente, evoluciona, cambia, descubre y crea nueva información en forma permanente. Surgen novedosas formas de asociación y cooperación, nuevos fines y medios en el proceso de la acción humana, pero el sistema no cambia ni se adapta. En consecuencia, se amplía la distancia entre, por un lado, el sistema de organización política y económica y, por el otro, la realidad del ser humano. Consecuentemente, el individuo comienza a vivir cada vez peor. Y este sistema de organización política y gubernamental, basado en el Estado nación grande, el poder centralizado, el constitucionalismo, la democracia representativa y el voto secreto (aquí el problema son las palabras “representativa” y “secreto”), fue pensado a finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX cuando el hombre y la acción humana eran, por decirlo en una forma sencilla, otros. El actual sistema ha quedado obsoleto en relación con el ser humano actual. Le dio soluciones al ser humano del siglo XIX y comienzos del XX, librándolo de las monarquías absolutistas, pero en la actualidad lo hace vivir cada vez peor, conduciéndolo a cada vez menos propiedad privada y libertad, es decir, al socialismo. ¿Qué es el socialismo? Qué haya un Estado asociado a un poder económico concentrado que te obligue a hacer cosas que jamás elegirías hacer en libertad y a su vez te impida realizar las que sí escogerías. En consecuencia, la prosperidad del individuo, su propiedad privada y libertad y consecuentemente el desarrollo de la sociedad ameritan un cambio de sistema de organización político, social y económico. Este necesario cambio de organización no es nada nuevo. Ya aconteció varias veces en la historia de la humanidad.

Este libro se dirige a todos aquellos curiosos que imaginaba asomándose por encima de mi hombro intentando leer lo que iba escribiendo. A todos aquellos que desean aprender, eligiendo espontáneamente lo que quieren leer, ya que es la única forma de acumular, procesar e internalizar información. Acumular información es acceder a ella e incorporarla. Procesar es cuestionarse, pensar sobre ella y, por qué no, enriquecerla, agregarle valor. Finalmente, internalizarla es comenzar a ejecutar, es decir, trasladar el campo de las ideas al terreno de la acción. Sin acción no hay cambio. Y este libro parte de las ideas, pero procura llegar al terreno de la acción. El liberalismo del siglo XXI pretende explicar no solo qué es, sino qué es necesario saber y hacer para llegar a una libertad plena, física, material y tangible. El liberalismo del siglo XXI explica que la libertad no es solo una idea, sino que es una realidad física y material de la cual estamos muy lejos y que hay que accionar para ir hacia ella y alcanzarla.

Este libro demuestra, explica e ilustra que a esa libertad plena, física, material y tangible no se llegará nunca si primero no cambiamos la forma de pensar y, segundo pero no por eso menos importante, si no comenzamos a accionar por nosotros mismos en función de la nueva cosmovisión del ser humano que pretende ser el liberalismo del siglo XXI, basado en la ética de la propiedad privada. Este libro explica que la ética de la propiedad privada, que es mucho más que el intercambio de títulos de propiedad privada, es el pilar de dicha libertad plena, física, material y tangible. El individuo debe accionar porque el sistema actual, como los anteriores, jamás cambiará por sí solo, es decir, nunca podrá ser mejorado desde adentro y con sus propias reglas. Este libro demuestra, explica e ilustra que este sistema cuenta con el andamiaje de legitimación más poderoso y eficiente, así como la estructura institucional, el entramado de reglas y el esquema de incentivos para defenderlo y potenciarlo. También demuestra que este sistema es el más perverso de todos, porque, a diferencia de los anteriores, le hace creer al individuo común que él es parte del sistema y que lo puede cambiar desde dentro y con sus reglas. Sin embargo, como este libro demuestra, eso es una gran mentira funcional al poder político centralizado, a todas las esferas estatales y al poder económico concentrado asociado prebendariamente a los medios políticos. Metiéndose en la política institucional, el individuo solo fortalece y potencia el avance contra su propiedad privada y libertad, que no son sino la base imponible sobre la que ambos poderes obtienen sus rentabilidades extraordinarias. Dado el andamiaje intelectual e institucional del sistema actual (Estado Nación grande más constitucionalismo, democracia representativa y voto secreto), esta vez los cambios deben venir desde afuera y desobedeciendo las reglas del sistema más que nunca en el pasado. Obviamente, no estará exento de riesgo. El poder político y su poder económico asociado nunca entregaron ni entregarán sus privilegios con una sonrisa. No será fácil. La libertad plena hay que ganársela e implica esfuerzos, riesgo y un inexorable camino de largo plazo.

Este libro derrumba la dicotomía entre izquierda y derecha. La izquierda no es enemiga del liberalismo del siglo XXI, y el liberalismo radical también está en contra del poder político y del poder económico concentrado. De hecho, este libro reconoce que el marxismo tiene algunas buenas intenciones, con ciertos diagnósticos correctos, pero explica que, debido a su pésimo andamiaje intelectual, arriba a soluciones nefastas que atentan contra la esencia del ser humano. Al mismo tiempo, este libro demuestra que solo el liberalismo radical del siglo XXI, al tener el andamiaje intelectual correcto, puede ofrecer diagnósticos correctos y brindar soluciones para una sociedad justa y con plena libertad. Es más, este libro explica que el liberalismo radical del siglo XXI puede ofrecer el marco analítico adecuado y, por ende, arribar a las soluciones sociales correctas porque utiliza una metodología del conocimiento diferente a la aplicada por las otras escuelas del pensamiento, la praxeología. Este libro explica no solo qué es la praxeología, sino que demuestra que el empirismo observacional, metodología robada a las ciencias duras que utilizan todas las otras escuelas del pensamiento, es un error intelectual cuando se pretende aplicarlo a las ciencias sociales y al campo de la acción humana. De hecho, el liberalismo del siglo XXI, a partir de la praxeología, evoluciona y deja atrás la visión rothbardiana antropocentrista de los derechos naturales que nacía con el pecado de incurrir en la falacia de la guillotina de Hume. Así el liberalismo del siglo XXI estaría sentando las bases para que el ser humano cambiara y mejorara su relación con el resto de los seres vivos, lo cual es moral y contribuye a un mundo mejor.

En este libro se explica el origen, la legitimación y la esencia del Estado, haciendo hincapié en que este está formado por personas de carne y hueso muy bien organizadas para explotarnos y robarnos sistemática y en forma creciente. Sin embargo, el libro también explica que el gran problema es que es la primera vez en la historia que el sistema plantea que lo hace por y para el robado, con lo cual el robado no se defiende y permanece inmóvil, legitimando que su propiedad privada y libertad sean saqueadas. En este contexto, el liberalismo del siglo XXI demuestra todas las inconsistencias y contradicciones tanto del minarquismo como del liberalismo clásico, poniendo en evidencia que ambos son funcionales al socialismo. El constitucionalismo ha sido su gran error. Este libro, de la mano del liberalismo del siglo XXI y utilizando la praxeología como metodología para construir leyes del comportamiento humano, demuestra que el andamiaje institucional de las Constituciones liberales, nacidas con buenas intenciones, pavimenta la autopista del crecimiento del Estado hasta arribar al puerto del socialismo. Posteriormente, el libro demuestra e ilustra todos los efectos negativos del crecimiento del Estado y del socialismo. Luego, también utilizando la praxeología, el libro pone en evidencia que la teoría de los bienes públicos y la escuela de la elección son groseros errores intelectuales, demostrando que los bienes públicos no existen. Al no existir los bienes públicos, este libro y el liberalismo del siglo XXI quitan todo sustento moderno a la existencia del Estado, sentando las bases para que no haya más leviatán ni poder económico concentrado asociado a él. De esta manera, el liberalismo del siglo XXI y este libro pretenden sentar los lineamientos básicos para iniciar el camino hacia la construcción, por medio de la acción humana, de los pilares de una sociedad libre basada en la propiedad privada y el libre mercado. Depende de cada uno de nosotros. Está en nuestras manos. Primero debemos entenderlo y luego accionar. Nadie lo hará por nosotros. Hay que asumir nuestra responsabilidad. Disfrutaremos los beneficios haciéndonos cargo de los costos.

LIBERALISMO RADICAL CONTRA EL PODER POLÍTICO Y EL PODER ECONÓMICO CONCENTRADO

Se dice acertadamente que la filosofía es la madre de todas las ciencias, ya que con ella surgieron los grandes interrogantes del universo y del ser humano. En este sentido, para intentar responder todos los interrogantes que se iban planteando, la filosofía debía razonar, observar, teorizar y también calcular. Por tanto, la filosofía hizo ciencia desde el primer momento, convirtiéndose así en la madre de todas ellas. De esta manera, la filosofía es como una suerte de paraguas intelectual debajo del cual deben ubicarse todas las otras ciencias, especialmente las sociales, como la economía, la sociología y las ciencias políticas.

La mayoría de la gente relaciona el liberalismo con la economía, concibiéndolo como otra rama más del pensamiento económico, como puede ser el keynesianismo, la escuela de la elección pública, el monetarismo, etc. Sin embargo, esta visión constituye un grave error intelectual. El liberalismo es mucho más que economía. El liberalismo es una cosmovisión del ser humano que estudia toda su existencia, ubicando la libertad como valor superior, central e irrenunciable de todo nuestro andamiaje filosófico. El ser humano nace en libertad. La acción humana necesita libertad para potenciarse. Cuanta más libertad, el ser humano creará y descubrirá más fines y medios, y se enriquecerán cada vez más la cooperación y la asociación entre personas, con lo cual la prosperidad individual y el desarrollo social se fortalecerán.

El liberalismo del siglo XXI no es utópico porque no defiende una libertad abstracta o teórica. Por el contrario, el liberalismo defiende una libertad física, material y tangible. La libertad no solo se la piensa, sino que se la vive. No solo se la disfruta tomando todas nuestras decisiones por nosotros mismos sin lesionar al prójimo ni su propiedad privada, sino también haciéndonos cargo de los costos y las responsabilidades de dichas decisiones. Así se comprende que la única libertad real es la libertad del individuo. Por tanto, los derechos individuales de todos y cada uno de los seres humanos no pueden estar subordinados a ninguna otra causa de carácter colectivo: patria, nación, Estado, religión, sociedad, orden, medioambiente, progreso, salud pública, etc.

Todo interés colectivo está condenado a arremeter siempre contra la libertad del individuo, que es la única libertad posible. Solo los hechos que se relacionan con los individuos de carne y hueso crean, dan forma y explican todos los fenómenos sociales, tanto los económicos como los de otro perfil. El individuo explica la producción y el comercio, así como es el individuo quien pinta un cuadro, compone una canción o talla una escultura. Es verdad, la producción y el comercio también pueden darse, por ejemplo, entre empresas y asociaciones, así como la música, la escultura, la pintura y las letras pueden formar parte de movimientos culturales, pero todo esto no coloca al individuo por debajo de lo social, sino todo lo contrario. Es el individuo quien se asocia y coopera con el prójimo para producir y comerciar, para crear fines y medios. La asociación y la colaboración entre individuos crean las organizaciones, asociaciones y empresas. Pensar lo opuesto supondría asumir que lo colectivo tiene intereses y voluntades diferentes a los intereses y voluntades que poseen sus partes integrantes, lo cual implica argumentar que el todo tiene necesidades materiales diferentes a las de sus componentes. Y, a todas luces, esto último no es posible, porque ningún individuo es miembro de una asociación con intereses antagónicos a los suyos.

En este punto vale la pena preguntarse: ¿cómo podría suceder que los intereses, las voluntades y las necesidades materiales del colectivo fueran diferentes a las de los individuos integrantes? La respuesta es contundente. Siempre hay un poder político o económico concentrado que define un interés colectivo que lo coloca por encima del interés individual. La definición del interés colectivo, la voluntad de correr detrás de él, así como los medios para alcanzarlo, siempre se definen por un conjunto de individuos dominantes de carne y hueso, que están muy bien organizados y cuyo objetivo no es otro que obtener rentas, prestigio y estatus a costa del resto de los individuos de la sociedad. En realidad, los que definen el interés colectivo persiguen su propio interés, pero lo disfrazan detrás de un manto colectivo que no solo engaña al resto de la sociedad, sino que lo saquea avanzando sobre sus derechos individuales y propiedad privada. Básicamente, detrás de todo interés colectivo disociado y contrario a los intereses de los individuos que conforman el grupo se esconden un poder político y un poder económico concentrado que se asocian inmoralmente para sacar réditos y obtener una renta extraordinaria a expensas de los intereses de los individuos, lastimando su libertad y erosionando su propiedad privada. Más precisamente, por un lado está el poder político, que, organizado en Estado nación y bajo el régimen de gobierno de la democracia universal representativa, tiene el monopolio de la ley, la defensa, la seguridad, la administración de justicia y la provisión y regulación del dinero. Del otro lado está el poder económico concentrado, encarnado en los empresaurios que se asocian inmoralmente en complicidad solidaria con el poder político para obtener rentas extraordinarias a partir de las distorsiones generadas por las políticas públicas, y cuyos negocios y rentas extraordinarias existen a expensas del resto de los individuos. En este sentido, el ejemplo más descarnado es el de la guerra. El Estado nacional vende la guerra al público como una cuestión de soberanía, de la patria o de justicia histórica. La guerra es un negocio para los burócratas estatales, ya que implica, por un lado, más gasto público, y, por el otro, más recaudación, es decir, mayor transferencia de recursos desde el sector privado hacia el sector público. De hecho, los períodos bélicos son los momentos en los que el gasto público, la recaudación y el impuesto inflacionario tocan valores récords. Además, con la victoria bélica el Estado está en realidad buscando ampliar su monopolio territorial y su base imponible, con lo cual procura extraer más del sector privado. A todas luces, los individuos pierden libertad, ya que deben ir a una guerra y ponen en riesgo su propiedad privada primaria (el cuerpo y la vida). Del otro lado, ganan los empresaurios, que lucran y obtienen rentas extraordinarias asociándose con el Estado en la empresa bélica. Dentro de este conjunto de empresarios habría que mencionar al sector financiero, que, regulado por el Estado, da crédito para financiar la guerra. También se puede nombrar al sector empresaurio energético, que suele obtener rentas extraordinarias a partir de la suba del precio de los combustibles en época de guerra. Obviamente, no se puede dejar de lado al sector empresaurio productor de armas, que ve su negocio exponencialmente enriquecido.

Pero no hace falta irse al ejemplo máximo de la guerra. El día a día está marcado por la asociación inmoral del poder político y del poder económico, que hacen un negocio lucrativo a expensas de las personas del sector privado, menoscabando su libertad y erosionando su propiedad privada. Por ejemplo, los burócratas de carne y hueso venden que es necesario que el dinero sea proveído y que el crédito sea regulado en forma monopólica por el Estado; y lo justifican a partir del colectivismo de la soberanía monetaria. Un viejo truco, pero que se potencia con el adoctrinamiento en la religión del Estado que se enseña en la educación pública, ya sea de gestión estatal o gestión privada. Sin embargo, la realidad es que con este sistema monetario los empresaurios bancarios hacen negocios a partir de la prebenda que el Estado les otorga con el sistema de encaje fraccionario sobre los depósitos a la vista (caja de ahorro y cuenta corriente) dejados en guarda,(1) que les permite prestar dinero ajeno, ganar tasa de interés y obtener una renta extraordinaria a partir de la propiedad privada de terceros, lo cual es injusto e inmoral porque se encuentra totalmente desalineado con la ética de la propiedad privada.

La renta obtenida a partir de los depósitos a la vista es extraordinaria porque se obtiene con capital ajeno. También es extraordinaria porque, a partir de la prebenda del encaje fraccionario otorgada por el Estado, los banqueros tienen la capacidad de multiplicar dinero bancario desde la nada misma, creando crédito artificial sin respaldo de ahorro genuino. Es decir, obtienen ganancias desde algo que inventan asociándose inmoralmente en complicidad solidaria con el Estado. Además, se podría decir que son ganancias prácticamente libre de riesgo, ya que el banco central, que está asociado con los banqueros, actúa como prestamista de última instancia y muy probablemente saldrá al rescate de su socio banquero ante el riesgo de quiebra por haber prestado mal, socializando pérdidas y haciéndoles pagar a todos el negocio de unos pocos, lo cual es a toda luces injusto. Obviamente, con el actual sistema monetario y bancario, prestar de más y prestar mal no es una excepción, sino una práctica usual. Incluso se podría decir que prestar de más y mal es la regla. El banco central, agente principal del Estado, por un lado, tiene el monopolio de la emisión de base monetaria y, por el otro, posee el monopolio de regular el negocio que tiene montado en asociación inmoral con los bancos, a los cuales les permite crear dinero bancario desde la nada, prestar capital ajeno y ganar dinero con capital de terceros. Obviamente, el andamiaje institucional de este sistema, así como el esquema de incentivos resultante de esta arquitectura monetaria, conduce a que el dinero sin respaldo y el crédito artificial se reproduzcan exponencialmente. En este sentido, si el sistema bancario puede crear dinero desde la nada e inventar crédito sin respaldo de ahorro y con eso gana dinero, está más que claro que el dinero bancario, el crédito ficticio y los préstamos otorgados a carpeta “cerrada” crecerán en forma sistemática y exponencial.

Obviamente, el Estado no les otorga esta prebenda a los empresaurios banqueros gratis. El Estado también hace negocios y gana con la prebenda del encaje fraccionario. El Estado siempre gana. Y siempre a expensas y nunca beneficiando al prójimo, ubicándose en las antípodas de la ética de la propiedad privada (más adelante volveremos sobre este tema), que es la base de la ética de la libertad. En este sentido, el leviatán gana porque obtiene financiamiento cuantioso y barato para pagar más políticas públicas intervencionistas con colocación de deuda, lo cual sirve para trasladar los costos al futuro. Así, el político disfruta del gasto público, que es más poder político y económico y, además, contribuye a ganar elecciones y a perpetuarse en el poder sin afrontar el costo de tener que cobrar más impuestos en el presente que menoscaba sus posibilidades electorales. Del otro lado, los individuos de a pie pierden en forma progresiva y sistemática su libertad y su propiedad privada. Estos pagarán más impuestos futuros por el creciente endeudamiento. Y, en caso de crisis sistémica e insolvencia del sistema bancario, como ya dijimos, el Estado actuará como prestamista de última instancia, emitiendo todo lo que haya que emitir para asistir y rescatar a los bancos y banqueros, trasladándole todos los costos al resto de la sociedad que deberá pagar el impuesto inflacionario ante la pérdida del poder adquisitivo del dinero disminuido. Paralelamente, si el nivel de endeudamiento público es muy elevado y se desata una crisis de deuda, el valor de los activos se desploma, y los privados pagan los costos, ya que serán ellos quienes verán sus carteras de inversión y su stock de riqueza disminuidos.

Más dinero físico y bancario, así como más crédito, son más centralización del poder político y más poder económico concentrado. O sea, más dinero FIAT es mejor tanto para los burócratas del Estado como para los banqueros, que, al ser los primeros en crearlo y gastarlo, son los que erogan el dinero sin que el dinero haya todavía perdido poder adquisitivo, o sea, sin que el nivel general de precios haya subido todavía. En este sentido, hay que recordar que la pérdida del poder adquisitivo del dinero sucede en forma paulatina y sostenida a lo largo del tiempo y en la medida en que el dinero va pasando de mano en mano y los restantes agentes económicos responden subiendo precios. Ergo, los agentes que gastan antes ese dinero FIAT creado de la nada ganan, mientras que quienes lo reciben y gastan después pierden. Es decir, hay una transferencia de riqueza desde estos últimos hacia los primeros. Los que pierden son los agentes privados que reciben el dinero ya devaluado. Por el contrario, los que ganan crean e inyectan (mediante diferentes mecanismos) el dinero. Los burócratas del Estado suelen inyectar base monetaria a través de operaciones de mercado abierto. El sistema bancario suele inyectar dinero y crédito inventado desde la nada mediante la intermediación financiera. En pocas palabras, tanto para los políticos como para los banqueros el dinero FIAT es un negocio redondo. Para el sector privado generador de riqueza, el dinero FIAT es un robo y una estafa.

En este marco, hay que comprender que el actual sistema monetario FIAT requiere de una inflación sistemática y, en consecuencia, de una constante manipulación del dinero para seguir siendo viable. Sencillo, dado que el sistema existente se basa en el encaje fraccionario y, por ende, en el crédito artificial, a largo plazo el dinero FIAT debe ser siempre (en promedio) expansivo para generar crecimientos de nominalidad que paguen todas las cuentas, manteniendo a todos los individuos de la sociedad en una suerte de rueda de hámster. Por el contrario, si por un momento imagináramos que los gobiernos no pudieran crear e inyectar nada de dinero, pero al mismo tiempo supusiéramos que existiera una innovación tecnológica que permitiera aumentos de productividad facilitando ahorrar tiempo, con lo cual se podría comprar lo mismo con menos o comprar lo mismo esforzándonos menos, la economía pasaría a ser deflacionaria y el nivel general de precios caería. Ahora bien, en este escenario habría claramente dos perdedores: los burócratas de carne y hueso del Estado y sus cómplices prebendarios del sector bancario.

Se pueden brindar más ejemplos cotidianos de cómo los burócratas del Estado dañan tanto la libertad como la propiedad privada del individuo. Como puede verse, en todos ellos los burócratas del Estado nunca actúan solos. Esta asociación inmoral entre burócratas y empresaurios se retroalimenta y potencia, centralizando y concentrando al poder político y económico. Y esta centralización potencia las ganancias de los burócratas y de los empresaurios a expensas de avanzar crecientemente sobre la libertad y la propiedad privada de los individuos. Por eso, el liberalismo siglo XXI tiene como primer enemigo tanto al Estado como a la asociación inmoral entre burócratas de carne y hueso y empresaurios. El cepo es otro ejemplo en este sentido. Los individuos que vivimos dentro del espacio geográfico en el cual el Estado argentino ejerce su monopolio hemos convivido con el cepo nueve de los últimos doce años.

El Ministerio de Economía y el Banco Central se ponen de acuerdo para establecer un control del tipo de cambio y un cepo, basándose en el argumento colectivista que sostiene que, por ejemplo, los dólares son para la producción de los bienes y servicios esenciales para la sociedad y el desarrollo de la Nación, y no para ser “fugados” al exterior por los empresarios privados, ni para que ahorren los agentes económicos individuales. En este marco, el Estado interviene y establece un precio mínimo para el peso y un precio máximo para el dólar. En este escenario de control de precios entre monedas, la moneda doméstica pasa a estar sobrevalorada y el dólar subvalorado y, consecuentemente, la gente corre a sacarse los pesos de encima que están artificialmente sobrevalorados e intenta cambiarlos por los dólares al tipo de cambio oficial, que es artificialmente muy barato. El resultado: escasez de dólares y, por ende, el mercado paralelo e “ilegal”, en el cual la cotización de la divisa norteamericana sube. El control de tipo de cambio y el cepo dan lugar a un exceso de demanda permanente en el mercado cambiario, que redunda en una brecha cambiaria condenada a crecer en la tendencia de mediano y largo plazo. Del otro lado, este exceso de demanda en el mercado cambiario da lugar a un exceso de oferta en todos los otros mercados. En el mercado de bonos es mayor tasa de interés, que impacta encareciendo el costo de capital y mitiga la inversión y la acumulación de capital; o sea, menos crecimiento y generación de riqueza a largo plazo. En el mercado de dinero implica menor poder adquisitivo de la moneda doméstica; ergo, más inflación. En el mercado real implica menor producción y más bajo nivel de actividad. Paralelamente, en el mercado de trabajo impacta generando mayor desempleo (con población creciendo) y en consecuencia menor poder adquisitivo de los salarios. Como resultado de todo esto, en el campo social la pobreza y la indigencia crecen. En el gráfico siguiente se observa, por un lado, la tendencia alcista del riesgo país (costo del capital) y de la inflación en el panel izquierdo y, por el otro, la tendencia bajista de la inversión y del PBI per cápita (generación de riqueza) desde el establecimiento del cepo a fines de 2011 en Argentina.

GRÁFICO 1: TENDENCIA DEL COSTO DE CAPITAL, INFLACIÓN, INVERSIÓN Y PBI PER CÁPITA EN ARGENTINA DESDE EL ESTABLECIMIENTO DEL CEPO A FINES DEL 2011.

Fuente: Diego Giacomini E2 (Economía y Ética) según Indec y Bloomberg

En pocas palabras, está más que claro que los individuos de la sociedad son los que pierden. Sin embargo, del otro lado, los burócratas del Estado aumentan su poder político y económico. Por un lado, el cepo es más Estado, más normas de derecho positivo, regulaciones e intervención y, por ende, más control, oficinas, puestos burocráticos y gasto público. O sea, más poder político y menos libertad. Del otro lado, significa más impuestos (por ejemplo, el impuesto PAÍS) y más recaudación, con lo cual es menos propiedad privada y libertad. Adicionalmente, el cepo amplía la base para la corrupción, potenciando la cantidad de los negociados entre burócratas de carne y hueso y empresaurios. A cambio de una coima, hay empresaurios que ganan y obtienen una renta extraordinaria por el mero hecho de acceder a los dólares artificialmente baratos que el burócrata le entrega como si fueran suyos cuando claramente no son de su propiedad. Además, este empresaurio obtiene una renta extraordinaria porque acceder a esos dólares artificialmente baratos le permite ganar mercado a expensas de la reducción o eliminación de la competencia que quiebra por no tener acceso a esos dólares. El empresaurio también puede obtener rentas extraordinarias comprando esos dólares oficiales baratos y vendiéndolos al dólar paralelo (caro); o sea, haciendo el mismo rulo financiero que hace el burócrata luego de cobrar la coima en billetes efectivos puesto sobre su escritorio estatal. Del otro lado, pierde el consumidor privado a través de varios canales. Primero, pasa a tener mercados menos competitivos, y no por su elección. Segundo, hay escasez, porque el cepo implica menos insumos, menos bienes intermedios y, por ende, faltante de bienes de consumo final que en su fase productiva son intensivos en bienes importados. Es más, el consumidor privado también pierde porque el cepo le achica la oferta de bienes de consumo final importados, restringiendo así su capacidad de elección y su prosperidad. Al haber escasez, el consumidor debe pagar precios más elevados por los bienes. Tercero, el consumidor privado pierde porque el cepo implica más impuesto inflacionario y mayor base imponible; ergo, mayor transferencia de recursos desde los medios económicos hacia los medios y el poder político. Con el cepo, el consumidor privado ve disminuida su capacidad de defenderse del impuesto inflacionario y también experimenta una caída de su poder de ahorro, o sea, sufre una disminución de su capacidad de consumo futuro, de su prosperidad a futuro. Claramente, el cepo es otra muestra más de cómo la centralización del poder político y la concentración del poder económico atentan contra la libertad, la propiedad privada y, en consecuencia, la prosperidad del individuo.

Se pueden citar otros ejemplos de las asociaciones inmorales entre los burócratas del Estado y los empresaurios. Mencionemos los carteles, las licencias, la concesión de monopolios y los aranceles, que son también otras intervenciones triangulares del Estado.(2) En el caso de los carteles, los burócratas del Estado solo permiten que cierto grupo productores designados por ellos mismos pueden producir determinados bienes y servicios. Algo similar sucede con las licencias. A los empresaurios se les exige cumplir con las normas del gobierno y pagar una cuota antes de recibir la licencia y “entrar” a producir. Obviamente, se argumenta, en pos de la idea colectivista del bienestar general, que tanto los carteles como las licencias son necesarias, y los burócratas explican mentirosamente que toda la sociedad ganará a partir la intervención, ya que el Estado solo permitirá que las empresas más capacitadas, de mejor trayectoria y de mayor eficiencia provean los bienes y servicios en cuestión. Sin embargo, la realidad es muy diferente. Se benefician los burócratas y los empresaurios asociados, pierden los individuos. Los primeros ganan porque obtienen ingresos a partir del pago de las cuotas para el otorgamiento de carteles y licencias. Los empresaurios ganan porque obtienen posiciones monopólicas u oligopólicas(3) que les permiten obtener una renta extraordinaria ofreciendo un producto más caro y de menor calidad que el que deberían ofrecer en libre competencia. Del otro lado, los consumidores pierden porque se prohíbe que nuevas empresas más eficientes les provean bienes de consumo de mejor calidad y más baratos, con lo cual su bienestar individual se reduce. Algo similar sucede con los aranceles, que se establecen con el argumento colectivista de proteger el trabajo y la industria nacional. Con aranceles, las empresas locales obtienen un cuasimonopolio y, generalmente, un precio de monopolio, perjudicando a los consumidores, que no pueden comprar a competidores extranjeros más eficientes y baratos. Con los aranceles ganan los burócratas del Estado, que obtienen ingresos fiscales que pueden aplicar a financiar más gasto público y a desarrollar más políticas intervencionistas.

Los burócratas de carne y hueso establecen, para luchar(4) contra la inflación, un control de precios máximos(5) al mismo tiempo que inflan la oferta monetaria, generando, paradójicamente, más inflación. Así ganan los funcionarios y los políticos que crean ministerios, secretarías, subsecretarías y un ejército de inspectores para controlar precios. Ganan los empresaurios que negocian con los políticos, ya que por un lado se comprometen a ofrecer una determinada cantidad de bienes al precio exigido, pero por el otro pueden aumentar los precios de los bienes que quedan fuera del programa, ya que los precios máximos generan indefectiblemente escasez. La consecuencia principal de un precio máximo es la cola para adquirir bienes que no son suficientes y un mercado negro “ilegal” en el cual los consumidores, buscando desesperadamente llegar al punto de equilibrio marcado por el mercado, compran productos más caros que poseen prima de riesgo por situarse por fuera de la ley positiva. En definitiva, por un lado, ganan los políticos y los empresaurios; por el otro, pierden los consumidores, que sufren la escasez y los precios más elevados.

Según todos estos ejemplos, se entiende que las personas pueden ser verdaderamente libres y disfrutar plenamente su propiedad privada y el producido de la misma, si y solo si están a resguardo del poder concentrado, ya sea político, económico o ambos asociados entre sí. De hecho, la realidad muestra que siempre hay asociación inmoral entre poder político y poder económico concentrado, ya que es esta asociación la que actúa como anabólico para su crecimiento y potencia sus rentas extraordinarias.

Además, es necesario entender que, bajo el sistema político y económico actual, la asociación inmoral y la complicidad solidaria entre burócratas estatales y empresaurios no solo prevalecerá, sino que tenderá a crecer en forma sistemática. En este sentido, el combo Estado nación más democracia universal representativa tiene un diagrama institucional y un esquema de incentivos que solo conduce a la centralización del poder político y a la concentración del poder económico; y puestos en dinámica, ambos fenómenos no solo van de la mano sino que se retroalimentan y potencian entre sí, como veremos más adelante. De esta manera, el poder político avanza cada vez más sobre los derechos individuales y la propiedad privada de la gente que vive de los medios económicos, entrometiéndose cada vez más en los aspectos cotidianos de su vida. La reciente experiencia de las cuarentenas impuestas por el coronavirus, así como la vacunación experimental obligatoria cuasi mundial, son un gran ejemplo en este sentido. El poder político se fortaleció como nunca en la historia de la humanidad. La gente no podía despedir a sus familiares muertos; hermanos, padres e hijos no podían reunirse a brindar por un cumpleaños, ni por una fiesta religiosa a lo largo y ancho de casi todo el globo terráqueo. Al mismo tiempo, el Estado prohibió trabajar a la mayoría de los individuos. Paralelamente, el Estado pasó a subsidiar a estas personas, haciéndolas dependientes del poder político y, claro, trasladando el costo de estas medidas coercitivas a toda la sociedad. Sin embargo, el poder económico concentrado, aliado y asociado con el poder político, amasó fortunas como nunca. El Estado mandó a producir vacunas a determinados laboratorios en tiempo récord y salteando todos los procesos y protocolos temporales. Los laboratorios elegidos y habilitados fueron muy pocos, una suerte de oligopolio de las vacunas. Luego, el Estado distribuyó y comercializó en forma monopólica estas vacunas. Es más, hubo una suerte de cartelización de los Estados; prácticamente todos los Estados nacionales actuaron de la misma forma. Esto no solo arrojó rentas extraordinarias a los laboratorios, sino que también dio lugar a numerosos hechos de corrupción y negociados. También se persiguió a quienes no se querían vacunar, lo cual fue una maximización del poder político más brutal y una vejación descarnada de la libertad.

Pero no terminó aquí. Todos los Estados nacionales y sus bancos centrales comenzaron a actuar en forma cartelizada. El poder político, el gasto público y los déficits fiscales crecieron como nunca. La política monetaria expansiva de emisión de base monetaria de todos los bancos centrales también creció exponencialmente. Peor aún, todos los bancos centrales permitieron que sus inmorales aliados y socios del sector bancario también crearan dinero desde la nada y dieran crédito inventado sin contrapartida de ahorro. La intermediación financiera, es decir, el negocio de los bancos creció como nunca, potenciando los multiplicadores monetarios. Por ejemplo, en el gráfico siguiente se observa como en EE. UU. el multiplicador monetario de M1 creció como nunca, pasando de 1 a 3,6. O sea, hubo un negocio para el poder político pero también hubo un gran negocio para los empresaurios banqueros asociados cuyo negocio creció como nunca. Paralelamente, los Estados nacionales volvieron a cobrar impuesto inflacionario, como hacía muchas décadas no hacían. De hecho, la inflación tanto de precios minoristas como de precios al productor llegaron a niveles máximos. Justamente, que el multiplicador monetario y la inflación salten casi al mismo tiempo ilustra que la asociación inmoral entre el poder político y el poder económico llegó a su máxima expresión. El salto del multiplicador pone en evidencia que el negocio bancario de la intermediación financiera más que se triplicó, mientras que el impuesto inflacionario que cobra el Estado también se multiplicó entre por tres y por cuatro.

GRÁFICO 2: EL AUMENTO DE LA INTERMEDIACIÓN FINANCIERA, DEL MULTIPLICADOR MONETARIO Y DE LA INFLACIÓN EN EE. UU.

Fuente: Diego Giacomini E2 (Economía y Ética) en base a la Reserva Federal y al BLS de EE. UU.

Lo acontecido en 2020/2021 tan solo fue el punto máximo de un proceso que ha venido potenciándose en forma sistemática y creciente a lo largo de las últimas décadas: a lo largo del siglo XX y en las dos primeras décadas del siglo XXI el capitalismo se ha vuelto más prebendario, beneficiando en forma cada vez más acentuada al poder concentrado.

La lista de los mayores multimillonarios del mundo ilustra cabalmente esta concentración de riqueza. De acuerdo con la revista Forbes, a fines de 2021 los cincuenta multimillonarios más ricos del mundo poseían una riqueza acumulada que ascendía a 13,1 billones de dólares, o sea, un +63,7 % más que en 2020. En este sentido, vale la pena remarcar que no es casualidad que la riqueza de los mayores multimillonarios del mundo haya acrecido como nunca en la historia y aumentado más de un 60 % en solo un año, justo el año del coronavirus y del shut down global. O sea, el máximo crecimiento de las fortunas del poder económico concentrado coincidió con el máximo aumento del poder político y de la violencia estatal jamás registrada, poniendo en evidencia que son dos fenómenos que se retroalimentan entre sí, siempre a expensas de la ética de la libertad y la justicia. De hecho, en lo que va del siglo XXI la riqueza de las 50 personas más ricas del mundo aumentó +9 % por ciento anual entre 1995 y 2021, mientras que la riqueza de las 500 personas más ricas se incrementó +7,0 % por ciento anual. Sin embargo, la riqueza media del mundo creció tan solo a un ritmo promedio del +3,2 % anual; es decir, a un ritmo de casi a un tercio y a un ritmo de un poco menos de la mitad al cual creció la riqueza de los 50 y 500 más ricos del mundo respectivamente.

Un repaso por los primeros puestos del ranking de multimillonarios alcanza para visualizar y entender que el poder económico concentrado se expande haciendo negocios con el poder político. En el primer puesto del ranking está Jeff Bezos, con USD 177.000 millones. El buque insignia de sus negocios es Amazon, que se benefició profundamente con la cuarentena global. En el segundo puesto está Elon Musk, con USD 151.000 millones. Elon Musk produce los automóviles eléctricos Tesla y se beneficia de las políticas públicas verdes. También fabrica los cohetes SpaceX, un negocio que también está relacionado con el poder político. Elon Musk, flamante dueño de Twitter, tiene acceso a un conjunto de información de los individuos que puede lucir muy atractiva para los Estados y sus burócratas, una potencial fuente de millonarios negocios con el poder político. En el cuarto lugar está Bill Gates con USD 124.000 millones. Su buque insignia es Microsoft y posee cuantiosos contratos con el poder político de muchos Estados. También se benefició fuertemente con las cuarentenas porque es importante accionista de FedEx. También posee negocios directos con el gobierno de Canadá, ya que posee gran cantidad de las acciones de la Compañía Nacional de Ferrocarriles de ese país. En el quinto lugar del ranking está Mark Zuckerberg, con una fortuna de USD 97.000 millones. Su barco insignia es Facebook, red social de comunicación global que se benefició con todas las políticas públicas adoptadas por casi todos los gobiernos con la aparición del coronavirus. También es dueño de Instagram, WhatsApp y Messenger, lo que lo convierte en el empresaurio del mundo con la mayor cantidad de información personal y privada de las personas a nivel global. Sin lugar a duda, los negocios de Mark Zuckerberg son muy atractivos tanto para el poder político como para el poder económico concentrado, porque posee la información más valiosa para ambos. Para el poder político, la información de Zuckerberg es muy importante para controlar a las personas y avasallar su propiedad privada. Para el poder económico concentrado, es fundamental para potenciar los negocios, la facturación y la rentabilidad, ya que sirve para saber qué, cómo, dónde producir y comerciar, revelando gustos, preferencias y necesidades de los agentes económicos a lo largo y ancho de todo el planisferio. En el sexto puesto del ranking está Warren Buffett con USD 96.000 millones. Warren Buffet estrechó fuertes lazos y negocios con el poder político porque es dueño de Bank of America, el US Bancorp, Apple y Verizon Wireless. A continuación, en el gráfico de abajo se presentan las cotizaciones de las acciones de Amazon, Apple, Twitter, Tesla, Bancorp y Bank of America en 2018, 2019, 2020, 2021 y 2022. En este período Amazon subió +180 %, Apple +524 %, Twitter +172 %, Tesla +877 % y Bank of America +60 %. Paralelamente, Bancorp pudo recuperar +71 % cuando se compara abril 2022 con el piso de marzo 2020 al inicio del coronavirus (gráfico 3).

GRÁFICO 3: COTIZACIONES DE LAS PRINCIPALES ACCIONES DE LAS EMPRESAS INSIGNIAS DE JEFF BEZOS, ELON MUSK, BILL GATES, MARK ZUCKERBERG Y WARREN BUFFET

Fuente: Diego Giacomini E2 (Economía y Ética) en base a www.tradingeconomics.com

El poder político cada vez más centralizado y el poder económico cada vez más concentrado son socios a la hora de hacer sus negocios y, además, como dijimos, ambos necesitan de escala para que sus negocios sean cada vez más rentables. Esta necesidad lleva a que el poder político se centralice y el poder económico se concentre en la tendencia de largo plazo. La consecuencia: un avance mancomunado y sistemático sobre la libertad, la propiedad privada y los derechos individuales de las personas que viven de los medios económicos y operan en mercados mayormente libres y competitivos. De esta manera se comprende que la asociación y complicidad solidaria entre el poder político y el poder económico concentrado es siempre inmoral e injusta.(6)

En este contexto, el liberalismo debe actuar y luchar contra su único enemigo: el poder concentrado en su definición más amplia. Se suele decir que el Estado es el único enemigo, pero la verdad es que el poder político del Estado nunca viene solo, sino que se encuentra asociado y aliado con un poder económico, y ambos se refuerzan entre sí. El poder político se fortalece concentrándose, mientras que el poder económico se potencia concentrándose. Contrariamente a lo que supuso el liberalismo clásico del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, y a lo que asume actualmente el minarquismo, la arquitectura institucional del constitucionalismo (que luego veremos con más detalle) y de su supuesta división no contienen ni frena el avance de la concentración del poder, más bien lo promueve y legitima. El caso más paradigmático en este sentido sucede cuando el poder político y el poder económico trabajan en forma conjunta para hacer leyes que benefician a ambos en detrimento de los consumidores en particular y de los ciudadanos en general. Dichos proyectos de ley son elaborados fuera del marco de las instituciones públicas y se escriben fuera de los Congresos. Estos proyectos suelen ingresar a los parlamentos ya negociados y cerrados, y en el recinto solo se negocian cambios marginales que en muchas oportunidades también terminan siendo alimento para la corrupción.(7) Concretamente, los proyectos son elaborados por tecnócratas privados que representan los intereses de los empresaurios en concomitancia con unos pocos burócratas del Estado, que son quienes también se beneficiarían del proyecto en cuestión. Estos proyectos pueden beneficiar a los empresaurios, que se benefician a través de rentas extraordinarias provenientes de monopolios, oligopolios, carteles y todo tipo de negocio regulado o nuevo mercado creado paradójicamente por el Estado(8) a partir de generar nuevas distorsiones. Del otro lado, los burócratas se benefician porque cobran cánones, regalías yo mayor cantidad de impuestos y más recaudación a partir del proyecto. A su vez, los burócratas se pueden beneficiar porque el nuevo proyecto exige crear nuevas reparticiones públicas que monitoreen y auditen a los nuevos negocios, lo cual redundará en más gasto público y mayores necesidades de financiamiento, es decir, más poder político y económico. Es más, en numerosos casos estas nuevas reparticiones públicas, como los entes reguladores estatales, deben ser pagados por las empresas concesionarias que, muchas veces, trasladan estos costos a los consumidores. Además, a más gasto y estructura, más corrupción y dinero por debajo de la mesa. Obviamente, esta alianza entre poder político y poder económico procurará retroalimentarse y fortalecerse, ya que favorece a ambos miembros de la ecuación. El poder político procurará que los privados continúen obteniendo su renta extraordinaria, y el sector empresaurio estará interesado en que el poder político que los favorece se mantenga en el poder, con lo cual muy probablemente los financie por distintos canales.

Entonces, la piedra fundamental del accionar liberal no es sino luchar contra el poder concentrado, ya sea político, económico, clerical, militar, educativo, sanitario o científico. El liberalismo debe enfrentar, deslegitimar y derribar todo sistema que imponga instituciones por la fuerza, porque toda acción coercitiva representa, en esencia, un mal. Por el contrario, si el liberalismo logra derribar a todos los poderes concentrados, pasará a estar haciendo el bien y actuando en forma justa. Todo otro andamiaje intelectual que, más allá de las intenciones declaradas, sostenga, defienda o contribuya a propagar el poder concentrado es injusto y está mal. El liberalismo personifica mejor que cualquier otro cuerpo filosófico el accionar del ser humano a lo largo de toda su historia. De hecho, la historia de la humanidad podría ser descrita y resumida en torno a la dialéctica entre poder concentrado vs. libertad. Lord Acton lo sintetizó con inigualable potencia cuando escribió: “El poder tiende a corromper, el poder absoluto corrompe absolutamente”.

Es un proceso histórico lento, largo, pero sistemático, que comenzó con los reyes y emperadores vilipendiando la acuñación de monedas de oro y terminó recién en el siglo XX, cuando, bajo el sistema de gobierno de propiedad pública denominado democracia universal representativa, los parlamentos nacionales sancionaron leyes que establecieron casi universalmente el sistema monetario FIAT, que no es otra cosa que socialismo monetario, y que, como ya explicamos, atenta contra la libertad y la propiedad privada. Atenta contra la libertad porque el dinero FIAT es siempre de curso legal y forzoso. Impide que la gente elija libremente el dinero con el que produce, comercia, consume, ahorra e invierte. Por el otro lado, los burócratas estatales, asociados con los empresaurios bancarios, imponen por la fuerza el dinero FIAT, ya que les permite a ambos hacer negocios a partir de la propiedad privada ajena. De hecho, el actual sistema monetario no es otra cosa que el quinto punto del manifiesto comunista de Marx y Engels, que proponía: “Centralización del crédito en el Estado por medio de un Banco Nacional con capital del Estado y régimen de monopolio”. En pocas palabras, el socialismo monetario entrona al poder político y al poder económico concentrado en contra del individuo, su libertad y prosperidad, permitiendo que unos pocos hagan grandes negocios a expensas de muchos o de casi todos. En este marco, hay que tener bien en claro que el liberalismo siglo XXI está totalmente en contra de este sistema monetario socialista encarnado hasta el hueso por la Reserva Federal de EE. UU., el Banco Central Europeo, el Royal Bank of England y todo banco central. No hay bancos centrales malos y bancos centrales buenos. Por el contrario, desde lo ético, que es el principal plano de análisis para el liberalismo siglo XXI, todos los bancos centrales son igual de malos. Basta con recordar que el ser humano había escogido el oro como dinero. Y nunca dejó de hacerlo. Fueron los Estados los que le robaron esa posibilidad.

Desde un plano meramente utilitarista, que no es el más relevante, a lo sumo hay bancos centrales que son peores y bancos centrales que son menos malos. El peor banco central será la autoridad monetaria que más impuesto inflacionario cobre. Paralelamente, el banco central menos malo será el que cobre más bajo impuesto inflacionario. Sin embargo, hay que tener bien en claro que es imposible que haya bancos centrales que no cobren impuesto inflacionario, porque para eso están hechos. Ergo, los bancos centrales están hechos para extraer por la fuerza riqueza al sector privado y trasladarla al sector público. Tanto es así que, desde los tecnócratas de la economía, casi siempre asociados con el poder político y el poder económico concentrado, con el inflation targeting se procuró hacer creer que 3 % o 4 % de inflación anual no era inflación, y que en realidad el problema de la inflación estaba ya resuelto. Es decir, se procuraba legitimar que el poder político y el poder económico bancario se beneficiaran cobrando un impuesto inflacionario del 3 % o 4 % anual, lo cual no es otra cosa que un robo del 3 % o 4 % en doce meses, que después de veinte años es una traslación de recursos desde los medios económicos hacia el poder concentrado de 81 % y 119 % de inflación acumulada punta a punta; respectivamente. En síntesis, no solo todos los bancos centrales son malos, sino que todo el sistema monetario y bancario actual es injusto. Lord Acton, uno de los grandes liberales que, con el tiempo, se volvió cada vez más radical y antisistema, sostenía: “La lucha dormida, latente durante siglos, y que tendrá lugar tarde o temprano es la lucha del pueblo contra los bancos.”. El liberalismo siglo XXI lucha en contra de los bancos centrales y de todo el actual sistema monetario y bancario.

Es importante comprender que el liberalismo nunca es ni será una filosofía funcional al poder político y al poder económico concentrado de turno, sino todo lo contrario. El ADN del liberalismo incluye una filosofía contraria a todo sistema que potencie la asociación entre poder político y poder económico. De esta manera, se entiende que el liberalismo siglo XXI está en contra de todo sistema en el cual haya un poder político y/o un poder económico concentrado que impongan por la fuerza decisiones y/o condiciones al individuo, vejando indefectiblemente su libertad, derechos y propiedad privada.

De hecho, la esencia antisistémica del liberalismo se aprecia en su origen. El liberalismo nació deslegitimando el poder político de la monarquía en el siglo XVIII. Una monarquía que, usufructuando su arquitectura institucional y como resultado de su esquema de incentivos derivado, había pasado de tener un rey con poder y riqueza limitados a ser un rey absolutista con la suma del poder político e importantes recursos económicos que, en forma creciente, avanzaba contra el individuo, su libertad y propiedad. De hecho, como bien explica Bruce Benson,(9) el monarca limitado de la Edad Media fue ganando poder político y económico en la medida que logró ir avanzando sobre la administración de justicia, que originalmente había sido enteramente privada. Al identificar que la administración de justicia podía funcionar como una suerte de base imponible y brindarle recursos fiscales, los reyes fueron interviniendo en forma creciente sobre ella, creando tribunales y cargos, nombrando funcionarios y cobrando tasas de justicia por los servicios prestados. De esta manera, los reyes fueron comprando voluntades y favores en forma creciente, tejiendo toda una red de funcionarios acomodados que se asociaban inmoralmente con ellos en complicidad solidaria, lo cual tuvo inexorablemente siempre el mismo resultado: por un lado, el aumento de su poder político y económico y, por el otro, la potenciación de un sistema político, económico y social que vejaba en forma creciente la libertad y los derechos individuales de las personas de a pie. La contracara de más rey, más Estado y mayor poder político fue, como lo había sido siempre y lo continúa siendo, menor libertad, menos individuos y más lesión de la propiedad privada.

Así fue como se fueron expandiendo las monarquías hasta convertirse en monarquías absolutistas, creando una simbiosis entre Estado nación y rey, que sirvió para establecer y consolidar un poder político y económico suprafeudal,(10) que potenciaba y reforzaba el avance sobre los vasallos, su libertad, derechos y propiedad. Como bien explica Murray Rothbard: “El rey añadió sus propias restricciones y privilegios monopolísticos a los ya impuestos por el feudalismo. Los monarcas absolutos fueron el Viejo Orden con mayúsculas y lo convirtieron en aún uno más despótico que antes.”(11) Sin embargo, este Viejo Orden enraizado en la monarquía absolutista y su sistema político y económico fue derribado por el liberalismo y su esencia revolucionaria, que tuvo dos patas: primero, la pata intelectual, personificada en la pluma y las ideas, y segundo, como consecuencia de la anterior, la pata pragmática, encarnada en la acción.

Por el lado de la pluma, podemos resaltar, entre varios autores, el trabajo intelectual de los grandes liberales escoceses Adam Smith, David Hume y el inglés John Locke, que ahondaron esfuerzos para deslegitimar desde la filosofía, la filosofía política y la economía el Viejo Orden tiránico de la monarquía absolutista. En el campo de la acción, y también desde la pluma, no se puede omitir el accionar de los whigs. El primer partido whig fue fundado en 1678 y su objetivo fue defender al pueblo contra la tiranía del rey para poder promover y crear el progreso del individuo y el desarrollo de la población mejorando sus condiciones de vida. De hecho, fueron los whigs los que lucharon por (y consiguieron) la supremacía del Parlamento Británico frente a la Corona, poniéndole límites al rey. También fueron los whigs los que lucharon por (y lograron), entre muchos triunfos éticos en el campo de la acción, abolir el comercio de esclavos, las leyes de inmigración y la despenalización de la homosexualidad. En el campo de la pluma, los whigs, personificados en John Trenchard y Thomas Gordon, escribieron y publicaron las Cartas de Catón(12) en Londres entre 1720 y 1723.(13) Las Cartas de Catón condenaban la tiranía y promovían la libertad, tanto de pensamiento como de expresión y acción. De hecho, los whigs siempre fueron revolucionarios y lucharon por lo que pensaban que “debía ser”, independientemente de lo que “la realidad efectivamente es”. Y en este punto vale traer a colación nuevamente el pensamiento de Lord Acton, quien describió la esencia del liberalismo tal vez como nadie: “El liberalismo es la revolución permanente, es esencialmente revolucionario, y los hechos deben ceder el paso a las ideas. A ser posible, con paciencia y pacíficamente, porque el liberalismo anhela lo que debería ser, independientemente de lo que es.”(14)

El trabajo intelectual de los whigs se amalgamó con el terreno de la acción, potenciándose entre ambos hasta alcanzar sus objetivos revolucionarios. De hecho, las Cartas de Catón fueron publicadas en EE. UU. como Ensayos sobre la libertad, civil y religiosa, y su éxito fue rotundo, como atestiguan las seis ediciones impresas en 1755. Un poco de veinte años más tarde la filosofía y filosofía política de las cartas se convirtieron en un bastión fundamental para los ideales de la Revolución americana que dieron lugar al nacimiento de la primera República Parlamentaria. En pocas palabras, el liberalismo revolucionario luchó y barrió a las viejas clases dominantes, al viejo sistema político y económico encarnado en la monarquía absolutista. Fue el liberalismo con su filosofía y su lucha en el terreno de la acción el que venció a la tiranía y trajo la libertad a Occidente, brindando la posibilidad de más paz, esperanza, progreso individual y desarrollo social, sacando a la civilización del ostracismo secular, de la pobreza, el estancamiento y el yugo del viejo orden. Sin la filosofía y sin la lucha del liberalismo, no habría habido Revolución gloriosa en Inglaterra, Revolución de EE. UU. en América, ni Revolución francesa en Europa. El liberalismo fue el motor mismo de la revolución. El liberalismo tuvo la potencia de hacer coincidir teoría y práctica, de lograr transformaciones en la vida y realidad cotidianas del individuo, impulsando el desarrollo de la sociedad. Una teoría y una filosofía son correctas si y solo si funcionan en la práctica de la realidad.

En este marco, entonces, cabe preguntarse e intentar explicar por qué la mayoría de la gente, sobre todo las personas de izquierda, que no son enemigos,(15)