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Este libro es una invitación a poder reimaginar el liderazgo desde su dimensión esencialmente humana. Marcelo Vázquez Ávila nos sumerge en un viaje de transformación interior, donde el liderazgo deja de ser un ejercicio solitario de autoridad para convertirse en una fuerza colectiva de inspiración y propósito. A través de una combinación de reflexiones filosóficas, estrategias contemporáneas de management y un enfoque profundamente emocional, el autor nos desafía a abandonar el individualismo del "llanero solitario" y a adoptar el poder de la manada, donde el verdadero líder no impone, sino que guía, escucha y motiva. Con una mirada auténtica y reveladora, Vázquez Ávila demuestra que la autenticidad y la capacidad de generar vínculos genuinos emergen como los pilares de un liderazgo que no solo dirige, sino que transforma. En estas páginas, el lector encontrará no solo un modelo de liderazgo inspirador, sino también un llamado a evolucionar personalmente, comprendiendo que el verdadero poder radica en la capacidad de conectar con otros y construir un propósito compartido.
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Seitenzahl: 121
Veröffentlichungsjahr: 2025
MARCELO VÁZQUEZ ÁVILA
Vázquez Ávila, Marcelo Liderazgo, influencia en acción : de llanero solitario a líder de la manada / Marcelo Vázquez Ávila. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2025.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-6281-4
1. Narrativa. I. Título. CDD A860
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Prólogo
Introducción
Capítulo 1 - La nueva era del liderazgo
Capítulo 2 - Iluminando el camino del liderazgo
Capítulo 3 - La danza del management y el liderazgo
Capítulo 4 - El líder enseña por lo que es
Capítulo 5 - Liderazgo y alto rendimiento
Capítulo 6 - Aquí comienzan las emociones
Capítulo 7 - Basta de llaneros solitarios
Capítulo 8 - Ahora los líderes de la manada
Capítulo 9 - El líder y un propósito en la vida
Capítulo 10 - Liderazgo, una cuestión de carácter
Capítulo 11 - La inteligencia emocional
Capítulo 12 - La autenticidad y otras yerbas
Capítulo 13 - El secreto de tu éxito
Epílogo
Referencias
Glosario de términos
Agradecimientos
Ana, hoy quiero tomarme un momento para agradecerte
y expresar todo lo que siento en mi corazón.
No hay palabras suficientes para reconocerte
por ser la mujer maravillosa que eres, pero aquí estoy,
tratando de hacer justicia a todo lo que aportas a mi vida.
“De Llanero Solitario a Líder de la Manada”
Significa pasar de una mentalidad individualista, donde se cree que el éxito depende solo del esfuerzo personal, a una en la que el verdadero crecimiento y liderazgo surgen al rodearse de un equipo, apoyarse en otros y potenciar sus talentos. Ser un “Llanero Solitario” puede dar una sensación de independencia, pero limita el impacto y la evolución personal. En cambio, convertirse en “Líder de la Manada” implica inspirar, guiar y aprender a confiar en los demás, entendiendo que el verdadero éxito no se logra en soledad, sino construyendo relaciones sólidas y colaborativas.
Prepárate para un viaje emocionante donde la influencia no es un mandato, sino un arte delicioso que se cocina a fuego lento.
Aquí no hablaremos de poder, sino de esa chispa que enciende la pasión en los corazones de las personas, porque, seamos honestos, el verdadero liderazgo no se trata de ser el jefe que grita más fuerte en la sala; se trata de ser el chef que sabe cómo mezclar los ingredientes perfectos para crear un banquete de colaboración y entusiasmo.
En este libro, descubrirás que el liderazgo personal es como preparar tu plato favorito: requiere ingredientes frescos, un toque de creatividad y, sobre todo, la libertad de experimentar.
La responsabilidad es el aceite que mantiene todo en movimiento, asegurando que cada acción cuente y que cada decisión tenga un propósito. Aquí, te invito a reflexionar sobre tu propio proyecto de vida, ese menú personal que deseas servir al mundo. ¿Qué sabores quieres que tus acciones dejen en los demás? Hablaremos de cómo construir un equipo sólido no es solo reunir a un grupo de personas, sino crear una comunidad donde cada miembro se sienta valorado y escuchado.
La escucha activa y la empatía son las especias secretas que realzan cualquier conversación. Imagina un mundo donde cada voz cuenta, donde cada idea se mezcla en una olla hirviente de creatividad. Eso es el verdadero team building: construir puentes de confianza y comunicación que nos lleven a resultados extraordinarios.
A medida que avances en estas páginas, verás que la persona detrás del líder importa tanto como los resultados que se obtienen. La influencia no es un juego de poder, sino un viaje compartido hacia un destino donde todos pueden brillar. Ponte el delantal, afila tus cuchillos y prepárate para cocinar una nueva forma de liderazgo.
Un líder que se preocupa por su equipo sabe que el éxito no se mide solo en números, sino en el bienestar, la motivación y el crecimiento personal de cada miembro. Así que, ¡abramos las ventanas y dejemos que entre la brisa fresca de la transformación! En cada capítulo, espolvorearemos un poco de sazón en tu vida diaria, ayudándote a convertirte en el líder que siempre quisiste ser.
¡Bienvenido a la cocina de la influencia!
Si consultamos hoy los programas de estudio de la mayoría de las instituciones de educación empresarial, como son las escuelas de negocio, apenas encontraremos en ellos materias que proporcionen una formación humanística de cierta altura y, aún menos, de carácter filosófico fundamental, salvo contadas excepciones.
Quizás una de las razones de lo anterior sea que muchas organizaciones humanas de nuestro tiempo han sido, lamentablemente, afectadas desde hace mucho tiempo por determinados excesos de la filosofía positivista y del materialismo. Ello, en ocasiones, hasta un extremo brutal. Algunas de las derivaciones menos afortunadas del utilitarismo, interpretado por desgracia a través de prismas muy defectuosos y, con frecuencia, de acuerdo a sus lecturas más descarnadas, casi se han adueñado de la vida empresarial. Así, se ha promovido, en el conjunto de la sociedad, una forma de conocer y de actuar marcada, en exclusiva, por el puro “cálculo del interés”, algo profundamente contrario al auténtico ser del hombre, cuya racionalidad resulta mucho más rica y se integra en una personalidad dotada de muy diversos aspectos, como lo emocional, lo volitivo, lo vinculado a valores.
El funcionalismo se ha apoderado, con demasiada frecuencia, de organizaciones de todo tamaño y sesgo, hasta conducir a muchas de ellas a una honda crisis institucional. La relación instrumental sujeto–cosa se ha convertido en un paradigma moderno de los vínculos humanos y ha colonizado espacios de nuestro mundo –como el de la empresa– en los que su dominio genera una descarnada y abusiva manipulación.
A este propósito, cabe aportar como ejemplo gráfico ilustrativo, centrado en el ámbito empresarial y lleno de sentido crítico, las ya clásicas escenas inaugurales de la célebre obra cinematográfica Tiempos modernos. En ellas, Chaplin, con fino humor, denuncia –con el método de la reducción al absurdo– algunas lacras organizativas, en ocasiones demasiado frecuentes, como son la despersonalización o conversión del trabajador a un número y medio más, y los procedimientos de control abusivos, en aras de un supuesto incremento de la eficacia de los procesos de producción.
La teoría organizativa ha parecido mostrarse, con harta frecuencia, ajena al hecho evidente del reduccionismo materialista. Ha optado por mirar hacia otro lado, ocupándose de aspectos de otro tenor –sin duda, de menor calado–, como si ocultase cierta mala conciencia de un modo infantil, al distraer su atención hacia temas pretendidamente distintos. Este es el fondo de la interpretación marxista, que primero denuncia ciertos excesos, pero que, a la postre, incurre en la propia trampa del mecanicismo y de la racionalidad técnica instrumental, camuflada en el de economicismo.
A pesar de ello, la teoría organizativa se ha enriquecido, en las últimas décadas, fundamentalmente gracias a contribuciones originadas en los campos de la psicología y la sociología. Además, se ha extendido el cultivo de la llamada “ciencia de la administración”, que propone determinadas observaciones y técnicas para la dirección de las organizaciones.
Sin embargo, lo cierto es que muy poco se ha beneficiado aún de la tarea de indagar los verdaderos fundamentos humanísticos, los pilares más profundos implícitos en la vida organizativa. Tampoco se ha esforzado, como merece, en investigar de un modo verdaderamente humanista las raíces más hondas a las que responden las organizaciones.
Al final, a menudo, la grandilocuente “ciencia de la administración” –o la administración y dirección de empresas y organizaciones– fija su interés, casi en exclusiva, en lo puramente medible o cuantificable, en lo susceptible de experimentación o previsión, y sospecha de todo lo espiritual e inmaterial. Este hecho incapacita, de manera básica, a tales enfoques para comprender plenamente el hermoso misterio de la libertad, de las relaciones interpersonales y de las propias organizaciones humanas. En concreto, en su aplicación a las organizaciones y a la dirección de empresas, esta orientación se ha empeñado en mostrarse como un puro amasijo de recetas prácticas que responden, en su raíz, con frecuencia, a una exageración crasa del pragmatismo, en sus versiones más burdas.
Como mucho, se llega a elaborar tales hechos mediante una visión sistémica, gestáltica o estructuralista, que pretende ofrecernos una administración supuestamente “científica” de las organizaciones. Con el respeto debido a sus contribuciones más positivas, cabe señalar que Drucker puede constituir hoy un exponente de estos extremos, como en realidad lo fueron, ya en su día –entre otros muchos–, Taylor o Fayol.
A pesar de ello, existe una reflexión rigurosa, de tenor humanista, sobre los grupos y sus dinamismos propios. Esto ha sido objeto de reflexión desde la antigüedad, como lo demuestran Platón, Aristóteles y muchos otros autores. Por supuesto, reconocer tan excelsa y extensa tradición no debe suponer óbice alguno a la hora de agradecer los meritorios ensayos que también se vienen realizando en nuestro tiempo y contexto, según su valía. Sin duda, todo este rico caudal de conocimiento filosófico, de hoy y de ayer, puede inspirar –desde su núcleo o matriz– las restantes áreas del saber organizativo. Hemos de preguntarnos, en fin, qué puede decirnos de nuestras organizaciones la antropología filosófica y cómo ha de llegar a ayudarnos con respecto a ellas. Frente a quienes pretenden relegarla al denostado nimbo de lo puramente teórico, sospechando de su carácter teorético o especulativo, creo que merece ser considerada en este preciso terreno.
Cada capítulo de este libro representa una invitación a repensar el liderazgo, a desafiar paradigmas tradicionales, a construir organizaciones más humanas, más conscientes, más capaces de adaptarse a un mundo en permanente transformación. No se trata de un manual técnico, sino de una reflexión profunda sobre cómo podemos reimaginar nuestra relación con el trabajo, con los equipos y con nosotros mismos.
Si la filosofía tiene verdadero valor en este campo, debe contribuir a generar organizaciones mejores y a desarrollarlas de la manera más enriquecedora posible para los seres humanos. Ahora bien, esto exige que no se desdeñe lo más granado de su propia tradición y, a la vez, que no se excluyan aspectos de ella injustamente; pero –ante todo– que no dejemos de esforzarnos todos en promover con creatividad este patrimonio de manera continua.
Sobre esto, pienso que nuestras organizaciones, fundamentalmente, tienen que esforzarse por “filosofar”, es decir, reflexionar de una forma profunda, porque la filosofía, en cuanto tal, no se aprende o enseña; como repetía Kant, lo que se enseña es “a filosofar” y, al ejercerse esta actividad, dicho ejercicio personal reporta un considerable fruto.
Lo cierto es que no basta con saber filosofía: hay que saber formar en ella y saber aplicarla a las organizaciones.
En el vertiginoso mundo contemporáneo, el liderazgo ha evolucionado de formas que quizás nunca imaginamos. Ya no se trata únicamente de ser el jefe, el que toma las decisiones y orienta a su equipo desde una perspectiva autoritaria. En lugar de eso, el liderazgo contemporáneo demanda un enfoque distinto: uno que se basa en la flexibilidad, la empatía y una comprensión profunda de las dinámicas humanas que subyacen a cada interacción. Sí, el poder de liderar se ha transformado en el arte de construir relaciones y experiencias memorables.
A medida que la neurociencia avanza y nos proporciona herramientas para entender mejor cómo funcionan nuestros cerebros en contextos sociales y laborales, se vuelve evidente que el liderazgo efectivo no puede lograrse a través de técnicas frías y mecánicas. En su lugar, se trata de transformar mentalidades, de tocar las fibras más humanas de quienes nos rodean. Ser un buen líder es casi como ser un artista: se necesita crear un entorno donde cada individuo se sienta valorado, entendido y motivado a alcanzar su máximo potencial.
La transformación de mentalidades implica profundizar en la naturaleza humana. Cada persona es un mundo en sí misma, con sus propias emociones, desafíos y aspiraciones. La neurociencia nos enseña que las emociones juegan un papel crucial en la toma de decisiones; de hecho, nuestro cerebro está diseñado para buscar el bienestar emocional. Esto significa que, como líderes, debemos ser arquitectos de experiencias que fomenten un ambiente de trabajo positivo y estimulante.
La empatía es una de las habilidades más poderosas que un líder puede poseer. Al alinearse emocionalmente con los miembros de su equipo, un líder no solo gana su confianza, sino que también promueve un clima de colaboración y creatividad. Según estudios neurocientíficos, la empatía activa nuestras neuronas espejo, los circuitos neuronales que nos permiten entender y sincronizarnos con las emociones de los demás. Cuando un líder actúa desde un lugar de empatía, está creando una conexión auténtica con su equipo, promoviendo un ambiente donde cada individuo se siente seguro para expresarse.
El liderazgo no es un modelo estático; por el contrario, es un proceso dinámico que requiere la habilidad de adaptarse a situaciones cambiantes y contextos únicos. No hay fórmulas universales que se apliquen a todas las organizaciones. Cada equipo tiene su cultura, sus retos y su manera de operar. Por ello, un líder efectivo debe convertirse en un observador astuto y un intérprete de estas realidades.
La capacidad de adaptarse a contextos diferentes es esencial. Según la neurociencia, nuestro cerebro tiene una notable plasticidad, lo que significa que puede cambiar y adaptarse a medida que aprendemos y crecemos. Este principio debe reflejarse también en el liderazgo: un buen líder es aquel que no teme desaprender lo que ya sabe, que está dispuesto a ajustar su enfoque en función de las necesidades del equipo y las circunstancias actuales. Este proceso de “desaprender” es esencial, ya que nos permite despegar las capas de prejuicios y suposiciones que podrían limitar nuestra capacidad para ver las cosas de manera fresca y abierta.
Este viaje de liderazgo es, en muchos aspectos, un viaje hacia el autoconocimiento y la humildad. Reconocer nuestras limitaciones y áreas de mejora es fundamental para nuestro crecimiento personal y profesional. Un líder que se muestra vulnerable y abierto a aprender de sus errores no solo gana respeto, sino que también inspira a sus colaboradores a hacer lo mismo. En esta comunidad de aprendizaje, todos se convierten en fuentes de conocimiento y creatividad, lo que engrandece al equipo en su conjunto.
Además, es vital que, como líderes, promovamos una cultura de feedback