Líderes y aliadas - Paola Rojas - E-Book

Líderes y aliadas E-Book

Paola Rojas

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VIVIR QUINTANA • MIA NYGRENMARCELINA BAUTISTA • GINA DIEZ BARROSOALONDRA DE LA PARRA • OLIMPIA CORAL MELOGABY VARGAS • ALTAGRACIA GÓMEZKENYA CUEVAS • EUFROSINA CRUZ Estas diez mujeres son líderes extraordinarias a las que PaolaRojas admira, respeta y aprecia profundamente. En brevesentrevistas con ella, comparten tanto su experiencia, como suvisión para una sociedad que incluya a todas y todos.Cada una, a su modo y desde su contexto, ha luchado poruna realidad más digna y humana, guiando con el ejemplo,abriendo caminos y volviendo real lo que parecía inalcanzable.Este libro es a la vez un grito de resistencia y una palabra quereconforta. Es una invitación a relacionarte de otras formascon las creencias aprendidas, pero también a cultivar nuevasperspectivas para entender el liderazgo. Es, sobre todo,inspiración para quien sabe que otro mundo es posible.

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Seitenzahl: 312

Veröffentlichungsjahr: 2024

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“Estás en buena compañía. Estás entre amigas, entre hermanas, entre aliadas”.

 

 

VIVIR QUINTANA • MIA NYGREN • MARCELINA BAUTISTA • GINA DIEZ BARROSO • ALONDRA DE LA PARRA • OLIMPIA CORAL MELO • GABY VARGAS • ALTAGRACIA GÓMEZ • KENYA CUEVAS • EUFROSINA CRUZ

 

 

Estas diez mujeres son líderes extraordinarias a las que Paola Rojas admira, respeta y aprecia profundamente. En breves entrevistas con ella, comparten tanto su experiencia, como su visión para una sociedad que incluya a todas y todos.

Cada una, a su modo y desde su contexto, ha luchado por una realidad más digna y humana, guiando con el ejemplo, abriendo caminos y volviendo real lo que parecía inalcanzable.

Este libro es a la vez un grito de resistencia y una palabra que reconforta. Es una invitación a relacionarte de otras formas con las creencias aprendidas, pero también a cultivar nuevas perspectivas para entender el liderazgo. Es, sobre todo, inspiración para quien sabe que otro mundo es posible.

PAOLA ROJAS

Periodista mexicana con más de 25 años de carrera. En su paso por importantes medios de comunicación, ha estado presente en diversos sucesos noticiosos, desastres naturales y jornadas electorales. Dentro de su trayectoria destacan entrevistas con los personajes más importantes de la política, el deporte, la ciencia, la cultura y los espectáculos.

Las historias inspiradoras hoy forman parte central de su quehacer periodístico y la han llevado a ser reconocida como una comunicadora cercana y cálida.

La defensa de los derechos de las mujeres y el impulso de la paridad de género son temas que están entre sus preocupaciones centrales y de eso se ocupa en su más reciente proyecto digital Somos aliadas.

Escribe en el diario El Universal, en televisión es parte de Grupo Imagen y en radio colabora con MVS Noticias.

A Verónica Toussaint

INTRODUCCIÓNES TIEMPO DE QUE LAS MUJERES SEAN LAS FUTURAS LÍDERES

Cambiar es una aventura. Cuando mi situación laboral se transformó hace un par de años, entendí que podía tomar la situación como una oportunidad. Siempre había navegado en trasatlánticos inmensos y, de pronto, me vi remando por mi cuenta en un pequeño kayak.

A pesar de las sacudidas, o quizá gracias a ellas, comencé una búsqueda personal que nunca había hecho de manera seria y profunda en el pasado. Después de haber estado totalmente rota, me recuperé y pude levantarme. Volver a empezar y atreverme a hacerlo sola fue muy retador. Hoy agradezco que superé mis miedos y me arriesgué a volar.

Ya antes me habían propuesto escribir un libro, pero por mis horarios y compromisos era difícil tener el tiempo para sentarme a aclarar qué quería decir. Ahora tengo muy claro que quiero hablar sobre las mujeres. Quiero darles voz a nuestras búsquedas, nuestros retos, nuestra energía y nuestra enorme sabiduría.

A lo largo de mi vida he tenido la fortuna de entrevistar a mujeres que con su esfuerzo cotidiano han transformado la realidad para bien y se han convertido en maestras de vida. He presenciado su lucha por abrir espacios para más de nosotras y me he emocionado con el crecimiento de todas.

Este es un gran momento para las mujeres y elijo celebrarlo conversando con algunas líderes a las que admiro, respeto y quiero. Ellas me han dado importantes lecciones en diferentes momentos y lugares. Me inspiran porque intentan acabar con años de injusticias y desigualdad, porque encuentran oportunidades donde otros ven obstáculos, porque transforman la violencia en armonía y convierten el dolor en amor y compasión.

Durante una entrevista reciente que le hice a Deepak Chopra, confirmé que la sociedad necesita un nuevo tipo de liderazgo. Uno que ayude a transformar “esa mente medieval, con capacidad moderna para la guerra”, según sus palabras. Porque, como él mismo dice, hace falta crear una masa crítica de personas que despierten a su alma y su espíritu, de otro modo no tendremos un mundo más pacífico, justo, sostenible y saludable.

En nuestra conversación, Chopra señaló la importancia de que surja un movimiento mundial que “no puede depender de líderes que solo están interesados en incrementar su propio poder, en el tráfico de influencias, el amiguismo y la corrupción. Tenemos que convertirnos en líderes en nuestro hogar, en nuestras familias y en nuestras comunidades”.

Cuando le hablé de la creciente importancia y participación de las mujeres en todos los ámbitos de la sociedad, él comentó: “Es tiempo de que las mujeres sean las futuras líderes, porque la energía masculina depredadora era muy útil cuando éramos cazadores-recolectores. Había que ir a matar, traer comida a casa, etcétera. Pero este tipo de energía nos está conduciendo a nuestra extinción ahora mismo. Por eso necesitamos invocar al divino femenino, como se le llama, al poder divino, la curación divina, la belleza, la intuición, la ternura, el cuidado de la naturaleza. Estos son atributos femeninos y tenemos que aprovechar que no solo son para las mujeres, sino también para los hombres, quienes también deben beneficiarse de lo femenino en sus vidas”.

Muchas personas creen que para ocupar puestos de liderazgo es necesario repetir los patrones masculinos y dejarse guiar por esa energía. Pero no tiene por qué ser así. Para Deepak, “la verdadera energía femenina está recogida en los arquetipos griegos. Hera: poder; Afrodita: amor, sexualidad y belleza; Artemisa: conexión con la naturaleza; Hestia: el ama de casa; Perséfone: la sanadora. Todas ellas forman parte de nuestra inteligencia espiritual. Y necesitamos invocar nuestra inteligencia espiritual, que es global”.

Convencida del rumbo que deseaba tomar y del mensaje que quería transmitir, me senté a platicar con diez mujeres extraordinarias que están imprimiendo sus huellas en la sociedad. Cada una, a su modo y desde su ámbito, está dejando un legado en las leyes, el arte, la cultura popular, la educación, los derechos humanos y la alta dirección.

Cada entrevista, además de ser una delicia, me dejó enseñanzas y reflexiones sobre las trayectorias y los tipos de liderazgo que ejercen estas mujeres valientes y auténticas. Además, al final de cada capítulo te comparto mis ideas y las lecciones que rescato de la conversación. Desde luego, lo valioso es que tú saques tus propias conclusiones y, sobre todo, que encuentres una fuente de inspiración para tu vida y el camino que estás recorriendo.

Detrás de cada entrevistada hay una historia de transformación personal con implicaciones sociales. Hay adversidad, pero también aprendizaje. Y hay resistencia y dolor, que inesperadamente abren la puerta al amor y la empatía. Son retratos de mujeres que sueñan, que defienden una causa, que persiguen la equidad y han entendido que una realidad más justa pasa por la armonía y no por la fuerza. Saben que la comunidad y el acto de compartir echan raíces profundas en las personas para vivir de una manera más equitativa y digna.

Una de mis principales motivaciones al escribir este libro era presentar otra cara del liderazgo. Uno que se piensa y actúa en femenino, y que, al dirigir, privilegia la empatía y la creatividad. Quería mostrar a quienes han aprendido a guiar de manera armónica y que buscan conectar con la gente, porque saben que todos tienen algo que aportar. Deseaba presentar a mujeres de diferentes contextos que proponen caminos de reconciliación y entendimiento no violentos. Porque estoy convencida de que la solidaridad y el cuidado pueden ser más poderosos que la agresividad y el individualismo.

En las próximas páginas encontrarás los testimonios de diez mujeres que se atrevieron a levantar la voz, a imaginar y a luchar por una situación más humana y digna para todas y todos. Son personas como tú y como yo que se han sobrepuesto a las dificultades, a las pérdidas y los abusos. Guían con el ejemplo, abren caminos y vuelven real lo que parecía imposible. En suma, son mujeres que se atrevieron a cambiar y ahora son protagonistas de las transformaciones que nuestra realidad exige cada vez con mayor urgencia.

Este libro es a la vez un grito y una palabra que reconforta. Sus páginas son una invitación a dialogar y a plantearte otras formas de entender el liderazgo y cómo nos relacionamos con la sociedad y sus creencias. Es, sobre todo, mi forma de inspirarte a reflexionar y a evolucionar, sabiendo que otra realidad es posible.

Estás en buena compañía. Estás entre amigas, entre hermanas, entre aliadas. Estas páginas son mi regalo para ti, agradecida profundamente por leerme y confiar en mí.

VIVIR QUINTANA

 

EMPATÍA

En 2020, la cantante Mon Laferte le pidió a Vivir Quintana que compusiera una canción para su concierto del 7 de marzo en el zócalo de la Ciudad de México, en el marco del Día Internacional de la Mujer. Y ella en un solo día escribió la Canción sin miedo. Jamás imaginó que esta se convertiría en un himno del feminismo mexicano y latinoamericano, la cual daría voz al dolor colectivo causado por los feminicidios.

No es fácil que la estrofa de una canción me sacuda hasta las lágrimas, pero las de Vivir lo han conseguido en repetidas ocasiones. Siempre he escuchado su música en momentos significativos. Me gusta muchísimo la profundidad y la fuerza de sus letras, así como la belleza con la que usa el lenguaje. A partir de esa admiración e inspiración, la busqué para esta entrevista.

Si ya de por sí me gustaba su música, su historia me encantó y me enamoró. Me parece una mujer brillante, amorosa, aguda, espiritual, generosa y que ha trabajado mucho en su crecimiento personal. Al escucharla, dimensioné por qué tiene semejantes logros y entendí de dónde vienen la fuerza y profundidad que la caracterizan.

CANCIÓN SIN MIEDO

Si pienso en música y la asocio con mujeres, inmediatamente estás tú, Vivir Quintana. Y me gustaría iniciar esta conversación preguntándote sobre tus motivaciones. ¿Qué te lleva a escribir y a componer estas canciones que nos han inspirado a tantísimas mujeres y personas? Porque tu música no es excluyente.

Fíjate que mis motivaciones han cambiado a lo largo de los años, y ha sido muy bonito. Mi primer motivo era individualista: quería cumplir mis sueños y mostrar mi música. Estudié para ser profesora de español en secundaria. Me gustaba mucho, pero no me apasionaba tanto como componer canciones y subirme a un escenario a tocarlas.

Con el tiempo, quise hablar de lo que sucedía en mi contexto social, pues la mejor manera de comunicarme con el mundo es por medio de canciones. Pensé: Quiero hacer canciones que cambien un poco a la gente. Un poco, porque el cambio es un proceso difícil y no pretendo educar con mi música, pero sí quiero tocar la conciencia y el corazón de las personas.

Mi gran motivación es transformar un poquito mi conciencia y la de la gente. Ya no es solamente un sueño individual. Ahora me mueve un montón la gente. Quiero hacer este tipo de música que habla de amor y desamor, como noticiarios en canciones, pero desde una óptica distinta. Cuido mucho que mis canciones no tengan frases como: “Si te vas, no soy nadie, me muero o te mato”.

En las narrativas de la música popular, que es la más escuchada en nuestro país, este tipo de frases violentas se disfrazan de romanticismo. Pensamos: Ay, qué bonita canción, me la dedicaron, por eso busco cuidar mis canciones. Y si hablan de separación, procuro que el mensaje sea positivo: “Si tú te quieres ir o si yo me quiero ir, pues que nos vaya muy bonito a los dos”. Mi motivación es esa.

Tengo una sobrina de 16 años, una chica brillante que se llama Jimena, y una de mis mayores motivaciones es que cuando tenga mi edad (39), diga: “Ya entendí porque mi tía hacía esto”.

Me siguen muchas niñas y siento una responsabilidad fuerte en mis canciones, así me siga una persona, diez, mil, cien mil o un millón. Aspiro a tocar a esa persona, o a un millón, de una manera más amable con la música. Eso me sigue motivando.

Celebro tu motivación y quiero decirte que cumples con el objetivo a cabalidad. Te voy a contar una anécdota que te da la razón.

Hace algunos años, en un evento masivo para mujeres, cerca del 8 de marzo, en una plaza de toros, fuimos tomando la palabra una por una. Fue emocionante. Estábamos motivadas y prendidísimas con las oradoras. En el clímax del evento el mensaje era: “Elígete, quiérete”. Hablábamos de amor propio, estábamos llenas de poder e inspiración. Cuando terminaron las oradoras, entró Dulce a cantar y se aventó la de: “Haz conmigo lo que quieras / reina, esclava o mujer / pero déjame volver, volver contigo”. Todo el tema feminista se fue al carajo. Por eso es importante tomar conciencia de la narrativa de la música popular desde los sesgos de género hasta el romanticismo melodramático que valida a la mujer a partir del hombre.

Más allá de esta anécdota que ilustra lo que acabas de decir, tu motivación de cambiar la realidad es tu legado para las siguientes generaciones, para tu sobrina y tantas chicas más. Porque me parece que la música y el arte son vías muy poderosas de transformación. Abrazan, invitan y convocan a ir cambiando la realidad desde otro lugar, no desde la instrucción. No es un mensaje impositivo. ¿Cómo describirías tu liderazgo transformador?

Lo he ido acomodando, sobre todo en mí. Lo he notado mucho en mis conciertos. Siento que mi liderazgo está orientado por el amor. No canto desde la rabia, sino desde el amor.

La semana antepasada fui a cantar a Zacatecas, donde hubo una represión fuerte el 8M. En mi concierto estuvo la Guardia Nacional. Hubo militares y policías. Fue el único concierto con esa seguridad ante la expectativa de lo que podría suceder.

Algunas personas me mandan mensajes: “¿Puedo llevar a mis hijas a tu concierto? Tienen siete y diez años”. Les respondo que sí. También le han preguntado a mi mánager si necesitamos vallas o seguridad adicional para mí o para el público. Les respondemos que no, que vayan a ver el concierto para que se den cuenta de cómo es. Hace poco fue una mamá con sus hijas y me comentó: “Me alarman las letras de mucha música de ahorita, por eso eres la única artista adulta que permito que mis hijas escuchen”. Eso me gusta. Siento que el punto de partida de mi liderazgo es decirle a la gente: “Puedes ser quien quieras desde este amor”.

Siempre digo que canto desde el amor y no desde la rabia, a pesar de haber hecho Canción sin miedo. Si bien es muy fuerte, si la analizas a fondo, también es sobre el amor y retrata perfectamente a las mujeres que luchan. A veces nos perdemos ahí y les recuerdo a las compañeras que canten desde el amor. Entiendo a quienes lo hacen desde la rabia por diferentes circunstancias; sin embargo, mi liderazgo nace del amor. Por eso mucha gente, tanto hombres como mujeres, se identifican y dicen: “Ya entendí el mensaje”.

Te conocí con Canción sin miedo, aun antes de escucharte como oradora (que eres espléndida, una mujer brillante, inteligentísima, bien articulada y elocuente). Con ella me bastó para aprender muchas cosas de ti y enamorarme de varios aspectos de tu personalidad. La he cantado varias veces con los ojos llenos de lágrimas, conmovida, rodeada de mujeres que luchan desde el dolor. Con esa canción logras que todas nos hermanemos, desde aquellas que van adelante con profundo dolor, hasta quienes nos enlazamos con su emoción y tenemos la fortuna de no haber sido víctimas de la violencia recurrente. Es una canción amorosa, que permite que nos conectemos. Tiene potencia, fuerza, y ahora que me dices que te motiva el amor, entiendo todo. Tengo la convicción de que el amor es la vía para vivir en un mundo más armónico. ¿Coincides con eso?

Sí, completamente. Tuve el privilegio de crecer en una familia con un papá y una mamá muy amorosos. Sé que en muchas partes no es igual. Ellos me enseñaron mucho, me dieron la libertad de elegir lo que yo quisiera hacer y decir. Siempre tuve ese aliciente.

Mis papás fueron profesores de secundaria, hoy están jubilados y son unos novios que se la pasan viajando, yendo a clases de guitarra, de danza y de todo. Me encanta. A mis dos hermanos y a mí (tengo un hermano mayor y uno menor, los dos hombres) nos enseñaron a tener las mismas oportunidades.

Cuando era niña, mi mamá estuvo a cargo de un programa que pusieron en las secundarias llamado “Escuela para padres”. Recuerdo que decía: “¿Cómo voy a hacerlo? Yo misma no sé si soy una buena mamá o maestra, y ahora me encargan esto”. Mi mamá aprendió muchísimo y nos transmitió ese conocimiento en la casa.

Recuerdo que cuando cursaba sexto de primaria, o primero de secundaria, comenzó a decirnos: “Te amo”. Era algo muy fuerte, que nos sacaba de onda porque estábamos chiquillos. Mi mamá lo leyó en su material, aprendió que hay que decirnos y mostrar que nos amamos. Por eso mi papá es un señor que besa a sus hijos, y eso me encanta. Nos besa a los tres por igual y tenemos ese contacto con él, igual que con mi mamá.

Con ella entendí que el amor era superimportante, no solo el de pareja o romántico, que a veces creo que está sobrevalorado. Hay la idea colectiva de que el amor solo es de pareja, de que el 14 de febrero se pasa en pareja o con amigos. Sin embargo, creo que el amor es una de las vías más fuertes para que una niña o un niño se desarrollen de la mejor manera.

En las escuelas nos enseñan dónde está el río Bravo y con qué colinda nuestro país al sur y al norte, pero no nos dicen qué hacer cuando sentimos enojo, rabia, tristeza, desolación o que no nos escuchan. Con mis papás entendí la importancia del amor. A veces vas en medio del tráfico y la gente pita enardecida. En una ocasión, me tocó ver que se bajaron en un semáforo a golpearse porque estaban enojados. Pienso que no nos enseñaron cómo ser amorosos, incluso con nosotros mismos.

Colectivamente, nos hace falta entendernos. Sigo mucho la vía del amor y trato de llevarla a cabo en todas las cosas que hago, con mi equipo de trabajo, con la gente con la que me encuentro, con las personas, conmigo. Es muy importante y hace mucha falta el amor profundo, fuerte, grande.

Gracias por la confianza para compartir detalles familiares. Al escucharte me surge una pregunta que no tenía contemplada, pero creo que puede ayudar mucho a los hombres. Cada vez con más frecuencia me encuentro a varones que me dicen: “Quiero acompañar este cambio. Comparto la convicción de que todos debemos tener las mismas oportunidades. Tengo hijas y quisiera un mundo más equilibrado, justo y armónico para ellas, pero no sé cómo hacerlo”.

Creo que nos hemos esforzado mucho en construir mensajes con el objetivo de convertirnos en mujeres con autonomía y poder, pero para entender cómo adaptarnos social y familiarmente a esa nueva realidad se nos olvida que somos muchos más los que poblamos el planeta. Es muy reciente el que las mujeres trabajemos fuera de casa y desde hace muy poco somos la mitad de la fuerza laboral remunerada. Insisto en hablar con los hombres en términos de género y darles herramientas amorosamente para construir juntos una sociedad más armónica.

Tú vives en una familia de profesores y alumnos conscientes de que nunca dejamos de aprender. Tienes un padre amoroso y asumo que también lo son tus hermanos, a quienes los educaron en igualdad de circunstancias. ¿Qué les dirías a los hombres ávidos de sumarse a esta realidad más armónica para todas y todos?

¿Sabes qué les diría? Primero, que traten de entenderse a ellos mismos y acepten los miedos o las sensibilidades que tienen dentro. Creo que este cambio no es separatista, aunque a veces se polariza y enfrenta a los hombres contra las mujeres. Necesitamos encontrar un punto de unión en el que tengamos las mismas oportunidades, pero entendiendo cuál es la realidad de cada quien.

Hace unos dos años, mi hermano menor, Luis, me pidió recomendarle dos o tres libros feministas. Le pregunté la razón y me respondió preocupado: “Siento que no entiendo muchas cosas y la verdad quiero hacerlo. Quiero leer antes de preguntarte a ti o a más compañeras. Quiero entender ciertas cosas que la verdad no comprendo, y no deseo quedarme atrás”. ¡Me encantó que lo dijera! Le pregunté: “¿Cómo te sientes?”. Y me contestó: “Me siento extraño. No sé qué decir ni qué hacer”.

Platico seguido con mis hermanos. Este 8M, Luis me habló para contarme: “Me están pidiendo ir a la oficina vestido de morado, pero no sé qué tan correcto sea. No quiero que crean que me estoy apropiando de algo de las mujeres”. Le dije: “Respeta a tus compañeras de trabajo y, más bien, trata de platicar estos temas con tus compañeros”. Creo que sentirnos y aceptarnos sensibles, vulnerables, nos hace más fuertes y más humanos. Es lo que siempre les digo a los compañeros.

A veces llego a los conciertos y algunos compañeros empatizan conmigo. Cuando nos conocemos y nos saludamos por primera ocasión, me dicen: “Yo también apoyo mucho a las mujeres, porque tengo una mamá y una hija”. A mí me da risa y les digo: “Pues me da mucho gusto, pero apóyanos por el simple hecho de habitar el mismo mundo, porque nos pertenece a ambas partes y debemos compartirlo desde el amor”. Como hombres, el amor para las mujeres es demostrar que pueden aliarse con nosotras sin tener que ocupar los mismos espacios que queremos o que se nos han arrebatado.

Cuando los hombres nos dicen: “No entiendo, me está costando”, nosotras debemos contestar: “Gracias por mostrarte vulnerable. Te muestras con esta duda y a mí me da más confianza compartirte lo que vivo como mujer”. Ese sería mi mensaje: que se muestren sensibles, vulnerables y realmente interesados. Que entiendan esta causa, por qué cantamos lo que cantamos, por qué decimos lo que decimos. No es un capricho ni un: “Les queremos arrebatar todo”, sino un: “Queremos compartir esto con ustedes. ¿Cómo le hacemos para que los dos podamos compartir este mundo?”.

Me encanta. Precisamente el 8M pasó algo que sigo acomodando en mi cabeza. Me tocó dar una conferencia sobre equidad de género en la mañana, antes de ir a marchar y, por primera vez, había más hombres que mujeres. Confirmé algo que había comenzado a detectar en las redes, y es que hay una avidez, mezclada con curiosidad, por entender. Hay un deseo de no quedarse fuera y de buscar las vías para sumarse sin ser ofensivo. Los hombres ahora tienen inquietudes como: “Si voy y marcho, ¿las respaldo o interfiero? No quiero incordiar, pero quiero sumar”.

En esta construcción de liderazgos femeninos hay arquetipos. Asociamos con la energía masculina la acción y la fuerza, y con la femenina, la empatía, la protección, el amor y la vulnerabilidad. Al final, ambos aspectos pueden confluir en una misma persona, más allá de su género. Me parece que muchas mujeres ya lo han integrado. Sin acción ni fuerza no habrían podido llegar a cargos altos que involucran la toma de decisiones importantes. Pero pareciera que cuando lo hacen, dejan de lado aquellos atributos asociados con la energía femenina. ¿Qué me dices de las mujeres líderes que para ti han sido un ejemplo? ¿Quiénes son y por qué las admiras?

Fíjate que hay varias mujeres que he ido coleccionando a lo largo de la vida y la característica común que encuentro en ellas es, justamente, que se atreven a ser quien quieren ser. Mi primer ejemplo fue mi mamá. Tengo un recuerdo muy bello de ella cuando yo era niña, la veía desde sus zapatos hacia la cintura, en ese encuadre. Siempre llegaba con un montón de rotafolios, porque daba la materia de Geografía. Mi mamá puede dibujar un mapa de México de memoria, con estados y todo. La admiraba un montón y siempre la vi con la misma participación que mi papá en la casa. Nunca pensé: “Es que mi papá es el que manda y quien lleva la casa”. Me gustaba mucho verla.

Al crecer, me encontré que en la música mis mayores maestros fueron hombres. Ellos me impulsaron bastante para cantar y tocar.

Supongo que eran hombres con una energía femenina muy bien incorporada, bien combinada.

Sí, esa fuerza que pienso que nos han querido quitar. Nos dicen: “Eres mujer, tienes que sentir y ser así”, y lo mismo si eres hombre. Recuerdo que cuando estaba en la primaria, me encantaba subirme a los árboles y correr, y tuve una confusión ahí. En casa, mis papás nos llevaban a la deportiva a jugar, a correr, a subirnos a los árboles y a las resbaladillas. Si en la escuela me subía a un árbol o quería jugar a la pelota, los maestros me decían que no, porque era niña y eso solo lo hacían los niños. Entonces, me confundía: “Mamá, ¿por qué me dicen eso?”. Ella iba a la escuela a decirles que yo también podía jugar fútbol. Su fortaleza fue mi primer ejemplo y me ayudó a entender que puedo ser sensible y vulnerable y tener ese lado femenino muy despierto, pero también me ayudó a ser una mujer con su lado masculino explorado y fuerte. No se pelean una cosa con la otra.

A veces no nos dejan explorar más allá de lo que se espera que seamos. Si eres hombre y quieres conocer tu lado sensorial, artístico, creativo, no eres suficientemente hombre. Hay un cliché muy fuerte de que ellos no lloran. ¿Por qué no pueden explorar su vulnerabilidad?

He visto llorar a mi papá un montón de veces y me encanta. Más que sentirlo débil, lo considero fuerte, porque no tiene miedo de mostrarse vulnerable ante sus hijos. Mi papá ha llorado frente a nosotros tres cuando nos cuenta ciertas cosas que lo ponen sensible. Al verlo, no me siento descolocada, sino superfeliz de tenerlo como papá y de que me muestre su fortaleza de esa manera.

Volviendo a tu pregunta sobre las mujeres que me inspiran, están Mercedes Sosa y Violeta Parra. No las conocí en persona, pero la fortaleza de su música y sus letras me ayudó a imprimirle más fuerza a mi trabajo.

En esta lucha por tener más oportunidades como mujeres, en las marchas, en el camino, me he encontrado a muchas mujeres muy sabias e integradas. Una de ellas, a quien admiro mucho, es Araceli Osorio (la mamá de Lesvy, quien fue víctima de feminicidio en la UNAM). Incluso aquí tengo una foto de ella. Cada vez que la veo, aunque solo sean cinco o diez minutos, platicamos y aprendo muchísimo, como si la viera cada viernes para tomar una clase con ella. Otra de las mujeres que me inspiran es Wendy Figueroa, la directora de la Red Nacional de Refugios. He trabajado con ella y cada vez que platicamos, aprendo mucho.

En ellas veo vulnerabilidad, sensibilidad, creatividad, pero también fortaleza y resistencia. Canción sin miedo y la música me han hermanado con muchas personas y mujeres súper valiosas. A veces siento que me hace falta más cabeza para guardar tanta información de lo que aprendo de ellas. Creo que cada vez se suman más compañeras y mujeres a esta colección de personas que me inspiran.

Logras algo hermoso: te enlazas con mujeres que han vivido un profundísimo dolor. No se me ocurre dolor más grande que el de perder a un hijo o una hija, como Araceli. ¿De ahí te inspiras? Me resuena muchísimo, porque cuando hablo con madres buscadoras, me entregan la suficiente inspiración para todo el año. No hemos vivido personalmente esta violencia, pero hay quien sí y te la comparte desde el amor y el dolor. ¿Así te alimentas?

Sí, trato, en la medida de lo posible, de quedarme después del espectáculo, porque la gente quiere tomarse fotos. A veces me quedo, en otras me es imposible. Depende de la cantidad de gente y de mi tiempo. Pero cuando puedo, lo hago. Si mi mánager personal me pregunta: “¿Te vas a quedar?”, y le respondo que sí, me dice: “Bueno, entonces vamos a estar horas aquí”. Permanezco más tiempo conviviendo con la gente que en el concierto mismo.

En una feria del libro, aquí en el Zócalo, el espectáculo duró como 40 minutos y estuve cerca de tres horas con la gente. Más que pedirme fotos y autógrafos, me cuentan un montón de historias, y yo las escucho. Aunque esas historias tienen una carga energética muy fuerte, trato de entender de dónde vienen y cuidar mucho mi energía para encauzarla en cosas positivas, en la música. Muchas han inspirado canciones, como Sorora.

La amo.

Compuse esa canción dos años antes de Canción sin miedo. Me habría encantado que mis abuelas se sintieran así en el tiempo que les tocó vivir. Cuando llegan compañeras o mujeres a contarme sus historias, me comparten: “Sorora es esa canción que me hace decir: ‘Claro, puedo ser así, me puedo sentir amante del mundo. Me siento merecedora de este amor y de este mundo’”. Ahí vacío lo que me cuentan, toda esa inspiración en canciones. A veces es difícil, me canso, porque no puedo creer que todo lo que está pasando en este país. Pero ese coraje, esa rabia, vamos a transformarlas en canciones que den un aliciente, un abrazo chiquito.

Un bálsamo precioso, porque la música es una especie de sanación.

Y comparto tu experiencia. Claro que de ahí viene toda esta inspiración.

Con esas historias te conectas desde una solidaridad generosa que se te nota.

Gracias.

Mencionabas a tus abuelas. Ayúdame a entender este linaje tuyo. ¡Qué hermosura de familia tienes! Tus padres, su relación, cómo los formaron a tus hermanos y a ti, la sensibilidad de tu padre, cómo comparten desde el liderazgo hasta el amor. Me encanta. Pareciera que naciste en el futuro. Tus padres estaban adelantados a su época en términos sociales, al menos para el promedio de México y de Coahuila, me queda claro. ¿De dónde les viene esta apertura?

Lo he analizado, porque hice una terapia de biodescodificación, que revisa tu árbol genealógico para entender si guardas lealtades con alguno de tus familiares o ancestros. Estuve como dos años en esa terapia. Fue un estudio profundo de fechas de nacimiento, defunción, matrimonio, divorcio. Viajé a ver a mis abuelos y les pregunté de todo: “¿Cómo se murió tal tío?”. “Ay, no, es que de eso no se platica”, me dijeron. “Bueno, quiero saberlo. Ya soy adulta, vamos a hablarlo”.

Fui anotando todo en una libreta y comprendí que tanto mi papá como mi mamá compartieron la particularidad de salirse muy chiquitos de sus casas. Los dos estudiaron la Normal básica y la Normal superior para ser profesores. Mi papá salió de su casa como a los 15 años y mi mamá a los 14. Nunca más regresaron. Ellos hicieron su propia cosmogonía, con sus propias creencias, libertades y revoluciones. Se encontraron en Coahuila, aunque mi papá es del estado de Morelos y mi mamá, de Tamaulipas.

Mis hermanos y yo nacimos en Coahuila y nunca nos dejaron con nuestros tíos o abuelitos, porque no teníamos familiares cerca. Mis papás, como Dios les dio a entender, formaron su familia y sus propias creencias sobre cómo construirla. Eso nos ayudó a ser diferentes. En ocasiones, viajábamos a Morelos a ver a mis abuelos, a mis tíos y a mis primos, y eran conservadores en ciertas ideas. Recuerdo que una vez escuché a una tía decir: “No se junten con su prima, porque ellos son del norte, viven pegados a Estados Unidos, y trae unas ideas muy locas”.

Ciertas revoluciones personales surgieron porque de niña vi la empatía de mis papás como profesores. Trabajaban en la misma secundaria y cuando llegaban a la casa, platicaban un montón sobre su trabajo. Nosotros escuchábamos que mi mamá le decía a mi papá: “Tomás, fíjate que ya tiene dos semanas que fulanita, de segundo B, no viene a la escuela”. “¿Y de dónde es?”, le preguntaba mi papá. “No, pues, de tal rancho”, respondía ella. “Hay que ir a verla”, remataba él. Nos íbamos el sábado al rancho de la estudiante en cuestión en la camioneta de mis papás. Nos gustaba subirnos a la caja de la parte trasera, porque estaba descubierta y era una aventura. Llegábamos a la casa de la alumna y mis papás preguntaban: “Oiga, ¿por qué su hija ya no va a la escuela?”. “No, profe, es que no tenemos para el pasaje. Son diez camiones a la semana y no nos alcanza. Aparte el desayuno, los materiales y libros”.

Mis papás hicieron acuerdos con muchas familias. Les decían: “Bueno, que su hija, o hijo, se vaya a vivir con nosotros toda la semana. La llevamos a la secundaria, come en la casa con mis hijos y el viernes en la tarde se la traigo para que esté con ustedes sábado y domingo. Después usted me la lleva a mi casa. Así nada más gasta en dos camiones, ya no en diez. Solo en dos”. Muchos de sus alumnos y alumnas que tenían dificultades para estudiar se quedaban a vivir temporadas con nosotros.

Crecí viendo la devoción de mis papás por la educación. Les decían a los papás de los niños: “Con que saquen la secundaria”. A veces los niños respondían: “Pero ya no quiero estudiar”. Mis papás les decían: “Termina la secundaria, te va a abrir puertas. Ya si quieres la prepa y la universidad no, pero ten la secundaria. Que sepas leer y sumar bien. Que sepas lo básico”. Y los convencían. Ahí comprendí que no todos tenemos las mismas oportunidades ni pasamos por las mismas realidades.

Casi a punto de cumplir 18 años, dejé de vivir en casa de mis papás para estudiar música en Saltillo, a cuatro horas de mi pueblo. Ahí vi las realidades de mis otros compañeros y compañeras, de amigas y amigos, y reafirmé mi comprensión de que no todos tenemos ni las mismas oportunidades ni las mismas realidades. Mis papás me enseñaron a entenderlo y a no vivir pensando que lo que veo es toda la realidad. Hay otras realidades más allá de la mía. De ellos heredé el interés por tratar de entender a los demás.

Y no solo entenderlos, sino ayudarlos. ¡Qué hermosura de seres humanos tus papás! ¡Qué generosos, responsables y entregados! ¡Qué bonito! Son maestros en todo el sentido del término. Estás muy orgullosa, me imagino.

¿Sabes qué me pasa con ellos? Cuando empiezas a ver a tus papás de manera horizontal, las cosas se transforman.

Conforme creces, va cambiando la presencia de tus padres en tu vida. Primero es jerárquica: tienen la absoluta razón en todo. Luego llegas a la adolescencia y todo te molesta de ellos. Piensas: “Me quieren dictar lo que tengo que hacer, pero yo quiero hacer esto”. Llega un punto en el que los ves horizontalmente y entiendes un montón de cosas. Ahora estoy en esa fase y les digo a mis hermanos que no hay que perdernos momentos con ellos. Yo aprovecho cualquier ocasión para hablarles por teléfono y, sobre todo, para ir a visitarlos. A veces llego y veo que a mi papá ya le cuesta levantarse de la silla, o me quedo viendo a mi mamá y pienso: No tenía los ojos así. No tenía esas arrugas que ahora le noto. Entenderlos desde la horizontalidad también nos enseña. Siento que en los últimos años ahora somos superamigos. Cada vez que nos vemos, reímos todo el tiempo. Me gusta mucho, porque también me cuestionan constantemente: “¿Qué quiere decir el pañuelo verde? ¿Qué quiere decir el morado? ¿Por qué esto?”. Ahora están aprendiendo de mí. Creo que nunca dejamos de aprender y es bonito verlos atravesar esta fase.

¿Por qué te llamas Vivir? ¿Te lo han contado tus papás?

Al inicio de mi carrera musical, cuando aún era Viviana, me pasaba que estaba en un proyecto superimportante y se caía, o iba a conocer a alguien con quien iniciar un proyecto y no pasaba. Pedía oportunidades para tocar y no se daban. Recuerdo haber pensado: ¿Qué está pasando? A lo mejor, tengo que tomar la música como un hobby y dedicarme a dar clases. Tal vez la vida me está diciendo que la música no es para mí, que debo dedicarme a otra cosa.Entonces descubrí la terapia de biodescodificación. Mi terapeuta, que es una gran chica, me dijo: “Es muy fácil. Tienes una lealtad con tus abuelas, que se llaman igual que tú”. En biodescodificación se recomienda que no le pongas a tus hijos ni a tus hijas el nombre de algún ancestro. En México, lo usamos un montón, como un homenaje: “Hay que llamarle como el abuelo, como el tío muerto, como la tía, como la abuelita”.

Mi terapeuta me recomendó: “Investiga qué te une a las mujeres de tu familia con quienes compartes nombre”. Empecé a investigar a mi abuela materna y le pregunté por qué me decía: “Qué bueno que tu papá sí te deja tocar la guitarra y cantar”. Me contó que ella quería cantar y tocar la guitarra, pero su papá la bajó del escenario la primera vez que iba a cantar. Le dijo que las mujeres que se dedican a la música son unas putas, unas perdidas que nomás quieren divertir borrachos. Ese era su pensamiento. Nunca la dejaron cantar ni tocar. Pasó el tiempo y mi abuela le pedía a su papá: “Regálame una guitarra”. Pero él siempre ponía algún pretexto. Un día, el canijo del bisabuelo llegó con una guitarra con moño a la casa. Mi abuela se ilusionó, pero él la llevaba para su hijo, el hermano mayor de mi abuela. Mi terapeuta me dijo que tenía una lealtad con mi abuela, que mi diálogo con ella era: “Abuela, si tú no pudiste, yo tampoco. Porque si puedo, te estaría traicionando”. Ahí me señaló: “Inconscientemente, la estás cuidando de no volver a desilusionarse, por eso no estás logrando nada. Cámbiate el nombre artístico, que te digan de otra manera. Entonces entenderás tu vida desde otro punto y te podrás dedicar a cantar”.

Mucho tiempo me pregunté cómo me podría poner. Busqué todas las combinaciones posibles, ¡todas! Hasta que llegué a una mezcla entre cómo me decían mi familia y mis amigos: “Vivi”. Y mis apellidos: Quintana Rodríguez. Tomé la R de Rodríguez, el apellido de mi abuela, y lo agregué a Vivi. Pensé: “Mi nombre va a ser Vivir y voy a vivir mi propia historia”. A finales de 2016, comuniqué en mis redes: “A partir de hoy soy Vivir Quintana”, y expliqué las razones. Al mes todo empezó a cambiar para bien; hasta la fecha, afortunadamente. De ahí viene mi nombre.

Celebro ese cambio que te ha traído bendiciones. Deseo que te traiga muchas más. Si ya te admiraba, luego de esta conversación soy una fan enferma.

Gracias, yo también te admiro bastante.

Me encantas como cantante, como oradora, como persona. Felicita a tus padres de mi parte, por favor. Les tengo una admiración profunda.

Gracias.

Vivir, te agradezco muchísimo esta entrevista. Me voy a encargar de que coincidamos en persona. Creo que puede ser muy potente compartir escenario, que haya palabra y música, con mucho amor, un intercambio bonito. Puede ser inspirador.

Claro, con todo gusto.