Lo que me llevo antes de partir - Lucía Morales Velásquez - E-Book

Lo que me llevo antes de partir E-Book

Lucía Morales Velásquez

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Beschreibung

En Lo que me llevo antes de partir, Lucía Morales Velásquez nos invita a adentrarnos en un viaje profundamente personal y conmovedor. A través de cartas, reflexiones y relatos, la autora rinde homenaje a las personas que marcaron su vida: sus ancestros, familia, amistades, coaches y maestros. Con una honestidad desarmante, Lucía comparte su proceso de sanación, reconexión espiritual y la búsqueda de su propósito en este mundo antes de trascender a otro plano. Este libro es mucho más que una colección de historias, ya que es un testimonio íntimo de resiliencia, amor propio y la valentía de desnudar el alma. Lucía transforma las experiencias de dolor en aprendizajes poderosos, ofreciendo a los lectores palabras que sanan, inspiran y despiertan el deseo de construir una vida en equilibrio y propósito. Lo que me llevo antes de partir es una invitación a honrar nuestras propias historias, agradecer lo vivido y tener el coraje de sanar para crear nuestra mejor versión. Un tributo al poder de la gratitud y la conexión humana, este libro promete resonar profundamente en quienes anhelan encontrar plenitud en su camino.

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Seitenzahl: 339

Veröffentlichungsjahr: 2025

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LUCÍA MORALES VELÁSQUEZ

Lo que me llevo antes de partir

Mis Regalos en Vida
Una experiencia de Amor y Gratitud

Morales Velásquez, Olga Lucía Lo que me llevo antes de partir : mis regalos en vida : una experiencia de amor y gratitud / Olga Lucía Morales Velásquez. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-6297-5

1. Narrativa. I. Título. CDD A860

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de contenido

Dedicatoria

Prólogos

Introducción

Capítulo 1 - La Familia

Capítulo 2 - Mis grandiosas amistades de la infancia del internado

Capítulo 3 - Mis grandiosas amistadesde adolescencia

Capítulo 4 - Vínculos inolvidables: amistades de juventudy universidad

Capítulo 5 - Vínculos profesionalesque transforman

Capítulo 6 - Lazos inquebrantablesen Argentina

Capítulo 7 - Mis maestras de vida,mis grandes mentorasen Argentina

Capítulo 8 - Mis coaches, psicólogosy entrenadores de vida

Capítulo 9 - Cuando empecé a escuchara los hombres

Capítulo 10 - Amores

Capítulo 11 - La vida me sorprende

Glosario

Anexo 1

Anexo 2

Dedicatoria

A mi amada abuela, Celsa Julia:

Tu amor incondicional y tu fuerza han sido una luz en mi vida desde el primer día. Gracias por enseñarme que la determinación y la valentía pueden abrir caminos incluso en los momentos más oscuros.

Gracias a la Abuela Celsa Julia porque con tu amor, trabajo, esfuerzo y tenacidad pudiste mostrarme que, como mujer, podía hacer lo que fuera y romper todos los límites para lograr cada uno de mis sueños.

Este libro es un tributo a tu legado, a tu sabiduría y a tu amor eterno. Cada palabra escrita aquí lleva el eco de tu voz y la calidez de tu abrazo.

A ella que es la fuente de mi inspiración en mi camino de emprender, a ella que con 9 hijos me mostró que se puede.

Gracias abuela, honro tu vida y el amor que me diste que nunca pudiste decirme cuánto me amabas, pero que con tus enseñanzas fue suficiente para darme cuenta de tu infinito amor.

Agradezco también a todos mis ancestros por su guía y su ejemplo. Sus historias y sacrificios han moldeado mi camino y me han inspirado a perseguir mis sueños con pasión y perseverancia.

Que este libro sea un homenaje a tu memoria y a la fortaleza de nuestra familia que han sido mi mayor escuela.

Con profundo amor y gratitud, Lu

Este libro también está inspirado y dedicado a algunas personas que han pasado por mi vida y han dejado una huella y que sé que la mayoría están en vida y se emocionarán tanto como yo al leerlo.

Esta es mi manera de agradecerles por los maravillosos regalos que me han dado a través de mi vida que solo pude verlos, escucharlos y reconocerlos cuando me puse en modo plenitud.

Empiezo a escribir las primeras páginas de mi libro, inspirada por algunas amigas María Isabel Santos y María Elena Cruz, que ya escribieron su libro y que pasaron por el mismo miedo que yo, así que me dije, si ellas pudieron, yo ¿por qué no?

Siempre soñé con hacerlo, recién estoy reconociendo que, desde pequeña, escribí cartas, me costaba mucho comunicarme de manera verbal, así que usaba el papel para plasmar mis pensamientos y que ninguno se me escapara.

Nunca me animaba a escribir porque sentía que no tenía algo tan emocionante para contar, hoy a mis 45 años de edad me di cuenta de que solo por haber nacido ya es la más emocionante de las aventuras y siento que mi vida está llena de una paz, una tranquilidad y tanta plenitud, y aunque no siempre fue así, quiero compartir algunos aprendizajes de mi camino con las personas que estén leyendo este libro.

Este libro está lleno de tantas emociones juntas, que vas a encontrar en cada palabra solo magia, amor y agradecimiento, porque eso es lo que soy ahora, una mujer vibrando en el amor y en la plenitud de la vida. Antes no podía reconocer lo mágica que era, ahora sí puedo ver la luz que hay en mí.

Hace poco me puse a buscar qué significa mi nombre, Lucía, y encontré que soy un ser de luz y allí ya empezó a tener sentido para mí, junto a mi propósito de vida.

Gracias a todos a los que me ayudaron a construir este sueño, soy lo que soy gracias a una construcción de ustedes y de los maravillosos regalos que me dieron cuando pasaron por cada etapa de mi vida. Cuando pude reconocer que soy un ser social y que uno de mis mayores dones es poder relacionarme con las personas, pude reconocer que ya era una mujer millonaria, fue el sueño de toda mi vida, ahora es una realidad para mí, porque la presencia de ustedes en mi vida ha sido lo que me ha ayudado a estar donde estoy ahora.

Este libro ha sido como devolverme en el tiempo, cuando empecé, sentí como si estuviera escribiendo la película de mi vida y darle sentido a todos los momentos que pasé unos buenos otros muy desafiantes y a los maestros que me encontré porque gracias a eso pude encontrarle sentido a esa felicidad tan anhelada.

Hoy me declaro una mujer muy feliz y una mujer que duró 39 años de su vida buscando cuál era su propósito antes de dejar este plano terrenal.

Hoy quiero honrar con este libro cada una de sus maravillosas vidas y a cada uno de sus padres por haberlos traído a este mundo, sin ellos yo no hubiera tenido la dicha de conocerlos.

Espero que puedan disfrutarlo tanto como yo, me costó algunos años publicarlo porque cada vez que escribía lloraba mucho, le hui mucho tiempo a mi vulnerabilidad, pero descubrí que es lo más maravilloso del mundo espero que ustedes puedan emocionarse y conectarse con ustedes mismos a través de mi gran historia de vida, la que he construido gracias a ustedes.

Con mucho Amor y gratitud, Lu

Prólogos

Este libro es el reflejo de una amistad que ha resistido el paso del tiempo y las pruebas de la vida. Es un tributo a la fuerza, la valentía y la belleza del alma de mi querida amiga, Lu.

A lo largo de los años, he sido testigo de su increíble viaje de autodescubrimiento y crecimiento personal. Desde nuestros primeros días de amistad, Lu siempre ha irradiado una luz especial, una calidez que envuelve a todos los que tienen el privilegio de conocerla.

Recuerdo los momentos en los que Lu se sumergía en sus escritos, buscando una forma de expresar sus pensamientos más profundos y sus emociones más intensas. A menudo, compartía conmigo sus sueños de escribir un libro, pero siempre dudaba de si tenía algo lo suficientemente importante que contar. Sin embargo, desde mi perspectiva, cada palabra que sale de su pluma es una joya única, un testimonio de su extraordinaria vida y su profundo conocimiento del mundo.

A medida que avanzamos juntas por la vida, he sido testigo de la transformación de Lu en una mujer fuerte, amorosa y llena de gratitud. Su capacidad para encontrar la belleza en cada experiencia, incluso en los momentos más oscuros, es verdaderamente inspiradora.

En este libro, Lu comparte su viaje de autodescubrimiento, desde sus primeros recuerdos hasta el momento presente. Cada página está impregnada de su sabiduría, su amor y su profundo agradecimiento por la vida y las personas que han tocado su corazón.

Es un honor para mí haber sido parte de su viaje y verla florecer en la persona increíble que es hoy en día. A través de estas páginas, Lu nos invita a todos a reflexionar sobre nuestras propias vidas y a encontrar la belleza y el significado en cada momento, por más pequeño que sea.

Con todo mi amor y admiración por mi querida amiga, hermana colombiana.

Mónica Alarcón

Lucía Morales es mucho más que una compañera de estudio de coaching, es una inspiración en movimiento. Su vida es el reflejo de la resiliencia, la determinación y el coraje necesarios para cruzar fronteras, tanto geográficas como personales en busca de sus sueños. Nacida en un rincón remoto de Colombia, Lucía decidió enfrentar la vida como una eterna buscadora de posibilidades, rompiendo barreras y desafiando los límites que parecían impuestos por su entorno.

Con una valentía admirable dejó atrás su tierra natal y a su familia para embarcarse en una aventura que pocos se atreven a vivir. En Argentina encontró no solo un lugar donde crecer y reinventarse, sino también las herramientas para construir un futuro mejor. Allí su espíritu trabajador y su fe inquebrantable en las oportunidades, la llevaron a consolidar bases sólidas para los desafíos que el destino le tenía preparados.

Sin embargo, su viaje no terminó ahí. El amor y sus sueños la guiaron hacia los Estados Unidos, donde inició una nueva etapa de su vida como esposa y ciudadana del mundo. Hoy desde su hogar en tierras norteamericanas, Lucía, sigue demostrando que la resiliencia no es solo una cualidad, sino un estilo de vida. Su capacidad para adaptarse, aprender y crecer en cada circunstancia de la vida, es un testimonio vivo de que los límites solo existen en nuestra mente.

Este prólogo no alcanza para abarcar la profundidad de su historia, pero sí para destacar a una mujer que, con cada paso que da, inspira a quienes la rodean a ser valientes, a buscar lo extraordinario y a nunca rendirse frente a las adversidades. Lucía Morales, una verdadera arquitecta de posibilidades extremas.

Con todo mi amor,

María Isabel Santos

Introducción

Julio de 2019 marcó un momento crucial en mi viaje como emprendedora. Desde el inicio de este camino, he observado que el mes de julio siempre trae consigo una ola de cambios. Es durante este mes que las acciones que he planificado y visualizado desde el inicio del año comienzan a cobrar forma.

Me considero afortunada, y debo gran parte de esa fortuna a mis padres, quienes colaboraron para traerme al mundo. Nací un 5 de enero, justo un día antes de la llegada de los Reyes Magos, un detalle que mi religión católica ha subrayado desde la época de mi amada abuela, Celsa Julia. Su memoria y su influencia han sido una constante fuente de inspiración en mi vida. Honro su legado con amor, pues siempre ha sido mi guía en el camino hacia lo que soy hoy.

El mes de julio trajo consigo una serie de cambios significativos en mi vida. Aprovechando el consejo de una amiga apasionada por la astrología, quien me informó sobre importantes movimientos lunares cargados de energía, decidí lanzarme al vacío. Así, el pasado 31 de julio, fecha precisa de una alineación lunar, inauguramos la Tienda de Lu, Moda Colombiana, sucursal de recoleta en la ciudad de Buenos Aires en Argentina. Este hito representó la realización de otro de mis sueños.

El día previo a la inauguración, convoqué a mis mejores amigas y algunos amigos cercanos. Si alguien merecía brindar a mi lado, eran aquellos que siempre han estado presentes y me han acompañado en mi camino. Les escribí para informarles sobre el brindis en honor a la apertura de la tienda, y al día siguiente, diez de ellas se presentaron, junto con algunos hombres igualmente importantes en mi vida. En ese momento, me di cuenta de que, sin pretenderlo, me había convertido en una persona de influencia. El amor que sentía por lo que hacía era tan palpable que quienes me rodeaban también creían en mis sueños y estaban allí para apoyarme.

Fue un día de despertar, un momento que reafirmó mi determinación de seguir enfocado en mi propósito de vida.

Desde temprana edad, como muchas mujeres de mi generación y las anteriores, me encontré siguiendo el guion preestablecido de lo que se consideraba la verdadera felicidad. En Colombia, este guion está profundamente arraigado en la cultura: ir a la escuela, luego al colegio, obtener un título universitario para asegurar un futuro próspero y ser alguien en la vida, adquirir una casa, un automóvil casarse y tener hijos. Esta narrativa fue la brújula con la que crecí, la medida de éxito y realización personal.

A lo largo de los años, he logrado cumplir meticulosamente cada paso de este guion. Me eduqué diligentemente, primero en la escuela y luego en el colegio. Luego, con determinación, perseguí mi educación universitaria y obtuve mi título en Administración de Empresas. Adquirí una casa y un automóvil, marcando hitos en mi camino hacia la adultez. Sin embargo, a pesar de haber seguido el guion al pie de la letra, me di cuenta de que aún sentía un vacío en mi búsqueda de la verdadera felicidad.

La pieza que parecía faltar en este rompecabezas predefinido era encontrar al hombre de mi vida y tener hijos. Sin embargo, observando a muchas de mis amigas, quienes habían seguido este mismo camino y habían formado familias, que tanto anhelaba, no eran felices, me frené en la idea de casarme y tener hijos, yo sentía que me faltaba algo más para ser feliz, pero no estaba segura de si el matrimonio y los hijos serían la promesa. Esa parte del libreto ya no me gustaba tanto. Obvio que yo también me leí y me vi las películas de Disney y siempre soñé con mi príncipe azul, siempre fue muy enamoradiza así que ya se podrán imaginar, que con todos los novios que tuve soñé casarme y tener hijos hasta que me ponía a pensar bien y luego se me pasaba, eran sueños momentáneos, agradezco que el universo no me haya escuchado. Esta negativa me permitió abrirme a la posibilidad de explorar mi propósito y mis verdaderos anhelos en la vida, así que decidí que mi búsqueda de la felicidad debía tomar un rumbo diferente.

Fue entonces, en el año 2009, cuando una de mis mejores amigas de la universidad, Cristina Mendoza, con la que me había graduado en el mes de septiembre de 2006, entró en escena con una propuesta que cambiaría mi vida. Había pasado unas vacaciones en Argentina y me animó a unirme a ella para realizar la maestría que tanto habíamos soñado juntas. Siempre me gusto estudiar, en la escuela y el colegio fui de las mejores estudiantes, mi enfoque siempre fue ser la niña más juiciosa y estudiosa del salón porque quería que mi madre que tanto le había tocado sufrir y trabajar duro por mi hermano y por mí, pudiera sentirse orgullosa. Nunca la defraudé, creo hasta ahora no, porque ahora soy lo que siempre soñé con ser y ella siempre me apoyó.

El momento antes de partir hacia Argentina quedó grabado en mi memoria. Le pregunté a mi madre qué pensaba de mi viaje, y su respuesta llena de amor y confianza en mi capacidad resonó en lo más profundo de mi ser. ‘Mija, tú sabrás lo que haces. Solo sé que por donde tú metes la cabeza, por ahí mismo la sacas’. Con estas palabras de aliento, supe que tenía el respaldo de mi madre, y que, aunque le dolería apartarse de mí, sabía que yo volaría en busca de mis sueños.

Así he sido siempre, decidida y terca cuando se trata de perseguir mis sueños. Algunas veces me han llamado egoísta, pero cuando algo se graba en mi mente, lo llevo a mi corazón y no descanso hasta alcanzarlo. Esta decisión de buscar mi felicidad fuera de los límites establecidos me ha llevado a descubrir mi verdadero propósito en la vida y a seguir mi propio camino, lejos de las expectativas externas y los ideales convencionales”.

Desde muy joven, tuve un sueño claro y definido: quería crecer rápido para tener mucho dinero y poder ayudar a mi familia, especialmente a mi madre, trabajar en una oficina como secretaria y comprarme un auto. Recuerdo intensamente los días en los que vivía en la finca de mi Abuela Celsa Julia, donde pasaba horas imaginando el futuro que quería construir para mí misma. En ese entonces, no sé por qué, asociaba el éxito con las secretarias que trabajaban en grandes empresas y disfrutaban de comodidades como tener un automóvil. Me inspiraba especialmente la vida de las secretarias que trabajaban para una de las mejores doctoras en la Clínica Clofán de Medellín, especialista en oftalmología. Observaba con admiración cómo estas mujeres se mantenían impecables y elegantes mientras desempeñaban sus funciones con eficiencia y profesionalismo, mi madre me llevaba allí porque trabajaba con una de las mejores doctoras de la clínica, ella nos revisaba los ojos de manera gratuita, nos regalaba los lentes y mientras yo esperaba mi turno, empezaba a soñar y así se me venían ideas de un mundo mágico en el futuro para mí.

Cuando regresaba a la finca con mi abuela, bajaba mi ilusión, me preguntaba si esa era la vida que yo quería para mí, siempre la vi a ella, trabajando desde muy temprano, cansada de las labores domésticas para sostener la finca y al final del día después de tanto trabajo ver la poca paga que se tiene en el campo y yo proyectando mi futuro nunca me veía como una agricultura, ganadera o una caficultora y menos ganando poco dinero, mis aspiraciones de vivir una vida más cómoda me llevaban a soñar con tenerla.

A diferencia de muchas niñas de mi edad que soñaban con seguir los pasos de sus padres en el campo, yo no me veía identificada con ese estilo de vida. Sin embargo, mi abuela, una mujer emprendedora y trabajadora, se convirtió en mi ejemplo a seguir. Su incansable dedicación a sus responsabilidades diarias me enseñó los primeros valores que me llevaría siempre a donde estuviera, el valor del enfoque, de la constancia, del trabajo duro, la disciplina y la determinación para alcanzar mis metas.

Mi abuela siempre fue una mujer muy emprendedora y ella fue mi ejemplo y mi inspiración para tener la vida que tengo hoy, muy devota de la religión católica, apostólica y romana, influyó profundamente en mi educación religiosa desde una edad temprana. Todos los días nos despertaba a las 5 de la mañana para rezar el rosario, y los domingos nos llevaba a misa para escuchar el evangelio o sintonizaba la radio para que pudiéramos escuchar la ceremonia si no podíamos asistir al pueblo. Aunque apreciaba el valor de la fe y la espiritualidad, encontraba difícil conectarme con las prácticas religiosas tradicionales, no lograba comprender cómo ponía en práctica todo lo que el sacerdote expresaba. Prefería interpretar y reflexionar sobre los mensajes bíblicos por mi cuenta, buscando significado en las enseñanzas que resonaban conmigo a nivel personal, a veces recreaba en mi cabeza la película de Jesús en la tierra y creo que lo que está escrito en la Biblia tuvo que pasar, algunas cosas que decían los sacerdotes las creí, otras no tanto, cuando veía las incongruencias de lo que predicaban y lo que hacían en sus vidas diarias, siempre había algo que no me cuadraba, tanto en la religión. Desde muy pequeña fui muy observadora, y conectaba siempre mis emociones y siempre escuché mucho mi corazón. Era pequeña para entender todo, pero así le gustaba a la abuela y como muestra de mi amor por ella la acompañaba a todos los rituales religiosos.

Yo amaba a mi abuela materna, la amo aún, su presencia sigue viva en mí, yo tenía 8 años cuando mi madre nos dejó a mi hermano y a mí al lado de ella para que nos cuidara, fue uno de los primeros sacrificios de mi madre cuando mi padre falleció.

Aunque aún éramos unos niños, su sacrificio y amor incondicional nos brindaron la seguridad y el apoyo que necesitábamos en esos momentos difíciles. Su legado perdura en mí, recordándome la importancia del amor, la familia y la fortaleza en los momentos de adversidad.

Mi vida está marcada por capítulos de dolor, lucha y redención. Desde mi más tierna infancia, fui testigo de la dualidad impactante de amor y violencia que dominaba mi hogar colombiano.

Mi madre, como muchas mujeres de nuestra sociedad, dependía económicamente de mi padre, ella estaba en casa siempre, cocinando, lavando, planchando, estaba para cuidarnos a nosotros y mantener la familia, mientras mi padre era el proveedor y salía a conseguir el dinero para poder sostenernos, así que ella era una mujer sumisa como muchas otras en Colombia y muy maltratada emocional y físicamente por mi padre, yo tenía unos 6 años cuando logré tener consciencia de eso, era muy pequeña para comprender todo, pero siempre observaba lo que pasaba a mi alrededor, yo era la preferida de papá, yo era su niña preciosa, no lograba entender muchas cosas pero recuerdo que muchas veces llegaba a casa con ataques de locura a pegarle a mi madre y a mi hermano.

Mientras mi madre sacrificaba su propia dignidad para mantener unidos a nuestros frágiles lazos familiares, pero ya estaba casada y había hecho la promesa ante Dios que tendría que ser así hasta que la muerte los separara. Siempre la vi muy sumisa ante él, mientras tanto, mi padre, un hombre dominante y autoritario, ejercía un control tiránico sobre nuestras vidas, manifestando su rabia en explosiones violentas que dejaban marcas indelebles en nuestras almas. Cuando fui adulta le pregunté a mamá y me contó que entraba en ataques de locura, previamente diagnosticados.

Recuerdo claramente una escena que quedó grabada en mi memoria como un sello ardiente de dolor y desesperación:

Una vez llegó mi padre del trabajo duro en una constructora, (él manejaba un tractor), y mi hermano se había ensuciado su ropa nueva con pintura y mi padre agarro una cuerda de alambre y le dio tan fuerte a mi hermano que solo recuerdo las marcas de sangre que corrían por sus pequeñas piernas y recuerdo a mi madre llorando viendo la escena sin poder defenderse y a mi padre me tomó de la mano, me subió a la terraza de nuestra casa, la que él había comprado para darnos un hogar; a mi madre y a nosotros sus dos hijos; y empezaba a gritarle a todo el mundo que pasaba por la calle, esta es mi hija, ella es grande, ella es la mujer maravilla y va a ser grande, yo era muy pequeña y mi padre me ponía al borde de la terraza para mostrarme ante los vecinos mientras ellos lo escuchaban, me imagino que ellos con temor de que mi padre fuera a lanzarme al aire, yo nunca sentí ese miedo, mi padre con sus ataques de locura y todo, yo sentía confianza, me sentía protegida y segura y tengo esos pequeños recuerdos que aparecen como en borrador y que ahora empiezan a tener sentido para mí, mi padre ya me estaba profesando desde pequeña que sería la mujer maravilla y que sería grande creo que sin pensarlo ya me destinó a salir adelante por mis sueños.

Mientras tanto en mí seguía clavada la imagen de mi hermano, indefenso ante la furia de mi padre, recibiendo golpes brutales que dejaron marcas de sangre en su piel inocente. Mientras mi madre lloraba en silencio, impotente ante el ser violento que habitaba en nuestro hogar, yo me encontraba en una encrucijada emocional, atrapada entre el amor ciego que sentía por mi padre y el horror que me provocaba su crueldad despiadada con mi hermano y con mi madre.

Esas escenas de violencia en mi familia eran muy comunes, pero esa es la que más recuerdo que me marcó en mi vida. Mientras yo era la preferida de papá, mi hermano era el preferido de mamá, era como una confabulación familiar que mirándolo desde el punto de vista psicológico era algo así como la escena perfecta y el ejemplo del complejo de Edipo y el complejo de Electra, en todo su esplendor. Yo dentro de mi inocencia era fiel a mi padre en todo lo que él me dijera, era una niña y con sus muestras de amor me lo indicaba siempre, tanto me amaba y tanto lo amaba yo a él, que recuerdo que los domingos le daba dinero a mi madre para que fuera a mercar, él calculaba el tiempo en que mi madre salía al mercado para aprovechar a que yo pudiera satisfacer algunos deseos sexuales que él tenía y que quizás mi madre no se los daba y recuerdo que teníamos una ventana a la calle el me sentaba allí quizás porque era la altura perfecta para él y yo poder manifestarle mi amor practicándole sexo oral mientras por la ventana se fijaba que no fuera a aparecer ella, mi madre, y nos viera en ese encuentro de amor que sosteníamos él y yo, me decía que no le contara a nadie que sería nuestro secreto, yo no entendía por qué, pero era fiel a su promesa él me amaba y yo lo satisfacía dentro de mi inocencia como quería que fuera. Ese secreto lo sostuve hasta mis 39 años que pude hacer terapia y recién ahí me di cuenta de mi primer abuso.

Quizás ahora estás leyendo esto y tienes mucha rabia y dolor e impotencia por esto, yo nunca lo sentí así dentro de mi inocencia de niña me imagine que estaba bien, pero cuando pude reconocer dentro de mi proceso de aprendizaje en mi carrera como Coach y poder estudiar a mi familia como un sistema me pude dar cuenta de que cargaba con esta culpa toda mi vida, lleve una culpa que no era mía por una fidelidad a mi padre, cuando decidí romper esa fidelidad a mi padre pude liberarme de una energía de mi pasado que llevaba en mi vida como una mochila muy pesada.

Un abrazo enorme para esas mujeres que han sido abusadas y llevan ese peso en sus espaldas con mucha culpa y vergüenza. Ahora les doy la buena noticia que sí pueden liberarse a través de la terapia.

Mamá no habla mucho de todo el dolor que le tocó llevar a cuestas, su personalidad de dureza sé que está marcada por todos estos dolores que aún no ha trabajado, pero yo decidí asumir mi responsabilidad como adulta, para liberarme de todas estas cargas que no me correspondían y por eso hoy lo que hago es desnudar mi alma para ponerla al servicio de ustedes mis queridos lectores.

Después de pasar por eso en mi infancia la vida también tiene una manera misteriosa de enviarnos señales y guiarnos hacia la luz incluso en los momentos más oscuros. Fue hasta que cumplí la edad de 6 años que mi padre falleció y nos liberamos de alguna manera, pero empezaron los nuevos desafíos para enfrenar la vida sin el hombre proveedor de la casa, a mamá le tocó salir a enfrentar esto sola, quedar viuda y con dos hijos pequeños es una carga muy pesada que me costó mucho tiempo lograr entenderlo, siempre tuve miedo de tener hijos, ya era suficiente para mí ver el dolor de mi madre atrapada entre el trabajo duro para sostenernos y la necesidad de estar a nuestro lado para criarnos y darnos el cariño, el amor y la contención que necesitábamos, a ella le tocó ponerse una capa de súper heroína para hacer lo mejor que pudo en su situación.

En mi edad adulta comprendí que hay algunas promesas que deben romperse. Esa promesa de guardar el secreto de mi padre, la mantuve fiel hasta mayo de 2019, fecha en que pude tener una de las conversaciones más profundas con mi madre, acompañada anteriormente por un proceso psicológico y de transformación que tuve, que se llama entrenamiento sistémico la familia y hábitos emocionales, en las que gracias al acompañamiento de un psicólogo y coach argentino, Marco Leone, quien me cambió la vida, me mostró que uno de mis miedos más profundos venía de la infancia y que hay algunos secretos en las familias que deben revelarse para liberar la energía del pasado y poder cerrar ciclos con amor y agradecimiento, este era uno de ellos poder contarle a mi madre uno de mis mayores secretos guardados y poder reconocer a mi padre con amor y agradecerle por lo que me dio y por haberme dado la vida. Reconocer a mi padre y a mi madre en un solo corazón, como fruto de su unión y de su amor que fueron los que me dieron la vida. En este entrenamiento tomó sentido para mí lo que tanto leía en la Biblia con mi abuela, honrar a padre y madre.

Después de reconocer este hecho en mi vida pude conectar que siempre tuve parejas muy mayores a mí, mis novios siempre fueron entre 10, 20 y hasta 28 años mayores que yo, cuando pude entrar en el proceso psicológico y poder entender por qué me pasaba eso ya todo tuvo sentido para mí, siempre busqué a la mejor versión de mi padre en ellos y con ellos me sentía protegida, me sentía con poder para seguir avanzando, estar con ellos me daban la seguridad económica que necesitaba para seguir transitando mi camino y la protección que yo necesitaba y el acompañamiento para seguir avanzando, al final me daba cuenta de que sin ellos también lo hubiera logrado, pero necesitaba sentirme que los tenía cerca y eso me hacía sentir segura, y ahora tener las herramientas suficientes para darme cuenta y romper con ese patrón psicológico fue lo que me permitió comprender que siempre pude hacer muchas cosas sola y que dependía solo de mí cada resultado de mi vida y que siempre tomé las decisiones que quise, con ellos o sin ellos pero les agradezco porque de una u otra manera siempre obtenía lo que quería para seguir avanzando, siempre he tenido lo que he querido en mi vida desde que me reconozco y aunque siempre fue un angustia el tema del dinero y pensé que lo necesitaba para lograr muchas cosas, me reconozco en que siempre tuve la habilidad para gestionarlo, entonces luego comprendí que no era el dinero como tal, sino que eran mis juegos de táctica y estrategia. Gracias a Dios y a mis padres que me hicieron tan bien, que me dotaron de una belleza física de la que siempre use para lograr lo que quise, nunca caí en la prostitución movida por los valores morales inculcados por mi abuela, por suerte mis noviazgos con estos maravillosos hombres fueron largos, uno de 10 años con el hombre que me enseñó a amar en la vida y a tener la mayor escuela a cerca del amor y otro de 7 años que me mostró el más grande y puro amor, como esos que tienen los padres con sus hijas, hoy puedo verlo de esa manera, mientras estuve jugando esos juegos nunca pude verlos con tanta claridad como ahora.

Cuando experimenté este despertar profundo y transformador, facilitado por ese proceso terapéutico, me permitió enfrentar la verdad con valentía y compasión. Fue un momento de revelación y liberación, donde pude romper las cadenas del pasado y abrazar la verdad con amor y aceptación.

Este Eureka se convirtió en el punto de inflexión de mi viaje hacia la sanación y la redención. En un acto de valentía y vulnerabilidad. Compartir con mamá uno de mis secretos más oscuros y dolorosos de mi relación con papá, liberando así el peso de años de silencio y negación. En ese momento de verdad y perdón, encontré la paz que tanto había anhelado y la libertad para abrazar mi propia historia con amor y gratitud.

Ahora, mientras escribo estas palabras, me doy cuenta de que mi historia no es solo mía, en las terapias grupales supe que somos muchos los que hemos luchado en silencio contra los demonios del pasado. Escuché testimonios de la fuerza del espíritu humano para transformar el sufrimiento en sanación y el dolor en empoderamiento. Y aunque mi viaje hacia la sanación aún no ha terminado, sé que cada paso que doy me acerca un poco más a la luz que siempre ha brillado dentro de mí.

Conforme avanzaba en mi carrera como Coach y profundizaba en el estudio de mi familia como un sistema, a través de las constelaciones familiares, comencé a reconocer una carga invisible que había llevado conmigo durante toda mi vida: la culpa.

Esta culpa, enraizada en una lealtad ciega hacia mi padre, me había acompañado como una sombra silenciosa, pesada como una mochila llena de piedras. Fue solo cuando tomé la decisión de romper con esa lealtad que pude liberarme de la energía tóxica del pasado que me había mantenido atada durante tanto tiempo.

Agradezco infinitamente a mi amiga María Isabel Santos, paisa como yo, coach, consteladora familiar, escritora y con una resiliencia insuperable, con experiencias particularmente violentas de todo tipo, por acompañarme en este viaje de autodescubrimiento y por presentarme al psicólogo, constelador y coach argentino Marco Leone, cuyas enseñanzas y herramientas han sido fundamentales en mi proceso de transformación y crecimiento personal.

Cuando Marco entró en mi vida, fue como si me hubiera entregado la receta mágica para resolver todas mis desgracias. A través de sus propias experiencias de dolor, pudo acompañarme en las mías y proporcionarme las herramientas necesarias para comenzar a cerrar los capítulos del pasado que me impedían avanzar. Gracias a él, pude construir la vida plena que siempre había soñado y merecido.

Estoy profundamente feliz y agradecida por su presencia en mi vida, así como por el invaluable trabajo de los psicólogos y coaches que nos ayudan a enfrentar nuestras angustias y desafíos de la vida. Cada día, bendigo la existencia de personas como Marco y aquellos dedicados a la noble labor de dedicarse a las ciencias humanas.

Ahora en mi profesión como coach, confieso que atravesar todos esos procesos son dolorosos, pero es el único camino que llevan a la transformación y a vivir una vida más plena, así mismo nos preparan para poder acompañar a otros a que puedan soltar el sufrimiento y transformarlo en una vida más humana.

Fue así que, a través del proceso terapéutico de las constelaciones familiares, una técnica desarrollada por el psicoterapeuta alemán Bert Hellinger, que comencé a verme desde una nueva perspectiva. Durante una sesión grupal de constelaciones familiares, guiada por un terapeuta, pude explorar los patrones y dinámicas familiares inconscientes que influían en mi vida diaria. Esta experiencia me permitió comprender mejor mis problemas actuales y encontrar soluciones para alcanzar un mayor bienestar y confianza en mí misma.

Al tomar conciencia de mi situación y liberarme del peso del pasado, pude tomar las acciones necesarias para soltar, cerrar y agradecer todo lo que me había afectado. Dejar atrás las cadenas del pasado me permitió conectarme con mi verdadero ser, descubrir mi propósito de vida y volver a mi esencia.

Utilizar todo ese dolor y esa furia para impactar en la vida de muchas personas ha sido mi camino. Si a través de mi experiencia puedes aprender algo y deseas transformar tu vida, te doy la bienvenida a mi mundo. Porque cuando comencé a enfrentar la oscuridad, como señala Marco, la convertí en fertilizante para construir la vida de mis sueños, en un estado de amor puro y plenitud.

Me desvié un poco de la historia de mi infancia, pero volvamos a ella para compartirte que, tras la muerte de mi padre, mi madre, desesperada por asegurar nuestro sustento, tomó el ejemplo de mi abuela y empezó a vender empanadas y tamales en el lugar donde mi padre trabajaba. Quiero expresar mi gratitud hacia los vecinos, especialmente hacia doña Blanca, quien ha sido como una abuela para mí, así como hacia algunos familiares cercanos que se encargaron de cuidarnos mientras mi madre luchaba por mantenernos.

Nunca antes había reconocido plenamente los esfuerzos de mi madre por nosotros, mi hermano y yo. Ahora entiendo el dolor y la angustia que enfrentó para sacarnos adelante con amor y dedicación. Se convirtió en una leona, luchando incansablemente por nuestra supervivencia. Al darse cuenta de que sus recursos no eran suficientes para cubrir nuestras necesidades básicas, nos llevó a mi hermano y a mí a vivir con nuestra abuela en la finca, mientras ella partía en busca de trabajo a la ciudad de Medellín, donde esperaba encontrar mejores oportunidades económicas para asegurar nuestro bienestar.

Retomando mi relato, yo cansada de las labores en la finca, me doy cuenta de la incansable energía de mi abuela, quien nos inculcó a todos el valor del trabajo arduo. No sé si era hiperactiva o si la responsabilidad de criar a nueve hijos la impulsaba a moverse constantemente.

Desde el alba, cuando apenas se empezaba a ver la luz del día, a las 5:00 a. m. comenzábamos nuestra jornada con la meditación del Rosario. Era un ritual matutino arraigado en nuestra familia, un momento de conexión espiritual que marcaba el inicio de cada día. Después de encomendar nuestras plegarias al cielo, nos sumergíamos en un baño revitalizante bajo la fría cascada de agua en el patio trasero de la finca. Sentir el roce del agua helada contra nuestra piel era como un energizante que nos preparaba para afrontar las horas venideras.

Con el cuerpo y el espíritu renovados, descendíamos corriendo por la ladera de la montaña, persiguiendo el tiempo para alcanzar el bus de las 6:30 a. m. de los trabajadores de EPM, el medio de transporte que nos llevaría hacia el conocimiento en la escuela. Y así todos los días de nuestra vida mi hermano y yo teníamos una rutina estricta para cumplir nuestra meta de educarnos y salir delante de manera profesional, ya que la abuela no tuvo esa oportunidad. Yo en medio de esos madrugones y los trayectos tempranos, y viendo que era una vida muy abnegada, sacrificada las labores de la finca, porque una vez que llegábamos de la escuela, el descanso no era una palabra común en la finca, había que cambiarse el uniforme y seguir con las tareas de ir a buscar leña, espantar a las gallinas para que no se comieran las cebollas de la abuela, buscar a los terneros para sacar la leche y un sinnúmero de tareas que solo terminaban cuando el sol descendía. Mi madre solo nos visitaba cada mes que salía de descanso de su trabajo y después de pensarlo un deseo germinaba en mi mente y finalmente encontró voz en una conversación con mi madre: expresé mi anhelo de explorar otros horizontes académicos, recordando una institución educativa de monjas que ella alguna vez había mencionado durante su trabajo en casa de la Doctora María Estela Ricaurte, una eminente oftalmóloga de la ciudad de Medellín.

La intervención de la Doctora Ricaurte en nuestras vidas fue como un rayo de luz en medio de la rutina diaria. Recuerdo vívidamente cómo mi madre, comprometida en apoyarla en su noble tarea de criar a dos bebés adoptivos, Verónica y Juan David, encontró en ella más que una empleadora: fue una figura materna que nos acogió con amor y dedicación. Aunque yo era un poco mayor que los bebés, siempre estaba dispuesta a colaborar con mi madre en todas las labores que pudiera, convirtiéndome en una especie de hermana mayor para los pequeños. La Doctora Ricaurte no solo nos abrió las puertas de su hogar, sino que también nos invitó a explorar el mundo junto a ella.

Fue gracias a ella que experimenté por primera vez la inmensidad del mar, un momento de asombro y maravilla que quedó grabado en mi memoria para siempre. Sus generosos gestos nos llevaron también a descubrir lugares como Santa Fe de Antioquia, destinos exclusivos reservados para aquellos con recursos económicos abundantes. Recuerdo con cariño esos paseos a clubes elegantes donde las piscinas eran verdaderos oasis de diversión y aprendizaje. Fue allí donde, entre risas y chapoteos, aprendí los primeros pasos de la natación, guiada por el amor y la paciencia de la Doctora Ricaurte.

Su afecto incondicional y su espíritu generoso nos hacían sentir como en casa en su presencia, y nunca sentí que mi madre fuera menos por estar allí ayudándola. Aunque en ocasiones mi madre expresaba ciertas reservas sobre nuestra interacción con personas adineradas, yo no lograba comprender cuando mi madre me decía que comiera en la cocina y no en el comedor con ella, yo le hacía caso a la doctora y aceptaba sus ofrecimientos, nunca me sentía menos que ellos, yo siempre seguí mi corazón y agradezco a Dios por no haberle hecho caso a mamá en ese sentido. Comprendo ahora, más que nunca, la importancia del dinero en la vida, pero también sé que hay riquezas mucho más valiosas que se encuentran en las conexiones humanas y en las experiencias compartidas. Algunas personas nacieron en familias adineradas, yo nací en el campo pero eso no me hacía menos persona que alguien más que tuviera un poco más de recursos que nosotros.

En cada viaje en automóvil, me animaba a soñar en grande y a seguir mis aspiraciones con determinación. Cuando me preguntaba qué quería ser cuando fuera grande, mi respuesta siempre era la misma: “¡Quiero ser como usted, Doctora!” Y ella, con su sonrisa radiante, me aseguraba que, con esfuerzo y dedicación, cualquier meta era alcanzable.

Agradezco profundamente a la Doctora María Estela por haber sembrado en mí el amor por la lectura desde mi más tierna infancia ella sin pensarlo me estaba preparando para lo que sería mi futuro. Sus regalos eran tesoros que abrían puertas hacia mundos imaginarios, desatando en mí una pasión insaciable por los libros que eran como mi refugio. Ahora comprendo que los grandes lectores luego se convierten en escritores, por eso me animé a escribir este libro para compartirlo contigo.

Recuerdo con especial cariño uno de esos primeros obsequios: un cuento protagonizado por una muñeca llamada Fresita. La dulzura y ternura de esta historia marcaron mi corazón para siempre, y quizás influyeron en mi propia personalidad, que algunos describen como dulce y fresita.

Con el paso del tiempo, la Doctora Estela continuó enriqueciendo mi biblioteca con una variedad de libros que ampliaron mis horizontes. Las fábulas de Samaniego y Esopo, los cuentos de los hermanos Grimm, así como el libro de Cuentos y Leyendas de Amor