Los amantes cósmicos - Bianca Soledad Suazo Castro - E-Book

Los amantes cósmicos E-Book

Bianca Soledad Suazo Castro

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Beschreibung

¿Sigues creyendo en el amor? Más allá de todos los aciertos y desaciertos que has experimentado a lo largo de tu vida al estar en pareja ¿aún hay esperanzas en ti para amar y compartir felizmente con otro u otra, o ya tiraste definitivamente la toalla? A veces importan bien poco las desilusiones y traiciones pasadas. Si sabes que dentro de ti aún habita la capacidad de amar, transparente, leal y linda, de dejarte sorprender por la vida y entender que no hay tiempo perdido cuando abres tus alas a un nuevo milagro… quiero contarte en este libro, que es también un conjuro mágico, cómo estos encuentros y desencuentros amorosos escriben también una historia en los astros. Que ese mágico equilibrio entre dos seres que se aman revela también un equilibrio implícito de dos energías astrológicas poderosísimas que los astrólogos y astrólogas contemporáneas denominamos románticamente Los amantes cósmicos. La explosiva y seductora relación energética entre los planetas Venus y Marte, y su significado desde la astrología.

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Los amantes cósmicos.Manual astrológico para encontrar el amorAutora: Bianca Suazo Castro@larutastral Editorial Forja General Bari N° 234, Providencia, Santiago, Chile. Fonos: 56-224153230, [email protected] Diseño y diagramación: Sergio Cruz Edición electrónica: Sergio Cruz Primera edición: marzo, 2024. Prohibida su reproducción total o parcial. Derechos reservados.

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor. Registro de Propiedad Intelectual: N° 2024-A-671 ISBN: Nº 978956338721-6 eISBN: Nº 9789563387223

A Marcopor este amora través del tiempo y el espacio.

INTRODUCCIÓN

Si dos seres, aparentemente independientes y sin conexión, están destinados a encontrarse; si existe ese mítico hilo rojo del cual habla la cultura oriental en la mitología china y japonesa, que une sus vidas invisiblemente, el momento, las condiciones y la oportunidad resultarán insignificantes. El deseo será ese poder magnético que los atraerá el uno al otro inexplicablemente. Y poco fructuosos serán los intentos por arrancar o desoír el llamado. Ya que el universo sabe conspirar los vientos en su favor y solo quedará, entonces, en el ejercicio particular del libre albedrío de cada cual, escuchar el canto y estar a la altura de él. Si ambos deciden oírlo y aceptarlo, indudablemente nacerá en el cielo una estrella y en la tierra un nuevo amor.

Suena hermoso y, a la vez, bastante simple, ¿no? Así al menos nos parece que debiera ser. Pero tú y yo sabemos que hay un montón de posibilidades agridulces en el medio, donde se nos entremezclan los miedos, los errores (y a ratos horrores) a la hora de encontrar el amor, y estar a la altura de él.

¿Sigues creyendo en el amor? Más allá de todos los aciertos y desaciertos que has experimentado a lo largo de tu vida en las manos del ser en pareja, ¿aún hay esperanzas en ti para amar y compartirte felizmente con otro u otra, o ya tiraste definitivamente la toalla? A veces importan bien poco las desilusiones y traiciones pasadas. Si sabes que dentro de ti aún habita la capacidad de amar transparente, leal y linda, de dejarte sorprender por la vida y entender que no hay tiempo perdido cuando abres tus alas a un nuevo milagro… de seguro eres de este bando y sigues creyendo en el amor, como quien mira en el cielo una estrella fugaz y le pide un deseo.

Sin embargo, a veces las intenciones se nos confunden y descoordinan, y pesan mucho más los fantasmas del pasado, las excusas, inmadurez, falta de cojones, etc. La vida te romperá el corazón de muchísimas maneras (espero que no sean tantas), pero incluso ese dolor, en su debido momento, no habrá sido del todo en vano (te lo prometo).

Lo sé, duele y mucho. Dolió darse cuenta cuando la persona depositaria de tus intereses románticos en un determinado momento, no te eligió. Saber que pusiste lo mejor de ti para que funcionara, porque te gustaba, porque te dio señales de que le interesabas también y que quería construir algo contigo, porque era una persona adulta y demostraba saber lo que quería. Y porque –¡por la cresta!– tienes más que merecido que te quieran bonito.

Lo conozco profundamente. Sé lo desgarrador que resulta frenar en seco para no arrastrar el peso de un vínculo que solo tú venías acarreando. Porque la injusticia nunca se ha sentido agradable y, a buen entendedor, pocas palabras.

Dan ganas de mandar a la mierda todos tus intentos por relacionarte bonito. Por ponerle ganas a algo que se te va desinflando en el camino sin entender siquiera por qué te está sucediendo lo que te está sucediendo. Y suele ocurrir que ni siquiera implica que hiciste algo mal, no es que cometiste un error grave mintiendo, engañando, acosando o traicionando para que tuviera sentido esa distancia radical y frialdad. No se trata de ti. Pero de todas formas te cuestionas qué hay de mal en ti. ¿Qué pudiste haber dicho o no dicho, hecho o no hecho en esa última vez que todo anduvo bien para que fulano o fulana tomara esa distancia incomprensible de un momento a otro? La mayoría de las veces no hay explicación. O al menos no una explicación real, sincera y libre de eufemismos tales como “no eres tú, soy yo”.

Es simple: a quien tu corazón estaba eligiendo, no te estaba eligiendo de vuelta.

Es fácil, en estas circunstancias, caer en una espiral de sinsentido y culpa. Ya que con solo un pequeño brinco te sumerges en el mar de la desvalorización y la desilusión te guiña un ojo. Dependerá ciertamente de qué tan bien hayas construido y trabajado tu ego, para que esta situación, que en el futuro verás como un asunto sin mayor significancia, tan solo una anécdota más (porque va a ser así, te lo prometo), hoy no te rompa ni te tire al suelo frío del desengaño y la sinrazón.

¿Cómo se vuelve a empezar? ¿Cómo pasas del oscuro duelo a la esperanza? ¿Cómo transitas de la desilusión e inseguridad a la comprensión absoluta de que eres un ser profundamente amado/a y que tu vida solo puede reflejar aquello en todos los rincones de tu existencia, y precisamente en tus relaciones afectivas?

Quiero contarte en este libro, que es también un conjuro mágico, cómo estos encuentros y desencuentros amorosos escriben también una historia en los astros. Que ese mágico equilibrio entre dos seres que se aman revela también un equilibrio implícito de dos energías astrológicas poderosísimas, que los astrólogos y astrólogas contemporáneas denominamos románticamente Los amantes cósmicos. La explosiva y seductora relación energética entre los planetas Venus y Marte, y su significado desde la astrología.

Este es, sin duda, un viaje de reseteo y terapia colectiva, entre las representaciones de Venus y Marte, planetas personales encargados, entre otras cosas, de los vínculos románticos y trasformadores, para que, una vez más, repasemos las vicisitudes energéticas y arquetípicas del encontrarnos, atraernos y querernos. No es necesariamente un libro para aprender astrología, pero a través de este camino pretendo levantar temáticas colectivas y cuestionamientos necesarios para romper el bucle de decepciones, incomprensiones y renuncias que hemos venido experimentando en torno al amor.

Vamos a por ello.

Llevo más de veinte años siendo tarotista, y unos diez años ya envuelta en el mundo de la astrología. He estudiado los intrincados caminos de la mente humana a través de la psicología, y he profundizado en ellos desde la psicología junguiana. Soy esencialmente una mente inquieta y una comunicadora de experiencias y aprendizajes. También me he vuelto un espejo en el cual mis consultantes se han logrado reflejar, para así hallar las respuestas más profundas que necesitaban encontrar en un momento puntual.

Y es precisamente gracias a mi larga experiencia en consultas, al sinfín de conocimientos que he ido adquiriendo desde los diversos rincones del saber e indudablemente a mi anecdótica experiencia personal en los aciertos y desaciertos del amor, que puedo decir que la cuestión del amor y las relaciones de pareja son un pilar transversal en la vida de las personas, aquí y en la quebrada del ají. Una especie de eje estructural que evoca los deseos más poderosos, como también las heridas más profundas de su experiencia vital. Creces, mueres y te transformas a través de tus vínculos emocionales más significativos que experimentas a lo largo de tu vida. Es un hecho, y eso basta para que dediquemos un buen rato a analizarlo en profundidad.

Alrededor del 90 % de las personas que llega a mi consulta lo hace por una situación crítica en este ámbito. Y podría agregar que el 100 % de las sesiones incluyen un momento de análisis de la dimensión emocional y relacional, aun cuando esta no se encuentre en aparente conflicto en sus vidas. Es un tema vital.

Y para muestra… un botón.

En este preciso momento, mientras me tomo un té chai en un café en Santiago de Chile, he de confesar que precisamente estoy viviendo un dilema afectivo de aquellos. Una especie de jaque mate de la vida (parece una broma, pero no lo es). Esta madrugada tomé la decisión de cerrar por fuera y ponerle fin a una relación, si pudiera llamarse así, que venía teniendo con una persona desde hace un par de meses, debido principalmente a su irresponsabilidad afectiva (¿les ha pasado? Seguro que en este mismo momento no soy la única viviéndolo). Y es que no hay nada que me enfríe más en seco las ganas que el desinterés. Porque tú y yo sabemos que en un bote hay dos remos, y que no hay nada más aburrido que quedarse remando sola.

Y si bien no hubo drama, tampoco discusión ni recriminaciones de lado a lado. Ya estoy grande para algunas cosas (estrellita para mí). De todas formas me siento triste, decepcionada y confundida por no entender en qué punto de este naufragio me fui perdiendo. Y qué, en definitiva, hizo que este bonito cuento fracasara cuando estaba partiendo.

No está demás decir que inevitablemente generé sentimientos en este tiempo hacia esta persona, y que el universo sabe que puse el corazón en ello. Esto mismo hace que me sienta tremendamente orgullosa de mí. Pero el silencio y las no acciones hablan por sí solas. Dejó de interesarse en mí, o al menos eso es lo que parece (¿por qué? No tengo la menor idea). Y pucha que hay que ser humilde para aceptarlo y entender que eso, en ningún caso, pone en cuestionamiento mi valor como ser humano, como mujer. Que en gran medida no tiene nada que ver conmigo, sino con él y sus propias confusiones internas.

En todo caso, debo aceptar mi grado de participación en el delito. O sea, hasta qué punto no fui lo suficientemente clara conmigo, y también con esta otra persona, acerca de lo que estaba dispuesta y esperaba vivir en una relación (sin importar el nombre). Sí, debí ser sincera desde el comienzo y no simplemente dejarme llevar por las muestras de interés. No dejar nada a la interpretación, y quizás así, con las cosas claras desde el comienzo ni siquiera hubiera dado un solo paso. Aprendizaje para la próxima, ciertamente.

No tengo más razones de por qué, simplemente, no me habló más (¿aló, ghosting?). Y tampoco he de entregarle más energía de la necesaria al asunto en particular.

Soltar y dejar ir es un ejercicio de madurez que he ido aprendiendo a punta de porrazos. “Poder decir adiós, es crecer”, nos dijo Cerati. Aunque se le olvidó decir que era siendo responsables con la otra parte. Pero es preciso ser ecológicos energéticamente, y si algo no te gusta o no va de acuerdo con tus deseos, quítale el único poder que tiene sobre ti: tu energía, tu atención.

Sin embargo, aún con todas estas interrogantes en el aire, quiero ir más allá de la típica decepción y el desgano. De putear al amor en todas sus formas, y crear generalizaciones sin sentido, ya que definitivamente sé que no todos/as somos iguales. De hecho, todos somos diferentes.

Quiero volver a mí, al origen y germen de todos los amores y relaciones que habitan en mi vida. Y acunarme, bancarme y contenerme, mientras escribo, como una bruja wiccana que conjura un hechizo en un enorme caldero, lo que quiero y merezco de ahora en adelante.

Partamos por lo básico. No existe un vínculo ideal, no hay una persona perfecta para ti ni para mí.

Seguramente, a quienes pertenecen a mi generación, Disney nos hizo un flaco favor con sus películas ochenteras y noventeras basadas en cuentos de hadas y amores megarrománticos. En ellos, la princesa y el príncipe (héteros y mayoritariamente blancos) se conocían y se enamoraban a primera vista. Él la salvaba de algún peligro ante el cual ella era completamente incapaz de librarse por las suyas, luego se casaban muy rápidamente, terminando sus historias con un: “y fueron felices por siempre”… mmm publicidad más que engañosa, convengámoslo.

Qué levanten las manos todas y todos quienes idealizaron y denominaron a su enamorado como su príncipe azul, o a su enamorada como su princesa, más de una vez desde la tierna infancia… ¿vieron que sí? Somos mayoría, y en esto me recontra incluyo.

En esos cuentos ellas representaban la belleza (hegemónica y estereotipada, por cierto), la dulzura, la armonía, la docilidad y la sumisión. Ellos. por su lado, galantes, apuestos, valientes caballeros, se valían de la acción y el coraje para protegerlas y desde ese lugar tomaban la determinación y decisión sobre el vínculo y su futuro.

Si nos abstraemos un poco, estas cualidades representan, de manera muy superficial, dimensiones de Venus y Marte, nuestros protagonistas del viaje. Pero también lo personalizan desde una mirada muy reduccionista y limitada, lo que hace que perdamos el potencial más exquisito que nos pueden brindar ambos planetas integrados en plenitud en nuestras vidas.

Entonces, como no todas las mujeres podemos limitarnos a ser solo princesas, y no todos los hombres pueden ser igualmente solo príncipes, la simbología de los cuentos de hadas se nos queda un poco corta y la vida se erige como una intrincada red de posibilidades, diversas y variadas, para las cuales no hay cuento que valga. La realidad escapa a la ficción completamente.

Quiero, en este viaje, romper con ideologismos de características propias asociadas con los géneros. Pues si bien existen diferencias psicológicas y físicas entre los sexos masculino y femenino, esto nunca ha sido razón suficiente para definirnos y limitarnos en las cualidades intelectuales, emocionales, materiales y espirituales que podemos desarrollar. La dialéctica que genera el encuentro amoroso y relacional implica despertar las polaridades energéticas masculinas y femeninas dentro de cada una y uno. Por lo cual nos veremos siempre frente a la cuestión de qué tan sana, integrada y profundamente conscientes estamos con ambas polaridades. Ciertamente las relaciones de pareja vendrán a enseñarnos lo que aún nos falta por hacer carne y en qué medida podemos seguir creciendo y expandiendo nuestras conciencias.

Por eso, el mundo emocional no es un tema de mujeres, ni el mundo intelectual o el camino heroico un tema de hombres. Rompamos de una puta vez la idea de que los hombres no tienen sentimientos, porque el problema se genera debido a que sienten igual, o quizás incluso más que las mujeres. Pero la sociedad no les ha permitido relacionarse de forma natural y sana con sus emociones. No se les ha permitido expresar su vulnerabilidad, su tristeza, sus miedos y decepciones abiertamente. Se han convertido muchas veces en analfabetos emocionales, que explotan, huyen o se evaden cuando sus sentimientos les superan. También rompamos con la idea de que el coraje, el carácter y la valentía son cualidades exclusivas de los líderes, todos ellos siempre hombres, quienes ostentan lugares de poder, autoridad y decisión en nuestras sociedades.

Abramos el paisaje juntas y juntos para con ello analizar y entender cómo están hoy fluyendo nuestras energías masculinas y femeninas. Y en qué medida eso nos puede dar indicios de aspectos necesarios de integrar para relacionarnos cada día un poco más sanamente con nosotros mismos y, por consiguiente, con el mundo entero. A hacer de nuestros vínculos un lugar pleno, lleno de alegrías y gratitud, por la maravillosa oportunidad de coincidir, sentir y hacernos tan bien.

I. PRINCIPIO FEMENINO: VENUS

Voy a sumergirme en las sensuales y cálidas aguas del mundo venusino para contar la historia del yo y el nosotros. Es el camino del amor propio al amor compartido. De la majestuosidad de ser tú misma/o y desde esa comprensión compartirte alegre y libremente con un compañero/a afectivo en el viaje.

Desde tiempos inmemoriales la energía venusina ha sido representada en nuestras sociedades por una amplitud de diosas o deidades. Por ejemplo, en la diosa griega Afrodita, la diosa romana Venus, la diosa Nefertiti en Egipto y la deidad yorubana Oxún, entre muchísimas otras. Ellas rescataban esta energía arquetípica del deseo y la atracción, de la sensualidad, las relaciones y el amor. Estamos hablando de energías presentes en la humanidad milenios y milenios atrás. No es precisamente un invento del new age.

En la astrología Venus es un planeta importantísimo, que nos entrega características personales acerca de cómo nos aproximamos al valor y cómo nos relacionamos afectivamente. Es regente de dos signos, Tauro y Libra. Y nos adentrará evolutivamente al mundo de la atracción y el amor. Todas, todos y todes tenemos a Venus en nuestra carta natal. Sus cualidades determinarán la forma en que sentimos valor propio, deseo, amor y representará las características de cómo nos relacionamos íntimamente, entre otras características que analizaremos en detalle más adelante.

Muchos astrólogos tradicionales han relegado los atributos de este planeta solo a las mujeres, limitando sus cualidades de personalidad a ellas y, por consiguiente, determinando que en las cartas astrológicas de los hombres este planeta representa las características o cualidades de las mujeres que les resultan atractivas. Coartando así toda posibilidad de conexión personal con su deseo y sensualidad y creyéndolos incapaces de reconocer la belleza e inspiración que reside en ellos. Pero basta con que este hombre sea homosexual o bisexual para que pierda sentido esta proyección, porque ¿cómo explicamos entonces la anulación de su energía venusina? Ciertamente se nos cae de madura.

Me voy a poner ñoña por un ratito, pero es innegable en este cuestionamiento entre la representación venusina de hombres y mujeres, hacer la analogía con la psicología analítica, que interpreta la existencia de un ánima o animus (un alma personal) como un componente psíquico inconsciente. En donde las mujeres, tanto femeninas, poseen conscientemente cualidades de Eros (energía femenina), y solo a nivel inconsciente se aproximan al Logos (energía masculina). Y viceversa, los hombres, todos ellos muy machos, se identifican con las cualidades del Logos e inconscientemente reside en ellos el potencial de Eros. Siendo Eros un símil o componente venusino por excelencia (de hecho en la mitología, Eros es el hijo de Afrodita), y el Logos a una aproximación marciana y mercurial por excelencia.

No obstante, esto ha ido cambiando hace muchísimo tiempo, ya que las mujeres hemos integrado nuestro polo masculino y los hombres también van haciendo su pega desde descubrir en ellos la femineidad de Venus. Por ello me encanta ver cómo los hombres se aproximan y empoderan a través de la belleza, la estética, la sensualidad y la sensibilidad, de forma natural y completamente digna. Es en resonancia y respeto con todas, todos y todes, que quiero romper esas cadenas ideológicas (sí, la astrología también se compone de un discurso político) y proponer una mirada integrativa, donde lo único determinante va a ser si te hacen o no sentido las ideas que voy a ir dejando, como semillas sobre la tierra, en este camino que vamos a ir transitando. Toma lo que resuene en ti y suelta lo que no te haga sentido (¡chúpate esa, Jung!).

Ahora es momento de desgranar esta ensalada de vivencias, olores y sentires y ordenar, punto por punto, la amplitud de saberes que nos entrega la maravillosa y magnética energía de Venus en nuestra vida.

Como les dije anteriormente, Venus es un planeta de doble regencia, Tauro y Libra. Es muy probable que las cualidades librianas de Venus las tengamos mucho más conscientes e incorporadas en nuestra vida (como la imagen de la princesa bella, armónica y sumisa, en función de sus vínculos), ya que han sido las cualidades que han alimentado el imaginario colectivo de lo que debieran ser las mujeres en la sociedad, tradicionalmente hablando. Y es precisamente por ello que decidí iniciar el camino en la tierra fértil de las cualidades más taurinas de Venus, la que nos muestra todo su poderío y magia incluso antes de generar un vínculo significativo con un otro.

1. Deseo

Todo nace de un deseo. En un momento alguien tuvo un impulso, un deseo que la mente transformó en una idea, y esa idea cristalizó de forma tal que generó una emoción poderosa, de querer conseguir aquello en la experiencia material. Por ejemplo, alguien pensó poderosamente en la idea de crear una infusión con una mezcla de sabores y aromas tan especial, que siglos y siglos después resulta en que yo estoy disfrutando del calorcito y agradable sabor de este chocolate caliente entre mis manos. El deseo es el origen de todo cuanto hay en la experiencia humana.

Porque es también cierto que en este proceso introspectivo, mi deseo cristalizó y materializó un chocolatito rico que da calma y abriga mi corazón.

El deseo es el motor de la vida

Nacimos con la capacidad de desear. Y desde muy pequeños lo hacemos sobre la base del contraste de las experiencias de la vida. Es decir, cuando experimentamos algo que no nos gusta, inmediatamente obtenemos claridad y deseamos lo que sí nos gusta, lo que queremos. Cuando estamos en extremo agotados deseamos descansar, tener vacaciones. Cuando la rutina pesa y el aburrimiento nos invade, deseamos motivarnos y cumplir un sueño que llevamos muchos años añorando. Cuando experimentamos traiciones y habladurías en las relaciones con nuestros amigos, deseamos tener amigos leales. Deseamos sonreírle a la vida, ser exitosos, viajar por el mundo. Deseamos desde que abrimos los ojos por la mañana y hasta el último segundo en que los cerramos al dormir.

¿Crees en el libre albedrío? ¿Crees que eres una persona independiente y libre que puede hacer lo que quiera en el momento que quiera y con quien quiera? En el preciso instante en que no puedes controlar lo que deseas, no eres libre. Sí, puedes decidir qué hacer con ese deseo, si escucharlo y seguirlo, o reprimirlo y convencerte racionalmente de que no es para ti. Pero no puedes evitar que el deseo exista y se aloje irremediablemente en ti, como una pulsión vital.

Cuando tu pareja te ignora y no te valora. Descubres que deseas tener una pareja que te valore, a quien le intereses. El deseo es inherente a la vida, a la experiencia y nos relacionaremos con él de diversas maneras, de acuerdo con nuestra madurez y seguridad personal. Los factores externos no son necesariamente determinantes, y aprendes que son consecuencias y no propulsores del deseo. Ya que este nace dentro de ti.

Cuando tienes deudas o muy poco dinero en el banco, deseas ser millonario y no tener más complicaciones de dinero, ¿cierto? Entonces el potencial magnético del universo se pone en marcha porque encendiste un deseo en tu vida; esa es la energía poderosa de la creatividad abriéndose paso. Sin embargo, apenas siquiera de haber encendido esas luces de colores pensando en la realidad de tu vida cumpliendo ese sueño, te dices que eso es imposible, ¡una locura! Que los ricos son personas aprovechadoras y acaparadoras, que el dinero no cae del cielo, que los pobres son siempre pobres, etc.: con ese cúmulo de pensamientos desactivas esta espiral energética y te vuelcas energéticamente hacia la frustración de desear y creer que no es posible para ti en esta vida conseguirlo. Te centras en la carencia, en la falta de tu deseo y te oscurece el pensamiento.

En cierta medida, nos acostumbramos a tener sueños que rumiamos de vez en cuando pero que luego abandonamos cuando asumimos todas las razones lógicas e ilógicas de por qué no es posible experimentar eso en nuestra realidad. Y lo dejas, quizás, para la próxima vida.

Pero el deseo está, todos los días deseas. Todos los días quieres algo mejor para ti y despiertas ese magnetismo venusino en tu interior. Sin embargo, la efectividad y potencialidad de ese deseo estará determinada por otros eslabones de esta cadena. De desearlo con la emoción correcta y no tener la menor duda de que eso solo tiene posibilidades ciertas de venir a ti. Sea como sea.

A nivel afectivo, reside en ti el deseo de amar y sentirte amado. Es natural e inevitable que llegue a tu experiencia esa intención porque lo humano se caracteriza por lo vincular. Es tan importante el amor en nuestra vida que un bebé que no recibe amor puede llegar a morir. Nos necesitamos los unos a los otros para crecer en contrastes y nuevos deseos. Y aprendimos que conectarnos desde el amor es conectarnos desde lo más profundo, desde el encuentro de nuestras almas.

Todos deseamos y merecemos ser amados

Es una máxima que no voy a poner en duda, aun cuando existan miles de cuestionamientos a personas que nos hayan hecho muchísimo daño en nuestra propia vida, que hayan cometido crímenes atroces en la sociedad o aberraciones brutales en el nombre del amor. Cuando escarbamos en la historia íntima de todos ellos reconocemos un factor común, la falta tremenda de amor en la historia personal de cada cual.

Y desde este lugar, las relaciones de pareja son un catalizador natural de este deseo de experimentar el amor vincular en toda su plenitud.

Obviamente los aciertos y desaciertos a lo largo de nuestras experiencias de pareja nos van haciendo pulir este deseo, o en su defecto, esconderlo bajo la tierra al llenarlo de miedos, inseguridades y fantasmas.

Por ejemplo: hoy mi deseo es sentirme querida y feliz en un vínculo afectivo, sentir el interés pleno de la otra persona en este embutido de ángel y bestia que resulto ser yo, y que sea lo suficientemente clara y transparente para demostrarme que me quiere en su vida. Obviamente es lo que estoy dispuesta a entregar recíprocamente. En definitiva, lo que se merece esta persona y lo que me merezco yo. Porque si en algo me ayudó la experiencia reciente, fue en clarificar aún más mi deseo y aunar emocionalmente todos los componentes que han de estar presentes en esta mágica ecuación del desear un vínculo sano y manifestarlo.

Vamos entendiendo que el deseo se desprende en dos caminos igualmente importantes y necesarios: desear profundamente algo (dinero, éxito, fama, salud, un hijo, una relación, etc.) y la creencia de que eso que deseamos es sumamente posible de experimentar en nuestra realidad y que, de ser así, esperamos que ello suceda. Ponernos en la sintonía energética del deseo.

Podemos dar vueltas en círculos toda la vida, como un hámster en su rueda, deseando algo y dudando ansiosamente todo el tiempo de si eso finalmente va a ocurrir en nuestra realidad o si nos tocará la suerte, como quien juega a la lotería. Porque no comprendemos que el poder siempre está dentro de cada uno y no en lo que pasa afuera.

Pero entonces, ¿cómo afirmamos los dos hilos de esta misma madeja para que vayan en perfecta armonía y logren la unión perfecta que no permita lugar a dudas a nuestros deseos y su manifestación?

Para ponerlo aún más concreto, utilizándome como conejillo de Indias y en relación con la experiencia personal reciente que les conté: ¿qué desarmonías internas existen entre mi deseo y las creencias de que eso pueda suceder en mi vida actual, para que se manifestara en mi experiencia un vínculo tan confuso? ¡Ajá!, vale la pena aclarar que esto en ningún caso quiere decir que son mi responsabilidad las acciones o palabras del otro (o la ausencia de ellas). No es mi culpa (no me gusta esa palabra porque no tiene ninguna utilidad, la reemplazaremos por responsabilidad). No es mi responsabilidad su actuar conmigo. Y no lo justifico debido a mi posible confusión interna. Simplemente quiero decir que, como veremos más adelante –cuando hablemos de atracción–, somos imanes energéticos que se atraen por igualdad vibratoria y, en consecuencia, lo confuso atrae aún más confusión.

Y bajo este precepto, ahora que debido al contraste en mi experiencia nació el deseo de mayor claridad, al conectar con esta energía y no tener dudas de aquello, mi experiencia no tendrá otra opción más que reflejar y atraer esa claridad manifiesta a mi vida.

¿Qué tanto deseas lo que deseas? ¿Qué tan dispuesta o dispuesto estás a permitir transformarte a través de tu deseo?