Los cabellos de Absalón - Pedro Calderón de la Barca - E-Book

Los cabellos de Absalón E-Book

Pedro Calderón de la Barca

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Beschreibung

Los cabellos de Absalón es una de las más célebres comedias religiosas de Pedro Calderón de la Barca, inspirada en Absalón, el personaje bíblico, publicada, según estimaciones, entre 1633 y 1636. La obra recrea el relato bíblico de los hijos del rey David, con la violación de Tamar por parte de su hermano Amnón, el ajusticiamiento de este a manos del tercer hijo, Absalón. La obra concluye con la muerte del propio Absalón y el lamento de David.​

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Seitenzahl: 96

Veröffentlichungsjahr: 2010

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Pedro Calderón de la Barca

Los cabellos de Absalón

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: Los cabellos de Absalón.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-1126-275-0.

ISBN rústica: 978-84-9816-447-3.

ISBN ebook: 978-84-9953-310-0.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 51

Jornada tercera 89

Libros a la carta 145

Brevísima presentación

La vida

Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-Madrid, 1681). España.

Su padre era noble y escribano en el consejo de hacienda del rey. Se educó en el colegio imperial de los jesuitas y más tarde entró en las universidades de Alcalá y Salamanca, aunque no se sabe si llegó a graduarse.

Tuvo una juventud turbulenta. Incluso se le acusa de la muerte de algunos de sus enemigos. En 1621 se negó a ser sacerdote, y poco después, en 1623, empezó a escribir y estrenar obras de teatro. Escribió más de ciento veinte, otra docena larga en colaboración y alrededor de setenta autos sacramentales. Sus primeros estrenos fueron en corrales.

Lope de Vega elogió sus obras, pero en 1629 dejaron de ser amigos tras un extraño incidente: un hermano de Calderón fue agredido y, éste al perseguir al atacante, entró en un convento donde vivía como monja la hija de Lope. Nadie sabe qué pasó.

Entre 1635 y 1637, Calderón de la Barca fue nombrado caballero de la Orden de Santiago. Por entonces publicó veinticuatro comedias en dos volúmenes y La vida es sueño (1636), su obra más célebre. En la década siguiente vivió en Cataluña y, entre 1640 y 1642, combatió con las tropas castellanas. Sin embargo, su salud se quebrantó y abandonó la vida militar. Entre 1647 y 1649 la muerte de la reina y después la del príncipe heredero provocaron el cierre de los teatros, por lo que Calderón tuvo que limitarse a escribir autos sacramentales.

Calderón murió mientras trabajaba en una comedia dedicada a la reina María Luisa, mujer de Carlos II el Hechizado. Su hermano José, hombre pendenciero, fue uno de sus editores más fieles.

Personajes

Salomón

El reyDavid

Joab

Absalón

Adonías

Amón

Jonadab

Tamar

Aquitofel

Eliazar

Semey

Ensay

Pastores

Jornada primera

(Tocan cajas, sale David por una puerta, y por la otra Absalón, Salomón, Tamar y Aquitofel.)

Salomón Vuelva felicemente,

de laurel coronada la alta frente,

el campeón israelita,

azote del sacrílego moabita.

Adonías Ciña su blanca nieve 5

de la rama inmortal círculo breve,

[el] defensor de Dios y su ley pía,

horror de la gentil idolatría.

Absalón Himnos la fama cante

con labio de metal, voz de diamante, 10

de Jehová al real caudillo,

de Filistín al trágico cuchillo.

Tamar Hoy de Jerusalén las hijas bellas,

coronadas de flores y de estrellas,

entonen otra vez con mayor gloria 15

del Goliat segundo la victoria.

David Queridas prendas mías,

báculos vivos de mis luengos días,

dadme todos los brazos.

(Abraza David primero a Salomón, después a Absalón, después a Adonías y a Tamar.)

Renuévese mi edad entre los lazos 20

de dichas tan amadas,

¡Ay dulces prendas, por mí bien halladas!

Adonías valiente,

llega, llega otra vez. Y tú, prudente

Salomón, otra vez toca mi pecho, 25

en amorosas lágrimas deshecho.

Bellísimo Absalón, vuelve mil veces

a repetirme el gusto que me ofreces

en tan alegre día.

Y tú no te retires, Tamar mía 30

que he dejado el postrero

tu abrazo, ¡ay mi Tamar!, porque no quiero

que el corazón en gloria tan precisa,

viendo que otro le espera, me dé prisa.

A Rabatá, murada y guarnecida 35

ciudad del fiero Amón, dejo vencida,

sus muros excelentes

demolidos, sus torres eminentes

deshechas y postradas,

y sus calles en púrpura bañadas: 40

gracias primeramente

al gran Dios de Israel, luego al valiente

Joab, general mío,

de cuyo esfuerzo mis aplausos fío.

Joab Honras, señor, tu hechura. 45

Aquitofel (Aparte.) ¡Infelice el que sirve sin ventura,

pues habiendo yo sido leal soldado,

no fui de una razón galardonado!

David Mas con haber tenido

tan singular victoria, no lo ha sido 50

sino el volver a veros;

si bien tantos contentos lisonjeros

confunden su alegría,

considerando que el felice día

que vengo victorioso, 55

que entro por el alcázar suntuoso

de Sión, que salís con ansias tales

todos a recibirme a sus umbrales,

en ocasión tan alta,

Amón no más de entre vosotros falta; 60

Amón, mi hijo mayor y mi heredero,

a quien como mayor estimo y quiero.

¿Qué es la causa, Adonías,

de que él no aumente las venturas mías?

Adonías Yo, señor, no sé nada 65

David Salomón, una pena imaginada

es más que acontecida.

¿Qué ha sucedido a Amón? Di, por tu vida.

Salomón Absalón lo dirá: yo no he sabido

que pueda haberle nada sucedido. 70

Absalón Ni yo lo sé tampoco.

David En vuestra suspensión mis penas toco.

Tamar, ¿qué hay de tu hermano?

Tamar A mí, señor, pregúntasmelo en vano;

que, en mi cuarto encerrada, 75

vivo aún de los acasos ignorada.

David ¿No hay quien de Amón me diga?

Aquitofel Sí, señor. Criado soy, amor me obliga

a que nada te calle,

aunque razones el discurso halle 80

para no dar avisos de una pena,

a cuyo fin se excusan todos; llena

de otra razón el alma,

no quiero recatarte aquesta calma,

porque a ignorado mal no se da medio, 85

y sabido, se trata del remedio.

Amón, tu hijo, señor, ha muchos días

que ha dado en padecer melancolías

y tristezas tan fuertes,

que por no ser capaz de muchas muertes, 90

enfado de la luz del Sol recibe,

con que entre sombras vive,

y aún está sin abrir una ventana,

ni ver la luz hermosa y soberana.

Tanto Amón se aborrece, 95

que el natural sustento no apetece:

ningún médico quiere

que le entre a ver; y, en fin, Amón se muere

de una grave tristeza,

pensión que trae la Naturaleza. 100

David Aunque nazca la nueva que me has dado

de lealtad, te la hubiera perdonado,

Aquitofel, porque es tan mal contento

el disgusto, el pesar, el sentimiento,

que lo mismo que quiso 105

saber, oyendo tan pesado aviso,

saberlo no quisiera,

porque lo supo ya; que es de manera

desconversable el mal de un afligido,

que ignorado y sabido, 110

da siempre igual cuidado:

pues siempre es mal, sabido o ignorado.

Entrar, ¡ay Dios!, a descansar no quiero

en mi cuarto primero

que en el de Amón: venid todos conmigo. 115

Ingrato soy, Señor, ingrato, digo,

al grande favor vuestro:

bien en mis sentimientos hoy lo muestro,

pues cuatro hijos que veo

con salud, no divierten mi deseo 120

tanto como le aflige y atormenta

uno sin ella. ¡Oh ingrata y descontenta

condición que tenemos

los humanos, haciendo siempre extremos!

Absalón Este es de Amón el cuarto; ya has llegado 125

más del afecto que del pie guiado.

David Abrid aquesta puerta.

Joab Ya, señor, está abierta

y al resplandor escaso que por ella

nos comunica la mayor estrella, 130

al príncipe se mira,

sentado en una silla.

(Corriendo una cortina, se descubre Amón sentado en una silla arrimada a un bufete, y de la otra parte estabará Jonadab.)

Tamar ¿A quién no admira

verle tan divertido

en sus penas, que aún no nos ha sentido?

David ¡Amón!

Amón ¿Quién me llama?

David Yo. 135

Amón ¡Señor!, pues ¿tú aquí?

David ¿Tan poco

gusto te deben mis dichas,

mi amor y afecto tan corto,

que no llegas a mis brazos?

Pues yo, aunque tú riguroso 140

me recibas, llegaré,

hijo, a los tuyos. Pues ¿cómo,

empezando en mí el cariño,

aún no obra en ti el alborozo?

¿Qué tienes, Amón? ¿Qué es esto? 145

Que aunque tus tristezas oigo,

pensé que al verme templaras

de su violencia el enojo.

¿Aún parabién no me das,

cuando vuelvo victorioso 150

a Jerusalén? ¿Mis triunfos

aún no vencen tus enojos?

Un príncipe que heredero

es de Israel, cuyo heroico

valor resistir debiera 155

constante, osado y brioso

los ceños de la fortuna

y del hado los oprobios,

¿tanto a una pasión se rinde,

tanto a una pena que absorto, 160

confuso, triste, afligido,

no les permite a sus ojos

la luz del día, negando

la entrada a sus rayos de oro?

¿Qué es esto, Amón? Si de causa 165

nace tu pena, no ignoro

que podré vencerla yo:

tuyo es mi imperio todo,

dispón de a tu albedrío,

desde un polo al otro polo. 170

Y si de no nace causa

conocida, sino solo

de la natural pensión

deste nuestro humano polvo,

aliéntate; imperio tiene 175

el hombre sobre sí propio,

y los esfuerzos humanos,

llamado uno, vienen todos.

No te rindas a ti mismo,

no te avasalles medroso 180

a tu misma condición:

mira que el pesar es monstruo

que come vidas humanas

alimentadas del ocio.

Sal deste cuarto, o pues vienen 185

a él tus hermanos todos

hoy conmigo, habla con ellos.

Llegad, pues, llegad vosotros,

ya que las ternezas mías

pueden con Amón tan poco. 190

Adonías Príncipe...

Absalón Hermano...

Salomón Señor...

Tamar Amón...

Amón (Aparte.) A esta voz respondo

Tamar ¿Qué tienes?

Salomón ¿Qué sientes?

Absalón ¿Qué

te aflige?

Adonías ¿Qué te da asombro?

David ¿Qué apeteces?

Todos ¿Qué deseas? 195

Amón Solo que me dejéis solo.

David Si en eso no más estriban

tus deseos rigurosos,

vamos de aquí.

(Aparte.) (Por volver

a hablarle a solas, lo otorgo; 200

que quizá no se declara

por estar delante todos.)

(Alto.) Venid. Ya solo te quedas.

¡Ay infeliz, qué de gozos,

qué de gustos, qué de dichas 205

desazona un pesar solo!

(Vase.)

Joab ¡Qué extraña melancolía!

(Vase.)

Aquitofel ¡Qué silencio tan impropio!

(Vase.)

Adonías ¡Qué violencia tan cruel!

(Vase.)

Salomón ¡Qué afecto tan poderoso! 210

(Vase.)

Tamar Saben los cielos, Amón,

cuánto tus tristezas lloro.

Absalón Yo, no.

Tamar Absalón, ¿eso dices?

Absalón Sí, que es heredero heroico

de David; y si él se muere, 215

quedo yo más cerca al solio;

que a quien aspira a reinar

cada hermano es un estorbo.

Tamar Aunque su muerte sintiera,

me holgara verte en su trono; 220

que, en efecto, tú y yo hermanos

de padre y de madre somos.

(Vanse y quedan solos Amón y Jonadab.)

Amón Jonadab, ¿fuéronse ya?

Jonadab Sí, señor, unos tras otros,

como suelen los dineros 225

de quien gasta poco a poco,

que piensa que no hace mella

ahora un real y luego otro;

y cuando menos se cata,

halla el talego más gordo 230

hecho esqueleto de anjeo.

Amón Pues salte fuera tú y todo.

Jonadab ¿Ya te olvidas de que tu

valido soy?

Amón No lo ignoro,

que eres tú solo quien tiene 235

licencia entre mis dudosos

discursos para asistirme;

pero quiero quedar solo.

Jonadab Yo lo haré de buena gana;

que no es rato muy gustoso 240

el de un amo, cuando está

saturnino e hipocondrio;

pero antes que me vaya,

he de preguntarte: ¿cómo

a tu padre y tus hermanos 245

respondiste de aquel modo?

¿Es posible que ninguno

merezca de tus penosos

males saber la ocasión?

Amón No. Si yo propio a mí propio 250

me la pudiera negar,

la negara, cuando noto

que yo mismo de mí mismo

me avergüenzo si la nombro.

Es tal, que aun de mi silencio 255

vivo tal vez temeroso,

porque me han dicho que saben

con silencio hablar los ojos.

Tan en lo más retirado

del pecho la causa pongo 260

de mi pena, que tal vez

al corazón se la escondió,

porque el corazón no pueda,

sobresaltado al asombro

de reconocerla, dar 265

un golpe más recio que otro.