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El libro "Los caminos del General Lavalle. Luces y sombras de un granadero", se trata de una breve obra de divulgación histórica, que cuenta los distintos momentos que viviera el General Lavalle desde su juventud hasta su muerte. En ella, el autor trata de reconstruir lo que pudiera haber pensado, sentido o querido el General en cada una de sus acciones más relevantes, por medio de un ejercicio de empatía con el personaje, y de una interpretación de las fuentes y el contexto de su época. Su vida al igual que un camino, se cubrirá con las luces de la gloria ganada en renombradas gestas heroicas, como así también de sombras por las miserias de la condición humana en el transcurso de varias guerras. Así y todo, su legado forma parte del ser argentino, al igual que el de muchos otros cuyos nombres figuran en el panteón nacional, o simplemente yacen en el anonimato de un olvido ingrato.
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Seitenzahl: 124
Veröffentlichungsjahr: 2018
Vega, Cristian Ariel
Los caminos del General Lavalle : luces y sombras de un granadero / Cristian Ariel Vega. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2018.
100 p. ; 20 x 14 cm.
ISBN 978-987-761-565-4
1. Novelas Históricas. I. Título.
CDD A863
Editorial Autores de Argentina
www.autoresdeargentina.com
Mail: [email protected]
Diseño de portada: Justo Echeverría
Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723
Impreso en Argentina – Printed in Argentina
“Dedicado a todos los hombres de la Patria que se
esforzaron para que tengamos un país libre y
digno, y lo hicieran con grandes aciertos o
errores, con grandes brillos o sombras ,
pero siempre con la convicción
honesta de que servían así
mejor a su pueblo”
Datos referidos al autor
Cristian Ariel Vega, es profesor de Ciencia Política e Historia, egresado del Instituto Superior Populorum Progressio INTELA y del IFD N° 5 “José Eugenio Tello” respectivamente; y profesor en la Enseñanza de Ciencias Jurídicas y Políticas, egresado de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Jujuy (UNJu).
Es autor de una obra literaria – pedagógica dirigida a promover valores en los adolescentes, denominada: “Sentir y Pensar la Vida. Una forma artística y filosófica de enseñar valores”; publicada en 2013.
Es autor de un “Manual de Orientación Vocacional-Profesional y de Metodología del Estudio”, publicada en 2013.
Es autor de un libro titulado: “Cómo fortalecer la autoridad docente desde el apoyo escolar. La disciplina escolar como una estrategia de aprendizaje y contención”; publicado en el año 2014.
Es autor de una obra de divulgación histórica llamada “Los últimos días de otoños. Una historia de amor y dolor durante la guerra de independencia; publicada en el año 2014.
Es autor de una obra de divulgación histórica llamada “Historias del NOA. Siglos de lucha y resistencia”; publicada en el año 2015.
AGRADECIMIENTOS
A mi familia querida de siempre (Domingo, Nélida, Sonia, Favio, Alicia, Roque, Rubén, Celipto y mi retoño Gabriel Alejandro).
Al Colegio Santa Teresita, casa de la que egresé y ahora tengo el honor de enseñar en ella.
A mi amigo Julio Alarcón, por tanto apoyo en los momentos profesionales importantes.
A mi amiga Roxana Tolaba, por el apoyo que me diera y el ejemplo que me da a cada momento.
Al profesor Manuel Omar Armas, por su trabajo como docente y divulgador de la historia.
PRÓLOGO
La presente obra fue escrita con el deseo de recuperar en parte la historia como un relato, es decir, como el resultado de un arte o una práctica verbal o escrita, la cual se proponía simplemente a contar los hechos del pasado; y que luego sirviera de antecedente al nacimiento de la historiografía. En este caso, el autor pretende contar la historia del Gral. Juan Galo Lavalle, recurriendo a diversas fuentes para darle cierta veracidad al relato, pero también recurriendo a la imaginación de cómo podrían haber sido los personajes, poniendo en sus palabras formas de pensar que se desprenden de la empatía histórica hacia ellos, o de la interpretación del contexto según aquéllas fuentes. Este relato no reconoce filiación con ninguna de las vertientes de la historiografía argentina, sino que las utiliza en su propósito de contar la vida del prócer; por esta razón, sería inadecuado que la obra fuera juzgada desde alguna posición teórica. Por último, el autor desea tanto emocional como intelectualmente, que los lectores sean capaces de ejercer cierta empatía con los personajes, porque con ello podrán darle vida y sentido a todas sus acciones, al menos en la creencia de de lo que pudieran imaginar.
173 –“… porque siempre te han gustado las riñas,
luchas y peleas. Si es grande tu fuerza,
un dios te la dio…” (Verso referido a
Aquiles – Canto I, La Ilíada)
CAPÍTULO 1
Nacido para pelear
Juan Galo de Lavalle nacería un 17 de octubre de 1797 en Buenos Aires. Era el quinto hijo de Manuel José de La Valle y Cortés, y María Mercedes González Bordallo. Su padre descendía directamente de Hernán Cortés, conquistador de México, y era por entonces en época de la colonia, contador general de las Rentas y el Tabaco del Virreinato del Río de la Plata. Por un tiempo su familia se trasladó a Santiago de Chile por funciones de su padre, pero regresaron a Buenos Aires en 1807. Juan que desde niño había amamantado la gloria épica de su antepasado remoto, siempre quiso para sí lo mismo, y soñaba con la gloria de la victoria en batalla; y no quiso ser parte de los negocios que llevaba su padre, ni menos ser súbdito de su Rey. De muy temprano adheriría al entusiasmo de un pueblo o generación de jóvenes criollos, que anhelaban ser libres de todo yugo colonial, y de una metrópoli incapaz de defender su propio territorio, con un rey prisionero del emperador Napoleón1. Fue así que a los catorce años, decidió pedir permiso para enlistarse en el Regimiento de Granaderos que el Teniente Coronel José de San Martín recién estaba formando, a disgusto de su propio padre, que varios reparos tenía para hacerle al respecto.
Padre: hijo mío, no puedo aceptar con gran beneplácito el permiso que me pides de unirte a ese San Martín. Él y otros de los suyos derrocaron al Triunvirato2, el cual me diera trabajo por intermedio de nuestro benefactor Bernardino Rivadavia3.
Juan: son tiempos de guerra padre, y es mi oportunidad para mostrar mi valía, y levantar la posición de la familia.
Padre: yo tenía pensado otros planes para ti hijo querido, una carrera en administración o en leyes te sería próspera aquí o en otro lugar del reino.
Juan: padre porque me hablas de reino, si yo no quiero pertenecer a ninguno que exista, ni obedecer a ningún rey. Yo entiendo que su mente y su corazón aún sean leales en silencio a Don Fernando, y que aborreces en lo profundo de tu ser esta delirante revolución criolla. Lo entiendo, pero yo soy joven mi señor, y una nueva nación está naciendo conmigo. Los hombres somos hijos de nuestros tiempos, y tú padre, eres hijo de un tiempo que aquí en América ya no existe, y todavía súbdito de un rey inexistente
Padre: ¡Callate!, no te atrevas a hablarme así de nuevo, ya verás que el presente no es solo de los jóvenes, y que el futuro no pertenece a nadie. ¡Ve y pelea tu revolución!, conquista América, desconoce a mi rey, pero nunca hijo, ¡nunca!, le seas desleal a la patria que eliges. Tú ya la elegiste por lo visto, yo la mía la tengo desde que nací.
Juan: que sea así padre, y perdóneme, no quise reprocharle la lealtad que le tiene a su patria; la admiro y la respeto de veras, y ojalá sea igual a usted de leal si la vida me permite.
Padre: lo entendiste bien parece, yo no trabajo para estos revolucionarios dejando a un lado mi lealtad como quizás creíste; solo la enmudecí, para poder vivir en paz y sostener a la familia.
Juan: lo sé padre, discúlpeme por el arrojo en mis palabras, yo lo respeto y respetaré por siempre. Lo que pasa es que tengo un fuego intenso en lo que siento, en lo que digo, y en lo que hago, que no logro dominarlo aún.
Padre: aprende a dominarlo hijo querido, eso es lo que más temo de ti. Llevas en tu sangre el ímpetu temerario de un gran conquistador; lo creas o no, las peores desgracias que tuvieron ellos, es que alguna vez se dejaron arrastrar por ese fuego incontrolable. ¿Lo entiendes?
Juan: lo entiendo padre, lo intentaré se lo juro.
Y diciendo esto Juan abrazó fuertemente a su padre, y a este se le cayó una lágrima al ver que su hijo ya era todo un hombre, a pesar de su corta edad, porque lo primero que hace un hombre, es decidir por sí mismo su propio futuro.
Juan pidió su alta como cadete, y fue aceptado en agosto de 1812. Desde temprano se destacó por su disciplina en las rigurosas prácticas impuestas por el Teniente Coronel, y pronto sería muy tenido en cuenta por éste. Sin embargo, no fue elegido para ser parte en el bautismo de fuego de los Granaderos a Caballo en la Batalla de San Lorenzo, el 3 de febrero de 1813, aunque sí fue ascendido a teniente en el mismo año. Su primera experiencia en las armas, recién la tendría en la Toma de Montevideo, en el año 1814. Artigas, el caudillo uruguayo que se negaría a ser parte en aquella toma, sería declarado “fuera de la ley y enemigo de la patria” por un decreto del Directorio4. Sin embargo, sería Carlos María de Alvear quien ocuparía finalmente Montevideo, y firmaría un pacto con Artigas por el cual se anularía aquél decreto, entre otras condiciones a observar. Pero dicho pacto no sería respetado, y Alvear encomendaría entonces al Coronel Dorrego a enfrentarse con las tropas del caudillo oriental en la batalla de Guayabos, el 10 de enero de 1815. Bajo las órdenes del coronel Dorrego, se pondría el joven teniente Juan Lavalle, quien sería testigo de la dura derrota sufrida en dicha batalla, y que atribuiría a Dorrego la culpa de todo, llamándole “loco” por lo sucedido allí en ese combate5.
El 1ro de agosto 1816, el flamante Director Supremo Pueyrredón, designaría a San Martín como General en Jefe del Ejército de los Andes. Al poco tiempo, Lavalle recibiría la orden de unirse al mismo a la brevedad. Allí en Cuyo, Juan conocería a su futura esposa, María de los Dolores Correas, una bella joven mendocina perteneciente a una ilustre familia local. La conoció en uno de los varios convites que hiciera en esos tiempos la joven señora Remedios de Escala, esposa de San Martín, durante su estadía en la ciudad de Mendoza. Sin duda, ambos jóvenes se impresionarían mutuamente a la primera mirada que se hicieron, ella por su largos cabellos negros, fisonomía delicada y dulzura en el trato6; y él por ser un joven de buen porte, rubio y con ojos azules.
Durante el Cruce de los Andes, iniciado el 9 de enero de 1817, que se hizo con el fin de liberar al país hermano de Chile del yugo español, Lavalle iría a la vanguardia de las tropas bajo las órdenes del brigadier Estanislao Soler. Juan tendría una destacada actuación en Achupallas, el 4 de febrero de 1817, donde con una patrulla de granaderos vencería a fuerzas realistas que intentaron impedir el avance de las tropas libertadoras. Tras la gran victoria de Chacabuco, fue ascendido a capitán, y tomaría parte como jefe de guerrilla en el asalto de Talcahuano7; aunque fue testigo también de la inesperada derrota en Cancha Rayada, como así luego de la gran victoria en Maipú. Después siguió a San Martín en su expedición libertadora hacia el Perú, y se incorporaría a la columna del Gral. Arenales en la campaña de la Sierra, en donde se lograría el triunfo de Pasco. Luego Lavalle por disposición de San Martín, combatiría bajo las órdenes del Gral. Sucre (subalterno del General Bolívar) en la campaña en el Ecuador, sobresaliendo en las batallas de Riobamba y Pichincha; sobre todo en la primera, en donde descollaría por su audacia y valor, al cargar exitosamente dos veces con su tropa de caballería de noventa y seis granaderos, contra tres cuerpos de caballería realista de ciento veinte hombres cada una, a las cuales dispersaría, hasta que se protegieron tras su infantería. Posteriormente recibiría los honores del Gobierno del Perú, y un brazalete que tenía escrita la siguiente leyenda que decía: “El Perú a los vencedores de Riobamba”8. Sin embargo, Lavalle no se llevaría bien con el General Bolívar, y se cuenta que en algún momento, se cruzarían palabras tensas como estas:
Bolívar: brindemos señores por la victoria de Colombia en el suelo de Pichincha, y por que pronto su pabellón flamee victorioso en el Perú, en el Alto Perú, y por qué no también en las Provincias del Río de la Plata.
Lavalle: salud por las victorias de Colombia y Perú en las batallas de Riobamba y Pichincha, y por la colaboración del General San Martín a su par el General Bolívar en esta noble empresa. Además, le digo al Generalísimo, que no hará falta que el pabellón de Colombia flamee en suelo argentino, ya que nos declaramos libres en1810.
Bolívar en ese instante bebió de su copa el vino servido, sin dejar de mirar los ojos orgullosos de ese argentino que le replicaba sin pelos en
Lavalle sería parte de la expedición libertadora a Chile y Perú con el Gral. San Martín. Después de la batalla de Chacabuco, ascendería a capitán.
la lengua, a tal punto, que se sintió como que quedara mal parado en el brindis anterior, y no quiso quedarse sin la última palabra, así que se le acercó por un costado a Lavalle, y dijo susurrándole al oído:
Bolívar: por atrevimientos menores a estos, no tembló mi voz para castigar a mis oficiales. “Estoy habituado a fusilar generales insubordinados”9.
Lavalle sin perder la compostura, le respondió del mismo modo: le recuerdo señor que soy subalterno del General San Martín, y estoy seguro que esos generales que fusiló antes, no tenían una espada como la mía.
Bolívar se sonreiría secamente, y se alejaría de Juan con un cierto grado de reconocimiento de saber que tuvo un contrapunto con un valiente, y no con un atrevido nomás.
Luego de cumplir Lavalle servicio como granadero en el exterior, regresaría al país con el grado de Coronel, pasando por Cuyo en 1823, donde se comprometería con la bellísima María de los Dolores Correa. De allí marcharía hacia Buenos Aires, y al año siguiente, por fin desposaría a su querida prometida en la ciudad de Mendoza, para volverse con ella otra vez a Buenos Aires, en donde se le designaría como jefe del Cuarto Regimiento de Infantería, cuya orden era ocupar la frontera sur del río Salado, como punto de avanzada y de defensa contra los indígenas. Allí prestaría servicio junto al Cnel. Juan Manuel de Rosas10 y al ingeniero Felipe Senillosa, en la misión de delimitar la frontera del territorio provincial. El primero ya era un conocido de su familia, y de cuya madre Agustina López de Osornio, Lavalle se amamantara cuando era un recién nacido. Según dijera Lucio V. Mansilla, sobrino de Juan Manuel de Rosas “Todos los Rosas tomaron leche del seno de una Lavalle, fecundísima como su amiga predilecta Agustina, y todos los Lavalle del seno de ésta”11
En 1825 la Banda Oriental se había declarado como parte de las Provincias Unidas del Río de la Plata12, y esto cayó malamente al Emperador del Brasil, quien siempre pretendió anexar ese territorio para su Imperio, y esto le llevó a declararle la guerra a la Argentina, creyendo que con sus vastos recursos, podría doblegar la voluntad de una nación que por sí misma había logrado su libertad. Lavalle sería llamado a incorporarse a las tropas que irían a pelear contra el Imperio, bajo el mando otra vez del Gral. Alvear. Allí se reunirían casi todos los héroes de la guerra de independencia, como alguna vez lo hicieran los héroes aqueos, cuando se congregaran para luchar bajo los muros de Troya. Otra vez nuestros héroes, lucharían en nombre de la libertad.
1España sería invadida por Napoleón Bonaparte