Los fundamentos del libro y la edición - Michael Bhaskar - E-Book

Los fundamentos del libro y la edición E-Book

Michael Bhaskar

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Nunca en la historia ha existido un momento más importante para la creación y la transmisión de conocimiento. Por un lado, las tecnologías de la comunicación posibilitan transformaciones antes inimaginables, que el mundo del libro y la edición aprovechan para hacer lo que mejor saben: situarse a la cabeza de las innovaciones. Por otro lado, jamás ha habido una proliferación equiparable de estudios y análisis sobre la edición y el libro en todas sus formas, lo que nos permite reflexionar sobre el modo en que se produce esta revolución para la que no existen precedentes. Esta obra es el mejor ejemplo de dicha reflexión. Desde distintos puntos de vista, desde diversas disciplinas y con la mayor riqueza y capacidad de disección se explica qué hacen los hoy editores, qué valor supone su actividad, y cuál es la dimensión cultural y social que hace que el mundo del libro y la edición tenga un perfil propio y una capacidad real de esclarecer y transformar la realidad en que vivimos. Los fundamentos del libro y la edición es una obra colaborativa de académicos y representantes de la industria editorial y librera, que aborda cuestiones urgentes como las complejidades de la industria, los desafíos de la lectura y la educación, los mercados globales y las grandes diferencias regionales, la propiedad intelectual y los derechos de autor, la responsabilidad social de las editoriales o las relaciones de la industria de la edición con otros medios de comunicación y entretenimiento, y las siempre cambiantes tecnologías. Los libros nunca están solos. Forman parte de colecciones, conviven en los estantes de las librerías y bibliotecas, y conversan con otras obras a través de sus lectores y lectoras. En este caso, Los fundamentos del libro y la edición está en buena compañía: la colección Tipos Móviles es el entorno natural para que este volumen dialogue con otros textos que también hablan de libros, editores y librerías.

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Los fundamentos del libro y la edición

manual para este siglo xxi

Angus Phillips & Michael Bhaskar [eds.]

Traducción de Íñigo García Ureta

 

 

Índice

Un Manual para tener a mano

Carlos A. Scolari

Capítulo 1. Introducción Michael Bhaskar y Angus Phillips

Publishing

El lugar del libro

El entorno de la información

El estudio de la edición

Estructura

Conclusión

Parte I. La edición en su contexto

Capítulo 2. Historia de la edición Alistair McCleery

Introducción

La historia ortodoxa de la edición

Una historia editorial de la industria editorial

Fin

Capítulo 3. Autoría Simone Murray

Construcciones de la autoría en la cultura impresa

Variedades de la autoría digital

Desafíos digitales para el concepto de autor

Realidades contemporáneas de la autoría

Conclusión

Capítulo 4. Lectura Adriaan van der Weel

Estadísticas de lectura

Aprender de la investigación sobre la lectura

Cultivar lectores

Consideraciones culturales

versus

imperativos económicos

Capítulo 5. Derechos de autor y edición Mira T. Sundara Rajan

Introducción

Derechos de autor: una historia extremadamente breve

Los derechos de autor en la era digital: un paradigma transformado

Conclusión

Capítulo 6. Edición y sociedad Elizabeth le Roux

Diversidad

Nacionalismo y redes internacionales

Control gubernamental y censura

Determinismo comercial y digital

Capítulo 7. Edición y cultura John Oakes

Capítulo 8. Publicación e información Martin Paul Eve

Datos, información, conocimiento y verdad

Publicación, información y era digital

Trabajo digital, autoridad digital y publicación de información

Información y publicación de datos

Capítulo 9. Redes Carlos A. Scolari

El auge de las redes

Las nuevas textualidades

Nuevos actores, nuevos procesos

Vienen los bárbaros

Capítulo 10. Edición y responsabilidad social corporativa Angus Phillips

Trabajar con las partes interesadas

Los libros y el medio ambiente

La diversidad y el comercio del libro

Ayudar a las comunidades

El ciudadano corporativo

Parte II. Las dinámicas de la edición

Capítulo 11. Economía de la edición Albert N. Greco

Principales teorías económicas

Teoría económica aplicada

El crecimiento de la tecnología y el ascenso de las máquinas

Conclusión

Capítulo 12. Estrategias en la industria editorial Albert N. Greco

El desarrollo de las teorías estratégicas

Drucker: «El hombre que inventó la gestión empresarial»

El impacto de las teorías estratégicas

Conclusión

Capítulo 13. Industria editorial y globalización Miha Kovač y Rüdiger Wischenbart

Valores globales y locales

Editoriales, lectores y mercados mundiales del libro

Abundancia de títulos

Bibliotecas, ¿un sector que crece o desaparece?

Disminución de las tiradas y del volumen de negocio por título

Ventas de libros en los seis principales mercados

Ventas de libros en la Unión Europea

Cambios en el modelo tradicional de edición

Nuevo(s) ecosistema(s) del libro

La influencia de los

best-sellers

en la transformación de los modelos de edición

Antiguas y nuevas élites del libro

Nuevos modelos, nuevos enfrentamientos

Capítulo 14. Edición y curación de contenidos Michael Bhaskar

Más allá del filtrado

Los modelos y el paradigma curatorial

Factores endógenos

Factores exógenos

En la práctica

Más allá de la editorial

Conclusiones

Capítulo 15. Edición comercial John B. Thompson

La transformación del campo de la edición comercial

El valor de los autores-marca

Novedades

versus

fondo

El papel del marketing y la comunicación

Desafíos y oportunidades de la revolución digital

Capítulo 16. Edición académica Samantha J. Rayner

Orígenes de la edición académica

Acceso abierto

¿Qué es un libro académico?

Editoriales universitarias

Editoriales académicas comerciales

Revisión por pares

El libro

híbrido

Revistas académicas

La edición de libros de texto universitarios

Conclusiones

Capítulo 17. Edición educativa Miha Kovač y Mojca J. Šebart

Introducción

Fundamentos

Procedimientos de aprobación

La disrupción digital, ¿es real?

Conclusión

Parte III. La edición en la práctica

Capítulo 18. Estructuras organizativas en la industria del libro Frania Hall

Introducción

Antecedentes históricos y estructuras emergentes

Estructuras organizativas y la aparición de la cadena de valor

Estructuras actuales en la edición

Características estructurales de la edición en el contexto de las industrias creativas en general

Organizaciones, tecnología y cambio

Estructuras heredadas y repensar la cadena de valor

Estructuras tradicionales de gestión y organizaciones flexibles

Diversidad, habilidades y reestructuración en torno a nuevos roles

Del producto al servicio

Del

In-house

al

Project-based

La innovación y las organizaciones

Lean

Estructuras de colaboración

Cambio constante

Capítulo 19. Diseño editorial Paul Luna

La marca: diseño de arriba abajo

Encuadernación, sobrecubiertas y cubiertas

Tecnología: limitaciones y oportunidades

Géneros

de diseño

Libro electrónico: ¿avance o retroceso?

Habilidades de diseño para el futuro

Capítulo 20. Edición y tecnología John W. Maxwell

¿Es la edición alta tecnología?

Inventos e innovaciones

Producción masiva de la escritura

Aldo Manuzio: de imprimir a editar

Mecanización y economías de escala

Industrialización: mejor, más rápido, más barato

De la mecanización de los tipos a la digitalización de la palabra

Composición tipográfica por ordenador

El paradigma digital

Digital ascendente y descendente

Wysiwyg, lo que ves es lo que obtienes

¿Un libro electrónico?

Capítulo 21. Edición y marketing Alison Baverstock

Introducción

Formalización del marketing en la edición

Cómo definir el marketing en el sector editorial

Resistencia de la industria editorial al marketing

Generalización del marketing en la industria editorial

Conclusiones

Capítulo 22. Derechos de autor Lynette Owen

¿Por qué vender derechos?

Historia del negocio de los derechos

¿Quién debería encargarse de la venta de derechos?

Inclusión de material de terceros protegido por derechos de autor

Tipos de derechos

Licencias para productos no impresos

Autorizaciones

Licencias colectivas

Conclusión

Capítulo 23. Bibliotecas Alex Holzman y Sarah Kalikman Lippincott

Bibliotecas y conservación de contenidos

Bibliotecas como creadoras de contenido

Conclusión

Capítulo 24. Librerías Niels Peter Thomas

Productos y modelos de negocio del libro

El comercio del libro

Panorama

Coda

Capítulo 25. El futuro de la edición Michael Bhaskar y Angus Phillips

Introducción

Regreso al futuro de la edición

Experimentos mentales

Los autores famosos se autopublican

La inteligencia artificial escribe libros según tus gustos

Los libros desaparecen

A su disposición

Traducciones bajo demanda

Los libros electrónicos son gratis, los libros impresos cuestan cinco veces más

La muerte de las librerías físicas: todos los libros se compran por internet

El resurgir de lo analógico

Conclusión

Referencias

Autores

Notas

Créditos

 

Un Manual para tener a mano

Carlos A. Scolari

Siempre sentí un gran respeto por esos grandes libros recopilatorios que publican las editoriales universitarias o académicas anglosajonas. Si bien el nombre handbook se traduce como «manual», no estoy hablando de los textos digeridos por uno o dos autores que resumen y presentan de manera sintética una disciplina o campo de estudio, sino de las recopilaciones que, desde diferentes puntos de vista y experiencias, mapean un territorio. ¿Por qué respeto? Porque son libros que implican muchas horas de trabajo a sus coordinadores –la complejidad de un libro colectivo es directamente proporcional a la cantidad de autores que participan– y grandes costes de producción a las editoriales. Son pocas las que se animan a asumir el riesgo y tirarse a una piscina donde cada vez hay menos agua. Lo repito: gran respeto.

Lo interesante de esta tradición académica anglosajona –que hunde sus raíces en el mundo clásico, gozó de éxito en el medioevo y tuvo su momento de gloria en las misceláneas barrocas– es que reúne tanto textos científicos como aportes realizados por profesionales. Esta promiscuidad reduce la distancia que a menudo separa las aulas de las oficinas, la universidad de la industria, la investigación de la producción y la creación.

Cuando Michael Bhaskar me invitó a participar en The Oxford Handbook of Publishing que estaba editando junto a Angus Phillips, no lo dudé ni un segundo. Conocía a Michael como lector de su imprescindible La máquina de contenido. Hacia una teoría de la edición desde la imprenta hasta la red digital (2014), una de las mejores reflexiones sobre las mutaciones del mundo editorial. Tres años más tarde publicaría Curaduría. El poder de la selección en un mundo de excesos, otro texto indispensable para comprender esas mutaciones. Michael es una rara avis: es un joven emprendedor del mundo editorial digital que conoce en detalle la evolución del objeto creado por Johannes Gutenberg hace más de 500 años. Cuando en 2015 organizamos un taller para «pensar la librería del futuro» en el contexto del Salone del Libro de Torino (Italia), Michael era el primero de nuestra lista de invitados. Su experiencia en ambos mundos, el analógico y el digital, fue fundamental para alimentar las conversaciones. Fueron días muy intensos, donde se discutieron muchas propuestas y se crearon dos prototipos para acelerar el rediseño de la «interfaz-librería».

Conociendo mi interés por la evolución mediática y la emergencia de los «nuevos» medios digitales, Michael y Angus me propusieron escribir sobre los cambios en el mundo de la edición desde la aparición de la World Wide Web. El capítulo se articula alrededor de un concepto –network– y pasa revista a los cambios en la materia textual (del texto al hipertexto), en la distribución (de publicar a compartir) y en la autoría (del autor a la producción colaborativa). Tuve que trabajar bastante y apelar a mi mayor capacidad de síntesis para contar en pocas páginas los 10.000 días que cambiaron el mundo de la edición (y algo más). El libro consta de 25 capítulos incluyendo la introducción y conclusiones de los coordinadores. En ellos se abordan temas fundamentales para la industria de la edición, desde los derechos de autor hasta las transformaciones del marketing o del diseño de libros. Si tuviera que subtitular este volumen, no dudaría en escribir: «Todo lo que usted siempre quiso saber sobre la edición y nunca se atrevió a preguntar». Esta es la principal función de este libro: responder a las preguntas más candentes sobre lo que está pasando en el mundo de la edición.

El hecho de ser el único autor iberoamericano de este volumen merece un párrafo. Si bien el debate sobre la «desoccidentalización» de las ciencias sociales es relativamente reciente, cada vez más las recopilaciones de este tipo suelen incluir autores y autoras de otros continentes. La incorporación de otras voces será un proceso lento, que llevará su tiempo, pero permitirá expandir la conversación con la incorporación de nuevas experiencias y visiones. Mientras esperamos ese momento, podemos imaginar un volumen complementario en clave iberoamericana, un Handbook of Ibero-American Publishing. En castellano, por supuesto. ¿Algún valiente se anima a tirarse a la piscina?

Los libros nunca están solos. Forman parte de colecciones, conviven en los estantes de las librerías y bibliotecas, y conversan con otras obras a través de sus lectores y lectoras. En este caso, el Manual está en muy buena compañía: la colección Tipos móviles de Trama editorial es el entorno natural para que el texto coordinado por Bhaskar y Phillips dialogue con otros textos que también hablan de libros, editores, imprentas y librerías. El lector o lectora que quiera saber más sobre el mundo de la edición y se atreva a preguntar, encontrará muchas respuestas en esa colección.

Buena lectura.

CAPÍTULO 1

Introducción

Michael Bhaskar y Angus Phillips

El mundo editorial es diferente. Así, es uno de los pocos grupos de industrias –aunque increíblemente significativo– que puede remontarse milenios atrás, y que al mismo tiempo se ha modernizado de forma extraordinaria y siempre ha abrazado el cambio. La banca o la moda pueden ser otros ejemplos. Pero, al menos en las economías desarrolladas, la mayoría trabajamos en oficios que hace cinco siglos habrían sido inimaginables. Esto no sucede en el caso de la edición.

A finales del siglo xv y principios del xvi, la edición era, en cierto modo, un universo diferente. Desde el punto de vista cultural, tecnológico y económico el contraste no podría ser más evidente. Sin embargo, los lazos comunes son igualmente llamativos. Aunque eran editores avant la lettre, adelantados a su tiempo, las imprentas de Venecia, Nuremberg, París o Amberes guardan asombrosas similitudes con las editoriales de hoy. También tenían que buscar y adquirir contenidos. Tenían que comprar papel y gestionar las instalaciones. La producción, la distribución, el diseño de textos y libros, los complejos flujos de trabajo y los calendarios, las ferias del libro en Frankfurt, los autores difíciles, la presión constante sobre el capital circulante, la dificultad a la hora de calcular la tirada correcta, las relaciones con librerías y distribuidores, el riesgo al mismo tiempo financiero, cultural y legal, todo ello define a la empresa editorial de entonces y de ahora.

El modelo económico fundamental no ha cambiado mucho: uno produce o facilita la producción de libros –entendidos como un códice físico o una arquitectura de información específica– que luego se venden por encima del precio de coste. Cuanto más se puedan producir y vender, más se reduce el costo unitario, lo que da lugar a un doble éxito: los libros que venden muchos ejemplares no solo brindan un retorno lineal por las ventas, sino que también disminuyen el costo unitario de producción. De igual manera, el problema central de la industria del libro es consistente: para cualquier libro, en cualquier momento dado, el grupo de lectores es pequeño, menor de lo que esperan los autores o editores, y también difícil de alcanzar. En la actualidad la tirada media de una monografía académica se mide en cientos de ejemplares, menos de lo que gestionaron en su día los grandes editores de los siglos xv y xvi. Parece ser que la explosión demográfica y económica y varias revoluciones tecnológicas no han conseguido resolver este problema.

En muchos sentidos, este aspecto histórico de la industria del libro sigue estando muy presente. La edición inglesa del libro que tienes en las manos ha sido publicada por una institución que data de 1586, aunque la Universidad de Oxford ya estaba involucrada en la edición de libros desde un siglo antes. La oficina de la Oxford University Press situada en Great Clarendon Street se creó en 1830. Los delegados a cargo de la imprenta se reunían en una casa aún más antigua, el edificio Clarendon en Broad Street, de 1715. Las imprentas físicas funcionaban en el sótano del adyacente teatro Sheldonian, el primer gran edificio del arquitecto Christopher Wren. Aunque nos apartemos de instituciones prósperas y venerables como la Oxford University Press, la industria editorial sigue estando en la actualidad preocupada por la mancha de tinta sobre el papel, el clamor de la imprenta, los acuerdos que se cierran con viejos amigos durante el almuerzo. El gran editor veneciano Aldo Manuzio tenía como emblema un delfín entrelazado alrededor de un ancla: hoy, esta misma imagen se utiliza como el colofón de Doubleday, un sello de Penguin Random House, el mayor grupo editorial del mundo.

Y, sin embargo, por mucho que esta semblanza del mundo editorial, con su caballerosidad y sus oficinas atestadas de libros, con sus embrollos y sus chaquetas de tweed, su ritmo pausado, su mirada nostálgica y su aire entusiasta esté basada en la verdad, lo cierto es que también resulta irremediablemente errónea. Porque Oxford University Press es una institución antigua y al mismo tiempo moderna: es una corporación multinacional con una vasta gama de productos impresos y digitales, que opera desde Malasia hasta México y que mueve un volumen de negocio que supera los mil millones de dólares (Oxford University Press, 2017). Muchos de sus títulos más famosos, como el Oxford English Dictionary o el Dictionary of National Biography tienen más de digital que de producto impreso. Al leer estas líneas uno puede estar sosteniendo un libro físico, pero es igual de probable que esté mirando una pantalla. Y, como observó Robbins (2017), durante el período de 1970 a 2004 «Oxford University Press mantuvo y mejoró su posición como la mayor editorial universitaria del mundo», pero su historia no es «de un avance inexorable hacia la comodidad. La naturaleza de su negocio y el mundo siempre cambiante en el que ha operado hacen que esta caracterización parezca inverosímil» (pp. 689-90).

En realidad, la industria del libro nunca ha mirado atrás. Tiene una larga tradición, sin duda, pero es una tradición de innovación radical, algo que continúa con fuerza en la actualidad. Los editores llevan mucho tiempo en la primera línea del cambio. Lideraron la primera tecnología industrial: la imprenta, ese crisol de la producción en serie estandarizada que define la condición moderna. Con esto también fueron pioneros en los flujos de trabajo industrial, la compleja división del trabajo en oficios cualificados y semicualificados que trabajan en tándem en torno a las máquinas y en intrincadas cadenas de suministro y departamentos. Al mismo tiempo, es en las imprentas donde encontramos algunos de los primeros brotes de sindicatos y organizaciones sindicales. Los editores impulsaron la creación de la propiedad intelectual, el ingrediente vital de la economía del conocimiento que predomina en la actualidad. Desde muy temprano adoptaron el vapor y revolucionaron en más de una ocasión la venta minorista, plantándose en tiendas de todo tipo y creando regalos de Navidad que se convirtieron en elementos esenciales de la temporada festiva.

La invención de los derechos de autor y la propiedad intelectual debe mucho al mundo del libro. La primera ley de derechos de autor, el Estatuto de la Reina Ana, data de 1709 y otorga al autor la propiedad sobre los derechos de su obra: «Una Ley para el enriquecimiento en el aprendizaje, al otorgar la protección a los ejemplares de libros impresos, a los autores o a los compradores de dichas copias durante la vigencia mencionada en la misma». El principio que subyace al concepto de propiedad intelectual es el de fomentar la creatividad y la innovación, permitiendo que quienes tienen esos derechos obtengan una compensación por su trabajo.

Más recientemente, la adopción del ISBN fue señal de que comenzaba una nueva era de eficiencia. Observar un moderno almacén editorial como el de las nuevas instalaciones de Hachette en Didcot, Reino Unido, es ser testigo de una vertiginosa danza de contenedores, robots y pórticos automatizados. Como veremos, la relación de las editoriales con el gigante tecnológico Amazon es compleja, así como también es innegable y apropiado reconocer que los libros han tenido un papel fundamental en el establecimiento del comercio electrónico. La persona más rica del mundo, Jeff Bezos, fundó su negocio en una industria con una vertiginosa multitud de líneas de productos que nunca hubiera podido abarcar una tienda física. Y, por supuesto, fueron los editores quienes suscitaron semejante transformación intelectual y cultural. Ya sea la Reforma protestante o la revolución científica; el Romanticismo, el Modernismo o el comunismo; los Principios matemáticos de la Filosofía Natural de Newton o el Libro Rojo de Mao; la Biblia del Rey Jacobo o La cabaña del Tío Tom, la palabra impresa ha definido la historia, o al menos tanto como cualquier otra fuerza. Y detrás de esos cambios han estado siempre las personas y organizaciones que hicieron posibles estos textos: los editores.

La interacción entre historia y modernidad, entre tradición e innovación; la emoción de trabajar en las fronteras del pensamiento y la cultura; la incesante capacidad de arrimar el hombro para, tal vez, cambiar la realidad: todo eso hace que el mundo editorial sea diferente.

Publishing

Cabe aclarar una cosa desde el inicio: ¿qué entendemos por publicar? Como sucede con muchas ideas, cuantas más vueltas se le da a la pregunta, más complicada se vuelve. Sin embargo, en esencia, nuestro objetivo es muy simple. Al hablar de «editar», «publicar» y «mundo editorial», este volumen tiende a significar en términos generales «la publicación de libros», haciéndose eco del uso coloquial y la comprensión habitual del término.

En inglés, publishing no describe una sola industria, sino un sinfín de industrias. Por ejemplo, en la industria de la música publishing denota una actividad específica en consonancia con el trabajo central de las compañías discográficas. Los publishers de música son básicamente agencias de concesión de licencias y de recaudación de ingresos en nombre de los artistas y de los titulares de los derechos musicales. Por lo general, recaudan ingresos de los usos subsidiarios de la música y no se ocupan tanto de la grabación, producción y difusión como de las diversas características de la propiedad intelectual que la rodea. La estructura de la industria hace que las compañías discográficas se dediquen a lo que en el mundo del libro se conoce como «publicar», mientras que el publishing en la industria de la música tiene su correspondencia en la del libro entre los departamentos de derechos de las editoriales y las agencias especializadas (como es el caso de las agencias literarias). Si uno charla con un ejecutivo musical sobre publishing, verá que este maneja un concepto muy distinto del que usan los autores –y los editores– de este volumen.

O pensemos en la industria de los videojuegos, una industria con unos ingresos mundiales de más de 100.000 millones de dólares (Batchelor, 2018). En algunos aspectos, esto se acerca más a la publicación de libros, pues por lo general el publisher asume convertirse en el inversor primario de una obra determinada, así como ser el responsable de su distribución y explotación comercial. Pero en el mundo de los videojuegos los publishers tienen relaciones ligeramente diferentes con los creadores de la obra publicada: trabajan con estudios de desarrollo que pueden pertenecer a la misma empresa, a menudo formada por una plantilla de cientos o miles de personas, o que pueden ser empresas independientes que conceden licencias de propiedad intelectual al publisher o que el publisher le ha encargado el trabajo. Ninguno de estos dos modelos es ajeno a la publicación de libros. Las editoriales educativas pueden producir internamente cantidades significativas de material, e incluso una editorial infantil comercial como Usborne hace lo mismo. Editores de toda índole suelen encargar obras, en lugar de esperar pasivamente a que lleguen. Y, sin embargo, cuando pensamos en empresas como King, Ubisoft o Electronic Arts, vemos que la mayoría de la gente no las considera publishers o editores en el mismo sentido en que ven a grupos editoriales como Gallimard, Bonnier o Planeta.

El entorno de periódicos y revistas se hace eco de la estructura del mundo de los videojuegos en la medida en que, dentro de una editorial determinada, hay un equipo que por lo general se hace responsable de las funciones comerciales (publishing), mientras que otro equipo (editorial) se encarga por separado del contenido. Aunque por lo general el equipo editorial es también un departamento concreto, lo cierto es que dentro de la industria del libro no se encuentra esta división entre publishing y editorial. Más bien podemos decir que toda la organización se dedica al publishing, en lugar de hacer que esta sea función de un área específica de la empresa. De hecho, una manera de entender el significado de publishing sería considerarlo simplemente como una propiedad inherente a las organizaciones editoriales en su conjunto.

Si los libros son una parte de la ecuación, hay que construir otro elemento que encapsula este fenómeno destacado. En el mundo editorial, los publishers, los editores, no son solo creadores de libros; de hecho, la producción real, ya sea en papel o en formato electrónico, no suele tener lugar dentro de la empresa editorial. Los publishers tratan, a cierto nivel y de diversas maneras, de hacer llegar los libros al público. Los publican: esto es, los hacen públicos. Hacen libros, sí; pero los hacen con un propósito, para los lectores. Como ha comentado en otro lugar uno de los coordinadores de este libro, aunque la idea de «hacer público» es lo suficientemente común como para dar a entender el significado de «publicar», sigue siendo demasiado confusa. En su lugar, el término preferido es «amplificación»: llevar los libros a más lectores a los que hubieran llegado de otro modo. Sea cual sea la terminología que utilicemos, no podemos afirmar que los editores se limitan a producir libros sin más. Los editores no producen un solo ejemplar de un libro para guardarlo bajo llave. Eso sería fabricar libros, no publicarlos. Si bien los editores suelen preocuparse por maximizar su público lector, en última instancia dicho público lector debe existir previamente para que constituya una publicación.

Tenemos aquí, pues, una comprensión práctica de la «edición»: hacer libros y hacerlos públicos, amplificarlos, encontrar y construir una red de lectores para ellos, con todo lo que esto implica.

El mundo del libro es una entidad plural y variada, no solo una industria. Es más bien un conjunto de industrias con otras industrias dentro de las industrias. Comparar la publicación de libros con otras formas de publishing es útil para centrar el debate, pero a su vez plantea una nueva pregunta: ¿qué es un libro? En una época en la que las bases fundamentales de los libros –que en algunos sentidos se mantuvieron estables durante siglos– están evolucionando con rapidez, la naturaleza de la edición de libros también cambia con ellas, lo cual no es sorprendente.

El lugar del libro

Si la edición significa publicar libros, entonces las editoriales (y los editores de este libro) tienen un problema. Como veremos más adelante, las noticias sobre la muerte del libro resultan exageradas. Los libros han demostrado ser un medio notablemente atractivo, útil y resistente. Sin embargo, esto no quiere decir que no estemos viviendo un momento decisivo para el libro, que no solo repercute en lo que es la edición de libros y cómo funciona, sino en el hecho de que la precariedad incipiente del libro está, en algunos sentidos, impulsada por los mismos editores.

El asunto del lugar que ocupa el libro en la industria editorial y en la sociedad en general funciona a muchos niveles. Durante siglos, en lo que hoy denominamos Occidente, el libro dominó el paisaje intelectual y cultural, y lo hizo de forma rotunda. Si uno quería almacenar y difundir conocimientos o ideas, si deseaba contar una historia al mayor número posible de personas, si buscaba respaldar un argumento significativo, ya fuera religioso, político o personal; si quería alcanzar la fama o lograr reconocimiento, entonces escribir y publicar un libro era probablemente su mejor opción. El edificio de aprendizaje y cultura que se erigió desde la Edad Media hasta el siglo xx tenía como sustento esencial la imprenta. A este papel de estructural importancia sistémica en la sociedad Adriaan van der Weel (2011) lo ha denominado The Order of the Book (La Orden del Libro).

Aunque el lugar del editor en las sociedades altamente estratificadas siempre tuvo algo de ambiguo (a medio camino entre el príncipe mercader y el sucio comerciante callejero; un igual para los gigantes intelectuales, pero también su adulador sirviente; tan capitalista como esteta), al final los editores llegaron a tener un estatus significativo en las capitales metropolitanas de Europa y América. Al leer las memorias y biografías de grandes editores de principios del siglo xx –profesionales como Allen Lane o Jonathan Cape– no solo somos testigos de los típicos altibajos de la vida editorial, sino también de que eran personajes famosos de aquella época, personajes que aparecían en las columnas de cotilleos y dominaban la escena social de su tiempo. Los editores eran gente importante: influencers, expertos, prestigiosos, el alma de la fiesta en la cúspide de sus respectivos países.

Aquella edad de oro se acabó. Como veremos, los editores todavía conservan una significativa influencia, pero los «ecos de sociedad», en general, han seguido adelante sin ellos. Y cada vez hay más interrogantes sobre la Orden del Libro –ese sistema de letras, impulsado y gobernado por los editores– y sobre su supervivencia. El asalto, si uno quiere mostrarse del todo sincero, ha sido incesante e implacable. Desde finales del siglo xix en adelante, las sucesivas innovaciones tecnológicas han dado lugar a nuevos medios de comunicación, que han competido con el libro como elementos funcionales del ecosistema general de la comunicación y el entretenimiento, y lo han hecho a un coste posiblemente más bajo. Ya sea la radio, la televisión o los medios electrónicos –entre otros–, los libros ya no son ni los únicos ni incluso los más poderosos mecanismos de comunicación para un público amplio. Para ocupar aquellos espacios que alguna vez estuvieron habitados por el libro, han surgido nuevas empresas y entidades mediáticas y otras formas de entretenimiento, ya sean la BBC o Netflix, las tertulias radiofónicas o el juego online con multijugadores.

Esto no es necesariamente algo negativo. Después de todo, en muchos sentidos, si no en la mayoría, esos nuevos medios representan avances: en el ámbito de la tecnología, del nivel de vida, de opciones a nuestra disposición. Según la ley homónima de Wolfgang Riepl (un editor de periódicos), los nuevos medios no destruyen a sus predecesores más antiguos. En vez de eso, los supeditan al colocarse ellos en la parte superior, creando un entorno nuevo, expandido, más complejo y de múltiples capas. Las editoriales producen ahora más que nunca, tanto si se mide por el volumen de negocio o por el número de productos. En este ecosistema ampliado, siguen siendo una fuente de nuevas ideas y una garantía de calidad, incluso cuando se mueven entre otros actores que, con un control de la información más difuso y menos margen para la experimentación, pierden contacto con estas funciones.

Lo que sí ha cambiado es el papel relativo del libro. Tal y como señaló el académico Striphas (2009), han pasado casi cien años desde que la gente empezara a comprar estanterías falsas. No querían libros reales, sino solo la pátina del aprendizaje, el capital cultural asociado a ellos. Striphas supo ver cómo, en este entorno más competitivo, el papel del libro estaba cambiando; cómo el papel de los libros, tal vez incluso el del texto, se estaba convirtiendo, en algunas áreas, en algo más ornamental que estructural. En la actualidad este proceso sigue adelante. Si bien se podría argumentar que en Estados Unidos la creación de las grandes superficies –con sus sofás, cafés y eventos– supuso un concepto pionero a la hora de inculcar la idea de que ir de compras era toda una experiencia, lo cierto es que hoy la librería aporta un capital simbólico. En China, por ejemplo, entre los muchos nuevos centros comerciales construidos en las últimas décadas, los propietarios ofrecen a las librerías tarifas preferenciales. En realidad, no son económicamente viables ni los clientes las utilizan con asiduidad, pero a los propietarios les gusta la idea de tenerlas: hacen que ir de compras parezca algo más respetable. Para sobrevivir, en muchos países las librerías necesitan vender una gama mucho más amplia de productos: juguetes, juegos, artículos de papelería, tazas... Algunos gobiernos brindan apoyo financiero a librerías independientes. Los periódicos han ido reduciendo de forma lenta pero segura las secciones dedicadas a las reseñas de libros; de no ser por el estatus continuo del que gozan los libros, este proceso se habría completado hace tiempo. En muchas disciplinas, los libros ya no son el pilar central de la carrera académica, publicar un artículo en una revista es hoy la nueva divisa. En cambio, los libros suelen ser ahora algo así como la vuelta de honor para las superestrellas titulares de una cátedra al final de su carrera, un modo de resumir sus hallazgos previamente publicados en otros lugares. Con capítulos de libros y artículos de revistas mezclados en todo tipo de bases de datos, ¿sabremos siquiera que estamos leyendo el contenido de un libro? Hemos visto una lenta deriva cultural que viene alterando el significado de los libros e incluso, gracias al ubicuo poder de la imagen, de las ventajas del texto escrito. Aquellos editores cuyo activo sea ambas cosas (libros y texto) sin duda se verán afectados por dicha deriva. Los editores siempre han tratado con significantes, pero ahora sus mismos activos se han convertido no solo en un oficio, sino también en un significante.

Aunque tal vez incluyan también una breve alusión a 50 sombras de Grey, nuestras conversaciones de pasillo sobre cultura popular tienen más probabilidades de abordar el último drama de Netflix o la serie negra escandinava. Si bien comparar el uso temporal de diferentes medios de comunicación es una ciencia inexacta, las estimaciones sugieren que, aunque el tiempo de lectura por placer sigue siendo significativo, ha perdido terreno de forma consistente con respecto a otras formas de entretenimiento. Y nada intensifica más esta tendencia que el hecho de que los lectores más ardientes estén reunidos en los grupos de edades más avanzadas. Así, si bien dos tercios de los adultos británicos leen por placer, solo el 46,8 por ciento habría comprado una novela en los últimos 12 meses (Department for Culture, Media and Sort, 2015). Mientras tanto, Ofcom, el regulador de medios del Gobierno británico, afirma que la gente invierte ocho horas y 41 minutos al día en consultar sus dispositivos electrónicos, más tiempo del que pasa dormida (J. Miller, 2014). A diario, los espectadores británicos ven unas cuatro horas de televisión, mientras que los estadounidenses ven un promedio de más de cinco horas de televisión al día (Kafka, 2016).

La mayoría de las editoriales nunca han sido simplemente productoras de libros. Desde siempre, el de producción ha sido un departamento entre otros muchos; en sentido estricto, ni el de marketing ni incluso el departamento editorial están involucrados en la «producción». Además, por volver a nuestro ejemplo anterior, Oxford University Press no solo produce libros, sino que también produce revistas, material didáctico, recursos de investigación o de aprendizaje, tanto en formato físico como electrónico. De hecho, las mayores editoriales a nivel mundial no son editoriales de libros convencionales. Empresas como Pearson y RELX, con valoraciones bursátiles multimillonarias e ingresos similares, producen cada vez menos «libros»: la mayor parte de su producción no es en forma de libro, y una proporción cada vez mayor es electrónica.

No deja de ser curioso que sean precisamente estas compañías las más interesadas en deshacerse de la etiqueta de empresas editoriales. En vez de eso, quieren definirse como empresas de tecnología de la información. Por muy valiosas que sean, sus valoraciones bursátiles palidecen en comparación con las crecientes capitalizaciones de mercado de los gigantes de Silicon Valley. Que, después de todo, son también plataformas, empresas que comercian con propiedad intelectual, manipulando datos, símbolos, sistemas e información. La diferencia es que los inversores tienen mucha más paciencia con las empresas tecnológicas. De ahí que estas grandes empresas editoriales quieran ser vistas como Big Tech y no como Big Text. A pesar de la percepción pública, que sigue asociándolo con cierta resistencia al cambio y algunas guerras internas, la realidad es que la mayor parte de la industria editorial ha saltado sin pensárselo al entorno digital. Los editores, tanto como cualquiera, impulsaron la adopción de libros electrónicos o materiales educativos online. Y, sin embargo, a pesar de las pautas dictadas por los ejecutivos senior para que se evite la palabra a toda costa, siguen siendo editores. La mayoría de los jóvenes recién graduados que entran a trabajar en una empresa editorial internacional siguen pensando que trabajan en el sector editorial y no en el de la prestación de servicios educativos, aunque su literatura corporativa rece exactamente lo contrario. Y a pesar de haberse alejado de los libros, los elementos centrales de la edición, esa función clave de intermediación, siguen estando presentes de manera poderosa y clara.

Estamos hablando, pues, de editores de libros. Pero los libros se encuentran en una encrucijada y el editorial es un mundo compuesto en gran medida por entidades que solo pueden entenderse de forma vaga como «editores de libros», si es que lo son. Como siempre, el de la edición (con su parte de industria, de práctica y de fundamento social) es un mundo proteico, contradictorio y complejo.

El entorno de la información

Según Cope y Phillips (2006), existe otra forma más amplia de pensar sobre libros, artículos de revistas o «contenido», que consiste en entender cada uno de ellos no como un producto o un texto dado, sino como tipos específicos de «arquitectura de la información». Tanto si tendemos a pensar en los editores ya como productores (de libros u otros medios de comunicación textuales) ya como proveedores de servicios (para autores o lectores), aquí aparece algo diferente: ahora son arquitectos de la información a un alto nivel cuyos edificios son «construidos» por los autores. Y si combinamos esto con la noción de «hacer público», entonces tal vez podamos ver un camino a seguir: los editores diseñan y sostienen varias arquitecturas de información, que producen y «hacen públicas» de diversas formas. Lo hacen tanto prestando un servicio, como en calidad de creadores y vendedores de productos.

Este concepto de información –es decir, todo el material que forma parte de lo que publican los editores– plantea otro punto crítico sobre el mundo editorial: es extremadamente importante para cualquier sociedad. A pesar del cambiante y ambiguo lugar del libro, la edición, como idea, sigue siendo de suma importancia. La edición es uno de los conductos principales a través de los cuales se difunden la información, el conocimiento y la cultura. Y, al hacerlo, tiene un papel decisivo a la hora de regular cómo vivimos, qué creemos, qué podemos saber, cuándo y cómo, o qué historias nos definen. Se difunde a través de nuestros sistemas educativos, establece límites en la vanguardia de la investigación, es el registro definitivo de nuestras civilizaciones. La edición de libros es al mismo tiempo el espejo de la sociedad y aquello que la moldea. Si alguien se pregunta alguna vez por qué vale la pena estudiar en detalle el mundo de la edición, aquí está la respuesta: porque la edición, ya sea en sus formas antiguas de la scriptoria de los monasterios medievales o en la actualidad, con sus filas de servidores y sus centros de desarrollo de plataformas web, es el medio crítico para crear y reproducir constantemente nuestro entorno de información. Sin la edición, una sociedad, como colectivo, carece de voz.

Vale la pena extenderse un segundo en explicar esto. Por ejemplo, la educación se considera generalmente como una de las ofertas clave del Estado. En general, los gobiernos establecen los planes de estudio, o al menos los supervisan. Aun así, ya se hable de educación pública o privada, son las editoriales educativas las que se encargan de transformar este trabajo de alto nivel en resultados concretos, es decir libros de texto y materiales didácticos. Los editores deben interpretar y suministrar de la mejor manera posible el material educativo que se les entrega, pero esto suele dejar un margen de maniobra considerable. Una multitud de decisiones editoriales, de diseño, de producción, de ventas y de marketing, a menudo pequeñas, condicionarán el contenido de diversas maneras, y de una forma muy sutil (y no tan sutil) fijarán y darán forma a la educación de generaciones enteras; en el mundo de hoy esto significa que los editores tienen un papel activo en la educación de prácticamente todos los habitantes del planeta. Cuando pensamos en compañías poderosas tendemos a ver bancos multinacionales, grandes empresas de energía, grandes farmacéuticas, tecnológicas... y seguramente pensamos menos en editoriales educativas. Y, sin embargo, en la formación cotidiana de los jóvenes de todo el mundo, las editoriales educativas tienen probablemente tanta influencia como cualquiera, pues sus manos sujetan el timón del futuro.

Del mismo modo, la novela es un género que de forma constante se pone en duda. Pero no debemos olvidar que una novela es, en el fondo, una historia, y es con seguridad la arquitectura narrativa más arquetípica de la actualidad. Y las historias son fundamentales para la humanidad. A nivel evolutivo, la capacidad de componer los eventos en secuencias susceptibles de ser explicadas y ordenadas ha sido un aspecto clave de nuestro desarrollo como especie. Los elementos básicos de la vida social humana, la comunicación, la cooperación y las normas compartidas surgieron a través del poder de las historias (Kluger, 2017). Aquellos que contaban historias ganaron estatus, popularidad, socios e influencia dentro de jerarquías incipientes y comunidades cerradas: algo necesario para asegurar su futuro y el de sus hijos (Gottschall, 2012). Desde entonces han sido las historias, desde Gilgamesh hasta el Rey Arturo, las que definen a los países. Historias orales como la Ilíada y la Odisea continúan resonando miles de años después de sus primeras narraciones. En la actualidad, los editores están, como cualquier industria y probablemente más que ninguna otra, en la primera línea de nutrir y sostener el arte de la narración de historias. Los libros siguen siendo la fuente de nuevas historias y el lugar al que van los viejos para renovarse. Si bien el cine, la televisión y los videojuegos son probablemente mucho más importantes en la carrera por la cuota de mercado, lo cierto es que todos ellos dependen de un modo u otro de la autoría y la publicación de libros. Una vez más, debido a su papel central en el entorno de las comunicaciones, la edición de libros cumple un papel fundamental en una actividad humana esencial.

Cuando pensamos en la vanguardia de la investigación, pensamos en un sistema organizado de escrutinio y cuestionamiento. La revolución científica de los siglos xvi y xvii se basaba en la premisa de un nuevo modo de abordar la verificación empírica y la falsificación: el conocimiento no debía ser aceptado de buenas a primeras, sino puesto a prueba. Aquí es donde la nueva industria editorial también iba a resultar de vital importancia, y lo sigue siendo en nuestros días. Los métodos y resultados debían hacerse públicos y compartirse con científicos de igual a igual. Así se podían recrear los experimentos y cuestionar todos los aspectos de lo sucedido. La clave de este sistema de conocimiento era precisamente su mismo carácter público. La apertura a la observación crítica de todos los sectores es esencial para el proceso continuo de acumulación de conocimientos. La publicación en abierto y la peer review (la revisión por pares) sigue siendo hasta el día de hoy el estándar de oro del conocimiento. Hasta que algo no se publica oficialmente, no se considera que ha entrado en el léxico de lo conocido. Hasta que no está allí, en una página o en la pantalla, para que sus pares lo critiquen y analicen, aún no ha quedado probado. La edición, entonces, tiene un papel epistemológico extraordinario, único y subestimado como árbitro de la verdad; como árbitro en el gran e interminable juego de lo que se puede afirmar que es conocido. Queda por ver si este papel continuará en la forma de las editoriales actuales, o si evolucionará hasta convertirse en algo nuevo, o si existirá ubicándose en algún lugar entre ambas opciones. Pero mientras exista el compromiso de respaldar un conjunto de valores científicos que prioricen la transparencia y la difusión, la edición tendrá un papel.

No se trata de realizar un estudio exhaustivo de cómo la edición interactúa de manera crucial con el entorno de la información en general. Pero sí de indicar algo que resulta significativo. Podemos pensar en la edición como un conjunto de empresas y prácticas, y así es. Detrás de esto, sin embargo, hay algo más significativo y duradero que sobrevive a las vicisitudes de un mercado en constante cambio en el que las empresas van y vienen (incluso en un sector como este, donde las empresas perviven durante siglos). Esta es la profunda función estructuradora que tiene en el mundo la edición, como concepto, una función que viene desempeñando durante mucho tiempo de diversas formas. Incluso si se cuestiona la Orden del Libro, la Orden de la Edición sigue en pie. Aunque, así como esa función no va a desaparecer, sí puede estar cambiando más rápido que nunca.

El estudio de la edición

La edición de libros ha sido estudiada bajo una serie de disciplinas, y se imparte como materia en las escuelas de medios de comunicación, literatura, sociología, negocios, ciencias de la información y biblioteconomía. Los investigadores de la historia del libro han examinado todos los períodos de la historia del libro y de la edición. Uno de los objetivos del presente volumen es presentar el estudio de la edición como una nueva e importante área de investigación y enseñanza, al tiempo que se sigue recurriendo a las áreas afines mencionadas anteriormente. Hemos tratado de reunir a destacados estudiosos internacionales del tema para presentar una imagen completa de las ideas y enfoques que conforman el campo de los estudios editoriales.

El rápido aumento del número de programas de enseñanza de la edición, desde el nivel de pregrado hasta el de doctorado y postdoctorado, refleja el interés de la industria por adquirir una mayor profesionalización y requiere una nueva forma de pensar para mantenerse al día con los cambios que se vienen produciendo en el ámbito de la edición: desde la digitalización hasta la globalización. Se han adaptado o aplicado teorías de otras disciplinas con el objeto de brindar nuevas ideas para explicar qué es lo que hacen los editores y cómo pueden añadir valor a este mundo afectado por el contenido gratis y la autopublicación. Nos alegra que este libro ofrezca una visión de conjunto: aúna distintos enfoques de diferentes disciplinas para brindar nuevas aproximaciones.

Con este volumen el estudio de la edición llega a la mayoría de edad. Hay quienes opinan que quien pretenda estudiar la edición debería limitarse a los aspectos comerciales de la industria y, como tal, dejar de lado otros aspectos. Y sí, eso importa cuando uno se centra únicamente en una industria, pero también es preciso subrayar el talante cultural y las dimensiones informativas y sociales que hacen que la edición de libros sea una actividad única. El hecho de que muchos gobiernos deseen controlar a las editoriales y a los editores, como todavía sucede en muchas partes del mundo, sirve para poner de relieve la valiosa (y potencialmente desafiante) contribución que la industria del libro aporta a toda sociedad próspera.

Este libro ofrece una exploración completa e integradora de la investigación académica y el pensamiento contemporáneo, con contribuciones tanto de profesionales de la industria como de académicos de renombre internacional de distintos campos afines, además del editorial. Se divide en tres secciones distintas («contexto», «dinámica» y «práctica») y abarca temas que van desde los derechos de autor hasta la responsabilidad social corporativa. Los colaboradores brindan una serie de puntos de vista sobre el desarrollo de la industria en un contexto de globalización de los mercados, evolución de las estrategias y cambios tecnológicos. También revelan la importancia continua de la edición y el valor añadido que aportan los editores, ya sea a través de la selección, el diseño o el conocimiento del mercado.

Hoy el mundo editorial es una de las principales áreas de estudio, con numerosos programas de licenciatura y postgrado a ambos lados del Atlántico, así como una presencia significativa en países como China, Corea del Sur, Países Bajos, Alemania, los países bálticos, los Balcanes, Argentina, Australia, Sudáfrica y Nigeria (Simon Fraser University Library, 2018). Desde un número cada vez mayor de monografías influyentes y a menudo interdisciplinarias, hasta artículos académicos en revistas como Publishing Research Quarterly y Logos, y en conferencias como SHARP o By the Book, la investigación sobre la industria del libro ha ganado en volumen y en calidad, y este libro ha sido diseñado para situar la edición de libros dentro de su contexto teórico y empresarial, y ofrecer al mismo tiempo una impagable perspectiva multidimensional. El mundo del libro también atrae comentarios en la industria y en los medios de comunicación tradicionales, y las numerosas conferencias, blogs y artículos de prensa evidencian cómo existe un apetito insaciable del sector por información sobre cómo lo digital, en particular, está alterando el panorama editorial. Desde la muerte del libro impreso hasta la muerte del libro electrónico, los principales medios de comunicación siguen fascinados por la evolución de la industria editorial.

Los temas de los capítulos y los autores se han seleccionado cuidadosamente para que este volumen llegue al mayor público posible y tenga un impacto significativo: para que sea de utilidad tanto para quienes estudian edición en el entorno universitario, como para aquellos profesionales interesados en estar al día de la vanguardia de su sector y disciplina. Cada capítulo resume el estado actual de las cosas, citando con profusión a autores, publicaciones e ideas relevantes. Allá donde resulta apropiado, aporta una visión del contexto histórico, así como datos empíricos para ayudar a mapear el territorio. El lector encontrará análisis, principios, temas clave y el contexto esencial. Al analizar los sectores de mercado o áreas particulares, se tiene en cuenta la estructura general y la dinámica a seguir. También se resaltan las preguntas clave y las áreas de investigación para el futuro.

Estructura

Esta obra se divide en tres secciones principales: «contexto», «dinámica» y «práctica». En la primera parte se analizan las influencias fundamentales en el mundo de la edición, y los lazos entre este y nuestra sociedad y cultura.

 

Contexto: El capítulo de Alistair McCleery aborda la naturaleza de la historia de la edición y, de forma implícita, cuán atrás se extiende en el tiempo. Explora la esencia de la industria del libro y persigue una definición de lo que significa «publicar» para brindarnos una visión más elástica que no reduzca la historia de la edición a algo amorfo. Para ello, examina críticamente a los «grandes hombres» que encarnan la propia visión histórica que la industria del libro tiene de sí misma –algo que se demuestra en sus múltiples apelaciones al pasado– antes de efectuar un ejercicio de «ingeniería inversa», tomando la historia de HarperCollins como un ejemplo representativo de la industria contemporánea.

Simone Murray defiende que no es inevitable que los libros se asignen a autores individuales. Esto, que el asunto de la autoría parezca tan poco problemático, se debe más bien a un proceso de desarrollo de los derechos de autor que ha durado siglos y a la dominación de una forma particular de teoría jurídico-estética en Europa occidental. Puesto que hoy en día la comunicación digital facilita la autopublicación, posibilita que los textos circulen anónimamente y proporciona plataformas globales para que los escritores lean, critiquen, editen y reescriban los trabajos de otros; los puntales intelectuales que garantizaban un sistema de fijación textual gracias a la impresión, el formato estandarizado y el control autoral individualizado están desapareciendo de la cultura del libro.

Los libros necesitan lectores. Con el tiempo la lectura se convirtió en una habilidad necesaria para acceder a la cultura y al conocimiento. Sin embargo, no es una actividad que los seres humanos encuentren sencilla y las pantallas ofrecen muchas otras alternativas comunicativas que compiten entre sí. Adriaan van der Weel sugiere que la industria del libro tiene mucho que aprender de esta nueva percepción del papel históricamente contingente de la lectura en sociedad. Y así como el estatus y el prestigio de la lectura dependen de decisiones conscientes y de esfuerzos continuos que la hagan relevante, así, en un mundo dominado por la pantalla, la lectura exige un esfuerzo consciente, y más constancia de la que uno quisiera. La existencia continuada del lector como cliente fiable de la industria del libro es hoy más incierta que nunca.

No sería exagerado afirmar que los derechos de autor son la base sobre la que se ha construido todo el edificio de la edición moderna. Sin embargo, los derechos de autor, tal como los conocemos, están en transición. Dada la estrecha relación entre los derechos de autor y la edición, las repercusiones del panorama actual del copyright en la industria del libro no podrían ser más fundamentales ni de mayor alcance. Para bien o para mal, la transformación de la legislación actual sobre derechos de autor en el entorno electrónico determinará el futuro de la edición. Mira T. Sundara Rajan se pregunta si la destrucción del concepto de derechos de autor, tal como lo conocemos, es inevitable, o si la perspectiva de un mundo sin derechos de autor es absurda.

En su capítulo sobre edición y sociedad, Elizabeth le Roux reflexiona sobre las diferentes formas que ha adoptado la industria del libro en sociedades distintas. La demografía de las diferentes sociedades influye en qué se publica y quién controla el proceso de edición; por lo tanto, procede hablar de cuestiones de género, raza, clase social y diversidad. La publicación de un libro controvertido puede poner de relieve las fracturas de las identidades sociales en las diferentes sociedades, sobre todo si toca temas como la religión, el nacionalismo, la política o la sexualidad. Los productos publicados solapan o afectan decisivamente los debates en torno a la educación, el idioma y la cultura. La sociedad también puede influir directamente en la edición, en especial mediante intervenciones gubernamentales, que van desde el proteccionismo y la promoción hasta la reglamentación, y desde la adquisición de libros de texto hasta la censura.

John Oakes apunta que el concepto mismo de «edición y cultura» puede parecer un pequeño oxímoron, pero si la cultura en su sentido más amplio se entiende como aquellas marcas o fronteras que delimitan una sociedad particular, entonces la edición de libros juega un papel esencial en la definición de dichas fronteras. Está en el epicentro mismo del cambio cultural, del intercambio y la interpretación. Por eso la industria del libro no es un negocio cualquiera: encarna el conflicto entre el éxito comercial y el valor cultural. La edición vehicula la transferencia escrita de ideas, de mensajes elaborados que representan un llamamiento directo de la mente del creador/autor a la del consumidor/lector. Este principio se aplica tanto a las obras de Dale Carnegie como a las de Samuel Beckett.

Martin Eve aborda algunos de los desafíos conceptuales que tienen que ver con la relación de la industria del libro y la «información»: desde las distinciones filosóficas subyacentes entre los diversos términos, hasta las mutaciones prácticas en los espacios de no ficción/edición académica o la creciente demanda para publicar nuevos tipos de objetos de datos y software. Aquí se centra específicamente en el paso a la publicación de datos y artefactos digitales dentro de los contextos de la «información». Sostiene que en la era de internet los verdaderos desafíos para la edición y la información tendrán que ver con marcos de autoridad cultural y de verdad, y también con la escasez de mano de obra en la edición en un mundo digital que se nos presenta como infinitamente cuantioso.

En su capítulo sobre edición y redes, Carlos A. Scolari ofrece una panorámica de las principales transformaciones de la ecología de los medios de comunicación, desde la aparición y difusión de las redes digitales a principios de la década de 1970. Analiza la «mercancía» más importante –al menos para los editores– que fluye a través de las redes digitales: los textos. Su análisis se centra en los cambios en los procesos de producción, distribución y consumo de contenidos, con fenómenos como la producción colaborativa, los contenidos generados por los usuarios, los procesos de filtrado y la aparición de una nueva figura: el hiperlector.

Hay aspectos vitales que afectan a nuestro planeta, incluyendo el cambio climático, la desigualdad y la libertad política, y los editores han publicado muchos libros y artículos sobre dichos temas. Las empresas no están obligadas a considerar las externalidades –los efectos secundarios– de sus operaciones, pero la mayoría reconoce que estos no pueden ser ignorados, tal como escribe Angus Phillips sobre responsabilidad social corporativa. A medida que el mundo se ha ido globalizando, adquiere una mayor urgencia la necesidad de que las empresas adopten y apliquen políticas en torno a la responsabilidad social y ambiental. Además, abordar el área de la responsabilidad social corporativa es la respuesta indicada para quien investigue por qué necesitamos editores o se pregunte qué valor aportan. Un editor de fiar asume la responsabilidad de lo que publica, cree firmemente en su contenido y apoya a sus autores; es esto lo que lo diferencia de aquellos que desean ser simples intermediarios en la distribución del contenido.

 

Dinámica: En la segunda parte se analizan algunos de los motores fundamentales de la industria editorial. Desde los tiempos de Gutenberg, los editores han tenido que identificar, comprender y crear estrategias y modelos de negocio económicamente viables para hacer frente y minimizar el impacto pernicioso del riesgo y la complejidad en un entorno empresarial en constante cambio. En el primero de sus dos capítulos, Al Greco presenta a algunos de los economistas más importantes y sus teorías, que proporcionan un marco intelectual a los editores en un mercado que se ha transformado de los formatos de libros impresos a los libros electrónicos y las opciones de streaming. Muy pocas industrias lanzan anualmente un torrente tan grande de nuevos productos. Esto implica que autores y editores experimenten una incertidumbre considerable, ya que, salvo por un grupo relativamente menor de autores superventas, ninguno sabe de antemano con certeza si un libro tendrá éxito en el mercado de las ideas.

En su segundo capítulo, Greco muestra cómo han influido en las decisiones de los editores una plétora de teorías sobre estrategia. Las empresas editoriales, los editores y los autores se enfrentan a la pregunta fundamental: ¿qué quieren exactamente los lectores? Las empresas han logrado elaborar estrategias y han creado las estructuras necesarias para implementarlas y ejecutarlas, para crecer a nivel nacional e internacional. Aunque las teorías estratégicas tienen un gran valor, siempre queda hueco para que propietarios de editoriales, editores, gerentes de ventas y de marketing de toda la diversa industria editorial utilicen su juicio cuando se enfrentan al azar, al caos o a la incertidumbre en lo que es un mercado en constante cambio y evolución.

Desde los primeros días del negocio del libro existen el flujo internacional de best-sellers, el comercio global, las tecnologías de producción y las habilidades editoriales universales, el uso de imprentas en el extranjero y la titularidad internacional de casas editoriales. Miha Kovacˇ y Rüdiger Wischenbart examinan de qué forma todas estas características comunes alimentaron la producción internacional de libros a lo largo del siglo xx y principios del xxi, con especial atención a las que impulsaron la expansión general de la industria del libro, así como a las fuerzas que conformaron las diferencias regionales, culturales o nacionales.

El término curaduría (curation) alude a lo que un editor decide publicar y por qué. La curaduría, que Michael Bhaskar define como «seleccionar y organizar para agregar valor», es un proceso proactivo y de amplio alcance. Tanto los neófitos como aquellos que trabajan en otros departamentos pueden ver cierto aire de misterio en el proceso editorial. A muchos empleados no se les invita a asistir a dichas reuniones. Tradicionalmente, los editores ejercen poder y estatus, y están en el corazón de los negocios críticos y de la toma de decisiones creativas. La intersección de las líneas de responsabilidad financiera y de criterio les confiere prestigio. Pero si queremos entender la edición, es vital que desmitifiquemos lo editorial y entendamos el papel estructural de la curaduría. Bhaskar articula aquí una idea del «paradigma curatorial», aquel que sustenta e impulsa la estrategia de una editorial determinada como medio para alcanzar el fin propuesto.

Aunque a ojos de muchos es el sector de la industria editorial más visible, la edición comercial es solo uno de los muchos mundos de la edición: un mundo significativamente menor, en términos de ingresos totales, que las ventas combinadas de otros sectores editoriales que tienen un perfil público menos prominente, como la edición educativa y profesional. También es un sector más arriesgado y menos rentable, en parte porque en la edición comercial los precios de venta al público son más bajos y los descuentos ofrecidos a los libreros son más altos que en la edición educativa y profesional. Sin embargo, la edición comercial es una parte central de la industria, y es el mundo en el que muchos de los que quieren trabajar en el sector editorial esperan forjar su carrera profesional. John Thompson examina el campo de la edición comercial angloamericana y cuatro aspectos que son particularmente relevantes: el valor de la marca de autor, la relación entre las novedades y el fondo editorial, el papel del marketing y la publicidad, y los desafíos y oportunidades creados por la revolución digital.

A su vez, Samantha Rayner explora el campo de la edición académica. Esto incluye monografías, revistas, libros editados, libros de texto universitarios y colecciones de ensayos, todos con el común denominador de haber sido sometidos a algún tipo de proceso de revisión por pares. Si quisiéramos definirla en pocas palabras, diríamos que dicha rama de la edición se ocupa de la producción y difusión del conocimiento y la investigación, pero que, al verse involucrada en cuestiones políticas relacionadas con la educación y el valor de la economía del conocimiento, la accesibilidad y el estatus, la edición académica es, y ha sido siempre, una industria compleja, innovadora y reflexiva. El impulso por crear contenidos de libre acceso ha sido uno de los factores transformadores de la edición académica desde principios del siglo xxi, aunque conviene recordar que el ímpetu por difundir ampliamente la investigación y el conocimiento ha venido respaldando la edición académica desde sus inicios a finales de la Edad Media.