Los hermanos amantes - Luis Vélez de Guevara - E-Book

Los hermanos amantes E-Book

Luis Vélez de Guevara

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Beschreibung

Los hermanos amantes es una novela cortesana del autor Luis Vélez de Guevara. Como es clásico en este género, es una historia de corte amoroso con tintes costumbristas que se articula en torno a una relación romántica frustrada en el Siglo de Oro Español

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Seitenzahl: 49

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Luis Vélez de Guevara

Los hermanos amantes

 

Saga

Los hermanos amantes

 

Copyright © 1685, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726661774

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

¡Oh si los sangrientos dejos de mi pluma en este caso que presento a los ojos del mundo (trágico, como acontece en todos los que son efecto de un desatinado amor) dejaran impresos los desengaños que pretendo en los corazones de los que tienen por su Dios a este tirano a quien idolatran, aun no tuviera por malogrado mi trabajo! Pero haga el efecto que quisiere, así pasó.

En una ciudad de las que sirven de preciosa margarita a la corona de España (poco importa referir el nombre) vivía Elisa, dama de gran donaire, de peregrino ingenio, de gallarda hermosura y de mediana hacienda, que todo junto podía calificarla de doncella rica, que justo es que las prendas de la virtud entren al número del dote. Esto era, en cifra, lo que Elisa era a los ojos del mundo y lo que della se decía en boca de los que la miraban. Y como, según el Filósofo, hemos de conformarnos en el hablar con lo común, así la describo. Porque en su idea esta dama se tenía por extremada en las gracias, por divina en el ingenio y por deidad en la belleza. Ella era, en efecto, tan amante de sí propia que venía a tener tal vez cuando se oponían sus donaires en su entendimiento, amados de su voluntad, celos de sí mesma. ¡Gran error de la belleza! Los galanes que hacían más pomposa la rueda de este hermoso pavón eran muchos y los más ocasionados de ella, que se hacía no avarienta de su belleza. Por galanteo la enamoraban, lo que no presumía Elisa que, embarazada en tantos cuando repartía favores a muchos, tal vez se hallaba sin cintas, tal sin guantes, que esto es lo que enlaza los amantes primerizos. Por estas ocasiones había de ordinario muchas pendencias en su calle y los hierros de sus balcones atestiguaban el yerro que hacía en comprometer en aquellas prendas su voluntad en tantos, pues ellas habían de jurarla por falsa o por cautelosa y de doble trato. Mas ella no trataba más que de asistir a la ventana y pocas veces la almohadilla era empleo de sus manos.

Tenía Elisa una entre amiga y criada, tan conforme a sus gustos, tan compañera de su condición, que en vez de irle a la mano, a fuer de buena criada y de amiga de estos tiempos, la inducía a tropezar y la encaminaba a caer, apoyándole siempre sus locos devaneos. Con ésta, pues, consultaba sus secretos que se encaminaban todos a despreciar a los amantes que le servían de respeto a la calle. A éste desechaba por altivo, a aquél por pobre, a uno por mal de talle y a otro porque no le parecía bien. En fin, su entretenimiento era poner faltas en quien no las había para el fin que ella pudiera pretender. Lo cual llegaron a saber los amantes, porque la criada era espía doble de sus pensamientos y a unos y a otros daba oídos y consejos, avisos y desengaños. Con que, desdeñada Elisa, estuvo menos soberbia y más reconocida. Tenía un hermano, a quien llamaremos don Fernando, no muy escrupuloso en la honra aunque, como notaba espadas en su calle, músicas, galanteos y galanes, vino a dar en la causa. Y buscando muchas noches lo que presumía lo halló fácilmente, que siempre quedó alguno a quien el fuego de los ojos de Elisa daba batería interna. Por donde al otro día, o por envidia, celos o recato, sin decirle cosa alguna, dio con ella en la reclusión de un convento, en donde se obedecía por prelada una tía suya. No supo Elisa lo que había acontecido, pero como no era para siempre la clausura ni el convento era de los más encerrados, fácilmente a la sombra de su tía bajaba a alegrarse a las rejas y proseguía con sus liviandades. Y como no la guardaban para monja, aunque tal vez le examinaban la voluntad, poco se les daba a las religiosas las travesuras de la encomendada.

Tenía don Fernando otro hermano, llamado don Baltasar, fuera de la ciudad en una casa de campo, al cual fue a consultar los desenfados de la hermana. Y cuando imaginaba que él le apoyaría la clausura, le halló adverso tanto a ella que le dijo:

-Hermano, esto que me habéis contado es todo niñería y que sucede casi siempre a la más virtuosa doncella. Porque ¿qué culpa tiene ella si sus galanes se acuchillan o qué causa da el ser hermosa para ser culpable? Y aunque la belleza es un escándalo común, pero la mesma tiene un veneno y una ponzoña que los puso Dios en el mundo para la variedad que le acarreaba hermosura, sino que los hombres usan mal dellos. Y así soy de parecer, pues al parecer del mundo habéis puesto dolor en el honor de nuestra hermana encerrándola, que la saquéis de donde está y la llevéis a vuestra casa.