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Reinar después de morir es un texto teatral del dramaturgo Luis Vélez de Guevara. En la línea de sus otros dramas teatrales de corte histórico, este adapta escenas relevantes de la famosa noble gallega Inés de Castro, sus amoríos y sus desventuras con reyes, nobles y caballeros.
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Seitenzahl: 68
Veröffentlichungsjahr: 2021
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Luis Vélez de Guevara
Saga
Reinar después de morir
Copyright © 1636, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726661767
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
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SalenMÚSICOS cantando, elPRÍNCIPE vistiéndose y elCONDESTABLE .
(Cantan.)
MÚSICOS Soles, pues sois tan hermosos,
no arrojéis rayos soberbios
a quien vive en vuestra luz,
contento en tan alto empleo.
PRÍNCIPE La capa.
MÚSICO 1.º El Príncipe sale. 5
MÚSICOS Prosigamos.
PRÍNCIPE El sombrero.
(Cantan.)
MÚSICOS Vuestra benigna influencia
mitigue airados incendios,
pues el raudal de mi llanto
es poca agua a tanto fuego. 10
PRÍNCIPE ¡Ay, Inés, alma de cuanto
peno y lloro, vivo y siento!
Proseguid, cantad.
MÚSICO 1.º Digamos
otra letra y tono nuevo.
(Cantan.)
MÚSICOS Pastores de Manzanares, 15
yo me muero por Inés,
cortesana en el aseo,
labradora en guardar fe.
PRÍNCIPE Parece que a mi cuidado
esa letra quiso hacer, 20
lisonjeándome el alma,
eterna en mi pecho a Inés.
Volved, volved, por mi vida,
a repetir otra vez
aquesa letra, cantad, 25
que me ha parecido bien.
(Cantan.)
MÚSICOS Pastores de Manzanares,
yo me muero por Inés,
cortesana en el aseo,
labradora en guardar fe. 30
PRÍNCIPE Pues los pastores publican
que tanta hermosura ven
en la deidad de mi amante,
con justa causa diré
que en perderme fuí dichoso, 35
en tan soberano bien.
Siempre que llega al Mondego
parece que sólo al ver
a mi Inés bella, las aves
quisieran besar su pie. 40
Las plantas de su deidad
reciben fruto: no hay mes
que en viéndola no sea Mayo;
no hay flor que a su rosicler
no tribute vasallaje. 45
Si aquesto es verdad, si es
dueño de aves y plantas
y de todo cuanto ve
el Cielo en la tierra hermosa,
no la lisonjeo en ser 50
también yo su esclavo, amor;
pues a mi Inés me humillé,
pues me rendí a su hermosura
a voces confesaré,
diciendo con toda el alma 55
a los que amantes me ven:
Pastores de Manzanares,
yo me muero por Inés,
cortesana en el aseo,
labradora en guardar fe. 60
(Sale BRITO de camino.)
BRITO Déle vuestra Alteza a Brito,
Príncipe, a besar sus pies.
PRÍNCIPE Brito, seas bien venido.
¿Cómo dejas a mi bien?
BRITO Déjame alentar un poco 65
y luego te lo diré,
que aun no pienso que he llegado,
que un rocín de Lucifer
que el portugués llama posta,
que jebao llama el francés, 70
y el bridón napolitano
algunas veces corsier,
de tan altos pensamientos,
que en subiendo encima dél,
anda a coces con el sol 75
y a cabezadas después,
me trae sin tripas, que todas
se me han subido a la nuez,
a hacer gárgaras con ellas,
sin lo que toca al borrén 80
que viene haciéndose ruedas
de salmón.
PRÍNCIPE Calla, no des
suspensión a mi cuidado
sino, dime, ¿cómo fue
tu viaje? Cuenta, Brito, 85
que ya deseo saber
nuevas de mi hermosa prenda,
Habla, Brito.
BRITO Bueno, a fe,
para contarlo quedemos
solos los dos.
PRÍNCIPE Dices bien. 90
Condestable, despejad;
y a estos músicos les den,
cuando no por forasteros,
porque han celebrado a Inés
mil escudos.
CONDESTABLE Despejad. 95
PRÍNCIPE Id con Dios.
MÚSICO El cielo dé
a vuestra Alteza, señor,
un siglo de vida, amén.
PRÍNCIPE Id con Dios.
MÚSICO ¡Qué gran valor!
OTRO ¡Qué cordura!
MÚSICO Octavio, ven,
100 no es señor quien señor nace,
sino quien lo sabe ser.
(Vanse los MÚSICOS y el CONDESTABLE .)
PRÍNCIPE Ya, Brito, quedamos solos;
dime, ¿cómo queda Inés?
¿Cómo la dejaste, Brito? 105
Responde presto.
BRITO A perder
el sentido cada instante
que entre tus brazos no esté.
PRÍNCIPE ¿Y Alonso y Dionís?
BRITO El uno
es jazmín y otro clavel, 110
y cada cual es retrato
de los dos.
PRÍNCIPE Has dicho bien;
prosigue, prosigue, Brito.
BRITO Oye y te la pintaré,
si de tanta beldad puede 115
ser una lengua pincel.
Llegué a Coimbra apenas
ayer, cuando al blasón de sus almenas
a un tiempo hicieron salva
los músicos de cámara del alba, 120
el Sol, y luego el día,
y primero que todos mi alegría.
Guié los pasos luego
a la quinta, Narciso del Mondego,
que guarda en dulce empeño 125
la beldad soberana de tu dueño,
cuando, dando al Aurora
celos, el Sol parece que enamora
el Oriente divino
de Inés, Sol para el Sol más peregrino. 130
Que aun no he llegado creo,
piso el umbral y en el zaguán me apeo,
(que gustan los amantes
que les vayan contando por instantes,
por puntos, por momentos, 135
las dichas de sus altos pensamientos,
que brevemente dichas
no les parece que parecen dichas).
Al fin al cuarto llego,
alborozado, sin aliento, y luego 140
a las cerradas puertas,
sólo a tu amor eternamente abiertas,
dos veces toco en vano,
que en este oriente aun era muy temprano;
si bien tu hermoso dueño, 145
rendida a su cuidado más que al sueño,
voces dio a las criadas,
menos de mi venida alborozadas.
Perdóneme Violante,
a quien más debe el sueño que su amante, 150
mas yo, como es mi vida,
la quiero bien dormida y bien vestida,
esté ausente o presente
porque mi amor es menos penitente.
PRÍNCIPE Pasa, Brito, adelante 155 y
con mi amor no mezcles a Violante,
ni burlas con mis veras,
que espero nuevas de mi bien.
BRITO Esperas
las que siempre procuro
yo traerte, ¡vive Dios!; al fin el muro, 160
el oriente dorado
de aquel sol, de aquel cielo, franqueado,
sin reparo ninguno,
corro los aposentos uno a uno
y no paro hasta donde 165
está la esfera que tu Sol esconde;
su amor me desalumbra,
y sin la permisión que se acostumbra,
verla y hablarla trato,
que el alborozo precedió al recato. 170
Entro, al fin, sin sentido,
y en el dorado tálamo que ha sido
teatro venturoso
más de tu amor que del común reposo,
amaneciendo entonces 175
y enamorando mármoles y bronces,
los ojos en estrellas,
en nieve y nácar las mejillas bellas,
en claveles la boca,
la frente y manos en cristal de roca, 180
en rayos los cabellos
entre Alfonso y Dionís, tus hijos bellos,
asidos a porfía
(por maternal terneza o compañía)
del cuello de alabastro, 185
deidad admiro a Doña Inés de Castro;
aurora en carne humana,
taraceado abril con la mañana,
todo un cielo abreviado
y al sol de dos luceros abrazado. 190
Quedé tierno y dudoso,
que, como de aquel árbol generoso
tan hermoso pendían,
racimos de diamantes parecían;
ella, amor ostentando, 195
aunque de honestidad indicios dando
a la nieve divina,
de púrpura corriendo otra cortina,
que de tales mujeres
siempre son los recatos sumilleres; 200
más encendida aurora,
sobre las almohadas se incorpora,
y ya, como embarazos,
deja a Dionís y Alfonso de los brazos,
que de sentido ajenos, 205
favores y ternezas no echan menos,
tanto en tan dulce empeño
pueden los pocos años con el sueño;
y con ansia infinita,
antes que una palabra me permita, 210
ni besarla una mano
(recato portugués o castellano),
me dijo: ¿Cómo dejas
a Pedro, Brito? Y con celosas quejas
prosiguió, más hermosa 215
que lo está una mujer que está celosa,
porque han dado los celos
hasta el color que viste a los cielos,
tu tardanza culpando
en Santarem con Doña Blanca, cuando 220
tu padre la ha traído
para tu esposa.
PRÍNCIPE Perderé el sentido
Brito, si Inés no fía
todo su amor a toda el alma mía.
Primero verá el cielo 225
su vecindad de estrellas en el suelo,
verá la noche fría
que puede competir al claro día,
que falte la firmeza
con que yo adoro a Inés.
BRITO