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El diablo está en Cantillana se inspira en sucesos del siglo XV: Un capitán bajo las órdenes de Jofre Tenorio, almirante de Castilla durante las turbulencias de la minoría de Alfonso XI, recorre las cercanías de Sevilla sembrando el pánico. El capitán ejercía especialmente sus desafueros en Cantillana, por lo que los arrieros y caminantes se alejaban del lugar y acostumbraban a decir: "Vámonos por otra parte, porque el diablo está en Cantillana". El diablo también podría ser en el imaginario popular el maestro Juan Pacheco, que acompañó al rey Enrique IV en su viaje a Sevilla en 1469. Pacheco era una persona muy odiada en la capital sevillana, por lo que no se atrevió a entrar en ella y se hospedó en Cantillana. Hasta allí tenía que desplazarse el rey cada vez que quería despachar algún asunto con el aborrecido maestro. Luis Vélez de Guevara cambió los personajes y parte de la trama pero mantiene como trasfondo de su obra la leyenda de Cantillana.
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Seitenzahl: 78
Veröffentlichungsjahr: 2010
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Luis Vélez de Guevara
El diablo está en Cantillana
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: El diablo está en Cantillana.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-1126-178-4.
ISBN rústica: 978-84-9816-821-1.
ISBN ebook: 978-84-9897-055-5.
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Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 45
Jornada tercera 79
Libros a la carta 123
Luis Vélez de Guevara (Écija, Sevilla, 1579-Madrid, 1644). España.
Nació en una familia acomodada, se licenció en artes en 1595 por la universidad de Osuna y poco después, entró al servicio del cardenal-arzobispo de Sevilla. En 1600 se fue a Italia y se alistó en la milicia del conde de Fuentes, después estuvo bajo el mando de Andrea Doria y Pedro de Toledo. Tras una corta estancia en Valladolid, vivió en Madrid y, al servicio del conde de Saldaña, se dedicó al ejercicio de la abogacía y de las letras. El cargo de ujier de cámara del rey, que consiguió en 1625, no le permitió mantener con holgura a su numerosa familia.
El Rey Don Pedro
Lope Sotelo
Perafán de Ribera, viejo
Don Sancho
Don García
Don Álvaro
Rodrigo, gracioso
Carrasca, alcalde
Zalamea, alcalde
Doña Esperanza
Doña María de Padilla
Leonor, criada
Don Juan de Ribera
Salen el Rey Don Pedro, Lope Sotelo, Don Sancho, Don García y Don Álvaro, todos de noche.
Rey Ninguno quede conmigo,
si no es don Lope Sotelo.
Lope Algo de nuevo recelo.
Rey Lope.
Lope Señor.
Rey ¿Sois mi amigo?
Lope Esclavo de vuestra Alteza
apenas merezco ser.
Rey Don Lope, yo he menester...
Lope ¿Qué, señor?
Rey Vuestra cabeza.
Lope ¿Mi cabeza?
Rey No os turbéis,
que en vuestros hombros la quiero,
porque de esta suerte espero
que mejor me serviréis.
Que mejor brazo y espada
de Galicia no ha salido,
honrando contra el olvido
vuestra dulce patria amada,
y la cristiana cuchilla
contra el moro eternizando.
Pero, esto aparte dejando,
¿cómo dejáis a Sevilla?
Lope Buena, señor; y quejosa
de que la favorezcáis
mucho menos que estimáis
su fábrica generosa
y aquel río en quien mirando
su vistosa majestad
es Narciso la ciudad,
pues sin razón despreciando
la maravilla africana
del alcázar que vivís,
los veranos os venís
a pasar a Cantillana.
Aunque os puede disculpar
esta casa de placer,
que llegan a enriquecer
Guadalquivir y Viar,
esos caudalosos ríos
en cuyo sitio dichoso
vuestro abuelo generoso
trasladó al Cielo los bríos
del alarbe sevillano,
habiendo vencido ya,
porque a propósito está
para pasar el verano;
pero con todo, Sevilla
siente vuestra ausencia así.
Rey ¿Cómo estas noches, decid,
don Lope, está la Almenilla?
Lope Llena de barcos y gente.
Rey ¿Bravas damas?
Lope Muchas hay
entre Estopilla y Cambrai,
mas pobre del que esté ausente
con la más firme mujer,
aunque su amor más le importe.
Rey Esa es ya plaga de Corte.
Lope Líbreme Dios de querer
mujer ninguna que tenga
el amor por granjería.
Rey Andar desnudo solía
en tiempo de Bras y Menga,
mas ya le quieren vestido
y lleno de oro las damas,
perdonen las castas famas
de Penélope y de Dido.
Lope Han dado en tal desatino.
Rey ¿Y la niña sabia?
Lope Está
en el Candilejo ya.
Rey Algo vendréis del camino
(aunque es tan corto) cansado,
y es razón que descanséis,
pues vuestra posada veis
donde hablando hemos llegado.
Lope Volveré con vuestra Alteza.
Rey No tenéis a qué volver,
que aquí es donde he menester,
don Lope, vuestra cabeza.
Lope Pues vuestra Alteza comience
a mandarme.
Rey De vos fío
que me sirváis.
Lope ¿Qué albedrío,
qué imposible el Rey no vence,
porque es dueño soberano?
Rey En esa palabra espero
que haréis como caballero.
Lope Esta espada y esta mano,
esta sangre y este pecho,
a vuestro servicio están.
Rey Vuestro huésped Perafán,
don Lope, según sospecho,
tiene una hija, y se llama
doña Esperanza, tan bella,
tan cuerda y sabia doncella,
que es espejo de la fama.
Sé que la tenéis amor
y que ella no os quiere mal,
y que por seros igual
en la sangre y el valor,
pretendéis casar con ella.
Esto ha de cesar aquí,
porque habéis de hacer por mí,
don Lope, más que por ella.
Y no solo eso ha de ser
porque no me canse en vano,
que del cristal de su mano
un papel tengo de ver
en que admita mis deseos,
que los reyes es razón
que gocen la posesión
de tan divinos empleos.
De suerte que venga a hacer
toda la voluntad mía
sin que de Doña María
ni el cielo (si puede ser)
venga a entenderse jamás,
que lo que a hacer os obligo
se suele por un amigo
ofrecer, y un rey es más.
Lope Señor, mire vuestra Alteza...
Rey No hay que replicarme ya,
y advertir que en esto os va
no menos que la cabeza.
(Vase.)
Lope ¿Inventó la tiranía
más riguroso tormento,
ni vio humano entendimiento
desdicha como la mía?
¿Qué Dionisio atormentó
con celos, mal de que muero,
que a Nerón, por ser más fiero
tormento, se le olvidó?
¡Ah poder! ¿Tanto has de ser
que llegues al albedrío,
siendo imperio y señorío
que al cielo negó el poder?
Vive Dios, que aunque me dé
mil veces la muerte injusta,
que no he de hacer lo que gusta,
de mi honor contra la fe,
que mayor rey es amor,
y le debo más decoro
mientras a Esperanza adoro,
que la vida y el honor
son para ocasiones tales;
piérdase todo primero
que yo pierda el bien que espero
de sus ojos celestiales.
En un laberinto he entrado
que no podré salir de él,
porque Don Pedro es cruel,
mozo, rey y enamorado,
y yo su vasallo soy.
¡Hay rey!, pero con la ley
del amor, ¡no hay rey, no hay rey!
¡Sí hay rey, sí hay rey! ¡Loco estoy!
Sale Rodrigo, de camino, cantando
Rodrigo ¡Ay, que desde Vienes
a Cantillana,
hay una legüecita
de tierra llana!
Cantando y medio dormido
he llegado a la posada
con bota y sin camarada,
notable milagro ha sido,
que bien debió de picar
después que en aquella venta
me dejó haciendo la cuenta,
pues no le pude alcanzar.
Don Lope yo apostaré
que descansa, porque agora
todos duermen en Zamora,
si no es quien camina a pie.
¿Qué hará a estas horas Leonor,
mientras vela mi cuidado?
¿Quién va?
Va a entrar, y encuentra a Don Lope
Lope Un hombre desdichado.
Rodrigo Es don Lope, mi señor.
Mosca de celos tenemos;
respingo habrá temerario.
Lope Quien tiene un rey por contrario,
¿hará mayores extremos?
Rodrigo ¿Un rey? Guarda fuera, y más,
esta buena pieza.
Lope Aquí
estoy, Rodrigo, sin mí,
adiós, adiós.
Rodrigo ¿Adónde vas?
Lope No sé, por Dios, dónde voy.
¡Hay rey!, pero con la ley
del amor, ¡no hay rey, no hay rey!
¡Sí hay rey, sí hay rey! ¡Loco estoy!
(Vase.)
Rodrigo ¡Oh enamorado don Lope,
cual no he visto jamás,
loco y temerario vas
tras tu cuidado al galope!
De doña Esperanza son
celos, que es discreta y bella,
y querrá por dicha hacella
el Rey, Doña Posesión.
En la posada se ha entrado
por un postigo que halló
abierto, si no bajó,
pienso, a abrirle algún criado.
Y si no me engaño, a fe,
mi Leonor sale.
Sale Leonor
Leonor ¡Oh lacayo
de mi vida! Como un rayo,
oyendo tu voz, bajé.
A don Lope, tu señor,
encontré cuando bajaba,
pero no sé qué llevaba,
que no me habló.
Rodrigo Está, Leonor,
con no sé qué achaque nuevo,
que en Cantillana le ha dado,
que le tiene con cuidado.
Leonor ¿Toca en celos?
Rodrigo No me atrevo
que en eso hablemos, si a tanto
ha llegado su rigor,
que de secreto, Leonor,
me precio.
Leonor Pues entretanto,
dame esos brazos, Rodrigo.
Rodrigo Leonor mía, aquí los tienes.
Leonor ¿Cómo de Sevilla vienes?
Rodrigo Celoso, Dios me es testigo.
Leonor Igual me tienes tú a mí
el tiempo que te has tardado.
Rodrigo Vive Dios, que no he mirado
un manto, pensando en ti,
y que hemos sido cartujos
yo y don Lope, mi señor.
Dame tú cuenta, Leonor
(si no es meterme en dibujos),
de lo que por aquí pasa.
¿Hay por los ninfos del rey,
siendo los dos mula y buey
portal de Belén mi casa?
¿Mírate algún lindo tierno?
¿Da en hablarte muy despacio
algún tonto de Palacio
por el estilo moderno?
¿Desvanécete algún paje
de excelencia o señoría?
¿Llévate la cortesía
los ojos tras el buen traje?
¿Hace de noche terrero
algún barbado tiplón?
¿Hay cintica? ¿Hay favorón
de cabellito en sombrero?
¿Hate algún bravo pedido
celos de mí a lo cruel,
y a pepitoria o pastel
mis narices te ha ofrecido?
Que aunque hayas muerto en agraz
mis favores de este modo,
yo te absolveré de todo,
que soy celoso de paz.
¿Lloras?
Leonor ¿No quieres que llore,
viéndome tan mal pagada?
Rodrigo Pasada por agua, amada
Leonor, querrás que te adore,
siendo de mi corazón
ídolo huevo no más,
porque esas perlas que estás
vertiendo, del alba son,