Los sectores dominantes en la Argentina - Eduardo Basualdo - E-Book

Los sectores dominantes en la Argentina E-Book

Eduardo Basualdo

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¿Quiénes mueven la rueda principal de la economía del país? ¿De qué manera sus estrategias han dado forma al rumbo de la estructura productiva argentina en distintos momentos de su historia? ¿Qué relaciones establecieron estos sectores dominantes con el Estado y cómo lograron eludir algunas regulaciones? Este libro necesario se dedica a desmenuzar la trayectoria de la llamada "cúpula empresarial" y, dentro de ella, de los grupos económicos locales y el capital extranjero durante el siglo XX y hasta hoy: un análisis imprescindible si se quiere abordar en serio ciertos problemas actuales como la inflación, la fuga de capitales al exterior o la recurrente "falta de dólares". Con probado rigor conceptual y el respaldo empírico de una exhaustiva e inédita base de datos sobre estas empresas y sus actividades, los autores ponen en primer plano las circunstancias nacionales e internacionales que caracterizan cada período, desde el modelo oligárquico agroexportador y la primera valorización financiera hasta las privatizaciones, la megadevaluación, la posconvertibilidad y la nueva valorización financiera durante el gobierno de Mauricio Macri. Así, por ejemplo, abordan la apuesta histórica de los grupos económicos locales por consolidar una industrialización acotada a las exportaciones. También, a contrapelo de algunas miradas centradas en la inmediatez del corto plazo, subrayan los costos implícitos de la inversión extranjera en el mediano y largo plazo –que suelen omitirse al ponderar sus beneficios coyunturales–, y estudian un aspecto casi totalmente inexplorado hasta ahora, como las políticas de especialización o diversificación que siguieron distintas casas matrices al abrir subsidiarias en el país. Al entrelazar el análisis de los distintos patrones de acumulación con evidencia sistematizada, Basualdo y Manzanelli no solo hacen un aporte fundamental al campo de la economía política nacional. Además, ofrecen un panorama revelador que puede servir como insumo para pensar propuestas concretas de regulación de los grandes capitales nacionales y extranjeros, una cuenta aún pendiente en la Argentina.

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Índice

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Portada

Copyright

Prólogo (Eduardo M. Basualdo, Pablo Manzanelli)

1. Los grupos económicos locales (Eduardo M. Basualdo, Pablo Manzanelli)

Trayectoria, características e incidencia de los grupos económicos durante el siglo XX

La creciente incidencia de los grupos económicos en el patrón de acumulación sustentado en la valorización financiera del capital

La importancia de la propiedad agropecuaria pampeana en los grupos económicos. Un rasgo fundacional vigente pero olvidado

El predomino económico y la hegemonía política de los grupos económicos. Auge y disolución de la primera modalidad de la valorización financiera (1976-2001)

Las nuevas características de los grupos económicos en el siglo XXI

Evolución de la rentabilidad de sus actividades sectoriales y el grado de concentración que exhiben los grupos económicos

Las características del sector externo en la operatoria de los grupos económicos

La composición de los grupos económicos en la actualidad

Las transformaciones de la composición de los grupos económicos entre 1975 y 2018. Una visión estructural

Anexo. Participación de los grupos económicos en las asociaciones, 1991-1994-2008 (en porcentajes y millones de pesos)

2. Las empresas transnacionales y los conglomerados extranjeros (Pablo Manzanelli)

Antecedentes: una breve revisión de la literatura sobre el capital extranjero en el siglo XX

El auge y la declinación del proceso de extranjerización en la actualidad

Reflexiones finales

3. La especialización y la diversificación empresarial del capital extranjero en la Argentina industrial (Eduardo M. Basualdo)

Los ciclos del excedente y la especialización o diversificación de las actividades de las casas matrices

Importancia de los factores estructurales en la estrategia de las firmas transnacionales

Incidencia y características de las empresas extranjeras especializadas y diversificadas

Evolución de la diversificación del capital extranjero en los diferentes patrones de acumulación

Incidencia de las subsidiarias del capital extranjero en los grandes agregados sectoriales

El protagonismo de la producción industrial en el capital extranjero

Los efectos indirectos de la actividad industrial sobre el resto de las actividades económicas que realizan las empresas transnacionales

La diversificación y la especialización en las grandes firmas del sector industrial

Síntesis y notas finales

Bibliografía

Eduardo M. BasualdoPablo Manzanelli

LOS SECTORES DOMINANTES EN LA ARGENTINA

Estrategias de construcción de poder, desde el siglo XX hasta el presente

Basualdo, Eduardo M.

Los sectores dominantes en la Argentina / Eduardo M. Basualdo, Pablo Manzanelli.- 1ª ed.- Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina, 2022.

Libro digital, EPUB (Economía Política Argentina)

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-801-188-2

1. Economía Política Argentina. 2. Economía. 3. Economía Social. I. Manzanelli, Pablo. II. Título.

CDD 330.82

© 2022, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.

<www.sigloxxieditores.com.ar>

Diseño de portada: Ariana Jenik

Digitalización: Departamento de Producción Editorial de Siglo XXI Editores Argentina

Primera edición en formato digital: septiembre de 2022

Hecho el depósito que marca la ley 11.723

ISBN edición digital (ePub): 978-987-801-188-2

Prólogo

Este libro pretende avanzar en el estudio de la trayectoria adoptada por los grupos económicos locales y el capital extranjero desde el siglo XX hasta la actualidad. La importancia que asume el examen de estos actores económicos obedece no solo a su relevancia cuantitativa, sino también a la cualitativa, ya que su lógica de acumulación tiende a delinear el rumbo y las características que asume la economía argentina en su conjunto y, en consecuencia, su fisonomía estructural.

En este sentido, el abordaje de los problemas económicos actuales –por ejemplo, la inflación, la fuga de capitales al exterior o la constitución de una “economía bimonetaria”– no puede prescindir de las distintas realidades que conviven en la estructura económica del país, donde la rueda principal de la economía está constituida por la cúpula empresaria y, dentro de ella, los grupos económicos locales y el capital extranjero, que son sus fracciones preponderantes. Por su parte, la rueda auxiliar está compuesta por las empresas de menores dimensiones y la clase trabajadora asalariada y no asalariada; es decir, por los sectores populares, cuyo comportamiento suele estar subordinado a las estrategias de los sectores dominantes que mueven la rueda principal de la economía.

Desde luego, las derivaciones de las estrategias adoptadas por el núcleo duro del poder económico no se agotan en la importancia que tiene el objeto de análisis de este libro desde el punto de vista académico, sino también para realizar propuestas para su regulación, un tema con varias cuentas pendientes en la actualidad.

Vale decir que los grupos económicos no constituyen una novedad en (y de) la economía argentina, sino una forma societaria que se consolidó a nivel mundial con posterioridad al capitalismo monopólico en el marco del fordismo. Sin embargo, a diferencia de entonces, cuando las sociedades anónimas pasaron a ser mayoritarias en detrimento de la propiedad personal y de las sociedades de responsabilidad limitada –que eran las formas de propiedad imperantes en el capitalismo competitivo–, el predominio de la centralización del capital en la etapa de expansión de los grupos económicos no requirió de una modificación en el carácter de las sociedades comerciales. Las sociedades anónimas siguen liderando las formas de propiedad aun cuando integren –y, por ende, la toma de decisiones esté adoptada por– un grupo económico. En otras palabras, las sociedades pasaron a ser una suerte de unidad técnica dependiente en términos estratégicos del grupo económico que ejerce su propiedad, articulando firmas de distinto tamaño insertas en diferentes actividades económicas que actúan bajo una misma dirección estratégica en función de las órdenes de uno o, lo que es más frecuente, varios accionistas que controlan la propiedad de todas ellas.

En efecto, esta forma de propiedad tan vital en términos económicos no es parte del sistema jurídico y, en consecuencia, no está alcanzada por ninguna norma institucional como tal (más allá de que en diversas leyes haya algún tratamiento lateral sobre esta problemática). Dadas las notables derivaciones que conllevaría, el poder económico no ve conveniente la regulación del grupo económico. Entre otras cuestiones, esto tendría consecuencias en cuanto al control de la fuga de capitales al exterior, la evasión de las obligaciones fiscales, las transferencias de paquetes accionarios, la formación de precios, etc. De ahí que el examen de la trayectoria económica de los grupos económicos locales y el capital extranjero que aquí se desarrolla pretende contribuir a estimular el debate sobre esta cuestión que excede, por cierto, el objeto de este libro: la necesidad de impulsar las normativas que permitan un salto cualitativo en la regulación de estos actores económicos, incorporando la figura jurídica del grupo económico y al mismo tiempo reforzando las normativas existentes (Ley de Impuesto a las Ganancias, de Quiebras, de Defensa de la Competencia, de Inversiones Extranjeras, etc.). Así como los grupos económicos no constituyen una novedad en y de la Argentina, el avance en la regulación tampoco lo sería, como muestran las diversas experiencias internacionales en ese sentido y de larga data, por ejemplo, la sanción en 1965 de la Aktiengesetz en Alemania, que fue seguida por Portugal y Brasil, o la reforma italiana de 2003, entre otras.

Este libro consta de tres capítulos que reconocen enfoques y líneas analíticas que los atraviesan, explícitamente en algunos pasajes, implícitamente en otros, pero siempre presentes. Esto fue posible ya que en trabajos previos los autores han analizado los grupos económicos y las empresas transnacionales desde diferentes puntos de vista (las formas de propiedad en la cúpula de las grandes firmas, la formación de capital, las utilidades, el comercio exterior e incluso desde la perspectiva industrial y agropecuaria), pero compartiendo siempre una misma matriz conceptual e instrumental sobre estas temáticas.

En relación con esa matriz, cabe destacar que la indagación de toda fracción del capital, sea nacional o extranjera, puede realizarse mediante un enfoque descriptivo de su composición y de sus corporaciones o, por el contrario, otorgándole trascendencia a las circunstancias nacionales e internacionales que caracterizan cada una de las etapas que recorren. Este último enfoque es el que se adopta aquí. Específicamente, se tiene en cuenta el concepto de patrón de acumulación de capital, el cual permite aprehender los distintos comportamientos económicos y sociales que se suceden en el tiempo en una formación socioeconómica determinada. Esto es posible debido a que esta categoría alude a la articulación de un funcionamiento específico de las variables económicas, vinculado a una estructura económica definida, una peculiar forma de Estado y las luchas entre los bloques sociales existentes.

Es preciso señalar que los patrones de acumulación de capital son análogos, por varios motivos, a los paradigmas de las ciencias “exactas” que analizó Thomas Kuhn (2004) en su clásico trabajo. Lo son porque tienen sus propias leyes de comportamiento, que se ponen en marcha cuando “revolucionan” el comportamiento del anterior patrón de acumulación y se diluyen en el momento en que finalizan con crisis de diferente carácter y son reemplazados por otros. También son similares a los mencionados paradigmas porque las variables económicas centrales que guían su comportamiento, e incluso generan nuevos instrumentos analíticos, son privativas de cada uno de ellos, al igual que el tipo de Estado, los conflictos sociales y su dinámica política. Finalmente porque, como diría Kuhn desde el punto de vista de la filosofía de la ciencia, algunos de ellos son “inconmensurables” o incomparables, ya que definen un comportamiento económico, social y político específico que determina que sus múltiples y trascendentes diferencias primen sobre sus continuidades con el anterior patrón de acumulación de capital.

En el capítulo 1, elaborado por Eduardo M. Basualdo y Pablo Manzanelli, se analizan los grupos económicos desde su conformación como una fracción específica del capital durante el patrón de acumulación agroexportador oligárquico hasta la actualidad. En su primera parte, que abarca hasta la culminación de la primera modalidad de la valorización financiera (1976-2001), se estudian los principales hitos y características estructurales de esta fracción del capital en cada uno de los patrones de acumulación que se desplegaron en el siglo XX, poniendo especial énfasis en la etapa de la valorización financiera, ya que implicó un cambio cualitativo en la incidencia estructural de esa fracción del capital en múltiples sentidos. En primer lugar, por su fuerte expansión en el período 1976-1988, en el marco de las ingentes transferencias estatales que recibieron (incluida la estatización de sus deudas) y su participación en la fuga de capitales al exterior. En segunda instancia, por la profundización de este proceso de expansión por su papel en las privatizaciones durante el primer quinquenio de 1990. En tercer término, como consecuencia de las ganancias patrimoniales extraordinarias que internalizaron cuando vendieron sus participaciones accionarias en el segundo lustro de los años noventa, lo que les permitió multiplicar sus activos financieros en el exterior a partir de la fuga de esos capitales. En cuarto lugar, por los beneficios emanados de la megadevaluación de 2002, que incrementó el valor en moneda local de sus tenencias dolarizadas. En efecto, esta etapa histórica caracterizada por la centralización del capital tuvo a los grupos económicos locales como uno de sus protagonistas principales, lo que permitió el afianzamiento estructural de esta fracción del capital en la economía argentina.

Cabe señalar que esta parte del estudio se realizó principalmente sobre la base del estado del arte, que fue solo complementada con evidencias empíricas cuando algún proceso en particular lo requirió. En la segunda parte, que aborda el análisis de las décadas transcurridas durante el siglo XXI, el desarrollo es inverso, porque allí predomina el análisis cuantitativo, sin dejar de mencionar los trabajos recientes sobre esta problemática. Se trata de un período de intensas pugnas sociales y políticas por consolidar el tránsito hacia un nuevo patrón de acumulación de capital, lo que lo convierte en una interesante pieza de análisis que excede a los sectores dominantes, cuya consideración es fundamental para comprender los hitos que marcaron este período. Tal el caso del denominado “conflicto con el agro” como punto de inflexión de la experiencia nacional-popular del ciclo de gobiernos kirchneristas o la irrupción de la segunda modalidad de la valorización financiera bajo la administración Macri y la conducción hegemónica del capital financiero internacional que no estuvo exenta de ciertos embates sobre los grupos locales.

En el capítulo 2, Pablo Manzanelli investiga las alternativas del capital extranjero considerando también la trayectoria de esta fracción del capital durante el siglo XX y las décadas transcurridas del siglo XXI. La estructura básica del texto, ex profeso, es similar a la del anterior, ya que en la primera parte se analizan sus alternativas, que fueron por cierto cambiantes, desde el planteo agroexportador oligárquico hasta el final de la primera modalidad de la valorización financiera, mientras que en la segunda parte se indaga su comportamiento durante la posconvertibilidad, es decir, ese largo período de transición que atraviesa la irrupción de un nuevo gobierno nacional y popular (2003-2015) y, luego, la puesta en marcha de la segunda modalidad de la valorización financiera (2016-2019). Se trata, como señala el autor, de un análisis que examina principalmente los aspectos estructurales (grado de concentración, peso del capital extranjero en las ventas de la cúpula, las trayectorias de las unidades económicas que comprenden a esta fracción del capital –conglomerados extranjeros y empresas transnacionales especializadas–, la inserción sectorial, el comercio exterior, las utilidades, la distribución de dividendos, etc.), en el cual se articulan las evidencias empíricas y la bibliografía.

Este capítulo pretende complejizar el debate actual sobre las contribuciones del capital extranjero toda vez que, como allí se plantea, “el sentido común” tiende a ponderar los beneficios de corto plazo que trae aparejados la inversión extranjera, pero suele omitir los costos implícitos que tiene en el mediano y largo plazo, como es el hecho de provocar un drenaje de divisas que supera su ingreso a la economía argentina, lo que afecta no solo a la balanza de pagos, sino también a la posibilidad de avanzar en un proceso de desarrollo económico y específicamente industrial. No se trata de un debate “setentista”, sino de uno que tiene plena vigencia dado el papel que asumió el capital extranjero en el proceso de subinversión de las grandes empresas durante el siglo XXI.

El capítulo 3, de Eduardo M. Basualdo, aborda la problemática del capital extranjero, pero difiere de los capítulos previos en sus objetivos, en la estructura analítica y en el horizonte temporal. Su propósito específico es abordar el estudio de la especialización o diversificación de las casas matrices en términos de la cantidad de subsidiarias en el país, lo cual es una ausencia notoria en el estado del arte. En términos menos abstractos, se trata de modificar el supuesto implícito en los trabajos existentes de que cada subsidiaria es una firma aislada, aunque sea oligopólica en su respectivo mercado. Eso no es necesariamente cierto, porque puede ocurrir que el propietario externo, de manera directa o indirecta mediante otra de sus empresas, controle a la vez otras sociedades en el país de destino. Para superar esta restricción es necesario reconstruir la unidad económica identificando la casa matriz de cada subsidiaria y comprobar si realmente se trata de una única controlada o si, por el contrario, forma parte de un conglomerado extranjero con múltiples firmas que pueden ser tanto industriales como insertas en otras actividades de la estructura económica. De esa manera, se puede distinguir, grossomodo, entre las transnacionales especializadas, en tanto son propietarias de una o unas pocas firmas, y las diversificadas, que son aquellas que controlan múltiples subsidiarias en el país. El respaldo empírico de este capítulo es la base de datos construida ad hoc para este libro y que se encuentra junto con su metodología en: <publicacioneseconomia.flacso.org.ar> o bien <sigloxxieditores.com.ar/los-sectores-dominantes-en-la-argentina-de-eduardo-basualdo-y-pablo-manzanelli>.

Por otra parte, el arco temporal que contempla este capítulo abarca, por las restricciones de la información recabada, únicamente desde el patrón de acumulación agroexportador oligárquico hasta la finalización del sustentado en la segunda etapa de la sustitución de importaciones, es decir, del denominado país industrial.

La bibliografía utilizada en todo el libro es numerosa y significativa. Por supuesto, en esa revisión están presentes los trabajos realizados en el Área de Economía y Tecnología de la Flacso, sobre todo porque es una de las instituciones pioneras en las investigaciones sobre los grupos económicos y trascendente en términos de las investigaciones sobre el capital extranjero, donde tienen un papel destacado tanto Daniel Azpiazu como Hugo J. Nochteff y Enrique O. Arceo, a los cuales acompañan algunas de las realizadas, individualmente o en colaboración, por integrantes actuales del área, como Mariana González, Andrés Wainer, Mariano Barrera, Leandro Bona y los propios autores de este libro.

También se encuentran allí trabajos de destacados académicos que en la actualidad integran otras instituciones pero que, en años anteriores, formaron parte del área. Tal el caso de Karina Forcinito, Cecilia Nahón, Martín Schorr, Martín Abeles y Matías Kulfas. Por supuesto, junto con ellos hay un amplio conjunto de estudios que fueron realizados por referentes indiscutibles en estos y otros temas relacionados. Entre ellos, se cuentan: Raúl Scalabrini Ortiz, Aldo Ferrer, Juan V. Sourrouille, Eduardo Jorge, Marcelo Diamand, Guillermo O’Donnell, Raúl Prebisch, Miguel Khavisse, Edgardo Lifschitz, Milcíades Peña, Benito Kosacoff, Juan José Llach, Miguel Murmis, Juan Carlos Portantiero y Roberto Bisang.

Por último, queremos expresar nuestro agradecimiento a Daniela Calvo, por su colaboración en los dos primeros capítulos del libro, y a Pedro Bang, por su aporte en el procesamiento básico de la información del tercer capítulo, así como a Enrique Arceo y Juan Santarcángelo, queridos amigos y destacados académicos, por los comentarios realizados a diferentes capítulos. Sin olvidar nuestra gratitud a los compañeros de Siglo XXI, especialmente a Carlos Díaz, con quien nos une una amistad de décadas, y a Raquel San Martín y Federico Rubi, que realizaron una minuciosa edición de este libro que lo mejoró notablemente.

Asimismo, es importante señalar que este trabajo fue realizado en el marco del Proyecto PICT 2019-01271 (“Los grupos económicos locales y los conglomerados extranjeros en la Argentina durante el siglo XX”), dirigido por el economista Juan Santarcángelo, y que es resultado del acuerdo entablado entre la Universidad Nacional de Quilmes y el Área de Economía y Tecnología de la Flacso y patrocinado por el Foncyt.

Eduardo M. Basualdo y Pablo Manzanelli

1. Los grupos económicos locales

Eduardo M. Basualdo, Pablo Manzanelli

Este capítulo tiene como propósito central analizar la trayectoria histórica de los grupos económicos locales dada la relevancia que han tenido y siguen exhibiendo en la economía argentina desde el planteo agroexportador oligárquico hasta la actualidad. Consta de dos partes: en la primera, se aborda el análisis de los grupos económicos durante el siglo XX, es decir, desde el patrón de acumulación de capital agroexportador oligárquico hasta la crisis de 2001, donde culmina la primera modalidad del patrón de acumulación basado en la valorización financiera (1976-2001); en la segunda, se analiza la trayectoria de esta fracción del capital durante la irrupción de un nuevo gobierno nacional y popular (2003-2015) y la segunda modalidad de la valorización financiera (2016-2019).

En ambas partes, la revisión de estas unidades económicas se efectúa indagando el estado del arte en esta materia, en tanto hay valiosos aportes realizados por diversos autores además de los del Área de Economía y Tecnología de la Flacso, y se incluyen evidencias empíricas en aquellos aspectos que constituyen áreas de vacancia, o en las que se expresan discrepancias que implican modificaciones en las concepciones vigentes en el estado del arte sobre el tema en cuestión.

Metodológicamente, en todos los trabajos del Área de Economía y Tecnología de la Flacso los grupos económicos están definidos como los capitales locales, incluidos algunos de ellos que tienen origen extranjero, que detentan la propiedad mayoritaria de 6 o más firmas que actúan en diferentes sectores económicos. Ciertamente, en la base de datos del Área, esta fracción del capital convive con otras, tanto nacionales como extranjeras. En términos del capital local, se tienen en cuenta las empresas estatales como categoría analítica al igual que la burguesía nacional, aunque, desde el punto de vista de la centralización del capital, pasan a denominarse “empresas locales independientes”, ya que se trata de grandes corporaciones que actúan por sí solas o como máximo con unas pocas sociedades controladas o vinculadas en diversas actividades económicas, sin estar relacionadas por la propiedad con otras empresas de la misma u otra rama económica. En realidad, estos últimos son los integrantes más cabales de la “burguesía nacional” que se mantienen como tales. Por otra parte, dentro del capital extranjero se diferencia entre aquellas empresas transnacionales que están diversificadas internamente y las que solo controlan unas pocas subsidiarias en el país. Así, se denomina “conglomerados extranjeros” a las transnacionales que controlan a 6 o más subsidiarias locales y “empresas extranjeras” a las que controlan menos de 6 subsidiarias en el país. Finalmente, se encuentran las asociaciones como un sexto tipo de fracción del capital, que son los consorcios cuyas tenencias accionarias están compartidas por diversos inversores del mismo o diferente origen.

En cuanto a las fuentes utilizadas, además de la información agregada proveniente tanto del sector público como privado, se recurrirá a la base de las 200 empresas de mayor facturación que realiza el Área, que comienza en 1975 y continúa hasta la actualidad. También se emplea una base de datos complementaria, que registra los diversos procesos de transferencias de capital, fusiones y adquisiciones verificados en el país durante el horizonte temporal de la investigación. Esta base de datos permitió identificar a las distintas entidades según su pertenencia o no a conglomerados empresarios y el respectivo origen del capital.

Trayectoria, características e incidencia de los grupos económicos durante el siglo XX

Acerca de los orígenes de los grupos económicos durante el planteo agroexportador oligárquico y su presencia en la primera etapa de la sustitución de importaciones

Hay pleno consenso acerca de que los grupos económicos tienen su origen durante el patrón de acumulación agroexportador oligárquico (1880-1930), en el cual constituyeron una fracción del capital de peculiar importancia dentro de la clase dirigente de la época. Su columna vertebral estaba constituida por una parte significativa de los inversores del exterior. Estos conformaron la radicación temprana de la transnacionalización proveniente del continente europeo. Si bien los ingleses eran, como es sabido, predominantes en la economía local, los procedentes del resto de Europa fueron muy significativos e incluso superiores si se descartan las cuantiosas inversiones de los ingleses en los ferrocarriles (Jorge, 1971).

La transnacionalización de estos capitales europeos tuvo peculiaridades dignas de mencionar, porque la distinguen de la realizada por otros países centrales, especialmente los Estados Unidos. En efecto, por ser parte de los primeros capitales que llegaron durante la fase del imperialismo a nivel mundial, junto con ellos se radicaron ramas familiares de los propietarios del capital, quienes se vincularon con los integrantes de la oligarquía y sus descendientes formaron nuevas familias, muchas de las cuales permanecen en el país hasta la actualidad. De esa forma pasaron a ser integrantes de la oligarquía pampeana. Si bien esta última fue central en la conformación de los grupos económicos, no fue la única. Los otros integrantes fueron los grupos que se constituyeron a partir de las oligarquías provinciales, que también eran propietarios de conglomerados de significación.

Entre los principales exponentes de los grupos económicos provenientes de Europa continental que surgieron durante el planteo agroexportador se encuentran: Bunge y Born, Bemberg, Tornquist, Bracht, Celulosa-Fabril Financiera. Todos ellos eran importantes capitales dentro del patrón de acumulación oligárquico. Tanto es así que J. J. Llach (1972: 179) sostiene, sobre la base del censo industrial de 1935, que dentro de la cúpula manufacturera

116 eran producto de inversiones extranjeras directas (58 de los Estados Unidos, 37 de Europa continental y 21 de Gran Bretaña) y 56 estaban controlados por conglomerados financieros como Tornquist (16), Bemberg (15), Leng Roberts (11), Bunge y Born (10) y Braun Menéndez (4).

De hecho, las primeras investigaciones sobre los grupos económicos, que estuvieron encaminadas a realizar estudios de caso pero sin evaluar su significación en términos sectoriales o macroeconómicos, indagaron la composición y relevancia de varios de ellos. Por ejemplo, un trabajo pionero fue el de R. Paz (1939) sobre Bunge y Born, seguido por otros más recientes sobre este grupo que lideró durante muchas décadas la fracción del capital analizada (Boso y Mendoza, 1974b; Green y Laurent, 1988; Schvarzer, 1989). También hubo diversas investigaciones sobre los grupos Tornquist (Gilbert, 2003) y Bemberg (Belini y Rougier, 2008; Russo, 2000). Asimismo, como parte de esta forma de propiedad, pero desde la vertiente de las oligarquías del interior del país y porteña, se encuentran, entre otros, Allende Posse, Astra, Blaquier, Garovaglio y Zorraquín, Fortabat, Casares y Nougués.

En términos generales, sus actividades manufactureras fueron mayoritariamente bienes de origen agropecuario como harina, aceites, galletitas, azúcar, lácteos, agua mineral, fruta y legumbres envasadas. A ellos se les agregan las manufacturas textiles, tanto telas como bolsas de arpillera. El caso paradigmático es Bunge y Born, porque salvo el azúcar, el agua mineral y los lácteos fabricaba todo lo demás, sobre todo a partir de la década del veinte. Otros elaboraban alguno de esos productos, como el caso de Casares (La Martona) la leche o de Nougués (Ingenio San Pablo) o Blaquier (Ingenio Ledesma) el azúcar.

En este orden de cuestiones, cabe señalar que las manufacturas de origen industrial, como los productos metalúrgicos, perfiles de hierro, sanitarios, grifería, envases de hojalata, así como la fabricación y reparación de embarcaciones, conformaron parte de sus producciones. El grupo Tornquist es notable en este sentido, pero también el perteneciente a Braun Menéndez en términos de los astilleros, lo mismo que Bunge y Born en envases de hojalata. A estas actividades se agrega la construcción (Allende Posse), así como la importante presencia en la propiedad y producción agropecuaria pampeana y/o extrapampeana, la cual es prácticamente la única que está presente en todos ellos, salvo casos excepcionales como el grupo Tornquist.

Al analizar la situación de los grupos económicos desde la perspectiva de los patrones de acumulación, hay elementos que indican que en términos estructurales el fortalecimiento de los grupos económicos se produjo durante el planteo agroexportador oligárquico en la década de 1920, que paradójicamente se sustentó en el aspecto productivo quizá menos acorde con ese patrón de acumulación: la producción fabril.

Sin embargo, hay otro proceso más relevante durante la década de 1930, conectado pero no necesariamente como factor decisivo con la consolidación anterior, que conviene tener en cuenta por su trascendencia histórica. Hasta ese momento, incluyendo su expansión en los años veinte, es indiscutible que esta fracción del capital era una parte constitutiva del poder establecido, pero además que si bien participaba no ejercía la conducción del Estado oligárquico.

Pues bien, las evidencias disponibles indican que a partir de la profunda crisis internacional que se inició a principios de los años treinta, que generó un prolongado colapso del patrón de acumulación vigente hasta ese momento, los grupos económicos se lanzaron a disputar la hegemonía mediante la presencia de sus intelectuales orgánicos en el control de Estado, planteando un proyecto alternativo que se expresó cabalmente en el fracasado Plan Pinedo de 1940, en el cual uno de sus ejes era la industrialización acotada y exportadora (Basualdo, 2020).[1]

En este contexto, cabe señalar que si bien durante los años treinta comienza a plasmarse un nuevo patrón de acumulación de capital basado en la producción industrial (la primera etapa de la sustitución de importaciones), esta se consolida como tal a partir de mediados de cuarenta bajo los gobiernos nacionales y populares del peronismo. El análisis de la trayectoria de los grupos económicos durante estas administraciones es un área de vacancia, salvo por la existencia de algunos estudios de caso que no permiten sacar conclusiones abarcativas. No obstante, se pueden realizar una serie de comentarios respecto de esas etapas.

Uno de los rasgos centrales de los gobiernos nacionales y populares –no el único, pero sí uno muy relevante– es que no cuestionan la dominación capitalista en su conjunto, sino el tipo de dominación que ejercía el proyecto anterior, es decir, a los sectores sociales que consideran que constituyen el núcleo central del bloque de poder. En el caso analizado fueron los grandes propietarios pampeanos (la oligarquía agropecuaria) y el capital extranjero que controlaba los servicios públicos. Obviamente, al mismo tiempo estos gobiernos impulsaron a otros sectores para asegurar el crecimiento y la distribución del ingreso que, en este caso, fue la producción manufacturera, sea nacional o extranjera. Es importante tener en cuenta esta característica para analizar la trayectoria de los grupos económicos durante el patrón inicial de la industrialización, porque significa que tanto el capital extranjero, que era predominante en esa producción, como los grupos económicos que tenían una fuerte inserción industrial, y por supuesto la burguesía nacional propiamente dicha, fueron beneficiarios con sus más y sus menos de las políticas oficiales (Basualdo, 2006).

Por otra parte, el tránsito del planteo agroexportador oligárquico al sustentado en la industrialización liviana puso de manifiesto la ductilidad y la estrategia de poder de la fracción del capital bajo análisis. Luego de haber sido una de las fracciones del capital constitutivas del orden oligárquico, cuando los sectores populares lograron establecer un gobierno nacional y popular, su estrategia fue presentarse como parte de la “burguesía nacional” y desde ese ropaje intentar cooptar a las conducciones de los sectores populares, erosionando de esa manera a esos gobiernos, tanto en sus políticas como en su sustentabilidad. Es pertinente señalar que no se trató de una política circunstancial, sino que constituyó su modus operandi cuando la clase trabajadora pudo mover el fiel de la balanza en favor del conjunto de los sectores populares. Por el contrario, cuando los sectores dominantes lograron por distintos medios el control de Estado, su norte fue destruir a las representaciones y las bases de la clase trabajadora para clausurar la posibilidad de constitución de nuevos gobiernos nacionales y populares.

Por último, tanto durante el preperonismo como durante los gobiernos peronistas se instalaron numerosas sociedades anónimas pertenecientes a la “burguesía nacional” propiamente dicha, sobre todo, aunque no con exclusividad, en la elaboración de alimentos, textiles y frigoríficos, tales como C. Matarazzo (1942, fabricación de pastas alimenticias), Hulytego (1942, productos de caucho), Suixtil (1945, confecciones textiles), Tipoití (1950, hilandería), Frigorífico Monte Grande (1953), Gurmendi (1954, metalúrgica), entre otras.

También como parte de esta acentuada expansión productiva comienzan sus actividades varios de los que serán trascendentes grupos económicos en el marco de la segunda etapa de sustitución de importaciones, como Pérez Companc (1947), Techint (1948), Bridas (1948) e incluso Sasetru (1954), que colapsará (en buena medida, por la última dictadura cívico-militar) durante la crisis financiera de 1980. Como ocurrió también en los que surgieron durante el planteo agroexportador, los orígenes de los que serán nuevos integrantes de esta fracción del capital son diferentes de los anteriores. Así como los nuevos grupos que comienzan sus actividades como parte de la “burguesía nacional” son principalmente manufactureros, los originales también siguen ese sendero porque están actuando en un nuevo patrón de acumulación que reconoce la centralidad de la producción manufacturera pero, desde luego, sin desprenderse de la mayoría de las firmas controladas durante la vigencia del patrón de acumulación anterior.

Los grupos económicos durante la segunda etapa de sustitución de importaciones

Una de las cuentas pendientes de los dos primeros gobiernos del peronismo, sobre todo durante el segundo mandato a partir de 1952, fue no haber logrado profundizar la industrialización incorporando plenamente la industria pesada como parte de la estructura económica. Es poco discutible que lo intentó –de allí la creación de Somisa, la consolidación de Fabricaciones Militares, la fabricación del paradigmático Rastrojero, la moto Puma (Picabea y Thomas, 2015) y el intento de fabricar el tractor Pampa para incrementar la productividad agraria ante la aguda crisis del agro pampeano–, pero también es indudable que no logró plasmar esa iniciativa en la magnitud que se requería.

El peronismo fue derrocado por un golpe militar en 1955 y, en el marco de sucesivas dictaduras y de gobiernos condicionados por unas fuerzas armadas que asumieron la representación política de los sectores dominantes, bajo el gobierno desarrollista en 1958 se puso en marcha el patrón de acumulación sustentado en la incorporación de la industria pesada (siderurgia, química y petroquímica, automotriz y en general bienes intermedios) a la estructura económica. En ese contexto, los sectores populares impulsaron la primera fase de la denominada “resistencia peronista” al nuevo orden establecido por los sectores dominantes.

El dinamismo macroeconómico se sustentó en un tipo de manufacturas que reconoció como la ley básica de su comportamiento el denominado pare-siga (o el ciclo corto), que consistía en la repetición sistemática, aunque irregular, de ciclos de expansión liderados por la producción industrial hasta que irrumpía una crisis de balanza de pagos (sobre todo por el déficit en la balanza comercial) y –devaluación mediante– la consiguiente crisis en la economía real, para luego volver a repetir el ciclo. Esta ley, que fue privativa de este patrón de acumulación, pero que había comenzado a esbozarse en el segundo gobierno peronista, se originó en un proceso económico en que la actividad central y dinámica de la economía (la industria) era fuertemente demandante de divisas y escasamente proveedora, ya que su exportación era marginal, mientras que el agro pampeano exhibía un menor dinamismo pero con elevadas exportaciones. De allí que en determinado momento la demanda de divisas de la industria superaba la oferta de divisas generadas por el agro, provocando los cuellos de botella en el sector externo. Pues bien, cabe señalar, dada su importancia, que la naturaleza de este “ciclo corto” se modificó a lo largo de esta segunda etapa de la sustitución de importaciones. En un principio, hasta 1964, las crisis implicaron caídas en el PBI, mientras que desde allí hasta 1975 estas solo trajeron aparejada una desaceleración en el crecimiento del PBI, dando lugar a la expansión fabril más elevada que registró la economía argentina hasta ese momento (Brodersohn, 1973; Basualdo, 2006).

El papel de las ventas externas agropecuarias y fabriles fue un factor clave para la modificación del ciclo corto sustitutivo, pero no el único, ya que la deuda externa contribuyó en el mismo sentido. A medida que avanzó la segunda sustitución de importaciones se incrementó el endeudamiento con el exterior, en el cual el del sector público siguió siendo mayoritario, pero acompañado de una creciente deuda externa privada. Cabe enfatizar, debido al proceso que se abrió luego con la dictadura militar, que tanto el endeudamiento público como el privado estuvieron en función de la expansión manufacturera.[2] La conjunción de ambos fenómenos (expansión exportadora y endeudamiento con el exterior) determinó una tendencia creciente de las reservas disponibles en el BCRA, señalando un avance significativo en la sustentabilidad del proceso sustitutivo de importaciones. Esta realidad objetiva contradice la convicción instalada en el sentido común que afirma que ese proceso de sustitución de importaciones estaba agotado a mediados de los años setenta.

En términos de las fracciones de capital, hay pleno consenso acerca de que se trataba de una industria muy concentrada (Azpiazu y Khavisse, 1984), donde las empresas extranjeras lideraban estructuralmente este patrón de acumulación (Sourrouille, 1976), tanto por la magnitud de sus inversiones como por el proceso de desnacionalización de las corporaciones nacionales que se expresó sobre todo durante 1966 y 1967 bajo la política implementada por Krieger Vasena en la conducción económica durante la gestión encabezada por el dictador Onganía (Alende, 1973).

En este contexto, los grupos económicos mantuvieron, con sus más y sus menos, su participación relativa en términos industriales, que era la actividad dinámica de ese patrón de acumulación, lo cual se puede avizorar mediante la estabilidad de su participación en la facturación de las 200 empresas de mayores ventas (Basualdo, 2006). Dado que hubo un crecimiento económico muy significativo a partir de 1964, esto significa que la expansión de esta fracción del capital fue igualmente importante al aumentar casi en la misma proporción.

En términos específicos, en el cuadro 1.1 constan los grupos económicos que integraban la cúpula empresaria al final de este patrón de acumulación, las empresas que participan en la cúpula y el total de firmas controladas por cada uno de ellos.

Por otra parte, pero relacionado con lo anterior, los grupos económicos demostraron su incidencia y capacidad de negociación en el momento más relevante en términos orgánicos para los sectores dominantes, que fue durante la administración del dictador Onganía, con A. Krieger Vasena como ministro de Economía en 1966 y 1967. Bajo esas circunstancias, se puso en marcha una política alejada del canon establecido, ya que su diagnóstico no estuvo basado en que la inflación se generaba por un exceso de demanda, como sostenía la ortodoxia económica, sino por un problema de la oferta y específicamente por los elevados costos de producción. Su política partió de una significativa devaluación (40%), pero imponiendo retenciones solo a las exportaciones tradicionales, o sea, las agropecuarias (entre el 16 y el 25%), lo cual beneficiaba a las exportaciones industriales al instaurar un sistema de cambios múltiples.

Asimismo, para aminorar el impacto inflacionario disminuyó los aranceles a la importación, otorgó un aumento salarial y luego congeló los haberes. Como parte de esa política se produjo una suba de la tasa de interés real que benefició al sistema financiero y que, al confluir con la disminución de la protección arancelaria y el abaratamiento del valor de las firmas en moneda extranjera a raíz de la devaluación, dio como resultado un amplio proceso de desnacionalización cuyo rasgo más relevante consistió en la adquisición de las fábricas de cigarrillos por parte del capital externo. Dicho de otra manera, el incremento de la tasa de interés real y la reducción arancelaria generaban un colapso financiero en las empresas locales, ya que las importaciones le ponían un techo al precio del producto y la tasa de interés real incrementaba el costo. Mientras esto sucedía la devaluación abarató el precio de compra de las firmas locales por parte del capital extranjero.

En este contexto, los grupos obtuvieron logros muy importantes que permanecieron en el tiempo. Por un lado, durante esta gestión del ciclo de dictaduras se puso fin a la problemática de los arrendamientos que había comenzado con Castillo en los años cuarenta y había perdurado con diversas modalidades hasta ese momento. Pues bien, por la Ley 17.253/67 se les devolvieron las tierras que continuaban en esa situación a los propietarios originales (Blanco, 2007). Este fue un logro histórico para la oligarquía en su conjunto, ya que concretaba una reivindicación central en una situación sectorial que había obtenido, de manera directa e indirecta, cuantiosos beneficios derivados de la expansión manufacturera de la época, siendo uno de ellos un incremento muy significativo de la productividad. Ciertamente, ese proceso beneficiaba de modo directo a los grupos, en tanto que por lo general eran, con sus más y sus menos, grandes terratenientes, pero no menos importante fue que los consolidó como la conducción de la oligarquía en su conjunto, ya que esta medida histórica completó otras políticas que se lograron por la participación de sus intelectuales orgánicos, como la creación del INTA propuesta por el plan Prebisch de 1956, que permitió aumentos relevantes de la productividad.

Cuadro 1.1. Las firmas de los grupos que participan en las 200 empresas de mayores ventas, 1975 (en millones de pesos y porcentajes)

Grupo económico

Total de firmas propias

Empresas dentro de las 200 de mayores ventas, 1975

Empresa

Ventas

% ventas

Sector(*)

1. Bunge y Born

59

12.372

15,0

Molinos Río de la Plata

4853

ind.

Grafa

2524

ind.

Compañía Química

2018

ind.

Centenera

1623

ind.

Alba

1354

ind.

2. Techint

30

11.498

14,7

Propulsora Siderúrgica

5278

ind.

Techint

2328

const.

Dálmine

3892

ind.

3. Acindar

25

Acindar

9644

12,3

ind.

4. Celulosa-Fabril

26

7264

9,3

Celulosa

5525

ind.

Fabril

1012

ind.

Witcel

727

ind.

5. Alpargatas

9

6280

8,0

Alpargatas

5081

ind.

Azucarera Argentina

1199

ind.

6. Gurmendi

9

Gurmendi

3851

4,9

ind.

7. Ledesma

11

Ledesma

3377

4,3

ind.

8. Sasetru

23

Sasetru

3085

4

ind.

9. Fortabat

16

Loma Negra

2918

3,7

ind.

10. Soldati

36

Ítalo

2160

2,8

serv.

11. Nougués

8

1833

2,3

San Pablo

1004

ind.

Córdoba del Tucumán

829

ind.

12. Garovaglio y Zorraquín

12

1714

2,3

Garovaglio y Zorraquín

1213

ind.

Saiar-Rheem

501

ind.

13. Bemberg

28

Quilmes

1469

2,0

ind.

14. Terrabusi

6

Terrabusi

1392

1,9

ind.

15. Macri

7

Impresit

1193

1,5

ind.

16. Bridas

4

Bridas

1087

1,4

pet.

17. Corcemar

23

Corcemar

1054

1,3

ind.

18. Pérez Companc

10

Pérez Companc

1050

1,4

pet.

19. Roggio

6

Benito Roggio

938

1,2

const.

20. Bonafide

7

Bonafide

930

1,2

ind.

21. La Anónima (Braun)

53

Astarsa

684

0,9

ind.

22. Massuh

4

Massuh

644

0,8

ind.

23. Grafex

7

Grafex

594

0,8

ind.

24. IVA

20

IVA

553

0,7

ind.

25. INTA

8

Inta

516

0,7

ind.

Total

449

36

75.182

100

(*) Sectores: ind.: industria; const.: construcción, serv.: servicios; pet.: petróleo.

Fuente: Elaborado sobre la base de la información del Área de Economía y Tecnología de la Flacso y Acevedo, Basualdo y Khavisse (1991).

Por otro lado, Krieger Vasena, según su diagnóstico, puso en marcha el plan de obra pública más ambicioso hasta ese momento, que incluso fue más significativo que el de la década del treinta bajo el gobierno de Justo. Pues bien, la novedad fue que encargó esas obras al sector privado mediante licitaciones y los correspondientes contratos. Así nació lo que luego se conoció como la denominada “patria contratista”, con los grupos Techint[3] y Pérez Companc como referentes indiscutibles a la cabeza, pero también con otros múltiples participantes entre los que se encontraba el grupo Macri.

La creciente incidencia de los grupos económicos en el patrón de acumulación sustentado en la valorización financiera del capital

El tránsito de la industrialización sustitutiva al nuevo patrón de acumulación de capital

Un análisis de la irrupción en 1976 de un nuevo patrón de acumulación, por más breve que sea, debe partir de la situación que transitaba el partido político de los sectores dominantes, es decir, de las circunstancias que vivían las fuerzas armadas. Al respecto, como se mencionó anteriormente, ellas se habían alineado en dos bandos (“azules” y “colorados”). La diferencia crucial entre ambos consistía en cuál entendían que era la manera más efectiva de derrotar al movimiento popular y sobre todo al peronismo. Para los “colorados” era necesario aniquilarlo porque concebían que era la entrada del comunismo al país, mientras que los “azules” entendían que se lo debía neutralizar políticamente, fracturándolo (Basualdo, 2013).

Hay pleno consenso acerca de que los “azules” condujeron el planteo del partido militar durante la segunda sustitución de importaciones, pero su fracaso (el triunfo popular y el nuevo gobierno peronista) abrió la puerta para que los sectores dominantes le dieran a los “colorados” el mando del proceso que se puso en marcha a partir de la dictadura militar que comenzó en 1976. De allí en adelante, la Doctrina de la Seguridad Nacional, que se había aplicado durante la segunda etapa sustitutiva, fue reemplazada por otra centrada en el aniquilamiento de conducciones del movimiento popular. Esta nueva doctrina definida por los “colorados” e inspirada en la experiencia francesa de la guerra de Argelia (1954-1962) y el asesoramiento estadounidense se sustentó en una represión inédita que buscó el aniquilamiento del movimiento popular mediante la denominada guerra sucia (desaparición, tortura y asesinato de los militantes populares). El objetivo del crecimiento económico anterior, que era el sustento de la Doctrina de Seguridad Nacional, fue reemplazado por la reestructuración económica que interrumpirá la industrialización con el fin de anular las condiciones estructurales que daban lugar a las alianzas sociales que permitían la emergencia de gobiernos nacionales y populares (Basualdo, 2013).

La última dictadura se desplegó en un nuevo contexto internacional que comenzó a perfilarse a comienzos de la década de 1970 con la disolución del acuerdo de Bretton Woods (1944), que al desvincular el dólar del oro dio lugar a la instauración de “tipos de cambio flexibles”, lo que inauguró una etapa de marcada inestabilidad monetaria y especulación financiera. Sin embargo, es a fines de esa década, específicamente entre 1978 y 1980, cuando comenzó a implementarse una serie de políticas nacionales en los países centrales y periféricos que dio un contenido definido a esos cambios iniciales. Por un lado, en 1978 Deng Xiaoping (que había sido denostado por Mao Tse Tung antes de su muerte) implementó la liberalización de la sociedad comunista china, que abarcaba la quinta parte de la población mundial. Por otra parte, en julio de 1979 asumió Paul Volcker como conductor de la Reserva Federal de los Estados Unidos, e inmediatamente replanteó la política monetaria imponiendo elevadas tasas de interés como medio de detener la inflación, aun a costa de una creciente desocupación de la mano de obra. Comenzaba entonces a plasmarse en la práctica política, aunque en forma incipiente, la idea de la restauración de la dignidad y de la libertad individual que el pensamiento neoliberal consideraba como los “valores centrales de la civilización”.

Sin embargo, hay consenso acerca de que el punto de no retorno se encuentra en las políticas que encararon en 1978 y 1979 Margaret Thatcher y Ronald Reagan en Inglaterra y los Estados Unidos, respectivamente. La primera llevó a cabo en su país una cruzada contra el estancamiento económico centrada en deteriorar el poder ejercido por los sindicatos. Mientras que Reagan encaró la reestructuración económica apoyando las acciones de Paul Volcker en la Reserva Federal, impulsando una profunda desregulación, rebajando impuestos al capital, recortando el gasto social, suprimiendo todas las normas que restringían la movilidad del capital a nivel nacional e internacional y erosionando el poder sindical que puso en marcha con la derrota de la huelga que llevaron a cabo los controladores del tráfico aéreo en 1981 (Organización de Controladores Profesionales de Tráfico Aéreo –Patco–).

En ese marco, el nuevo patrón de acumulación que experimentó la economía argentina fue posible debido a la conformación de un bloque de poder sustentado centralmente por la alianza entre el capital financiero internacional y los grupos económicos locales. Así, la última dictadura militar interrumpió la industrialización sustitutiva e impuso un nuevo planteo económico y social que estaba basado en la valorización financiera (1976-2001). No se trató solo de la enorme rentabilidad que obtuvieran los bancos o el sistema financiero en general, sino sobre todo de la renta financiera que percibieron los oligopolios líderes en los restantes sectores económicos, entre los que se contaba la producción fabril, agropecuaria y, posteriormente, los servicios públicos privatizados. Esto fue posible por la mayor rentabilidad de la tasa de interés respecto de la de otras actividades económicas, la notable concentración del ingreso y la fenomenal masa de recursos pasibles de ser valorizados en la economía interna que ingresaban en forma de deuda externa. Todo ello sobre la base de elevadas diferencias entre la tasa de interés interna respecto de las vigentes en el mercado financiero internacional.

De esta manera, las fracciones del capital dominante contrajeron deuda externa para luego realizar con esos recursos colocaciones en activos financieros en el mercado interno (títulos, bonos, depósitos, etc.) con el propósito de valorizarlos debido al diferencial positivo entre la tasa de interés interna e internacional, y después fugarlos al exterior. La fuga estuvo intrínsecamente vinculada al endeudamiento externo, porque este último no afectó el nivel de consumo de los sectores de altos ingresos ni tampoco constituyó, en lo sustantivo, un modo de financiamiento de la inversión o del capital de trabajo como en la sustitución de importaciones, sino un instrumento para obtener renta financiera deteriorando significativamente la formación de capital en el país.

Sin duda, este proceso no hubiera sido factible sin una profunda modificación en el tipo de Estado que de allí en más abandonó su preocupación por la expansión fabril y pasó a impulsar la obtención de renta financiera por parte del nuevo bloque de poder. Esta alteración se expresó al menos en tres procesos básicos. El primero de ellos radicó en que la tasa de interés interna fue sistemáticamente mayor al costo del endeudamiento en el mercado internacional, gracias al endeudamiento del sector público con el mercado financiero interno, donde era el mayor tomador de crédito en la economía local. El segundo consistió en que el endeudamiento externo estatal fue el que posibilitó la fuga de capitales locales al exterior al proveer las divisas necesarias para que ello fuese posible. El tercero y último fue que la subordinación estatal a la nueva lógica de la acumulación de capital por parte de las fracciones sociales dominantes posibilitó la estatización, en determinadas etapas, tanto de la deuda externa privada como de la deuda interna. Posteriormente, se privatizaron las empresas públicas para favorecer al bloque de poder (tanto a los grupos económicos locales y al capital extranjero que accedieron a su propiedad como a los acreedores externos, dado que de esa manera cobraron los intereses derivados de la deuda externa, cuyo pago se había obturado a fines de los años ochenta).

La base económica y social para que todo este proceso fuera posible fue el acentuado predominio del capital sobre el trabajo, que se expresó en una manifiesta regresividad de la distribución del ingreso y en un nivel de exclusión social que implicó un retroceso que no tenía antecedentes históricos en la Argentina. Estas tendencias fueron el producto de la convergencia de un salto cualitativo en el nivel de explotación de los trabajadores con una severa y sostenida expulsión de mano de obra que, al afectar a millones de asalariados, dio como resultado una inédita tasa de desocupación y subocupación. No menos relevante fue el replanteo de la dinámica política, no solo por la brutal represión al movimiento popular, sino, además, ya durante los gobiernos constitucionales, por la implementación del “transformismo”, es decir, la cooptación de los dirigentes populares, descabezando así a los sectores populares (Basualdo, 2001).

Características, trayectoria e incidencia de los grupos económicos en la economía real desde la dictadura militar hasta 2001

El estudio de los grupos económicos adquirió una atención hasta ese momento desconocida debido a la importancia que estos asumieron a partir de la última dictadura militar. En ese sentido hubo un artículo pionero realizado por Jorge Schvarzer (1980) en el que destacaba el dinamismo industrial de los grupos económicos locales respecto de las empresas transnacionales. Esta sugerencia acerca de un predominio totalizador por parte de los grupos económicos se vio relativizada, ya que varios de los que se mencionaron como los nuevos y más dinámicos fueron seriamente afectados por la crisis financiera de 1980 (Sasetru, Greco, Oddone, entre otros) e incluso quebraron, no sin la participación dictatorial, en tanto eran competitivos con los intereses del poder establecido.

Más adelante, en un libro clásico sobre el tema otros autores (Azpiazu, Basualdo y Khavisse, 1986) demostraron que la nueva cúpula industrial estaba en buena medida integrada por sociedades pertenecientes tanto a los grupos económicos locales como a los conglomerados extranjeros, lo cual permitía tener una visión más abarcativa sobre la configuración y el comportamiento de los nuevos integrantes del poder económico en la Argentina a partir de la dictadura militar. Allí se indicaba que la interrupción de la etapa de sustitución de importaciones liderada por las firmas extranjeras había dado lugar, desde 1976 en adelante, a un proceso en el que unos pocos grupos económicos locales y un conjunto de conglomerados transnacionales habían ocupado decididamente el centro de la escena económica. Esta conclusión era significativa por varios motivos:

En primer término, porque se afirmaba que de los cientos de miles de firmas que actuaban en la economía argentina había un número reducido que contaba con la capacidad de definir el rumbo de la economía en su conjunto.