Luchadores de fuego - Evangelina Moran - E-Book

Luchadores de fuego E-Book

Evangelina Moran

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Beschreibung

Luchadores de fuego es un trabajo de investigación periodístico con un enfoque cien por ciento bomberil y con perspectiva de género, porque eso es la autora: una exbombera que se rehúsa rotundamente a pensar que las emergencias es un mundo que le pertenece únicamente a los hombres. Pero aquí no hay una lucha de géneros, sino el privilegio de contar con sabias y conmovedoras historias de quienes le pusieron el cuerpo a las más grandes e injustas emergencias en el mundo. Algunas fueron ocasionadas por negligencias y otras, porque fueron la fiel demostración de que las guerras no solo se dan en los campos de batalla, sino en trágicos atentados e incendios. Conocé en primera persona lo qué sucedió en Chernóbil, en las Torres Gemelas, en Atocha, en la AMIA, en Cromañón, en Iron Mountain, en Ycuá Bolaños, en la ingeniería Guerra, en los forestales de Puerto Madryn, en Córdoba, en El Bolsón… y cómo los bomberos de distintos países enfrentaron la pandemia y mucho más.

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Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Morán, Evangelina Haydée

Luchadores de fuego / Evangelina Haydée Morán. - 1a ed. - Córdoba : Tinta Libre, 2023.

214 p. ; 21 x 15 cm.

ISBN 978-987-824-269-9

1. Entrevistas. 2. Literatura Testimonial. 3. Bomberos Voluntarios. I. Título.

CDD 363.37092

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor.

Está también totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución por internet o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidadde/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2023. Morán, Evangelina Haydée. @evangelinamoranok

© 2023. Tinta Libre Ediciones

A quienes le pusieron el cuerpo, el corazón y la mente a las emergencias...

Índice

Prólogo · 9

Luchadores de fuego · 15

Nievas: “Subí y observé que había cuerpos en llamas, algunos estaban atados a las camas” · 17

No fueron “bomberitos”, sino niños, niñas y jóvenes valientes que habían decidido ser bomberos voluntarios y murieron encerrados por el fuego · 29

Carlos Russo asegura que “es más fácil entrar al ruedo de las emergencias que querer salir” · 37

Bombero: “La gente que estaba afuera logró romper los vidrios en forma desesperada para salvar a quienes estaban adentro” · 55

¡Explosión! · 61

Último sobreviviente: “Aún puedo oler el combustible después de que impactó el avión, y el polvo cuando el edificio se empezó a desmoronar” · 67

“Los bomberos habitualmente nos apoyamos entre nosotros y damos salida a todos nuestros sentimientos” · 73

“Ycuá Bolaños fue la trampa perfecta” · 77

Cortez: “Otra vez, cuando la desgracia de perder compañeros se vuelve a repetir” · 83

Mariano López: “Fue una lucha contra el tiempo para rescatar a tanta gente” · 97

Raúl Garnica, un súper bombero y padre de héroes y heroínas · 107

Bombera rindió examen mientras combatía incendio forestal · 117

Un pueblo hecho cenizas luego de ser arrasado por un forestal · 123

“La ciencia nos provee la efectividad y la inefectividad de nuestros esfuerzos” · 131

Un cuartel que defendió el espíritu de la contención social y un presidente que dejó de comer durante la pandemia por sentir vergüenza · 137

Los rescatistas del Fin del Mundo · 157

“Ya pasó el momento de tirar agua, ahora debemos pensar en nuestra salud integral” · 165

Bomberos que le hicieron frente a la pandemia · 175

Varado en España durante la pandemia, decidió colaborar con los bomberos de Andorra · 177

Nikita: “En Rusia hay escasez de vacunas porque a las Sputnik V se las llevaron afuera” · 185

Bomberos Voluntarios con más derechos y mayores responsabilidades · 191

¡Oye, bombera! · 199

Sobre la autora · 211

Prólogo

Cientos de veces miramos con dulzura a los niños que advierten que de grandes quieren ser bomberos. Pero cuando son niñas las que anhelan ese sueño, ¿reaccionamos de la misma manera? Tal vez ahora sí, a partir de este maravilloso cambio de paradigma por el cual se comenzó a aceptar que la mujer ocupe y desempeñe roles que antes le eran negados.

Nos llevó años demostrar y hacerles entender a otros hombres y mujeres que ser bombera no se trata de un capricho, sino de querer trabajar para salvar los bienes materiales de los vecinos y vecinas, y lo que es aún más preciado, la vida humana.

¿Pero qué pasa cuando esos niños y niñas crecen y ese sueño se convierte en un proyecto de vida? Las familias, los amigos, ¿acompañan?

La historia de los bomberos voluntarios pesa en toda Argentina, porque además de ser uno de los trabajos más ingratos y peligrosos hay que sumar que no hubo ni hay un salario que reconozca al servidor público como un trabajador.

Recuerdo con mucha claridad que a mis seis años visité por primera vez junto a mis compañeros de segundo grado de la Escuela número nueve, el Cuartel de Bomberos Ushuaia.

Y sonrío para mis adentros, porque es increíble que aún pueda recordar los detalles de los camiones color rojo, las herramientas, botas y cascos, lo cual estaba todo muy ordenado.

En un rincón vi una radio VHF en la que no paraban de modular y, la mejor parte, fue un bombero que nos hablaba sobre los cuidados que debíamos tener en nuestros hogares para evitar incendios con los calefactores.

En ese momento sentí alegría y adrenalina, una sensación que buscaría veinte años más tarde.

Estas páginas fueron cultivadas con mis más sinceras lágrimas provocadas por la bronca y el dolor. Lágrimas de las que no me avergüenzo porque crecí y ya no soy la misma bombera del 2007, esa que se escondió para llorar detrás del pierce (camión con escalera) cuando un machirulo decidió burlarse de mi disgusto luego de que quitáramos del río el cuerpo de un hombre sin vida.

Yo no soy la misma, el mundo y nuestro querido país tampoco. Entonces ya no hace falta disimular el dolor apelando a la falsa estrategia de tragar saliva o, lo que es peor, la idea de generar sistemáticos mecanismos de defensa, como insultos y risas, para no querer demostrar debilidad por el temor de que se burlen de nosotros.

Recuerdo aquella vez que mi instructor me dijo: “El día que no te duela perder a alguien te pido que te retires y no seas más bombera, porque necesitamos humanos trabajando. No máquinas”.

Muchas de las emergencias que abordaremos marcaron un antes y un después en reglamentos internos, ordenanzas municipales, leyes provinciales y nacionales. Pero tal vez lo más importante fue que el pueblo argentino comenzó a tener mayor empatía con los bomberos, cuando observó a través de una transmisión en vivo por televisión el incendio de Iron Mountain. Recién allí los bomberos consiguieron el derecho de ser vistos como personas para poder llorar el frío y el cruel arrebato de la vida de sus compañeros.

Debo advertir que este libro no es la recopilación de simples testimonios, porque a muchos bomberos no les gusta y les cuesta inmensamente hablar de lo que vivieron.

Sin embargo, entendieron que es justo y necesario compartir sus experiencias con los nuevos bomberos, con los que vienen, porque si bien la tecnología y las Ciencias Sociales avanzan, se necesita la voz de un maestro o de alguien que lo haya vivido en primera persona para advertirles sobre riesgos y posibles consecuencias.

En este trabajo de investigación tampoco se encontrará un testimonio que sea más importante que otro, sino sabias y conmovedoras historias de quienes le pusieron el cuerpo a las más grandes e injustas emergencias. Algunas ocasionadas por negligencias y otras porque fueron la fiel demostración de que las guerras no solo se dan en los campos de batalla, sino en trágicos atentados e incendios.

Tal vez este escrito nos encuentre en distintas etapas de la vida, y sin importar cuál sea estoy segura de que al igual que aquel primer día que cursamos Asistencia Pre Hospitalaria, “nunca más vamos a volver a mirar con los mismos ojos un incidente de tránsito, un incendio, una tragedia y posiblemente, a la propia familia”.

Si bien Luchadores de fuegotiene un enfoque cien por ciento bomberil y pretendo comportarme como un nexo entre las más extraordinarias personas que forman parte de este trabajo y vos, que elegiste no hacerte eco de la historia sino de tomar la decisión de crecer para ser mejor bombero y mejor persona, lo harás sabiendo que la única persona que emite opinión sobre causas varadas o veredictos incongruentes de la Justicia soy yo, y nadie más.

Es increíble el entramado que se puede abordar cuando se busca hablar de los bomberos voluntarios, porque en el imaginario de las personas que están ajenas a cualquier cuartel emerge la idea de que “somos todos delincuentes”, “vagos y vagas”, “atorrantas”, y en una fracción más pequeña “héroes”.

Ante esa catarata de percepciones quisiera decir que faltó mencionar que “estamos muy locos” porque creo que hay que estar un poco loco para atreverse a dejar a la familia, a los amigos, y mientras todos deciden huir de cada emergencia nosotros estamos ahí, queriendo entrar.

Por años nos señalaron como “ladrones” debido a los cientos de casos de estafa o malversación de fondos ocurridos tal vez, en diferentes cuarteles, cuando lo cierto es que los bomberos siempre permanecimos abocados al estudio y al trabajo, sin recibir un mango por horas de sacrificio y cansancio.

Si hiciera una encuesta en este momento para saber cuántos de ustedes tienen sus equipos en condiciones y la certeza de que el seguro de vida fue pagado, los resultados serían lamentables. No sorprendentes, sino lamentables.

Respecto al resto de los insultos recibidos creo que basta con observar el contexto de la sociedad en la que vivimos para entender que, tal vez, solo fueron palabras que reflejan las personalidades de los que los profirieron.

Debo decir que me explota el pecho de alegría, y me llena de orgullo saber que en la actualidad hay más de siete mil mujeres dentro del Sistema Nacional de Bomberos Voluntarios, y que además se avanza en un abordaje integral en políticas de género en las asociaciones de Bomberos Voluntarios del país. A esto lo sumo a la lista de innumerables derechos y el respeto que merecemos las mujeres.

En esta desventurada realidad pandémica que transitamos tuve la oportunidad de indagar sobre protocolos, leyes, vacunas, y saber también cómo sobrevivieron hombres y mujeres de Argentina, Paraguay, México, Rusia y España a esta crisis sanitaria que nos castigó tan duramente.

Ahora los invito a que en cada entrevista puedan tener presente una palabra, la puedan memorizar o bien hacer el ejercicio de escribirla en el margen, y cuando detengan la lectura considérenla: RESPETO.

Respeto por las víctimas, por sus familias y por el trabajo que realizan todos los bomberos y bomberas.

Luchadores de fuego

Clínica geriátrica Saint Emilien

Buenos Aires (26/04/85)

Nievas: “Subí y observé que había cuerpos en llamas, algunos estaban atados a las camas”

Su nombre es Ricardo Nievas, es subcomisario retirado de la Policía Federal Argentina (Escalafón Bomberos). Acredita un sinnúmero de reconocimientos, es licenciado en Seguridad y cuenta con un posgrado en Higiene y Seguridad en el Trabajo.

Y si bien podría dar cátedra a partir de su experiencia y de su preparación, en estas páginas solo compartirá un fragmento de su valioso paso por Bomberos y explicará la importancia que instituciones —públicas y privadas— y ciudades tengan un plan de contingencia para dar respuestas y no ser vulnerables ante un siniestro o desastre.

Nievas, no la tuvo fácil, su primer gran incendio fue el de la clínica geriátrica Saint Emilien, el 26 de abril de 1985 y se cobró la vida de 60 personas, muchas de las cuales habrían estado sedadas.

¿Qué pasó ese día?

Una de las personas que estaba internada prendió fuego unos colchones. Estaba en el segundo piso y por eso cuando las personas querían bajar tenían que recorrer todo el pasillo, que había quedado con fuego.

Por esa razón muchos fallecieron quemados, pero como sucede en la mayoría de los incendios la gente no muere calcinada sino por el efecto del humo, y después de fallecida el fuego sí pasa por encima de ella.

Los incendios reales no son como los de las películas, en las que son las llamas en la piel las que causan la muerte.

Fue un hecho lamentable con muchísimas víctimas, por eso cuando ocurren estas cosas se generan algunos cambios en la legislación.

Recuerdo que en esa época los pasillos estaban recubiertos por un revestimiento sintético de fórmica. Era un enchapado, algo parecido a lo que había en Cromañón, lo cual generaba gran cantidad de humo tóxico. Por eso a partir de ahí no se permitió más el uso de ese material.

Explícame un poco cómo fue el trabajo que realizaron en la clínica.

Nuestro arribo fue muy rápido, Buenos Aires tiene la ventaja de que además de haber un buen servicio no hay cuarteles que superen las 20 cuadras de distancia.

Por las características que tenía el edificio lo primero que se trató de hacer fue circunscribir el fuego para evitar la propagación a zonas linderas. Trabajamos durante dos días. La extinción se hizo rápido y lo que sí fue muy complejo fue retirar los cuerpos. Eso se hizo al día siguiente.

Tal vez ese haya sido el trabajo más difícil, al menos para mí. Durante el incendio recuerdo que subí a uno de los pasillos y vi cuerpos que estaban en llamas.

Después tuvimos que hacer un relevamiento. Eran cuatro pisos, no recuerdo la cantidad de habitaciones, pero sí que entramos a todos los lugares buscando encontrar posibles víctimas, vivas o fallecidas. Si bien la extinción se logró rápidamente también estuvieron estas tareas de búsqueda y recuperación de los cuerpos.

Hay una diferencia muy grande entre tu preparación y la mía, pero creo que no hay práctica en los años ‘80 o en la actualidad que simule la posibilidad de tener que ver a una persona en llamas. Nos preparamos para tener que atacar de cientos de maneras diferentes los incendios, pero no para ser testigo de cómo el fuego consume un cuerpo. Y por esa razón, pienso en la importancia de la contención post estrés para los bomberos. Pero en esa época ni siquiera se conocía el término y en algún punto me cuesta creer en el derecho de poder llorar para soltar tanto dolor.

Sin lugar a duda. Fue recién en Cromañón cuando tuvimos una contención emocional por parte del área de Psicología del Hospital Policial Churruca. Eso antes no existía, había otra cultura. Hacíamos turnos de 24 por 48 horas y tal vez, por una cuestión cultural de la policía, no lo sé, no se podía demostrar ningún signo de debilidad.

Me tocó trabajar en la unidad de Explosivos y la verdad uno no podía andar demostrando debilidad. Está claro que no había una bajada de línea que lo impidiese sino una cuestión cultural por la que uno sentía que se tenía que bancar todo.

Pero las consecuencias vienen después porque de alguna manera queda en el cerebro, el cual está dividido en dos partes: por un lado, lo emocional y por el otro la técnica. Hay que tratar de buscar el equilibrio, alguien que es muy emotivo no puede ser bombero porque se bloquea, y cuando uno está trabajando en una situación así predomina la cuestión técnica.

Hubo un momento en el que sentía que volvía a ver esos cuerpos y repasas el momento una y otra vez, y finalmente te das cuenta de que eso no es gratis, te queda para siempre.

¿Te volvió a pasar?

Sí, porque es el trabajo mismo. Me ha pasado en intervenciones en Villa Lugano, había niños jugando a la escondida y uno de ellos se escondió entre la puerta del ascensor y la cabina, y cuando llamaron al ascensor el niño quedó atrapado. Los padres estaban dos pisos más arriba, no sabían que su hijo estaba muerto y esas son las situaciones más difíciles. Tener que cargar a un chico muerto no tiene palabras.

Los niños siempre serán un punto y aparte en la formación de los bomberos y en las emergencias, pero la verdad el peso de la muerte es un ancla que muchas veces levantás y la llevás. Otras te cansás y te quedás ahí con ella, tal vez por un momento o para siempre. ¿En ese momento tenías hijos?

No, pero en el 2002 mi hijo tenía dos añitos y estaba lejos, en Bariloche. Recuerdo que me tocó trabajar en un accidente de tránsito en Liniers donde venía un padre con su hijo. No sé qué le pasó al padre que chocó y el hijo salió despedido del vehículo y su cabeza pegó contra el guardarraíl, y ahí otra vez se me generó una situación similar. Estaba el hijo ahí nomás, tirado, muerto, y el padre a unos metros y no se lo dejaban ver. Ahí me sentí más vulnerable porque a mi hijo lo tenía lejos y lo estaba extrañando muchísimo.

Cuando nos ponemos más grandes me parece que nos vamos poniendo más sensibles, o tal vez nos lo permitimos.

La contención no es un capricho. La cabeza es una especie de carrusel que no para de dar vueltas.

Muchas veces la contención emocional se la piensa más para las víctimas, pero también hay que considerarla para los respondientes de emergencias. El bombero no tiene una capa de superhéroe, sino un estructural. Además, pareciera que hay un mandato de que el bombero tiene que dar solución a todo y a veces no se puede dar esa solución, es como llevar una mochila de la cual nos terminamos haciendo cargo sin posibilidad de explicar que a veces no se puede.

Eso que decís creo que se vio muy bien reflejado a través de las transmisiones en vivo que realizaron los canales de televisión, cuando llegaban profesionales del SAME a contener a los servidores públicos que habían estado en la tragedia de Iron Mountain.

Ese fue el punto de inflexión. Pero el primer caso donde se consideró todo por lo que pasa el bombero fue en Cromañón, y en realidad estas cuestiones son culturales dentro de cada organización.

Cuando estaba dentro de la unidad de Explosivos y tenía que acceder al lugar donde había un paquete sospechoso recuerdo que sí sentía un poco de miedo. Una de las maneras de abordar un paquete es poner un detonador, micro carga, que permite saber si hay un caza bobo o trampa. ¿Pero qué pasaba con el que usaba esos elementos en el ‘89?: lo consideraban cobarde y en realidad a mi entender no lo era, porque en realidad no hacés más que cuidarte.

También recuerdo que en situaciones así algunos perdieron la mano, pero por esas cuestiones culturales se debía demostrar valentía.

Eso cambió totalmente, al igual que aquel que entraba a los incendios con el equipo de autónomo. Te decían “no, te la tenés que bancar”.

Es una broma, ¿no? ¿los jefes permitían que ingresaran sin el autónomo?

Eran otros tiempos, años ‘70 y ‘80. Algunos decían “me prendo un cigarrillo y el humo lo largo dentro de la máscara”, y después los veías cómo se iban retirando diez años más tarde con problemas de pulmones. Sé que uno no va a un incendio con la idea de morirse, pero si se puede evitar hay que hacerlo.

Hablo siempre desde Bomberos de la Policía Federal como un organismo público, donde comenzó a regir el tema de las aseguradoras en los años 90, la Ley 24.057 creo que del año ‘97 ó ‘98, y efectivamente a las instituciones llegó en el 2010 ó 2011.

Ahora hay una dependencia dentro de Policía Federal de Servicio e Higiene Laboral, donde están en forma permanente evaluando riesgos y esas cosas.

Está claro que contás con una vasta trayectoria en las tragedias más grandes del país, y acá solo abordamos un fragmento muy pequeñito, pero sabiendo que sos director de la carrera de ciclo Licenciatura en Gestión de Siniestros en el Instituto Universitario de la Policía Federal Argentina (IUPFA), quiero saber si hay una especie de receta mágica para actuar en forma perfecta en siniestros, cuando los recursos a veces no llegan por diferentes motivos.

A veces son las capacidades que te da la experiencia para tomar decisiones, hacer un manejo de crisis, ver si hay gente, y qué hay detrás para tratar de tomar el control.

Decidir si necesitás o no qué recurso, sabiendo que estamos acostumbrados a administrar desde la pobreza, y eso también nos permite agilizar el conocimiento técnico y la creatividad, sino tenés tabla rígida sacás una puerta y listo.

Uno puede improvisar una o dos veces y te puede salir bien, pero lo que hay que saber y ser consciente, es que te la estás jugando y eso también te puede salir mal. Es difícil que esto suceda con quienes son estructurados.

Cuando estuve en Bariloche nos enviaron una autobomba nueva, una Titán que había sido importada pero no estaba preparada para el frío. Vinieron unos técnicos de Estados Unidos con sus herramientas, y después de entrar en confianza nos dijeron que no les habían enviado una abrazadera grande “como parte del caño”. Entonces el sargento que teníamos agarró un pedazo de cubierta de auto, les dijo “mandale nomás”, lo pusieron junto con el alambre y ¡los yanquis no lo podían creer!

Nos dijeron que después llegaría la pieza que faltaba, pero en el mientras tanto seguimos trabajando con ese arreglo provisorio, sin problemas.

Eso nos deja la enseñanza de que con los pocos recursos que tenemos debemos dar solución, y sumado a la experiencia creo que nos permite ser proactivos y así logramos estar uno o dos pasos más adelante.

Haber sido instructor en Administración para Desastres en el año ‘99 me abrió la cabeza de que no todo es respuestas.

En la gestión de riesgo muchas veces ponen a un bombero, por ejemplo, como director de Defensa Civil, porque sabe mucho de respuestas, pero de gestión nada. Y cuando hablo de gestión me refiero a que si me nombran como director de Defensa Civil de Ushuaia lo primero que tengo que hacer es identificar los riesgos para saber cuáles son. Tal vez ya haya algo hecho y claramente eso suma, pero siempre hay que hacer la evaluación de escenarios de riesgo para identificarlos y saber de antemano a qué podemos estar expuestos para priorizarlos.

¿De dónde voy a sacar la información? De antecedentes históricos, entrevistas, observación. Por ejemplo, la Ciudad de Buenos Aires está expuesta a 22 riesgos. Uno de ellos es “inundaciones” pero dentro de esa clasificación hay cuatro o cinco tipos de inundaciones —por sudestada, lluvias, crecida del arroyo Maldonado, entre otras—, y para cada una de esas situaciones hay diferentes planes de respuestas.

Dicho esto, ¿qué pasa en las ciudades o lugares en los que no se ponen en práctica los simulacros?, ¿por qué es tan importante hacerlos?

Se vuelven mucho más vulnerables. El riesgo tiene una especie de dos caras de una misma moneda, donde la amenaza es el factor externo que puede provocar un daño y la contracara es la vulnerabilidad, es decir dónde estás posicionado ante esa amenaza. Si estás preparado claramente no serás tan vulnerable.

Se me ocurre poner de ejemplos a Chile y Haití que tuvieron grandes terremotos (ambos en 2010), que tienen características diferentes a un incendio. En Haití hubo 250 mil muertos y en Chile 500. Sucede que Chile es mucho menos vulnerable ante estos riesgos porque hay planes de respuestas.

Eso es gestión de riesgos en desastres, lo cual no tiene únicamente como objetivo salvar vidas sino lograr el desarrollo de las comunidades.

¿Cuándo se tienen que elaborar los planes de respuestas?

Mucho antes de que ocurra el siniestro, y sabiendo que se realizan desde la teoría la manera de corroborar que estén bien es a través de los simulacros. No te podés dar el lujo de poner a prueba un plan de respuesta cuando se activa la emergencia y no haberlo probado antes.

Muchas veces me invitaron a simulacros en los que no había ningún plan, y un simulacro sin un plan es una mentira. Tal vez sea una demostración, pero no un plan, porque un simulacro significa poner a prueba el plan que te permitirá trabajar durante la emergencia real y así lograr minimizar todos los márgenes posibles de error.

Pero para que la cosa funcione, y de manera perfecta, también hay que educar a la ciudadanía, ¿o no?

Sí, desde ya. La población no tiene que esperar que todo venga de arriba, uno también tiene que tener la autoprotección y ser proactivo. Cuanto más informada esté la persona más va a percibir los riesgos, y los aspectos psicológicos son importantes porque muchos se amparan en la negación, en creer que nunca les va a pasar nada, y volvemos de alguna manera a la vulnerabilidad. El riesgo cero no existe, pero tenemos que tender a ese riesgo cero, y si bien parece imposible se puede disminuir.

Entiendo que después de Cromañón armó un protocolo de manejo de cadáveres.

Sí, creo que un año y medio después me retiré y pasé a trabajar en Defensa Civil, y armé el protocolo de manejo de cadáveres, fue un trabajo en equipo en el que muchos de mis compañeros compartieron situaciones.

Establecimos dentro del protocolo que se iba a comunicar a todas las personas que consideraban que tenían algún familiar en el lugar donde ocurriera el evento, que se dirigieran directamente al Centro Cultural San Martín, porque normalmente tienden a ir al lugar del hecho o comienzan a recorrer todos los hospitales.

La idea era tenerlos en ese sitio con gente preparada para realizar la contención emocional, y cuando confirmáramos que el familiar de esas personas estaba fallecido les pediríamos que se trasladaran al cementerio de la Chacarita para identificar el cuerpo.

Lo que pasó en Cromañón es que los familiares tenían que abrir las bolsas y tener que mirar 20 cuerpos antes de dar o no con el que buscaban desesperadamente.

Lo que se hace a partir del protocolo es realizar una minuciosa descripción de la persona y nosotros, con un listado, vamos descartando hasta que definimos si puede estar entre las víctimas y recién ahí mostramos una fotografía. El objetivo es que las personas no tengan que ver tantos cuerpos hasta dar con el del familiar, con todo lo que eso implica.

Es una tarea interdisciplinaria en la que no se puede improvisar. El manejo de cadáveres tiene cuatro etapas: búsqueda y recuperación (lo hace Bomberos), identificación (lo hace Policía Científica), autopsia (en caso de que lo determine el juez) y disposición final (entrega del o los cuerpos). Esto es un modelo al que le sumé la contención de los familiares, que tiene que ser durante todo el proceso incluso después de la disposición final.

Desde ese lugar de experiencia y de instructor quisiera que pueda compartir un mensaje para quienes están dando sus primeros pasos como bomberos.

Que tiendan a la profesionalización, a cuidarse. Uno no tiene que convertirse en héroe, hay que dejar de lado todos esos mandatos que consideren no cuidarse, porque sentir respeto o miedo ante una situación, es natural del ser humano.

Siempre hay que capacitarse. En situaciones de emergencia y desastres el rol del bombero es muy importante, pero no lo es todo. En el abordaje a una emergencia o desastre el que más se ve es el bombero, pero este debe tener la cabeza abierta a poder articular con otros actores del sistema de emergencias, porque no todo pasa por uno y si unen la experiencia y la capacitación van a lograr una visión más estratégica.

Incendio forestal Puerto Madryn (21/01/94)

No fueron “bomberitos”, sino niños, niñas y jóvenes valientes que habían decidido ser bomberos voluntarios y murieron encerrados por el fuego

Era un verano de mucho calor, mientras vacacionábamos en la provincia de San Juan, mi viejo sintonizó las malas noticias y allí, con nueve años, escuché por primera vez sobre la trágica muerte de los 25 bomberos en Puerto Madryn. Los títulos que recuerdo eran algo así: “El viento encerró a bomberos de entre 11 y 20 años”. Y al regresar a Ushuaia observé a mi mamá llorarlos varias veces, una de ellas fue mientras estábamos en la ruta.

Hoy con 36 años y tres hijos, claramente puedo comprender el motivo de sus lágrimas, y son las mismas que me invadieron mientras conocía la historia en primera persona.

No fue fácil evadir la remoción de ese puñal que aún mantienen en el pecho Melisa Imaz, Gladis Luna, Gabriel “Chino” Gutiérrez, como así también camaradas y familiares.

Los que murieron no fueron un número y mucho menos el conjunto de un diminutivo, como nos hicieron creer durante mucho tiempo llamándolos “bomberitos”.

Fueron personas que le pusieron el cuerpo a una emergencia y bajo el celoso manto de la vocación (que solo conocen aquellos que alguna vez estuvieron cara a cara con el fuego), se quedaron allí, pero el recuerdo permanecerá por siempre en sus familias, amigos y la gente de Puerto Madryn.

Melisa, eras muy joven… ¿Qué recordás?

Sí, hacía una semana que había cumplido 16 años. No estaba yendo al cuartel porque me había llevado varias materias a marzo y el peor castigo que tenía en esa época era no ir al cuartel. Mis papás me habían dicho: “Hasta que no rindas las materias pendientes no podés ir al cuartel”.

Yo vivía a una cuadra y media del cuartel. Recuerdo que aquel 21 de enero hacía muchísimo calor y a las 13:30 ó las 14 sonó la alarma. No pude ir, miré todo el movimiento desde afuera sin saber qué pasaba, en ningún momento estuve dentro de las instalaciones.

Al día siguiente cuando me levanté mis papás me contaron lo que había pasado. Fui al cuartel y estuve tres días sin volver a mi casa.

Ese día comenzaron a llegar bomberos de distintos cuarteles de la provincia y del país. Se quedaron mucho tiempo porque el cuartel de Puerto Madryn de tener una dotación de 50 bomberos pasó a tener una fila de menos de 20 personas.

Recuerdo que no pudimos hacer la guardia de honor porque era insostenible desde el dolor. Se protegió mucho a los papás porque nos conocemos todos y vernos creo que les hacía mal.