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Luis Pérez el gallego es un drama o comedia de aventuras de Pedro Calderón de la Barca. Pertenece al «género de aventuras o de bandoleros». Luis Pérez es un noble gallego, transformado en salteador por una suma fatal de circunstancias. Encarna el amor, la amistad, el honor, la valentía y la justicia. En esta obra los problemas tienen una base amorosa que desembocará en conflictos con la justicia. Así comienza el camino del héroe, que se convertirá en un fugitivo, luchando por los valores que él defiende como verdaderos. Vivirá fuera de la ley, y solo regresará para imponer la verdadera justicia.
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Seitenzahl: 82
Veröffentlichungsjahr: 2010
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Pedro Calderón de la Barca
Luis Pérez el gallego
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: Luis Pérez el gallego.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-1126-198-2.
ISBN rústica: 978-84-9816-448-0.
ISBN ebook: 978-84-9953-326-1.
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Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 45
Jornada tercera 87
Libros a la carta 129
Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-Madrid, 1681). España.
Su padre era noble y escribano en el consejo de hacienda del rey. Se educó en el colegio imperial de los jesuitas y más tarde entró en las universidades de Alcalá y Salamanca, aunque no se sabe si llegó a graduarse.
Tuvo una juventud turbulenta. Incluso se le acusa de la muerte de algunos de sus enemigos. En 1621 se negó a ser sacerdote, y poco después, en 1623, empezó a escribir y estrenar obras de teatro. Escribió más de ciento veinte, otra docena larga en colaboración y alrededor de setenta autos sacramentales. Sus primeros estrenos fueron en corrales.
Lope de Vega elogió sus obras, pero en 1629 dejaron de ser amigos tras un extraño incidente: un hermano de Calderón fue agredido y, éste al perseguir al atacante, entró en un convento donde vivía como monja la hija de Lope. Nadie sabe qué pasó.
Entre 1635 y 1637, Calderón de la Barca fue nombrado caballero de la Orden de Santiago. Por entonces publicó veinticuatro comedias en dos volúmenes y La vida es sueño (1636), su obra más célebre. En la década siguiente vivió en Cataluña y, entre 1640 y 1642, combatió con las tropas castellanas. Sin embargo, su salud se quebrantó y abandonó la vida militar. Entre 1647 y 1649 la muerte de la reina y después la del príncipe heredero provocaron el cierre de los teatros, por lo que Calderón tuvo que limitarse a escribir autos sacramentales.
Calderón murió mientras trabajaba en una comedia dedicada a la reina María Luisa, mujer de Carlos II el Hechizado. Su hermano José, hombre pendenciero, fue uno de sus editores más fieles.
Luis Pérez
Manuel Méndez
Don Alonso de Tordoya
Juan Bautista
Pedro, gracioso
Almirante de Portugal
Leonardo
Corregidor
Juez Pesquisidor
Isabel, hermana de Luis Pérez
Doña Juana
Doña Leonor
Casilda, criada
Alguacil I
Alguacil II
Alguacil III
Alguacil IV
Villano I
Villano II
Soldado I
Soldado II
Criados
(Salen Luis Pérez, con la daga desnuda detrás de Pedro, e Isabel y Casilda, deteniéndole.)
Isabel ¡Huye, Pedro!
Luis ¿Dónde ha de ir,
si yo le sigo?
Pedro Las dos
le detened.
Luis ¡Vive Dios,
que a mi mano has de morir!
Isabel ¿Por qué le tratas así
tan riguroso y cruel?
Luis Por vengar, ingrata, en él
las ofensas que hay en ti.
Isabel No te entiendo.
Luis Deja, pues,
que mate a quien me ofendió,
aleve hermana; que yo
me declararé después
contigo, y saldrá del pecho,
envuelto en iras y enojos,
por la boca y por los ojos
todo el corazón deshecho.
Isabel Cuando formas en mi daño
máquinas y presunciones,
aunque extraño tus acciones,
mal tus razones extraño.
¿Tú descompuesto contigo,
necio, atrevido, villano,
mi enemigo y no mi hermano?
Luis Y dices bien tu enemigo,
pues el acero que ves,
bañado quizá algún día
en la sangre tuya y mía,
pondrá un agravio a mis pies.
Pedro (Aparte.) (En tanto que quien metió
paz en la ajena pendencia
lleva lo peor, la ausencia
me valga; que, ausente yo
de este soberbio tirano,
seguro resistiré
con fuga de guardapié
la daga de guardamano.
Adiós, patria; que es forzoso
no volver a verte más.)
Luis Pedro, oye; pues que te vas
más libre y más venturoso
que tu traición mereció,
advierte que desde aquí
te guardes siempre de mí;
porque, si por dicha yo
de aquí a mil años te veo
al cabo del mundo, allí
no estás seguro de mí.
Pedro Yo lo oigo y yo lo creo,
y de la difinitiva
no apelo, que la consiento.
Y en cuanto a su cumplimiento,
pues me permites que viva
ausente, digo que iré,
por complacer tus deseos,
a vivir entre pigmeos.
Mayor venganza no sé
que a tus agravios se deba
que es, huyendo de tus manos,
ir a vivir entre enanos
un desterrado hijo de Eva.
(Vanse Pedro y Casilda.)
Isabel Ya se fue; solo has quedado
conmigo, y he de saber
qué causa llegó a tener
tu deseo o tu cuidado.
Luis Hermana, ¡pluguiera a Dios
que nunca mi hermana fueras,
porque al nacer no pusieras
este nudo entre los dos!
¿Tú piensas que de ignorante
he visto y disimulado,
he conocido, he callado
los extremos de un amante
que te sirve y que pretende,
no solo manchar tu honor,
sino la sangre y valor
que de tus padres desciende?
Pues no, Isabel, no he sufrido
esta ofensa, este desprecio
de inadvertido y de necio,
sino de cuerdo, advertido
y prudente, por medir
mi sentimiento mejor;
que los celos del honor
una vez se han de pedir.
Y, supuesto que ha de ser
una vez sola y que estoy
en la ocasión, solo hoy
mi sentimiento he de hacer
público; por esto, hermana,
sabe hoy de mí que lo sé;
y si no, yo lo diré
de otra manera mañana.
Juan Bautista es quien desea
favores tuyos. Sospecho
que no hay valor en su pecho
para que tu esposo sea.
Esto basta que te diga
por ahora el labio mío,
por no decir que es judío.
Este cuidado me obliga
a salir de Salvatierra;
que no fue en vano el venir
a nuestra quinta a vivir
las entrañas de una sierra.
Y aun aquí no estoy seguro,
pues con aquese criado
este papel te ha enviado,
por cuya ocasión procuro
darle muerte. Tú llegaste,
colérico declaré
lo que ha tanto que callé;
habértelo dicho baste,
para que haya alguna enmienda
de este amor entre los dos;
porque si no, ¡vive Dios,
que si llego a que él entienda
que este recelo he tenido,
y que no lo he remediado,
que, loco y deseperado,
colérico y atrevido,
le ponga a su casa fuego,
quitando a la Inquisición
ese trabajo.
Isabel Bien son
de hombre colérico y ciego
tus razones, pues a mí,
sin prevenir su disculpa,
me haces dueño de la culpa
que no tengo.
Luis ¿Cómo así?
Isabel Como cualquiera mujer
nace sujeta a los daños
que en lisonjeros engaños
causa nuestro proceder.
Luis Dijeras, hermana, bien,
y esa disculpa lo fuera,
cuando el papel no me diera
color e indicio también
de que tú...
Isabel Calla; que ha sido
mucho apurar. ¿Qué me quieres,
Luis? Considera que eres
mi hermano, no mi marido.
Y, no siéndolo, si fueras
cuerdo en aquesta ocasión,
cualquiera satisfacción
estimaras y admitieras,
porque es mejor engañarse
quien no puede remediar
el daño que no esperar
a que llegue a declararse
del todo. Yo soy tu hermana,
mis obligaciones sé.
Hoy digo esto, y lo diré
de otra manera mañana.
(Vase.)
Luis Dices bien; pues mejor fuera,
con cautela o con engaño,
que disimulara el daño
la satisfacción primera.
Yo lo erré; ya de otra suerte
me importará proceder.
¡Ay hermana, tú has de ser
causa infeliz de mi muerte!
(Sale Casilda.)
Casilda Un gallardo portugués
a nuestra quinta ha llegado.
Pregunta por ti.
Luis (Aparte.) (Cuidado,
disimulemos.) Di, pues,
que entre.
(Vase Casilda. Sale Manuel Méndez.)
Manuel Si más tardara,
Luis Pérez, esta licencia,
mi deseo o mi paciencia
otro instante no esperara.
Luis Mil veces, Manuel, me da
los brazos, que el nudo fuerte,
aunque le rompa la muerte,
desatarle no podrá.
¿Qué buena venida es ésta?
¿Vos en Salvatierra?
Manuel Sí;
y el haber llegado aquí
muchos cuidados me cuesta
y peligros de la vida.
Luis Pesárame que vengáis
sin gusto.
Manuel Si vos me honráis,
todo mi dolor se olvida.
Luis Hasta saber qué tenéis
y qué causa os ha traído
aquí y qué os ha sucedido
en Portugal, me tendréis
cuidadoso. Y, aunque sea
demasiada ejecución
en la primera ocasión
saberlo, tanto desea
partir vuestro sentimiento
mi pecho que me ha obligado
a salir deste cuidado.
¿Qué tenéis?
Manuel Estadme atento.
Ya os acordaréis, Luis Pérez,
si no es que la ausencia ha hecho
su oficio en vuestra amistad,
de aquel venturoso tiempo
que mi huésped en Lisboa
vivisteis, por los sucesos
que de Castilla os llevaron
a honrar mi casa. Mas esto
no es del caso; ahora en el mío
a lo que importa lleguemos.
Ya os acordaréis también
de aquel venturoso empleo
que tuvo dentro de mí
cautivo mi entendimiento.
No tengo que encarecer
de mi pasión los extremos;
soy portugués, esto baste,
pues todo lo digo en esto.
Doña Juana de Meneses
es el adorado dueño
de mi vida, imagen bella,
en cuyo encarecimiento
torpe desmaya la voz,
mudo fallece el aliento,
por ser deidad a quien hizo
sacrificio el Amor mesmo,
por ídolo de su altar,
por imagen de su templo.
Amantes vivimos, pues,
dos años en el sosiego
que una voluntad premiada
vive, sin tener más celos
de su divina hermosura
que aquéllos no más, aquéllos
que bastan a despertar
con un temor, con un miedo
la voluntad, pero no
a matarla con desprecios.
Con estos celos vivía
más amante y más contento,
porque sin celos amor
es estar sin alma un cuerpo.
¡Mal haya quien tuvo nunca
por medicina el veneno,
quien entre blandas cenizas
despierta el oculto fuego,
quien ponzoñoso animal
doméstica, quien soberbio
se engolfa a sulcar el mar
por solo entretenimiento!
¡Y mala haya, en fin, quien hace
burla de sus mismos celos!
Pues ése el veneno prueba
que después le deja muerto;
pues ése el áspid regala