Mackenzie 3 - Josan Hatero - E-Book

Mackenzie 3 E-Book

Josan Hatero

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Beschreibung

Solo los más valientes serán capaces de llegar al final de esta trepidante trilogía. Mackenzie corre un peligro de muerte, es decir, más que el que corre habitualmente cuando se enfrenta a monstruos y patea el culo de tíos que le triplican el peso. Durante su última misión, la criatura que vivía en el pozo de los deseos la maldijo y morirá si alguien no le da un beso de amor verdadero antes de que cumpla los diecisiete años. El problema: Marcus sigue desaparecido y es el único que podría salvarla. Ah, y, por si fuera poco, Ailish, la gemela de Mackenzie, ha vuelto.

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Seitenzahl: 208

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Josan Hatero

Mackenzie 3

Los días contados

Saga

Mackenzie 3

 

Copyright © 2014, 2021 Josan Hatero and SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726758788

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Prologo

(Beatrice)

Querido Marcus:

Soy Beatrice, te escribo desde una dirección que he creado expresamente por si los de SUN espían mi correo habitual, cosa que no me extrañaría lo más mínimo. Así este correo queda entre tú y yo. Por supuesto he tratado de llamarte mil veces, pero tu móvil siempre está desconectado, o perdido.

¿Qué tal estás? O mejor debería preguntarte: ¿¡dónde demonios estás!? Vale, vale, ya sé que necesitabas alejarte de aquí y desaparecer de nuestras vidas y que debería respetar tus deseos y no escribirte; pero ya hace más de tres meses que te fuiste y... Y si te escribo no es por mí, es por Mackenzie. Te necesita. Está en peligro de muerte. Quiero decir, más peligro de muerte que el que corre habitualmente cada vez que se enfrenta a un diferente hostil. Se trata de una maldición que le echó la criatura que vivía en el pozo de los deseos, por la que morirá si alguien no le da un beso de verdadero amor antes de que cumpla los diecisiete. De acuerdo, suena a cuento de hadas, pero te juro que es verdad. Cosas más extrañas nos hemos encontrado. Marcus, morirá si no la besa alguien que la ame de verdad. Y ambos sabemos que solo tú puedes darle ese beso. ¡Tienes que hacerlo o morirá! Marcus, ella se sacrificó por mí y por todos los que habían arrojado monedas al pozo. Ahora no podemos fallarle...

Por supuesto, ella no me ha contado nada de la maldición y no sabe que lo sé, ya la conoces. Podría estar bajo la cuchilla de una guillotina y aún haría bromas con el verdugo. Pero lo he averiguado gracias a mi novio. Sí, ahora tengo novio. Ya ves que han pasado muchas cosas desde que te fuiste. Así que no tienes que preocuparte por mí, lo que sentía por ti ya es cosa del pasado, como llevar hombreras o pantalones debajo de la falda. ¿Lo ves? Yo también me he contagiado del humor tontorrón de Mackenzie. Y no sé qué haría si ella... Marcus, por favor, si lees esto, regresa a Brighton. Regresa antes de su cumpleaños, el dos de julio. Tienes que hacerlo.

Ah, y por si fuera poco, Ailish ha vuelto. La gemela de Mackenzie ha vuelto.

Primera parte

El chico de la capucha

Capítulo 1

Mirarse en el espejo

-¡Corre tras ella! -me grita Graham. -Si se mezcla con gente la perderemos.

Hace tan solo una semana que Marcus se fue y Graham ya me está dando ordenes. Y odio que me den ordenes. Pero esta vez no tengo más remedio que obedecer, así que echo a correr. En teoría no parece que atrapar a mi presa sea una tarea muy complicada: a simple vista es una mujer en la cincuentena y entrada en kilos. A simple vista, claro. Porque en realidad se trata de un diferente. Concretamente, se trata de un individuo de una especie a la que conocemos como “reflejos”. Son una especie parasitaria y muy difícil de detectar: con solo rozar la piel de alguien pueden copiar enteramente su código genético y, literalmente, convertirse en esa persona: su físico, su voz, incluso sus mismos gustos y recuerdos, de forma que ni siquiera su familia nota la diferencia. Y eso es lo que hacen, vivir la vida de otros. No se sabe qué criterio emplean para escoger a sus víctimas. Simplemente eligen a alguien, lo eliminan, se deshacen del cadáver y se hacen pasar por esa persona un tiempo indefinido, hasta que el cuerpo ocupado se “agota” o hasta que se cansan y quieren probar una vida nueva. Lo más curioso es que, según nos ha contado el coronel Bird en la reunión previa en la sede de SUN, a menudo escogen como víctimas a personas anónimas con vidas aburridas: una anciana que vive sola con un canario como única compañía, un inspector de Hacienda, un profesor de contabilidad, una desconocida escritora de novelas juveniles de culto o un periodista deportivo especializado en criket. La “mujer” que ahora persigo por el puerto de Southampton es una ama de casa de clase media con tres hijos de mejillas sonrosadas y un marido aún más orondo que ella. Éste, un día llegó a casa antes de la hora habitual para darle una sorpresa por su cumpleaños y la sorpresa se la llevó él: al entrar en el dormitorio descubrió a su esposa “probándose” diferentes cuerpos en el espejo. Sin percibir su presencia, la señora cambiaba de aspecto en un instante y se contemplaba en el espejo como si estuviera estrenando un vestido nuevo. El marido, por supuesto aterrorizado, corrió a la comisaría más cercana a contar lo que acababa de presenciar. Como era de esperar, no le creyeron. Pero nosotros, sí. Cuanto más rara sea la denuncia, antes saltan las alarmas de SUN.

Y aquí estoy, corriendo tras una criatura cuya máxima ambición es cuidar su jardín y preparar pudin de zanahoria los domingos.

-¡Corre lo que quieras, no podrás escapar, querida! -le grito. Es una amenaza completamente innecesaria pero, ¿qué puedo decir en mi defensa? Igual que a los gatos, me gusta jugar con mis presas antes de darles caza.

Ella mira hacia atrás con el rostro empapado en sudor y me parece ver que esboza una sonrisa.

Acelero el paso. La poca gente que hay a estas horas de la noche en el paseo se aparta a un lado sin entender nada. Debo alcanzarla antes de que llegue a una zona donde haya mucha gente o cambiará de aspecto y la perderé.

Miro de reojo para ver si aparece el coche negro de SUN con Graham y el agente Smith (pobre, la de bromas que tendrá que sufrir por culpa de Matrix), pero no les veo. No importa, puedo arreglármelas sola. De hecho, lo prefiero. Aunque no puedo evitar pensar en Marcus, en lo que él haría, en lo que me diría. Secretamente espero verlo aparecer al doblar una esquina. Pero la que dobla una esquina es la mujer que persigo. Acelero al límite de mis fuerzas y al girar me la encuentro de frente. Solo que ya no es ella. Ahora es él: un tipo alto, fuerte y rapado con pinta de gorila de discoteca que me mira como si la cosa no fuera con él. Pero no me engaña: está sudando a mares. Además, ahí no hay más salida que tirarse al mar, y los diferentes no nos llevamos precisamente bien con el agua salada. Saco mi cuchillo y se lo enseño.

-Espejo, espejito, quedas arrestado -le digo. -Podemos hacerlo por las buenas o por las malas. Yo prefiero por las malas, no te voy a engañar. Después de la carrera que me has obligado a hacer, tengo ganas de darte una paliza. No es nada personal, simplemente necesito soltar mala leche.

El “reflejo” no dice nada.

Mira alrededor como buscando vía de escape. El escenario es digno de una peli de terror: un callejón iluminado solo por una triste farola con el mar al fondo, el crujido de la madera de las barcas, un tipo grande con cara de malo y una chica. La diferencia es que aquí quién da miedo es la chica; yo soy el monstruo más peligroso de esta película.

De pronto me viene a la mente una de las frases habituales de Marcus: nunca es buena idea acorralar a un animal salvaje. Como siempre, el puñetero banshee tiene razón. El “reflejo” se lanza a la carrera contra mí. Según Marcus, antes de un ataque debo ser capaz de evaluar todos los posibles movimientos de mi oponente en décimas de segundo. Pero me temo que nunca he sido el tipo de chica que analiza las cosas. Más bien soy de reaccionar. Y de golpear primero. Antes de que me embista, le embisto yo a él. Chocamos y rodamos en el suelo con la mala fortuna de que mi cuchillo cae al suelo.

Bueno, así será una pelea más igualada.

De hecho, será mucho más igualada de lo que esperaba: al levantarme de nuevo descubro que el “reflejo” se ha convertido en mí. Incluso lleva mi misma ropa. ¿Cómo lo habrá hecho? Sorprendida, ladeo la cabeza para mirarla de arriba a abajo. “Ella” me imita, es como si estuviera delante de un espejo. Como si estuviera delante de...

-¿A quién me parezco más, a ti o a tu hermana gemela? -dice con mi misma voz como si pudiera leer mis pensamientos.

La pregunta me deja descolocada un par de segundos hasta que caigo en la cuenta que ahora ella tiene mis recuerdos. Conoce todos mis secretos, cosas que ni siquiera Beatrice sabe. Y eso hace que me sienta vulnerable, desnuda de alguna manera, y muy, muy, muy enfadada. Me lanzo contra mi reflejo.

Ella me esquiva con una agilidad envidiable, digna de... Digna de mí misma. Le amago un puñetazo para darle una patada en la rodilla y desequilibrarla. Salto detrás y la agarro del cuello, pero ella enseguida se zafa con un giro y rueda por el suelo lejos de mí. ¿Serán así las cosas si me enfrento con mi verdadera hermana? O mejor debería decir: cuando me enfrente a Ailish.

Mi reflejo intenta escapar corriendo pero le cierro el paso. Entonces miro al suelo y veo que junto a su pie está mi cuchillo. Craso error: ella sigue mi mirada y lo ve también. Con un rápido movimiento se agacha y lo recoge sin perderme de vista. Me lo muestra.

Ahora sonríe. Es una sonrisa cargada de maldad que me resulta desconcertante ver dibujada en mi propia cara.

-Me gusta tu cuerpo, chiquilla, eres muy fuerte -me dice. -Pero tu vida es demasiado complicada. Y me temo que será muy corta -vuelve a sonreír. -Déjame marchar y prometo no volver a utilizar tu cuerpo nunca más.

Mi vida será muy corta, dice. Y seguramente tiene razón. Me acuerdo de la maldición que me lanzó la mujer del pozo hace apenas una semana: si alguien no me da un beso de verdadero amor antes de mi próximo cumpleaños moriré. ¿Quién se supone que soy? ¿Esa sosa de la bella durmiente? Así que sólo tengo cuatro meses para conseguir que alguien se enamore de mí: está claro que hoy en día las relaciones van demasiado deprisa.

-Si crees que te voy a dejar escapar sin pelear, es que no me conoces, guapa -le digo. -Mira, mira en mis recuerdos y fíjate las palizas que le he dado a bichos mucho más chungos que tú.

Mi reflejo da un paso para atrás, como si necesitara espacio para ahondar en mis/sus recuerdos.

-Puedo ayudarte -dice. - Sé donde están escondidas las últimas pieza del manuscrito Wosjamost.

Me quedo paralizada. Es el dichoso manuscrito que sospecho que mi hermana está buscando: un documento que contiene el primer lenguaje del universo, un idioma tan poderoso que quién lo hable puede dominar la voluntad de cualquier ser vivo.

-Mientes.

Niega con la cabeza.

-¿Por qué debería creerte?

-¿Cuántos años crees que tengo? Llevo siglos ocupando cuerpos. Soy un enciclopedia andante. Conozco hasta los lugares más escondidos de Londres, lugares subterráneos...

Y de pronto se calla. Como si hubiera estado a punto de contar más de lo que quería. ¿Lugares subterráneos? ¿Estará el manuscrito escondido bajo tierra? Eso tendría sentido...

Mi reflejo salta hacia delante y lanza un golpe con el cuchillo que esquivo por los pelos.

-Ah, ¿ya no vamos a charlar más? -pregunto. -Pues es una lástima, estaba a punto de invitarte a tomar el té a casa. Incluso podríamos intercambiar ropa, creo que usamos la misma talla.

A mi espalda escucho un coche frenar violentamente. Miro con el rabillo del ojo: son Graham y el agente Smith, por fin.

Mi doble aprovecha ese segundo de distracción para atacarme de nuevo. Cojo su muñeca armada y le atizo un rodilla en la barriga. Doblada como está por la cintura, roto sobre mi eje para colocarme detrás de ella y torcerle el brazo para que suelte el cuchillo. Ella me golpea la rodilla con una especie de coz y caigo al suelo arrastrándola encima mía. Las dos forcejeamos y rodamos por el cemento.

-¡Cuidado! -escucho que grita la voz de Graham.

Las dos paramos en seco: estamos en el límite del muelle: medio metro más y caeremos las dos al mar.

-Quietas ahí, no os mováis -ordena Graham apuntándonos con la pistola taser.

La posición no es cómoda: tengo a mi reflejo sobre mí, la punta del cuchillo a unos milímetros de mi cuello.

-Graham, trae las esposas de hierro y sal y pónselas -dice mi doble. Está intentando engañarle.

Hago fuerza con todo mi cuerpo de forma que consigo impulsar a mi reflejo hacia atrás. Ella cae de espaldas pero no suelta el cuchillo. De un salto nos levantamos las dos, como si fuéramos dos partes del mismo ser, y quedamos frente a frente en actitud defensiva.

Graham nos mira a las dos sin saber a cuál de las dos apuntar.

-¿En serio, Graham? -le suelto. -¿Me apuntas a mí?

-Graham, no la escuches -dice mi doble.

Graham suspira y con la mirada busca apoyo en el agente Smith, que está tan desconcertado como él.

-Graham, ayúdame -dice mi doble.

Entonces Graham sonríe y apunta sobre ella.

-Quedas detenida. Suelta el cuchillo y entrégate sin resistencia o atente a las consecuencias.

-¿Cómo? -protesta mi reflejo. -No te dejes engañar, el doble es ella.

Graham niega moviendo la cabeza:

-La verdadera Mackenzie nunca pediría ayuda.

No puedo evitar sonreír. Ahora mismo le plantaría un besazo. Claro que sé que no puedo hacerlo: le dejaría seco, literalmente.

Sabiéndose sin salida, mi reflejo suelta un grito y se lanza contra mí. Antes de que me dé tiempo a reaccionar, Graham dispara su pistola taser y una tremenda descarga eléctrica sacude a mi doble, que pierde pie y cae al agua sin que pueda hacer nada para ayudarla.

-¡No! -grito. Pero no puedo lanzarme al agua para ayudarla.

El “reflejo” intenta chapotear, pero es como si el agua salada fuera ácido, se retuerce de dolor. Lo más espantoso es que mientras se ahoga, su cuerpo va cambiando, pasando por todas las identidades que ha suplantado, como si fuera una muñeca rusa.

Graham corre a mi lado e intuyo que va a tirarse al agua para rescatarla, por lo que le detengo.

-Ya es demasiado tarde, Graham. No queda nada por salvar.

El cuerpo del “reflejo” desaparece convertido en un puñado de ceniza sobre las aguas: así es como mueren los diferentes que no han nacido en nuestra dimensión, polvo eres y en polvo te convertirás.

/////////

Regresamos a Brighton en coche, yo en el asiento de atrás escuchando música con auriculares: no tengo ganas de charlar. Pero se me ha ocurrido una idea para cuando me enfrente a mi gemela y le escribo a Beatrice para comentársela.

Al abrir la puerta de casa me recibe Queen, mi gatita, protestando por haberla dejado sola tantas horas.

-Ya estoy aquí, pequeña, ya estoy aquí.

Tengo a Queen desde hace dos días: los gatos pueden ver a los “sombras” cuando están camuflados, así que, de alguna forma, Queen es algo así como una gata protectora. Eso sí, la gata más mimosa del mundo. Y me encanta. Antes de saber qué y quién era en realidad, cuando vivía en Windermere, tenía una gata, Kit-kat. Pero la última vez que la vi, justo antes de que Elvina me disparara, me bufó, como si se asustara de mí; asustada de lo que me había convertido.

Entro en mi cuarto para cambiarme. Me miro en el espejo y por un momento no me veo a mí misma, sino al “reflejo” que se había apoderado de mi aspecto. Y me pregunto: ¿qué es lo nos hace ser lo que somos? ¿Cuál es nuestra esencia, aquella que nos diferencia del resto de personas? No es nuestro cuerpo, no es nuestro voz, nuestra forma de caminar o nuestros gustos; todo eso puede imitarse. Entonces, ¿qué es lo que me diferencia de Ailish?

Capítulo 2

Máldito banshee

Al terminar las clases, Beatrice y yo paseamos hasta la librería de Marcus. Saco las llaves, levanto la persiana, entramos y vuelvo a cerrar. Hay algo acogedor en este pequeño laberinto formado por pilas de libros; el olor a papel me recuerda a él, casi parece que vaya a aparecer en cualquier momento.

-Me parece que este va a ser nuestro refugio -dice Beatrice dando un giro sobre sí misma.

-Es un buen lugar para esconderse, bailarina -coincido.

Nos metemos en la trastienda, donde está la estantería con libros de los “diferentes”, un viejo pero cómodo sofá y la tetera. Beatrice quiere que nos leamos todos esos libros para aprender cosas de posibles enemigos y apuntarlo en su ordenador, tener así una especie de archivo para poder consultarlo siempre que lo necesitemos. El conocimiento es poder. Me pregunto si alguno de estos libros hablarán de mí y de Ailish; en una ocasión Marcus me comentó que había leyendas sobre nosotras antes de que naciéramos, lo cual es de lo más inquietante.

-¿Tú podrías distinguirnos? Quiero decir, si Ailish llamara a tu puerta vestida igual que yo, ¿sabrías diferenciarla de mí?

-Claro -dice sin dudarlo.

-¿Cómo puedes estar tan segura?

Beatrice se lo piensa un par de segundos, sonríe y dice:

-Por las mechas. Me dijiste que ella llevaba mechas, ¿no?

-No, en serio. ¿Cómo podrías distinguirnos? Si quiere hacerme daño, puede ir a por ti.

-No te preocupes, si tardara más de cinco segundos en hablar de comida, sabría que no eres tú.

Me río y le doy un suave empujón:

-Hey, una buena alimentación es la clave de una buena salud.

-Sin duda -se ríe. -Una buena alimentación, sí; pero no devorar una pizza familiar tú sola con extra de pepperoni.

-Y extra de orégano. El orégano es verde, así que debe contar como verdura, ¿no?

-Ehhh, sí, claro. Creo que es de la familia de las acelgas, concretamente.

-Bueno, en todo caso, cuando me veas, asegúrate bien de que soy yo antes de dejarle entrar... Ya está, podríamos tener una pregunta secreta.

-¿En serio? ¿Cómo si fuéramos espías o algo así? Eso molaría mucho.

-Exacto. Déjame pensar... Una contraseña, una contraseña que sólo tú y yo sepamos... Ya está, ¡ya la tengo! Cada vez que me veas, tienes que preguntar “¿maldito?” y yo contestaré “banshee”. De lo contrario, no soy yo, ¿vale?

-Maldito banshee. Ah, pero no le guardas rencor a Marcus, ¿no? -dice con sorna.

Las dos nos reímos tanto que hasta se nos saltan las lágrimas.

Suena un móvil. Es el mío: Graham llamando.

-Ay, pequeño, no puedes vivir un día sin escuchar mi voz, ¿eh? ¿Qué puedo decir? No te culpo, a veces en casa hablo sola para poder escucharme...

-Mackenzie, calla un rato, anda. ¿Estás delante de una tele?

En una esquina de la trastienda hay una vieja tele, de esas cuadradas y pesadas, toda una reliquia del siglo pasado.

-Sí -respondo. -¿Por qué?

-Enciéndela, el canal con las noticias locales.

Sin colgar, me levanto del sofá y pulso el botón grande. La pantalla tarda un par de segundos en reaccionar, pero finalmente se decide: lo primero que vemos es a una locutora bajo la cual hay un letrero que anuncia en grandes letras: “Súperheroe vigila las calles de Brighton”.

-¿Cómo....? ¿De qué va esto, Graham?

-No tengo ni idea, pero por lo visto un chaval encapuchado evitó un atraco anoche y luego asustó a un tipo que perseguía a una chica. Lleva saliendo en los noticieros todo el día. Pero hemos escuchado rumores de que puede que haya actuado antes, solo que los medios no se habían enterado.

-Quieres decir, ¿en plan héroe?

-En principio, eso parece.

-Pero... ¿Crees que tiene algo que ver con nosotros? Los diferentes no suelen ponerse del lado de los buenos.

-No lo sabemos,pero quizá deberíamos investigarlo antes de que le haga daño a alguien o se lo hagan a él. Mañana después de clase, reunión en mi casa. También vendrá el coronel Bird.

-Hey, qué ilusión: sólo hace veinticuatro horas que no le veo y ya hecho de menos su gran sonrisa.

-Mackenzie, en serio.

-Tranquilo, tigre. Ahí estaremos.

Cuelgo.

-¿Sospechan que es un diferente? -me pregunta Beatrice.

-No tienen ni idea. Pero estaría bien para variar, ¿no? Uno que hiciera cosas buenas.

//////////

De regreso a casa, pasamos por el bazar de “todo a dos libras” y compramos dos pistolas de agua. Luego vamos hasta la playa. Me quedo en las rocas mientras Beatrice se acerca a la orilla y sumerge las dos pistolas en el agua para llenarlas.

De vuelta a mi lado, me sonríe y, antes de darme los dos juguetes cargados, pregunta.

-¿Maldito?

-Banshee -respondo entre risas.

-¿Crees que funcionará? -me pregunta mi amiga metiendo las pistolas en mi mochila.

Me encojo de hombros.

-Ayer, peleando con el “reflejo”, me di cuenta de que cuando me enfrente a mi hermana voy a necesitar toda la ayuda extra que pueda. Y si el agua salada nos hace daño...

-Pero, ¿harás que se la trague?

Me detengo en seco.

-¡No!... ¿No? La verdad es que no había pensado en eso. Había pensado en dispararle el agua a los ojos para cegarla momentáneamente y así tener unos segundos de ventaja.

-Ah, vale.

-Si se la tragara la mataría, ¿no?

Ahora es Beatrice la que se encoje de hombros.

-¿Quiero decir?... ¿Tengo que matarla? No sé, he eliminado a monstruos estos últimos meses, pero porque no tenía más remedio y además no les conocía.

-Mackenzie, a ella tampoco la conoces. Que se parezca a ti no significa que tenga que ver nada contigo.

-Sí, lo sé. Pero es... es raro. Me da mal rollo. Y no sé a qué atenerme.

Beatrice me pasa el brazo por encima del hombro.

-Mira, tú lo has dicho: con los otros no tuviste más remedio. Con ella probablemente tampoco tendrás otro remedio. Si llega el momento, serás tú o ella. Y si dudas, puedes perder... Y, la verdad, ya me he acostumbrado a tus manías y no tengo ganas de buscarme una nueva mejor amiga.

Sonrío.

-Pues tendré que esforzarme, ¿no?

-Eso me temo, señorita Mackenzie. Eso me temo.

Capítulo 3

El encapuchado

Mi radio-despertador me despierta al ritmo de una canción de The Cure. Me doy la vuelta y trato de seguir durmiendo, pero Queen salta directamente sobre mi pecho y pega su carita peluda a la mía.

-Cinco minutos más, Queen, por favor.

La gata no me hace ni caso y empieza a jugar con mi pelo.

-No, no te comas mi pelo, chalada.

Me levanto y voy al baño con los ojos medio cerrados, golpeándome contra las paredes del pasillo. Hasta que no me doy una ducha, no soy persona; bueno, medio persona. Anoche me acosté tarde buscando por Internet pistas sobre dónde puede estar la última pieza del dichoso manuscrito Wosjamost. Aunque, ¿por qué pieza? Si es un manuscrito, ¿no debería ser una página? O un puñado de páginas, a lo sumo. En cualquier caso, el “reflejo” dijo que estaba escondido bajo tierra y, aunque quizá estuviera mintiendo para salvar su pellejo (nunca mejor dicho), de momento es la única información que tengo.

Suena el timbre de la puerta. Seguro que es Beatrice, pero aún así miro el monitor antes de abrir.

-¿Maldito? -me dice.

-¿Cómo?

El rostro de Beatrice dibuja una mueca de puro horror. Entonces lo recuerdo:

-¡Banshee! Maldito banshee.

-Menudo susto me has dado, idiota.

-Es que aún estoy medio dormida.

-He estado a punto de lanzarte el té a la cara.

-Bueno, entonces seguro que me despertaría de golpe.

Cojo mi chubasquero azul, me despido de Queen y cierro.

-¿Te acostaste tarde? -me pregunta mi amiga.

-Sip.

-¿Buscando información del manuscrito impronunciable?

-Hey, deja de leer mi mente, ¿vale? Es de muy mala educación.

Beatrice se ríe.

-¿Y has encontrado algo?

-Nada. Pero si está bajo tierra, y lleva ahí desde hace siglos, seguramente estará bajo una iglesia, ¿no? O en un cementerio.

-Parece probable. O quizá debajo de algún edificio oficial antiguo.

-¡O debajo de Buckingham Palace!

-O en las cloacas. Debajo de Londres hay toda una ciudad subterránea incluso más grande que la de la superficie.

-Espera, ¿tú también has estado investigando?