Madrid, 2 de mayo - Juan Ignacio Cuesta Millán - E-Book

Madrid, 2 de mayo E-Book

Juan Ignacio Cuesta Millán

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Beschreibung

El 2 de mayo no sólo supuso el inicio de la Guerra de Independencia y la primera derrota del todopoderoso ejército de Napoleón, sino que determinó el espíritu de una ciudad en la que aún puede rastrearse el heroísmo y la fiereza de este enfrentamiento. El 2 de Mayo de 1808, Murat, jefe de los ejércitos de Napoleón, decide reprimir duramente el alzamiento popular que pretendía impedir que se llevaran de España al infante Francisco de Paula. Ahora se puede considerar que la idea de que el levantamiento fue fruto de una explosión popular espontánea es una leyenda urbana, es más creíble pensar que se trata de la consecuencia necesaria a una concatenación de agravios e injusticias cometidas por las tropas invasoras y sus partidarios contra el pueblo madrileño y las facciones conservadoras contrarias a Napoleón. Madrid, 2 de Mayo no es sólo la crónica de esos acontecimientos que supusieron el comienzo del fin de la estancia francesa en la península, sino que también es la radiografía de las heridas que el enfrentamiento ha dejado en la ciudad. Divide en tres partes el libro Juan Ignacio Cuesta en la primera de ellas, tras ponernos en antecedentes, nos relata cómo fue el levantamiento popular y la durísima represión del mismo, utilizará un reloj para informarnos cómo fueron esas 24 horas en las que la ciudad de Madrid se convirtió en un campo de batalla. En la segunda de ellas nos retratará a una protagonista indiscutible del suceso, la ciudad, Madrid refleja el espíritu de la contienda en sus calles y monumentos, así no sólo nos describirá el autor las grandes diferencias sociales e ideológicas que dividen a la población en dos, sino que el libro incluye una guía comentada de treinta y cinco lugares emblemáticos desde la Estación de Atocha hasta las huertas de Leganitos.

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MADRID 2 DE MAYO

MADRID 2 DE MAYO

CRÓNICA DE LAS 24 HORASQUE AMARGARON A NAPOLEÓN

FRAY JUAN IGNACIO CUESTA

Colección: Historia Incógnita www.historiaincognita.com

Título: Madrid 2 de mayoSubtítulo: Crónica de las 24 horas que amargaron a Napoleón Autor: © Fray Juan Ignacio Cuesta

Copyright de la presente edición: © 2008 Ediciones Nowtilus, S.L. Doña Juana I de Castilla 44, 3º C, 28027 Madrid www.nowtilus.com

Editor: Santos Rodríguez Coordinador editorial: José Luis Torres Vitolas

Diseño y realización de cubiertas: Rodil & Herraiz Maquetación: Juan Igancio Cuesta

Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece pena de prisión y/o multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.

ISBN-13: 978-84-9763-551-6

Libro electrónico: Primera edición

«Si en el frente os encontráis a un soldado mal afeitado, sucio, con las botas rotas y el uniforme desabrochado, cuadraos ante él, es un héroe, es un español...»

Jürgens, general de artillería del XXXVIII cuerpo de la Werhrmacht.

A Mari Cruz, María, Víctor, Duende y Heliodoro, sufridores pasivos de toda obra de creación.

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

MADRID, LA CIUDAD-LABERINTO Y SUS RINCONES

El alma de Madrid

CRÓNICA DE 24 HORAS

07:00PALACIO REAL

07.30MEMORIA DE AGRAVIOS

08:00EL «RAPTO» DEL INFANTE

08:30COMIENZA LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA

09:15¡A LAS ARMAS!

09:30LOS HÉROES DEL PARQUE Y LA MIRADA DE GOYA

12:00LA SANGRE DE LOS MIL

13:00LA DERROTA

14:00EL BANDO SANGRIENTO

18:00… Y EL BANDO DE LA INDEPENDENCIA

18:30JUICIOS SUMARÍSIMOS EN CORREOS

20:00EJECUCIONES INSTANTÁNEAS

22:00LOS PRIMEROS FUSILAMIENTOS

04:0043 HORRORES A LA LUZ DE UN FAROL

08:00EPÍLOGO: LOS CARROS DE LOS MUERTOS

LA CIUDAD PROTAGONISTA

EL MADRID DEL LEVANTAMIENTO

LA CIUDAD Y SU ENTORNO

ALCALÁ

ARANJUEZ

ATOCHA

PUERTA DE BILBAO

IGLESIA DEL BUEN SUCESO

SAN BERNARDO Y LOS VOLUNTARIOS DEL ESTADO

CARABANCHEL

LA CÁRCEL DE LA CORTE

CARRERA DE SAN JERÓNIMO

EL BUEN RETIRO

EL CARMEN CALZADO

CONVENTO DE LAS MARAVILLAS

CALLE DE EL ESPEJO

PARQUE DE ARTILLERÍA DE MONTELEÓN

EL PRADO, LA PLAZA DE LA LEALTAD O DE LOS MÁRTIRES, NEPTUNO Y CIBELES

CALLE FUENCARRAL

CALLE HILERAS

JESÚS DE MEDINACELI

POSTIGO DE SAN MARTÍN

PUERTA CERRADA

LAVAPIÉS

PUERTA DEL SOL

PASEO DE LA FLORIDA

CALLE DE LA PALMA

HUERTAS DE LEGANITOS

MONTAÑA DEL PRÍNCIPE PÍO

PLAZA Y LA CALLE MAYOR

PALACIO GRIMALDI

PALACIO REAL

PASAJE DE SAN GINÉS

TUDESCOS

ARTISTAS DE LA ÉPOCA

FRANCISCO DE GOYA, EL REPORTERO GRÁFICO DEL LEVANTAMIENTO

OTROS PINTORES Y GRABADORES DE LA ÉPOCA

SONES POPULARES Y ACADÉMICOS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA

LA LÍRICA PATRIÓTICA

LOS SONES OLVIDADOS

UNA CANCIÓN QUE HAN SOBREVIVIDO DOS SIGLOS

IN MEMORIAM

BIBLIOGRAFÍA

 

NOTA:

Todas las entradillas sin pie pertenecen a:

BENITO PÉREZ GALDÓS:

Episodios Nacionales: El 19 de marzo y el 2 de mayo.

UNA CIUDAD NACE SIEMPRE a partir de un primer sitio donde alguien ha encontrado su lugar, ya sea por unas u otras razones. A partir de ahí, poco a poco se van añadiendo elementos de todo tipo. El crecimiento supone también que va a haber una serie de modificaciones que la cambiarán paulatinamente.

No está claro a partir de qué momento se convierte en un laberinto lleno de rincones y paisajes a veces muy distintos, que son el teatro de innumerables peripecias. Tampoco importa saberlo, pero sí que muchas han sido olvidadas sin remedio. Sin embargo, afortunadamente hay otras que forman parte de la memoria colectiva que recoge la historia, tan laberíntica ésta como el alma de la propia ciudad.

Lo dicho sirve en casi todas partes. ¿Saben que del desarrollo total del alcantarillado de Londres, París o Roma, por ejemplo, no tenemos datos fiables? No hay planos completos de todo un mundo oculto que muy pocos conocen. Incluso debe haber sitios completamente olvidados. También lo de arriba es reflejo de lo de abajo y, a pesar de estar a la vista, oculta numerosos misterios. Humberto Eco, en El Péndulo de Foucault, hace la siguiente afirmación: «… la casa es falsa. Es una fachada, una estructura sin techos ni interiores. Vacío. No es más que la boca de salida de una chimenea. Sirve para la ventilación y la descarga de vapores del metro regional. Y cuando uno se da cuenta, tiene la impresión de estar frente a la boca de los infiernos, sólo con que lograse atravesar esas paredes, podría acceder al París subterráneo. He llegado a estar horas y horas delante de esas puertas que ocultan la puerta de las puertas, la estación de salida para el viaje al centro de la Tierra…». Está hablando de un edificio parisino situado entre la Gare de l’Est la Gare du Nord.

En Madrid también hay edificios que parecen ocultar alguna puerta extraña a un mundo ignoto y sorprendente. Sobre todo en su parte más antigua. Si usted se fija, al pasar junto al moderno y flamante edificio del Senado, tras una reja verá un lienzo de la antigua muralla, donde podrá apreciar la existencia de un arco hoy ciego y enigmático, que parece destinado a que alguien se plante delante y declame un ¡Ábrete Sésamo! rotundo con resultados impredecibles. ¡Vaya y compruébelo, no se arrepentirá!

Una de las cosas que mi imaginación recrea con más frecuencia es la reconstrucción ideal de los cambios de esta ciudad. De los testimonios gráficos y literarios no podemos obtener más que datos fragmentarios que nos impiden una visión globalizada y completa. Los pintores hicieron trabajos importantes que permiten asomarnos al pasado, pero crearon sus obras desde su particular sensibilidad, distinta a todas luces de la de nuestro tiempo y tendentes generalmente a la idealización, más que al rigor descriptivo. No obstante, de un cuadro como La Pradera de San Isidro, de Francisco de Goya, nos muestra una visión más o menos aceptable del aspecto que presentaba la urbe en los alrededores del 1808.

El laberinto matriten se ha ido determinando a lo largo de las distintas épocas una idiosincrasia típica y perfectamente definible: ¡el desorden! Porque si en el mundo hay cientos de ciudades abigarradas (por no decir todas), Madrid ocuparía sin duda uno de los primeros puestos por razones muy concretas. Primero por su origen, cuando se aprovechó el espacio disponible de un modo claramente pragmático-oportunista siguiendo la máxima: «¡Búscate la vida!» Después por su desarrollo típicamente absolutista, radial en sus líneas maestras y caótico en sus rellenos. Si vemos el plano actual vemos que la única zona trazada racionalmente es el barrio de Salamanca, el resto es tan caótico como el núcleo original.

Con pequeñas variantes, el centro histórico actual no es muy distinto del que aparece en el plano de Pedro de Teixeira del año 1656. No olvidemos que la capital de España, a pesar de todo, no ha sufrido las notables devastaciones bélicas de la Primera y la Segunda Guerras Mundiales, como por ejemplo Londres o Berlín.

El alma de Madrid

Si tenemos que hablar del alma de esta ciudad, debemos centrarnos en tiempos anteriores. Hoy día estamos en un espacio cosmopolita y variopinto que ha conservado, como ya hemos dicho, la estructura, pero no elementos muy importantes de cultura popular anteriores. Ya no existe un «madrileño» genuino, a pesar de quienes tratan de recuperar viejas imágenes. Han desaparecido el carácter, gracejo y estilo de aquellos que nos interesan más aquí, los llamados manolos (Lavapiés), majos (Maravillas) y chisperos (Alonso Martínez), gentes dominadas por el casticismo como forma de elitismo «popular». Utilizado como elemento diferenciador, permitió a aquellos hombres sencillos y pobres sentir orgullo de madrileños. Fueron los habitantes del «foro», o sea, el centro político, ideológico y vertebrador de España. Esto explica muchas cosas. Entre otras un cierto gracejo chulesco en el habla que luego influyó mucho en la obra de Carlos Arniches y el desarrollo de los personajes de la zarzuela decimonónica. Bien es cierto que hay que decir que este y otros autores exageraron mucho la tipificación popular mediante aires bufos. Nunca hubo en Madrid un Don Hilarión como el de La Verbena de La Paloma, pongamos por caso. O si lo hubo no trascendió a la literatura más que como caricatura. Porque eso sí, siempre ha habido por estos pagos una cierta tendencia a la burla y el escarnio sumados a la maledicencia y el cotilleo. En cambio si hubo uno y muchos como Julián, el cajista pretendiente de Susana.

 

Escudo en la pared del Museo del Ejército.

 

El alma de los madrileños de principios del XIX fue siempre tributario de una cierta elegancia afectada e histriónica que definió un modo de comportamiento más imaginado que documentado. No obstante podemos presumir de que quienes se levantaron contra los franceses, ya no eran los que retrataron Lope de Vega o Quevedo, pongamos por caso, sino gentes con un cierto complejo de inferioridad que explica bien la explosión patriótica de la que vamos a hablar. Los efectos empobrecedores del siglo XVIII habían hecho mucho daño al separar aristocracia y pueblo mediante zanjas enormes e insalvables. El hambre y la miseria se palían muy a menudo con un concepto equivocado de la dignidad.

A doscientos años de los hechos que vamos a conocer, la perspectiva es algo deprimente. Nadie reivindica hoy la condición de madrileño como algo que ha ido forjándose a lo largo de los siglos, como puede sucederle a un londinense o parisino, por ejemplo. Incluso a veces la respuesta a la interrogación sobre los orígenes propios es fría y carente de ardor, como si no interesara que se sepa. Pocos habitantes de este lugar conocen, por ejemplo, su himno, que no se canta casi nunca. Muchos ignoran señas de identidad, símbolos, tradiciones y fiestas en un ejercicio de indiferencia notable.

No era así en el siglo XVII, cuando el papa Urbano VIII tuvo que dictar un breve el 25 de agosto de 1643, suprimiendo diecinueve fiestas. Al parecer había casi tantas como días. San Fabián, San Sebastián, San Ildefonso, el Ángel de la Guarda, San Benito, San Marcos Evangelista, la Trinidad, San Bernabé, Santa María Magdalena, Santo Domingo, Nuestra Señora de las Nieves, la Transfiguración del Señor, San Roque, San Francisco de Asís, San Lucas, San Eugenio, la Presentación del Niño en el Templo, la Concepción de María, y Nuestra Señora de la O, se quedaron sin festejos. Pero, como recoge José del Corral en Sucedió en Madrid, quedaron San Isidro, Pascua de Resurrección, Pentecostés, la Asunción, Corpus Cristi, Reyes, Circuncisión, Purificación de Nuestra Señora, San Matías, San José, la Anunciación, San Felipe apóstol, la Invención de la Cruz, San Juan, San Pedro, Santiago apóstol, Santa Ana, San Lorenzo, San Bartolomé, Natividad de la Virgen, San Mateo, San Miguel, San Simón, San Judas Tadeo, Todos los Santos, San Andrés apóstol, Santo Tomé, Navidad, San Esteban, San Juan, Día de Inocentes, y San Silvestre (¡cuanta piedad!).

¿La desaparición de la identidad de los madrileños es quizá por la condición que tiene la capital de ser corte suprema de las Españas? Porque debido a ello siempre ha sido lugar de aterrizaje de gentes de todas las tierras. Don Ramón de la Cruz Cano y Olmedilla, que vivió entre los años 1731 y 1794, escribió una comedia poco conocida, Las segadoras de Vallecas, una historia de enredos amorosos de la que podemos deducir que al final del verano, Madrid y sus alrededores se llenaban de gentes procedentes de Galicia que venían a recoger las cosechas. Es sólo un ejemplo entre muchos otros que cualquiera puede invocar.

Sin embargo hay que decir que, cuando quienes viven aquí pasean por el centro de «los mandriles», todos se quedan extasiados ante su curiosa monumentalidad, su pintoresquismo y su tipismo exótico. Quizá por esta razón, muchos foráneos han decidido pasar en la capital de España el resto de su vida. Algo hay que atrae en esta urbe a todo el mundo.

El alma de Madrid es eso exactamente: su laberinto, sus rincones, su belleza evocadora formada por una selva de ventanas, balcones, tejados, cúpulas, iglesias recónditas y también magníficos palacetes. Sus luces y sus sombras…, y sobre todo sus parques, de una belleza extraordinaria: El Retiro, La Fuente del Berro, El Capricho, El Parque del Oeste, La Casa de Campo, El Monte del Pardo, La Cuesta de la Vega, El Campo del Moro. Uno en concreto, la Montaña del Príncipe Pío, donde estuviera el masacrado «Cuartel de la montaña», hoy día exhibe un templo egipcio, el de Debod, en un alarde de pintoresquismo como en pocas partes hay. Y esa alma no defrauda nunca al caminante. Es una de las ciudades con más árboles del mundo. Sin olvidar que a muy pocos kilómetros tiene un paisaje alpino que, si bien no es demasiado elevado, si es de una gran belleza y espectacularidad.

Los madrileños han sido siempre muy creativos. En unos casos vemos recuerdos de un pasado con un gusto estético peculiar. En otros, las expresiones del caos, el «graffiti» desordenado y carente de toda pulsión estética.

 

Madrid es un referente espacial que ha sido testigo de la historia en muchas ocasiones. Aquí colocó el rey Felipe II su corte y capital, con lo que se convirtió en el centro político del mundo en el Renacimiento. El Siglo de Oro vio también como cerca aparecía el segundo centro espiritual, el Monasterio de El Escorial, con una de las bibliotecas más importantes de cuantas existen.

Llegando a la fecha que nos interesa, el 2 de mayo de 1808, Madrid fue la ciudad que protagonizó una epopeya que fue el comienzo del declive de uno de los militares y políticos más importantes de todos los tiempos: Napoleón Bonaparte. Unos pobres desarrapados, rufianes armados apenas de corazón, vehemencia y un punto de irracionalidad patriótica, sentaron el principio del fin. Por eso las 24 horas de las que vamos a hablar amargaron al Emperador. Si no en ese momento, sí cada vez que en su prisión de Elba o Santa Elena vinieran a su mente los recuerdos de aquel infausto día. Si el corso y su representante el duque de Berg hubieran despreciado menos a los madrileños y les hubieran persuadido de los beneficios que tenía su presencia, quizá Napoleón hubiera tenido mejor destino. ¿Quién sabe?

Ha llegado ya la hora de conocer los hechos…, caminemos pues por las calles de un Madrid envuelto en humo y fuego, donde corrieron la pólvora y la sangre a raudales!

 

 

HUBO EN TIEMPO DE LOS ÁRABES —nos cuenta Fernández de los Ríos— un soldado que se convirtió de repente en escalador —de murallas— ayudándose con una daga. A quienes le vieron les pareció casi un gato, y desde entonces los madrileños heredaron el apelativo para siempre.

Los «gatos» saben desde siempre que viven bajo una de las más hermosas visiones de los cielos del mundo. Recibieron el nombre de velazqueños por quien mejor los recreó en sus pinturas. Pero el animal emblema de la ciudad también estuvo siempre en el cielo nocturno, la Osa Mayor, cuyas siete estrellas son hoy el símbolo de la Comunidad Autónoma, y quizá la razón de que ésta sea la villa «del oso y del madroño».

Es posible que el punto desde donde mejor se puede practicar la observación celeste sea el elegido por los árabes para construir el primer alcázar durante el reinado del emir cordobés Muhammad I, muerto en el año 886, cosa que decidió tras acampar en el hoy llamado Campo del Moro. Por tanto, al ser el lugar más antiguo de la Villa, es el que más memoria tiene de otros tiempos, además de haberse convertido en el centro político y espiritual de un reino. Sería el ombligo del mundo u omphalos, desde el que emanara la legitimidad del poder. Un axis mundi, alrededor del que todo pivotara, podríamos decir también.