Magníficat - Debbie Blue - E-Book

Magníficat E-Book

Debbie Blue

0,0

Beschreibung

MUJERES QUE ROMPEN REGLAS, Y SE LAS ARREGLAN PARA SALIR A LA LUZ. PROVOCADORA, ÍNTIMA, FURIOSA Y AMANTE; DEBBIE LE PONE VOZ A ESTAS MUJERES MIENTRAS PATEA EL TABLERO DEL PATRIARCADO BIBLIOCENTRISTA. "Las palabras de los sabios son como aguijones", advirtió el predicador de la antigüedad. Palabras pronunciadas que no son tan apacibles como uno podría esperar. Las personas sabias hablan y de inmediato se estimula la acción. O puede ser también que las comunidades actúan y las maestras y los maestros capturan la sabiduría escondida. Palabra y acción, acción que puede no ser placentera. Y no podría serla pues es Debbie Blue quien pronuncia esas palabras desde su tarea como predicadora, como pastora fundadora de House of Mercy, su comunidad de fe en St. Paul, Minnesota. Debbie dio un paso más, precisamente en la línea del predicador de antaño. Ella se dio a la tarea de recopilar sus dichos, sus sermones, y como resultado tienes este libro en tus manos. De este libro podemos decir, sin temor a equivocarnos, que su contenido es "como clavos hincados". Aguijones, clavos… no estamos ante un imaginario pacífico. Menos aún si lo que tenemos aquí son 15 preguntas de calibre que se le plantean al patriarcado. Este libro es una colección de 15 sermones que giran en torno a las mujeres. "Las mujeres en la Biblia rompen un montón de reglas, se plantan en resistencia al imperio, desobedecen normas culturales, crean problemas supremamente buenos (y, a veces, no tan buenos). Ellas son humanas, genuinamente humanas. Son mujeres que nos permiten capturar atisbos de posibilidades de transformación (no siempre, pero sí con frecuencia). Nos encontramos hoy por hoy en un tiempo y en un lugar en la historia de este mundo en el que necesitamos oír sus historias". HAY UNA HISTORIA OCULTA TRAS EL RELATO DOMINANTE, PATRIARCAL DE LA FE CRISTIANA. ES LA HISTORIA DE LAS MUJERES, DE SU DIOS, DE SU RESISTENCIA. Debbie Blue, pastora, predicadora y autora, en Magníficat: Un Dios que nunca dejó de considerar a las mujeres, nos desafía a esas "posibilidades de transformación" fiel a su estilo. Ella y las mujeres en estas historias, sus recursividades, bailes, alegría de vivir, irreverencias, solidaridades, dolores, risas y rabias nos recuerdan de manera constante que el ordenamiento opresor actual no es más que "patriarcado en harapos".

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 241

Veröffentlichungsjahr: 2021

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Hablan de Debbie Blue y Magníficat

Pocos libros de relecturas sobre las mujeres he leído con tanto entusiasmo e interés como Magníficat, de Debbie Blue. Para escribir este endorso a su libro pensaba leer la introducción y alguno que otro artículo. Pero desde que empecé a leer la introducción no fui capaz de suspender la lectura de sus “sermones”. Y es que cada relectura del texto escogido me parecía novedosa, imaginativa, valiente, atrevida y amena. Jocosa en algunas partes e impactante en otras. Debbie tiene una gran habilidad para observar todos los rincones del texto: los mira por arriba, por abajo y por todos los lados; no se le escapan detalles. Ella desnuda y replantea las interpretaciones patriarcales malintencionadas. Se sale de lo común, y eso es lo más atractivo de sus aportes: lo inesperado, pues mientras una al leer piensa encontrar lo que siempre se ha dicho del texto, resulta que no es así, y tiene razón. Ella hace ver a las y los lectores que las cosas son complejas, mucho menos simple de lo que se cree; nada es blanco y negro, todos somos malos y buenos a la vez. Pero su lectura no es simplemente para pasar el rato. Su narrativa deja grandes desafíos a la práctica tradicional de la lectura de la Biblia; incluso su aporte es también metodológico, pues nos indica que las cosas no son como son. Por otro lado, en su lectura sencilla y amena, deja ver la profundidad de sus fuentes rabínicas y cristianas, e incluso del islam, así como de pensadores y artistas. Debbie Blue critica las interpretaciones patriarcales, pero no desecha el texto bíblico, simplemente lo ubica en esta historia humana compleja y deja observar sus lados interesantes, rara vez vistos.

-Elsa Tamez, biblista y teóloga mexicanacostarricense, autora de varios libros, entre ellosLas mujeres en el movimiento de Jesús y Cuando los horizontes se cierran.

Magníficat es una obra cumbre, compuesta toda de sermones, que les da visibilidad a las mujeres de la Escritura, las toma en serio y las trata con ternura. Debbie Blue predica a través de las historias de las mujeres y del testimonio mujeril en el texto con destreza y mirada profunda. Ella explora el alcance de esas mujeres en los confines de nuestra tradición cristiana, pero también recurre a fuentes judaicas e islámicas. De esa manera, consigue sacar a plena luz la humanidad de esas protagonistas y su potencial redentor. Debbie entreteje interpretación rigurosa, complejidad y una audacia sagrada a medida que da testimonio de la trayectoria expansiva que estas mujeres han legado a las comunidades de fe hoy. Esta exploración a través de una colección de sermones revela un amor y una gracia profundos hacia las mujeres en la Escritura y en las comunidades actuales que anhelan conectarse con ellas. Sus historias instruyen e inspiran, provocan a la compasión y nos invitan a unirnos en el arco salvífico de la Escritura por la gracia del Espíritu que actúa en cada sermón. Magníficat sigue la pista de las mujeres en las que no hay manufactura de ídolos ni tampoco finales felices, sino que se trata de atisbos de una fe profunda que se encuentran en cada testimonio que se nos ofrece. Debbie Blue honra a las mujeres de la Escritura y honra a la comunidad de fe con este regalo de sermones para nuestro peregrinaje en pos de Jesús.

Kelley Nikondeha, autora deAdopted: The Sacrament of Belonging in a Fractured World y deDefiant: What the Women of Exodus Teach Us about Freedom

El Magníficat de Debbie Blue es una colección poderosa de reflexiones sobre el papel profundamente importante que las mujeres han jugado a lo largo de la historia de nuestra fe. Sus acercamientos a las historias de esas mujeres y a las lecciones que sus vidas nos imparten van a desafiar y a inspirar a cualquiera que lea este libro. Nos vamos a sentir invitados a mirar una vez más esos relatos tan conocidos, pero esta vez desde una mirada novedosa y desde nuevas perspectivas. De igual manera, la sabiduría profética y la fidelidad de esas mujeres de fe nos van a cautivar.

Rev. Brandan Robertson, pastor, activista y autor de El evangelio de la inclusión

Si sospechas que la Biblia no fue escrita para avivar nuestros corazones (no, al menos, el de las mujeres), estás preparado o preparada para Debbie Blue. Al resaltar los textos en los que aparecen mujeres, ella va desenmascarando la misoginia para mostrar la manera en la que seres humanos tan complejos se las han ingeniado para navegar a lo largo de una relación con Dios: el Dios misericordioso y amoroso, pero a quien nunca podemos atrapar. Las palabras de Debbie les permiten a las Escrituras alcanzar su propósito y romper nuestros corazones, para abrirlos.

Rev. Ruth Everhart, autora deThe #MeToo Reckoning yRuined

Leer hasta el final este libro –recorriendo cada una de las historias– se vuelve una necesidad, porque vamos encontrándole las grietas al relato patriarcal del texto bíblico y de esa manera aparecen ante nuestros ojos los cuerpos, el deseo, la intemperie gozosa, la rabia, el poder, la lucha; aparecen ellas: las mujeres de la Biblia, con sus rostros y con su voz. A partir del hecho creador de nombrarlas, Debbie nos acompaña a ser y estar junto a ellas a través de la palabra, a desnaturalizar pesados mandatos históricos, a desarmar prejuicios y a salir de la ingenuidad. Como parte de un movimiento enorme de mujeres que trabajamos en diálogo con las infancias, haciendo una fuerte crítica al adultocentrismo y la heteronormatividad, construyendo miradas amorosas desde una perspectiva feminista y en clave de derechos, Debbie Blue nos tiende su mano y nos provoca a desplegar reflexiones, sentimientos y prácticas renovadas.

Liliana Simari, educadora y pedagoga, militante social argentina.

La siguiente presentación de 15 sermones de Debbie Blue con seguridad van a entretener, divertir e inspirar. En ocasiones no pude más que reír, en otras llegué al punto de las lágrimas. Blue sigue de cerca los hilos de las historias y explora los personajes con destreza, sin dejar de mantenerse en contacto con el texto y sus intérpretes, incluyendo su auditorio contemporáneo. Ella exhibe una habilidad fenomenal para capturar a sus lectores y lectoras con el relato bíblico y sus protagonistas, al exponerlos desde perspectivas novedosas. Por ejemplo, en el caso del relato de las hijas de Zelofehad: “ No es frecuente encontrar una historia en la Biblia en donde las mujeres desafíen la ley de Dios […] y Dios tenga que decir que las hermanas tienen razón. ¡Perdón! Metí la pata. ¡Cambia la ley! Borra toda esa cosa patriarcal que escribimos en el monte Sinaí sobre la herencia, ¡denles un poco de tierra a esas mujeres!”. La autora presenta a los personajes femeninos de una manera matizada, no completamente positiva ni enteramente negativa, sino con todas las inclinaciones que atraen al corazón humano. En su notable sermón en torno a Salomé, Blue resalta el temor que se permea a lo largo de la historia. Como parte de la conclusión, ella escribe: “La forma de salir del miedo es la confianza, pero la confianza no es exactamente algo que podamos alcanzar o esforzarnos por lograr o mejorar. Es algo que se desliza a tu lado sin tu esfuerzo cuando eres amado/a de una manera en la que se puede confiar... Así ama Dios”.

Johanna W. H. van Wijk-Bos, profesora emérita de Antiguo Testamento, Louisville Presbyterian Theological Seminary

Me acerco a un sermón de Debbie Blue con una sensación de aventura y expectativa. Ella me lleva a ver los textos bíblicos con nuevos ojos. Debbie busca implacablemente el sí del amor de Dios, incluso en aquellos textos en los que Dios parece estar dando un no. Esto no quiere decir que sus sermones sean suaves, como si ofrecieran nada más que la calidez de un osito de peluche. Ella, al igual que el Dios revelado en Jesucristo, confronta con amor las muchas maneras en las que nos extraviamos. Estos sermones acerca de mujeres en la Biblia le dan a Debbie una oportunidad amplia para hacer todo lo que acabo de decir.

Marcos Baker, profesor de Misión y Teología en Fresno Pacific Biblical Seminary y autor deCentrado en Jesús, Mucho más que una cruzyEstableciendo iglesias centradas.

En una religión que históricamente no ha sido considerada con las mujeres, Debbie Blue tiene una habilidad peculiar para encontrar las grietas de los fundamentos patriarcales y hacerlos volar con dinamita homilética (¿de veras Rut le propuso matrimonio a Booz? ¿Cómo así que la sabiduría puede personificarse como la bebé lactante de Dios? ¿María es una amenaza al monoteísmo?). Los escombros son algo glorioso; nos llevan a recordar que no tenemos que ser buenas, puras o masculinas para ser amadas y para encarnar el Amor como consecuencia.

Erin S. Lane, autora de Lessons in Belonging from a Church-Going Commitment Phobe.

Copyright © 2021 by Deborah Ann Blue

Magníficat

Un Dios que nunca dejó de considerar a las mujeres.

de Debbie Blue, 2021, JUANUNO1 Ediciones.

Título de la obra original en inglés “Magnificat : A God Who Never Stopped Considering Women” by Debbie Blue. Published by JUANUNO1 Books.

ALL RIGHTS RESERVED. | TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS.

Published in the United States by JUANUNO1 Ediciones,

an imprint of the JuanUno1 Publishing House, LLC.

Publicado en los Estados Unidos por JUANUNO1 Ediciones,

un sello editorial de JuanUno1 Publishing House, LLC.

www.juanuno1.com

JUANUNO1 EDICIONES, logos and its open books colophon, are registered trademarks of JuanUno1 Publishing House, LLC.

JUANUNO1 EDICIONES, los logotipos y las terminaciones de los libros, son marcas registradas de JuanUno1 Publishing House, LLC.

Library of Congress Cataloging-in-Publication Data

Name: Blue, Debbie, author.

Magníficat : un Dios que nunca dejó de considerar a las mujeres / Debbie Blue.

Published: Miami : JUANUNO1 Ediciones, 2021

Identifiers: LCCN 2021949033

LC record available at https://lccn.loc.gov/2021949033

REL058010 RELIGION / Sermons / Christian

REL006400 RELIGION / Biblical Studies / Exegesis & Hermeneutics

REL012130 RELIGION / Christian Living / Women’s Interests

Paperback ISBN 978-1-63753-018-4

Ebook ISBN 978-1-63753-019-1

Traducción Alvin Góngora

CorrectorTomás Jara

Créditos Portada Equipo de Media y Redes JuanUno1 Publishing House

Concepto diagramación interior & ebook Ma. Gabriela Centurión

Director de Publicaciones Hernán Dalbes

First Edition | Primera Edición

Miami, FL. USA.

Noviembre 2021

Para Olivia

Hasta que sea cierto

contenido

Cover

Portada

Hablan de Debbie Blue y Magníficat

Portada

Legales

Dedicatoria

Introducción

1. Historias que desgarran: Raquel y Lea

2. Mujer deseable: la esposa de Potifar

3. La enfermedad del Imperio: las parteras del Éxodo

4. Todas las mujeres la seguían: Miriam

5. Serenidad feroz: las hijas de Zelofehad

6. ¡Una moabita! Rut

7. No es el sexo, es el poder: Betsabé

8. Ella / A ella / De ella: Sabiduría

9. Magníficat: un Dios que nunca ha dejado de tener en cuenta a las mujeres

10. ¿Necias o libres? Las diez doncellas de Mateo

11. Una historia trágica de gente con miedo: Salomé

12. Reestructuración de la conciencia: la mujer en busca de una moneda

13. Ira de mujer: la viuda insistente de Lucas

14. La profeta María

15. El patriarcado en harapos: la ramera de Babilonia

Agradecimientos

Acerca de la autora

Introducción

Hay días en que solo atino a quedarme mirando por horas los pasajes bíblicos. Paralizada. Son textos que debo haber leído al menos un millón de veces a lo largo de los últimos 25 años que tengo como pastora. No importa cuánto quiera yo creer en el amor dador de vida de Jesús, no puedo quitarme de encima la sensación de que tan solo estoy contemplando un pescado. Muerto. Y lo sigo mirando. Llamo entonces a una amiga. Le digo: “Perdí mi fe. Se supone que debería renunciar a mi pastorado”. Esto me sucede, digamos, una vez por mes. Es posible que ustedes me quieran advertir que se trata de una condición cíclica. Que la puedo superar, que voy a recuperar mi fe (o que el espíritu me puede encontrar) y que me las voy a ingeniar para dar un sermón tan pronto llegue el domingo. Pero si se les ocurre preguntarle a Jim, mi esposo, él les va a contar las muchas veces en las que insisto, a pesar de sus palabras de ánimo, que “sí, yo sé que ya me pasó lo mismo la última vez, y tengo miedo de que ahora no haya resurrección”. Afortunadamente, a estas alturas (¡qué alivio!), mi ritual histriónico lo divierte.

Hay semanas en que nada de eso sucede, que es cuando ando desaforada, cumpliendo mi tarea con pasión (no siempre con una fe perfecta). Eso sucede casi sin falta cuando en el texto frente a mí hay una mujer. Todos los textos en la guía de lecturas bíblicas que seguimos en mi denominación (lo llamamos Revised Common Lectionary) tienen que ver con hombres (sean sus autores, personajes o narradores). Desde luego, Jesús es hombre, y si bien YHWH no lo es, Dios siempre aparece como varón: abundan los pronombres y títulos masculinos (Él / a Él / de Él, El Padre, Rey, Príncipe, etc.). Entonces, es absolutamente refrescante encontrar en la Biblia una mujer o una imagen de Dios que no sea masculina. Yo no creo que el patriarcado le haya hecho ningún bien al mundo ni a la iglesia (ni a las mujeres ni a los hombres ni a la gente no binaria, ni a los niños, ni a los marginados, ni a los colonizados, ni al agua, ni a la tierra). Por eso me afano por encontrarle grietas al relato patriarcal y forzar, cavar, dinamitar de ser necesario, para abrirles caminos a los relatos alternativos que no siempre se reconocen, o que están ahí bajo la superficie.

Este libro es una colección de sermones en torno a textos de la Biblia que incluyen a las mujeres. Muchos de ellos provienen del año en que en nuestra iglesia, House of Mercy, decidimos abandonar el orden de lecturas bíblicas de Revised Common Lectionary y optamos por crear nuestra propia guía dominical con historias bíblicas en las que las mujeres fuesen protagonistas. Ese fue un año fructífero. Hasta me puedo imaginar invirtiendo mis años restantes de trabajo ministerial en la predicación acerca de los pasajes de la Biblia que incluyen a las mujeres, pero soy consciente de que eso puede no ser del agrado de todo el mundo (y me imagino que habría algunos aportes cruciales en la Escritura que pasaríamos por alto). La gente que se encarga de elaborar el currículo para los niños tiene serios problemas para vérselas con algunas historias de maneras que sean apropiadas para un público infantil. Mi colega varón estuvo totalmente de acuerdo con nuestros cambios, pero en la práctica fue todo un desafío.

Me fascina la historia de la interpretación. Aunque, al mismo tiempo, es un recuento que me decepciona. Incluso me escandaliza. Eso es algo que sucede vez tras vez a lo largo de los años en los que he sido predicadora, especialmente (aunque no de manera exclusiva) cuando predico pasajes que incluyen a las mujeres. Lutero fue un gran teólogo con quien estoy agradecida por muchas cosas, pero cuando él acusa a Agar de haber secuestrado el hijo de Abraham y dice que ella es la causa de todos los pecados de la familia, descubro que su exégesis no es persuasiva. Tertuliano asegura con firmeza que Dios llegó a ser completamente humano en Jesús. Como alguien que valora la teología de la encarnación, agradezco todo eso; pero cuando él pasa a explicar lo repulsivo que le resultan las implicaciones de tanta humanidad, “la inmundicia de los fluidos corporales y de la sangre dentro del útero, el repugnante cuajo de carne que debe ser alimentado por nueve meses con esa misma excrecencia”, empieza a salir humo de mis narices. Las interpretaciones misóginas han contaminado la fe judeocristiana con tendencias tóxicas y permanentes a deshumanizar a las mujeres (y a las personas afrodescendientes, a las de los pueblos originarios, a gay y queer, a cualquiera que no sea blancuzca, heterosexual ni varón). Aunque desde hace algunos años a las mujeres se les viene permitiendo que lean el texto y que hasta dirijan la iglesia, sigue siendo claro que este privilegio todavía no es de aplicación universal y que ninguna maroma de la imaginación permite decir que eso signifique que se haya derrotado al sexismo (ni la supremacía blanca ni el colonialismo).

Cuando lean este libro se podrán dar cuenta de que en mí hay una dosis alta de frustración con relación a algunas interpretaciones largamente sostenidas en la historia. En cuanto conformemos una comunidad a la que se le han confiado textos sagrados, creo que es importante que confesemos los errores del pasado, que no los barramos debajo de la alfombra, ni que tampoco salgamos ahora con excusas, alegando que los tiempos eran diferentes allá en el pasado. No se trata tan solo de un problema de los tiempos idos. Incluso hoy en día seguimos usando la Biblia para deshumanizar a los demás. Es claro que se trata de un problema en el que necesitamos seguir trabajando. Yo, al menos, me esfuerzo en eso. No son muchas mis certezas, pero sí puedo asegurar que la palabra de Dios no está para llevarnos a odiar ni a condenar ni a buscar chivos expiatorios. Y si bien estoy presta a reconocer la medida en la que las Escrituras son dañinas, mis propias tendencias a sacrificar chivos expiatorios suelen evadir mi vigilancia.

La misoginia fundante me molesta. No siento que surja desde lo profundo de mi ser un ápice de misericordia cuando la confronto, pero confío en que mi propia carencia de gracia no eclipse la abundancia de la revelación del amor siempre constante de Dios. Mi intención es resaltarlo, incluso en medio de mis propias falencias. Es posible que más adelante, a lo largo del camino, cuando el espíritu haya pasado más tiempo conmigo, yo pueda bajar la guardia. El asunto es que todavía no he llegado a ese punto. Siento que aún estoy en el momento en que hundo con más firmeza las suelas de mis zapatillas. Espero que todo el lodo que arroje por doquier no les impida recibir un atisbo del amor cuando lean estos sermones.

Así como la historia de la interpretación me ofende, en igual medida, aunque de manera ocasional, también me emociona y me sorprende. Esto suele darse cuando descubro la interpretación de perspectivas judías o islámicas de una historia conocida. Cuánto me place que compartamos con esas tradiciones algunas historias fundantes. Ese suelo común me permite releerlas desde un ángulo diferente. Creo que podemos valernos de toda la ayuda que podamos recibir en nuestro caminar, dando tumbos, como personas que anhelan llegar a Dios. A veces, la imaginación cristiana necesita ser espoleada. Con frecuencia, me acerco a esas interpretaciones en mis sermones.

Ustedes van a observar, además, que suelo comentar las maneras en las que el arte exhibe a las mujeres de la Biblia. Mi esposo, Jim, es artista. Mi oficina está sobre nuestro garaje, al lado de su estudio de pintura. Preparo mis sermones en una habitación llena de volúmenes de comentarios de textos bíblicos justo al pie de su estudio repleto de obras de arte y de libros sobre historia del arte. Aunque a veces esa cercanía es un tanto desconcertante, a la larga es supremamente fecunda. El interés particular de Jim en la historia del arte litúrgico lo lleva con frecuencia a explorar esas imágenes en su trabajo. No creo que pudiera esquivarlas si me lo propusiera. Seamos conscientes o no de la manera en la que Rembrandt describió a la esposa de Potifar, el arte es un aspecto de la cultura creativa en la que navegamos.

Permítanme agregar algunas advertencias. Van a encontrar que utilizo constantemente expresiones tales como “puede ser”, “al parecer” y “yo pienso o creo que”. La mayoría de los editores no me permiten salir con esas cosas y hasta imagino que cuando ustedes estén leyendo esto, buena parte de mi lenguaje tentativo haya sido eliminado. Con todo, espero que algo de esa forma de expresión permanezca. No echo mano de calificativos, no porque crea que contribuyan a fortalecer el estilo literario de nadie, sino porque siento que allí donde el tema es la interpretación bíblica, es necesaria una buena dosis de cautela. La verdad es que yo no sé. Tampoco quiero aparentar que sepa algo. “Puede ser” que “al parecer” eso sea lo apropiado. A veces, vengo con sentimientos muy fuertes frente a un tema. Eso, ustedes lo van a detectar, pero yo habito el punto más distante del convencimiento de que yo haya descubierto la manera correcta en la que un texto deba ser leído. La palabra de Dios está para involucrarnos, para atraernos en tanto el pueblo que somos –con todo y nuestros bordes quebradizos y nuestros paisajes emocionales escarpados– con todas nuestras diferencias, temores y prejuicios. Yo pienso que todo eso está bien. Dios anhela abrazarnos como lo que somos y abrirnos a dosis más generosas de amor y gracia de las que podamos imaginar. Confío en que estos sermones puedan, en algún momento, señalarles la dirección acertada.

1

Historias que desgarran: Raquel y Lea

Labán tenía dos hijas; el nombre de la mayor era Lea, y el nombre de la menor era Raquel. Los ojos de Lea eran débiles, pero Raquel era hermosa y de buen parecer. Jacob amaba a Raquel, y dijo: “Te serviré por siete años por tu hija Raquel”. Labán le respondió: “Es mejor que yo la dé a ti antes que a cualquier otro hombre; quédate conmigo”. Así que Jacob sirvió siete años por Raquel, que a él le parecieron cual si fuesen pocos días por el amor que le tenía.
Tiempo después, Jacob le dijo a Labán: “Dame a mi esposa para que yo pueda unirme a ella, pues mi tiempo se ha cumplido”. Entonces Labán reunió a todos los hombres del lugar, e hizo una gran fiesta. Pero al llegar la noche él tomo a su hija Lea y la trajo a Jacob; y este se llegó a ella. (Labán le regaló a su hija su esclava Zilpa para que fuera su sierva). Y he aquí que en la mañana, era Lea; y Jacob le dijo a Labán: “¿Qué es lo que me has hecho? ¿No te serví por Raquel? ¿Por qué me engañaste?”. Labán le dijo: “No es la costumbre en nuestro país dar en matrimonio a la menor antes que a la primogénita. Completa las semanas por la otra y te la daré así como te he dado (su hermana) a cambio de que me sirvas por otros siete años”. Jacob así lo hizo y completó las semanas requeridas por ella; y Labán le dio por esposa a su hija Raquel. (Labán le regaló a su hija Raquel su esclava Bilha para que fuera su sierva). Entonces Jacob se llegó también a Raquel, y él amaba a Raquel mucho más que a Lea, y le sirvió a Labán por otros siete años.
Cuando el Señor vio que Lea era aborrecida, él bendijo su vientre; pero Raquel era estéril.
Génesis 29:16-31 (RSV)1

Reconocer la ambigüedad moral y abrazar la incertidumbre no forma parte de nuestros estilos de vida. Yo, al menos, no nací en Francia, ni en Bombay, ni en una tribu nómada, por lo que no sé qué hubiera podido haberse filtrado en la estructura de mi consciencia si yo hubiese vivido mis años formativos en otra parte. Quizás la diferencia no habría sido mucha. Quizás el temor a lo incierto o la incomodidad de lo ambiguo es algo profundamente enraizado en el misterio de lo humano, algo casi ineludible de lo que constituye nuestra conciencia.

Ya sea, entonces, que se trate de algo propio de una cultura en particular o de la condición humana, a menudo siento que (a pesar de lo que conscientemente creo o me esfuerzo por creer) hay por ahí cierta gente realmente malvada, y no es que no sean personas muy distintas a nosotras y a nosotros. Yo y muchos más entre los míos, tú y yo, sabemos algo que esas otras personas no conocen; nosotros y nosotras nos aferramos a algo que nos es precioso, importante y bello, que esta otra gente no respeta en absoluto. Hay en mí una cierta dosis de indignación ante ese sector de la población que, al parecer, no tiene los más mínimos miramientos hacia lo que yo sé que es de importancia esencial.

Soy consciente de que tengo una tendencia a fijarme en las creencias y los comportamientos ofensivos de otras personas, que en tiempos recientes se ha ido acrecentando a niveles de cierto fervor. No me pasa solo a mí. Basta con que se asomen por media hora a Facebook o Twitter. Las divisiones que genera la certidumbre hacen que la paz, el amor y la conducta civilizada parezcan estar lejanas durante estos tiempos.

Tras reconocer que los algoritmos que rigen las plataformas de las redes sociales nos confinan a nuestras respectivas burbujas separadas las unas de las otras, me he esforzado por salir y buscar otras perspectivas que no sean las de mi tribu. A veces esas búsquedas disparan mis niveles de presión arterial. He descubierto que la gran mayoría de las personas está convencida de que su visión es la correcta, de que sus persuasiones son las más acertadas, y de que los de sus círculos son las mejores personas. Hay un abismo que separa a “nosotros/nosotras” de “ellos/ellas”. El panorama luce francamente carente de esperanza. ¿Qué rumbo se puede tomar?

Si hay algo que, para mí, rompe la monotonía de los relatos, esos en donde hay buenos y hay malos tan claramente diferenciados que puedes saber de qué lado estar (y esa es una narración que no se rompe tan fácilmente), es una lectura atenta de la Biblia. Todo esto no deja de ser gracioso si se tiene en cuenta la reputación que se ha creado ese libro en algunos círculos en donde no se le tiene por un vehículo que pueda aclarar todo ese ordenamiento. Sin embargo, yo le encuentro sentido cuando digo que la Palabra de Dios puede contribuir, que de alguna manera nos reúne a todas juntas, a todos juntos, en lugar de separarnos a lo largo de líneas divisorias. En lugar de reforzar la estructura de buenos vs. malos, hay algo más: todos y todas somos malos, y somos redimibles, y estamos juntos y juntas en esto.

Cada vez que vuelvo a leer estas historias acerca de patriarcas y matriarcas, una parte de mí se echa a reír. ¿A quién se le ocurre escribir esta clase de libro sobre los fundadores de una nación, de su religión y de su gente? Todos son tan malos. O al menos están muy distantes de lo que implica ser buenos, amables o heroicos.

Si lo que ustedes buscan son historias menos ambiguas, moralmente hablando, acerca de héroes justicieros, gente buena y finales felices, les va a tocar ir a sitios diferentes a la Biblia. En estas narraciones fundacionales, ni siquiera Dios se nos aparece como un bueno sin ambigüedades. No hay un “y fueron felices y comieron perdices”. La Torá (el corazón de la Biblia hebrea) finaliza con Moisés, el más grande profeta y liberador, que otea a la distancia la tierra que Dios le prometió a su pueblo, y Dios le dice: “Te dejo mirar todo esto con tus propios ojos, pero tú no entrarás a esa tierra”.

Moisés ha trasegado un peregrinaje largo, con frecuencia tortuoso, hacia la Tierra Prometida. Su labor ha sido intensa, dura y (en su mayor parte) fiel a Dios y a su pueblo. ¿De veras no se le va a permitir poner su pie en la tierra buena de la que fluye leche y miel? Está bien que algunas de estas historias sean curiosas, pero ¿esto? Te rompen el corazón.

Si llegan a la Torá en busca de una paz, una felicidad y una bondad sin adulteraciones, se van a encontrar con dificultades de gran calibre. Esas historias parecen salirse de cauce para mostrarnos cuán inadecuados son sus protagonistas, cuán frecuentemente se muestran en su infelicidad, en sus muchos intereses por proteger, en la insatisfacción de sus vidas. Uno llega al punto de preguntarse si acaso todo eso no es más que parte integral del sentido general, una porción de lo que se está dando a conocer. Con todo, me parece que puede ser inadecuado resumir toda la narración compleja, desgarradora, extraña y a veces supremamente bella con un simple: “Bien, Dios opera a través de la gente más quebrantada”. Como si con eso se aportara un punto que, después de todo, fuera un premio de consolación.

No estoy segura de que la revelación no busque más que darnos premios de consolación. La palabra de Dios te desgarra el corazón, no te lo alivia con un adhesivo. Oír no es analgésico. Yo creo que Dios, en realidad, puede estar ahí con toda la intención de rompernos el corazón. De romperlo, para abrirlo.