Mañanas de abril y mayo - Pedro Calderón de la Barca - E-Book

Mañanas de abril y mayo E-Book

Pedro Calderón de la Barca

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Beschreibung

Mañanas de abril y mayo es una divertida comedia de capa y espada de Pedro Calderón de la Barca, ubicada en Madrid. Los personajes son un grupo de jóvenes que entre los enredos amores, peligros y desengaños que tienen lugar durante las celebraciones de primavera, que es tradicionalmente la estación del amor. En Mañanas de abril y mayo Calderón se ciñe a la unidad de acción, tiempo y lugar. La obra transcurre en apenas dos días. La acción discurre en las casas de los protagonistas, en las calles de Madrid y en el parque del Palacio Real y la Florida, a orillas del río Manzanares, donde se dan encuentro los jóvenes de la villa para sus galanteos.

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Seitenzahl: 81

Veröffentlichungsjahr: 2010

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Pedro Calderón de la Barca

Mañanas de abril y mayo

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: Mañanas de abril y de mayo.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard

ISBN tapa dura: 978-84-1126-173-9.

ISBN rústica: 978-84-9816-449-7.

ISBN ebook: 978-84-9953-727-6.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

El juego de la seducción 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 51

Jornada tercera 87

Libros a la carta 123

Brevísima presentación

La vida

Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-Madrid, 1681). España.

Su padre era noble y escribano en el consejo de hacienda del rey. Se educó en el colegio imperial de los jesuitas y más tarde entró en las universidades de Alcalá y Salamanca, aunque no se sabe si llegó a graduarse.

Tuvo una juventud turbulenta. Incluso se le acusa de la muerte de algunos de sus enemigos. En 1621 se negó a ser sacerdote, y poco después, en 1623, empezó a escribir y estrenar obras de teatro. Escribió más de ciento veinte, otra docena larga en colaboración y alrededor de setenta autos sacramentales. Sus primeros estrenos fueron en corrales.

Lope de Vega elogió sus obras, pero en 1629 dejaron de ser amigos tras un extraño incidente: un hermano de Calderón fue agredido y, éste al perseguir al atacante, entró en un convento donde vivía como monja la hija de Lope. Nadie sabe qué pasó.

Entre 1635 y 1637, Calderón de la Barca fue nombrado caballero de la Orden de Santiago. Por entonces publicó veinticuatro comedias en dos volúmenes y La vida es sueño (1636), su obra más célebre. En la década siguiente vivió en Cataluña y, entre 1640 y 1642, combatió con las tropas castellanas. Sin embargo, su salud se quebrantó y abandonó la vida militar.

Su hermanó José, hombre pendenciero, fue uno de sus editores más fieles.

El juego de la seducción

La obra tiene como escenario los jardines de la Florida, en Madrid. Allí las mujeres ocultan sus rostros y pasean en público y los galanes traman tretas para seducirlas.

Los Personajes Don Juan y doña Ana, amantes; doña Clara y don Hipólito, prometidos; el agraviado don Luis, y su amigo don Pedro, están implicados en los mismos enredos, porque todos se han enamorado y tienen celos.

Personajes

Don Hipólito

Don Luis

Don Juan

Doña Clara

Don Pedro

Doña Ana

Pernía, escudero viejo

Doña Lucía

Arceo, gracioso

Inés, criada

Jornada primera

(Salen Don Juan, embozado y Arceo, gracioso, con una bujía en un candelero.)

Arceo Ya he dicho que no está en casa

mi señor, y es, caballero

o fantasma o lo que sois,

en vano esperarle, puesto

que no sé a qué hora vendrá

a acostarse.

Juan Yo no puedo

irme de aquí sin hablarle.

Arceo Pues en el portal sospecho

que estaréis mucho mejor.

Juan Mejor estaré aquí dentro.

Arceo Muerto de capa y espada,

que tan pesado y tan necio

has dado en andar tras mí

rebozado y encubierto,

agradécelo al Señor

que te tengo mucho miedo,

que si no, yo te pusiera

a cuchilladas muy presto

en la calle.

Juan No lo dudo;

mas no os turbéis; de paz vengo.

De don Pedro soy amigo;

sosegaos.

Arceo ¡Lindo sosiego!

Juan Y sentaos aquí.

Arceo Yo estoy

en mi casa, y si yo quiero

me sentaré.

Juan Pues estad

como quisiéredes.

Arceo Cierto

que sois fantasma apacible

y que tenéis mil respetos

del convidado de piedra.

Juan Decidme, ¿qué hace don Pedro

fuera de casa a estas horas?

¿Diviértele amor o juego?

Arceo Juego o amor le divierte.

Juan Todo es uno, a lo que pienso,

pues amor y juego, en fin,

son de la Fortuna imperios.

¿Anda de ganancia ahora?

Arceo Yo de pérdida me veo.

Juan ¿Está desfavorecido?

Arceo No lo sé.

Juan ¿Pues sus secretos

no fía de vos?

Arceo No fía,

sino presta algunos de ellos.

¿No bastaba entrometido

sino preguntón?

(Sale Don Pedro.)

Pedro ¿Qué es esto?

Arceo Esperad en hora mala

en la calle o el infierno,

si no queréis...

Pedro Dime, loco,

¿qué ha sido?

Arceo Vienes a tiempo,

que si un poco más te tardas,

a ese embozado sospecho

que le echo por la ventana

tan alto, que de este vuelo,

ya que no sietedurmiente,

sino volante, primero

que volviera, se mudaran

los trajes y los dineros,

y se hablaran otras lenguas.

Pedro ¿Quién es?

Arceo No lo sé, mas pienso

que es algún hombre casado

que viene a verte encubierto,

pues no se ha dejado ver

la cara.

Pedro Pues, caballero,

¿a quién buscáis así?

Juan A vos.

Pedro Decid qué queréis.

Juan Dirélo

en quedando solos.

Arceo ¿Ves

si digo bien?

Pedro Majadero,

salte allá fuera.

Arceo En buen hora.

(Aparte.) (Mas aunque ir a parlar tengo

con doña Lucía, la dueña

de mi vecina, más quiero

ser hoy criado que amante,

y he de estarme aquí, por serlo,

escuchando cuanto digan.)

(Vase.)

Pedro Ya estoy solo, y solo espero

que me digáis qué queréis.

Juan Cerrad la puerta.

Pedro Suspenso

me tenéis. Ya está cerrada.

Juan Pues ahora, a esos pies puesto,

me dad, don Pedro, los brazos.

Pedro Don Juan, amigo, ¿qué es esto?

¿Cómo os atrevéis a entrar

así en Madrid, sin que el riesgo

de vuestra vida miréis?

Juan Como la muerte no temo,

así no guardo la vida,

que ya de tratarlas tengo

con la compañía perdido

a mis desdichas el miedo.

Ya sabéis, como quien fue

por la vecindad, tercero

de mi desdichado amor

aquel venturoso tiempo,

que amé a doña Ana de Lara,

cuyo divino sujeto

se coronó de hermosura,

se laureó de entendimiento.

Ufano con mi esperanza

y con su favor soberbio

viví; en esto no me alabo,

antes me desluzgo en esto,

que en materia de favores

es tan desdichado el premio

que es el que le goza más

el que lo merece menos.

Ya sabéis que viento en popa

este amor, este deseo,

en el mar de la Fortuna

tuvo de su parte el cielo

hasta que, alterado el mar,

el bajel del pensamiento

en piélagos de desdichas

corrió tormenta de celos.

Una noche... —ciegamente

lo que vos sabéis os cuento;

pero dejad que lo diga,

ya que es el pesar tan necio,

que repetirle el dolor

es repetirle el consuelo—,

una noche, pues, salí

de su casa yo, creyendo

que para mí solo estaba

el falso postigo abierto

de un jardín, cuando llegando

a abrirle, ¡ay Dios!, por de dentro,

hacia la parte de fuera

torcer otra llave siento.

Suspendo la acción y a un lado

me retiro, por si puedo

mis celos averiguar,

si es que han menester los celos

para estar averiguados

más diligencia que serlo.

Entreabrieron el postigo

y a la poca luz que dieron

las estrellas en la calle,

entrar solo un hombre veo

que, sin luz y sin razón,

andaba dos veces ciego.

Bien le pudiera matar

a mi salvo entonces, pero

quise apurar la malicia

a mis desdichas, y quedo

me estuve un rato, ¡mal haya

tan curioso sufrimiento!

El, tentando las paredes,

que no estaba, no, tan diestro

como yo en ellas, que había

estudiádolas más tiempo,

llegó a tropezar en mí,

y desalumbrado, viendo

que había gente en el portal,

dijo atrevido y resuelto:

«No puede haber aquí nadie;

que matarlo o conocerlo

no me importe; otro no tenga

las dichas que yo no tengo.»

No sé qué le respondí,

y los dos con un esfuerzo

hasta la calle salimos,

donde solos cuerpo a cuerpo

reñimos, hasta que igual

mostró la Fortuna el duelo

entre los dos, ¡ay de mí!,

pues a quien me dio primero

celos, le di yo la muerte,

como quien dice: «Hoy intento

que sea paz de nuestra lid,

o morir o tener celos.»

Y dándome lo peor,

quedé celoso y él muerto.

Al ruido de las espadas

llegó la justicia luego,

y yo, apelando a los pies

de la ejecución que hicieron

las manos, me puse en salvo,

mas no tanto que cogiendo

un criado que esperaba

con un rocín en el puesto,

no dijese a la justicia

quién era: solo por ellos

son señores los señores,

que al fin se sirven de buenos.

Con esta declaración

me ausenté, mas no pudiendo

vivir ausente y celoso,

de esta manera me he vuelto

a Madrid, y confiado

en vuestra amistad, me atrevo

a venirme a vuestra casa,

y escarmentado, en efecto,

de la lengua de un criado,

me he recatado del vuestro.

Aquí estaré algunos días,

solo hasta saber si puedo

ver a doña Ana, por quien

tantas desdichas padezco,

que aunque es verdad que ofendido

estoy, la estimo y la quiero

tanto, que solo a quejarme

hoy a la corte me vuelvo

por ver si acaso, ¡ay de mí!,

se disculpa, que si llego,

hablándola alguna noche

siendo vos solo el tercero,

a oír satisfacciones, que antes

que ella las diga las creo,

me iré a Flandes consolado

de que sus disculpas llevo,

que haciendo amistades sean

camaradas de mis celos,

porque así estaré seguro

que ni el pesar ni el contento

me maten, bien como aquel

que está herido de un veneno

y otro veneno le cura;

que este es el último extremo

de un hombre celoso, pues

no puede, ni yo lo creo,

hacer de su parte más

que decir: «Quejoso vengo

a creer cuanto digáis;

y pues que vivir no puedo,

haces que muera del gozo

si he de morir del tormento.»

Pedro En dos empeños me pone

la merced que me habéis hecho

de valeros de esta casa

y de mí, y es el primero

el ampararos en ella,

y así, cortésmente ofrezco

casa, hacienda, honor y vida,

don Juan, al servicio vuestro.

El segundo es ayudaros

en vuestro amor; para esto

y para todo es forzoso,