Manual de especialización en mediación civil y familiar - Carmen Cazorla González-Serrano - E-Book

Manual de especialización en mediación civil y familiar E-Book

Carmen Cazorla González-Serrano

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Beschreibung

La mediación familiar se trata de una opción poco utilizada en España. Sin embargo, los datos señalan que el 80% de las personas que acuden de forma voluntaria a un proceso de mediación logran un acuerdo, porcentaje muy alejado del 20% que lo consigue cuando los casos llegan a manos de los Tribunales. Siendo así, ¿por qué solo un 1% de la población española acude a mediación por cuenta propia? La razón no es otra que el desconocimiento generalizado. Por este motivo, es importante dar a conocer que se trata de una fórmula más económica, rápida y de menor coste emocional que la vía judicial. Así, pues, la elaboración de este manual docente va enfocado a un aprendizaje teórico acompañado de casos prácticos y test de autoevaluación de modo que permitan al alumno empezar, desde el estudio, a ser mediador.

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MANUAL DE ESPECIALIZACIÓN EN MEDIACIÓN CIVIL Y FAMILIAR

Primera Edición

(Autora)

Mª del Carmen Cazorla González-Serrano

Primera edición, 2018

El editor no se hace responsable de las opiniones recogidas, comentarios y manifestaciones vertidas por los autores. La presente obra recoge exclusivamente la opinión de su autor como manifestación de su derecho de libertad de expresión.

La Editorial se opone expresamente a que cualquiera de las páginas de esta obra o partes de ella sean utilizadas para la realización de resúmenes de prensa.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 45).

Por tanto, este libro no podrá ser reproducido total o parcialmente, ni transmitirse por procedimientos electrónicos, mecánicos, magnéticos o por sistemas de almacenamiento y recuperación informáticos o cualquier otro medio, quedando prohibidos su préstamo, alquiler o cualquier otra forma de cesión de uso del ejemplar, sin el permiso previo, por escrito, del titular o titulares del copyright.

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© 2018 [Thomson Reuters (Legal) Limited / Mª del Carmen Cazorla González-Serrano]

Editorial Aranzadi, S.A.U.

Camino de Galar, 15

31190, Cizur Menor

Teléfono: 902404047

Fax: 902400010

[email protected]

www.thomsonreuters.es

Depósito Legal: DL NA 2160-2018

ISBN 978-84-9197-370-6

A mi madre, psicóloga de profesión y gran ejemplo de vida. Porque a ella le debo todo.

Contenido

Módulo I: Aspectos psicosociales y emocionales

Nota al Módulo I

Tema 1. Las emociones y su manejo en la mediación

Tema 2. Los aspectos psicosociales de la familia

Tema 3. Interacciones psicológicas entre el entorno familiar y el entorno social

Caso práctico

Test de autoevaluación

Modulo II: El conflicto

Nota al Módulo II

Tema 4. El conflicto

Tema 5. Gestionar el conflicto

Caso práctico

Test de autoevaluación

Modulo III: La mediación familiar

Nota al Módulo III

Tema 6. La mediación familiar en España. Aspectos jurídicos

Tema 7. El proceso de mediación familiar. Fases y principios

Caso práctico

Test de autoevaluación

Modulo IV: El estatuto del mediador

Nota al Módulo IV

Tema 8. El mediador

Tema 9. Técnicas y habilidades de mediador para alcanzar acuerdos de mediación

Caso práctico

Test de autoevaluación

Bibliografía

Formularios

Módulo I: Aspectos psicosociales y emocionales .

Nota al Módulo I.

Nota:En el presente módulo se incluye un caso práctico. Asimismo, contiene un único test de autoevaluación de 10 preguntas; unas para desarrollar “brevemente” y otras a escoger una única respuesta correcta.

Justicia [administración de]
Mediación

Tema 1

Las emociones y su manejo en la mediación

Sumario:

Instrucciones para la preparación del temaI. IntroducciónII. Las emociones en la mediación familiar1. El manejo de las emociones2. El manejo de los desequilibrios de poder2.1. Estrategias de desbloqueo2.2. Estrategias en caso de bloqueo3. Pautas para el manejo de las emocionesIII. El duelo en la mediación familiar1. Características emocionales del duelo tras una separación2. Etapas del duelo, intensidad y duración3. Elaboración del duelo en mediación4. Dificultades en la elaboración del duelo en mediación

INSTRUCCIONES PARA LA PREPARACIÓN DEL TEMA

La cuestión clave para la preparación del tema consiste en comprender el papel que desempeñan las emociones en el proceso de mediación. El mediador debe aprender a adquirir las habilidades necesarias para manejar las emociones de las partes que tengan el conflicto. Especial relevancia adquiere el «duelo» en la mediación familiar. Experimentamos el duelo cuando fallece una persona querida pero, en un proceso de separación, existen unas fases del duelo (pérdida de la persona a la que se ha querido) que el mediador debe encauzar debidamente.

Se recomienda seguir las siguientes instrucciones:

1. El material correspondiente está pensado para un estudio de aproximadamente diez horas de duración.

2. Es conveniente detenerse antes en los contenidos que presenta el índice para hacerse una idea previa sobre lo que se va a estudiar.

3. Se recomienda llevar a cabo una primera lectura y, a partir de ella, formularse las dudas o preguntas que serán resueltas en las lecturas siguientes.

I. INTRODUCCIÓN

La psicología de la emoción es una de las áreas de la psicología en la que existe un mayor número de modelos teóricos, pero quizás también un conocimiento menos preciso. Posiblemente sea debido a que se trata, por las propias características del objeto de estudio, de un campo difícil de investigar, en el que los estudios sistemáticos son recientes y, quizá hasta hace unas décadas, más escasos que en cualquier otro proceso psicológico, al tiempo que la metodología utilizada es, si cabe, mucho más variada y diversa.

Cualquier proceso psicológico conlleva una experiencia emocional de mayor o menor intensidad y de diferente calidad. Puede considerase que la reacción emocional (de diversa calidad y magnitud) es algo omnipresente en todo proceso psicológico.

En este apartado vamos a aproximarnos a las principales teorías de las emociones para, posteriormente, poder comprender mejor las emociones en el ámbito de la mediación familiar y sus características concernientes a la psicología evolutiva, cognitiva y a los aspectos emocionales del duelo y su elaboración.

Normalmente, quienes atraviesan la dura situación de tener que afrontar un duelo significativo, cuentan con sus propios recursos psicológicos para intentar superar la dramática realidad que les ha tocado vivir. Seguramente, algunos necesitarán evitar el aislamiento relacionándose con su entorno afectivo y, quizá otras personas, habiendo sufrido situaciones igualmente dolorosas, optan por reunirse en distintos grupos de autoayuda para superar las pérdidas de seres queridos.

Después de una separación de pareja, aparece un vacío emocional. El sujeto que atraviesa esta sensación se encuentra también sometido a una presión social y familiar. Hay quien toma la decisión de la ruptura y quien debe de aceptarla. La incredulidad como primera reacción es el primer aspecto que se puede sentir y observar en una de las partes de la pareja para pasar posteriormente a la aceptación realista de que efectivamente algo ha sucedido y, se inicia así, la fase emocional de la pérdida. Tras una ruptura, quien tiene que soportar una pérdida entra en un conflicto interpersonal que pasa del odio a la idealización del “objeto perdido” y va gradualmente intensificándose para luego atenuarse gradualmente con la toma de conciencia.

El duelo, diferenciándolo de la depresión (que es una entidad patológica) es una crisis existencial, que presenta sentimientos ambivalentes que suelen mortificar. Se puede intentar elaborar el duelo ayudando a las partes afectadas a verbalizar las fantasías que acompañan ese largo proceso y que oscila entre el apego y el desapego; es decir, tomar conciencia de que la realidad es otra y que, además de aceptarla, es preciso construir un “futuro positivo”, tener el valor de tomar nuevas decisiones (no detenerse en el pasado). Como suele decir el refrán popular: “Cuando se cierra una puerta, otra se abre”.

La toma de decisiones es posible cuando se prospecta un cambio sin posibilidad de retorno o de marcha atrás del túnel sin salida en el que se encuentra la parte afectada. Cuando una realidad penosa es asumida de modo realista. Cuando lo que hay que pensar, efectivamente, es en el bienestar psicológico propio y de los hijos.

Quien sufre el duelo necesita recuperar su paz y su autoestima. Tener la convicción de que ha hecho todo cuanto estaba a su alcance, que lo ha podido enfrentar con dignidad y realismo y que es ya un hecho consumado. El desapego, como posible y saludable camino, no significa olvido ni tampoco desamor. Es, en cambio, la posibilidad de crear un espacio entre el dolor por la pérdida y el seguir llevando adelante el propio proyecto de vida. La superación del duelo podemos resumirlo pues, como la manifestación de:

1. La capacidad de recordar sin caer en el sufrimiento y la queja permanente.

2. El poder abrirse a nuevas relaciones y aceptar el desafío al que la vida nos enfrenta con unos cambios inevitables y, su consiguiente toma de decisiones.

La elaboración del duelo es un largo proceso al que no podemos fijarle un tiempo cronológico, pero es evidente que ese tiempo no puede perpetuarse. También es necesario tener claro que el duelo es un proceso activo que requiere de su participación expresada a través de aceptaciones y de cambios personales siendo un error caer en la pasividad de adjudicarle sólo al tiempo la resolución del sufrimiento.

II. LAS EMOCIONES EN LA MEDIACIÓN FAMILIAR

1. EL MANEJO DE LAS EMOCIONES

Si las emociones de las personas que están en conflicto les hacen centrarse en el pasado, en lo negativo y en lo imposible, la mediación podría ayudar en la resolución de un conflicto a cambiar esta situación, haciendo que las partes se centren en el presente, en lo positivo y en lo posible mediante la disminución de la intensidad emocional. El mediador se centrará en mejorar y facilitar la mejora en la comunicación promoviendo cambios en la manera de comprender el punto de vista del otro. La mediación, en este sentido, desempeña un papel muy importante.

El mediador debe de saber también manejar los factores emocionales que juegan un papel esencial en la resolución de los mismos. La actividad emocional se produce en todo el proceso, bien por la situación conflictiva objetiva, por las cogniciones que tenemos respecto a los conflictos o en función de las tareas específicas que ponemos en marcha para resolverlos.

La mediación no debe, obviamente, confundirse con el proceso terapéutico y con la labor de un psicólogo. El objetivo de la mediación es el entendimiento consensuado de una serie de asuntos y el establecimiento de un acuerdo, en forma de documento escrito. Mientras que la psicoterapia tiene como objetivo el cambio cognitivo, conductual y/o afectivo de la persona, la mediación es un proceso más estructurado, centrado en la tarea. La terapia posee una estructura más abierta y fluida donde se tratan sentimientos. La naturaleza del proceso de mediación es legal o casi legal (mezcla asuntos legales y emocionales). En la mediación, las emociones se controlan y dirigen para que no interfieran y así conseguir el acuerdo; en la terapia, se exploran. Tanto la mediación como la terapia pueden ser terapéuticas, pero mientras ésta última lo tiene como objetivo, la mediación no, aunque puede obtener beneficios terapéuticos. La cuantía de información es otra característica distintiva entre la mediación y la terapia; en la primera, se necesitan datos antecedentes y actuales de los sujetos y/o de la relación; en la mediación no, incluso un exceso de información podría perjudicar la imparcialidad.

La interacción que se establece en mediación está basada en una fórmula diferente de ganar uno a expensas del otro, distinta de quién tiene razón y quién está equivocado, de quién dice la verdad o miente. La interacción se basa en identificar lo que cada uno quiere, admitir la propia responsabilidad en el conflicto y encontrar una salida que les satisfaga. Ya no se precisa que el Juez decida lo qué es justo. Tampoco es necesario un experto que evalúe a las partes, decida por ellas o asesore al Juez. Son las partes mismas quienes deciden cómo resolver sus diferencias y concluyen con sus propios acuerdos.

Pues, es por ello, que resulta imprescindible un conocimiento de las emociones para una acción mediadora eficaz, así como la capacidad en el ejercicio de ciertas habilidades de empatía, escucha activa, comunicación, relaciones, etc.

El manejo de las emociones implica, por lo tanto, conocerlas aprendiendo a vivir con ellas y, reconocer cuándo son beneficiosas y cuándo pueden hacer daño. Es decir, su manejo consiste en controlarlas cuando se siente que se están desbocando. Buscar la manera de aprender a razonar y pensar en los momentos que se siente que se quiere reaccionar emotivamente a ciertas situaciones.

Emociones básicas y fundamentales como la felicidad, la tristeza, la indignación, el temor, el rechazo, pueden reconocerse de inmediato en las caras de las personas que la están viviendo Por ejemplo, la indignación, hace cambiar la cara de la persona indignada, todos sus músculos están tensos y las cejas aparecen enarcadas. El rechazo, como otro ejemplo, produce una expresión de asco.

Por consiguiente, resulta necesario saber interpretar y reconocer estas expresiones para saber cómo lidiar con la gente con la que se debe mediar. Lo malo es que cuando actuamos emotivamente, es decir, cuando nos dejamos llevar por el primer impulso, puede conducirnos a cometer errores que posteriormente lamentemos. Por ello, es preciso comprender cuando se deben controlar y guiar las emociones.

Cuando un mediador intenta identificar y reconocer cuáles son los intereses reales con aras a suavizar y trabajar las posiciones rígidas que encuentra en las partes en conflicto, está explicitando una tarea de racionalización del problema, es decir, identifica el núcleo del conflicto, cuáles son los intereses reales y las necesidades de las partes. Sin embargo, a menudo, está explicitando también una tarea indirecta de elaboración de las emociones o canalización de las mismas hacia el «focus» de interés que tienen en común las partes.

La tarea de elaboración de las emociones, es una tarea más delicada y compleja sobre la que el mediador deberá operar con suma prudencia. Algunas personas son excesivamente racionales. Otras, son excesivamente emocionales o emotivas. Es una cuestión de “compensación”. Cuando expresan su realidad (lenguaje verbal y no verbal), que nunca debemos discutir, comprobamos con claridad ese desajuste. También expresan los modos, métodos o instrumentos de que disponen para “solucionar” esa situación. Y, cuando ocurre esto, ¿qué hacer? ¿Cómo o de qué modo tratar de solucionar la situación? Ese es su “modo” de solucionar el problema. Sin embargo, siempre cuentan con otros modos, pues, si el problema se repite, ¿cómo sería posible solucionar de otro modo ese problema?

Normalmente, expresan el problema de un modo “personalizado” y exponen: “El problema es él, o ella”. Y, tienen razón. Cuando la relación afectiva se deteriora, no importa lo que hagan, porque como lo hace ella o él, siempre está mal hecho, siempre les molesta porque tienen un prejuicio personal que les impide “ver las cosas que se hacen” y sólo ven “quién las hace”. Así de sencillo, así de difícil. Ni aún en la dinámica de los actos o motivos más asépticos, consigue el sujeto librarse de su posición rígida.

Explorar cuáles podrían ser los posibles intereses en común que tengan las partes, o bien los intereses donde cada parte pueda ceder algo y ganar algo al mismo tiempo, en un ajuste compensatorio gradual continuo. Poco a poco las posiciones rígidas se suavizarán y permitirá el desarrollo de una tarea de racionalización y de elaboración de las emociones (bloqueos, posturas rígidas, etc.).

Considerando el aspecto de la personalidad, el mediador se encuentra también con características de personalidades diferentes. El mediador se encuentra con una difícil tarea que requiere una “compensación” del desajuste emocional. El mediador como facilitador de la comunicación, debe poseer la capacidad de saber compensar y equilibrar este desajuste para poder manejar las emociones que se producen cuando las personas en conflicto deben llegar a acuerdos. Por ejemplo, si las emociones de las personas que están en conflicto les hacen centrarse en el pasado, en lo negativo y en lo imposible, con el proceso mediador se tratará de cambiar esta situación.

¿Cómo?

Por ejemplo, haciendo que las partes se centren en el presente, en lo positivo y en lo posible y también mediante una disminución gradual de la intensidad emocional, una mejora en la comunicación y permitiendo los cambios en la manera de comprender el punto de vista del otro (empatía).

Las partes en conflicto deben centrarse:

• En el presente.

• En lo positivo.

• En lo posible; esforzándose en comprender el punto de vista del otro.

En el caso de que un conflicto se presente muy intenso emocionalmente (odio, rencor, etc.), algunos mediadores, al inicio de proceso de mediación, para poder trabajar las emociones “extremas” utilizan la entrevista o el encuentro individual, definido como “encuentro o sesión Caucus”.

El Caucus, poco empleado en España, se utiliza cuando la tensión resulta ser muy alta. Aplicando la técnica narrativa, el mediador entrevista a cada parte individualmente. Deja que cada uno se desahogue, coge información que probablemente no tendría si las dos partes estuvieran juntas, pide permiso para poder contar esta información productiva a la otra parte, si resultara útil y, permite aflojar notablemente las tensiones de las mismas. En efecto, cuando la mediación se “empantana” y se hace necesario algún estimulo externo que sea capaz de cambiar el clima, el Caucus puede ser una eficaz herramienta para rearmar la estrategia y lograr un mejor resultado.

En resumen, el Caucus permite:

1. Que pueda ser expresado todo aquello que no es posible revelar en la audiencia pública.

2. Ayudar, preparar y dirigir asertivamente a las partes que han llegado a la mediación sin una adecuada preparación. Explorar con creatividad las posibles alternativas de solución.

3. Evitar que una parte se vea en la necesidad de mantener en público una posición rígida que no resulta objetivamente muy sostenible.

4. Que comprendan los riesgos y los costes emocionales de no llegar a un acuerdo.

5. Realizar ciertas tácticas de evaluación indispensable como, por ejemplo, desalentar ofertas iniciales insultantes, enfatizando el peligro que conllevan el término de anclaje o, el riesgo de que la otra parte abandone.

6. Intervenir muy sutilmente como “agente de la realidad”.

7. Obtener una señal para ser llevada a la otra parte, que sea mínimamente seria y que demuestre que se ha comenzado el movimiento, como por ejemplo, una oferta.

8. Conocer las necesidades reales en términos de acuerdos económicos, custodia y las posibilidades objetivas donde cada parte podría ceder o donde existe una decisión inamovible por una de las mismas.

En el Caucus, la técnica narrativa nos permite y nos ayuda, en un sentido tímidamente introspectivo y, a título esencialmente informativo, a manejar las emociones.

La interacción en mediación se basa por tanto en:

1. Identificar lo que cada uno quiere.

2. Admitir la propia responsabilidad en el conflicto.

3. Encontrar una salida que satisfaga ambas partes (yo gano-tú ganas).

Son las mismas partes las que deciden cómo resolver sus diferencias y concluir sus propios acuerdos. No sólo es necesario el conocimiento de las emociones para la acción mediadora, sino también el ejercicio de ciertas habilidades como la empatía, la escucha activa, la comunicación, las relaciones interpersonales en aras a un mejor manejo del conflicto.

Las dificultades probables y comunes que un mediador puede encontrarse al comienzo de la mediación pueden resumirse en este esquema:

a) Ansiedades y miedos (inicio mediación)

• Clientes con ansiedad y miedo ante una situación nueva, desconocida y que no son capaces de abordar por sí solos.

• Resistencia a participar en el encuentro porque se sienten incapaces de actuar frente a un compañero dominante o se sienten perdidos, por ejemplo, con los números, al tratar las cuestiones económicas.

• Planteamiento gradual, dividiendo el proceso de mediación en una serie de pasos ya que esto ayuda a las personas nerviosas y angustiadas a avanzar poco a poco y a ganar así confianza en sí mismos.

b) Confusión

Observando las expresiones faciales y el lenguaje corporal, los mediadores reciben una importante información. Si alguien parece angustiado o perplejo, pueden comprobarlo diciendo algo así: “pareces preocupado, ¿hay algo que no queda claro?”.

a) Desconfianza

Cuando se rompe una relación es normal que se deteriore la confianza. Puede que ésta nunca haya existido antes o que se haya quebrado sólo con respecto a ciertas áreas pero no a otras. Es importante que los mediadores reconozcan y normalicen la pérdida de confianza al final de una relación en lugar de instar a las parejas enfadadas a que se fíen uno del otro, porque éstas saben que no es posible. Estableciendo algunos puntos de acuerdo iniciales entre las partes, ayuda mucho en esta tarea.

a) Imparcialidad e información completa

Los mediadores deben poner atención en permanecer imparciales y a no sugerir de forma alguna que la falta de confianza en el otro está justificada. Por tanto, pueden reconocer la pérdida o la ausencia de confianza de forma que no implique que alguna de las partes sea poco fiable. El mediador ha de tranquilizar a ambos explicándoles que no se pretende que lleguen a un acuerdo sobre la base de una información incompleta o dudosa, sino que tendrán que proporcionar los mismos documentos que les requeriría un tribunal, en caso de que la disputa se plantease en el ámbito judicial. Por tanto, la recogida de información es un proceso gradual y cada vez que se estime necesario completarla, se puede planear lo que se requerirá para la próxima sesión.

Finalmente, el mediador tiene que ser suficientemente firme y claro con respecto a la información que se busca y sobre cualquier discrepancia que pueda surgir.

a) Definir y clarificar los temas que quieren abordar

Invitar a cada participante a explicar por turnos lo que le ha traído a la mediación. La posibilidad de una escucha activa en este sentido, brinda la oportunidad de hablar libremente y contribuirá a que se sientan escuchados, permitiendo al mediador entender los problemas.

a) ¿Quién habla primero?

Es fundamental alternar la secuencia en la que se pregunta a cada uno, de manera que ninguno de los participantes ocupe invariablemente la posición de responder a lo que el otro acaba de decir. Al principio, puede ser útil dirigirse primero al más reticente frente al que parece dominante o más seguro. Habitualmente, la parte más dominante deja poco espacio a la parte que es o puede parecer más débil.

Es importante, por tanto, que el mediador conceda a ambos las mismas posibilidades de explicar sus opiniones y sentimientos en la medida que sea posible. Esta alternancia y equilibrio, son necesarios para mantener la imparcialidad del mediador y el control del proceso.

a) Comprender los intereses y las preocupaciones

La selección del tipo adecuado de pregunta y su cuidadosa expresión resultan de gran importancia, sobre todo, en las fases iniciales. La manera en la que el mediador formula las preguntas influye en la respuesta obtenida.

a) Gestión del conflicto

¿Qué sucede cuando uno se enfada?

Cuando alguien se enfada, aumenta la adrenalina, el corazón late más rápido y se eleva la presión arterial. Se acelera la respiración y se tensan los músculos. Cuando nos enfadamos, nos resulta más difícil escuchar y quizás necesitemos expresar este sentimiento antes de ser capaces de prestar atención a lo que nos dicen.

Existe el riesgo de que el compañero dominante aproveche para tomar la palabra y después sea muy difícil pararlo. Una alternativa sería, por ejemplo, dirigir por turnos a cada participante preguntas focalizadas para clarificar la información, las materias sobre las que cada uno necesita un acuerdo y el grado de urgencia o prioridad que desean dar a cada tema. A menudo, las parejas están tan preocupadas por sus discordancias que se olvidan de los puntos en que sí coinciden. Es importante pues, volver a las cuestiones o a los temas principales de forma sistemática, comprobando los puntos en que se está de acuerdo, así como poniendo de manifiesto aquéllos en los que discrepa.

Los mediadores deben saber que es mejor reconocer explícitamente el enfado de los participantes que intentar sofocarlo. También puede ayudar la observación de que es completamente natural y normal sentirse así en estas situaciones. El reconocimiento y la normalización del enojo pueden reducir la necesidad de expresarlo a través de declaraciones agresivas y gritos.

2. EL MANEJO DE LOS DESEQUILIBRIOS DE PODER

La palabra «poder» suele tener connotaciones negativas relacionadas con la dominación. No obstante, visto desde una perspectiva positiva, el poder también significa capacidad, aptitud y responsabilidad.

Los mediadores tienen que reconocer que, con un enfoque positivo, el poder puede significar energía o capacidad. La igualdad de poder puede ser un ideal inalcanzable, sin embargo, las desigualdades no tienen por qué causar envidia y competencia si se valoran los diferentes esfuerzos. Cuando un compañero o progenitor tiene mayores recursos, fuerzas o responsabilidades en ciertas áreas, éstas pueden emplearse en provecho mutuo. Una de las principales funciones del mediador es ayudar a los participantes a identificar tanto sus recursos como sus necesidades y sus intereses reales, a fin de que reflexionen sobre la manera más efectiva de utilizarlos para la obtención del máximo beneficio común.

2.1. Estrategias de desbloqueo

Aunque el objetivo de la mediación sea el de estimular un movimiento progresivo de los participantes, esto no siempre sucede. Habitualmente, el movimiento tiene un feedback negativo. Las discusiones y las acusaciones suelen girar sobre sí mismas sin llegar a ninguna parte, en un auténtico círculo vicioso. Los mediadores deben de poseer las técnicas y las estrategias que sirvan para ayudar a los participantes a salir del mismo.

La teoría de los sistemas nos permite pensar en los círculos y procesos familiares cuya función es preservar los sistemas existentes y resistir al cambio. Muchas personas tienen miedo de comprometerse con nuevos acuerdos sin estar aún seguras de cómo resultarán. Para ellas, es tranquilizador descubrir la posibilidad de elaborar acuerdos provisionales, antes de aprobar algo con carácter definitivo.

Algunas técnicas útiles para desbloquear emocionalmente a la pareja:

• Llegar a la raíz (o núcleo) del problema

Es natural que se trate de resolver las disputas descubriendo cuál es el centro de la cuestión. Sin embargo, hay que tener en cuenta que esta perspectiva puede resultar inútil si este núcleo es el foco de la rabia y la fuente de los sentimientos más amargos.

• Fragmentar o esparcir los problemas

Cuando la situación en su conjunto parece caótica e indescifrable, se requiere tiempo y energía para reestablecer cierto orden. Con la ayuda del mediador, los participantes pueden decidir apartar momentáneamente algunos elementos. Si los esparcen, verán más fácilmente cuáles encajan entre sí y también descubrirán los puntos clave como, la importancia de la continuidad del papel de ambos padres para sostener la nueva organización de la parentalidad después del divorcio. Si los participantes están dispuestos a continuar con la mediación, puede que merezca la pena identificar cuáles son los obstáculos para el acuerdo y preguntarles qué creen que pasaría si el obstáculo ya no existiera.

2.2. Estrategias en caso de bloqueo

Reconocer los sentimientos de ambos participantes (la frustración, la cólera, la desilusión) de una manera equilibrada; reconocer las dificultades y los esfuerzos que están haciendo.

Podemos encontrarnos con:

a) Obstáculos externos

Son dificultades que escapan del control de los participantes, tales como por ejemplo, la imposibilidad de vender su casa debido al mercado inmobiliario. Reconocer estos problemas no los resuelve, pero puede contribuir a que las parejas dejen de culparse mutuamente. Asimismo, por ejemplo, pueden existir trabas relacionadas con el desempleo o con un despido. Quizás lo que necesita uno de los participantes es estar seguro de que el otro realmente está buscando trabajo.

a) Obstáculos interpersonales o interactivos

Un bloqueo interpersonal puede surgir entre los participantes lo que puede dar problemas a la hora de comunicarse.

A menudo un cónyuge sabe poco, por ejemplo, de las finanzas del otro. En estos casos el mediador:

• Ayuda a los participantes a identificar lo que es necesario conocer y, en su caso, a compartir esos datos.

• Ofrece diversas maneras de obtener tasaciones. Con una posible fórmula a aplicar puede incitar a los participantes a proponer y a desarrollar ideas propias.

• Algunas veces, una información errónea o un malentendido generan expectativas poco realistas. Si los participantes se están basando en un dato equivocado o en un consejo que parece incorrecto, el mediador puede formular preguntas y animarles a un ulterior control.

• Por otro lado, si una parte no se fía de la otra como progenitor, el mediador tendrá que indagar sobre sus miedos y sospechas. En general, la desconfianza respecto al dinero y a la propiedad es más común que la relacionada con los hijos.

3. PAUTAS PARA EL MANEJO DE LAS EMOCIONES

Aunque algunas ya se han mencionado, vamos a enumerar, a modo de resumen, algunas pautas muy útiles para el manejo de los aspectos emocionales en la pareja que viene a mediación:

1. Evitar que las partes se refugien en sus posiciones rígidas, sugiriéndoles que hablen de sus sentimientos y no de sus exigencias. Esto se debe a que los sentimientos generan comprensión y empatía, mientras que las posiciones y exigencias provocan estar a la defensiva.

2. Dejar hablar a las partes para que liberen emociones y se desahoguen. Es muy útil el uso de preguntas abiertas porque permite a las partes expresarse libremente.

3. Ofrecer la información necesaria, tanto la relativa al proceso de mediación como la concerniente al tema de las emociones, aspectos psicológicos, relación de pareja, relación con los hijos, lo que permitirá a los mediados reducir su inquietud, nerviosismo y ansiedad. Dicha información ha de ser adaptada al nivel cultural de las personas, edad y etapa del ciclo vital en que se encuentren.

4. El objetivo es darles herramientas para que aprendan a conocer cómo se sienten ellos mismos y que puedan aceptar puntos de vista diferentes, aprendiendo a comunicarse y a buscar soluciones aceptables en lugar de usar el enfrentamiento.

5. La creencia que tienen algunas parejas sobre la culpabilidad del otro en la ruptura, mientras que se ven a sí mismos como menos responsables, plantea uno de los primeros elementos informativos que debe trasmitirse: el de reciprocidad. En este sentido, la conducta de uno es interdependiente de la del otro y no puede explicarse una sin tener en cuenta la otra. En el deterioro de la relación, ambos miembros han participado y, con independencia de quién haya tomado la decisión, la responsabilidad es conjunta.

6. Normalizar los sentimientos, las emociones y la situación hace que la solución de los problemas sea posible. Es importante disminuir las exageraciones de los planteamientos presentados. Las parejas están centradas en su problema y creen que es único.

7. Crear un buen clima de cierre de la sesión, tendiendo a proporcionar retroalimentación y valoración positiva de las partes.

Ejemplo de esquema orientado para el manejo de las emociones:

□ Parafrasear, resumiendo y reformulando la posición de cada parte con frecuencia, para que los dos se sientan escuchados y entendidos.

□ Anticipar y adelantarse o, dejar de lado (aplazar) un tema durante algún tiempo.

□ Si tienen hijos, centrarse en sus necesidades y en las preocupaciones parentales. Distinguir la relación con sus hijos del conflicto relacionado con el final de la relación de pareja. Puede resultar útil hacer esta distinción y comentar lo difícil que es separar los diferentes papeles y sentimientos como pareja y como padres que, con frecuencia, se entremezclan.

□ “Brainstorming” (tormenta de ideas): el mediador debe evitar asumir toda la responsabilidad en salir del callejón sin salida. Las partes deben lanzar sugerencias y opciones, con tal de que no las presenten como la solución.

□ Usar el humor con delicadeza y cuando resulte apropiado.

□ Preguntar cuáles son los miedos subyacentes. Si ambas partes mencionan sus miedos, quizás descubran que tienen algunos en común y, a veces, es posible que se tranquilicen recíprocamente, una vez entienden cuáles son los temores del otro.

□ Resumir las opciones que se han examinado. En ocasiones, las personas regresan más tarde a una alternativa que habían descartado, después de haber pensado en ella de nuevo.

Ejemplo de esquema orientado para el manejo de las emociones:

Parafrasear, resumiendo y reformulando la posición de cada parte con frecuencia, para que los dos se sientan escuchados y entendidos.

Anticipar y adelantarse o, dejar de lado (aplazar) un tema durante algún tiempo.

Si tienen hijos, centrarse en sus necesidades y en las preocupaciones parentales. Distinguir la relación con sus hijos del conflicto relacionado con el final de la relación de pareja. Puede resultar útil hacer esta distinción y comentar lo difícil que es separar los diferentes papeles y sentimientos como pareja y como padres que, con frecuencia, se entremezclan.

“Brainstorming” (tormenta de ideas): el mediador debe evitar asumir toda la responsabilidad en salir del callejón sin salida. Las partes deben lanzar sugerencias y opciones, con tal de que no las presenten como la solución.

Usar el humor con delicadeza y cuando resulte apropiado.

Preguntar cuáles son los miedos subyacentes. Si ambas partes mencionan sus miedos, quizás descubran que tienen algunos en común y, a veces, es posible que se tranquilicen recíprocamente, una vez entienden cuáles son los temores del otro.

Resumir las opciones que se han examinado. En ocasiones, las personas regresan más tarde a una alternativa que habían descartado, después de haber pensado en ella de nuevo.

III. EL DUELO EN LA MEDIACIÓN FAMILIAR

El conflicto en los procesos de ruptura va a estar influido de forma notable por variables cognitivas y emocionales que pueden facilitar conductas inadecuadas en el intento de solventar las diferencias tras la ruptura.

Se altera el estilo cognitivo y perceptivo, de forma que la realidad adquiere un valor dicotómico: todo o nada, siempre o nunca, etc. Se atraviesa una fase transitoria emocional obsesiva. La carga emocional es tan intensa que perdura constantemente durante veinticuatro horas.

El sujeto necesita desahogarse aunque nunca hace lo que su interlocutor le aconseja (carga emocional excesiva en los procesos cognitivos).

Por consiguiente, el afectado sobrevalora la propia realidad y niega la ajena, haciendo imposible tener en cuenta las verdaderas necesidades e intereses de los demás. En el caso de la mediación, estas características emocionales pueden dificultar la comunicación y, por tanto, la negociación sobre los asuntos que les atañen a ellos y/o a sus hijos.

Quien sufre el duelo entra en un “túnel” e inicia entonces un camino largo, sin destino y sin pausas, hacia lo desconocido y fuera de todo tipo de control.

1. CARACTERÍSTICAS EMOCIONALES DEL DUELO TRAS UNA SEPARACIÓN

1.ª Sufrimiento y vacío emocional

El sufrimiento emocional comienza después de la fase de la incredulidad, cuando se toma conciencia de que lo que está pasando es real. A veces una pareja vive junta y existe ya desde hace tiempo un desamor; sin embargo, una de las partes no lo comunica. En efecto, la parte desenamorada permanece durante cierto tiempo interpretando una relación amorosa que ya no existe. Cuando unas circunstancias que podríamos calificar como “oportunistas” le hacen tomar la decisión de comunicar ese desamor, sin que la otra parte, ni siquiera lo imagine, esta última se ve sorprendida y con rasgos de incredulidad.

2.ª Grado de intensidad

El grado de intensidad, depende del tipo de dependencia o apego. Cuanto más intenso y vinculante sea el apego, más difícil resulta la separación y mayor es el sufrimiento.

3.ª Idealización

El duelo, en la separación de pareja, presenta la fase típica de la idealización. A veces se resuelve el estrés emocional del duelo justo cuando termina y se sale de esta fase de idealización. La idealización comporta dos momentos de amor y odio. En los casos patológicos de acoso, o stalking, se odia y a veces se contraataca agresivamente, para luego recordar emocionalmente los momentos buenos idealizados y regresar a una conducta asertiva y emocionalmente de amor y cariño que, al no estar correspondido, desencadena un odio todavía agresivamente más intenso.

4.ª Situación económica en la que puedan quedar las partes implicadas

El miedo y la inseguridad de un futuro incierto desde el punto de vista económico, desconciertan a la persona afectada. Surgen numerosos interrogantes: ¿qué voy a hacer ahora? ¿A dónde iré?, etc.

5.ª Presión social y familiar a la que se ven sometidas las partes

La presión social y familiar también es muy importante. Considerando los aspectos morales y económicos, podrán presentarse algunos conflictos con los familiares más cercanos y problemas de “etiqueta» social”.

2. ETAPAS DEL DUELO, INTENSIDAD Y DURACIÓN

La intensidad y duración del duelo depende de muchos factores: tipo de pérdida (esperada o repentina, apacible o violenta), de la intensidad de la unión de la persona perdida, de las características de la relación (dependencia, conflictos), de la edad, etc.

Podemos decir que hemos completado un duelo cuando somos capaces de recordar a la persona perdida sin sentir dolor, cuando hemos aprendido a vivir sin él o ella, cuando hemos dejado de vivir en el pasado y podemos invertir de nuevo toda nuestra energía en la vida.

Integrar el duelo es todo un proceso que tiene como intención reconocer el dolor que nos produce la pérdida. Aceptar que nos duele, aceptar las ausencias, manifestar el dolor e iniciar el camino de regreso a la realidad y a nuestro propio orden de las cosas.

3. ELABORACIÓN DEL DUELO EN MEDIACIÓN

La teoría de la elaboración del duelo, parte del concepto teórico del «apego» e «idealización romántica» al considerar la tendencia de los seres humanos a establecer fuertes lazos emocionales con otras personas.

El apego proviene de la necesidad que tenemos los seres humanos de protección y seguridad, siendo esta necesidad dirigida hacia personas específicas y estando destinada a perdurar a lo largo del tiempo. Cuando dicha figura de apego desaparece en los casos de separación o divorcio, la respuesta es de intensa ansiedad y fuerte protesta emocional.

La meta final de la conducta de apego es mantener un lazo afectivo para no quedarse solos (miedo a la soledad). Cuantas más son las posibilidades de pérdida de la pareja, más intensas son las reacciones.

Dependiendo de cómo se elabore el duelo por estas pérdidas, su repercusión será más que decisiva en la forma en cómo se restablezca la comunicación entre los miembros de la unidad familiar y, especialmente, entre los actores principales del conflicto.

Durante los momentos previos y posteriores a la ruptura surgen una multiplicidad de sentimientos y emociones que, por su intensidad, a veces son difíciles de manejar: inseguridad, incomodidad, fuerte sensación de soledad, autoestima muy baja, incapacidad, impotencia, idealización (amor-odio), frustración, agresividad, confusión, deseos de venganza, etc.

El mediador, al igual que cualquier otra figura profesional que aborda los conflictos derivados de la ruptura, se enfrenta a una multiplicidad de problemas personales, emocionales, parentales, económicos, legales, que aparecen de forma global a la vez que se retroalimentan.

Elaborar emocionalmente las pérdidas, tomar conciencia de ellas, verlas desde un punto de vista práctico, asumirlas y poderlas manejar con eficacia exige poder verbalizar los diferentes sentimientos y pensamientos que se suceden en torno a la separación, compartir y explicitar los miedos, las angustias, los temores, las inquietudes y las debilidades frente a una ruptura que se convierte en algo inevitable.

Sea cual fuera el sistema de resolución de conflictos que intervenga en el proceso de separación, hay que tener en cuenta que, como todas las crisis de desarrollo evolutivo, la realidad del dolor y su adecuada elaboración se convierten en un elemento previo para la reducción y/o eliminación de los conflictos surgidos a partir de la crisis de ruptura.

A diferencia de otras formas de intervención en conflictos derivados de la ruptura, el proceso de mediación sitúa a la pareja en el presente, y se interviene para el futuro (toma de decisiones y cambios), apoyándola en la renuncia de lo que se tuvo, en el desprendimiento del nosotros, para empezar a ser “yo”.

A través del trabajo de renuncia se devuelve la responsabilidad a las partes y se potencian en las personas sus capacidades y recursos para que puedan representarse a sí mismas y actúen con autonomía y competencia.

El trabajo de renuncia, ayuda a elaborar el duelo por la pérdida del vínculo conyugal y por el temor a los miedos que todo ello supone y, sobre todo, a perder a los hijos. La tarea de “desprendimiento” no es fácil y requiere tiempo. Requiere, principalmente, asumir que la pérdida es real, que comporta dolor y que es necesario experimentarla para dar paso a nuevas experiencias más saludables y beneficiosas para ellos y sus hijos.

En mediación, el trabajo de “desprendimiento” está ligado al estilo propio de las personas y de las parejas que se rompen, a su ciclo vital, a la propia dinámica relacional previa, al modo de afrontar los conflictos, etc.

Tras el periodo de duelo, las nuevas emociones emergentes deberían dar paso al entendimiento, a la comprensión, a la tolerancia y al respeto, facilitando una nueva forma de comunicación que hace más fácil la interacción con los hijos. La otra parte, a pesar de todo, es percibida como necesaria para el adecuado desarrollo de los mismos.

Entre los factores que intervienen en la elaboración del duelo, podemos citar la importancia en la decisión irrevocable que tienen las parejas en el momento en que decidan finalizar su relación. O bien, la forma de hacer frente a este complejo mundo de emociones y sentimientos que inunda sus mentes, con una gradual desidealización del amor romántico, una toma de conciencia de una nueva realidad, la posibilidad de un cambio positivo y las nuevas oportunidades que se presentan en sus vidas.

El papel del mediador familiar a la hora de abordar la compleja fenomenología del duelo en los procesos de separación y/o divorcio, es el de abordar los numerosos desafíos emergentes y tratar de superarlos de una manera racional, permitiendo de esta forma, un espacio para el alivio y la estabilidad emocional como base para una buena negociación entre la partes.

Es preciso como requisito previo a la negociación de los diversos puntos en conflicto y para un buen trabajo en mediación, que las partes recuperen la confianza en sí mismas y en sus capacidades (nueva reorganización familiar, atención y comunicación efectiva con los hijos, nuevas relaciones sociales, etc.). De lo contrario, aquellas parejas que no puedan controlar sus emociones y elaborar de forma adecuada el dolor de la ruptura, no se encontrarán en disposición para iniciar el proceso de mediación, especialmente en aquellos aspectos relacionados con el ejercicio de sus funciones parentales, implicando, en el peor de los casos, a los hijos para que tomen partido.

Por lo tanto, una de las primeras tareas en mediación, ante una pareja que decide romper su relación, es asumir la pérdida de la relación como pareja, pero no como progenitores.

Lo que más influye en el proceso del duelo es el estrés emocional en el que se encuentran las parejas, el grado de idealización (amor-odio), el futuro incierto (dificultad para prever y anticipar cómo discurrirán sus vidas y las de sus hijos), emergiendo así, mecanismos de negación, culpabilización y proyección de la agresividad hacia el exterior en sus diversas manifestaciones, rencor, odio, llegando a ser tan elevado, que ambas partes o una de ellas dudan realmente de su capacidad de razonar.

La ira, el rencor, pueden llegar a expresarse de múltiples formas: en los más inhibidos, a través manifestaciones psicosomáticas; en otras ocasiones, la ira aparece en forma de autocastigos, depresión y, en el peor de los casos, se convierte en agresiones hacia la otra parte llegando hasta extremos nunca imaginados por la pareja.

Otro de los factores que emergen en este periodo de dolor frente a la ruptura, tiene que ver con la variabilidad en el estado de ánimo de las personas que lo experimentan: navegan por diferentes estados emocionales y en un margen corto de tiempo. Estados de depresión, entusiasmo, alegría, tristeza, euforia, melancolía, etc., se suceden de forma aleatoria.

Estos cambios tan repentinos por los que pasan las personas que se separan, permiten aumentar el grado de desorientación e incertidumbre, lo que dificultará el trabajo del mediador familiar.

Otro de los factores influyentes en la elaboración del duelo lo constituye el estilo perceptivo que cada uno tiene de sí mismo y del otro/a. Las percepciones inadecuadas dificultan el proceso, siendo función del mediador centrar la atención de las partes en aquellos puntos en común, así como en reducir o minimizar las diferencias; de esta forma, intentaremos que ambas se impliquen en el proceso de mediación.

Las personas que se separan o divorcian y que no dan por finalizada la relación de pareja, son las que, de una manera u otra, permanecen unidas por el dolor, haciendo que la contienda en casa y en los juzgados perdure de forma indefinida.

La mediación en procesos de separación y de divorcio es diferente en cada caso. Depende de las circunstancias de la ruptura, del carácter y de los recursos de las personas, pero también de la labor del mediador en su ayuda para la elaboración del duelo pues, de lo contrario, el objetivo final del mediador se verá truncado por los continuos ataques entre las partes y la inexistencia del equilibrio emocional necesario.

Cuando en el proceso de negociación las partes implicadas en el conflicto, sienten y piensen que la relación, la interacción y la comunicación entre ellas está menos contaminada de dolor y angustia, al tiempo que asumen y acepten que el otro/a no forma parte como pareja pero sí como progenitor/a, la mediación será posible y viable.

Manejar las emociones en los procesos de elaboración del duelo requiere unas determinadas habilidades por parte del mediador, evitando en todo momento las manifestaciones inadecuadas que puedan agravar el conflicto. Una de las estrategias básicas en mediación tiene que ver con facilitar la expresión de sentimientos relacionados con los intereses que se encuentran en conflicto, evitando hacerlo sobre las personas, moldeando y redefiniendo las expresiones emocionales negativas a lo largo del proceso.

Otra de las estrategias que contribuyen a la elaboración del dolor tras la ruptura es la de favorecer la legitimización y la confianza mutua durante todo el proceso.

Si cada uno de ellos no consigue aceptar y legitimar al otro sus intereses y emociones, el dolor y el conflicto se agravan durante el proceso de la mediación. El mediador deberá intentar restablecer la confianza mutua, tratando de corregir las percepciones inadecuadas.

Por tanto, una de las tareas del mediador familiar, es la de ayudar a facilitar y reconducir la expresividad emocional de las partes con el fin de que éstas tomen conciencia de la separación y de la consecuente ruptura, manifiesten la voluntad de llegar a acuerdos y no arrastren el dolor a lo largo del proceso dificultando el desarrollo de la mediación.

4. DIFICULTADES EN LA ELABORACIÓN DEL DUELO EN MEDIACIÓN

Como ya hemos mencionado, la ruptura de pareja es una experiencia dolorosa y es aún mayor cuando la toma de decisión es adoptada por una de las partes no quedando más opción a la otra que aceptarla. Unos y otros se verán envueltos en profundos cambios a nivel emocional y cognitivo, modificando las pautas de comportamiento, unas más adaptativas y otras más disfuncionales.

En los procesos de elaboración del duelo aparecen diferentes mecanismos inconscientes, entre ellos, el de negar la experiencia dolorosa (fase idealización) y el de la dificultad en asumir la realidad de la ruptura. Por ejemplo, la pareja debe pasar de una situación de irrealidad (“a mí no me está pasando esto") a otra donde sea posible la aceptación emocional y racional de la ruptura, donde la reconciliación se perciba como algo inviable, sin posibilidad de retorno.

Cuando se niega de forma reiterada la realidad de la ruptura y en una fase idealizadora (odio-amor), las posibilidades negociadoras entre las partes en conflicto son más lejanas. Debido a la complejidad que surge en el momento de la vida de la pareja que ha decidido separarse, la experiencia emocional a la que deben hacer frente, es una de las más traumáticas vividas, puesto que influye en la seguridad personal, en la autoestima y en el grado de competencia parental y social.

La ruptura de pareja comporta también cambios profundos y adaptaciones progresivas de las personas que lo experimentan, puesto que deben reorganizar sus vidas a partir de este momento, debiendo buscar una nueva identidad personal y familiar.