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Una joven granadina es encarcelada en 1831 por haber mandado bordar la bandera que servirá de insignia a una insurrección liberal. Le prometen la libertad si delata a sus jefes, pero, al negarse, es condenada a muerte y ejecutada
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Veröffentlichungsjahr: 2020
Federico García Lorca
MARIANA PINEDA
Traducido por Carola Tognetti
ISBN 978-88-3295-732-7
Greenbooks editore
Edición digital
Marzo 2020
www.greenbooks-editore.com
PERSONAJES
Estampa primera
Estampa segunda
Estampa tercera
MARIANA PINEDA
ISABEL LA CLAVELA
DOÑA ANGUSTIAS
AMPARO
LUCÍA
NIÑO NIÑA
SOR CARMEN
NOVICIA PRIMERA
NOVICIA SEGUNDA
MONJA PRIMERA
FERNANDO
DON PEDRO SOTOMAYOR
PEDROSA
ALEGRITO
CONSPIRADOR PRIMERO
CONSPIRADOR SEGUNDO
CONSPIRADOR TERCERO
CONSPIRADOR CUARTO
MUJER DEL VELÓN
NINAS
MONJAS
Telón representando el desaparecido arco árabe de las Cucharas y perspectiva de la plaza Bibarrambla. La escena estará encuadrada en un margen amarillento, como una vieja estampa, iluminada en azul, verde, amarillo, rosa y celeste. Una de las casas que se vean estará pintada con escenas marinas y guirnaldas de frutas. Luz de luna. A1 fondo, las Niñas cantarán, con acompañamiento, el romance popular:
¡Oh! Qué día tan triste en Granada, que a las piedras hacía llorar al ver que Marianita se muere en cadalso por no declarar.
Marianita, sentada en su cuarto, no paraba de considerar: «Si Pedrosa me viera bordando la bandera de la Libertad».
(De una ventana saldrá una Mujer con un velón encendido. Cesa el Coro.)
MUJER. ¡Niña! ¿No me oyes? NIÑA. (Desde lejos.) ¡Ya voy!
(Por debajo del arco aparece una Niña vestida según la moda del año yo, que canta.)
Como lirio cortaron el lirio, como rosa cortaron la flor, como lirio cortaron el lirio, mas hermosa su alma quedó.
(Lentamente, entra en su casa. Al fondo, el Coro continúa.)
¡Oh! Qué día tan triste en Granada, que a las piedras hacía llorar.
Telón lento
Casa de Mariana. Paredes blancas. Sobre una mesa, un frutero
de cristal lleno de membrillos. Todo el techo estará lleno de la
misma fruta, colgada. Encima de la cómoda, grandes ramos
de rosas de seda. Tarde de otoño. Al levantarse el telón, apa-
rece doña Angustias, madre adoptiva de Mariana, sentada, le-
yendo. Viste de oscuro. Tiene un aire frío, pero es maternal al
mismo tiempo. Isabel la Clavela viste de maja. Tiene treinta y siete años.
ESCENA PRIMERA
CLAVELA. (Entrando.)
¿Y la niña?
ANGUSTIAS.
Borda y borda lentamente.
Yo la he visto por el ojo de la llave. Parecía el hilo rojo, entre sus dedos, una herida de cuchillo sobre el aire.
CLAVELA.
¡Tengo un miedo!
ANGUSTIAS.
¡No me digas! CLAVELA. (Intrigada.) ¿Se sabrá?
ANGUSTIAS.
Desde luego, por Granada no se sabe.
CLAVELA.
¿Por qué borda esa bandera? ANGUSTIAS.
Ella me dice que la obligan sus amigos liberales. (Con intención.)
Don Pedro, sobre todos; y por ellos se expone... a lo que no quiero acordarme.
CLAVELA.
Si pensara como antigua, le diría...
embrujada.
ANGUSTIAS .(Rápida.) Enamorada. CLAVELA. (Rápida.)
¿Sí?
ANGUSTIAS. (Vaga.) ¡Quién sabe!
(Lírica.)
Se le ha puesto la sonrisa casi blanca, como vieja flor abierta en un encaje.
Ella debe dejar esas intrigas.
¡Qué le importan las cosas de la calle! Y si borda, que borde unos vestidos para su niña, cuando sea grande.
Que si el Rey no es buen Rey, que no lo sea; las mujeres no deben preocuparse.
CLAVELA.
Esta noche pasada no durmió.
ANGUSTIAS.
¡Si no vive! ¿Recuerdas?... Ayer
tarde...
(Suena una campanilla alegremente.)
Son las hijas del Oidor. Guarda silencio.
(Sale Clavela, rápida. Angustias se dirige a la puerta de la derecha y llama.)
Marianita, sal que vienen a buscarte.
ESCENA II
Entran dando carcajadas las Hijas del Oidor de la Chancillería.
Vienen vestidas a la moda de la época, con mantillas y un clavel
rojo en cada sien. Lucía es rubia tostada, y Amparo, morenísima, de ojos pro fundos y movimientos rápidos.
ANGUSTIAS. (Dirigiéndose a besarlas, con los brazos abiertos.)
¡Las dos bellas del Campillo por esta casa!
AMPARO. (Besa a doña Angustias y dice a Clavela.)
¡Clavela!
¿Qué tal te esposo el clavel?
CLAVELA. (Marchándose, disgustada, como temiendo más bromas.) ¡Marchito!
LUCÍA. (Llamando al orden.) ¡Amparo!
(Besa a Angustias.) AMPARO. (Riéndose.)
¡Paciencia!
¡Pero clavel que no huele, se corta de la maceta!
LUCÍA. Doña Angustias ¿qué os parece?
ANGUSTIAS. (Sonriendo.) ¡Siempre tan graciosa!
AMPARO.
Mientras
que mi hermana lee y relee novelas y más novelas, o borda en el cañamazo rosas, pájaros y letras, yo canto y bailo el jaleo de Jerez, con castañuelas; el vito, el ole, el bolero, y ojalá siempre tuviera ganas de cantar, señora.
ANGUSTIAS. (Riendo.) ¡Qué chiquilla!
(Amparo coge un membrillo y lo muerde.)
LUCÍA. (Enfadada.)
¡Estáte quieta!
AMPARO. (Habla con lo agrio de la fruta entre los dientes.)
¡Buen membrillo!
(Le da un calo frío por to fuerte del ácido, y guiña.)
ANGUSTIAS. (Con las manos en la cara.)
¡Yo no puedo mirar!
LUCÍA. (Un poco sofocada.) ¿No te da vergüenza?
AMPARO.
Pero ¿no sale Mariana?
Voy a llamar a su puerta.
(Va corriendo y llama.)
¡Mariana, sal pronto, hijita!
LUCÍA.
¡Perdonad, señora!
ANGUSTIAS. (Suave.)
¡Déjala!
ESCENA III
La puerta se abre, y aparece Mariana, vestida de malva claro, con
un peinado de bucles, peineta y una gran rosa roja detrás de la
oreja. No tiene más que una sortija de diamantes en su mano si-
niestra. Aparece preocupada, y da muestras, conforme avanza el
diálogo, de vivísima inquietud. Al entrar Mariana en escena, las dos Muchachas corren a su encuentro.
AMPARO. (Besándola.) ¿Cómo has tardado? MARIANA. (Cariñosa.) ¡Niñas!
LUCÍA. (Besándola.) ¡Marianita!
AMPARO.
¡A mí otro beso!
LUCÍA.
¡Y otro a mí!
MARIANA.
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