Más de lo demás - G. Suárez - E-Book

Más de lo demás E-Book

G. Suárez

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Beschreibung

En Más de lo demás, G. Suárez nos invita a sumergirnos en un universo de emociones profundas, donde el amor y el desamor, la traición y la justicia, el miedo ante la mirada del otro, la muerte y la vida, se entrelazan en una danza poética y reflexiva. A través de cuentos que nos atrapan desde la primera línea, reflexiones que nos invitan a la introspección y poemas que conmueven el alma, la autora nos guía por los recovecos del ser humano, explorando las luces y las sombras que habitan en nuestro interior. Con un estilo intimista y sensible, característico de su obra, G. Suárez nos regala una lectura que nos invita a conectar con nuestras propias experiencias y emociones. Más de lo demás es un libro que nos recuerda que, incluso en los momentos más oscuros de nuestros días, siempre existe la esperanza de seguir adelante. Un canto a la vida, a la resiliencia y al poder transformador del amor.

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Seitenzahl: 51

Veröffentlichungsjahr: 2024

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G. SUÁREZ

Más de lo demás

Suárez, G.Más de lo demás / G. Suárez. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2024.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-5696-7

1. Narrativa. I. Título.CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de Contenidos

Cuentos

Traición o justicia

La prima Inge

Volver sin volver

Gente de bien

Marcela confió

Cuando Dalia hizo eso

Reflexiones

Ella

Determinación

Mirada

Equilibrando

Gracia

Poemas

Aceptaré

Evolución

El hombre que amo

La ciudad

Será

Lejos o cerca

Desde mi alma

Así

Podría

Nuevo

Epílogo

A Vivi, una gran amiga, siempre conmigo

en este camino literario.

Cuentos

Traición o justicia

Claroscuro

Mar del Plata, Costa Atlántica, Argentina

Un 24 de diciembre en plena década del ochenta, nuestra Capital vivía ese calor húmedo que sólo unos pocos disfrutan. Sofocada, Mercedes Schmidt miraba por la ventana de la casona de Belgrano sin ansiedad ni expectativas. Se había dado por vencida: Juan no iba a venir.

Acomodó sus codos en el alféizar de la ventana. No estaba sola: la acompañaban sus recuerdos y no eran buenos aliados.

Mientras miraba a la gente pasar con bolsas de regalos, sentía el aroma de las masas de cardamomo y jengibre que su hermana Ema preparaba para las fiestas. Saboreaba la cena por adelantado porque en la casona de Belgrano, donde vivía, ya se estaba preparando una deliciosa cena navideña.

Todos sus sentidos estaban a flor de piel, aunque no podía ver claro porqué su corazón no se atrevía a mirar la realidad: su noviazgo de años con Juan se había complicado. Olía a traición.

Se habían conocido en 1930 cuando, a sus veinticinco años, se habían cruzado en la empresa en la que trabajaban. Mercedes en administración, Juan en gerencia. Nuestro galán era alto, de cabello claro y muy atractivo. Mercedes murió de amor ni bien lo vio y cuentan que él también se enamoró. Al menos, eso pensó la familia.

El romance comenzó muy rápido, considerando los almidonados vínculos de una pareja a comienzos del siglo veinte. Se usaba que alguien de la familia acompañase a la novia en cuestión cuando salía a pasear. Es por eso que Ema y su marido acompañaban a Mercedes a sus bailes con Juan los sábados por la tarde. De todas formas, pronto encontraron un momento a solas para intimar. Entre sábanas y fuego, unieron sus cuerpos y se conocieron de todas las maneras posibles.

Pasaron unos meses y se complicó la situación con la familia de Mercedes: Ema los descubrió in fraganti. A partir de ese momento, Mercedes creyó que tener sexo con Juan había sido su peor error. Creyó deberle total fidelidad y amor de por vida.

La relación siguió adelante. A tal punto que nuestra protagonista pensó que se acercaba el momento de la boda. Bordaba iniciales en manteles de lino y soñaba con una vida junto a Juan.

Casi como la mitológica Penélope, esperaba.

Un día, el susodicho dijo que quería hablar con la familia de la novia.

¡Listo! ¡Se venía el momento!

—Quisiera contarles —Mercedes contuvo el aliento— que voy a poner mi propio negocio en la costa y quiero que Mercedes participe. Es buena administradora y tiene talento para la venta.

—¿Cuáles son sus intenciones para con mi hermana? —quiso saber Ema—.

—Quisiera que Mercedes regentease el negocio de joyas que estoy por comprar. Tendría que pasar todos los veranos en Mar del Plata. Es un buen sueldo. La casa y los demás gastos correrían por mi cuenta. Una gran oportunidad laboral, creo yo.

La pregunta que se hicieron todos: ¿dueña o empleada? No se supo.

Mercedes pensó rápido. No era exactamente lo que estaba esperando, pero significaba estar con Juan todos los días. Con paciencia, ya vendría lo demás.

Aceptó la propuesta, y nadie vio por dónde vendría la traición.

Ema y su marido miraron serios a Juan sin confiar demasiado en sus intenciones, pero Mercedes era mayor de edad, y si eso quería hacer, ellos no se opondrían.

Mercedes volvió a su habitación en cuanto Juan se fue y al día siguiente durmió hasta tarde. Despertó con los ojos enrojecidos, triste por la falta de amor que notó en Juan, aunque feliz por la perspectiva de trabajar en la Costa.

Lo que más le preocupaba era el rol que Juan le estaba dando a partir de ese trato comercial. Se hizo mil preguntas sin respuesta y resonó la palabra amante en sus oídos, cuya connotación la desilusionaba.

Al fin llegó diciembre, temporada alta en Mar del Plata. Mercedes hizo un par de valijas, tomó el tren y se fue a trabajar al negocio de joyas.

Se instalaron en la parte de atrás del local y se los veía felices. Mercedes disfrutaba al máximo. Creo que Juan también. Un arreglo de pareja y de dinero que, al menos al principio, cerraba. Cocinaban juntos, iban al teatro y se reían mucho. Tenían gustos parecidos y compartían lo cotidiano con naturalidad. Mercedes estaba enamorada. Juan, no sé.

Desde la Capital porteña, Ema y la familia no estaban de acuerdo con una convivencia sin matrimonio, y eran la comidilla de toda la familia.

Pasaron veinte años. Habían vivido juntos todos y cada uno de esos años, entre diciembre y Semana Santa. En abril, cada uno volvía a su casa en Capital por separado.

Con ya casi cincuenta años, Juan se presentó en Mar del Plata ese verano, y abrazó a su eterna compañera llorando con congoja.

—Te acordarás de Mizzy, mi primera novia. La secretaria de la empresa donde nos conocimos. Bueno… Hace cinco años se apareció en casa sin un peso diciendo que no tenía dónde ir —Juan continuó hablando con voz entrecortada—. Me rogó que no la dejase sola y se me instaló. Vive en Capital conmigo desde aquel día. ¡Perdón Mercedes! No te merecés esto. Ya sé.

Traición.

Mercedes lo taladraba con la mirada.

—No te voy a dejar. Mi vida está a tu lado —aseguró con ojos granate de dolor y de rabia.