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Todo empezó con un baile… La presentadora Polly Anna Adams llevaba toda la vida intentando forjarse un nombre. Repentinamente abandonada por su prometido, se presentó a un concurso de baile para celebridades y su pareja iba a ser Liam Flynn, un apuesto bailarín profesional. Liam había aprendido de la manera más dura a mantener el corazón bajo llave, pero el entusiasmo de Polly le estaba haciendo dar algún que otro traspié. A medida que avanzaba el concurso, también crecía la atracción entre ellos. ¿Serían capaces de convencerse de que ese tango tan sensual era solo para las cámaras?
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Seitenzahl: 165
Veröffentlichungsjahr: 2013
Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2013 Pamela Brooks. Todos los derechos reservados.
MELODÍA DE SEDUCCIÓN, N.º 1945 - octubre 2013
Título original: Ballroom to Bride and Groom
Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd. Londres.
Publicada en español en 2013
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.
Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.
® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Books S.A.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
I.S.B.N.: 978-84-687-3839-0
Editor responsable: Luis Pugni
Conversión ebook: MT Color & Diseño
–Polly, sé que me has dicho que estás bien, pero tenía que pasar por aquí de todos modos, y pensé en hacerte una visita... –Shona se detuvo–. ¿Qué te ha pasado en el pelo?
–Me lo corté anoche, con un cortauñas.
Aquella preciosa melena rubia que tanto le gustaba a Harry había desaparecido. Pero al menos eso sí que había sido decisión suya.
–¿Cortar? Yo a eso le llamaría trasquilar. ¿Te ha visto Fliss?
–¿Eh?, no.
Polly sabía que a su mejor amiga le daría un ataque. Recordaría lo que había hecho tantos años antes, aquel día, cuando había jurado que su vida cambiaría, aunque tuviera que esforzarse mucho. Entonces había aprendido a enfrentarse a todo con una sonrisa.
Shona soltó el aliento.
–Tenemos que llevarte a la peluquería, ahora mismo.
Polly hizo un gesto con la mano, restándole importancia.
–Estoy bien. Nadie me va a ver. No tengo que ir al estudio.
–Bueno, ahí es donde te equivocas, cariño. Pero primero, un café –dijo Shona–. Y mientras lo preparo, tienes que cambiarte. Lo que te pusiste para el Monday Mash-up estará bien.
–Ya no trabajo para Monday Mash-up –Polly se encogió de hombros–. Además, estoy ocupada.
–Haciendo cosas que debería estar haciendo Harry, ya que fue él quien canceló la boda –dijo Shona, apretando los labios.
–Fui yo quien la organizó, así que es más fácil para mí hacerlo. Yo tengo los contactos.
No dijo aquello en lo que ambas estaban pensando. Grace también se quedaba al margen. Cancelar la boda con dos semanas de antelación era duro, pero dejar que la nueva novia de su ex se ocupara de ello era demasiado. Y, definitivamente, sabía que Harry delegaría en otra persona. Pondría esa carita de niño con la que siempre lo conseguía todo.
–Me dan ganas de agarrarle por el cuello, en serio. Decir que es un egoísta es casi un halago para alguien tan... –Shona se detuvo–. Pero ya sabes lo que pienso. Muy bien. Ve y cámbiate. Yo voy a hacer el café y después pediré cita en la peluquería. Oh, y te pondré algo en esos ojos.
Polly sabía que debía de tener unas ojeras horribles. Esa era una de las desventajas de tener una piel tan clara. Bastaba con una sola noche de insomnio para tener sombras oscuras bajo los ojos, y ella llevaba varias noches en vela, desde que Harry le había dicho que no podía casarse con ella.
«Sí que te quiero, Polly, pero...».
Y entonces se lo había dicho. Había sido como si le inyectaran nitrógeno líquido.
Pero... Eso significaba que Harry no la quería en absoluto.
«... como amiga. No hay esa chispa, esa explosión...», le había dicho para terminar.
–¿Explosión? –no tenía ni idea de qué le hablaba. ¿Cómo era posible que algo así estuviera ocurriendo? ¿Estaban en un universo paralelo?
–La explosión. Cuando conoces a alguien y es como si el cielo estuviera lleno de fuegos artificiales.
Harry gesticulaba con ambas manos, simulando una explosión.
–Miles de globos rojos que suben hacia el cielo.
Polly seguía sin saber a qué se refería. Cuando veía a Harry no había fuegos artificiales ni globos. Cuando le veía sentía una calma profunda. Se sentía segura. Y creía que el sentimiento era mutuo. Creía que iban a estar juntos para siempre. Todo iba a ser perfecto. Iban a ser la pareja mediática ideal; un matrimonio duradero, y no solo de cara a la galería.
Eran amigos. Encajaban bien. Polly no estaba dispuesta a tener esa clase de relación intermitente y plagada de infidelidades que habían tenido sus padres. El suyo iba a ser un matrimonio de verdad. Le caía bien a su familia, a sus amigos...
Eran una pareja. Pero ya no lo eran. Y no era capaz de asumirlo.
–Lo siento, Pol.
Entonces le había dicho lo de Grace.
Era su nueva asistenta, y le hacía sentir esa chispa, al parecer.
Polly sacudió la cabeza. Se puso una de esas llamativas camisetas de manga larga, unos vaqueros y las zapatillas que había usado para el Monday Mash-up. Se puso todo el maquillaje necesario para disimular la mala cara, esbozó su mejor sonrisa y se preparó para enfrentarse al mundo. Cuando terminó, Shona ya había preparado el café y hablaba por el móvil a toda velocidad.
–He logrado sacarte cita con Enrique, dentro de veinte minutos. Le dije que era urgente. Y vamos a tomar un taxi. Tenemos que llegar a tiempo al estudio.
–¿Qué estudio? ¿Adónde tenemos que llegar a tiempo?
Shona le dio una de las tazas.
–Bébete esto. Le he echado mucha agua fría, para que puedas bebértelo de un trago. Te necesito despierta, porque, cariño, vas a estar en Ballroom Glitz. ¡Empiezas mañana!
Definitivamente sí que estaban en un universo paralelo.
Acababa de dejar un trabajo estable y encantador como presentadora de un programa infantil. Era el peor momento para quedarse sin empleo, pero ya se había hecho a la idea de trabajar como camarera hasta que su agente le consiguiera algún casting... ¿Qué estaba ocurriendo? De repente Shona le hablaba de un nuevo contrato para un programa.
No era capaz de asimilarlo todo.
–¿Ballroom Glitz? ¿Desde cuándo?
–Desde que el productor me llamó, hace una hora, para decirme que le faltaba una persona. Evidentemente habrá más gente haciendo el casting para conseguir el papel, pero tú te lo vas a llevar, Pol.
Polly le estaba muy agradecida por la fe que le tenía, pero no se creía merecedora de ella.
–Shona, no sé bailar. ¿No recuerdas el ridículo que hice cuando Danny intentó enseñarme esos pasos de baile en el programa?
Shona puso los ojos en blanco.
–Danny no tiene tanta experiencia en la enseñanza como los profesores de Ballroom Glitz. Y los bailes de la calle no son bailes de salón. Lo vas a hacer muy bien –le dio una palmadita en el hombro–. Y si tropiezas o te equivocas, ¿qué más da? Así se ve que es de verdad. La gente será capaz de identificarse contigo, Polly.
Polly no pudo evitar sonreír.
–Yo no juego en primera división, Shona. Monday Mash-up se emite por cable. Nadie va a saber quién soy.
–Pero a la gente le caes bien. Se identifican contigo, y Fliss te diría lo mismo.
–Fliss es mi mejor amiga. Se supone que tiene que decir cosas así.
–Pero no por eso deja de ser verdad –dijo Shona con firmeza–. Por eso se hizo tan popular la sección de Reta a Polly Anna. Hacías las cosas que la gente no se atrevía a hacer. Pero no siempre superabas el desafío. Así era como la gente sabía que no estaba todo preparado. Vas a aprender a bailar con un profesional, y todas las mujeres del país, jóvenes y viejas, querrán estar en tus zapatos. Les encantará tu sonrisa, tu calidez. Y es por eso que vas a bordar este casting, cariño.
–¿Y qué pasa con los trajes? –preguntó Polly–. Me dejan usar manga larga en Monday Mash-up.
–Puedes hacer lo mismo en Ballroom Glitz. Si no es manga larga, puedes usar brazaletes, o mitones. Nadie tiene por qué verte las muñecas y nadie preguntará nada. No te preocupes.
Era muy fácil hablar, pero Polly no lo tenía tan claro. Con solo imaginarse en el departamento de vestuario, víctima de un bombardeo de preguntas indiscretas, empezaba a temblar. A la gente le encantaba especular, y podrían llegar a pensar que las cicatrices tenían algo que ver con Harry...
Pero estar en ese programa podía suponer una gran diferencia. Tendría que trabajar duro durante ocho semanas, si lograba permanecer en el concurso hasta la final... Sin embargo, aunque fuera expulsada en la primera eliminatoria, millones de personas la verían a la hora de máxima audiencia durante dos programas consecutivos, y de ahí podían surgir otras oportunidades.
Las cosas volverían a la normalidad. Podría alejarse de aquel momento terrible de su vida, ese que no quería recordar. Podía lograrlo. Podía fingir y sonreír hasta que fuera verdad.
–Siempre he querido aprender a bailar –dijo.
Recordaba a una niña de cinco años de edad que le había pedido a su padre que la apuntara a clases de ballet.
«¿Bailarina? ¿Tú? Antes se las pagaría a un elefante. Eres demasiado torpe, Polly».
Levantó la barbilla.
–Tenemos limones, ¿no? Pues hagamos limonada.
Shona le dio una palmadita en el hombro.
–Chica lista.
Seis horas más tarde, de vuelta en su apartamento, Polly hizo una lista con las últimas cosas que quedaban por cancelar y contestó a los correos de amigos preocupados con el mínimo de detalles. Aunque no consiguiera el trabajo de Ballroom Glitz, por lo menos tenía el pelo precioso. Enrique había conseguido transformar el trasquilado en un corte moderno que le hacía parecerse a una Audrey Hepburn rubia.
Además, el casting había sido un buen entrenamiento para el futuro. El día había ido bien, y Polly Anna Adams llevaba toda la vida haciendo honor a su nombre. Cuanto más difíciles se ponían las cosas, más grande era su sonrisa. Había aprendido a ver la parte positiva de todo y a ignorar la cara amarga. Y la estrategia funcionaba.
Sonó el teléfono y dejó que saltara el contestador.
–Cariño, sé que estás aquí. Contesta, por favor –dijo Shona.
Pero Polly no lo hizo.
Se oyó un suspiro.
–Muy bien. Como quieras... Pero mañana a las diez estaré allí para llevarte a rastras a los vestuarios del estudio, porque has conseguido el trabajo, cielo.
Polly se sentó. Había conseguido el trabajo, en Ballroom Glitz.
Una puerta se cerraba, pero otra se abría.
–Te veo a las diez, y pon la cafetera –dijo Shona, y colgó.
Dos años. El mundo podía cambiar mucho en dos años, o en uno solo. Liam soltó el aliento. En esa misma época del año, doce meses antes, lo había perdido todo: su carrera, su matrimonio, su casa, sus sueños. Todos los expertos le habían dicho que no volvería a bailar, pero él se había empeñado en demostrarles lo contrario. Incluso cuando su cuerpo gritaba de dolor, se esforzaba un poquito más, hasta caminar de nuevo, hasta bailar de nuevo.
Cada segundo de agonía había merecido la pena, porque estaba de vuelta en Ballroom Glitz, enseñando a bailar a las celebridades y haciendo las coreografías de los bailarines profesionales.
Había tenido que empezar de cero, pero quejándose no iba a volver a lo más alto. Eso solo se conseguía con trabajo duro. Solo tenía que concentrarse y recordar esa lección que se había grabado con fuego en el corazón. La única persona con la que podía contar era él mismo.
Afortunadamente, Bianca no era una de las bailarinas profesionales del equipo, así que no tendría un recordatorio permanente del pasado en el programa. La mitad de los bailarines eran nuevos, gente con la que no se había encontrado antes en su vida profesional. Aquellos a los que sí conocía, no obstante, le habían dedicado unas cuantas miradas solidarias, pero no habían dicho nada acerca del accidente o del descalabro de su matrimonio. Simplemente le habían dado la bienvenida.
¿Cuál de las cuatro celebridades iba a ser su pareja de baile? La humorista no era especialmente ligera, así que tendría que tener cuidado cuando la levantara en brazos. No podía permitirse otra lesión en la espalda. Además, esas bromas constantes se hacían bastante pesadas. Quería a alguien que se lo tomara en serio, alguien que estuviera preparado para dedicarle todas las horas que hacían falta para ganar. La modelo y la cantante de pop se movían bien, pero ambas tenían una dureza que le recordaba los peores momentos vividos con Bianca.
La única que quedaba era Polly Anna, la presentadora de programas infantiles. Había algo en ella que le atraía poderosamente, aunque, a juzgar por los vídeos que había visto, se había hecho un corte de pelo bastante drástico. Cuando las mujeres se hacían un cambio tan radical, normalmente significaba que estaban enfadadas por algo... Si Polly estaba preocupada, no se concentraría bien en las coreografías, y las posibilidades de permanecer en el programa no serían muy altas.
Cuando el ayudante de producción le hizo señas, esbozó una sonrisa para las cámaras y entró en escena para el último baile con sus compañeros, antes de que anunciaran las parejas.
¿Quién bailaría con ella? Polly ya lo había hablado con Fliss y con Shona. Había dos bailarines nuevos. Liam Flynn era el que más le gustaba cuando veía el programa en televisión. Parecía un hombre agradable, educado y amable con su compañera de baile. Además, era muy atractivo; alto, moreno y muy guapo.
Pero había sufrido un accidente de coche dieciocho meses antes, y en aquel momento los medios habían dicho que no volvería a bailar de nuevo. Era evidente que había hecho mucha terapia.
Polly no pudo evitar preocuparse. Sabía que era una patosa. ¿Y si se tropezaba y se caían de la peor manera posible? ¿Y si él volvía a hacerse daño de nuevo y su carrera como bailarín terminaba para siempre? Desterró los miedos de su mente como pudo. Iba a trabajar duro. Acabaría de una vez y por todas con su torpeza y no dejaría que el tema de Harry hiciera mella en su autoestima.
–Y ahora... el momento que han estado esperando. Las parejas oficiales –anunció Millie, la glamurosa presentadora del programa.
Se oyó un redoble de tambores. Los bailarines se alinearon en el plató. Las celebridades estaban en la escalinata.
«No vas a tropezar. No vas a tropezar. Paso a paso. No olvides sonreír a las cámaras», se dijo Polly con firmeza.
–Y con André...
«Por favor, por favor... Yo no...», suplicó en silencio.
Al oír el nombre de Jane, la humorista, respiró con alivio. El serio con la cómica... El emparejamiento sacaba su parte más traviesa. Eso era exactamente lo que hubiera hecho ella de haber sido el productor. Eso hubiera hecho Harry.
«Olvídate de Harry. Ya no es parte de tu vida».
–Con Marco...
Imogen, la modelo.
–Con Sergei...
El corazón de Polly dio un salto. ¿Sería ella?
–Lina.
La cantante de pop.
Y eso significaba..
–Y, por último, con Liam, Polly Anna Adams.
Bajaron las escaleras sonriendo. Avanzaron hasta Liam mientras todo el mundo aplaudía. Polly estaba abrumada. Esa sonrisa que había visto en la pequeña pantalla era incluso más devastadora en persona. Liam Flynn era extraordinariamente apuesto. Tenía la piel muy clara y el cabello muy oscuro, una fina barba le cubría las mejillas, tenía una boca preciosa, y sus ojos eran de un azul hipnotizante.
Polly se mordió el labio. Solo podía esperar que él no se hubiera dado cuenta de lo mucho que le miraba. Parpadeó varias veces. Tenía que ser profesional. Unos segundos después sintió su beso en la mejilla para la audiencia. Se volvió hacia el público y entonces resbaló de esos tacones tan altos. Liam la agarró de forma automática y la ayudó a recuperar el equilibrio.
–Gracias –le dijo, sonrojándose–. Lo siento.
El público no dejaba de aplaudir. Acababa de demostrarles que era humana, al igual que ellos.
En cuanto terminó el programa, regresaron al camerino. Polly se mordía el labio sin parar.
–¿Puedes empezar mañana, o tienes que ensayar para tu programa?
–Eh... Supongo que se podría decir que ahora mismo estoy descansando –admitió ella.
–Podemos tener las sesiones de entrenamiento a la hora que mejor te venga. ¿Prefieres quedar por la tarde o por la mañana?
–Oh, yo soy de mañanas. Pero siempre me tengo que tomar una buena taza de café antes –le dijo.
–Muy bien. Te veo mañana a las ocho entonces, en mi estudio.
Cuando le entregó la tarjeta, Polly sintió un cosquilleo allí donde sus dedos se rozaron.
–Mi número de móvil está en el dorso, por si acaso llegas un poco tarde, o no puedes venir.
–Gracias. Lo siento. Yo no tengo tarjeta para darte, pero te mandaré un mensaje de camino a casa para que tengas mi número.
Liam miró el reloj al oír el timbre. Faltaban cinco minutos para las ocho. Polly Anna era puntual. A Bianca siempre tenía que citarla con dos horas de antelación, con la esperanza de llegar a tiempo, ya se tratara de un evento de trabajo o de ocio. Solía volverse loco con tanta impuntualidad.
–¿Hola? Soy Polly Anna Adams. Estoy aquí para ensayar con el señor Flynn.
–No hace falta tanta formalidad. Soy Liam. Te abro. El estudio está en el tercer piso.
La esperó en la recepción.
Al entrar, el bolso se le enganchó en el picaporte, y la puerta rebotó contra ella.
La cara se le puso roja como un tomate.
–Lo siento, señor Fl... Liam.
–No importa, Polly Anna. ¿Estás bien?
Ella asintió con la cabeza.
–Todo el mundo me llama Polly.
–Polly. Ven al estudio y hablamos un rato de la rutina de entrenamiento –señaló la puerta.
La miró de arriba abajo al tiempo que cruzaba la estancia. El glamuroso vestido del día anterior había sido reemplazado por unos pantalones negros y sueltos, una camiseta ancha del mismo color, y unos zapatos planos. A pesar del camuflaje de la ropa, era fácil ver que Polly Anna Adams no tenía constitución de bailarina, y tampoco se movía con la gracia de la profesión.
Una principiante absoluta...
–¿Tienes alguna experiencia de baile?
–Nada. En el programa solíamos bailar un poco. Eso es todo. Y se me daba muy mal. Me alegro de que no hayan puesto ese videoclip el sábado por la noche.
Su sonrisa se había vuelto exagerada de nuevo. Estaba a la defensiva y no sabía por qué. Pero tampoco iba a preguntar.
–Debes de haber bailado en algún momento de tu vida, aunque solo haya sido en una boda.
–He intentado bailar con alguien en un par de ocasiones, pero eso es todo.
–¿Y clases de aeróbic? En algunas de ellas se usan rutinas de baile.
Polly sacudió la cabeza.
–Nunca me he apuntado a ningún gimnasio. No se me dan muy bien los deportes, exceptuando las cosas que tenía que hacer en Monday Mash-up. Prefiero tumbarme en el sofá con un buen libro, o ver una buena película. Seguro que ya has notado que soy un poco torpe.
–¿Sabes cantar o tocas algún instrumento?
–No.
–Muy bien –de repente recordó lo que le había dicho el día anterior–. ¿Quieres un café antes de empezar?
Ella sacudió la cabeza.
–Gracias, pero ya estoy a tope de cafeína.
Liam se sacó el reproductor de MP3 del bolsillo.
–De acuerdo. Empecemos por lo más básico. Te voy a poner pedacitos de canciones, y quiero que me digas si puedes oír el ritmo de la música en cada una de ellas. Da golpecitos en la rodilla, o en la mesa, o donde quieras. Intenta enfatizar el golpe más fuerte en la barra.
–¿El golpe más fuerte?
Polly no parecía entender nada.