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¿Quiénes somos? ¿Qué hacemos aquí? ¿Hacia dónde vamos? Esas son las preguntas elementales que todos nos hacemos en algún momento. No importa cómo te va en la vida, llegará el momento en que te lo preguntarás. Este libro trata de dar algunas respuestas. La autora describe su vida: desde su niñez, a su adolescencia y hasta su adultez. Lo que ella da no son respuestas filosóficas, ya que relata cómo vivió. Podrás encontrar experiencias duras y difíciles, pero también hermosas. Pasó por momentos muy espinosos a momentos eufóricos; de ser creyente, a atea y a creyente otra vez, sin embargo, en lo que cree ahora es muy diferente a lo que creía con anterioridad. Pasar por estas situaciones, llevó a Belkis Rondón a tener una comprensión más grande de este viaje que llamamos vida. Decidió compartir su experiencia con la única intención de que otros se beneficien de ello. El despertar de la autora comenzó con un simple rayo de sol en sus ojos. Así de simple puede ser para ti, querido lector. ¡Disfruta de tu viaje!
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Seitenzahl: 136
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Publicado por:
www.novacasaeditorial.com
© 2020, Belkis Rondón
© 2020, de esta edición: Nova Casa Editorial
Editor
Joan Adell i Lavé
Coordinación
Noelia Navarro
Portada
Vasco Lopes
Maquetación
Vasco Lopes
Corrección
Naiara Philpotts
Primera edición en formato electrónico: Noviembre de 2020
ISBN: 978-84-18013-61-4
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 917021970/932720447).
BELKIS RONDÓN
Mi
Despertar
Prefacio
Introducción
Descubriendo a Belkis
Mundo mágico y maravilloso
Más de mi mundo infinito
Mi vida actual
Más de mí
Aún más
Siguen mis días
Un día más de mí
Un paso más
El despertar
El despertar: continuación
¿Por qué las sincronicidades?
Cómo precipitar
Decretos, afirmaciones, declaraciones y más conceptos
¿De dónde venimos?
¿Quiénes somos?
¿Hacia dónde vamos?
Conócete a ti mismo
Victimismo
Di sí a la vida y vive
Dedicatoria
A todas las personas que de alguna manera tuvieron que ver conmigo. No importa qué clase de experiencia hemos vivido juntos, lo importante es lo que hemos aprendido. Sin ustedes, yo no habría llegado a este punto de mi vida ni sabría lo que ahora sé. Espero que esas experiencias sean beneficiosas para ustedes, así como lo han sido y aún lo son para mí.
Gracias, Cielo, por tu apoyo y por tu comprensión,
Belkis Rondón
(Bel)
5 de junio del 2009
Prefacio
Me llena de emoción presentarte este libro, mi primer libro. Mi despertar comenzó como un diario personal, en un blog en internet, y tenía como única meta la de ayudar. Ahora, es un libro que tiene el mismo propósito.
Tengo la esperanza de poder ayudar a todos los que necesiten de mí por medio de estas páginas.
Con Mi despertar, doy también mis primeros pasos para realizar mi sueño más grande e importante: ayudarme y ayudarte.
Gracias por esta hermosa oportunidad, gracias por dejarme compartir contigo el aprendizaje que se me ha permitido y me he permitido aprender.
Belkis Rondón
(Bel)
Introducción
Antes que nada, quiero contarte cómo se produjo este libro. La idea original fue la de un simple diario personal en internet, que podría ayudar a otras personas. Poco a poco y después de varios capítulos, pude ver en lo que se estaban convirtiendo mis entradas. En ese entonces, vinieron a mi mente los recuerdos y tomé en cuenta los consejos que varias personas me habían dado en el pasado. Me habían aconsejado escribir un libro y mi esposo me decía lo mismo.
Ahora, ese libro ya está escrito y está en tus manos. Léelo con la mente abierta, cuestiónate a ti mismo o no tendrá sentido alguno.
Lo que lees en este libro es una enseñanza metafísica.
Metafísica significa «más allá de lo físico», más allá de lo que no tiene forma, de lo invisible. Lo que encierra la palabra «metafísica» es pura filosofía, que bien podría decirse que es una «filosofía práctica para la vida diaria».
No te pido que creas todo lo que expreso y digo en este libro. Lo que sí te aconsejo es que hagas pruebas con la información y con la Filosofía que aquí brindo.
La Filosofía es solo «filosofía», pero al momento de ponerla en práctica y ver cómo comienzan a producirse los resultados, deja de ser filosofía y se convierte en una experiencia. Tu experiencia personal. Eso fue lo que a mí me ocurrió y cambió mi vida por completo.
Ahora, deseo compartir esa filosofía contigo.
Los primeros capítulos del libro los he dejado como las entradas originales del diario y son una compilación de las mismas. Pensé que debía dejarlas como estaban y no hacer cambios ya que quiero transmitir el mensaje en su forma original.
Al leer el libro, abre tu mente, analízalo, cuestiónate, comprueba las cosas tú mismo. La idea es que te ocurra el cambio, la idea es que te suceda la experiencia. Si esa experiencia no te ocurre ahora, te ocurrirá después... Pero te ocurrirá, te doy mi palabra.
Belkis Rondón
(Bel)
Descubriendo a Belkis
Pasé mucho tiempo de mi vida cegándome a mí misma,
me veía como una víctima más de las circunstancias de la vida.
Así fue, hasta que descubrí, entendí, comprendí y acepté
quién soy yo.
Comencé a abrir mis ojos y para mi sorpresa vi
un mundo lleno de hermosura en toda su magnificencia.
Entonces, hice esta pregunta:
«¿Por qué te amo tanto?».
Y respondí:
«¡¡¡Porque tú eres realmente lo que soy yo!!!».
Al ver ese mundo infinito y maravilloso,
supe que él siempre estuvo allí;
pero por mis miedos y por mis viejos conceptos no podía verlo.
También descubrí que nunca estuve sola.
Siquiera antes de mi nacimiento, jamás he estado sola.
Hola, querido Diario:
Yo sé que muchos les dan nombres a sus diarios, pero yo te daré el nombre que realmente tienes: tu nombre es y será Diario. Sé que seremos muy buenos compañeros y amigos.
Para comenzar con buen pie nuestra amistad, empezaré por contarte mi historia desde lo que recuerdo de mi infancia. Haré un resumen de lo que esta fue porque la historia es muy larga y no quiero aburrirte. Después, proseguiré hasta llegar a lo que es mi vida actual. De esta manera, tú podrás conocerme mucho mejor.
Comenzaré contando cosas de cuando yo tenía menos de dos añitos, esto lo sé porque mi hermana, Norma, era una bebé y con ella me llevo dos años de diferencia.
Mi primer recuerdo es de un día en donde estaba comiendo en el porche trasero de la casa, sentada en el piso, con mis pequeñas piernas abiertas y el plato entre ellas. No recuerdo ver a mi madre cerca. Me levanté y fui hacia la papelera para botar la comida. Luego la busqué a ella, aún con el plato en mis manitas.
La encontré en la cama con mi padrastro y lo que vi se quedó en mi memoria. Yo no sabía lo que pasaba, solo observé cómo los dos se cubrían sus cuerpos y que mi madre parecía asustada. Aquel recuerdo causó mucha impresión en mí, sobre todo, porque nunca había visto a mi madre y a mi padrastro en aquella situación.
También recuerdo ver a mi padrastro tratando de sacarme una espina que tenía incrustada en una de mis manos, y que había un bebé en casa. Más tarde notaría que era mi segunda hermana, Norma.
El tiempo pasó y dejamos de vivir en aquel lugar.
A veces, mi mamá me dejaba con una familia y otras veces quién sabe dónde, pero siempre estaba en la casa de alguien que no puedo recordar.
Un día, en la casa de una de esas familias, alguien me amarró las manos juntas a una cama: el motivo no lo sé. Solo recuerdo el acto de verme atada y que yo lloraba.
Recuerdo también cuando vivimos en un lugar llamado Carmen de Uria, el cual ya no existe. Solo estábamos mi mamá, una chica que me cuidaba mientras mi madre estaba en su trabajo, y yo. A veces, nos visitaba un señor llamado Fernando, quien era portugués.
Con la chica que me cuidaba tengo los recuerdos más fuertes de esa vida infantil. Me acuerdo de ella sobre la cama de mi madre, en cuclillas encima de mí, ya que yo estaba acostada bocarriba. Sobre mi boca y sin ropa interior, ella me orinó y me obligó a beber su orina.
Un día, mientras esta chica me bañaba, se agachó tras de mí y comenzó a tocarme y a morderme las nalgas. No sé cuántos días pasaron, pero mi madre, al vestirme, encontró las marcas de los mordiscos en mi trasero. Con mucho miedo, le conté lo que pasaba. Ella me pegó, pero no volví a ver a esa chica en la casa.
Varios días después, celebramos mis seis añitos. Sin embargo, para ese momento, vivíamos en la casa de una amiga de ella. En ese hogar, se repitieron los abusos sexuales: estos fueron hechos por parte de los hijos de esa mujer. Yo nunca hablé con mi madre sobre esto por miedo a recibir una nueva golpiza.
Añado aquí que, después de que mamá comenzó a dejarme en las casas de sus amigas, me percaté de que mi hermana no estaba con nosotras; sencillamente no sabía de ella.
Pronto, mi vida comenzó a cambiar. Mamá se mudó con un señor llamado Luis y tuve tres hermanas más.
Mi vida se volvió más dura, pues las responsabilidades en la casa no se limitaban solo a «ayudar». Fue como si yo me hubiera convertido en la señora de la casa y mi madre, en el esposo. Me encargaba de todo e incluso debía ir al colegio. Cada vez que mis hermanas hacían algo malo según mamá, era yo quien sufría las consecuencias.
Vivía una situación muy amarga para mi corta edad, pues cada vez que mi mamá me pegaba, siempre me rompía la piel con lo que usaba para lastimarme.
Mi vida era un infierno. Comencé a rezar en un altar que mi padrastro tenía ya que me enseñaron que Dios escucha más a los niños que a los adultos. Cada día le pedía a ese Dios que mi papá, el cual no conocía, viniera a buscarme. También le imploraba que, si estaba muerto, me llevara con él.
Un día, durante una de las palizas de mi madre, llegué hasta el punto de gritarle a ese Dios que me llevara con Él o con mi papá. Al escucharme, mi madre se enfureció y me golpeó con más ahínco. Desde ese momento, comencé a pensar que no era su hija biológica, pues no podía entender el porqué de sus maltratos.
Durante una noche, le dije a Norma que no soportaba más, que Dios no respondía a mis peticiones, que no me escuchaba. Busqué algunas pastillas y encontré dos únicos paquetes. Me los tomé en presencia de mi hermana; ella sabía lo que yo intentaba hacer y lo comprendía. Escribí una carta en donde les explicaba a las autoridades el porqué de mi acción. Al día siguiente, me desperté: no sabía si estaba muerta o sí aún vivía. Comencé a ponerme el uniforme para ir al colegio. Durante mi día de escuela, recordé la carta que había escrito la noche anterior y me asusté, pensé que me había metido en un buen lío en el caso de que mamá hubiera encontrado mi nota. Sin embargo, al llegar a casa todo estaba normal. Nunca más supe de aquella carta.
Mi vida siguió su curso. Cuando cumplí doce años, tuve mi primera ilusión. Mi mamá me sacó del país y me envió a Colombia a estudiar en un internado. Allí pasé y viví la parte más hermosa de mi infancia, pues mi madre no estaba conmigo y podía ser yo misma, sin miedos, sin inhibiciones, como debía ser.
Después de un año y medio en Colombia, regresé a Venezuela con mi madre. No fue mi decisión, fue lo que ella quería. Siguieron los maltratos. Sus palabras favoritas hacia mí eran puta, perra y zorra.
Fui violada por cinco hombres cuando tenía quince años. También, viví un accidente en el cual murió una chica. Una noche, salí con una amiga y unas cuantas personas más; éramos un grupo de tres mujeres y de tres hombres. Fuimos a ver una presentación que hacía el grupo Los Melódicos en un club de Ciudad Bolívar. Al llegar al lugar, nos dispersamos; pero al terminar, nos reunimos en la salida y nos subimos a la camioneta de uno de los muchachos. Mi amiga iba en la cabina con dos hombres y la otra chica, el otro muchacho y yo, en la parte trasera.
En el camino, me di cuenta de que salíamos de la ciudad. Estaba oscuro y comencé a sentirme asustada. Le dije a la chica que se encontraba junto a mí: «no sé qué quieren ellos, pero no me gusta esto».
Después de un rato, miré hacia adelante. Había una oscuridad aún mayor; presentía algo malo, realmente malo. Entonces, volví a hablarle a la chica: «yo veo muerte, esto no me gusta».
Le comuniqué mi decisión de tirarme de la camioneta en movimiento. Ella me respondió que se iría conmigo y que no se quedaría allí. Nos tiramos juntas. Cuando caímos, sentí un fuerte golpe en la cabeza. Recuerdo pensar que, si no me mataba, quedaría loca. No obstante, me levanté, aunque la chica no lo hizo, ni siquiera reaccionó.
A los pocos minutos, la camioneta regresó y llevamos a la chica hacia al hospital. Después de esperar mucho, una enfermera y un policía nos dijeron que nos fuéramos, que ella solo había perdido el conocimiento y que estaría bien. Obedecimos.
Muy temprano en la mañana, en la casa de mi amiga, que era donde yo había pasado la noche, se presentó la Policía Técnica Judicial. Ninguno de nosotros había logrado dormir después de aquello y planeábamos ir a ver cómo seguía la chica, pero la llegada del cuerpo policial nos impidió salir. Les abrí la puerta y, tras identificarse, uno me enseñó la foto de una muchacha y me preguntó si la conocía.
Le dije que no, que no sabía quién era.
Lo que el oficial me mostraba, era la foto de una chica que había aparecido en la primera página del periódico. En letras rojas se leía «chica de quince años, violada y asesinada a golpes». La cara de la chica era irreconocible. Cuando el policía me dio el nombre de la chica, nos detuvieron y se abrió una investigación. Las cosas se aclararon, al menos a nivel policial; pero yo me he sentido muy culpable de su muerte. Si yo no decía que me tiraría, ella no lo hubiera hecho.
Pasaron muchas cosas más, sin embargo, la historia sería más larga si continúo hablando de ello.
Pero seguiré. A esa misma edad, también conocí a un guardia nacional. No me gustaba, pero él sí gustaba de mí. A los meses de conocerlo, decidí irme con él. Vivimos un año juntos, no obstante, decidí dejarlo porque no me respetaba. No había maltrato físico, pero sí, otra clase de ofensas. Una semana después de dejarlo, me buscó y yo le correspondí. El mismo día que regresamos, tuvimos un accidente en su moto. A él nada le pasó, pero yo quedé con muchas heridas en mis piernas. Aun así, cuando llegamos a casa, él me buscó de manera sexual. Luego de usarme, me pidió que me fuera. Utilizada y abusada, me fui sin saber que había quedado embarazada. Me di cuenta de la situación en casa de mi mamá y ella, al saberlo, me envió de regreso con el padre de mi futuro hijo o hija.
Al encontrarlo, le informé de mi estado y me dijo que él no estaba seguro de que fuese de él, pues él no sabía si yo me había acostado con otro hombre mientras estábamos separados.
Me fui sin saber a dónde ir ni qué hacer. Me encontraba muy asustada. Para ese entonces, era una niña de dieciséis años. Por tres días, dormí en la calle, no tenía para comer. Sin embargo, una tarde me encontró Elba, una amiga de la infancia de mi madre. Ella fue, y aún es, como una madre para mí. Me llevó a su casa, me ayudó y me dio lo que necesitaba. Con ella me quedé hasta una semana antes del nacimiento de Rebeca, mi hija.
Sin embargo, volví con mi madre. Por aquel tiempo, ella esperaba su último hijo. La pasé mal, pues mamá cada día hablaba de que ella estaba embarazada y que ahora habría más bocas para alimentar. Me sentía terrible, no obstante, al nacer mi hija, fui feliz por tenerla, la protegía de todo y de todos, en especial de mi madre, pues tenía miedo de que ella le hiciera lo mismo que me había hecho mí.
Cuando mi hija tenía cinco meses, yo hacía suplencias en una escuela cerca de la casa de mi mamá. En ese entonces, conocí a un señor en un mitin político. Él comenzó a frecuentarnos, pero mientras él entraba por un lado, yo salía por el otro. Sentía que ese hombre venía por mí, ya que cuando regresaba de la iglesia evangélica, mi padrastro me decía: «Mmm… fulano viene a aquí porque busca algo y no es por tu mamá o por alguna de mis hijas. ¡Belkis, él viene por ti! Mira cómo entró a nosotros, él ya pidió tu mano, es un buen hombre». Por otro lado, mi madre me decía que ese señor podía darme una casa y un apellido paraRebeca. Así comenzó el acoso, parecía que ninguno de los dos podía ver la gran diferencia de edad que existía entre ese señor y yo: él podía ser mi abuelo, pues era mayor o de igual edad que mi propia abuela.