Música prohibida - Alberto Ghiraldo - E-Book

Música prohibida E-Book

Alberto Ghiraldo

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Beschreibung

«Música prohibida» (1914) es una recopilación de poemas de Alberto Ghiraldo. El tema central de su poesía es la lucha obrera, el poeta se convierte en un altavoz del grito del pueblo, de los trabajadores, de los desheredados, los desempleados…, sin que por ello sus versos pierdan su fuerza evocadora.

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Seitenzahl: 106

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Alberto Ghiraldo

Música prohibida

 

Saga

Música prohibida

 

Copyright © 1914, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726681208

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

PRÓLOGO

Ce siècle est grand et fort, un noble esprit le mène, decía del décimonono el poeta Hugo. Los tiempos han crecido, y nuestro siglo amenaza ser mucho mayor, guiado por el mismo noble espíritu, más experimentado. No se siente hoy sólo el hervor de la simiente que desparramaron nuestros padres a manos llenas, ora en el surco abonado, ora en tierras incultas, ora en el pedregal: hay por todas partes brotes verdes y frescos que hacen soñar en cosechas seguras o por lo menos en la posibilidad de una cosecha. El gran verso del poeta comienza a resultar una profecía realizada, el siglo pasado tuvo que ser grande y fuerte para haber engendrado el actual, y la nobleza del espíritu que a este guió y condujo al otro, se ve en que la ley de amor y de progreso conquista más adeptos cada día, mientras sus adversarios por todas partes amenazados, exageran la resistencia cual si estuviesen por quemar el último cartucho.

Todos los pueblos, según su grado de cultura, tienen luchadores que bregan por la conquista de mayor bien para la humanidad. Eses luchadores toman las armas que están a su alcance, combaten en la arena que les cabe en suerte, y usan de la esgrima que conocen y les es permitida. Rusia y la República Argentina, Francia y el Japón, son teatros con escenarios distintos, con actores y autores diferentes, pero el drama es el mismo, y hay que representarlo exagerando o empequeñeciendo los detalles, pero dejando el fondo igual. Y en todas partes, con paso más o menos rápido y seguro, se marcha como decía el maestro Zola, hacia más luz, hacia más amor, hacia más felicidad.

Y en todas partes, los poetas son, hoy como siempre, los encargados de sintetizar el pensamiento y la aspiración de los pueblos. Si el escritor de cosas actuales analiza o sintetiza lo que le rodea, el poeta emboca el clarin y da siempre el toque de orden que corresponde al momento. Es la señal, es el encargado de darla por misión superior; y cuando en un rincón cualquiera del mundo se debaten altosintereses y trascendentales ideas, basta para estar al tanto de la lucha y darse cuenta de lo que defienden los paladines, con escuchar lo que dicen los versos de los poetas.

Aquí, en medio del silencio que apenas entrecortaban de vez en cuando algunos ritmos, pues estas nuevas generaciones parecen harto monetizadas para esperar algo de la virtud del endecasilabo, aquí, donde se habían extinguido sin eco las últimas vibraciones de la lira romántica. — aquí también se acaba de levantar una gran voz.

Una voz que tiene brusquedades y asperezas,—voz, que parece de mando porque es de protesta—y que sintetiza en su nota bronca todo el horror de tantos dolores como abre la injusticiaaguisa de puñal. Una voz que no suena a armonía delectable, aunque tenga ternuras humanas, que parecerá incorrecta a cuantos estén hechos al convencionalismo que oculta las miserias bajo una levita, y el cáncer bajo un rosado pedazo de tafetán inglés.

Me refiero a esa «Música Prohibida», el libro de versos que acaba de publicar Alberto Ghiraldo, y que me parece la exacta y artística repercusión de un grito del pueblo, en unas páginas; la sinfonía de los mil gritos de ese pueblo reunido, sabiamente atenuados, en otras.

También aquí debía haber quien entonase, con ritmos nuevos, el himno de los trabajadores, el canto de los desheredados, rompiendo de una vez por todas el círculo vicioso que había limitado el «ideal práctico». si así se me permite decirlo,—e iniciando el avance hacia horizontes que no por estar lejanos son más inaccesibles ni menos bellos. Eso viene haciendo Ghiraldo desde ha tiempo, y sus toques de ataque y sus dianas de victoria son las que reune hoy en este libro que llama «Música Prohibida».

En el libro abundan versos de un valor musical y pictórico como el de estos, describiendo un día canicular:

«. . . las casas son de fuego

y hay cansancio en el aire».

«Las casas son de fuego» evoca con su sonoridad lenta y zumbadora, el bochorno de un día de verano, como sugiere la tarde invernal, con ritmo helado

«Y un viento frío corta la lluvia. . .»

Significando con sus palabras ásperas—sobre todo, si se pronuncian como entre nosotros, y no a lo castellano—algo fúnebre y fantástico, lo mismo que más lejos nos pinta el autor, la angustia:

«La angustia del hombre va en alas del viento. . .»

Esta cadencia agregaría con orgullo a su joyel más de un famoso tejedor de ensueños, como muchos, describiendo a una mujer, hubieran querido saber decir:

«Cuando irgue el busto, dirigiendo a lo alto

la mirada—semeja

un misterio enfrentado a otro misterio».

o aquello, tan profundamente sentido y tan elevadamente poético:

«Va triste y sonriente: parece una estrella

que tuviera un alma».

Otras muchas estrofas, de muy distinta entonación, son impecables también, y del mismo raro poder evocador y sugerente, como aquel círculo infernal que ve el malvado, mientras cruzan las águilas el cielo:

«Y de un rincón del antro, desgarrantes,

salían hondos gritos,

como si fueran de almas mutiladas

que estuvieran aullando su martirio».

Estas almas mutiladas, lloran y sangran trágicamente, el autor lo sabe, y por eso lo repite:

«Cuando alzó la cabeza, sacudiendo

las pesadumbres de su mente trágica,

tenía el ceño adusto y se diría

que en ella, persistentes, resonaran

con ecos infinitos, perdurables,

los gritos de las almas mutiladas».

Pero no en esto hay que detenerse; es otra cosa lo que llama con imperio la atención del lector cuando el poeta, palpitando y vibrando con su noble y alta aspiración del porvenir, pisotea el presente prosáico, injusto y rastrero, para empinarse sobre él, y luego correr hacia el horizonte, invitando a los demás, pero sin preocuparse de que lo sigan. Conquistador y caballero andante, puede proclamar:

«¡Mis armas las forjé con mis silicios!

¡Sólo soy un dolor que se subleva!»

y aunque se vea solo, completamente solo, abandonado por los Sanchos ¡qué diablos!, nunca dejará de derribar algún molino, y de abrirse calle por encima, para sí y para los demás!. . .

Paráceme oír la objeción de que en sus poesías Ghiraldo suele ir demasiado lejos. Nunca se va demasiado lejos ni se hacen cosas demasiado buenas. Estas son observaciones de los cortos de aliento o de ingenio, que justifican o creen justificar su falta de fuerza o de inteligencia, determinando vallas y límites de los que no se debe pasar, mientras el poeta puede decir y exclama con razón:

«Un sol de amor, en púrpura dormido,

me anuncia que se ha abierto otro horizonte!»

El poeta debe ir más lejos que los demás, puesto que es el vocero, el heraldo del ideal, y decirle «no pasarás de aquí», en el terreno del pensamiento, es, en las lógicasproporciones, como cerrar el campo de la investigación a los grandes aventureros de la ciencia. Y si el poeta se queda en las mismas filas que nosotros, o se detiene, o retrograda, es simplemente porque,—si lo era de veras—ha renunciado a seguir siéndolo.

Esto dicho, renuncio a hablar de la parte de «Música Prohibida» dedicada exclusivamente a instrumentar las reivindicaciones del pueblo, ora como un toque de atención, ora como un paso de ataque, ora como un himno que parece al propio tiempo una marcha.

Algunas ideas, pocas, no están de acuerdo con las mías, más en la exteriorización que en la finalidad, siempre la misma. Pero no es eso lo que me detiene: es que la elocuencia de esasestrofas, reclama que no se las toque ni se las analice: perderían el autor y el lector que escribe.

Y precisamente, mientras escribe, oye que un hombre de experiencia e inteligencia, a pocos pasos de él, dice a Ghiraldo estrechándole la mano, con el libro aún abierto, el rostro empalidecido de emoción real:

—¡Gracias! ¡Muchas gracias! Con este libro hemos recibido el regalo de un poeta original, personal, de un cantor de los que sufren, de un Tirteo que los lleva a sufrir menos, mucho menos cada vez.

Y yo diría a mi amigo lo que él cauta a nuestro maestro Zola:

Trás un montón de dolores, irguiéndose tu figura

Grande y sola, sobre el mundo gritas palabras de fuego,

Que son a un tiempo castigo y esperanza, luz de muerte

Y sol de vida de rayos fecundantes como un riego.

Roberto J. Payró.

(«La Nación» de Buenos Aires).

_________

“MÚSICA PROHIBIDA”

A Alberto Ghiraldo. Buenos Aires.—Mi querido poeta: Gracias por vuestra «Música Prohibida». El título es toda una coquetería, pues esta música sólo es prohibida en la corte y en la iglesia, pero debe haber, creo, aún sacerdotes y príncipes que gusten escucharla y la saboreen en secreto.

Vuestra música es tan potente como bella; al lado de las suaves flautas hay en vuestra orquesta algunas de esas formidables trompetas legendarias cuyo trueno hace derrumbar las murallas de las ciudades fuertes. ¡Y qué penetrante modernismo! ¡Y qué riquezas de ideas y de imágenes!

Evidentemente, no cantáis para mujercitas y agotados. Empero, los fuertes y los libres admirarán vuestro arte, aún cuando no compartan vuestras más avanzadas ideas.

Estréchoos la valiente mano y quedo vuestro afftmo.

 

Max Nordau.

París.

“MÚSICA PROHIBIDA”

Tu libro, fuera de la literatura, expresa tu alma sonora y valiente. Ardoroso, generoso, terrible, sigues en tu afán noble de demandador de justicia y de minero de la felicidad humana. Sabes que mis palabras son cordiales pues ha tiempo aprendiste a leer en mi corazón. Sigue en tu hermoso camino—hermoso de torrrentes y de relámpagos—signe amando la Belleza, el Amor y la Libertad. Un gran abrazo.

 

Rubén Darío.

Madrid.

________

Un ensueño viril, una épica diana,

Tal se me representa tu «Música Prohibida».

La luz roja y vibrante de la roja mañana,

Incitando al amor, saludando a la vida.

Víctor Arreguine.

Montevideo.

_________

«Música Prohibida» es un libro altísimo y de vigor incontrarrestable.

Manuel Ugarte.

_________

Alberto Ghiraldo

Alberto Ghiraldo como poeta es un rebelde, un sembrador de ideas, un creador de rebeldías y de virtudes.

Soy un símbolo

De rebelión; mi cresta es mi bandera

De combate; y es blanca y luminosa

Como ideal; sobre mi lomo esplende

Como aureola.

¡El himno de la muerte

Con bandera de luz cruzo cantando!. . .

La musa, consagrada y augusta, madre de las adoraciones, evocadora del dolor luminoso y edificativo en el alma de los predestinados está al servicio de las supremas ideas de justicia. Su lira, lira que parece haber sido robada a Hesiodo, el cantor de los Trabajos y de los Días, lira inmensa, grandilocuente, altisonante, enguirnaldada de estrellas y de besos, capaz de vibrar todas las emociones, es la áurea lira del Sentimiento, siempre vibrando, perpétuamente vibrando, eternamente vibrando. Sus cantos brotaron al atravesar su alma la clamorosa angustia del canto doloroso del sic vos non vobis de Virgilio que a las alturas eleva el proletariado universal.

Alberto Ghiraldo, artista del ritmo y del pensamiento

«. . .con la visión de un mundo nuevo

En la pupila adusta y soberana»

celebra en versos expléndidos, en estrofas de oro cuidadosamente buriladas, las desesperaciones de la hora presente, las angustias contemporáneas, las rebeliones del proletariado universal. Observador cuidadoso, conmuévese aute los sufrimientos trágicos de los trabajadores oscuros, de los mártires de las usinas y de los héroes de la gleba, todos anhelantes por la era de paz y de alegría que les anuncian los inspirados cantores.

El es el cántico inspirado de las luchas de su siglo. Teniendo para celebrarlos la violenta inspiración de un Verhaeren, el poeta visionario y bárbaro de Les villes tentaculaires, su vos no es otra que aquella vos soberana, doliente, vibrando armonías, que, en La Voz del Desierto, nos dice:

De todas las almas

Que sufren y lloran yo soy el lamento,

De todos los tristes del mundo, de todos

Aquellos que llevan—insignia de duelo—

Bandera de luto, caravana eterna

Que marcha en la sombra con rumbo al silencio!

Yo soy como un eco de todas las penas,

La angustia del hombre va en alas del viento.

Ghiraldo me hace recordar al gran Constantino Meunier entre su familia de mármoles, figuras augustas a las que poco falta para convertirse en seres animados, pareciendo haberse realizado en poéticas cadencias, en ritmos sencillos, en blandas estrofas horacianos, el pensamiento doloroso que el soberbio artista francés fijó en la piedra para eterna satisfacción de la raza latina.

Fermentos del abismo me dan fuerzas

Y ansias de libertad llevo en mi seno

Para inundar el orbe.

Así habla el poeta que, como Meunier, es un gran artista, porque se conmueve infinitamente delante de la vida y tiene todavía el poder de trasmitirnos sus profundas emociones.