Naranja y desarrollo - Emèrit Bono - E-Book

Naranja y desarrollo E-Book

Emèrit Bono

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Beschreibung

El núcleo del presente volumen lo constituye la tesis doctoral defendida por Emérit Bono en la Universitat de Valencia en 1974, inédita hasta ahora. El cultivo del naranjo en enormes zonas del territorio valenciano cambió para siempre la economía y la sociedad valencianas. Durante toda una época enriqueció a importantes sectores sociales y desempeñó una función clave, estratégica, como fuente de divisas para el Estado español. ¿Qué papel tuvo en la modernización del País' ¿Fue uno de los elementos de retraso e inhibición del desarrollo industrial' ¿O por el contrario aportó la base económica para la revolución industrial valenciana? Los paralelos que cabe trazar entre las causas y efectos del boom naranjero y fenómenos de hoy como la burbuja inmobiliaria son realmente apasionantes, por su rabiosa actualidad y los sugerentes debates que pueden provocar.

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Seitenzahl: 370

Veröffentlichungsjahr: 2011

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NARANJA Y DESARROLLO

LA BASE AGRÍCOLA EXPORTADORA DE LA ECONOMÍA DEL PAÍS VALENCIANO Y EL MODELO DE CRECIMIENTO HACIA AFUERA

Emèrit Bono

Presentación de J. A. Tomás Carpi

Epílogo de J. R. Gallego

UNIVERSITAT DE VALÈNCIA

Esta publicación no puede ser reproducida, ni total ni parcialmente, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, ya sea fotomecánico, fotoquímico, electrónico, por fotocopia o por cualquier otro, sin el permiso previo de la editorial.

© De los textos: los autores, 2010

© De esta edición: Universitat de València, 2010

Maquetación: JPM Ediciones

Diseño de la cubierta: Joan Soler

Ilustración: imagen de un cartel publicitario

de los años 50 (Frutalge)

Realización ePub: produccioneditorial.com

ISBN: 978-84-370-7856-4

ÍNDICE

PORTADA

PORTADA INTERIOR

CRÉDITOS

NOTA EDITORIAL

AGRADECIMIENTOS

PRESENTACIÓN. LA BASE EXPORTADORA AGRÍCOLA Y EL DESARROLLO DE LA ECONOMÍA VALENCIANA

INTRODUCCIÓN. LA BASE AGRÍCOLA EXPORTADORA DE LA ECONOMÍA DEL PAÍS VALENCIANO Y EL MODELO DE CRECIMIENTO HACIA AFUERA

1. MODELO TEÓRICO DE DESARROLLO DE UNA «ZONA», «ESPACIO» O «REGIÓN»

1.1. EL PROBLEMA DE DEFINIR UN «ESPACIO» O «REGIÓN» ECONÓMICA

1.1.1. El «espacio» como variable económica

1.1.2. El concepto de «región económica»

1.2. MODELOS DE DESARROLLO REGIONAL: ALGUNAS CONSIDERACIONES

1.2.1. Crítica a los supuestos clásicos

1.2.2. «Backwash effects» y «Spread effects»

1.2.3. Contrastación y crítica de estos modelos

1.2.4. Modelo de desarrollo de base exportadora

1.3. EL DESARROLLO ECONÓMICO EN EL ESPACIO: ALGUNAS APRECIACIONES HISTÓRICAS Y SUS CONSECUENCIAS EN LOS MODELOS DE DESARROLLO

1.3.1. El sistema de producción capitalista y la producción en el espacio

1.3.2. Algunos ejemplos históricos de cómo se ha dado el desarrollo económico en el espacio

1.3.3. Desarrollo económico y capitalismo en la España del siglo XIX

1.4. CARACTERÍSTICAS DE UNA ECONOMÍA DE BASE EXPORTADORA AGRÍCOLA

1.4.1. Especulación y monocultivo

1.4.2. Costes e ingresos

1.4.3. Mercado mundial y anarquía en la producción

1.4.4. Algunos tipos de regiones de especulación agrícola

1.4.5. Una agricultura intensiva

1.5. LA DEPENDENCIA DEL MERCADO INTERNACIONAL

1.5.1. La relación real de intercambio

1.5.2. Efecto renta

1.5.3. El efecto de la formación de las áreas comerciales

1.6. ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL CRECIMIENTO «HACIA AFUERA» Y «HACIA ADENTRO»

1.6.1. Algunas precisiones sobre el concepto de desarrollo económico

1.6.2. Caracterización del crecimiento «hacia afuera» y dependencia económica

1.6.3. Del desarrollo «hacia afuera» al desarrollo «hacia adentro»

2. LA ECONOMÍA VALENCIANA: UNA REGIÓN DE BASE EXPORTADORA AGRÍCOLA AL MERCADO INTERNACIONAL

2.1. EL «ESPACIO» DE LA ECONOMÍA VALENCIANA

2.1.1. El análisis regional de España

2.1.2. La delimitación del espacio «economía valenciana»

2.1.3. La citricultura, una agricultura de especulación como base exportadora del País Valenciano

2.2. PRODUCCIÓN Y EXPORTACIÓN DE AGRIOS EN EL PAÍS VALENCIANO HASTA EL AÑO 1936

2.2.1. Primer período: Siglo XIX

2.2.2. Segundo período: 1900 a 1936

2.3. EL MOMENTO ACTUAL DE LOS CRÍTICOS Y SU IMPORTANCIA DENTRO DE LA AGRICULTURA VALENCIANA

2.3.1. Breve síntesis del desarrollo de los diversos cultivos en el País Valenciano

2.3.2. El cultivo de los cítricos

2.3.3. El valor de los cítricos en relación al resto de la agricultura valenciana

2.3.4. La exportación

2.4. COMERCIALIZACIÓN DE LA NARANJA

2.5. ANÁLISIS DE LAS DIMENSIONES DE LAS EXPLOTACIONES Y DE LAS PROPIEDADES DE LOS AGRIOS

2.5.1. La dimensión de las explotaciones de los agrios

2.5.2. La dimensión de las propiedades de los agrios: una aproximación

2.6. EL MERCADO DE LOS AGRIOS

2.6.1. El mercado exterior de los agrios: su evolución

2.6.2. Los elementos componentes del mercado

2.6.3. Los precios en el mercado exterior y la CEE

2.6.4. El coste de producción citrícola

2.6.5. Los precios pagados al agricultor

2.6.6. El mercado interior

2.7. RELACIONES ENTRE LA «ECONOMÍA VALENCIANA» Y EL RESTO DE LA «ECONOMÍA ESPAÑOLA»

2.7.1. Situación histórica del problema

2.7.2. Balance comercial de la economía valenciana

2.8. LA ECONOMÍA CITRÍCOLA Y EL DESARROLLO DE LA INDUSTRIA

2.8.1. El tipo de industria valenciana

2.8.2. A modo de explicación del desarrollo industrial valenciano

A MODO DE CONCLUSIÓN

BIBLIOGRAFÍA

EPÍLOGO. ALGUNAS CONSIDERACIONES DESDE EL PRESENTE SOBRE LA DINÁMICA DE LA AGRICULTURA VALENCIANA EN CLAVE DE LA TESIS DE EMÈRIT BONO

NOTA EDITORIAL

El núcleo del presente volumen lo configura la tesis doctoral («La base agrícola exportadora de la economía del País Valenciano y el modelo de crecimiento hacia afuera») defendida por Emèrit Bono en la Universitat de València, en septiembre de 1974. Este trabajo había permanecido inédito, pese al impacto polémico y el interés que suscitó en su momento, como aportación sustancial al conocimiento e interpretación de la realidad económica del País Valenciano en su devenir. Como el lector podrá comprobar enseguida, el texto mantiene el vigor y el interés, acrecentado si cabe por la perspectiva histórica que permite el tiempo transcurrido, que sitúa los problemas y debates de aquella coyuntura bajo una nueva luz. La lectura desde hoy de la tesis de Emèrit Bono nos sumerge en la atmósfera intensa de discusiones y análisis sobre la economía y la historia del País —cuando se atisbaba un inmediato cambio político de consecuencias trascendentales— que convirtieron a la Facultad de Económicas de Valencia en uno de los focos intelectuales más activos. Los interrogantes sobre la trayectoria reciente de la economía y la sociedad del País Valenciano, sobre las raíces históricas de sus problemas, sobre sus fortalezas y debilidades, sobre las vías de la modernización y de la transformación social, movilizaron a economistas, historiadores, geógrafos y sociólogos, muchos de ellos en formación, que escribieron una página singularmente valiosa de debate intelectual en un momento de eclosión sin precedentes de las ciencias sociales, con la institucionalización académica correspondiente. En una coyuntura sustancialmente distinta, pero en la que se plantean de nuevo problemas de fondo relativos al proceso de desarrollo y a las perspectivas futuras de la economía y la sociedad valencianas, el trabajo aquí recuperado de Emèrit Bono puede ser, sin duda, inspirador de reflexiones provechosas. Se publica acompañado por dos textos elaborados expresamente para esta edición que lo enmarcan y sitúan en la debida perspectiva. En primer lugar, se incluye un extenso ensayo a cargo del profesor Juan Antonio Tomás Carpi que profundiza en la trayectoria de la economía valenciana en las últimas décadas y pondera los logros analíticos e interpretativos de la tesis de Bono. Por su parte, Juan R. Gallego, profesor asimismo de la Universitat de València, es autor del Epílogo, en el que analiza los aspectos clave del sector agrario valenciano, tan diferente hoy al de hace cuatro décadas, enlazando con las ideas sustentadas por Emèrit Bono en el trabajo que aquí ve, finalmente, la luz.

Los editores

AGRADECIMIENTOS

El objeto de estas líneas es agradecer a una serie de personas su labor a la hora de hacer posible la publicación de este libro. En primer lugar, sin la digitalización de lo que constituye su núcleo —la tesis leída en 1974— llevada a cabo por Jaume Antuñano, así como su trabajo de corrección, con la inestimable colaboración de su padre, el profesor Isidro Antuñano, difícilmente habría podido ver la luz.

También quiero agradecer la elaborada Presentación, realizada por el profesor J. A. Tomás Carpi. Su aportación encuadra adecuadamente el modelo de crecimiento hacia afuera en el contexto espacial e histórico de la economía valenciana y, sin duda, constituye una pieza clave para situar el interés que pueda tener la presente publicación.

Doy también las gracias al profesor J. R. Gallego por sus notas finales, que ponen de manifiesto algunos aspectos de la dinámica de la agricultura valenciana en el momento actual y su relación con elementos identificados en la tesis original.

Por último, y de no menor importancia, quiero agradecer a Publicacions de la Universitat de València que haya asumido esta publicación por considerarla una eina de investigación y debate presente y futuro.

Emèrit Bono

LA BASE EXPORTADORA AGRÍCOLA Y EL DESARROLLO DE LA ECONOMÍA VALENCIANA

Juan Antonio Tomás Carpi

Universitat de València

A la luz del peso que actualmente tiene la agricultura en la economía valenciana, pocos se atreverían a afirmar que su papel ha sido fundamental en la construcción de este sistema económico regional. Pero una cosa son las apariencias y otra la realidad, especialmente cuando se trata de una realidad cuya construcción es el producto de un largo y complejo proceso. Un proceso, el del desarrollo económico y social de un territorio, que adoptando la forma de transformación de las actividades, capacidades y estilos de vida, sigue una lógica muy parecida a la de los ecosistemas: la de la sucesión. Es decir, el despliegue de unas actividades (especies en el caso de los ecosistemas) crea el ambiente para la aparición de otras más complejas, elevando el nivel de eficiencia y eficacia del sistema territorial.

Emèrit Bono hacía notar en 1974, en la introducción a su estudio La base exportadora agrícola de la economía del País Valenciano y el modelo de crecimiento hacia afuera, que la finalidad de su trabajo era establecer una hipótesis provisional, necesitada de mayor indagación. También era consciente de que tal hipótesis era útil para ayudar a explicar el proceso seguido por una parte del espacio económico del País Valenciano. Un proceso en el que la agricultura, base exportadora principal de dicho espacio económico durante el periodo que va desde mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, ha jugado el rol de propulsor de un profundo proceso de transformación de su economía, con la industrialización como principal resultado.

Su aproximación al proceso de desarrollo de la economía valenciana, por otro lado, no era tanto la del historiador como la del economista, que busca establecer la matriz de un modelo de desarrollo económico, una visión estilizada del proceso que ha ido articulando la estructura productiva de un territorio a lo largo de un periodo bien delimitado de su evolución.

Treinta y seis años después, y a la luz de la investigación historiográfica y la labor interpretativa realizada durante este período, puede afirmarse que la hipótesis del profesor Bono se ha desvelado realista y fructífera por lo que a la comprensión de la evolución económica de un espacio muy importante de la Comunidad Valenciana respecta: el de la plana costera que tiene a Valencia como centro de gravedad y que se extiende desde La Plana de Castellón, en el norte, hasta La Safor, en el sur. Tanto desde una perspectiva geográfica como económica y demográfica, se trata del espacio económico más importante de la Comunidad Valenciana.

1. EL PERFIL ESPACIAL Y FUNCIONAL DEL DESARROLLO ECONÓMICO VALENCIANO

Evidentemente, la evolución económica del País Valenciano desde mediados del siglo XIX es el resultado de distintas trayectorias de desarrollo en diferentes espacios, además del que analiza el profesor Bono, lo que refleja el carácter descentralizado y policéntrico del proceso de construcción de la economía regional. Un conjunto de trayectorias con actividades motrices, procesos de gestación, alcance espacial y evolución-sucesión muy dispares (Tomás Carpi, 1985). Algunas de estas trayectorias han confluido conformando un proceso de simbiosis generador de una nueva realidad, como ha ocurrido en la Plana Baixa, donde el desarrollo sustentado en la actividad agrícola ha confluido con el desarrollo industrial, con origen en Onda-Alcora, impulsado por la actividad de pavimentos y revestimientos cerámicos.

En la Comunidad Valenciana es posible distinguir trayectorias de desarrollo económico muy dispares. En primer lugar en el tiempo, la protagonizada por los sectores del textil y del papel, en Alcoi, cuyo despegue en la segunda mitad del siglo XVIII, a partir de un sistema protoindustrial evolucionado, sería seguido, en el siglo XIX, de la transición al factory system del sistema productivo, dando lugar a un proceso de expansión territorial que se extendería por el Comtat, inseminando más tarde a la Vall d’Albaida, en la que Ontinyent experimentaría un importante impulso industrial, ya en el siglo XX, movido por el textil-hogar. Se trata en ambos casos de procesos de desarrollo endógeno, con el mercado nacional como principal destino de la producción.

En el sur de la Comunidad los procesos industriales han convivido con los de base terciaria, conformando un rico y variado sistema de puntos de crecimiento, relativamente cercanos unos de otros, pero con una conexión débil, si exceptuamos los procesos industriales de los Valls del Vinalopó, donde la industria del calzado ha protagonizado la transformación a partir de mediados del siglo XIX. En la Foia de Castalla ha sido la industria juguetera el motor de la industrialización desde principios del siglo XX. También en estos casos se trata de procesos de base endógena y con la producción orientada desde muy pronto al mercado nacional.

Estos procesos del interior de la provincia de Alicante contrastan con los de la costa. Por un lado, el desarrollo de base terciaria diversificada de Alicante, producto de la combinación de la actividad portuaria, dada su condición de salida tradicional de Madrid, de su condición de lugar central de la provincia y del impulso del turismo. Por otro lado, el importante proceso de desarrollo impulsado por la actividad turística en Benidorm, conformando uno de los distritos turísticos más importantes del mundo. En este último caso, al igual que en la Marina Alta, se trata de un proceso de crecimiento hacia afuera, aunque el bien primario exportable, sol, playas y servicios que atraen a turistas foráneos, es distinto al del espacio que ocupa la atención del profesor Bono. También puede hablarse, aunque en términos figurados, de monocultivo. Y la relación de dependencia constituye igualmente un rasgo distintivo de este proceso, si bien la matriz endógena del sistema (empresariado, liderazgo, estrategia y capacidades humanas), generada desde su origen, confiere a esta economía una mayor capacidad de maniobra que a la que pivotaba en torno a la naranja en el espacio económico central de la Comunidad Valenciana en el último tercio del siglo XIX y el primero del siglo XX.

Aunque menos intensamente, también la Marina Alta se ha beneficiado de un proceso de crecimiento y transformación económica estimulado por la actividad turística, si bien la trayectoria de los últimos ciento cincuenta años ha sido más compleja, al sucederse un proceso de crecimiento hacia afuera, sustentado en la actividad pasera, y por tanto agraria, uno de moderada industrialización inducido por aquél, en Dénia, y la eclosión turística que ha desplazado a la actividad agraria e industrial siguiendo la lógica de los choques sectoriales. En realidad, también la Marina Alta constituye un claro exponente de economía de crecimiento hacia afuera durante el largo periodo de tiempo que va desde mediados del siglo XIX hasta la actualidad, siendo las relaciones de dependencia un importante articulador del sistema económico. Pero se trata de un sistema mucho menos consistente y robusto, y con menor capacidad de adaptación al entorno que el de Benidorm.

Dentro del mismo espacio económico objeto del análisis del profesor Bono, destaca un proceso particular y diferenciado, impulsado por fuerzas exógenas al territorio (tanto recursos y mercado como capital y capacidad empresarial y humana), en forma de polo siderúrgico, con apenas efectos arrastre productivo, aunque sí incidencia social. En los márgenes de este espacio destacan también dos procesos de industrialización, uno con base en Alcora-Onda y otro localizado en Vall d’Uixó. El primero con la actividad cerámica como motor. El segundo con la industria del calzado como protagonista. Pero mientras el segundo apenas ha tenido incidencia en el entorno, el primero ha desencadenado el principal proceso de industrialización de Castellón, con extensión a gran parte de la Plana Alta y Plana Baixa. La relación con la agricultura exportadora ha sido también importante, al estimular el crecimiento de ésta la demanda del producto industrial a lo largo de los últimos lustros del siglo XIX y la primera mitad del XX, contribuir al desarrollo de las infraestructuras de transporte, que facilitarían el acceso de la producción industrial al mercado nacional y foráneo, y aportar algo de capital (directa o indirectamente) a la fase de renovación de la rama cerámica de los años setenta y ochenta del siglo XX.

Aunque de menor relevancia, también tiene interés resaltar el más reciente proceso de crecimiento y cambio estructural del Baix Maestrat, en torno a Benicarló y Vinarós, a impulsos tanto de la actividad industrial (en el caso, fundamentalmente, de Benicarló, con la industria química, del mueble y de la confección como principales protagonistas) de los servicios (Vinarós, gracias a su condición de lugar central del área del Baix Maestrat y puerto de mar de cierta importancia histórica) y del turismo en toda la costa. En este caso la localización, los recursos naturales y accidentes históricos, especialmente en el caso de la industria, están en el origen del proceso.

2. NARANJA, CAMBIO DE PARADIGMA TECNO-ECONÓMICO A NIVEL REGIONAL, CRECIMIENTO Y CAMBIO ESTRUCTURAL

La naranja ha sido algo más que un producto en la Comunidad Valenciana. Ha sido también una fuerza transformadora del sistema productivo y del propio estilo de vida. No puede, por tanto, reducirse la difusión del naranjo en una parte importante de la geografía valenciana a un simple fenómeno de sustitución de cultivos. Su impacto estructural no tiene parangón en otros cultivos que con él compartieron la época de mayor prosperidad de la economía agraria valenciana, como las hortalizas y el arroz. Su introducción en la agricultura valenciana como cultivo comercial supondría no sólo una innovación radical en los cultivos, sino también la activación de una fuerza propulsora de un nuevo sistema de innovaciones en el agro y generadora de cambios sectoriales importantes en el conjunto de la economía, bien de forma indirecta o bien de manera inducida. Sin olvidar el impacto que sobre las condiciones de vida, los valores y actitudes de la sociedad tendría el impulso económico que protagonizo. En suma, la naranja, a diferencia de otros cultivos de exportación en esta misma zona o en otros espacios de la Comunidad Valenciana, supuso tanto un motor del crecimiento como de cambio estructural profundo y de largo alcance. Al estimular el crecimiento del regadío, haciendo del agua el principal input del nuevo proceso productivo, dio lugar a un auténtico cambio de paradigma tecno-económico de alcance regional. Un cambio de paradigma sin precedentes, tanto por su alcance territorial y funcional como por su incidencia social.

Aunque la introducción comercial de este cultivo data del siglo XVIII, y a mediados del siglo XIX ya parece asentada una economía comercial en torno a él en distintos espacios de la provincia de Castellón (Bou Gascó, 1879, 54) y de Valencia (Tomás Carpi, 1985, 623-624), su rápida expansión y sistemática difusión, por la larga plana costera de Castellón y Valencia y valles colindantes, no se iniciaría hasta el último tercio del siglo XIX. Y ello a pesar de la mayor rentabilidad de este cultivo respecto a los tradicionales. Semejante respuesta más que obedecer a un comportamiento irracional por parte de los pequeños agricultores, respondía a la importante inversión que su introducción comportaba y el alto riesgo que para dichos actores suponía renunciar a cultivos probados, aunque menos rentables. Hay que tener presente que la introducción del naranjo exigía la transformación en regadío mediante nuevas acequias o pozos, incluyendo norias y maquinaria hidráulica, lo que suponía una inversión que el pequeño agricultor difícilmente se podía permitir hacer solo. En tal caso, o se compraba el agua o se recurría a la acción asociativa de los pequeños agricultores, una inversión social aún más costosa en la sociedad valenciana de entonces y de ahora. Sólo cuando los cultivos tradicionales, como la vid (para vino y pasa), el cáñamo o la morera (para la seda), entraron en franca crisis, por razones económicas o biológicas, la trasformación se impuso, como una cuestión de necesidad más que de elección, para un gran número de agricultores.

Esto pone de relieve el papel fundamental desempeñado por la burguesía rural y la clase media urbana de la época, cuya apuesta por la transformación de terrenos poco productivos o improductivos en huertos de naranjos y tierras de regadío tendría la doble función de desarrollar la producción naranjera a lo largo de la mayor parte del siglo XIX y de generar el efecto demostración que orientaría y estimularía, después, al pequeño agricultor (Tomás Carpi, 1985, 463-464 y 626). Este efecto demostración, que se consolidaría a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, iría creando las condiciones ambientales (creencias y actitudes) favorables a una más amplia difusión social del nuevo cultivo, a la que la crisis de los cultivos tradicionales (del cáñamo, en la provincia de Castellón, de la seda, en la de Valencia fundamentalmente, y después de la vid y la pasa, con crecientes problemas de demanda y la invasión de la filoxera) de finales de dicho siglo y principios del XX daría el definitivo empujón.

Lo anterior permite entender tanto la aceleración del crecimiento del regadío y de las plantaciones de naranjos en el último tercio del siglo XIX, como la eclosión del primer tercio del siglo XX. En la provincia de Valencia se paso de unas 3400 hectáreas en 1878 a en torno a las 10.000 en 1900, que se convirtieron en más de 38.000 en 1931 (Liniger-Goumaz, 1962, 77). En la de Castellón había unas 1270 hectáreas en 1878, que se habían convertido en 8000 a principios del siglo XX (Bou Gascó, 1879, 325 y Maylin, 1905) y más de 28.000 en 1930 (Bellver Mustieles, 1933, 164). Aunque después de la Segunda Guerra Mundial este cultivo aún seguiría creciendo, lo haría a mucho menor ritmo, hasta llegar a su punto álgido en los años setenta, en los que daría comienzo la fase de declive. Puede decirse, por tanto, que el naranjo ha sido una fuerza económica relevante durante doscientos años, con casi un siglo de máximo protagonismo e incidencia económica en la Comunidad Valenciana, que ha dejado un sello imperecedero en la estructura económica y la cultura de esta región.

La importante transformación que tendría lugar durante el último tercio del siglo XIX y el primero del siglo XX no sólo permitiría sobrellevar los desfavorables efectos económicos de la crisis de los cultivos tradicionales, sino que se convertiría en el propulsor de una significativa elevación de los ingresos de cuantos se relacionaban con la actividad agraria, así como de la renta y el valor de la tierra, en el mayor espacio económico de la Comunidad Valenciana. Los testimonios que se tienen de este fenómeno, referidos a la provincia de Castellón, son muy elocuentes. Maylin, a principios del siglo XX hacia notar que los ingresos de una propiedad estándar se habían multiplicado por más de veinte con la introducción del naranjo (Maylin, 1905, 86). Carlos Llinás, que fue cronista de Castellón de la Plana, destacaba que agricultores con propiedades insignificantes se convirtieron en acomodados labradores con la introducción del nuevo cultivo (Llinás, 1918, 138). Hay que tener en cuenta, por otro lado, que el naranjo iba bien en tierras poco aptas para otros cultivos, es decir, tierras marginales en el contexto de la agricultura tradicional, como eran las arenosas, pedregosas, marjales o de montaña.

Pero esta mejora se extendía a los no propietarios por mediación del incremento de los salarios, que no sólo superaban considerablemente a los de las zonas no naranjeras, sino también a los que se pagaban en la ciudad (Tomás Carpi, 1985, 467-468). Hacia 1930 los salarios en el campo de Vila-real, Borriana o Castellón de la Plana llegaban a duplicar los que se pagaban en Vinarós, Benicarló o Vall d’Uixó, y casi duplicaban a los pagados de promedio en actividades urbanas de aquellos municipios (Tomás Carpi, 1985, 467-468). No puede extrañar, por tanto, que Mundina (Mundina, 1973, 640-641), refiriéndose a Vila-real, y Roca y Alcayde (Roca y Alcayde, 1932, 407), hablando de Borriana, coincidiesen en que el naranjo había sacado, hacia los años setenta de mil ochocientos, de la pobreza a la mayor parte de sus habitantes y enriquecido a estas poblaciones.

Comparativamente con la alternativa de cultivo más rentable del momento, cual era la vid, el valor promedio de la producción por hectárea de naranjo, sin estar en plena producción, era más de cuatro veces superior a principios del siglo XX (Tomás Carpi, 1985, 466). Esto y su adaptación a cualquier tipo de tierra, unido a la transformación al regadío que la citricultura trajo consigo, explicaría el que la introducción del naranjo conllevase una considerable revalorización de las tierras, aumentando exponencialmente la riqueza del área afectada por este cultivo. Ya en los años setenta de mil ochocientos, Bou Gascó hacia notar que tierras cuyo precio por ha-negada no superaba los 60 reales, alcanzaban precios de entre 800 y 1000 reales una vez transformados en naranjales (Bou Gasco, 1878, 214).

De cuanto se viene diciendo se deduce que lo realmente importante económicamente fue la combinación del crecimiento del naranjo y la extensión del regadío por toda la plana costera y valles colindantes. Pero cultivo y regadío, que en sí mismos ya constituían un importante proceso de innovación y cambio estructural, trajeron consigo otras innovaciones, al tiempo que daban lugar a la aparición de nuevas actividades. Por un lado, el naranjo y las hortalizas generarían un importante cambio en la función de producción, no sólo por la mayor intensidad del factor capital físico y humano que exigían, sino por la introducción de forma sistemática e intensiva del agua y de los abonos, tanto naturales como artificiales. El regadío mediante agua de pozo, impulsado especialmente por el cultivo del naranjo, introduciría en el campo, ya en la segunda mitad del siglo XIX, la máquina de vapor para elevar este preciado input (Janini Janini, 1923, 2122). Por último, y posiblemente lo más importante, la naranja daría lugar a una actividad de recolección, manipulación y transporte generadora de un importante efecto multiplicador, tanto en lo laboral como en lo económico. Un efecto inmediato que, sin considerar el beneficio de la intermediación y el transporte desde la región a los mercados de destino, representaba una cantidad superior al del valor de la fruta en el campo. Se trataba de las actividades de transporte local, recolección, manipulación, embalaje y presentación (Tomás Carpi, 1985, 472-473). Es decir, el impacto sobre la economía regional de la actividad naranjera fue considerablemente superior a la que generaba la actividad agrícola. Y este impacto no tenia parangón en otros cultivos. También los efectos arrastre sobre otros sectores, generadores de nuevas capacidades empresariales, humanas y tecnológicas, serían considerables, abriendo una nueva senda de transformación de la estructura productiva regional. Todo lo cual permite hablar del proceso tecnológico y económico impulsado por la introducción del naranjo como un auténtico cambio de paradigma tecno-económico de alcance regional.

Los motores sociales de este proceso fueron una burguesía rural innovadora y elementos de la clase media urbana, que no sólo introdujeron y adaptaron el cultivo al espacio en cuestión, muchas veces en suelos marginales de muy bajo valor agronómico y económico, sino que fueron los captadores y desarrolladores de las técnicas del cultivo. Fueron ellos también los que, alumbrando agua mediante pozos e instalando motores de vapor para elevarla, contribuyeron de manera fundamental al crecimiento del regadío. Sin olvidar su contribución a la creación de los conductos que permitían llevar el fruto a los mercados, aunque la comercialización y el transporte estarían, hasta después de la Segunda Guerra Mundial, en gran medida en manos de actores externos a la región y a la actividad de producción y manipulación. Esta desconexión de los actores del sistema productivo de la naranja y los mercados de destino constituiría una de las principales debilidades del proceso generado en torno a este bien y una importante brecha por la que salía de la región una parte importante de los ingresos generados por el preciado fruto.

Pero en un sistema donde la propiedad está muy distribuida, el rol del pequeño agricultor es fundamental en la explicación del proceso de transformación expuesto. En un sistema de propiedad de estas características y una actividad tan intensiva en capital y mano de obra como la citrícola, es difícil imaginar el importante proceso de acumulación de capital generado, particularmente en los últimos años del siglo XIX y primer tercio del XX, sin una respuesta masiva y entusiasta de este colectivo. Su aportación a la capitalización mediante el uso de su capacidad de trabajo fue fundamental. Y esto fue posible, sin embargo, no sólo por el efecto demostración y la crisis de los cultivos tradicionales, sino también porque el naranjo era compatible, en los primeros años de vida cuando la producción no cubría sus propios costes, con otros cultivos, desde el cereal hasta las hortalizas, haciendo llevadera la fase de transición, siempre y cuando hubiera agua. Este problema, que en parte se afrontó mediante la creación de sindicatos de regantes, asociación de pequeños agricultores para abrir y explotar un pozo, tuvo en la inversión de la burguesía rural en pozos y motores para regar sus propiedades y la venta del excedente de agua a sus vecinos, una solución de importancia decisiva.

Pero además de constituir una innovación radical en la economía valenciana inductora de otras innovaciones, la introducción sistemática del naranjo y sus efectos inducidos daría lugar, tal y como pone de relieve Carlos Llinás en referencia a Castellón (Llinás, 1918, 142), a un proceso de cambio cultural y una nueva actitud frente a la innovación, abriendo la sociedad local a nuevos hábitos y prácticas, a nuevas ideas y valores, a los flujos de información y productos procedentes del mundo desarrollado, así como a la idea de progreso. Hecho este que iría de la mano del cambio social que se estaba produciendo, tanto por la elevación de los niveles de vida como por el cambio en el sistema productivo, con la aparición de nuevos actores, como comerciantes e industriales, a su vez portadores de una nueva visión del mundo.

El cambio que supuso la introducción del naranjo y los efectos arrastre económicos que generó, no sólo supusieron cambios materiales de gran importancia, sino también la apertura de nuevos horizontes tecno-económicos, una nueva concepción del mundo y la superación de inercias psicosociales, especialmente entre los pequeños agricultores y la sociedad rural en general, al tiempo que contribuía de forma decisiva al desarrollo del mundo urbano, fuente de nuevos impulsos transformadores.

3. LOS EFECTOS ARRASTRE DE LA ACTIVIDAD CITRÍCOLA Y EL DESARROLLO DE LA BASE INDUSTRIAL DEL ESPACIO CENTRAL VALENCIANO

Los procesos de industrialización suelen ser resultante de una confluencia de fuerzas y variables, tanto de índole económica como social, institucional y geográfica. Fuerzas y variables que actúan tanto desde el lado de la oferta como del de la demanda. Sin olvidar que todo proceso de desarrollo atraviesa por fases distintas en su evolución, con presencia en cada una de ellas de fuerzas y variables de distinta naturaleza. La industrialización del área que nos ocupa no ha sido diferente. Es necesario tener presente, sin embargo, que sin determinadas fuerzas promotoras en la fase germinal del proceso de industrialización de un territorio, esta actividad nunca alcanzaría la masa crítica necesaria para autopropulsarse, generando y atrayendo nuevas fuerzas y variables que le imprimieran renovado dinamismo. A mi modo de ver, el amplio y prolongado proceso de crecimiento económico que protagonizó la naranja durante el período de más de cincuenta años que van desde los años setenta de mil ochocientos hasta los años treinta de la pasada centuria, el efecto renta y riqueza que originó la transformación económica arriba expuesta y su impacto cultural y sobre la capacidad de innovación de la sociedad valenciana, han sido las fuerzas promotoras de la base industrial que serviría de punto de partida del proceso de industrialización auto-sostenido de carácter endógeno del Área Metropolitana de Valencia. Una base industrial que estaba ya bien asentada en los años treinta del siglo XX y que serviría de trampolín al proceso de rápido crecimiento manufacturero de los años sesenta, a impulsos de la demanda nacional e internacional.

Pero la amplitud que alcanzaron los efectos arrastre del proceso económico generado por el sector agrario, incluyendo, por supuesto, la sensible expansión del regadío, base del cultivo, necesitó del complemento de tres importantes variables:

a) La concentración demográfica de Valencia, con las economías de urbanización y aglomeración que una ciudad de esta importancia supone. Valencia-ciudad más que duplico su población entre 1877 y 1930, representando en este momento más del 40% de la población de la zona costera de la provincia de Valencia.

b) La base artesanal existente, que aportó las capacidades humanas que, desde el lado de la oferta, dieron respuesta a la demanda generada por el efecto renta y el efecto riqueza que la transformación del agro trajo consigo.

c) El alto grado de distribución de la propiedad, producto de la forma que la tenencia de la tierra adopto en el Antiguo Régimen en el País Valenciano, y en especial en esta zona (Tomás Carpi, 1985, cap. XX), y que permitió que los ingresos generados por la naranja alcanzaran un relativamente alto grado de equidistribución, dando lugar a un mercado de masas de ciertos productos apreciados en la zona, especialmente relacionados con la vivienda y las necesidades del hogar (construcción, materiales de construcción, forja, ebanistería, muebles, lámparas, pavimentos y revestimientos cerámicos, textil-hogar..) así como bienes de consumo duradero y servicios.

Estas tres variables han sido fundamentales en la definición del efecto arrastre inducido de la actividad citrícola, producto del efecto demanda e inversión de los perceptores de ingresos generados por la actividad agraria o las que directa (efectos arrastre directos) e indirectamente (efectos arrastre indirectos) estimuló aquélla.

Los efectos arrastre directos pueden clasificarse en efectos hacia atrás y efectos hacia adelante. Los primeros son los estimulados por la demanda de la propia actividad motriz (naranjo y regadío), como son la producción de abono, maquinaria para la extracción de agua, útiles de labranza, insecticidas o servicios de limpieza y fumigación de los árboles. Los segundos son los que origina la preparación del producto para su envío al mercado (recolección, transporte, manipulación, comercialización…) o su transformación en zumos, conservas, etc. Estos efectos generan, a su vez, enlaces con otras actividades con posibilidades de dar origen a su producción, o expandirla si ya existía, en el territorio donde se ha producido la expansión agraria. Tal es el caso de la producción de medios de transporte, las serrerías mecánicas para la preparación de madera destinada a la fabricación de cajas, la fabricación de papel de seda y su estampación, la producción de tachuelas y puntas de París para la fabricación y sellado de las cajas, etc.

La estrecha relación funcional, necesitada de proximidad, entre la actividad agraria y muchas de las derivadas de sus efectos arrastre, tanto directos como indirectos, haría que su aparición se diera de forma dispersa, siguiendo la estela de la actividad agraria. Esto explica la aparición desde el último tercio del siglo XIX en los distintos municipios de la Plana, así como en toda la zona naranjera de Valencia, de gran número de almacenes de naranja, fábricas de abonos, serrerías mecánicas para envases de madera, molinos de papel, fabricación de puntas de París, fabricación y mantenimiento de maquinaria agrícola y medios de transporte, etc. (Tomás Carpi, 1985, 470-471). Sin embargo, aunque estas actividades producto de los efectos arrastre directos e indirectos de la producción naranjera adquirirían importancia y darían lugar a un fondo de saber hacer y capacidades humanas no despreciable, en modo alguno, dada su estricta dependencia del agro y su dispersión, sentarían las bases sobre las que se levantaría el proceso de industrialización de la zona. Esto no excluye su contribución al desarrollo de segmentos productivos de gran valor para el despliegue de ramas productivas, como ocurriría con el sector del mueble y madera y el de transformados metálicos, que protagonizarían el proceso de industrialización del siglo XX. Pero esta contribución se daría allí donde se constituyeron importantes agrupaciones de empresas, o clusters, que devendrían en distritos industriales, como ocurrió en torno a Valencia.

Muy distinta ha sido la función del efecto arrastre inducido, con la confluencia de la concentración urbana de Valencia, la base artesanal preexistente y el alto grado de distribución de la renta y la riqueza en el espacio central valenciano. Después de verse abortado el proceso de industrialización sedera, el impulso económico que protagonizaron la naranja y el regadío, con la ayuda de las hortalizas y el arroz (y también del vino hasta principios del siglo XX), alimentaría tanto el crecimiento demográfico y económico de Valencia, a lo que contribuyo su condición de gran nudo nacional de comunicaciones, con el puerto y el ferrocarril como principales infraestructuras y motores de actividad económica, como su transformación en un espacio urbano moderno y dinámico.

Este dinamismo urbano y la creciente apertura a la sociedad occidental, a lo que sin duda contribuyó de forma muy significativa la economía citrícola, así como la elevación de la capacidad de gasto que ella y el regadío generaron, y el gusto por la vivienda, el mobiliario, los complementos del hogar y la diferenciación social, impulsarían la producción y la innovación en actividades ya existentes, como la del mueble, la de lámparas, la joyería, la del textil-hogar, la de la confección, la del calzado, la marroquinería, la producción de abanicos o la de juguetes.

Algunas de estos sectores, como el del mueble, cuya actividad apenas era perceptible en 1860, contando Valencia sólo con una producción dispersa desarrollada por pequeños talleres (Martínez Ferrando, 1933), experimentó un considerable desarrollo en el último tercio del siglo XIX, pues en la primera década del siglo XX daba ya ocupación a unos diez mil operarios, conformando un cluster empresarial y un fondo de conocimiento que poco tenía que envidiar a los principales centros europeos del sector, como París y Viena. Su dinamismo económico, comercial y tecnológico se ponía de relieve en el éxito de la Exposición Regional de 1909 y la notoriedad alcanzada por las muestras de algunas firmas valencianas en las exposiciones de Londres, París y otras importantes ciudades europeas. La amplia gama de productos generados y su calidad, así como el alto grado de división del trabajo que se había logrado, el nivel tecnológico alcanzado y el prestigio internacional del mueble valenciano, ponen de releve el grado de desarrollo conseguido por el cluster ya a principios del siglo XX (Tomás Carpi, 1985, 690).

Lo que explica este importante avance del sector, especialmente en el campo de la innovación y el conocimiento del oficio, es la presencia de algunos notables emprendedores (Tomás Carpi, 1985, 689) que crearían escuela y desencadenarían un círculo virtuoso de innovación, crecimiento, aprendizaje y rendimientos crecientes. Pero es indudable que lo que estimuló la innovación y el emprendedurismo fue tanto la creciente demanda como un mercado cada vez más exigente. Pero este mercado no era otro que el regional, al que la elevación de la renta y la riqueza y el desarrollo de la ciudad de Valencia imprimirían un especial dinamismo, estimulador a su vez del de los sectores más relacionados con los gustos y preferencias locales. Ahora bien, el que no sólo fuese la naranja, sino también otros cultivos, como la vid, arroz y hortalizas, los que alimentaron el crecimiento y modernización de Valencia, obliga a relativizar la contribución, al menos en los primeros años del despegue del sector, de dicho producto. Sin lugar a dudas en la fase de consolidación de la actividad, a lo largo de la primera mitad del siglo XX, su contribución sería mucho más relevante.

La industria cerámica, otra importante actividad que adquiriría gran relieve en el último tercio del siglo XIX y el primero del siglo XX, hundía sus raíces en la historia de la zona, y estaba bien asentada como actividad en la segunda mitad del siglo XIX. El desarrollo y modernización de Valencia desde mediados del siglo impulsó de modo especial la producción de azulejos, utilizados en la construcción. La eclosión de esta actividad, sin embargo, se produciría ya en la fase de pleno auge de la naranja. Y aunque algunas empresas de cierto tamaño llevarían sus productos al mercado nacional y extranjero (COCIN-V, 1932), sería el mercado del espacio central valenciano el principal impulsor del cluster cerámico de Valencia y su hinterland, afectando también a la producción de azulejos de Onda-Alcora.

Los sectores de transformados metálicos y agroalimentación son los que tienen una mayor relación con la actividad agrícola y la expansión del regadío. La extracción de agua subterránea, la demanda de maquinaria de la actividad vinícola, arrocera y de manipulación de la naranja, así como la demanda del sector del transporte (producción de medios de transporte, repuestos y mantenimiento), constituyen importantes impulsores de esta actividad (Tomás Carpi, 1985, 694-695). El desarrollo industrial posterior también contribuiría, por mediación de la demanda de útiles y maquinaria, a su expansión. Y no cabe olvidar el impacto de la construcción y de la demanda de bienes finales para el hogar por parte de una comunidad cuyos niveles de vida y riqueza se elevaron ostensiblemente, lo que se haría especialmente patente en la industria de lámparas e iluminación.

También la industrial alimentaría debería su expansión tanto a los efectos arrastre hacia adelante de la producción agraria, de manera particular los cultivos de vid, arroz y hortalizas, como a la demanda local de bienes finales, impulsada de manera particular por el efecto renta y riqueza originados por el naranjo y la expansión del regadío. En realidad, la influencia del cultivo de la naranja sobre esta actividad ha sido más de carácter inducido que directo.

Cualquiera que fueran los avatares que siguió la industria del espacio central valenciano a partir de la crisis de los años treinta, la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial, lo cierto es que hacia los años treinta del siglo XX las bases sobre las que se asentó el desarrollo industrial de los años sesenta estaban fijadas y relativamente consolidadas, con las fortalezas y debilidades que también se harían patentes en esa fase más avanzada. Se puede afirmar que existían varios clusters sectoriales de cierta entidad con un amplio colectivo de empresas y una relativamente alta división del trabajo. En suma, capacidades humanas y saber hacer productivo, con un marcado predominio de las pequeñas empresas y las microempresas. Menos de la cuarta parte del valor estimado de la producción industrial de la provincia de Valencia la generaban empresas medianas y grandes. La práctica totalidad de las empresas de la zona que nos ocupa eran familiares, siendo muy pocas las sociedades registradas (Tomás Carpi, 1989, 77). Esta concentración de capacidad productiva y experiencia empresarial constituía un activo que, después, una vez pasado el largo periodo de turbulencias que va desde los años treinta a principios de los cincuenta, alimentaría el renacer de la industria.

Pero esta misma estructura, con actividades muy intensivas en mano de obra y minifundismo empresarial, no atraería recursos procedentes de otros sectores, especialmente el capital y capacidad empresarial, autofinanciándose y generando su propio capital empresarial merced a la movilidad social interna. Estas mismas características empresariales permiten entender la escasa entidad del capital tecnológico en la economía valenciana, la absoluta desconexión de la industria respecto al sistema de I+D y al sistema de formación, así como las pobres capacidades comerciales gestadas, que limitarían su proyección externa, o la harían depender de intermediarios externos. En esto no difería demasiado la industria de la agricultura, lo que desvela el problema generado por la fuerte división de la propiedad y la debilidad del capital social en la sociedad valenciana, las dos cruces principales de su economía en su historia reciente.

4. INDUSTRIALIZACIÓN Y CAMBIO DE LA BASE EXPORTADORA

No es este el lugar ni el momento para analizar el proceso de desarrollo experimentado por la economía valenciana en general, y la del espacio central valenciano en particular, a partir de los años sesenta. Resulta, no obstante, útil situar el sector que tan importante ha sido para crear las condiciones previas del desarrollo económico valenciano de los últimos cincuenta años, en esta nueva fase de evolución de la economía valenciana.

En 1960 la agricultura de exportación constituía aún la principal actividad en la zona costera de la provincia de Valencia, y también en la de Castellón. Más del 42% de la población activa de aquella provincia trabajaba en el sector primario, es decir, en la agricultura. Y en ella la agricultura de regadío, y en especial los cítricos, prevalece de forma absoluta. Si tenemos en cuenta que una parte muy importante del empleo terciario estaba relacionado con esta actividad, es lógico inferir que la base exportadora de la economía del espacio central valenciano era agraria. El sector secundario, con más del 27% de la población activa, tenía ya una importancia no desdeñable. Y en este sector, la industria manufacturera era ya dominante; si bien la dependencia de la industria y la construcción respecto al sector agrario hacía de éste el motor sin discusión de la economía de la zona.

La situación había, sin embargo, cambiado de forma ostensible a mediados de los años setenta. La población activa del sector primario había descendido al 15% del total, mientras que casi el 44% pertenecía al sector secundario, y en especial a la industria. En torno al 41% se relacionaba con el sector terciario, una actividad que se había modernizado sensiblemente, perdiendo mucho peso la actividad de manipulación y comercialización de la naranja. La base exportadora de la economía del espacio central valenciano había dejado de ser predominantemente agraria. El sector industrial había ido desplazando al agrario durante los años sesenta, hasta convertirse en mayoritario. Y desde ese momento el desplazamiento del sector agrario por el industrial y el de la promoción inmobiliaria y construcción, y cada vez más por el terciario (turismo, transporte y logística principalmente) ha sido continuo e imparable hasta la actualidad, en que el sector agrario tan sólo tiene un peso testimonial en la generación de empleo y valor añadido.

Aunque afectada por el estricto corsé de la etapa autárquica de la economía española, la industria valenciana asistió en los años cincuenta del siglo XX a una fase de recomposición y reconstrucción con los restos, especialmente el saber hacer, de la estructura de los años treinta. En este período se experimentaría incluso cierto crecimiento, toda vez que la agricultura recuperaba su impulso exportador y ayudaba a la reconstrucción industrial. Con ello se recreaban las condiciones que permitirían un nuevo impulso industrial, aunque con un estímulo distinto al de la fase precedente: la demanda nacional, primero, y la internacional después.