Narración, experiencia y sujeto - Eleazar Humberto Guerra de la Huerta - E-Book

Narración, experiencia y sujeto E-Book

Eleazar Humberto Guerra de la Huerta

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Beschreibung

La década de los años sesenta en México se considera una "época bisagra" entre el ya manipulado nacionalismo cultural y novedosas formas de concebir las expresiones artísticas y los comportamientos sociales e individuales. En este contexto, un empresario editorial y un destacado editor y crítico literario conciben la primera colección autobiográfica mexicana: Jóvenes escritores mexicanos del siglo XX presentados por sí mismos, donde noveles autores se embarcan en el engañoso arte autobiográfico. Así, podemos ver el uso reiterado de técnicas propias de la dramaturgia y el registro irónico en los textos de Carlos Monsiváis y José Agustín; mientras Salvador Elizondo, Sergio Pitol, Juan García Ponce, Vicente Leñero y Juan Vicente Melo hacen de sus autobiografías verdaderos campos de experimentación vivencial y artística, donde imperan las estrategias textuales propias del ejercicio lírico. La experiencia necesariamente se decanta al narrarse para cobrar significación y en ella surge el sujeto como entidad individual favorecida desde la primera modernidad. El presente estudio aborda esta parcela de la literatura mexicana hasta ahora no atendida y quiere demostrar que la literatura autobiográfica es un género relacional que enfrenta el discurso de belleza con el discurso de verdad, tradicionalmente considerados excluyentes.

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A través de nuestras publicaciones se ofrece un canal de difusión para las investigaciones que se elaboran al interior de las universidades e instituciones públicas de educación superior del país, partiendo de la convicción de que dicho quehacer intelectual solo está completo y tiene razón de ser cuando se comparten sus resultados con la colectividad. El conocimiento como fin último no tiene sentido, su razón es hacer mejor la vida de las comunidades y del país en general, contribuyendo a que haya un intercambio de ideas que ayude a construir una sociedad madura, mediante la discusión informada en la que tengan cabida todos los ciudadanos, es decir utilizando los espacios públicos.

Con nuestra colección Pública crítica presentamos una serie de investigaciones en torno a la crítica, a la teoría y a la reflexión literarias, elaboradas por académicos —principalmente mexicanos— pero que, como el quehacer literario, trasciende por mucho los límites o fronteras nacionales.

Títulos de Pùblicacrítica

1.Constelaciones I. Ensayos de Teoría narrativa y Literatura comparada

Luz Aurora Pimentel

2.Galería de palabras. La variedad de la ecfrasis

Irene Artigas Albarelli

3.La risa en la literatura mexicana (apuntes de poética)

Martha Elena Munguía

4.Análisis del discurso: estrategias y propuestas de lectura

Irene Fenoglio Limón, Lucille Herrasti y Cordero y Agustín Rivero Franyutti (coordinadores)

5.Tránsitos y umbrales en los estudios literarios

Adriana de Teresa Ochoa

(coordinadora)

6.De Perséfone a Pussycat. Voz e identidad en la poesía de Margaret Atwood

Claudia Lucotti

7.Poesía, pensamiento y percepción. Una lectura de Árbol adentro de Octavio Paz

Martina Meidl

8.Aproximaciones a la escritura autobiográfica

Blanca Estela Treviño García (coordinadora)

9. Manifiestos... de manifiesto. Provocación, memoria y arte en el género-síntoma de las vanguardias literarias hispanoamericanas,

1896-1938

Osmar Sánchez Aguilera (editor)

Esta coedición de la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco y Bonilla Artigas Editores, fue dictaminada por pares académicos externos expertos en el tema. Agradecemos a la Rectoría de la UAM-Xochimilco el apoyo para la producción editorial de esta obra.

Los derechos exclusivos de la edición quedan reservados para todos los países de habla hispana. Prohibida la reproducción parcial o total, por cualquier medio conocido o por conocerse, sin el consentimiento por escrito de su legítimo titular de derechos.

Narración, experiencia y sujeto. Estrategias textuales en siete autobiografías mexicanas

Eleazar Humberto Guerra de la Huerta

Primera edición impresa: 2016

© Bonilla Artigas Editores, S.A. de C.V., 2016

Cerro Tres Marías número 354

Col. Campestre Churubusco, C.P. 04200

Ciudad de México

Tel.: 55 44 73 40 / Fax 55 44 72 91

[email protected]

www.libreriabonilla.com.mx

© Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco

Calzada del Hueso 1100,

Col. Villa Quietud, Coyoacán,

C.P. 04960

Ciudad de México

Tel.: 54 83 70 00

Sección de Publicaciones de la División de Ciencias Sociales y Humanidades. Edificio A, 3er piso. Teléfono 54 83 70 60

[email protected]

http://dcshpublicaciones.xoc.uam.mx

ISBN: 978-607-8450-63-3 (Bonilla Artigas Editores)

ISBN: 978-607-28-0866-9 (Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco)

ISBN ePub: 978-607-8560-55-4

Coordinación editorial: Bonilla Artigas Editores

Diseño editorial: Saúl Marcos Castillejos

Diseño de portada: Teresita Rodríguez Love

Edición ePub: javierelo

Hecho en México

 

Contenido

Agradecimientos

Introducción

Perspectivas teóricas en la crítica del texto autobiográfico

Introducción

Autobiografía e historia

Autobiografía: poder cognoscitivo y fenómeno de lectura

Autobiografía: presencia y ausencia de un género

Estrategia del estudio

La existencia como espectáculo: las autobiografías de José Agustín y Carlos Monsiváis

Introducción

La narración dramatizada

La dialogación y el registro del habla

Conciencia de la audiencia

El yo configurado en la autobiografía dramática

El texto como territorio experimental: las autobiografías poéticas de Salvador Elizondo, Juan García Ponce, Sergio Pitol, Vicente Leñero y Juan Vicente Melo

Introducción

La imagen, estructuradora de la narración

La subjetivación de la experiencia

La literatura: razón y medida de la existencia

El yo configurado en la autobiografía poética

Conclusiones

Bibliografía

Bibliografía literaria directa

Bibliografía literaria indirecta

Bibliografía crítica, teórica y general

Sobre el autor

A la memoria de mi hermanita Patricia.

Para Fernando Ruíz Cortés quien desde que me abrió su puerta me respetó, mostrándome el camino por el que podía aprender a respetarme.

Para Elena, Roberto y Mónica: los lazos construidos

son tan flexibles y volitivos que permanecen.

Agradecimientos

Me es imprescindible agradecer a las siguientes personas e instituciones.

Al área de investigación en polemología y hermenéutica, perteneciente al Departamento de Política y Cultura de la UAM-Xochimilco, que me acogió como investigador. En ella he podido aprender, crecer e investigar.

Al Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México, por haberme dado la oportunidad de entrenarme como investigador de las literaturas hispánicas. Especialmente a la Dra. Luz Elena Gutiérrez de Velasco quien con mucho más que paciencia, esmero y entusiasmo dirigió la versión de este libro que presenté como disertación doctoral.

A la Universidad Autónoma Metropolitana, institución de donde no sólo egresé como licenciado en literatura, sino que también me ha dado la oportunidad de desarrollarme como profesor-investigador. Especialmente al Departamento de Política y Cultura, al que pertenezco, y a la Rectoría de la Unidad Xochimilco, por financiar esta publicación. Y a Bonilla Artigas Editores por apoyar este proyecto en la modalidad de coedición.

La fotografía siempre es pasado,

una vez que has apretado el botón del disparador ya no somos como somos, somos como éramos.

Alberto García-Alix

Mirad, no tengo rostro, lo que exhibo es la cara del instante.

Edmond Jabès

He pensado lo siguiente: para que el suceso más trivial se convierta en aventura, es necesario y suficiente contarlo.

Esto es lo que engaña a la gente;

el hombre es siempre un narrador de historias;

vive rodeado de sus historias y de las ajenas,

ve a través de ellas todo lo que sucede,

y trata de vivir su vida como si la contara.

Jean-Paul Sartre

Introducción

La división tajante entre los diferentes géneros literarios, que organizó el estudio crítico de la literatura durante muchos años, ha experimentado actualmente un considerable cuestionamiento. De igual manera, la tradicional división entre textos creativos o de ficción y textos referenciales parece no ser ya la mejor fórmula para entender los fenómenos de puesta en texto. Esta situación ha dado lugar a la inclusión y revaloración de textos que anteriormente se consideraban fuera del ámbito de las preocupaciones de la crítica literaria. Los diarios, los epistolarios, los retratos, el periodismo narrativo o de investigación, las semblanzas, las biografías y las autobiografías se consideraban sólo como textos accesorios que podrían “adornar” una investigación literaria, servir como “aperitivo” de un banquete analítico, pero nunca se les concebía como el objeto de estudio principal de una investigación dentro de este campo.

En el caso de la autobiografía, los beneficios de esta puesta en crisis resaltan a la vista. En primer lugar, el cuestionamiento de la adscripción genérica exclusiva ha puesto en perspectiva la definición del carácter propiamente literario de un texto; particularmente de textos de corte narrativo. ¿Podrá alguien negar la complejidad narrativa e interés literario de textos autorreferenciales como los escritos por José Vasconcelos, Jaime Torres Bodet, Salvador Novo o Alfonso Reyes al hablar de literatura mexicana del siglo XX? En el caso de estas cuatro figuras literarias pertenecientes al canon (y de muchas otras también canónicas o en proceso de acceder al canon) sus trabajos autorreferenciales han sido poco leídos y poco analizados. En estos casos, como en los textos que conforman el corpus de la presente investigación, generalmente se reconoce la importancia de esta parcela dentro del conjunto de obras de los respectivos autores, pero raramente se eligen las mismas como objeto literario principal de una investigación. En situaciones así, la crítica parece haber procedido por pudor o ausencia de interés literario trascendente (la materia vivencial que los alimenta al ubicarse en el ámbito de la no ficción no responde a los requerimientos analíticos de una investigación objetiva situándose así en el espinoso campo de lo personal). Por ello, se ha enfocado la atención exclusivamente en las grandes obras, los grandes discursos narrativos principalmente, en los cuales se impone una visión hegemónica de lo “importante” y lo personal se descarta por “nimio”, “vacuo”, meramente anecdótico. En resumen, se privilegia el discurso público y se desprecia lo considerado privado, sin tomar en cuenta que cualquier texto una vez impreso adquiere un estatus público y social innegable equiparándose así con las obras consideradas “literarias”.

Ante la falta de estudios autobiográficos desde la perspectiva literaria surgió, entonces, en segundo lugar, la motivación inicial para llevar a cabo esta investigación. La cual radica en la doble fascinación que como lector ejercen los textos autobiográficos sobre nuestras preferencias de lectura y análisis: interesan los mecanismos narrativos formales (tradicionalmente asociados a la ficción narrativa) tanto como los contenidos referenciales (habitualmente relacionados con textos clasificados como “no literarios”). Hasta fecha muy reciente, estos dos ámbitos se concebían como excluyentes; no obstante, ahora se les hace coincidir con la intención de analizar formal y temáticamente este tipo de objetos textuales y así se les ha incluido como textos integrantes del campo literario, poseedores de una hibridez a la que está gravitando gran parte de los creadores literarios mexicanos actuales.

Por ello, en tercer lugar, ahora es posible hacer entrecruzamientos que anteriormente se concebían como imposibles, éste es el caso que anima la presente investigación: cómo pueden textualizarse los contenidos referenciales utilizando prácticamente las mismas herramientas o elementos formales recurrentes en la ficción narrativa. Más aun, qué consecuencias, beneficios, posibilidades o conocimientos particulares pueden manifestarse en este tipo de textos cuando existe una triple identidad entre autor, narrador y personaje principal.

El texto autobiográfico concebido como aquel en el que confluye la triple identidad recién nombrada es el objeto literario que nos interesa. Este tipo de textos además posee otra doble dimensión, su condición de producción y recepción que hace al texto autobiográfico aún más atractivo: interesa tanto la información referencial como los mecanismos narrativos y estéticos por los que se textualiza dicha información. Esto es un proceso que en ningún caso apunta a la transparencia informativa, si no a su complejización; siendo esta problematización la cuarta ventaja que nosotros vemos en analizar textos de corte autobiográfico.

La autobiografía mexicana es un campo de estudio que está dando sus primeros resultados. Como se señalaba anteriormente, hay muy pocos estudios sobre este tipo de textos mexicanos y en la bibliografía se pueden localizar si no todas, gran parte de las referencias que se han dedicado a este menester. Al realizar una primera búsqueda bibliográfica se hizo obvia la magnitud de la desatención crítica y, por tanto, las variadas posibilidades de intervención analítica. La sistematización realizada por Richard Woods delineó las amplias dimensiones del campo autobiográfico mexicano y permitió, por principio, desautorizar el lugar común que indica a las tradiciones hispánicas como reacias a la producción de textos de este perfil. Por el contrario, los dos trabajos de Woods permiten apreciar un amplio campo poco investigado.1

El conocimiento previo que teníamos sobre la autobiografía de Sergio Pitol guío, gracias a sus características paratextuales, a conocer un caso particular de producción autobiográfica: a mediados de la década de 1960 se publicó una colección de once autobiografías escritas por igual número de autores. El proyecto general se denominó “Jóvenes escritores mexicanos presentados por sí mismos” y fue una iniciativa de Emmanuel Carballo quien tuteló el proyecto a través de la ahora extinta Empresas Editoriales. Así, entre 1964 y 1966, aparecieron 11 autobiografías cuyos autores compartían una serie de características: todos eran escritores cuyos trabajos literarios empezaban a mostrar su valor e incipientemente aportaban elementos para su inclusión canónica. En todos los casos, los textos fueron una petición expresa y debieron ajustarse a una breve extensión, alrededor de 60 páginas impresas en un formato media carta. Todos los textos llevan por título el nombre del propio autor, los precede una nota de presentación del editor Carballo y en su conjunto representan una infracción a la teoría general del texto autobiográfico.2

Generalmente, este tipo de textos se ha pensado como una obra de producción tardía, que responde a una motivación muy personal y que se da cuando el autor en cuestión se ha ganado un lugar en el parnaso literario (o en cualquier otra área de la cultura) y este reconocimiento permite y justifica, en cierta medida, la redacción autobiográfica. Muy por el contrario, el corpus seleccionado presenta las condiciones opuestas de producción: el espacio autobiográfico (como lo explica Lejeune) es muy reducido, no es una obra de madurez puesto que los autores por su edad (todos andan en la tercera década de su existencia) apenas comienzan a producir obra y la tarea no nace por iniciativa propia; se trata de una invitación con requerimientos de extensión definidos y; por último, todos los textos se inscriben dentro de un proyecto editorial; es decir, se conciben como una colección en busca de capturar la atención lectora, se apuesta entonces a un proyecto que tiene la finalidad de venderse, de poner en circulación contenidos culturales novedosos, cuestión ésta inédita dentro de la literatura mexicana.

Paralelamente, una revisión de la crítica especializada dedicada a examinar la obra de los autores incluidos en la colección de Empresas Editoriales indicaba dos apreciaciones acerca de las piezas autobiográficas. En un caso se ignoraba totalmente su existencia, seguramente por desconocimiento o por no valorarlas como piezas analíticamente valiosas, en fin por no considerarlas textualmente independientes, sino atadas a una referencialidad transparente, sin intervención del artificio literario. Una segunda actitud, señalaba la existencia de estos textos, simplemente como pertenecientes a las primeras etapas de desarrollo de los respectivos autores, pero igualmente (como en el caso del desconocimiento total) no se consideraban como piezas dignas de ser analizadas, sobre todo al cotejarlas con los trabajos considerados ficcionales y de mayor madurez creativa, como ya habíamos señalado en párrafos anteriores.

Afortunadamente, la atención crítica ha ido considerando, de manera creciente, a estos textos como literariamente valiosos y cuya independencia los hace posibles piezas analíticas, sin que necesariamente sean subsidiarias del resto de la obra de sus autores o que tan sólo sean depósitos más o menos fieles de experiencias referenciales cuya puesta en texto no supone ninguna adherencia, ganancia o transformación por el proceso mismo de textualización. Los años recientes han visto la reedición de un buen número de estas autobiografías lo cual ya es muestra de que los intereses y gustos literarios son dinámicos y susceptibles de transformarse constantemente.3

Si bien en el momento de la publicación de las autobiografías a sus respectivos autores no podía colocárseles más que en la categoría de “promesas” y el devenir de los mismos ha sido variopinto; el tiempo ha colocado en una situación canónica privilegiada a la mayoría de ellos. Muy probablemente el interés que despiertan ahora estos textos se deba a este proceso que para los autores que comenzaron a producir literatura en la década de 1960 ahora ha llegado a su cúspide. No obstante, esperamos que las siguientes páginas sirvan para entender estos textos como pertenecientes a un género híbrido poco comprendido, la autobiografía, y que también sirva para redimensionar algunos aspectos de autores que en la actualidad tienen justificada popularidad y reconocimiento. Por ello, se eligieron siete autobiografías del total de once publicadas en la colección. Durante el proceso de investigación crecía la importancia de algunos textos y de sus similitudes estructurales que permitió, finalmente, agruparlos en dos grandes categorías analíticas. En el primero se ubicaron los textos de Carlos Monsiváis y de José Agustín bajo la categoría de autobiografías dramáticas. Mientras que en la categoría de autobiografías poéticas se consideraron las autobiografías de Juan García Ponce, Salvador Elizondo, Sergio Pitol, Juan Vicente Melo y Vicente Leñero.

Ante tal decisión, se puede pensar que la autobiografía de Marco Antonio Montes de Oca debería estar incluida en el segundo grupo; así como el texto de Gustavo Sainz debería estudiarse en el primero. En un inicio así fue, pero su escasa calidad y ausencia de vinculación estructural con los demás textos hacía prácticamente imposible el análisis.

Por su parte, la exclusión de las autobiografías de Tomás Mojarro y Raúl Navarrete responde a otra circunstancia. Las características de las mismas corresponden al texto autobiográfico tradicional que se conoce como autobiografía oratoria. No obstante, la desaparición literaria de estos dos autores hacía difícil seguir los ejes temáticos que aquí se persiguen. El cambio de intereses profesionales del primero y el fallecimiento del segundo provocaron que se dejaran para otra investigación que queda pendiente de realizarse.

En el primer capítulo se hace una revisión de la teoría autobiográfica la cual concibe estos textos como pertenecientes a un género híbrido. Esta condición le atribuye intereses tanto referenciales (meramente la fijación de contenidos históricos en el texto) como estéticos (los procedimientos utilizados para verter dichos contenidos de forma que configuren al autobiógrafo y su experiencia y mantengan la atención del lector). El panorama teórico es muy amplio y si bien se trata de resumir los postulados básicos de las tres escuelas teóricas más destacables, el énfasis se hace en los acercamientos que enfatizan el poder cognoscitivo del texto autobiográfico y que se utilizan a la hora de analizar las autobiografías.

En el segundo capítulo se estudian las autobiografías de Carlos Monsiváis y de José Agustín, bajo la categoría de autobiografías dramáticas. Estos autores, de manera breve, espectacularizan, si este término es posible, su experiencia. Para lo cual conciben la narración como una constante puesta en escena en la que ellos entran y salen a voluntad, pero siempre toman el papel protagónico único o principal. Se detallan, entonces, las estrategias textuales por las que dan cuenta de este procedimiento que recala en una configuración del yo que se quiere inalterable, fiel a sí mismo, puesto que la experiencia es un campo para probar características y rasgos permanentes e inalterables. Es, entonces, el texto como perpetua representación teatral, pero que no altera la personalidad, por el contrario, la reifica. Por ello recurren al diálogo o monólogo, discurso directo propio de la dramaturgia, la apelación directa al lector-espectador, entre otros recursos que se detallan más adelante.

En el tercer capítulo se analizan los textos de Juan García Ponce, Salvador Elizondo, Sergio Pitol, Juan Vicente Melo y Vicente Leñero como autobiografías poéticas. Estos traducen la experiencia a través de una serie de recursos retóricos propios de la lírica, sobre todo recurren al oxímoron y la imagen para narrar su experiencia. A través de éstos, los autores conciben su propia vida como signada por la incertidumbre, la revelación, la fuerza del instante y raramente confían en el sentido lineal y progresivo de la existencia.

Como esperamos que sea apreciable, el análisis en ambos capítulos parte de los recursos estructurales (las estrategias textuales) y de ahí se dimensionan y estudian las preocupaciones temáticas. Obviamente, está implícita la posición de que la naturaleza y el alcance de los recursos de estilo moldean, constriñen y a la vez liberan el material vivencial y proporcionan una específica configuración del yo retratado en los textos y, finalmente, les brindan una significación específica que rara o escasamente ha sido discutida críticamente. Por último, un apartado conclusivo cierra el presente libro.

Notas

1. Cfr., Richard Donovan Woods. “Mexican Autobiography: An Essay and Annotated Bibliography” y Mexican Autobiography / La autobiografía mexicana. An Annotated Bibliography / Una bibliografía anotada.

2. Muy probablemente Emmanuel Carballo tomó la idea de esta colección a partir de la autobiografía del poeta ruso Yevgeny Yevtushenko. La editorial Era la publica en 1963 bajo el título de Autobiografía precoz/seguida de ocho poemas.

3. Con la excepción del texto de Carlos Monsiváis, que se reeditó en dos ocasiones, las demás autobiografías sólo tuvieron una impresión. No obstante, en los últimos años se han hecho nuevas ediciones de las autobiografías de Sergio Pitol, Vicente Leñero y Salvador Elizondo, de las que tenemos conocimiento.

Perspectivas teóricas en la crítica del texto autobiográfico

Soy un contador de historias, para bien o para mal. Sospecho que la inclinación por los relatos, por la narrativa es una disposición humana universal, en acuerdo con nuestras pericias verbales, nuestra consciencia del ser y con nuestra memoria autobiográfica.

Oliver Sacks 1

Introducción

El campo teórico que alimenta y guía el estudio de textos autobiográficos es vasto y robusto. A grandes rasgos se distinguen tres escuelas de pensamiento crítico. James Olney las clasifica de la siguiente forma: la perspectiva del “bios” donde interesa el contenido histórico del texto, su veracidad factual; mientras que la perspectiva del “autos” acomete sus análisis bajo la idea de que este tipo de textos, efectivamente, retienen un poder cognoscitivo; pero cuyo sujeto configurado y referencialidad son actualizados en el momento de la lectura, es decir, susceptibles de interpretación y donde el manejo del lenguaje escrito toma un papel fundamental. Por último, la perspectiva de la “graphé” niega la capacidad cognoscitiva del texto autobiográfico y se inclina a una lectura inmanente de tipo ficcional. Desde este punto de vista, la autobiografía es una ficción y el yo configurado en sus páginas resulta también ficcional.

En este estudio se siguen los postulados de la perspectiva del “autos”, no sin antes reconocer que se pueden realizar otro tipo de pesquisas utilizando las propuestas metodológicas de las perspectivas tanto del “bios” como de la “graphe”. No obstante, en las siguientes páginas se hace un recuento crítico de las tres posturas para evidenciar sus alcances y para fundamentar el tipo de análisis autobiográfico que aquí se lleva a cabo en los capítulos segundo y tercero.

Autobiografía e historia

Durante la primera mitad del siglo XX, la crítica desestimó el estudio de la autobiografía por no considerarla propiamente un texto literario. Su pretendido carácter referencial la colocaba en el ámbito del documento histórico y por tanto, su supuesto valor residía exclusivamente en ser testimonio “verídico” de un autor, de su época y de la singular articulación entre ambos. Este primer reparo de la crítica literaria al texto autobiográfico resultaba, sin embargo, equivocado, puesto que en la misma época la teorización histórica ya se cuestionaba la “veracidad” absoluta del documento referencial. Para Marc Bloch, por ejemplo, ni siquiera el documento es “fiel” al pasado; por el contrario, lo deforma, lo adecua a intereses concretos, lo distorsiona de tal manera que esa misma desviación se vuelve reveladora de un momento determinado y de una manera de concebir los procesos históricos. Para el autor, la mentira es una forma (entre muchas posibles) de testimonio y en vez de desalentar el afán de conocer mejor el pasado, lo hace más productivo:

En nuestra inevitable subordinación al pasado, condenados, como lo estamos, a conocerlo únicamente por sus rastros, por lo menos hemos conseguido saber mucho más acerca de él que lo que tuvo a bien dejarnos dicho. Bien mirado, es un gran desquite de la inteligencia sobre los hechos.2

La teoría de la historia continúo depurando esta categorización de los rastros documentales del pasado y, desde nuestro punto de vista e intereses particulares en este estudio, es la escuela francesa de los Annales la que logra una diferenciación precisa de los documentos a través de la clasificación del annale, la chronique y la histoire. El primer término, el anal, remite a la idea de un acontecimiento aislado, un suceso que ha sido registrado, pero que no tiene todavía relevancia característica, esta última cualidad se obtiene al agrupar varios annales en una chronique, una crónica, la cual logra su significación plena a través de la histoire, una historia, que le proporciona una determinación semántica específica.3 Esta clasificación nos parece sumamente útil para acercarse al sustrato referencial del texto autobiográfico, pues es por medio de la narración retrospectiva que los hechos (annales) se engarzan de tal forma que se convierten en una histoire con sentido determinado, el cual ha sido enfocado desde una perspectiva elegida y así el texto deviene en una versión premeditada del pasado. Bruner y Weisser, usando el término autoinforme como una versión de lo autobiográfico, relacionan estos tres niveles de documentación con el tipo de información contenida en el texto autorreferencial:

Los autoinformes son así: un recuerdo sospechosamente motivado de acontecimientos al estilo del annale (“la severa maestra de tercer grado”), a los que se les da significado a través de chroniques (“mi batalla contra el autoritarismo en la escuela”), integrados en una histoire más o menos vaga (“mi constante búsqueda de autonomía en una cultura que exige el conformismo”).4

Adhiriéndonos a la recién mencionada posición, aquí se considera el sustrato referencial del texto autobiográfico como una versión particular de la histoire de su autor quien ha elegido una serie de annales que en conjunto forman una o varias chroniques y que toman su dimensión más depurada a través de dicha histoire, o sea el texto autobiográfico en cuestión. Los mencionados críticos afirman que los sucesos del pasado se adecuan a las necesidades del presente de la enunciación y que por lo tanto son siempre resignificados y susceptibles de ser reinterpretados. De esta manera, el texto autobiográfico es una histoire determinada por el momento de su enunciación, en la cual los hechos recolectados y resignificados presentan desde un inicio una negación del concepto de veracidad y fidelidad absolutas, incuestionables y, por ello mismo, ininterpretables. Así, es posible ver que el reparo literario estaba mal fundado, ni siquiera la propia disciplina histórica veía de forma inamovible y monolítica al documento; por el contrario, lo caracterizaba de forma dinámica y susceptible de variadas interpretaciones, de la misma forma en que la crítica literaria se ha acercado tradicionalmente a su objeto de estudio.

Como continuación de la misma posición epistemológica, al caracterizar al texto autobiográfico como poseedor de un poder cognoscitivo absoluto, se consideraba el artificio literario tan sólo como un medio por el que necesariamente se expresaba una referencialidad transparente, sin reflexionar que la utilización de una poética determinada modificaba esa misma referencialidad. No obstante, algunos críticos literarios, de manera esporádica durante las primeras décadas del pasado siglo y más constantemente hacia las décadas de 1950 y 1960, empezaron a prestarle atención al corpus autobiográfico, pero cometiendo la misma falta recién comentada.5 James Olney llama a este primer acercamiento la perspectiva del “bios”, en la cual los críticos se dedicaron a analizar los textos autobiográficos como relatores fidedignos del sujeto y su entorno y por ello las marcas textuales que daban cuenta de estas dos instancias debían estar investidas por la exactitud y la sinceridad. Esta permanencia de significados lleva implícita la noción de un sujeto único y permanente, transhistórico y, por lo tanto, localizable en textos muy antiguos o muy contemporáneos. El sujeto en este sentido se concibe como inamovible, incuestionable, unitario y hegemónico. El develamiento de la forma en que estas dos actitudes se manifestaban textualmente era la comprobación de que se estaba frente a un texto de valía y confianza históricas y, por tanto, digno de leerse como medio para acceder a una “verdad” más profunda, más trascendente, ubicada en un sitio ideal, solamente alcanzable en el horizonte de las expectativas. La justificación del estudio autobiográfico en este caso es meramente extratextual y subsidiaria ingenua de otra disciplina, la historia, la cual ni siquiera, como hemos señalado, consideraba sus documentos, sus textos, material transparentemente confiable.

Sin embargo, es necesario reconocer que estos primeros críticos comenzaron a romper, sin darse cuenta de la trascendencia del hallazgo, el rígido paradigma de la división genérica literaria.6 Pero, de igual manera, en la actualidad sus logros e investigaciones tienen tan sólo, paradójicamente, un valor histórico por haber llamado la atención sobre el hecho de que la autobiografía tenía que ser considerada y valorada en forma literaria. La espera fue realizada pacientemente por la autobiografía hasta el momento actual en que la misma ha sido elevada a objeto de estudio literario, propiamente dicho. Esta conceptualización literaria del texto autobiográfico se realiza, acentuadamente, a partir de la década de 1970 cuando comienzan a publicarse trabajos teóricos y críticos que procuran entender este tipo de narración del yo desde la óptica de los estudios literarios, aunque desde acercamientos diferentes que discutiremos más adelante.

En la actualidad, el análisis de la autobiografía se ha convertido en la arena más adecuada para dirimir cuestiones nodales de los estudios literarios en particular, pero que igualmente resultan de singular importancia en las demás disciplinas humanas y sociales. En general, todas las disciplinas que se acercan al fenómeno del sujeto y su relación con el lenguaje como medio de expresión de ese sujeto están gravitando alrededor de las mismas cuestiones. Gracias a su carácter netamente híbrido, la autobiografía transita simultánea, necesaria e irremediablemente tanto en el texto documental como en el texto ficcional, lo cual permite discutir y apreciar temas fundamentales del campo crítico de la literatura, las humanidades y las ciencias sociales y conductuales. Así, en la autobiografía se pueden analizar, bajo una lupa de amplio alcance, fenómenos como el estatuto de autor, la relación entre ficción y realidad, la identidad, la verdad, la referencialidad, la autenticidad, el sujeto y el papel del lenguaje en la conformación del mismo, entre otros posibles temas. Son muchos los autores que señalan este papel fundamental que ahora juega la autobiografía en la teorización y la crítica literarias; entre ellos se encuentra Spengemann quien señala:

Los años que han pasado desde que empecé a trabajar en este pequeño libro han visto el tránsito de la autobiografía desde las fronteras de los estudios literarios hasta colocarse en un lugar mucho más cercano al centro privilegiado que tradicionalmente ha sido ocupado por la narrativa, la lírica y la dramaturgia.7

No obstante, es necesario enfatizar desde ahora que la desacreditación de los primeros acercamientos analíticos al texto autobiográfico de corte historicista exclusivamente no anula una fundamental dimensión histórica de este tipo de narrativa. La diferencia consiste en una muy importante cuestión de relativización. Mientras que anteriormente se apreciaba una clara e incuestionable conexión entre la textualidad y la referencialidad, esa conexión se ha problematizado, se ha puesto en cuestionamiento de forma tal que la autobiografía tiene un sustrato histórico seminal, pero que se presenta de tal modo que no puede confiarse en él de manera incondicional; por el contrario, al hablar de autobiografía nos enfrentamos con un referente tamizado por varios filtros de todo tipo (lingüísticos, poéticos, ideológicos, entre otros) que es necesario tomar en consideración y con reserva. En este sentido, coincidimos con Weintraub quien indica que la autobiografía contiene un sustrato histórico primordial y que desde el punto de vista del análisis literario también puede ser un objeto de investigación, es decir permite realizar una lectura sociocrítica:

Cuando se estudia el fenómeno de la autobiografía desde las consideraciones anteriores, lo más acertado es buscar, dentro del amplio campo de obras autobiográficas, aquella forma autobiográfica específica en la que el autor, considerando su vida como un proceso de interacción con el mundo coexistente, acomete la tarea de darle forma a la visión retrospectiva de una parte significativa de la misma. Esta forma autobiográfica en particular podría ser considerada la esencia de la autobiografía pues se acerca en mayor medida al ideal de la autobiografía como un género con una dimensión histórica importante.8

De igual manera, resulta pertinente señalar otro error significativo de la perspectiva del “bios”, el cual consiste en conceptualizar a la autobiografía como una forma de expresión literaria transhistórica, consustancial a una supuesta dimensión humana universal y, por consiguiente, presente en todo tiempo y lugar.9 Aquí no compartimos esta posición; no obstante, es necesario reconocer que atrajo la atención sobre la presencia de la narrativa del yo desde las antigüedades orientales, egipcias y clásicas hasta la baja Edad Media. Sin embargo, consideramos que no se puede hablar de autobiografía propiamente dicha, pues ésta supone condiciones de producción y de lectura particulares que se comentarán más adelante.10

Uno de los críticos responsables, en gran medida, del auge de los estudios literarios de la autobiografía, Philippe Lejeune, determina como anacronismo histórico la deficiencia epistemológica contenida en la perspectiva del “bios”. El crítico indica que definir como pertenecientes al género autobiográfico toda una serie de obras donde se presenta la primera persona del singular como responsable de la enunciación, una evidencia textual innegable, no es suficiente para fines de clasificación genérica, ya que supone el reconocimiento de la existencia de un sitio atemporal en el cual la historia se desarrolla sobre un fondo permanente.11 Esta necesidad de permanencia del carácter humano retratado en el texto es ilusoria y muy común:

Esta ilusión es muy natural: corresponde a la operación histórica más espontánea, que provoca que redistribuyamos, sin cesar, los elementos del pasado en función de nuestras categorías actuales. El anacronismo aquí consiste en tomar un rasgo actualmente pertinente dentro de nuestro sistema de definición de los géneros (discurso en primera persona asociado a alguna forma de compromiso personal), y en el creer que este rasgo ha ostentado siempre la misma clase de pertinencia, es decir, que el sistema asociado es inherente al rasgo y que, por lo tanto, es puramente histórico y fechado. Es lo que en la terminología de J. Tynianov se denomina la confusión de la forma y de la función.12

Los conceptos de forma y función aclaran el panorama de la relación entre el tipo de textos que nos interesan y su contenido histórico. Efectivamente, como demostró Misch, es rastreable hasta la antigüedad la forma de discurso en primera persona con cierto grado (siempre variable) de compromiso personal, pero esos textos no estaban construidos como una invención o reivindicación de una personalidad singular y, en consecuencia, no eran leídos desde esta perspectiva, sino como la personificación de los movimientos históricos y sociales mayores materializados en el héroe. En este sentido, en la presente investigación coincidimos tanto con Lejeune como con Weintraub quienes, por métodos distintos, concuerdan en que la autobiografía es una narrativa del yo occidental que se configura definitivamente a partir del siglo XVIII y que se relaciona con la emergencia tanto de la burguesía como del concepto de ser individual e irrepetible.13

Queda entonces establecido que la perspectiva del “bios” ha sido superada por su acercamiento incondicional, ingenuo y transparente al fenómeno referencial de la autobiografía, lo cual no niega la existencia de un sustrato histórico que aquí se toma en cuenta. Como afirma Loureiro:

El destino de la autobiografía parece estar marcado por su origen como hija predilecta de la historia, pues en todos los autores por los que su estudio ha pasado se repite la necesidad de encontrar unos fundamentos objetivos fuera de ella que avalen su dimensión cognoscitiva.14

La argumentación así formulada parece negativa, pero desde nuestro punto de vista tan sólo hace hincapié en una de las dos dimensiones mayores del texto autobiográfico, la dimensión documental y cognoscitiva que contribuye a la dificultad y fascinación de acercarse literariamente a este tipo de discurso.

Autobiografía: poder cognoscitivo y fenómeno de lectura

Afortunadamente, la crítica se ha diversificado, a partir de esa perspectiva inicial, en una muy amplia variedad de acercamientos teóricos que si bien parecen contradecirse en un inicio, en realidad se complementan puesto que ponen el acento en diferentes instancias analíticas que, desde nuestro punto de vista, son justificadas dependiendo del tipo de lectura que se pretende realizar. Es decir, la hibridez de la autobiografía permite acometer diferentes acercamientos, distintas calas o enfoques temáticos, retóricos, sociocríticos, por mencionar solo tres acercamientos que encontramos fructíferos, pero que ninguno de ellos invalida los hallazgos logrados desde otra perspectiva. El presente estudio pretende utilizar diferentes posiciones teóricas dependiendo de los intereses particulares de cada capítulo, como se comentará más adelante. Por ello, a continuación discutiremos las diferentes posiciones teóricas respecto a la autobiografía, enfatizando los aspectos que serán útiles en el análisis del corpus.

Retomando la clasificación de James Olney, dentro de la perspectiva que él llama del “autos” se agrupan una serie de trabajos que tienen por común denominador afirmar el poder cognoscitivo del texto autobiográfico; sin embargo, el yo que enuncia no tiene capacidad referencial, lo que plantea una especie muy particular de virtualidad tanto del sujeto como de su referente. Para estos autores, tanto sujeto como referente tan sólo existen en el momento de la enunciación y, por ende, en el momento de la lectura. Ninguno de ellos apela a un sujeto transhistórico y esencial ni tampoco a un referente consumado en el pasado, ambas instancias son fenómenos del lenguaje plasmado en el texto. Esto significa una posición hermenéutica precisa que me parece atinada y a la cual nos adherimos: el sujeto no es preexistente al lenguaje y viceversa, en realidad ambos surgen simultánea e imbricadamente. De esta forma, estos teóricos y críticos afirman y coinciden en el poder cognoscitivo del texto autobiográfico, si bien un conocimiento nada ingenuo (como el de la perspectiva del “bios”) que presenta más inexactitudes que certezas, más interrogantes que conclusiones. Así lo entiende Pozuelo Yvancos quien al respecto señala:

Quienes como Gusdorf, Starobinski, Lejeune, E. Bruss, aun admitiendo que algunas formas autobiográficas utilizan procedimientos comunes a la novela, se resisten a considerar toda autobiografía como una ficción. Precisamente buscarán definir los términos por los cuales la autobiografía se propone como discurso que afirma una especificidad de alguna naturaleza: histórica, pragmática o en el horizonte de las convenciones genéricas, toda vez que las autobiografías no son novelas, ni la mayor parte de ellas entran siquiera en la categoría de obras literarias. En cualquiera de los elencos recogidos por los estudiosos, encontramos cientos de textos autobiográficos que se proponen a sí mismos como testimonios verídicos, históricos y que son utilizados como base documental por los historiadores.15

Así, el ojo crítico del autor ha analizado las relaciones que hay entre el sujeto de la enunciación y el texto, por un lado, y entre texto y lector por otro. De esta manera, el análisis revelará una serie de inexactitudes expresadas a través de diferentes recursos literarios, que en su recurrencia nos darán acceso al sustrato íntimo tanto de sujeto enunciado como de texto. Es necesario hacer énfasis en el hecho de que hablamos del sujeto tal como se presenta en el texto, tal como se textualiza, no hablamos de sujetos reales, sino versiones narrativas del sujeto que escribe. No obstante, y sin el afán de polemizar mucho, hay tendencias psicológicas y literarias que afirman que la identidad del yo es siempre, necesaria e irremediablemente, narrativa. Esta es la posición sostenida por Bruner y Weisser en el artículo citado anteriormente.16

Debido al procedimiento que observa las relaciones entre sujeto de la enunciación y texto y de éste último con el lector se niega por completo la posición biográfica que limitaba el estudio de la autobiografía a una constatación de la conexión recíproca entre texto, contexto y sujeto. Por el contrario, la perspectiva del autor no niega dicha conexión, pero la problematiza al indicar que texto, contexto y sujeto se modifican mutuamente al confluir en la enunciación y que solo ahí, en el texto, tienen validez. Además, dicha relación está llena de contradicciones, silencios, rupturas, fisuras, vacíos que es necesario leer y analizar para poder afirmar que el texto en cuestión tiene un valor cognoscitivo, pero que el mismo texto intenta infructuosamente y por todos los medios de ocultar. De esta manera, los críticos inscritos en esta perspectiva han logrado hallazgos interesantes al cuestionar la solidez del edificio autobiográfico, pues prestan atención a todas esas fisuras que no son aparentes, pero que están ahí para ser interpretadas. Como resultado de esta actitud analítica, se han podido investigar temas que parecían inexistentes: sexualidad, poder, clase, género literario e inserción canónica, por mencionar las categorías que nos parecen más abarcadoras. Lo que hace una diferencia tajante entre la perspectiva del “bios” y la del “autos” es el afán de revisar el texto autobiográfico ya no como corporeización de la historia, sino subjetivación de la misma. Más que la textualización pública, interesa la experimentación personal, antes considerada como pequeña e intrascendente, y al pasar ésta a un primer plano de importancia investigativa se ha cuestionado el edificio autobiográfico tradicional (masculino, de actuación en el mundo, conectado con los grandes acontecimientos históricos) a favor de la antes considerada esfera de lo exclusivamente personal: las relaciones de poder dentro y fuera de la familia, la sexualidad, la subjetivación de la experiencia y hasta el desdén por los grandes acontecimientos inscritos en el ámbito de la historia oficial.

Al mismo tiempo, la perspectiva del autor también alcanza un acierto al destacar la importancia de la relación entre texto y lector. La inespecificidad genérica propuesta tanto por la perspectiva del “bios” (considerar al texto autobiográfico como un texto histórico más) como por la perspectiva de la “grafé” (inscribir a la autobiografía como un texto ficcional más), es rebatida por los teóricos y críticos de la perspectiva del “autos”, para quienes la autobiografía toma su especificidad genérica en el momento de la lectura; se trata entonces de una caracterización relacional que Philippe Lejeune propone y describe por primera vez en su ya clásico texto Le pacte autobiographique y que, coincidentemente, Elizabeth Bruss completa en su obra Autobiographical Acts. The Changing Situation of a Literary Genre.