No hay partes malas - Richard C. Schwartz - E-Book

No hay partes malas E-Book

Richard C. Schwartz

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Beschreibung

Nos han enseñado a creer que tenemos una única identidad y a sentir miedo o vergüenza cuando no podemos controlar las voces internas que no coinciden con el ideal de lo que creemos que deberíamos ser. Sin embargo, las investigaciones del Dr. Richard Schwartz ponen en entredicho esta teoría de la «mente única». «Todos nacemos con muchas submentes o partes» dice el Dr. Schwartz. «Estas partes no son imaginarias o simbólicas. Son individuos que existen como una familia interna dentro de nosotros, y la clave de la salud y la felicidad es honrar, comprender y amar cada parte.» Con No hay partes malas, aprenderás por qué la terapia IFS ha sido tan eficaz en áreas como el trauma, las adicciones y la depresión, y cómo esta nueva comprensión de la conciencia tiene el potencial de cambiar radicalmente nuestras vidas. Elogios dedicados a No hay partes malas «Un regalo colosal: transformador, compasivo y sabio. Estas enseñanzas sencillas y magníficas te abrirán la mente y te liberarán el espíritu y el corazón». JACK KORNFIELD, PHD autor de A Path with Heart «La terapia de sistemas de familia interna (IFS), y el conocimiento de que todos albergamos partes valiosas, que se ven obligadas a adoptar roles extremos para lidiar con el dolor y la decepción, ha sido uno de los grandes progresos en la terapia del trauma. Comprender el papel que han desempeñado en nuestra supervivencia y ser capaces de soltar los traumas originales lleva a la autocompasión y a la armonía interior. Saber que todas nuestras partes son bienvenidas es absolutamente revolucionario y abre una vía a la autoaceptación y el autoliderazgo. La IFS es una de las piedras angulares de una terapia del trauma eficaz y duradera». BESSEL VAN DER KOLK, MD autor de El cuerpo lleva la cuenta «En esta obra minuciosa y de lectura muy agradable, el doctor Richard Schwartz articula e ilustra hábilmente su modelo de sistemas de familia interna, una de las terapias más innovadoras, intuitivas, exhaustivas y transformadoras que han surgido este siglo». GABOR MATÉ, MD autor de In the Realm of Hungry Ghosts: Close Encounters with Addiction

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Nota importante: Este libro no pretende ser sustituto de un consejo o tratamiento médico. Cualquier persona con una afección que requiera atención médica debe consultar un médico cualificado o un clínico adecuado.

Las relaciones en el desarrollo es una obra de no ficción. Los nombres y detalles personales se han modificado para proteger la privacidad de las personas en cuestión.

LIBRERÍAS:

THEMA: MKMT: Psicoterapia

IBIC: JMS El yo, el ego, la identidad y la personalidad

BISAC: PSY045000 PSYCHOLOGY / Movements / General

Título original:No Bad Parts

Copyright © 2021 Richard C. Schwartz

Prólogo © 2021 Alanis Morissette

Esta traducción se ha publicado con la licencia exclusiva de Sounds True, Inc.

Imagen de cubierta: istock.com/Tanya Syrytsyna

Copyright de la presente edición en español:

© 2021 EDITORIAL ELEFTHERIA, S.L.

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

EDITORIAL ELEFTHERIA, S. L.

Sitges, Barcelona, España

www.editorialeleftheria.com

Primera edición: Diciembre de 2021

Diseño de cubierta: Mauricio Restrepo

Maquetación: M. I. Maquetación, S. L.

ISBN: 978-84-126778-5-0

DL: B 19870-2021

Elogios dedicados a No hay partes malas

«Un regalo colosal: transformador, compasivo y sabio. Estas enseñanzas sencillas y magníficas te abrirán la mente y te liberarán el espíritu y el corazón».

JACK KORNFIELD, PHD

autor de A Path with Heart

«La terapia de sistemas de familia interna (IFS), y el conocimiento de que todos albergamos partes valiosas, que se ven obligadas a adoptar roles extremos para lidiar con el dolor y la decepción, ha sido uno de los grandes progresos en la terapia del trauma. Comprender el papel que han desempeñado en nuestra supervivencia y ser capaces de soltar los traumas originales lleva a la autocompasión y a la armonía interior. Saber que todas nuestras partes son bienvenidas es absolutamente revolucionario y abre una vía a la autoaceptación y el liderazgo del Self. La IFS es una de las piedras angulares de una terapia del trauma eficaz y duradera».

BESSEL VAN DER KOLK, MD

autor de El cuerpo lleva la cuenta

«En esta obra minuciosa y de lectura muy agradable, el doctor Richard Schwartz articula e ilustra hábilmente su modelo de sistemas de familia interna, una de las terapias más innovadoras, intuitivas, exhaustivas y transformadoras que han surgido este siglo».

GABOR MATÉ, MD

autor de In the Realm of Hungry Ghosts:

Close Encounters with Addiction

«Con nuestra cultura maravillada con la importancia de la autoestima, la paz mundial, el despertar espiritual y la sanación, pocos parecen proponer el “cómo”. ¿Cómo amar partes de nosotros que nos hacen daño a nosotros o a los demás? ¿Cómo resolver nuestros conflictos internos para poder intervenir en la curación de un mundo dividido? ¿Cómo despertar a la divinidad de nuestro interior sin eludir nuestra humanidad? ¿Cómo sanar el trauma… y las enfermedades crónicas físicas y mentales que puede provocar? Sin el cómo, acabamos sintiéndonos impotentes para vivir en consonancia con los valores esenciales y el deseo de una salud excelente por los que casi todos abogamos. Pues se acabó la espera. Este libro aporta los “cómos” que todos estábamos aguardando, soluciones sensatas que nos ayudan a abrir el corazón incluso a nuestras “partes” más destructivas, para que nuestro yo divino pueda brindarles compasión, al tiempo que guía la senda hacia la plenitud. Sistemas de familia interna es totalmente revolucionario. No exagero si digo que puede que este sea el libro más transformador que leerás en la vida».

LISSA RANKIN, MD

autora de Mind Over Medicine,

superventas de The New York Times

«Desde Freud, la terapia se refiere a la psique y trabaja con ella como si constara de partes. Sin embargo, Richard Schwartz ha elevado el concepto a una forma de arte magistral. Su afirmación de que todas las partes, por desorientadas que estén, cumplen un propósito y deben abordarse con compasión y no con antagonismo es casi revolucionaria. No hay partes malas es, en mi opinión, su declaración de principios más clara, exhaustiva e inspiradora. Quien quiera que esté interesado en la IFS —de hecho, quien quiera una vida más feliz y con menos conflictos— debería devorar esta obra transformadora y pionera».

TERRY REAL

autor de The New Rules of Marriage

«El modelo de sistemas de familia interna aporta un paradigma muy eficaz, esperanzador e inspirador para comprender y sanar heridas que está revolucionando la psicoterapia. En este libro bien escrito, Richard Schwartz ofrece las bases de la IFS, una serie de ejercicios para ayudarnos a relacionarnos de un modo abierto y compasivo con todas —hasta las más temidas y extremas— nuestras partes internas, y las fascinantes implicaciones espirituales de la IFS. ¡Este enfoque cambiará por completo tu modo de relacionarte contigo mismo y con los demás!».

DIANE POOLE HELLER, PHD

autora de The Power of Attachment

«¿Quieres ser más sabio, más compasivo, estar más en paz contigo mismo y más profundamente conectado con los demás? Este libro te enseñará cómo. Basándose en décadas de experiencia clínica y práctica contemplativa, el doctor Schwartz brinda una perspectiva eficaz, práctica y paso a paso para sanar las heridas del pasado y revelar nuestra capacidad innata para el amor, la claridad, la amabilidad y la sensatez. Es de lectura obligada para todo aquel que quiera gozar de una vida más intensa, más libre, más feliz y conectada».

RONALD D. SIEGEL, PSYD

Profesor adjunto de Psicología a tiempo parcial,

Harvard Medical School, y autor de

The Mindfulness Solution: Everyday Practices for

Everyday Problems

No hay partes malas

Este libro no pretende sustituir las recomendaciones médicas de doctores, profesionales de la salud mental ni personal sanitario. Su propósito es ofrecer información para ayudar al lector a colaborar con médicos, profesionales de la salud mental y personal sanitario, en la búsqueda mutua del máximo bienestar. Aconsejamos a los lectores que estudien y a fondo las ideas presentadas y que, antes de probarlas, pidan el consejo de un profesional cualificado.

Si una fábrica se viene abajo, pero la lógica que la generó sigue en pie, esa lógica generará sin más otra fábrica.

Si una revolución destruye un gobierno, pero los modelos de pensamiento que crearon el gobierno permanecen intactos, esos modelos se repetirán.1

ROBERT PIRSIG

Antes creía que los principales problemas del medioambiente eran la pérdida de la biodiversidad, el derrumbamiento de los ecosistemas y el cambio climático. Pensaba que treinta años de buena ciencia podían ocuparse de esos problemas. Me equivocaba. Los principales problemas del medioambiente son el egoísmo, la avaricia y la apatía, y para atajarlos necesitamos una transformación cultural y espiritual. Y nosotros los científicos no sabemos cómo hacerlo.2

GUS SPETH

Entonces fue como si de pronto viera la belleza secreta de sus corazones, la profundidad de sus corazones, donde ni el pecado ni el autoconocimiento pueden llegar, la esencia de su realidad, la persona que cada cual es a ojos de Dios. Ojalá pudieran verse a sí mismos tal como realmente son. Ojalá pudiéramos vernos siempre de ese modo unos a otros.

Ya no habría guerra, ni odio, ni crueldad, ni avaricia […], me imagino que el gran problema sería que nos postraríamos a adorarnos mutuamente.3

THOMAS MERTON

Prólogo

Recuerdo el momento en el que me presentaron oficialmente el trabajo de Dick Schwartz con los sistemas de familia interna (IFS). Yo había volado hasta Asheville, Carolina del Norte, en medio de una segunda recidiva de depresión posparto para atajar los muchos puntales de mi exceso de trabajo, exceso de generosidad y sobrecarga crónica. Este modo de vivir cada vez se normaliza y se elogia más, aunque siga causando estragos en nuestra vida física, emocional y relacional. Pasé ahí varios días con Bryan Robinson, una voz fundamental en lo que a recuperarse de la adicción al trabajo se refiere. Yo estaba seriamente comprometida con observar los elementos de mi mundo interno que me mantenían paralizada y a la vez frenética en la rutina cada vez más acelerada de la vida. Recuerdo claramente que, en un momento determinado en medio de una profunda reflexión, me quedé mirando a Bryan y le pregunté: «¿Qué es esto, Bryan?». «Esto son sistemas de familia interna», respondió. Me hizo sonreír lo elegante, amabilísimo y exhaustivo que era ese trabajo. Y lo mucho más fácilmente que podía hallar mi foco de conciencia al dialogar con muchas diferentes partes del interior, algunas de las cuales llevaban muchísimo tiempo ansiando atención. Al desempeñar trabajo de IFS era cuando encontraba un ancla, un punto de neutralidad acogedor y observación curiosa, una autocompasión que me había sido prácticamente imposible ofrecer a mi propia psique.

He sido una «chica de partes» desde donde me alcanza la memoria. Siempre he estado obsesionada con nuestra condición humana compleja, frágil, multitudinaria y fascinante. Cuando empecé a trabajar con la IFS, me movía la idea de recobrar nuestro derecho inalienable de integridad, prestando atención y cuidados a cada «parte» de mí cuando se presentaba de forma adorable, horrorosa, incesante y a veces dolorosa. Me alentaba el que mi parte indignada y mi parte maternal y mi parte artística y mi parte económicamente responsable (¡o irresponsable!) y mi parte de espíritu libre pudiesen de algún modo aportarme sabiduría si les ofrecía mi corazón y mi curiosidad. Todas las partes —por aterrador, esclarecedor o misterioso que parezca— podían ofrecer conocimientos, consuelo y revelaciones. Llegué a considerar a esas partes internas mensajeras. Dialogar con ellas podía aportar orientación y perspectiva útiles. Así, el sistema completo de mis muchos «yos» podía integrarse en mi personalidad y en mi vida cotidianas. Estas partes podían incluso conversar con ellas y entre sí, con la intermediación de mi Self superior. De ahí surgirían claridad, ideas o respuestas a complicadas cuestiones aparentemente insolubles sobre mi vida. Esas respuestas llegarían vertiginosamente al comunicarme por medio de las palabras, la escritura, el movimiento y el arte con las múltiples partes internas, incluso —y especialmente— las partes que más me asustaban.

En mi mundo interior, encontraba mi propia rabia asesina, mi vergüenza, mi pánico, mi desaliento, mis pesares y anhelos, mis humillaciones y mi pena. Además de esas partes «oscuras» o «malas» que parecían querer condenarme a patrones reiterados y hábitos dolorosos, también había partes «claras» o «buenas», que precisaban igualmente mi valor de abrirme a las partes visionarias; las partes generosas; las partes inteligentes; las partes del liderazgo; las partes virtuosas, sensibles, empáticas. Con algunas partes parecía costar menos dialogar que con otras. Las había cuya acogida se me antojaba más arriesgada y directamente aterradora. Cuanto más me adentraba en el trabajo con IFS de Dick, más emancipadoramente válidas resultaban. Que cada parte, independientemente de lo angustiosa que fuera su actuación, por oculta, confusa o dolorosa que fuera, lo hacía con la mejor intención y albergaba mensajes útiles para mí. Sin excepción, cada parte, ya se tratara de un exiliado, un directivo o un protector, tenía revelaciones enormemente bondadosas y sabias que hacerme, procedentes de mi Self, sólo con que me tomara el tiempo de estar con ellas.

Mientras iba familiarizándome más y más con la IFS, emergió un intenso sentido de la espiritualidad. Era la recompensa conmovedora por dejar que esa curiosidad abriera muy lentamente mi corazón embrollado. Vi que este Self que conversa con las partes egoicas es mi/el alma. Permanecer en esta consciencia me permitió tener una sensación directa, experimentada físicamente, de dios/amor/ espíritu/compasión. Me di cuenta de que el verdadero diálogo empezaba cuando encontraba esta «sede» del Self. Lo reconocería cuando empezara a sentir la falta de planes ocultos de las «ocho C» de la IFS: creatividad, coraje, curiosidad, una sensación de conexión, compasión, claridad, calma, convicción. Lo que llevaba toda la vida abrumándome —viajar a mi interior para responsabilizarme o inquirir sobre mis impulsos, compulsiones, detonantes y reacciones— poco a poco se volvió emocionante. Dick Schwartz trasladó todo mi trabajo junguiano y de observación a un nivel de sanación completamente distinto.

Agradezco mucho que Dick haya seguido dando a conocer la IFS por el mundo. Verle poner en práctica la IFS con las personas transmite ternura y una profunda conexión. Creo que en la actualidad necesitamos la IFS más que nunca. El trabajo de Dick nos ofrece a todos nada menos que el cultivo de la bondad, la sabiduría y el empoderamiento si estamos dispuestos a volver la mirada hacia el interior. Al llevar a cabo esta tarea, hasta la última de nuestras partes goza por un momento de la luz del sol. Al prestar atención a las partes que más la necesitan, se produce la verdadera sanación. Cuando la compasión por uno mismo crece en el interior, afecta al mundo en general, de forma lenta pero segura, y potencia nuestros esfuerzos por crecer y avanzar hacia un mundo con menos divisiones, conflictos y sufrimiento innecesario. Nos damos cuenta de que nuestra delicada y extraordinaria humanidad la compartimos todos.

Alanis Morissette

San Francisco, California

Marzo de 2021

Introducción

Siendo psicoterapeuta, he trabajado con muchas personas que acudían a mí poco después de que se les derrumbara la vida. Todo marchaba estupendamente hasta el repentino ataque al corazón, divorcio o muerte de un hijo. De no ser por ese hecho que había sacudido su existencia, nunca se les hubiese pasado por la cabeza ver a un psicólogo, puesto que se sentían triunfadores.

Después del hecho, no son capaces de hallar el mismo impulso o determinación. Sus antiguos objetivos de tener grandes casas o reconocimientos han perdido todo sentido. Se sienten a la deriva y vulnerables de un modo que desconocen y los asusta. También se abren por primera vez. Puede penetrar algo de luz por las grietas de sus cimientos protectores.

Esos acontecimientos pueden suponer una llamada de atención si puedo ayudar a los clientes a impedir que las partes esforzadas, materialistas y competitivas que hasta entonces dominaban su vida recobren el dominio, para que puedan explorar qué más hay en su interior. Con ello, puedo ayudarlos a acceder a lo que yo llamo el Self —una esencia de calma, claridad, compasión y conexión—, y a partir de ahí empezar a escuchar a sus partes que se han visto exiliadas por otras más dominantes. Al descubrir que les encantan los simples placeres de disfrutar de la naturaleza, leer, practicar actividades creativas, bromear con los amigos, gozar de mayor intimidad con sus parejas o hijos y ser de utilidad a los demás, deciden cambiar su vida para que en ella quepa su Self o las partes que acaban de descubrir.

Esos clientes y el resto de nosotros no acabamos dominados por esas partes esforzadas, materialistas y competitivas por casualidad. Se trata de las mismas partes que dominan la mayoría de los países del planeta y en especial el mío, los Estados Unidos. Cuando mis clientes están en las garras de esas partes en concreto, poco les importa el daño que causan a su salud y a sus relaciones. De igual modo, los países obsesionados con el crecimiento ilimitado se detienen poco a pensar en sus efectos en la mayoría de su ciudadanía, o en la salud del clima y de la Tierra.

Este afán carente de sentido —ya se trate de personas o de países— suele desembocar en alguna clase de crisis. Mientras escribo esto, estamos en plena pandemia de COVID-19. Tiene el potencial para ser la llamada de advertencia que nos hace falta para no sufrir cosas peores. Sin embargo, está por ver si nuestros dirigentes dedicarán esta pausa dolorosa a escuchar el sufrimiento de la mayoría de nuestra gente y aprenderán también a colaborar, en vez de competir con otras naciones. ¿Somos capaces de cambiar nacional e internacionalmente como a menudo pueden hacerlo mis clientes?

BONDAD INHERENTE

No podemos hacer los cambios necesarios sin un nuevo modelo de la mente. El ecologista Daniel Christian Wahl afirma que «la humanidad está envejeciendo y necesita un “nuevo relato” lo suficientemente poderoso y significativo para movilizar la colaboración global y guiar una respuesta colectiva a las crisis concurrentes a las que nos enfrentamos […]. En el sistema planetario fundamentalmente interconectado e interdependiente del que somos partícipes, el mejor modo de cuidar de uno mismo y de los seres más queridos es que empiece a importarnos más el bien colectivo (de todos los seres vivientes). Metafóricamente hablando, todos estamos en el mismo barco, nuestro sistema de sustentación de la vida planetaria o, en palabras de Buckminster, “la Nave Tierra”. La idea del “ellos contra nosotros” que tanto tiempo lleva definiendo la política entre naciones, empresas y personas es profundamente anacrónica».4

Jimmy Carter se hace eco de ese sentimiento: «Lo que hace falta ahora, más que nunca, es un liderazgo que nos aleje del temor y fomente una mayor confianza en la bondad e ingenio intrínsecos de la humanidad».5 Ahora bien, nuestros dirigentes no pueden hacerlo con el modo de entender hoy la mente, porque pone de relieve lo oscuro de la humanidad.

Necesitamos un nuevo paradigma que muestre convincentemente que la humanidad es intrínsecamente buena y está verdaderamente interconectada. Sobre esa base, por fin podemos pasar de ser ego-, familia- y etnocéntricos a especie-, bio- y planetacéntricos.

Semejante cambio no será fácil. Tenemos demasiadas instituciones básicas que están basadas en la visión oscura. Tomemos como ejemplo el neoliberalismo, la filosofía económica de Milton Friedman que sostiene el tipo de capitalismo implacable que lleva dominando muchos países, incluyendo los EE. UU., desde los tiempos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher. El neoliberalismo parte de la convicción de que las personas son básicamente egoístas y, por consiguiente, cada cual va a lo suyo en un mundo donde reina la ley del más fuerte. El gobierno debe hacerse a un lado para que los más fuertes puedan no sólo ayudarnos a sobrevivir, sino a prosperar. Esta filosofía económica ha generado una desigualdad enorme, así como la desconexión y polarización entre las personas que experimentamos tan drásticamente en la actualidad. Ha llegado el momento de una nueva visión de la naturaleza humana que dé rienda suelta a la colaboración y la empatía que habitan nuestros corazones.

LA PROMESA DE LA IFS

Ya sé que suena ostentoso, pero este libro presenta la clase de paradigma y conjunto de prácticas inspiradores que pueden alcanzar los cambios que precisamos. Está repleto de ejercicios que confirmarán las afirmaciones radicalmente positivas que hago sobre la naturaleza de la mente, para que puedas experimentarlas por ti mismo (y no limitarte a creer en mi palabra).

Llevo desarrollando IFS (sistemas de familia interna) casi cuatro décadas. Me ha llevado a un viaje largo, fascinante y —como se subraya en este libro— espiritual que quiero compartir contigo. Este viaje ha transformado mis creencias sobre mí mismo, sobre lo que es la gente, sobre la esencia de la bondad humana y sobre cuánta transformación es posible. La IFS ha mutado con el tiempo, y ha pasado de consistir exclusivamente en psicoterapia a transformarse en un tipo de práctica espiritual, aunque no es necesario calificarse de espiritual para practicarla. En su esencia, la IFS es un modo afectuoso de relacionarse internamente (con nuestras partes) y externamente (con las personas que hay en nuestra vida), por lo que, en ese sentido, la IFS es también una práctica vital. Es algo que podemos hacer a diario, cotidianamente, solos o acompañados.

En este momento, puede que una parte tuya sea escéptica. A fin de cuentas, son muchas promesas para los primeros párrafos de un libro. Sólo pido que tu escéptico te deje suficiente espacio dentro para probar estas ideas en cierta medida, incluyendo algunos de los ejercicios, para que lo compruebes por ti mismo. La experiencia me ha enseñado que cuesta creer en las promesas de la IFS hasta que de verdad se intenta.

Estimado lector: gracias por comprar este libro electrónico, gracias por pagar su precio, eso significa que das valor al conocimiento: a los años de investigación y trabajo del autor, a los meses de trabajo de la traductora, a las muchas horas de la diseñadora gráfica, de la correctora y del personal de la editorial que creyó necesario que este libro estuviera disponible en español. Cuando pagas por este libro, contribuyes a esta cadena tan hermosa de trabajo y valor del conocimiento. Por favor cuida esta cadena, somos unas pocas personas y familias esforzándonos.

Índice

No hay partes malas

 

PRÓLOGO DE ALANIS MORISSETTE

INTRODUCCIÓN

PRIMERA PARTE: Sistemas de familia interna

Capítulo uno: Todos somos múltiples

Ejercicio: Conocer a un protector

Ejercicio: Conocer a un protector

Capítulo dos: Por qué se mezclan las partes

Ejercicio: separar y encarnar

Sesión uno: Sam

Capítulo tres: Eso lo cambia todo

Ejercicio: Meditación del dilema

Ejercicio: Meditación del dilema

Capítulo cuatro: Más sobre sistemas

Ejercicio: Meditación IFS diaria

Capítulo cinco: Definir nuestros sistemas internos

Sesión dos: Mona

SEGUNDA PARTE: Liderazgo del Self

Capítulo seis: Sanación y transformación

Ejercicio: El camino

Ejercicio: Acceder al Self mediante la separación

Capítulo siete: El Self en acción

Sesión tres: Ethan y Sarah

Capítulo ocho: Proyecto y propósito

Ejercicio: Simulacro de incendio

Ejercicio: Meditación de la persona triste

TERCERA PARTE: Self en el cuerpo, Self en el mundo

Capítulo nueve: Lecciones de vida y atormentadores

Ejercicio: Mapeo avanzado de las partes

Ejercicio: Trabajar con detonantes

Capítulo diez: Las leyes de la física interna

Ejercicio: Trabajo avanzado con los protectores

Sesión cuatro: Andy

Capítulo once: Encarnación

Sesión cinco: TJ

Ejercicio: Meditación corporal

REFLEXIONES FINALES

AGRADECIMIENTOS

SOBRE EL AUTOR

Notas

PRIMERA PARTE

CAPÍTULO UNO Todos somos múltiples

A todos nos criaron según lo que llamaré el sistema de creencias monomental: la idea de que tenemos una mente de la que emanan distintos pensamientos y emociones, impulsos y deseos. Yo también creía en ese paradigma, hasta que me encontré una y otra vez con clientes que me enseñaron lo contrario. Como la visión monomental está tan extendida y asumida en nuestra cultura, nunca nos planteamos en serio si es verdadera. Quiero ayudarte a echar un vistazo —un segundo vistazo— a quién eres en realidad. Voy a invitarte a probar este paradigma distinto de multiplicidad que abraza la IFS y a plantearte la posibilidad de que tú y todos los demás tengáis personalidades múltiples. Y eso es bueno.

No insinúo que tengas trastorno de personalidad múltiple (ahora llamado trastorno de identidad disociativo), pero sí creo que las personas así diagnosticadas no son tan distintas del resto. Lo que denominamos alters en esas personas son lo mismo que yo denomino partes en la IFS, y existen en todos nosotros. La única diferencia es que las personas con trastorno de identidad disociativo sufrieron terribles maltratos y su sistema de partes saltó por los aires más que el de la mayoría, así que cada parte destaca con mayor precisión y está más polarizada y desconectada del resto.

Dicho de otro modo, todos nacemos con muchas submentes que interactúan constantemente en nuestro interior. En general, es lo que llamamos pensar, porque las partes hablan entre ellas y con nosotros sobre cosas que debemos hacer, debaten el mejor modo de proceder, etcétera. Si recuerdas alguna época en que te enfrentaras a un dilema, es probable que oyeras a una parte decir «¡Adelante!» y a otra «¡Ni se te ocurra!». Como nos limitamos a creer que consiste en tener pensamientos encontrados, no nos fijamos en los actores internos que hay tras el debate. La IFS nos ayuda no sólo a empezar a fijarnos en ellos, sino también a convertirnos en el líder interno activo que nuestro sistema de partes precisa.

Aunque al principio estremezca o parezca una locura pensar que tenemos personalidad múltiple, confío en convencerte de que, en realidad, es algo bastante empoderador. Sólo nos inquieta porque la multiplicidad se ha patologizado en nuestra cultura. A quien tiene personalidades autónomas independientes se lo considera enfermo o herido, y la existencia de sus alters se considera simplemente producto del trauma, la fragmentación de su mente antes unitaria. Desde el punto de vista monomental, nuestro estado natural es tener una mente unitaria. A no ser, naturalmente, que sobrevenga un trauma y la despedace, como un jarrón hecho añicos.

El paradigma monomental nos ha llevado a temer a nuestras partes y considerarlas patológicas. En nuestros intentos de controlar lo que creemos pensamientos y emociones perturbadores, al final acabamos por combatir, ignorar, disciplinar, ocultar o avergonzarnos de esos impulsos que nos impiden hacer lo que queremos hacer en nuestra vida. Y luego nos avergüenza no ser capaces de controlarlos. En otras palabras, odiamos los obstáculos.

Esta perspectiva cobra sentido si vemos estos escollos internos como simples pensamientos irracionales o emociones extremas procedentes de nuestra mente unitaria. Si te asusta dar un discurso, por ejemplo, puede que trates de recurrir a la fuerza de voluntad para superar el temor o corregirlo con pensamientos racionales. Si el miedo persiste, tal vez intensifiques tus intentos de controlarlo criticándote por ser un cobarde, insensibilizándote hasta el olvido o meditando para superarlo. Y cuando ninguna de estas estrategias funciona, terminas adaptando tu vida al temor: evitando situaciones en las que debas hablar en público, sintiéndote un fracasado y sin saber qué es lo que pasa. Por si fuera poco, acudes a un terapeuta que diagnostica que tienes una mente singular y aturdida. El diagnóstico te hace sentir defectuoso, tu autoestima cae en picado y la vergüenza que sientes te conduce a intentar esconder cualquier defecto y mostrar al mundo una imagen perfecta. O tal vez te limites a abandonar las relaciones, por miedo a que la gente vea lo que hay tras tu máscara y te juzgue por ello. Te identificas con tus puntos débiles, asumiendo que tu verdadera personalidad es defectuosa y que, si la gente viera cómo eres en realidad, te rechazaría.

«Cuando me preguntaban si estaba listo para que cambiara mi vida, no creo que acabara de entender a qué se referían. No era sólo que los desconocidos fuesen a saber quién era yo. Era otra cosa que empezó a pasarme: cuando los miraba a los ojos, a veces, había una vocecita en mi cabeza planteándose: “¿Te haría la misma ilusión conocerme si supieras de verdad quién soy? ¿Si supieras todo lo que he hecho? ¿Si pudieses ver todas mis partes?”».

Jonathan van Ness, Estrella de Queer Eye6

UN POCO DE HISTORIA

La perspectiva monomental, junto con teorías científicas y religiosas sobre lo primitivos que son los impulsos humanos, dio lugar a este trasfondo de polarizaciones internas. Un ejemplo elocuente lo encontramos en el influyente teólogo cristiano Juan Calvino: «Como nuestra naturaleza no está sólo completamente desprovista de bondad, sino que también es tan prolífica en todo tipo de maldad, jamás puede estar tranquila […]. El hombre en su totalidad, desde la coronilla hasta la planta del pie, está tan atiborrado, por así decirlo, que no queda ninguna parte exenta de pecado y, por lo tanto, todo lo que procede de él se imputa como pecado».7 Esto se conoce como la teoría de la depravación total, queinsiste en que sólo por la gracia de Dios podemos evitar nuestro destino de condena eterna. El protestantismo y el evangelismo dominantes han transmitido alguna versión de esta doctrina durante varios cientos de años, y su impacto cultural se ha generalizado. Con el «pecado original», el catolicismo tiene su propia versión.

Ahora bien, no podemos achacar este modo de pensar exclusivamente a la religión. Generaciones de filósofos y políticos han afirmado que los impulsos primarios acechan justo debajo del barniz civilizado que mostramos al mundo. Mientras que Freud hizo aportaciones importantes sobre la psique, muchas de las cuales son compatibles con la IFS, su teoría de los instintos fue muy influyente y pesimista en lo que a la naturaleza humana se refiere. Sostenía que bajo la superficie de la mente hay fuerzas instintivas egoístas y agresivas en busca de placer, que inconscientemente nos organizan la vida. El historiador de los Países Bajos Rutger Bregman resume estos supuestos subyacentes diciendo: «La doctrina de que los humanos son egoístas de nacimiento tiene una tradición consagrada en el canon occidental. Cada uno de los grandes pensadores como Tucídides, Agustín de Hipona, Maquiavelo, Hobbes, Lutero, Calvino, Burke, Bentham, Nietzsche, Freud y los padres fundadores de los Estados Unidos tenía su propia versión de la teoría del barniz de la civilización».8

FUERZA DE VOLUNTAD Y VERGÜENZA

El énfasis en la fuerza de voluntad y el autocontrol impregna la cultura estadounidense. Creemos que deberíamos ser capaces de disciplinar nuestras mentes primitivas, impulsivas y pecadoras a base de fuerza de voluntad. Innumerables libros de autoayuda nos dicen que todo se reduce a potenciar nuestra capacidad de controlarnos y adquirir más disciplina. El concepto de la fuerza de voluntad también tiene raíces históricas, concretamente en la época victoriana, con su insistencia cristina en resistir los malos impulsos. La idea de responsabilizarse y no poner excusas es tan estadounidense como la tarta de manzana.

Por desgracia, políticos y expertos han utilizado nuestro culto a la fuerza de voluntad para justificar niveles crecientes de desigualdad salarial. Nos enseñan que la gente es pobre porque carece de autocontrol y que los ricos son acaudalados porque ellos sí lo tienen, a pesar de que las investigaciones digan lo contrario. Los estudios demuestran, por ejemplo, que las personas de menos ingresos se empoderan y se vuelven productivas una vez reciben suficiente dinero para cubrir sus necesidades básicas de supervivencia.9 No obstante, la pura verdad —sobre todo teniendo en cuenta las consecuencias económicas de la pandemia actual— es que en cualquier momento la mayoría de nosotros podría quedarse sin sustento, y es por esa amenaza por lo que no se detiene el runrún de nuestras partes preparadas para lo peor.

Al haberse interiorizado esta ética de la fuerza de voluntad, aprendemos a una edad temprana a humillar y maltratar a nuestras partes rebeldes. Sencillamente, las sometemos por la fuerza. Este imperativo cultural recluta a una parte para que se convierta en nuestro sargento instructor interno, y a menudo se transforma en ese crítico interno cruel que nos encanta detestar. Es la voz que trata de humillarnos o intenta directamente librarse de partes de nosotros que parecen merecedoras de humillación (las que nos aportan ideas desagradables sobre las personas, por ejemplo, o mantienen nuestras adicciones a sustancias).

A menudo nos encontramos con que cuanto más intentamos librarnos de emociones y pensamientos, más fuerza cobran. La razón es que las partes, como las personas, se defienden cuando las humillan o exilian. Y si logramos dominarlas con autodisciplina punitiva, entonces acabamos bajo la tiranía del rígido sargento instructor controlador. Seremos disciplinados, pero no muy divertidos. Y dado que las partes exiliadas (los que se dan atracones, los que montan en cólera, las hipersexuales, etc.) aprovecharán la más mínima debilidad momentánea para fugarse y tomar el control, debemos estar constantemente en guardia frente a cualesquiera personas o situaciones que puedan activar esas partes.

A menudo nos encontramos con que, cuanto más intentamos librarnos de emociones y pensamientos, más fuerza cobran.

Jonathan van Ness probó y fracasó varias veces en su intento de dejar las drogas. «Con tanto programa de 12 pasos y viendo que predicaban tanto la abstinencia en rehabilitación y en la iglesia, empecé a asumir que la curación tenía que ser todo o nada, lo que no ha sido mi caso, desde luego. Yo trataba de desenmarañar abusos sexuales, toxicomanía y TEPT, y para mí no era algo que llevara a no volver a fumar hierba […]. Yo no creo que un adicto lo sea de por vida. No creo que la adicción sea una enfermedad garantía de cadena perpetua […]. Si alguna vez metes la pata o no puedes pasar dos meses seguidos sin un desliz, no estás condenado».10

Hay programas de 12 pasos que no se ciñen tanto a las estrictas creencias con las que Van Ness se encontró, y los grupos pueden ser un contexto estudio donde mostrarse vulnerable y recibir apoyo. Además, la admonición de los 12 pasos de ofrecerlo todo a un poder superior puede con frecuencia ayudar a los instructores militares internos a relajarse o incluso a rendirse. Lo que quiero decir principalmente es que ninguna estrategia que incremente el impulso de nuestro instructor militar interno de avergonzarnos para que nos comportemos (y hacernos sentir fracasados si no podemos) obtendrá mejores resultados en las familias internas que en las externas, donde los padres adoptan tácticas humillantes para controlar a los hijos.

No creas que esta crítica de la fuerza de voluntad demuestra que en la IFS no hay lugar para la disciplina interna. Como los niños en las familias externas, todos tenemos partes que quieren cosas que no son buenas para ellas o para el resto del sistema. Aquí la diferencia es que el Self dice no a las partes impulsivas con firmeza, pero desde el amor y la paciencia, exactamente como lo haría un padre o madre ideal. Además, en la IFS, cuando las partes toman el control, no las humillamos. Lo que hacemos es sentir curiosidad y usar el impulso de la parte de punto de partida para encontrar lo que la motiva y debe sanarse.

LAS PARTES NO SON OBSTÁCULOS

El paradigma monomental puede fácilmente llevarnos a temernos u odiarnos porque creemos que sólo tenemos una mente (llena de aspectos primitivos o pecadores) que no podemos controlar. Al intentarlo, acabamos hechos una maraña y generamos críticos internos brutales que nos atacan por nuestros defectos. Como apunta Van Ness, «Dediqué mucho tiempo a apartar al pequeño Jack. En vez de nutrirle, le hice pedazos […], aprender a criarse a uno mismo, con un amor compasivo reconfortante […], ésa es la clave de la plenitud».11

Dado que la mayoría de las psicoterapias y las prácticas espirituales suscriben esta visión monomental, sus soluciones con frecuencia refuerzan este enfoque, al sugerir que debemos corregir las creencias irracionales o alejarlas por medio de la meditación, puesto que esas creencias se consideran obstáculos procedentes de nuestra mente única. Muchos enfoques de la meditación, por ejemplo, consideran que los pensamientos son parásitos y el ego un incordio o molestia, y se indica a los practicantes que los ignoren o los dejen atrás.

En algunas tradiciones hindúes, se cree que el ego trabaja para la diosa Maya, cuyo objetivo es mantenernos ávidos de cosas materiales o placeres hedonistas. Se la tiene por el enemigo —una tentadora muy parecida al Satán cristiano— que nos mantiene amarrados al mundo exterior de la ilusión.

Las enseñanzas budistas utilizan el término mente de mono para describir como nuestros pensamientos van saltando por nuestra conciencia al igual que un simio inquieto. Como Ralph de la Rosa apunta en The Monkey Is the Messenger, «¿A quién le extraña que la mente de mono sea el azote de los meditadores a lo largo y ancho del globo? Quienes tratan de hallar un respiro en la práctica contemplativa a menudo hallan en los pensamientos un engorro que los saca de quicio, un provocador primitivo que se cuela por la puerta lateral […]. En los círculos de meditación, prevalecen algunas consecuencias no deseadas de la metáfora del mono: que la mente pensante es una forma de vida sucia, primitiva, inferior, carente de verdadero valor para nosotros; no es más que un montón de basura que se repite».12 De la Rosa es uno de los varios autores recientes que desafían la práctica habitual en el mundo de la espiritualidad consistente en denigrar al ego. Otro es el psicoterapeuta Matt Licata, que escribe:

Es frecuente referirse «al ego» como si fuera una especie de cosa aislada que a veces nos controla —un personajillo desagradable, nada espiritual e ignorante que vive en el interior— y nos hace actuar de formas en absoluto evolucionadas, creando desastres incesantes en nuestra existencia y entrometiéndose en nuestro progreso por el camino. Es algo de lo que avergonzarse tremendamente y, cuanto más espirituales seamos, más nos esforzaremos por «librarnos de él», trascenderlo o embarcarnos en guerras espirituales imaginarias con él. Si nos fijamos bien, tal vez veamos que, si el ego puede identificarse con algo, es probablemente con esas mismas voces que nos gritan que nos lo quitemos de encima.13

El grupo de partes que estas tradiciones denominan el ego son protectores que sólo tratan de mantenernos a salvo, reaccionan ante unas partes y contienen a otras portadoras de traumas pasados que hemos encerrado a cal y canto en nuestro interior.

Más adelante entraremos con mayor profundidad en los modos en los que las personas practican el bypass espiritual, un término acuñado por John Welwood en los ochenta. Jeff Brown explora el fenómeno en profundidad en su película Karmageddon: «Después de mi infancia, necesitaba unos tipos de espiritualidad que no me permitieran que el dolor saliera a la superficie […]. Confundía la autoevitación con la iluminación».14 De hecho, un mensaje fundamental de la historia canónica del despertar de Buda es que los pensamientos y los deseos son los principales obstáculos para la iluminación. Cuando se sentaba a meditar bajo el árbol del Bodhi, Buda se veía asaltado por una serie de impulsos y apremios —lujuria, deseo, plenitud, remordimiento, miedo, inseguridad, etcétera— y sólo a base de ignorarlos o resistirse a ellos pudo alcanzar la iluminación.

Dicho esto, las omnipresentes prácticas de mindfulness derivadas del budismo son un paso en la dirección correcta. Permiten a quien las practica observar los pensamientos y emociones a distancia y desde un lugar de aceptación, en vez de combatirlos o ignorarlos. Para mí, es un buen primer paso. El mindfulness, sin embargo, no siempre es agradable. Los investigadores que han entrevistado a meditadores experimentados descubrieron que considerables porcentajes de ellos tenían episodios perturbadores que a veces eran duraderos. Entre los más habituales, se encontraban emociones como el temor, la ansiedad, la paranoia, el desapego y el hecho de revivir recuerdos traumáticos.15 Desde el punto de vista de la IFS, el acallamiento de la mente asociado al mindfulness se produce cuando las partes de nosotros que normalmente dirigen nuestra vida (nuestro ego) se relajan, lo que permite que las partes que hemos intentado enterrar (exiliados) asciendan, trayendo con ellas las emociones, creencias y recuerdos que llevan consigo (cargas), por las cuales esas partes fueron encerradas en un primer momento. La mayoría de los enfoques del mindfulness que conozco suscriben el paradigma monomental. En consecuencia, ven en esos episodios la emergencia temporal de pensamientos y emociones perturbadores, en vez de partes sufrientes que necesitan que las escuchen y las amen. ¿Por qué íbamos a querer conversar con pensamientos y emociones? Si no pueden responder, ¿no? Pues resulta que sí que pueden. De hecho, tienen un montón de cosas importantes que decirnos.

CÓMO SUPE DE LAS PARTES

De entrada, como el resto de la gente, pensaba que la mente es unitaria y me formé como terapeuta familiar durante años (de hecho, tengo un doctorado en este campo). Como terapeutas familiares, no prestábamos ni mucha ni poca atención a la mente. Creíamos que los terapeutas que andaban tonteando con ese mundo interior estaban perdiendo el tiempo, porque podíamos cambiarlo todo sólo con cambiar las relaciones externas.

El único problema era que la estrategia no funcionaba. Llevé a cabo un estudio sobre los resultados con clientes bulímicos y descubrí alarmado que seguían dándose atracones y purgándose, sin darse cuenta de que los habían curado. Cuando les preguntaba por qué, empezaban a hablar sobre esas diferentes partes de su persona. Y hablaban de esas partes como si tuvieran muchísima autonomía, como si pudieran tomar las riendas y obligarlos a hacer cosas que no querían hacer. Al principio, tuve miedo de hallarme frente a una crisis de trastorno de personalidad múltiple, pero entonces empecé a escuchar mi propio interior y me quedé estupefacto al darme cuenta de que yo también tenía partes. De hecho, algunas de las mías eran bastante extremas.

Así que empezó a entrarme la curiosidad. Pedía a los clientes que describieran sus partes, lo cual sabían hacer con todo detalle. No sólo eso, sino que también representaban cómo esas partes interactuaban unas con otras y tenían relaciones. Unas se peleaban, otras formaban alianzas y las había que protegían a otras. Con el tiempo, me percaté de que estaba acercándome a una especie de sistema interno que no difería de las familias «externas» con las que trabajaba. De ahí el nombre: sistemas de familia interna.

Por ejemplo, los clientes hablaban de un crítico interno que, cuando se equivocaban, los atacaba sin compasión. Ese ataque activaba una parte que se sentía completamente abandonada, sola, vacía e inútil. Experimentar esa parte inútil era tan angustiante que los atracones acudían casi al rescate para sacar a los clientes de su cuerpo y convertirlos en una máquina de comer sin sentimientos. Entonces, el crítico los atacaba por el atracón, lo cual volvía a activar la sensación de inutilidad, y se veían atrapados en esos terribles círculos durante días enteros.

Al principio, yo trataba de que los clientes se relacionaran con esas partes de algún modo que las acallara o las hiciera parar. Por ejemplo, les sugería que ignoraran a la parte crítica o que discutieran con ella. Esta estrategia no hacía sino empeorar las cosas, pero yo no sabía qué más hacer que alentarlos a luchar con más fuerza para ganar sus batallas internas.

Tuve una clienta que tenía una parte que le hacía cortarse las muñecas. Eso sí que no podía soportarlo. En una sesión, mi clienta y yo estuvimos atosigando a la parte un par de horas hasta que aceptó dejar de cortarle las muñecas. Salí de esa sesión exhausto, pero satisfecho de que hubiésemos ganado la batalla.