No lo pienses, hazlo ya - Sergio Luque - E-Book

No lo pienses, hazlo ya E-Book

Sergio Luque

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Beschreibung

VIVIMOS CONDICIONADOS POR PATRONES SOCIALES IMPUESTOS. SE NOS DICE QUÉ PODEMOS HACER Y QUÉ NO PODEMOS HACER. QUÉ DEBERÍAMOS PENSAR Y QUÉ NO. Esto, inevitablemente, nos conduce a una forma de vida supeditada a la opinión ajena y, sobre todo, a un autosabotaje continuo que nos impide desarrollar todo nuestro potencial de forma plena. Sergio Luque, policía y gran experto en crecimiento personal, nos muestra en este libro un nuevo camino para el autoconocimiento con el objetivo de ayudar al lector a encontrar su esencia y a impulsar su fortaleza interior. Una obra transgresora y excepcional que trasciende los límites cotidianos y que invita, a través de la disciplina y la reflexión, a despojarse de culpas, miedos, complejos y un entorno tóxico para convertirnos en personas más libres y felices. «Para encontrar la verdad, la realidad ha de ser despojada de todas las artimañas que la adornan, de esos señuelos que, a modo de trampas —en las que con frecuencia caemos—, se crean en torno a ella, convirtiéndola así en confusa. Por lo tanto, en este libro, la realidad se mostrará tal cual, provocando sacudidas constantes en el lector, que pueden ser bruscas, e incluso traumáticas, dependiendo de la sensibilidad de cada cual. No tema, querido lector, no huya, y confronte los pensamientos que surjan a lo largo de esta obra».

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Seitenzahl: 153

Veröffentlichungsjahr: 2025

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

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www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

Editado por HarperCollins Ibérica, S. A.

Avenida de Burgos, 8B - Planta 18

28036 Madrid

 

No lo pienses, hazlo ya. Supera tus miedos con disciplina para ser más libre

© 2025, Sergio González Luque

© 2025, para esta edición HarperCollins Ibérica, S. A.

Todos los derechos están reservados, incluidos los de reproducción total o parcial en cualquier formato o soporte.

Sin limitar los derechos exclusivos del autor y del editor, queda expresamente prohibido cualquier uso no autorizado de esta edición para entrenar a tecnologías de inteligencia artificial (IA) generativa.

 

Diseño de cubierta: LookAtCia

 

ISBN: 9788410641846

 

Conversión a ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Dedicatoria

Prólogo

1. Respeto y culpa

2. El miedo

3. El sentido del ridículo

4. Actitud, conocimiento académico y plenitud

5. La fortaleza personal

6. Respiración y nutrición

7. Toxicidad e inteligencia propioceptiva

8. Compromiso y responsabilidad

9. Vivir en la fantasía o en la lucidez

10. Conformismo y objetivos

Epílogo. Las leyes naturales

Agradecimientos

 

 

 

 

 

 

A mi madre, cuyo optimismo y fuerza vital han ilustrado mi carácter.

Prólogo

 

 

 

 

 

Según las máximas del saber científico, así como diversas teorías empíricas, hace aproximadamente 13 800 millones de años, tras un impacto energético de origen desconocido, pasamos de un teórico «absoluto existencial etéreo» a un plano físico en la materia, o sea, al plano físico de la vida tal y como la conocemos, o, al menos, tal y como la interpretamos los seres humanos.

Después de ese espacio de tiempo, medible en el orden cronológico, y de la multiplicidad de millones de efectos evolutivos que han desarrollado al ser humano, ¡aquí estamos!: los homo sapiens de la era moderna, del primer mundo, del mundo civilizado. Casi nada.

Tras un gran salto evolutivo, tanto cuantitativo como cualitativo, que afectó a nuestra genética y creatividad desde un punto de vista material, no podemos decir lo mismo en lo relativo a nuestro proceso psicoevolutivo. En la actualidad existen un sinfín de afecciones mentales de tipo emocional, así como una emotividad descontrolada, que afectan a nuestro comportamiento produciéndonos preocupaciones injustificadas, insustanciales e incluso imaginadas, que han llegado a sistematizarse apoyadas en patrones de conducta sociales que nada tienen que ver con nuestra verdadera naturaleza ni esencia.

Hoy no estamos condicionados por la naturaleza salvaje ni por los instintos más primitivos del ser humano, tras habernos desnaturalizado, sino que dependemos de los patrones sociales establecidos por élites políticas, de los cánones de belleza y el materialismo impuestos por nuestro mundo cibernético, o de la opinión ajena —consideramos una preocupación de primer orden lo que opine el vecino, nuestros familiares o cualquier desconocido—. De este modo, nos autosaboteamos y asumimos culpas, buscando justificaciones y pretextos para nuestros actos. ¡No nos escandalicemos! Siempre viene bien una excusa, más tarde veremos por qué.

La lectura de este libro requiere de un profundo compromiso con nuestro interior, con nuestro ser y con nuestra alma. Aunque sus primeras páginas puedan parecer superficiales, lo que se pretende es que, a medida que se avance en su lectura, se vaya desarrollando una capacidad introspectiva y meditativa que nos clarifique nuestro enfoque de vida, que nos facilite una concreta comprensión del significado de la disciplina y que mejore nuestro particular mundo en todas sus dimensiones.

Y no, esto no es un manual filosófico de carácter religioso para adornar nuestras vidas con actos litúrgicos tales como tributos, ofrendas, sumisiones a ciertas deidades, mortificaciones u otras representaciones de corte teológico, sino un libro aconfesional sin ninguna pretensión religiosa o ideológica subliminal. Un texto pragmático y funcional, que, con independencia de nuestras creencias religiosas, nos afectará particularmente.

Mi sugerencia es que no se lea como si se tratase de una novela de aventuras, sino que sea considerado una guía en un proceso de introspección y autoconocimiento. Por ello, recomiendo leerlo en momentos de tranquilidad, de soledad, de recogimiento, se tarde lo que se tarde en hacerlo, capítulo a capítulo, para que comprueben que van transformándose en otras personas cuando las distintas reflexiones modulen la esencia y el interior de cada lector.

Existe una tendencia narrativa que inclina el pensamiento de los lectores hacia una sublime moralidad, hecho que no van a poder encontrar en esta obra, pues se trata de un libro transgresor que trasciende los patrones sociales impuestos, ¡ya está bien de juicios! Desde nuestra infancia, en el proceso de aprendizaje, estamos sometidos a un juicio ajeno constante. Bien, pues esta vez, durante el tiempo que ocupen en su lectura, les está permitido divagar con toda libertad, para que no se enjuicien a sí mismos y se sientan libres de culpa y cargos de conciencia. Y todo ello con un único fin, que encuentren su esencia y esa fuente de inagotable fortaleza interior que todos albergamos. Créanme, tras esta lectura, serán indestructibles.

Tampoco voy a proponer técnicas de alto impacto, biohacking, ni tendencias comerciales similares que no son más que la imposición de penitencias y ejemplos de psicología inversa, que nos llevan a pensar que sin esfuerzo y sufrimiento no podemos lograr nada. De lo que se trata es de encontrar un equilibrio, respetando la naturaleza de cada uno de nosotros, atendiendo a nuestras capacidades biológicas, nuestros procesos de socialización y, ante todo, nuestra propia voluntad.

A lo largo de estas páginas irán conociendo diversos enfoques, los cuales, a buen seguro, van a ser de su agrado, y, de no serlo, ignórenlos y cierren el libro, ya que será señal inequívoca de que todavía no es su momento vital o de que están conectados a otra línea de pensamiento de la sabiduría perenne. Cada cual tiene su proceso, y, dado que la vida es experimental y existencial, cada cosa ha de llegar en su justo instante. «Cero estrés», aquí se viene a disfrutar.

Es vital que el lector sepa que aquí no se edulcora la realidad. Para encontrar la verdad, la realidad ha de ser despojada de todas las artimañas que la adornan, de esos señuelos que, a modo de trampas —en las que con frecuencia caemos—, se crean en torno a ella, convirtiéndola así en confusa. Por lo tanto, en este libro, la realidad se mostrará tal cual, provocando sacudidas constantes en el lector, que pueden ser bruscas, e incluso traumáticas, dependiendo de la sensibilidad de cada cual. No tema, querido lector, no huya, y confronte los pensamientos que surjan a lo largo de esta obra.

No lo dude, cuando acabe este libro, los señuelos mediáticos y sus constantes intentos de confusión ya no van a tener cabida en su mente, se abrirá paso a un nuevo realismo, a otra área de su personalidad. Se convertirá en alguien más despierto, más sagaz. La vida, esta forma de vida, ya no conseguirá que usted sea una de sus víctimas.

¡Agárrense, que vienen curvas!

1. Respeto y culpa

 

 

 

 

 

Nuestro presente es el fruto de la ruta evolutiva que el ser humano ha seguido desde el principio de los días hasta la actualidad. Hoy vivimos en un mundo tecnologizado, industrializado, consumista y con cierta inclinación al inconformismo, y disfrutamos del mejor momento existencial de la historia de la humanidad, beneficiándonos de un gran número de avances tecnológicos que nuestros ancestros jamás pudieron imaginar.

Nuestros hábitats, sobre todo las ciudades, nadan en la abundancia, con un gran número de bienes y servicios que van mucho más allá de los esenciales o de primera necesidad, enfocándose en la comodidad y el lujo tecnológico.

La mayoría de nosotros estamos muy a gusto en estas junglas de cemento y cristal, de manera que la vida en el ámbito rural y campestre ha quedado relegada a quienes lo deciden por preferencia o convicción, dado que hasta quienes se dedican irremediablemente a la agricultura han caído presa de la industrialización y la sensualidad del ámbito demográfico urbano.

Y es que el ser humano actual, en especial el «urbanita medio», es ya una especie pacifista, social y sensual despojada de su más profuso instinto de supervivencia o carácter belicoso. Hoy tenemos poblaciones prácticamente idénticas no tan solo en cuestiones genéticas, sino también en lo referente a las preferencias sociales, las tendencias comportamentales y los rasgos socioeconómicos, hasta el punto de que podríamos decir que hemos sido preconcebidos y ornamentados en el mismo taller.

Por ejemplo, llegada la treintena, si no hemos obtenido el nivel académico establecido por el orden sociopolítico, si no estamos ahogados por la hipoteca, poseemos un vehículo o dependemos financiera y vitalmente de la tecnología que invade nuestro hogar, podemos afirmar con rotundidad que seremos vistos como ovejas negras.

En el caso de haber alcanzado autonomía y cierta libertad financiera, nos encontraremos acosados por el juicio ajeno de quienes, pese a envidiar nuestra personalidad, precisan vernos sometidos por el yugo del patrón social establecido, rendidos al pensamiento único dominante o a la directriz política del momento. Hagamos lo que hagamos, no estaremos libres de la opinión de nuestro entorno más cercano, que desea vernos normalizados, socializados y sometidos al sopor letárgico de la imposición social.

Si tenemos un vínculo matrimonial formal, somos tildados de conservadores, tradicionales o reservados. Por el contrario, si somos solteros, extrovertidos, promiscuos y con tendencia a la soledad o cierta informalidad, somos categorizados como desajustados o egoístas.

El caso es que, por cuestiones de economía mental, tendemos a estereotiparnos y tener opiniones uniformes y simples, basadas en juicios convencionales que suelen ser errados e injustos.

Muestra de esto son las numerosas ocasiones en las que algunas personas esperan con ansia el error ajeno, tanto en el mundo real como en el virtual —redes sociales— para lanzarse contra quien lo comete con saña y ferocidad. Sin motivo y a destiempo, podemos ser víctimas del furor y la ira de quienes, a partir de ahora, denominaremos odiadores profesionales.

Tampoco podemos dejar a un lado los continuos «golpes» del intervencionismo estatal que, bien bajo un trasnochado comunismo o bien bajo un profuso afán recaudatorio, nos someten a reglas y normas que, no obstante algunas contribuyan al bien de nuestra civilización, terminan, en gran medida, convirtiéndose en constantes sanciones, correcciones, tasas, tributos o impuestos.

Podríamos seguir nombrando un sinfín de hechos negativos que contribuyen al caos propio de nuestra realidad actual, pero no es ese el objetivo de este libro, ya que uno de los principios que aquí defendemos es huir de un tipo de pensamiento propio de mentes débiles e incultas, que se apoya en la queja continua y la negatividad, que desembocan en la pasividad y la vagancia.

Por el contrario, nuestra intención es contribuir al desarrollo de un nuevo tipo de pensamiento que fortalezca nuestra personalidad frente a usos y costumbres limitantes, provenientes tanto de pasados oscuros como del presente o de un porvenir que, aunque incierto, se nos presenta plagado de inquietantes previsiones.

Pero antes de proseguir, me gustaría recordar el consejo que di en el prólogo: este no es un libro para ser leído de una manera rápida, superflua o automatizada, ni uno más entre una lista de lecturas del año, que terminará en una estantería para ser olvidado. Insisto, mi recomendación es:

 

 

Leamos de manera intensa, lenta, pausada y reflexiva; con una actitud contemplativa y meditativa.

 

 

El objetivo de este libro es que el lector interiorice su contenido, con el fin de que alcance un pensamiento lúcido y sea capaz de discernir y formarse un criterio propio acerca de las diversas tendencias sociales que influyen en nosotros, convirtiéndonos en «masa», en seres idénticos al resto, según los usos y costumbres de aquellas instituciones que pretenden robotizar, uniformizar y, en suma, estandarizar nuestra ideología y conducta.

A partir de ahora, abróchense los cinturones, porque van a adentrarse en una forma de pensamiento que jamás imaginaron.

 

 

La respetabilidad social

 

 

El concepto de respetabilidad social tiene que ver con los usos y costumbres que se nos inculcan desde que nacemos, bien de manera imperceptible, recurriendo incluso a métodos no verbales —cuando somos bebés—, bien por medio del lenguaje cuando alcanzamos cierta edad. De esta manera, nuestro núcleo familiar y más cercano primero, y nuestros docentes y grupo de iguales después, comienzan a regar, gota a gota, con sus continuos juicios, nuestras mentes para cultivar la semilla del «respeto». A través de dicha semilla obtenemos una mejor interacción e inteligencia emocional, lo que se denominan habilidades sociales. Si somos respetuosos con nuestros iguales, somos más cívicos y, en suma, aceptados.

La respetabilidad, en el buen sentido, es una perfecta herramienta de facilitación social que hace que un individuo determinado sea visto como una persona educada y respetable por sus iguales. Positivo hasta aquí, e indiscutiblemente útil desde un punto de vista social y pedagógico. Pero también podemos considerarla una forma de muerte.

Y afirmo esto porque en la actualidad, la respetabilidad, en este mundo donde priman las emociones y sentimientos, es un potente mecanismo de regulación de la conducta utilizado de forma magistral por las élites políticas, que obtienen así una homogeneización de la personalidad de cada uno de los individuos que componen la sociedad. Y este control se lleva a cabo sobre cada uno, de manera particular, fomentando el respeto a través de la norma, y sobre la sociedad, de forma colectiva, mediante la actuación de determinadas personas —aquellos encargados de corregir a los demás—, que implantan ese respeto sobre todos advirtiéndonos de que seremos juzgados si no nos sometemos a sus dictados uniformizándonos con los demás.

¿Queremos decir con esto que no debemos guardar ningún tipo de respeto? Rotundamente no. Hemos de ser sensibles y respetar a las personas con las que nos relacionamos. No obstante, al menos en una realidad social democrática y libre como la de nuestro mundo occidentalizado, toda persona debe saber preservar y conservar su autenticidad y libertad de expresión. Y esta libertad de expresión no puede estar sometida a todo tipo de escrúpulos y objeciones.

Con esto quiero decir que, siendo conscientes de que en nuestro mundo la sensibilidad está a flor de piel —priman las emociones y los sentimientos—, hemos de ser capaces de, por un lado, identificar a las personas y colectivos susceptibles de ser heridos, pero, por otro, también de expresar lo que pensamos, incluso aquello más radical, sabiendo que vamos a contrariar a los que piensan de manera diferente.

Como ya hemos señalado, quienes se dotan de independencia y autonomía suelen fomentar envidias y juicios críticos. Del mismo modo, aquellos que se expresan llevando la contraria a lo establecido van a encontrarse con resistencias y problemas a la hora de hacer uso de su libertad de opinión.

Es importante que seamos conscientes de que estamos sometidos a las «reglas de la respetabilidad» que provienen de las estrategias sociales de las élites. Es vital que identifiquemos las trampas del juego y que comencemos a romper encuadres sociales. Es imprescindible que fortalezcamos nuestro criterio, que blindemos nuestras opiniones y nuestra razón.

Una persona original, autónoma y con personalidad procura tener cierta sensibilidad, pero no ve necesario depender del agrado de los demás, de caer bien, de ser aceptado. Por ello, es muy probable que su comunicación sea disruptiva con ciertos patrones sociales y algunas de las normas establecidas. Cuando una persona transmite con aplomo un pensamiento firme, fruto de su criterio y de una meditación consciente, es percibida por su entorno con un halo de autoridad, y proyecta al exterior una de las joyas de la condición humana: la seguridad en uno mismo.

 

 

Nuestra respetabilidad no debería verse condicionada por la voluntad de la mayoría, ni por latendencia política del momento, ni por la voluntad de otras personas que deciden victimizarse para chantajear nuestra expresión y pensamiento.

 

 

Bajo el paraguas de la ofensa, los victimistas, la mayoría de los cuales son unos ignorantes, tratan de manipular nuestros pensamientos, bien por simple y llana envidia, bien por el placer que proporciona la maldad.

Pero no hablemos de este tipo humano de manera general, sino en relación a nosotros mismos. Recurramos, a este fin, a una serie de preguntas: ¿conozco a victimistas que influyen en mi vida?, ¿lo hacen desvinculándome de mi manera de ser?, ¿me condicionan hasta el punto de que no vivo como quiero?

Hemos llegado a uno de esos momentos sobre los que advertí. Convendría, lector, detenerse y reflexionar. Profundizar acerca de estas preguntas, sin miedo a lo que podamos encontrarnos y dispuestos a asumir los cambios que puedan sobrevenir cuando sean respondidas.

 

 

La culpa

 

 

Vamos a crear un personaje figurado para referirnos a los victimistas, al que denominaremos «el instalador de culpa». Mediante este símil lo que pretendemos es demostrar que los victimistas tienen la capacidad de remodelar a su antojo nuestra manera de ser y desviar, también a su gusto, nuestras apetencias naturales.

Desde que nacemos, durante nuestro proceso de aprendizaje, se nos enseña a ser cordiales, educados y respetuosos, en cierto modo a ser compasivos y a mostrar cierta sensibilidad con nuestros iguales. Podríamos decir que, de manera subliminal, se nos inculca una necesidad de agradar y complacer a los demás, como si se tratase de un patrón necesario para nuestro desarrollo humano.

Es cierto —y debe ser así— que debemos mostrar compasión y respeto ajeno. Pero ¿y si con ello se fomentase, de manera consciente o inconsciente, la aparición de la culpa?

Antes de continuar, considero que la culpa es el más eficiente y eficaz sistema de manipulación emocional, pues, a fuerza de ser sinceros, si tenemos la capacidad de instaurar la culpa en el interior de cualquier persona de nuestro entorno, podremos manipular su actitud e, incluso, su conducta. Y del mismo modo que nosotros podemos crear culpa en los demás, también podemos haber sido sometidos a culpas que han condicionado nuestra conducta, hecho este que es posible desentrañar a medida que avancemos en la lectura.

Al «instalador de culpa» medio no se le identifica con facilidad, puesto que puede ser cualquier persona. No tiene por qué ser un psicópata ni imponer su voluntad continuamente. El «instalador de culpa» puede ser un familiar, alguien de nuestro círculo de amistades, de nuestro entorno laboral y, con frecuencia, nuestra propia pareja.

La psicología nos advierte de que casi todas las personas, en la esfera social, durante sus interacciones con sus iguales, no son por completo honestas y sinceras, sino que mantienen recovecos y reservas internas sobre su propia intimidad personal. En concreto, casi todos desarrollamos cierta capacidad de interpretación social.

Teniendo en cuenta lo anterior, podemos afirmar que un «instalador de culpa» se esmera mucho más en su puesta en escena, bien fingiendo una falsa humildad y simpatía o bien forzando la proyección de la pena. Y si la persona receptora tiene la suficiente ingenuidad, cualquiera de estas dos formas la hará caer irremediablemente en las redes del engaño.